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El Ministerio de la Catequesis: Tres Desafíos

La catequesis, o formación en la fe, ha sido una de las tareas más importantes de la


Iglesia desde sus inicios. Jesucristo mismo encargó a sus discípulos, según el
testimonio de los Evangelios, ir a todos los pueblos y enseñarles a poner en obra lo
que El les había enseñado (cf. Mt 28,20). Pablo VI (Evangelii Nuntiandi) y Juan Pablo II
(Catechesi Tradendae), a su vez, también han destacado la centralidad del ministerio
de la catequesis, insertándola en el corazón de la misión evangelizadora de la
Iglesia.

Es sumamente importante, por tanto, resaltar que la catequesis empapa todo aquello
que hacemos como Iglesia. En este sentido, cabe recordar que catequesis no es
simplemente la “instrucción” de los niños. Catequesis es para adultos, niños,
jóvenes y ancianos. Catequistas no son solamente quienes preparan a nuestros niños
y niñas para los sacramentos, sino todas las personas que de una u otra manera
transmiten la fe y, como el mismo Jesús decía, quienes enseñan a poner en obra lo
enseñado por Jesús.

En los últimos años, hemos podido sentir la dificultad de estar involucrados en este
ministerio. Todos hemos sido testigos de lo complejo que resulta hacer catequesis,
de lo frustrante que es muchas veces trabajar con adultos, etc. Vivimos tiempos
distintos, que requieren de una energía nueva y nuevos lentes para mirar la realidad.

Por esto mismo, quisiera plantear tres desafíos que nos pueden ayudar a comenzar
una conversación respecto al futuro de la catequesis. Sin duda hay más, pero creo que
estos tres resumen algo de la experiencia de los que somos catequistas.

1. Nuevos Métodos de Transmitir la Fe

Como adultos, tenemos la responsabilidad de transmitir la fe a quienes vienen después


de nosotros, tal como nuestros mayores lo hicieron con nosotros. Sin embargo, no
podemos pretender hacer esto de la misma manera en que lo hicieron con nosotros
años atrás. El mundo ha cambiado y nuestros jóvenes y niños no van a ser
capaces de recibir la fe si usamos los mismos métodos de antaño. Son distintos,
el mundo es distinto, y la manera en que aprenden es distinta.

Juan Pablo II siempre hablaba de una nueva evangelización, con nuevos métodos y
nuevos bríos. El se refería justamente a esta nueva y cambiante realidad. Debemos ser
creativos y audaces para encontrar modos de transmitir la fe a nuestros jóvenes y
niños. Quienes somos catequistas estamos llamados constantemente a renovarnos y
discernir la mejor manera de llevar a cabo nuestro ministerio.

2. Dar Razón de nuestra Esperanza

Los tiempos actuales requieren que nosotros, como hispanos, sepamos defender y
argumentar nuestra fe. Tenemos que defenderla de los ataques infundados, quizá tal
como los primeros cristianos tuvieron que hacerlo. Pero también hay que argumentarla,
saber explicarla de manera que tenga sentido y que sea relevante para las
personas de nuestro tiempo. Esto es lo que Pedro quería decir cuando exhortaba a sus
lectores a que deberían estar dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que les
pida explicaciones (1 Pe 3,15).

Para poder hacer esto tenemos que conocer nuestra fe, saber de qué estamos
hablando. Es necesario que conozcamos la historia de nuestra fe, el desarrollo de
nuestras creencias y los desafíos que nos plantea vivir en el mundo en el siglo XXI.
Tenemos que vivir una catequesis que nos ayude a esto.

3. Cuidar la cultura y el idioma

Nuestra fe está ligada a nuestra cultura y nuestro idioma. Si no cuidamos ambas, la


fe corre el peligro de dejar de ser relevante y hasta puede perderse. Puede que
sepamos hablar el inglés, pero a fin de cuentas, el idioma de nuestra fe es el español.
Celebramos y rezamos en español.

La cultura que traemos de nuestros países ha sido un vehículo para la transmisión de


la fe. Nuestras devociones, costumbres y piedades son verdaderos libros de
catequesis, ya que contienen los elementos que nos hacen de verdad cristianos. Pero
como con todo, hay que discernir bien qué ayuda y qué no. Tenemos que ir adaptando
esa cultura a la realidad en que nos encontramos, que difiere mucho a la de donde
venimos.

No hay que desanimarse. Esta misma experiencia la tuvieron los primeros cristianos,
los Padres de la Iglesia, los mártires, etc. Todas esas personas no dejaron de enseñar
porque se encontraban con desafíos. Al contrario, se sintieron más llenos de energía
para descubrir nuevos modos de ellos mismos poner en obra lo que Jesús les había
enseñado. Hagamos lo mismo.

Carlos Aedo es Coordinador Arquidiocesano para la Catequesis con los Hispanos. El sitio web de la
Oficina de Educación Religiosa es www.orehartford.org y el email es espanol@orehartford.org

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