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Organización Política y Comunicación

¿México, (Pre-) Democrático?

En el sentido estricto y literal del significado, democracia, demos y kratós, es el gobierno


de los artesanos y campesinos, excluyendo –expresamente– a los idiotas (esclavos) y a
los nobles, significado que viene perfectamente a resaltar un posible modelo perfecto
para México, prosperidad y crecimiento en la terminología amplia y abstracta de ideal
social, económico y político.
Utopía, ¿México un país democrático o posdemocrático? Irreal e intangible tan
sólo pensar en definir al país en alguno de estos dos rubros, ya que se encuentra en una
extraña brecha en donde el término no discrimina en su totalidad, pero tampoco apropia
las características para conformarse como tal. Nuestro país, al contar con un desarrollo
desordenado que intenta copiar los modelos, procesos políticos y evolutivos del resto del
mundo, no encontró más que el fracaso. Un turbio paisaje que comienza con la brecha
política y económica en los años sesenta y setenta sustentada en una evolución
democrática cargada de globalización; modelos económicos incongruentes; competencia
laboral; grandes consorcios monetarios; fuertes instituciones de carácter público y social;
dinamismo en la estructuración de la sociedad, sustentada fuerte en un sistema protector;
un modelo político norteamericano… y que finalmente logra evolucionar los procesos
democráticos y lleva más allá el fenómeno del determinante voto a una posdemocracia.

Posdemocracia es un término que oscila vertiginosamente entre una democracia


altamente constituida y un mercadeo político, marketing electoral. Ya no son las
propuestas o los candidatos los que conforman los sistemas políticos, si no, la oferta
comercial, emocional, capacidad de credibilidad y la adaptación hacia la sociedad que
constantemente está en movimiento y (re-)configuración, así como la respuesta que los
votantes-consumidores tienen hacia cierto producto-candidato. Empatía y convenio se
vuelven esenciales en la nueva configuración socio-política de un país.

México –un país de copiones y mirones– intenta apropiarse de los modelos que
ahora se encuentran en estándares de triunfo, acción, respuesta y, principalmente,
efectividad para una gran parte de la población, una real y compleja democracia. Pero en
México no funciona así, el crecimiento del mundo en una ideología global detiene el
impulso del país que se aprisiona en errores democráticos como avaricia, represión,
estatismo, conservadurismo, elitismo y un peligroso estado de independencia, en donde
se cree una falsa libertad y todos tratan de “quitar lo que me toca por derecho”, una
curiosa palabra para el mexicano, la cual representa un peligro hacia la integridad física y
moral de la determinada y deteriorada soberanía, ya que se traduce como “propiedad”.

Como respuesta de un desarrollo desmedido, lleno de intereses elitistas, nacen los


partidos políticos, cuya finalidad es salvar al ser humano de su tiranía. Se termina la
democracia antes de que pudiera empezar. El dinamismo del poder gobernante queda
estático y se convierte en ideológico retomando el concepto de no reelección, concepto
que ha engrandecido a los monstruos políticos que ahora conocemos y da paso a una muy
improbable posdemocracia, pues ¿cómo es posible llegar a un estado superior, sin pasar
por un primero?

Se deterioró el dinamismo y la (re)-configuración de la sociedad, la cual se


estancó en agrupaciones aisladas que continúan con arcaicos patrones de conducta
(miedo, apatía, malinchismo) y refuerzan la imposibilidad de asentar una democracia. Se
perpetua la segregación y represión intelectual abriendo una dinámica completamente
emocional, viseral, que, a su vez, nos lleva a un panorama de posdemocracia.

Ahora el poder recae en unos cuantos, cuando, anteriormente, recaía


vigorosamente en el nombre de quien ejercía el poder; las élites conformadas por
nombres, personas específicas se van disolviento hasta ser institucionalizadas y crear ese
monstruoso fenómeno llamado proceso electoral. Los partidos políticos se convierten en
grupos élite, que además de otorgar derechos y privilegios extraídos del ejercicio de
poder, dan estatus, proyección social. Hoy importa más el color que viste quien gobierna,
al nombre de quien lo hace.

México nota el rezago ante la rápida evolución que se da en una gran parte del
resto del mundo y decide actuar, imposible quedar atrás, en aras de una democratización,
una brecha económica, una visión hacia la globalización y el nuevo significado de
posdemocracia que empieza a hacer tangible una evolución democrática. Los términos
son imposibles de asentar en México, un país que aún no ha podido experimentar en
pleno el fenómeno: modelo de democracia. Una nación que no encuentra forma de entrar
al régimen de globalización por el miedo que se vive al ser consumidos por otro, miedo
generalizado por los pleitos políticos llenos de envida, traición, desprecio y varias
situaciones visearles que son el reflejo de la carente democracia.

Todo lo anterior dan como resultado el absurdo del mexicano, ese querer hacer
todo con a través de modelos copiados sin conocer lo que verdaderamente funciona en las
condiciones en las que vive nuestra sociedad. Al rezago político que hace a México un
país de tercer mundo, contraataca la necesidad de querer entrar al mundo globalizado y
en un mismo intento, a la posdemocracia. México se convierte en todos sus contexto,
acciones, transacciones y organización, en circo maroma y teatro, imposible arraigar el
término de posdemocracia en México, ya que no cuenta con las capacidades económicas,
sociales, ni políticas para emprender nuevos procesos electorales. La situación política
del país se convierte en mero zafarrancho al tratar de desmitificar a las instituciones,
atrarse entre partidos… críticas que sólo buscan destruir sin proponer. Se segrega el
mercado y comienza una guerra de marcas completamente mundana y carente de sentido.

México intentó entrar a un concepto del cual ni siquiera ha podido determinar el


marco teórico. Cómo hablar de posdemocracia si el término se encuentra inestable, tanto
así que es fácil confundirlo con marketing político, en donde el modelo social mexicano
ha albergado todos los modelos, todas las formas, pero ninguna rinde resultados, por que
ninguna el modelo ideal político no es compatible con la realidad que se vive y hasta que
no sea completamente sustentable el término democracia, no se podrá pensar en
posdemocracia.

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