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-Bajo estos brasas sobre las que me siento hay un gran tesoro -dijo el diablillo.
-De
verdad
ests
sentado
sobre
un
gran
tesoro?-
dijo
el
campesino.
-S, es cierto- contest el diablo-, sobre un tesoro que contiene ms oro y plata que lo
que
jams
vers
en
tu
vida.
-El
tesoro
est
en
mi
propiedad
me
pertenece
-dijo
el
campesino.
-Y seguir siendo tuyo si durante dos aos seguidos me das la mitad de lo que
el campo
producecontest
el
diablo.
El
campesino
acept
el
trato,
le
dijo:
-De acuerdo. Pero, para que no haya discusiones sobre el reparto, todo lo que se
produzca sobre la tierra ser tuyo, y todo lo que se produzca bajo la tierra, ser mo.
El diablo qued satisfecho con el trato sin preguntar nada ms. El campesino, sin
decir
nada
ms
tampoco,
prepar
la
tierra
para
sembrar
nabos.
Cuando lleg el tiempo de la cosecha el diablo se present a por lo suyo, pero solo
encontr amarillentas y marchitas hojas, mientras que el campesino, lleno de
satisfaccin,
se
dedicaba
a
guardar
sus
nabos.
-Por esta vez has obtenido lo mejor de la cosecha- dijo el diablo, -pero no ser as la
prxima vez. Lo que se produzca sobre la tierra ser tuyo, y lo s que produzca bajo
tierra,
ser
mo.
-Estoy
de
acuerdo
-dijo
el
campesino.
Cuando lleg el tiempo de la siembra, el campesino sembr trigo, en vez de nabos. El
trigo naci, creci y los granos maduraron y el campesino recogi todas las espigas
que
haba
en
el
campo.
Cuando
lleg
el
diablo
por
su
parte
solo
encontr
los
rastrojos.
El diablo se enfad mucho y patale y grit todo lo que pudo, pero tuvo que cumplir