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Nuestro rol ante la crisis fiscal de la UPR

En las últimas semanas, hemos visto a los actores en el drama de la UPR desempeñando sus
papeles de maneras tanto admirables como dignas de censura. Como actores virtuosos en una
tragedia de Shakespeare, los vemos darle vida a personajes cuyas líneas fueron escritas hace
siglos. Y por más que querramos que Hamlet deje de sobrepensar las cosas y tome acción, o
que Othello las piense un poquito más y no dañe su vida con acciones apresuradas, los actores
no tienen la libertad de cambiar la historia ni de evitar su trágico final. Mantenerse fiel a un rol
es deseable cuando se trata de obras teatrales, pero no en situaciones de la vida real. Hasta
ahí llega la metáfora, ya que la situación que atraviesa la Universidad de Puerto Rico no está
escrita, sus actores pueden cambiar sus líneas y podemos evitar la tragedia a la que estamos
encaminados.

Los personajes en esta historia los conocemos bien: los estudiantes, la facultad, los empleados
no docentes, la administración y el gobierno. Estos no son personajes sencillos ni homogéneos:
están divididos entre si: “huelguistas”, “mayorías silentes”, unionados, independientes,
investigadores, izquierdistas y derechistas, trabajadores unionados, guardias, policías, rectores,
presidentes, síndicos, legisladores, senadores, gobernador, partidos políticos y no acabamos
de subdividir. Cada grupo tiene sus intereses y el deber de defenderlos. Cada grupo tiene su
potestad de tomar acción en las áreas y con los medios que le corresponde. Cada grupo hala
para su lado primero y se ocupa de los otros intereses después o nunca. Cada grupo piensa
tener la razón y que sus acciones son para el beneficio del país.

Pero estamos divididos ante una crisis fiscal que no discrimina y nos afecta a todos, no importa
cual grupo “gane” en sus batallas. Y esa división nos lleva por un mal camino. Todos tenemos
algo que aportar a la situación en la que estamos. Todos somos responsables por encontrar
una resolución. Todos nos perjudicaremos si no encontramos como salir de este camino trágico
en el que nos encontramos.

La crisis fiscal no es inventada. Es global y está aquí entre nosotros. La insuficiencia


presupuestaria de la UPR es grave y puede tener un impacto catastrófico en la Universidad.
¿Quién tiene la culpa? La contestación es más grande de lo que se puede atender aquí.
Sabemos que el gobierno, atendiendo la crisis fiscal del país según es su potestad, ha
tomado medidas que agravan la situación presupuestaria de la Universidad. Sabemos que
la Administración Central no puede irse en contra del mismo gobierno que la designó-- sólo
puede apelar la decisión y tratar de operar con los fondos asignados. Los rectores de cada
recinto se ven en la misma situación: solo pueden pedir fondos y administrar lo que le asigne
la Administración Central. Y administrar en tiempos de crisis presupuestaria significa tomar
decisiones difíciles, antipáticas, odiosas. . . hasta el punto en que las poblaciones a las que
atiende se levantan en su contra e interrumpen el funcionamiento de la Universidad.

Ya se han tomado algunas “medidas cautelares” que afectan a los empleados docentes y no
docentes. La congelación de aumentos salariales van para su segundo año, efectivamente
reduciendo el valor de los salarios ante la inflación. La congelación de ascensos de rango de
la facultad tiene un impacto muy detrimental en el desarrollo profesional y académico de un
profesor, sin mencionar el golpe económico del aumento salarial negado. Los convenios con
las uniones de trabajadores que no se han podido honrar impactan económicamente a sus
empleados y debilitan el poder de negociación de la Universidad. La congelación de plazas
docentes y no docentes ponen mayor presión a los empleados activos que ahora tienen que
asumir tareas que hubieran sido cubiertas por una persona ocupando las plazas. Y con los
ascensos congelados hasta nuevo aviso, hay un incentivo menos para dar la milla extra. En
fin, ya varias de las poblaciones universitarias se han visto afectadas por medidas diseñadas
a lidiar con la insuficiencia presupuestaria de este año fiscal y el próximo. Y estas medidas
afectan directa e indirectamente a todos los grupos universitarios.

Ahora la población más grande y la razón de ser de la Universidad ha paralizado la UPR en


una huelga indefinida. Los méritos de los reclamos y las acciones tomadas son secundarios
al punto que quiero hacer. La Universidad de Puerto Rico nunca se ha visto con una situación
semejante, pero la reacción estudiantil parece seguir el guión de las huelgas en los años 70
y 80. Huelga indefinida, comités negociadores sin poder decisional pero con poder absoluto
de decidir qué y cuándo se lleva al estudiantado, incluyendo el poder de hacer nuevos
reclamos sobre la marcha, garantías que no se aumente la matrícula, o se “vendan” unidades
del sistema, que se abran los libros. . . en fin están pidiendo cosas que meritorias o no,
representan un gran “jalón pa’ su lao.” Y se entiende: están protegiendo sus intereses y los de
generaciones futuras.

Pero todo está conectado. Protegen el costo del crédito de verano, pero el verano no se puede
ofrecer o si se ofrece es tán mínimo que muy pocos se benefician. Protegen el costo del crédito
de semestre, pero pierden 25% de las secciones que se pueden ofrecer y no pueden tomar
más de 12 créditos por semestre. Se abren los libros y ven cosas que criticar, pero nada que
realmente pueda solucionar la crisis fiscal. Desmantelan andamiajes administrativos que no
conocen bien y se reducen los fondos externos que llegan a la Universidad. Se conceden los
aumentos salariales, pero no hay para pagar las utilidades. Todo supuesto ahorro tiene sus
consecuencias y hay que tomar decisiones muy cuidadosas, velando por que siga funcionando
la Universidad.

Y es ahí que todos los grupos tienen que salir de sus roles tradicionales y aportar. La
administración tiene que aumentar la transparencia en su manera de operar y mejorar sus
mecanismos de consulta y retroalimentación. También necesita mostrar que es parte de
la solución, reduciendo sus gastos operacionales de manera proporcional al resto de las
poblaciones. Los empleados docentes y no docentes tanto como los estudiantes tienen que
envolverse en la toma de decisiones de manera proactiva no reactiva. El modelo actual es
que la administración impone y las poblaciones rechazan, paralizan y ejercen presión para
negociar o más bien revocar la imposición. La administración necesita proponer y buscar
retroalimentación antes de tomar las decisiones, y las poblaciones necesitan considerar las
propuestas seriamente ante el panorama económico.

Exhorto a todas las poblaciones a hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué o cuánto estamos
dispuestos a sacrificar para que la Universidad siga operando? Si la contestación es “nada”
o “que se saque de otro lado” o “lo mío no se puede tocar” pues estamos simplemente
siguiendo el rol escrito y descrito para nosotros por el pasado: cada grupo vela por lo suyo y
que se defiendan los otros como puedan. El camino al que esto conduce no es uno bueno: es
una ruta de conflictos, tranques, confrontación, violencia, tragedia.

Me tomo el atrevimiento a darle una tarea a todos los grupos para cuando se reúnan a
discutir sus acciones y negociaciones futuras. Discutan y propongan medidas que los afecten
a ustedes mismos para atender la crisis. ¿Qué ofrecemos para atender la crisis? es mejor
pregunta que ¿De qué otro lugar se puede atender la crisis?

Esta crisis presupuestaria nos va a impactar a todos y el impacto no será agradable. Tenemos
que distribuir el daño entre los grupos para que ninguno sufra más de lo que sea necesario.
Todos tenemos que ceder algo para lograr convenios que distribuyan y minimizen el daño. El
impacto tiene que ser proporcional, para que todas las partes estén unidas como parte de la
solución en vez de resentidas porque son las más afectadas.

Hay que considerar medidas a corto y largo plazo y pensar bien en qué se va a restaurar
primero cuando comencemos a salir de la crisis y el presupuesto se estabilize. Tenemos
que discutir nuestras prioridades, no para establecer una jerarquía, sino para que podamos
restaurar la Universidad a un estado que pueda servir bien a su país y sus poblaciones.

Y esto nos toca a todos: estudiantes, profesores, empleados no docentes, administradores,


gobierno, y el pueblo puertorriqueño. Todos podemos contribuir a la salud y buen
funcionamiento del primer centro docente del país: nuestra Universidad de Puerto Rico.

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