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DE LAS TELECOMUNICACIONES
EN ESPAÑA.
ÍNDICE
• INTRODUCCIÓN:.pág 1.
• PRIMERA FASE: EL RÉGIMEN DE LA LEY DE ORDENACIÓN DE LAS TELECOMUNICACIONES
DE 1987 (LOT). ..pág 2.
• Dominio público radioeléctrico...pág 2.
• Infraestructuras, redes y servicios ...pág 3.
• SEGUNDA FASE: EL INICIO DEL CAMINO
INTRODUCCIÓN.
El fenómeno de las telecomunicaciones desde la perspectiva jurídica, en nuestro país, presenta una evidente
complejidad por varios motivos:
a)− Por la amplitud del campo. Según la UIT y la LGT, la telecomunicación es toda transmisión, emisión o
recepción de signos, señales, escritos, imágenes, sonidos e información de cualquier naturaleza por hilo,
radioelectricidad, medios ópticos u otros sistemas electromagnéticos.
b)− Por la radical modificación de nuestro ordenamiento jurídico debido al proceso de liberalización del
sector y la regulación bajo el principio de plena competencia.
c)− Por el modo en el que se ha realizado dicho cambio, ya que no ha sido un cambio radical sino progresivo
cuya culminación es la vigente LGT, la cual no ha podido obviar los derechos adquiridos en el proceso de
apertura.
Hasta hace relativamente poco, nuestro Derecho configuraba (a través de la LOT) las telecomunicaciones
como un ámbito reservado a la titularidad del sector público, ya fuese a través de la gestión directa por parte
de éste o a través de la gestión indirecta (realizada mediante una concesión al sector privado).
Podemos decir que la LOT fue un avance, ya que unificó el régimen de las telecomunicaciones hasta entonces
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muy disperso. Sin embargo, al poco de ser publicada la Comunidad Europea inició la política de liberalización
de las telecomunicaciones, política a la que nuestro Derecho tuvo que adaptarse tomando varias medidas:
reducir el monopolio del Estado de los servicios finales (1) al teléfono básico, telégrafo y télex; establecer una
competencia restringida para el alquiler de circuitos en los servicios portadores (2) y liberalizar el de
transmisión de datos por la conmutación de paquetes.
Nuestra tradición era opuesta a la obligada adaptación a la liberalización de las telecomunicaciones por parte
de la Unión Europea, por lo que pasamos a encontrarnos ante un ordenamiento que trataba de introducir la
libre competencia sin renunciar por ello a su publicatio.
Para comprender nuestro vigente ordenamiento de las telecomunicaciones y de sus instituciones jurídicas,
habría que hacer un análisis de su evolución, en la cual podríamos distinguir tres etapas fundamentales:
La LOT atribuyó al Estado la gestión del espacio por donde pueden propagarse las ondas radioeléctricas. Al
otorgar la potestad de la reserva y uso del dominio público radioeléctrico, la LOT atribuyó a la
Administración del Estado la gestión y administración del espectro de frecuencias radioeléctricas (3), la
asignación de estas y la comprobación técnica de las emisiones radioeléctricas de identificación, localización
y eliminación de interferencias perjudiciales así como la detección de infracciones, irregularidades y
perturbaciones de los sistemas de telecomunicación.
El instrumento para la utilización coordinada del dominio público radioeléctrico es el Cuadro Nacional de
Atribución de Frecuencias Radioeléctricas (CNAF). Este define la atribución, adjudicación y asignación de las
correspondientes bandas, subandas, canales y circuitos eléctricos, determinando las oportunas reservas,
preferencias, delimitaciones de las partes del espectro destinados a uso común, especial o privativo, las
reservadas al Estado para su propio uso o cesión a otra Administraciones, etc.
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c− Uso privativo: mediante la concesión en el caso de los servicios finales y portadores de telecomunicación,
servicios públicos de difusión y servicios de valor añadido (4).
• Definido en la LOT como el conjunto de ondas radioeléctricas cuya frecuencia está comprendida entre 3
kilohertzios y 3000 Gigahertzios.
• Servicios de valor añadido son los servicios de telecomunicación que, no siendo servicios de difusión, y
utilizando como soporte servicios portadores o servicios finales de telecomunicación, añaden otras
facilidades al servicio soporte o satisfacen nuevas necesidades específicas de telecomunicación como
acceder a información almacenada, enviar información o realizar el tratamiento, depósito y recuperación de
información, entre otras. (LOT, capítulo III, artículo 20.1)
La LOT estableció que el Estado aseguraría la extensión y el uso general de los servicios públicos de
telecomunicación de acuerdo con los medios disponibles y en las condiciones de prestación que determinase
el ordenamiento, teniendo en cuenta los compromisos internacionales de España.
Las telecomunicaciones en su conjunto quedaban, pues, reservadas a la titularidad del Estado (salvo
excepciones) y su gestión quedaba integrada en la órbita estatal a través de varias vías, entre ellas la
habilitación de tan sólo tres entidades dependientes del Estado (Telefónica, Retevisión, Correos y Telégrafos)
para prestar los servicios portadores y construir y explotar las redes de telecomunicación.
La configuración general de los servicios de telecomunicación como servicio público de titularidad estatal no
excluía la diversidad de su régimen en función de diversos factores:
2.1. Servicios oficiales de telecomunicaciones: aquellos establecidos por líneas, sistemas o redes oficiales.
2.2. Servicios públicos de telecomunicaciones de régimen específico por su carácter instrumental para
determinados objetivos: serie de servicios públicos de telecomunicaciones instrumentales de determinados
objetivos específicos para los que la LOT previó su explotación en gestión directa por parte del Estado u otras
Administraciones públicas.
2.3.1. Servicios incluidos y régimen de prestación: los servicios finales de telecomunicaciones son aquellos
que proporcionan al usuario una utilidad directa o capacidad de comunicación.
Su gestión, dado su carácter de servicio público de titularidad administrativa, establecía que la determinación
de la prestación de cada servicio final en gestión directa o indirecta en régimen de monopolio se efectuaría por
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Real Decreto, remitiendo al correspondiente Reglamento técnico de cada servicio final la fijación del régimen
de conexión de los equipos terminales y las características técnicas y de explotación de estos.
El Real Decreto 1667/1991 especificaba que se prestaría en régimen de gestión directa los servicios finales de
télex, telegramas y burofax por el organismo de Correos y Telégrafos y en régimen de gestión indirecta los
demás. En lo que respecta al servicio final más importante (el telefónico), la LOT encomendó al Gobierno la
formalización de un nuevo contrato de gestión de servicio público con la Compañía Telefónica Nacional de
España.
2.3.2. Servicios concedidos a Telefónica: el nuevo contrato de concesión con dicha compañía habilitó a ésta
para gestionar en régimen de monopolio, como servicios finales, el telefónico urbano, interurbano e
internacional; telefónico móvil automático; telefónico móvil marítimo de correspondencia pública; teletex;
móvil marítimo radiotelegráfico, telefax y videotex. Y como servicios portadores, el servicio portador soporte
del servicio telefónico básico y los de transmisión de datos por la red pública de conmutación de paquetes que
presta Telefónica.
Esta quedaba habilitada también para establecer la red e infraestructura necesarias para las prestaciones de
tales servicios, incluyendo el establecimiento de su propia red digital de servicios integrados. Ahora bien,
dicho régimen de actividades habilitadas era SUB CONDITIONE tanto en cuanto a los servicios concedidos
como a la prestación de los mismos en régimen de monopolio.
La relación de servicios finales podría modificarse según la normativa comunitaria o la legislación española.
Además, su prestación en monopolio quedaría reducida sólo al servicio telefónico básico y la relación de
servicios portadores quedaría reducida al servicio portador soporte del servicio telefónico básico y al alquiler
de circuitos en el momento en el que las Directivas 90/387/CEE y 90/388/CEE fueran traspuestas a nuestros
Derecho interno.
2.3.3. Primeros pasos hacia la liberalización de la telefonía. Si nos centramos en el más importante servicio
final, el telefónico, en sus dos variantes más relevantes (telefónico básico y telefónico móvil automático), la
evolución hasta llegar a la LLT podría sintetizarse de la siguiente manera:
2.3.3.1. Servicio telefónico básico: aun manteniéndose el monopolio de explotación, fue restringido su alcance
en lo que respecta al contenido del servicio.
Su prestación seguiría realizándose en régimen de monopolio, pero siguiendo la pauta marcada por las
Directivas 91/263/CEE y 90/388/CEE, quedó excluida la explotación de equipos terminales destinados al uso
público conectados a un punto de terminación de la red telefónica pública conmutada. Por ejemplo, equipos de
uso público en establecimientos públicos.
Por otra parte, el Real Decreto 2031/1995 por el cual se regula el SVA de telefonía vocal en grupos cerrados
de usuarios, excluyó este servicio del telefónico básico, sujetándolo a mera autorización.
El servicio telefónico básico quedó, pues, delimitado, pero siguió sujeto al régimen de monopolio en su
explotación a través de Telefónica.
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2.3.3.2. Telefonía móvil automática. Este servicio fue configurado por la LOT como servicio público
reservado a la titularidad central. Sin embargo, la Ley 32/1992 de modificación de la LOT dispuso que el
mismo tendría consideración de servicio final prestado en régimen de monopolio hasta el 31 de diciembre de
1993, fecha a partir de la cual se consideraría un SVA prestado.
La extinción de ese régimen transitorio, motivó que se aprobara específicamente el Reglamento Técnico y de
Prestación del SVA de telefonía móvil automática, distinguiendo entre la prestación del servicio en su
modalidad analógica y digital (GSM).
• Modalidad digital: el Reglamento fijó en una la concesión para su gestión indirecta en el ámbito nacional a
la que habría que añadir la derivada de la transformación del título habilitante preexistente para prestar el
servicio otorgado a favor de Telefónica. En aplicación de dichas previsiones, la nueva concesión fue
otorgada a AIRTEL.
• Modalidad analógica: se estableció que seguiría prestándose por Telefónica en las mismas condiciones que
hasta el momento.
La telefonía móvil automática quedó sujeta a régimen de competencia entre dos operadores (TELEFÓNICA y
AIRTEL). No obstante, posteriormente el Reglamento sería modificado para permitir la prestación de este
servicio por un TERCER OPERADOR.
2.4. Servicios portadores: aquellos que transportan la señal para otros servicios de telecomunicaciones.
La LOT dispuso en un principio que dichos servicios se prestarían en régimen de gestión directa o indirecta,
pero en régimen de monopolio. La forma de explotación diferiría según se tratara de servicios portadores
soporte de servicios de difusión y transmisión de imágenes de los restantes servicios portadores. Al final, la
LLT eliminó esa distinción y estableció una regulación menos constrictiva.
2.5. Previsiones comunes para los servicios finales y portadores. La prestación de los servicios finales y
portadores debía ajustarse a una serie de principios conforma a lo originariamente dispuesto por la LOT:
autorización−concesión para los SVA, dependiendo del tipo de éstos que se tratara pero en ambos casos
presidido por el principio de libre competencia en su explotación y la apertura de esta a cualquier persona
física o jurídica.
Por ello, las autorizaciones−concesiones de la explotación se debían otorgar por orden de presentación de
solicitudes o por concurso público si fuera necesario limitar el número de titulares.
2.7. Servicios de difusión: Radio y TV. La LOT define como servicios de difusión los servicios de
telecomunicación en los que la comunicación se realiza en un solo sentido a varios puntos de recepción
simultáneamente, quedando incluidos en esta calificación la TV (que nunca podrá prestarse como servicio
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final o añadido) y la radiodifusión sonora.
Los servicios de difusión son tipificados como un SERVICIO PÚBLICO. Configurados como tal, quedaron
sujetos al régimen de la LOT en lo que respecta al régimen de los servicios portadores soporte de los mismos;
la utilización del dominio público radioeléctrico; la posibilidad de las entidades explotadoras de los servicios
de difusión de prestar adicionalmente servicios de valor añadido; y las formas de gestión de los servicios de
difusión: además del Estatuto de Radio y TV, la televisión podría estar regida por otras normas específicas
según la modalidad de televisión (hertziana, por cable, por satélite,).
En el caso de la radiodifusión sonora, puede llegarse a similar conclusión, pero en este caso su régimen
jurídico queda prácticamente integrado en la LOT que, aunque regula específicamente sus formas de gestión
según la banda que se trate, convierte a los Planes Técnicos Nacionales de Radiodifusión que apruebe el
Gobierno en el instrumento básico para su ordenación.
A partir de 1994, nuestro ordenamiento va a incorporar una serie de medidas para la implantación de la
competencia y/o la liberalización de actividades bajo las exigencias del Derecho Comunitario.
Comienza el proceso hacia la liberalización. Sin embargo, debido a la especial coyuntura política de los años
inmediatamente posteriores, no fue un proceso acelerado y no se culminó hasta que el Gobierno surgido de las
elecciones de 1996 le dio un impulso definitivo: siguiendo en lo esencial la línea de tendencia de los proyectos
del Gobierno precedente, realizó una urgente reforma legislativa de las telecomunicaciones a través del Real
Decreto Ley 6/1996 de liberalización de las telecomunicaciones que fue convertido en ley 12/1997 de LT.
La principal novedad de la Ley de Telecomunicación por Cable radicó en la potenciación del desarrollo de
estas redes y servicios desde un planteamiento de competencia (aunque restringida, claro).
La LTc siguió configurando las telecomunicaciones por cable como un servicio público de titularidad estatal,
pero las abrió a la concurrencia al permitir la existencia de dos operadores de cable por cada una de las
demarcaciones territoriales: uno determinado ex lege (Telefónica) y otro nuevo adjudicatario de la oportuna
concesión para cada demarcación mediante concurso público.
Ambos operadores quedaban habilitados para prestar el servicio público de telecomunicaciones por cable,
para instalar su propia infraestructura y redes de cable y para prestar tanto servicios portadores a otros
servicios de telecomunicación de terceros como SVA previa obtención del correspondiente título habilitante.
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En este sentido, la LTc previó que los concesionarios podrían (previa autorización de lo que hoy es el
Ministerio de Fomento) interconectar sus redes con el fin de prestar servicios cuyo título habilitante fuera
válido para ámbitos territoriales superiores al de la correspondiente demarcación territorial.
La LTs previó que las redes de satélite podrían interconectarse con las redes públicas de telecomunicación y
con las redes propias de los titulares de servicios de valor añadido, con el fin de prestar servicios de
telecomunicación conforme a las condiciones de interconexión establecidas por el Reglamento de las
Telecomunicaciones por Satélite, interconexión que sólo podría denegarse cuando los equipos no cumplieran
las especificaciones técnicas.
La televisión por cable nace en USA en la década de los cuarenta, basada en una antena central receptora de la
señal y su posterior distribución por cable a los correspondientes abonados a dicho servicio. Tras esta primera
fase, se convirtió en una modalidad televisiva diferenciada para pasar a desarrollarse como un gran negocio
global a partir de 1980.
En Europa se desarrolló a partir de 1960, pero a nuestro país, pese a anteriores tentativas, no llegó de manera
definitiva hasta principios de los años 80.
La regulación de las telecomunicaciones fue tardía y una vez promulgada, siguió siendo objeto de tensiones y
controversias diversas. Conforme a la LOT, las telecomunicaciones quedaban configuradas (salvo
excepciones) como servicio público de titularidad estatal, correspondiendo su gestión al propio sector público
o a los sujetos que obtuvieran la oportuna concesión. Por ello, la instalación y explotación de las redes de
cable y el desarrollo de actividades de televisión por medio de estas fuera de tales previsiones resultaba, en
principio, ilegal.
Sin embargo, ya en 1994 existían unas 750 instalaciones de cable y más de un centenar de emisoras de
televisión con este tipo de infraestructura en nuestro país.
Las ventajas de la difusión televisiva por cable son evidentes: alta capacidad de transmisión, calidad de
emisión−recepción sin interferencias, posibilidad de difundir una programación propia, carácter interactivo
del servicio, etc.
El alcance de las redes de cable supera el campo de la difusión de televisión, extendiéndose a los distintos
servicios de telecomunicaciones.
Esta tecnología abre múltiples posibilidades con una clara incidencia en el campo económico (dada la
inversión a realizar en infraestructuras y la explotación mediante pago por abono). Todo ello se aleja
totalmente del viejo sistema de televisión y del viejo sistema jurídico, que ya no puede justificar el monopolio
en la gestión de redes y de explotación de servicios cuando con dicha tecnología se supera la escasez del
soporte hertziano.
Las enormemente favorables expectativas económicas de este sector y el estímulo más o menos directo por
parte de algunas corporaciones locales y Comunidades Autónomas, llevaron a establecer una clara estrategia
de hechos consumados. Tuvo lugar un creciente desarrollo de las infraestructuras de cable al margen de toda
regulación, acelerado también ante la anunciada (aunque continuamente diferida) ley reguladora del sector.
En 1994, el Tribunal Constitucional declaró a través de la STC 31/1994 una licitud provisional de la televisión
por cable, otorgando así amparo a aquellos que recurrieron la decisión administrativa del cese de las emisoras
y el desmontaje de las instalaciones de determinadas empresas privadas de televisión local por cable.
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Ya que las emisiones no suponían el agotamiento de un medio escaso de comunicación ni implicaban
restricciones en los derechos de los demás, el Tribunal Constitucional concluyó que mientras no existiera una
legislación ordenadora de esta modalidad de televisión, no cabía sujetar a concesión o autorización el
desarrollo de la televisión local por cable. Es decir, el vacío legal existente que impedía siquiera solicitar su
concesión, fue lo que llevó al Tribunal Constitucional a estimar el recurso.
Con esta sentencia, el TC se limitó a acaparar el libre desarrollo de la televisión por cable mientras no hubiera
una regulación legal específica, pero no garantizaba esa misma solución para el futuro ya que no cuestionaba
la configuración de la televisión por cable como servicio público ni su régimen concesional, ni condicionaba
al legislador para que no pudiera concretarlo así en una futura regulación legal. No obstante, como
consecuencia de esa solución jurisprudencial, se consolidó la situación de las emisoras que ya estaban en
funcionamiento y alentó a las que estaban en expectativas de iniciar.
Acuciado por estas circunstancias y obligado por una próxima liberalización por parte de la Unión Europea, el
Gobierno remitió a las Cortes un Proyecto de Ley de Telecomunicaciones por Cable, tantas veces retrasado.
Dicho retraso se debía a su gran importancia política y económica. Con la ley que se crease, había que
satisfacer a diversos y a veces muy distintos intereses: el interés económico por parte de las empresas titulares
de redes o de televisión por cable y el interés por el reparto de cuotas de poder por parte de las
Administraciones públicas.
1. BASES DE SU REGULACIÓN:
La LTc reguló el servicio de telecomunicaciones por cable y las redes que le sirven de soporte, a las que
definió como infraestructuras de telecomunicación que utilizando principalmente cables de comunicaciones
sean capaces de transportar cualquier tipo de señales de voz, datos, imágenes o combinaciones de ellas al
público en el ámbito de una determinada demarcación territorial.
La RTc concretó los servicios constitutivos de dicho servicio, los cuales se integrarían en la concesión para la
explotación.
Tanto el servicio como las redes, su instalación y explotación, incluido lo relativo a los sistemas, aparatos y
equipos terminales necesarios para acceder al servicio quedaban sujetos a la LTc y a lo establecido en la
legislación general de telecomunicaciones. Las bases de dicha regulación específica eran:
Según la LTc, el servicio de telecomunicaciones por cable debería prestarse por demarcaciones territoriales.
El ámbito en el que un operador de cable puede prestar su servicio oscila entre una parte de un término
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municipal hasta la agrupación de varios términos municipales, con un mínimo de 50.000 habitantes y un
máximo de 2 millones. Se establecieron cuatro categorías territoriales en función del número de habitantes:
Dichas demarcaciones serían aprobadas por el Ayuntamiento si no excedía de su término; por la Comunidad
Autónoma si incluía más de un término municipal y por el Estado si incluían municipios pertenecientes a
distintas Comunidades Autónomas. En cualquier caso, la denegación sólo procedería por razones graves
contrarias al interés público.
La LTc estableció que el servicio de telecomunicaciones por cable debía prestarse por los operadores de cable
en régimen de gestión indirecta mediante concesión administrativa otorgada por lo que ahora es el Ministerio
de Fomento previa convocatoria de concurso público.
• Sólo podían ser operadores de cable las sociedades anónimas domiciliadas en España cuyo objeto social
fuera la prestación del servicio de telecomunicación por cable en una o más demarcaciones; que dispusiera
del capital mínimo; que cumpliera las exigencias específicas establecidas por la propia LTc y disponer de la
concesión administrativa oportuna.
• Sólo se otorgaría una concesión a través de concurso público para cada demarcación territorial.
• Las concesiones se otorgarían por la Administración del Estado de acuerdo con la LCAP, pero con algunas
peculiaridades.
• La modificación, cesión y extinción de las concesiones quedaban sujetas a las previsiones de la LTc y el
RTc
• El concesionario debería establecer la red de cable necesaria para la prestación del servicio bien utilizando
infraestructuras ya existentes o construyendo las necesarias.
Las telecomunicaciones por satélite constituyen un fenómeno característico de nuestro tiempo que ofrece
determinadas especificidades frente a los demás servicios de telecomunicaciones desde el punto de vista
jurídico.
En la comunicación por satélite, una estación terrena transmite una señal que, mediante el enlace
radioeléctrico ascendente, es recibida por el satélite el cual, a su vez, mediante un transponedor, la amplia y
reenvía mediante un enlace radioeléctrico descendente, a una estación terrena receptora.
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• Comunicación punto− multipunto o distribución.
• Satélites de difusión directa.
El sistema de comunicación por satélite puede prestar una amplia serie de servicios, incluyendo la difusión de
radio y televisión. Como soporte de la televisión, el satélite puede utilizarse para dos finalidades distintas:
• La difusión directa de televisión por satélite, en la que el satélite se destina a emisiones directas de
televisión captadas por los propios usuarios a través de sus antenas receptoras.
• La distribución de señales de televisión en la que el satélite funciona como receptor− transmisor de señales
emitidas/distribuidas por redes terrestres de cable.
Dada su naturaleza, el Derecho interno de las telecomunicaciones por satélite está condicionado por lo que
pueda establecer la regulación internacional (ya que las señales de los satélites superan los límites territoriales
de cualquier Estado), presidida por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
El segundo hito en el proceso hacia la liberalización de las telecomunicaciones lo constituyen el Real Decreto
y la Ley arriba mencionados.
Dichas disposiciones, prepararon el terreno para la plena liberalización que más tarde consagraría la Ley
11/1998 General de Telecomunicaciones. El objetivo de estas disposiciones era generar la libre competencia y
se sirvió de una serie de modificaciones e innovaciones:
Haciendo una breve recapitulación del proceso de liberalización de las telecomunicaciones, lo primero que
deberíamos recordar es que en ese proceso desarrollado bajo la LOT, las telecomunicaciones seguían
configurándose en nuestro Derecho como servicios públicos reservados a la titularidad del Estado con la
excepción de los servicios de valor añadido y de las telecomunicaciones por satélite.
La titularidad pública no fue alterada ni por el Real Decreto Ley 6/1996 y la Ley 12/1997 de Liberalización de
las Telecomunicaciones, cuyas medidas liberalizadoras sólo rompieron con el monopolio de su explotación.
No obstante, este hecho marcó un punto de inflexión determinante para nuestro ordenamiento al que se orienta
para poner en práctica el principio de competencia.
Como culminación del proceso a la liberalización de las telecomunicaciones, finalmente se promulgó la Ley
11 /1998, de 24 de abril, General de Telecomunicaciones (LGT).
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administrativo sobre el sector.
También pretende garantizar a todos un servicio básico a precio asequible, el llamado servicio universal,
además de otras garantías aseguradas por las otras categorías de obligaciones de servicio público. De esa
manera y recogiendo las determinaciones del reciente Derecho comunitario en este campo, su posición es
clara: la desmonopolización jurídico−pública de los servicios hasta entonces reservados al Estado y la
sustitución de este esquema por otro en el que los fines tradicionales de dicho servicio público pudieran
lograrse en un entorno de libre competencia.
Sin embargo, esto no significa que la intervención administrativa desparezca. Al contrario. El cambio radica
en que esta intervención antes estaba basada en la titularidad administrativa sobre el servicio mientras que
ahora se funda en las potestades derivadas de la regularización.
Las viejas categorías del servicio público o su trasfondo, permanecen actuales, tanto en lo que respecta a la
articulación de los títulos habilitantes de las actividades como al régimen objetivo de desarrollo de estas.
La LGT está presidida por el uso de las categorías comunitarias para la prestación de servicios y la
explotación de redes. Bajo esas nuevas categorías subyace en la LGT un régimen que evoca el de nuestras
tradicionales autorizaciones y concesiones respectivamente. Así, las telecomunicaciones en su conjunto se
conceptúan como servicios de interés general que se prestan en régimen de competencia. De ellos, sólo tienen
la consideración de servicio público o están sometidos a obligaciones de servicio público los servicios de
telecomunicaciones para la defensa nacional y el segmento espacial en los satélites de comunicaciones, los
servicios disponibles para el público y las redes públicas para los que se requiera licencia individual así como,
también en algún caso, los sujetos a autorización general.
Como para el desarrollo de toda modalidad de telecomunicación hay que contar con uno de estos dos títulos
habilitantes, nos encontramos con que toda modalidad de telecomunicaciones (salvo las ya citadas) queda
sujeta a la intervención administrativa habilitante.
Las actividades cuyo desarrollo no requiera la obtención de una licencia individual, quedan sujetas al régimen
de autorización general y al cumplimiento de determinadas condiciones, entre ellas la protección de los
usuarios y cuyo incumplimiento justifica su revocación. Por todo ello, estas actividades recogidas en el
sistema de autorización general podrían ser calificadas como servicios privados de interés público.
El establecimiento y explotación de redes públicas, el servicio telefónico disponible para el público, los
servicios y redes que impliquen la utilización del dominio público radioeléctrico y aquellos otros que
determine el Gobierno, requieren la obtención de una licencia individual.
Su otorgamiento es reglado si se cumplen los requisitos exigibles al efecto. Se otorgan sólo a quienes cumplan
los requisitos generales para ser titular de las mismas; se aplica un proceso de licitación conforme a unas
condiciones y cuando el número de licencias sea limitado; existe la posibilidad de imponer condiciones
específicas en las licencias y de que éstas sean modificadas unilateralmente por la Administración sin derecho
a indemnización; y puede ser revocadas en los términos previstos en la legislación de contratación
administrativa. Hay, pues, grandes similitudes entre estas licencias y las concesiones de gestión de servicios
públicos en nuestro anterior sistema jurídico.
Sin embargo, esa similitud no se reduce a lo instrumental de la técnica habilitante, sino que alcanza a lo
sustantivo ya que las actividades sujetas a licencia individual están sometidas a las llamadas obligaciones de
servicio público. Esta técnica ha sido definitivamente consagrada en nuestro Derecho por la LGT a cuatro
hipótesis distintas de modalización vinculante de actividades en principio privadas destinadas al público: las
obligaciones de servicio público básicas, el servicio universal, los servicios obligatorios y las otras
obligaciones de servicio público.
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El dato institucional más relevante y significativo de esta técnica es que supone la consagración dentro de una
escala de publicatio donde caben distintas variantes. Una nueva expresión del servicio público puramente
objetivo y cuyo régimen debería reintegrarse con los principios y el régimen previsto en nuestro ordenamiento
para el servicio público clásico.
No hay que olvidar el trasfondo que este sistema conlleva. El horizonte final de todo este entramado es la
creación a partir del 1 de diciembre de 1998 de un mercado de servicios en competencia y prestados en
régimen de mercado. Eso sí, con la válvula de seguridad de que la Comisión Delegada del Gobierno para
Asuntos Económicos pueda fijar precios máximos y mínimos así como los criterios para su fijación y los
mecanismos para su control con carácter coyuntural y transitorio.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
− Calvo Charro, María, La televisión por cable, Madrid 1997, Editorial Marcial Pons.
− Legislación básica de radio y televisión, Madrid 1988, Editorial Tecnos. (Edición preparada por Carmen
Chinchilla Marín)
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