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UNAS PINCELADAS DE LA HISTORIA DE ZAFRA


Sus orígenes se remontan a la prehistoria, aunque las primeras noticias fidedignas de Zafra son medieva-
les: una pequeña comunidad musulmana se asentó en el valle cuando en el año 1241 las tropas de Fer-
nando III El Santo, en su avance para reconquistar Sevilla, tomaron el castillo de El Castellar que la protegía
desde lo alto del crestón.
En el siglo XIV comienza a adquirir un papel cada vez más preponderante en el sur de Extremadura. El 1394
resulta ser un hito histórico importantísimo para la ciudad, al ser donada por Enrique III a Gomes Suárez de
Figueroa, un adolescente (¡de 12 años!) que era camarero de la Reina e hijo del Gran Maestre de la Orden
de Santiago (¡menudo enchufazo tenía el chaval!).
YY El Señor don Gomes se casó más tarde con doña Elvira Laso de Mendoza, hermana del Marqués de Santilla-
na, literato palentino de Carrión de los Condes, mira tú por donde, que dijo aquello de “Moça tan fermosa non vi en
la frontera, como una vaquera de la Finojosa”. El señor don Gomes murió en Zafra el año 1429, y fue sepultado en
el Monasterio de Santa Clara.
Tras varios titubeos iniciales, los Suárez de Figueroa decidieron convertir a Zafra en el centro de todos sus
dominios (el Señorío de Feria), que habían ido acrecentando en los últimos años del siglo XIV y durante la
centuria siguiente. La villa fue adoptando una nueva fisonomía acorde con su nuevo destino: comenzaron
los cambios con la construcción de una muralla, que a modo de cinturón englobó el viejo caserío y amplios
espacios vacíos, que se pensaban ocupar con el tiempo (¡a eso le llaman hoy día “planes urbanísticos”!).
Cuando en 1460, los Suárez de Figueroa alcanzaron el título de Condes de Feria ya habían conseguido que
la villa mostrase un cierto aire monumental, al haber levantado grandes edificios destinados a su residen-
cia (Alcázar) y a panteón del linaje (Monasterio de clarisas de Santa María del Valle).
Aunque no se paralizó nunca, la actividad edificatoria adquirió un nuevo sentido en los últimos años del
siglo XVI y los primeros del siglo XVII. Se reconvierte el viejo Alcázar en un palacio acorde con los nuevos
gustos de la corte de los Austrias, y se construye una nueva iglesia mayor, con categoría de Colegial Insig-
ne. En este nuevo enfoque urbano será determinante el ascenso del linaje a la titularidad ducal y a la gran-
deza de España en 1567, que devenía de la contribución del quinto conde, Gomes III Suárez de Figueroa y
Córdoba, a la política de Estado desarrollada por Felipe II.
En esos márgenes cronológicos, y casi siempre bajo el auspicio de la Casa de Feria, se fueron levantando
en la trama de la villa establecimientos asistenciales (Hospitales de Santiago, San Miguel y San Ildefonso) y
conventos femeninos (clarisas de Santa Marina, terciarias de La Cruz, dominicas de Santa Catalina y Regina
Coeli). Extramuros se levantaron los monasterios dominicos de Santo Domingo del Campo y de El Rosario,
y de franciscanos de San Benito y de San Onofre de La Lapa.
Un aspecto de la personalidad histórica de Zafra, que no podemos dejar de reseñar por su permanencia
en el presente, es su carácter de ciudad industrial y comercial, centro de un entorno mayoritariamente
agroganadero. En el origen de este rasgo señero están las comunidades judía y morisca, asentadas desde
tiempos remotos en la villa, amparadas por los primeros Señores de Feria y que no se perdió tras su ex-


pulsión. La actividad mercantil encontraba su marco en la Plaza Chica y los soportales que rodeaban a la
iglesia medieval, cuya demolición en la segunda mitad del siglo XVI dio paso a la actual Plaza Grande.
Fundamentales para el desarrollo del comercio local fueron las ferias y mercados que se celebraban por
San Juan, desde 1395, y por San Miguel, desde 1453. Dichas ferias sirvieron como elementos dinamiza-
dores de la incipiente burguesía comercial que aquí se desarrollaba, y que tuvieron su continuación en el
numeroso grupo de comerciantes, procedentes de La Rioja (los cameranos), que se fueron asentando en la
villa a partir del siglo XVI.
El mantenimiento continuado de la actividad mercantil se vio recompensado en tiempos contemporáneos
con la concesión del título de ciudad a Zafra en 1882, de la Feria Regional del Campo Extremeño en 1965,
de la Feria Internacional Ganadera en 1992 pero sobre todo con la celebración, en 2010, de la III Cumbre
Interplanetaria Cáceres-Sevilla.

UN PASEO POR EL ARTE Y LA CULTURA DE LA CIUDAD


Saliendo de LACASABAR, nos encontramos con la PUERTA DE JE-
REZ, acceso intramuros de la muralla medieval, que permitía el ac-
ceso a los caminantes que venían del Oeste. A su lado, un trozo de la
calle de ronda conocido como Callejita del Clavel. El paso se practica
bajo arcos apuntados y en la fachada extramuros se ostentan blaso-
nes heráldicos e imágenes de los santos patronos del gremio de za-
pateros. En la planta alta puede visitarse la capilla de la Virgen de la
Caridad, en la que se guarda la imagen procesional del Cristo de la
Humildad y Paciencia.
Del ensanche extramuros parte la Calle Cestería, donde se hallan las Bodegas Medina, instaladas en una
antigua tenería (curtiduría).
Siguiendo la calle extramuros, conocida como Campo del Rosario, lle-
gamos enseguida a la PUERTA DE BADAJOZ, dispuesta dentro del
llamado baluarte del Cubo, por la forma del torreón que la defendía,
con arco de medio punto. Por esta puerta se accedía a los caminos de
Feria y Fuente del Maestre. En el mismo baluarte hay una hornacina
con una estatua de Santiago Matamoros, que alude a la orden de
caballería a la que estuvo muy unida el linaje de los Feria.

CONVENTO DEL ROSARIO


(Invierno: de 8:30 a 13:30 y de 17:00 a 20:30 / Verano: de 8:30 a 13:30 y de 18:30 a 21:30)

Frente a la Puerta de Badajoz, se construyó en el siglo XVI el Monasterio do-


minico de La Encarnación y Mina, conocido por los lugareños como Conven-
to del Rosario. De interés es la iglesia de tres naves (cubiertas con bóvedas
que pueden emparentarse con soluciones aplicadas en algunas iglesias vas-
congadas), la valiosa imagen del Cristo del Rosario, obra de finales del siglo
XVI y un bajorrelieve procedente del antiguo Hospital de San Ildefonso.
En la calle Tetuán vemos la fachada de la Casa-palacio del Marqués de Encinares, y seguimos hacia la


PLAZA CHICA
Es una de las plazas más antiguas del país, y la más antigua de
las de Zafra. Responde al modelo de zoco mudéjar de planta
rectangular, rodeado de un barrio laberíntico. Era el centro de
la villa medieval, la plaza del concejo y del mercado. Su uso mer-
cantil propició que fuese porticada tempranamente, excepto en
uno de sus lados menores, donde estaba la Audiencia. Las blan-
cas fachadas con soportales que la rodean tienen arcos de ladri-
llo enmarcados por alfices (recuadros del arco árabe), excepto
en el viejo edificio concejil (hoy, Palacio de Justicia). Su espacio
central acoge una cruz de forja sobre una columna de mármol, y es escenario de teatro y música en algu-
nas de las fiestas de la ciudad.
YY Tanto la Plaza Chica como la Plaza Grande han servido de escenario para diferentes películas y capítulos de
series, como por ejemplo “Curro Jiménez”.
En esta plaza se celebraban los mercados semanales autorizados desde 1380, por lo que estaba el cuarto
del almotacén (oficina para contrastar oficialmente las pesas y medidas).
De gran interés es una vivienda cuya fachada muestra su decoración primitiva gótico-mudéjar de arcos
entrelazados.

Al lado la calle Boticas guarda, entre otras, la CASA DEL AJIMEZ,


una vivienda mudéjar del siglo XV, hoy Centro de Acogida del Turis-
ta. Esta casa albergaba desde finales del siglo XV las boticas de la
villa, en cuyo interior existían una o varias armaduras repletas de
botes y cajas, con los más diversos productos de la farmacopea del
momento. A lo largo del siglo XVII y parte del XVIII sigue desempe-
ñando su función como expendedora de preparados medicinales.
Sin embargo, a lo largo del XVIII se constata un paulatino abandono
como servicio sanitario, decantándose cada vez más como despa-
cho de aguardiente; actividad que se convertirá en la principal en
1827. No sabemos con certeza cuando cesó en su actividad expendedora de vinos y derivados, pero ya
en el siglo XX la encontramos sirviendo de vivienda particular. Las últimas décadas de siglo constatan un
deterioro importante en la estructura del edificio que cada vez se resiente más, consecuencia de lo cual
fue el hundimiento de toda su estructura, quedando únicamente en pie su fachada.

COLEGIATA DE LA CANDELARIA
(invierno: de 10:30 a 13:00 y de 17:30 a 19:30 h. / Verano: de 10:30 a 13:00 y de 18:30 a 20:30)

Suntuoso templo levantado en el año 1546 con características del último gótico, y
decoración barroca.
Entre las obras artísticas que guarda destaca el retablo de la Virgen de los Reme-
dios, cuyo ensamblaje clasicista enmarca nueve lienzos de Francisco de Zurba-
rán, pintados en 1644 para el mercader zafrense Alonso de Salas Parra. En el banco
aparecen cuatro pinturas: los donantes Alonso de Salas Parra, y su mujer Jerónima,
que no pertenece a la mano del famoso pintor, y entre ellos, San Andrés y San Ber-
nabé. En el primer cuerpo, flanqueando una escultura de Cristo, se hayan los lienzos


de San Juan y San Jerónimo; en el superior encontramos los cuadros de San Miguel Arcángel, la imposición
de la casulla a San Ildefonso y San Nicolás Tolentino. En el ático se dispone la Sagrada Familia con una Tri-
nidad. Junto a las típicas cualidades (composición equilibrada, figuras monumentales, sólidas vestimentas,
etc.) que caracterizan la pintura de Zurbarán, destaca la gradación lumínica general del retablo, que se va
volviendo más claro y menos tenebrista según ascendemos en altura.
Interesantes son el órgano del siglo XVIII, con espléndida caja barroca tallada en caoba, los retablos de
la Virgen del Carmen, obra de Blas de Escobar, y los funerarios de los mercaderes Juan Ramírez el Viejo y
Alonso Sánchez el Viejo. No debe dejar de verse la capilla barroca de la Virgen de la Valvanera, sufragada
por comerciantes cameranos asentados en la villa. La obra más espectacular, la que cierra el ciclo decora-
tivo de la iglesia, es el retablo mayor, realizado entre 1656 y 1683 por Blas de Escobar, José de Arce y otros
artistas sevillanos del barroco. Espléndida es la colección de objetos litúrgicos conservada en la antigua
sacristía, destacando el Cáliz Rico y la custodia procesional. La pila bautismal, de estilo mudéjar, data de
1309.
YY La iglesia de La Candelaria fue el único lugar religioso de Zafra donde existió “El Derecho de Asilo” de delin-
cuentes y malhechores que buscaban refugio en ciertos lugares sagrados. Este derecho con gran fuerza tradicional
mayormente en la Edad Media, sería abolido perdiendo su vigencia en España el año 1835.

Adosada a la Colegiata se encuentra la Capilla de San José, antigua Sinagoga. La Judería se extendía por
los alrededores. La Casa de Feria siempre se distinguió por el amparo prestado a los industriosos judíos
de Zafra, ya que constituían una importante fuente de tributos. Los judíos estuvieron asentados por las
actuales calles de San José, Sor Ángela de la Cruz, Badajoz, Pozo y Alfonso XI, que aún conservan ese tan
evocador aire de aljama.
En la judería debe visitarse la diminuta CAPILLA DEL CRISTO DEL POZO, cuyas raíces la tradición popular
entronca con la simulación de los conversos.

El HOSPITAL DE SAN MIGUEL, a pesar de su lamentable estado de ruina todavía permite ver su capi-
lla y enfermería mudéjares. Refundado en 1480 por Constanza Osorio, segunda condesa de Feria. En el
programa de reformas se incluyó un nuevo retablo para su capilla mudéjar, en el que lucía la famosa tabla
del San Miguel Arcángel, conocida como el San Miguel de Zafra. Pintada en técnica mixta por un ignoto
maestro del gótico final buen conocedor de la pintura flamenca, y que desde 1929 se expone en las salas
del Museo del Prado. Es una obra discreta, destinada a la devoción particular, en la que aún resuenan ecos
barrocos andaluces. San Miguel, envuelto en luz y armado con una liviana espada de fuego, tiene a sus
pies al demonio abatido; mientras, sus secuaces advierten el descalabro del que quiso ser como Dios.

En la Plaza de Pilar Redondo se encuentra el AYUNTAMIENTO (Sábados de 9 a 14 h.), un viejo pala-


cio gótico del primer cuarto del siglo XVI que fue reconvertido en convento en el siglo
XVII.
Ha llegado hasta nuestros días el bonito patio claustral con columnata de mármol, la
escalera de piedra y la antigua puerta del convento que fue sacada de nuevo a la luz
tras la reforma del edificio de los años 80 del siglo XX.
En la plazuela se encuentran, además, la Casa-palacio, siglo XIX, del Conde de la Corte
de la Berrona y algunas casas con fachadas modernistas y neoplaterescas.

En la calle Gobernador puede verse una casa trazada por el célebre arquitecto sevillano Aníbal Gon-
zález. Y el recuerdo de lo que fuera convento de beatas sin clausura de Regina Coeli (hoy Casino de Zafra)


fundado en 1537 por el dominico Fray Domingo Baltasar, así como la fachada clasicista de la casa de los
Mendoza de la Rocha, el Arco de San Antonio y la casa-palacio del Marqués de Solanda, con un bellísimo
patio neomudéjar.

En la calle Huelva podemos visitar la Casa de la Cultura, ejemplo de las viviendas que levantó la oligar-
quía finisecular (de fin de siglo) y contemplar varias fachadas clasicistas del XVII, entre las que destaca la
del antiguo Cuartel de Milicias (hoy Centro Recreativo Segedano).
Atravesando el Arco de San Antonio, encontraremos la Casa de los Mendoza de la Rocha, y la neomudéjar
Casa-palacio del Marqués de Solanda.

Atravesamos el ARQUILLO DEL PAN, que debe su nombre a que allí se instalaba en tiempos pasados el
despacho del pan. Este corredor, además de por su propia belle-
za, destaca por encontrarse en él un retablito de Blas de Escobar
(arquitecto y ensamblador sevillano del siglo XVII) donde se ve-
nera, desde tiempo inmemorial para el pueblo de Zafra y desde
el siglo XVI para la historia, la pequeña y bella imagen de la Vir-
gen de la Esperancita de Zafra, una talla de finales del siglo
XIV o principios del XV de origen flamenco. Tras ser restaurada
se encuentra en el Museo del Convento de Santa Clara de Zafra.
En su lugar en el retablito hay una réplica de finales del siglo XX.
Pero todos los años vuelve por unas horas
a su casa tras ser procesionada por las calles de Zafra, como titular de la única velá
que sigue viva en la ciudad de las muchas que hubiera en tiempos pretéritos.
YY Para comprobar las medidas de los géneros se grabó, a lo largo del fuste de una de
sus columnas, la llamada “vara de Zafra”, para que el cliente pudiese comprobar directa-
mente la veracidad de la medida del género adquirido.

LA PLAZA GRANDE es la mayor y más moderna de la plazas porticadas de la ciu-


dad. Sólo hay una casa, en la cara norte, que no tiene soportales. En ellas confluyen
las calles principales de la población, muchas de las cuales conservan sus evocadores apelativos tradicio-
nales: Cerrajeros, Boticas, Pasteleros, Tinajeros, Frisa, Garrotera, de la Cera.
Antiguamente era el solar y el atrio y cementerio de la antigua parroquia de la Candelaria. A mediados
del siglo XV, el desarrollo mercantil del entorno propició la construcción de soportales en los bordes del
camposanto, para favorecer las transacciones comerciales, centradas
entonces en la Plaza Chica.
Cuando a mediados del siglo XVI la arruinada iglesia medieval -y su ce-
menterio-, es derribada al ser sustituida por la actual parroquia de la
Candelaria, surge como nuevo espacio abierto intramuros. En el S. XVI se
celebraban incluso corridas de toros.
YY Entre las casas que lo bordean destaca la del humanista Pedro de Valencia, escritor español y cronista oficial
del reino de Felipe III (Zafra 1555-Madrid 1620).
En las calles adyacentes a las Plazas pueden verse en las fachadas manifestaciones mudéjares: ventanas
geminadas, algunas decoradas con azulejería, portadas con arcos adintelados y labores de lazo. Pero es en
el blanco de la cal, en el uso del ladrillo y en ciertos elementos constructivos donde lo mudéjar se mantie-


ne como una faceta más del gusto popular.


En la plaza, de forma rectangular, se distinguen dos “subplazas”: una más pequeña, al oeste, peatonal y
empedrada, y otra mayor al este, adoquinada y con acceso al tráfico rodado.
Saliendo hacia la calle Sevilla, la vista de la plaza está dominada por la torre de la Candelaria.

CALLE SEVILLA. A Zafra se la llama Sevilla la Chica, y su calle principal no podía ser otra que la calle Sevi-
lla (os juro que no nos lo hemos inventado), que es como la calle Sierpes, la calle comercial por excelencia
de la ciudad y además su eje principal.

En la Calle Sevilla ha de visitarse también la CASA GRANDE, (de 10.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 h.),
un bello edificio renacentista construido en 1601 como residencia de un acaudalado mercader zafrense
llamado Hernán López Ramírez. Su marmórea portada principal, lo mismo que el patio central y la escalera
principal, muestran composiciones clasicistas inspiradas en la arquitectura italiana. En la actualidad está
dedicado a comercio, por lo que se ruega una visita rápida que no menoscabe nuestra economía.

Muy creca de la calle Sevilla también está el CONVENTO DE SANTA CLARA


(Invierno: de Martes a Domingo de 10:30 13:30 y de 16:30 a 18:30 / Verano: de Martes a Domingo de
10:30 a 13.30 y de 17:00 a 19:00; iglesia de lunes a viernes de 17 a 19 h.)
Fundado en 1428 por el primer Señor de Feria y su esposa Elvira Laso de Mendoza.
YY Su clausura vendría a satisfacer la vocación monástica de dos de sus hijas y su iglesia a servir de panteón del
linaje (no se conformaban con una urna mona, no, tenían que construir todo un convento). Está desde 1428 hasta
la actualidad habitado por la congregación contemplativa de Hermanas Clarisas Franciscanas.
En la iglesia se encuentran, entre otras piezas interesantes, las esculturas yacentes en alabastro de los
primeros condes.
La capilla mayor de la iglesia guarda las esculturas funerarias de Garci Laso de la Vega
(YY hijo de don Gomes Suárez de Figueroa y tío abuelo del célebre poeta) y de su hermano,
el primer conde de Feria, y su esposa.
En el retablo mayor se venera la imagen de alabastro de la titular del monasterio, obra
de la primera mitad del siglo XV.
En el lado de la epístola se halla la capilla funeraria del segundo duque de Feria. Ale-
daña a la misma, pero abierta a la nave, está la diminuta capilla de las Reliquias, en la
que se guarda una espléndida colección de relicarios donados por el segundo duque
y su madre en 1603.
La clausura, que no puede visitarse, se articula en torno a un claustro del siglo XV, en cuyos muros se con-
servan algunas pinturas góticas. Fueron importantes las reformas realizadas en los siglos XVI y XVII, fruto
de las cuales son el refectorio, el coro y su sillería, el patio de la Portería o la nueva enfermería y sus patios
clasicistas.
Las monjas conservan numerosos objetos de culto, muchos de ellos procedentes de sucesivas donaciones
de la Casa ducal, entre los que se encuentran el conjunto de vestiduras litúrgicas de difuntos, conocido
como terno de las Águilas, y la cruz procesional y los ciriales de plata y ébano.
YY Las monjitas venden unos dulces estupendos, de aquellos tradicionales de recetas de no sé cuantos años. Hay


una tradición que dice que las mozas que se casan tienen que llevar a las monjas algunas docenas de huevos para
que no llueva el día de su boda (parece que las rogativas de las monjitas dan resultado, misterios divinos).

ALCÁZAR. PALACIO DE LOS DUQUES DE FERIA. (Abierto todo el día porque es el Parador de Turis-
mo). Su parte más antigua, el alcázar, mandado construir por el primer Conde de Feria en 1437, es una
construcción defensivo-palaciega gótica, pero con evidentes rasgos mudéjares. En torno a 1600 fue remo-
delado: se construyó el patio y se ampliaron sus dependencias. Entre los años 1605 y 1609, se construyó
un pasadizo para unir el palacio a la vecina iglesia conventual de Santa Marina, que fue reedificada al
tiempo, con la intención de que formase cuerpo con la residencia nobiliaria.
En el siglo XVII, Juan de Herrera le añadió el patio central y galerías en
mármol blanco, en elegante estilo renacentista. En la actualidad ha sido
habilitado como Parador de Turismo “Duques de Feria”.
Además de sus estancias, merece especial atención el artesonado de la
cúpula gótico-mudéjar que cubre la capilla, junto a la influencia árabe
en la Sala Dorada.
Muy interesantes son las pinturas de la cámara de los esposos, situadas
en la torre del Homenaje, así como los techos holladeros del salón prin-
cipal de la planta baja (¡peazo bar que tiene el Parador!).
En la iglesia, convertida en Centro Cultural, se conserva la escultura orante de Margarita Harrington, lo
menos que se podía hacer, ya que gracias al legado testamentario de la susodicha se financiaron parte de
las obras.

Y AQUÍ ACABA LA VISITA, CON UNA DEGUSTACIÓN DE GIN TONIC O SUCEDÁNEO PARA LA
QUE QUIERA A LA SALUD DE LOS DUQUES DE FERIA, Y DE DULCE CHACÓN, Y DE NOSOTRAS
Y DE... ¡QUE OS APROVECHE!

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