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Esa extraordinaria previsin, esa perfecta preparacin y esa acabada realizacin slo se presentan cuando los
genios conducen.
San Martn, como Napolen en Europa, es un revolucionario en los mtodos de guerra en esta parte del
mundo. Es un creador, jams un imitador. Por eso lo vemos como maestro, como jefe, como artesano, como
poltico, como gobernante, como estadista y como guerrero. Los hombres superiores, a menudo, sirven para
dirigir todo eso. Despus de ellos, venimos los hombres comunes, que, bien dirigidos, servimos para todo o no
servimos para nada.
Como general, como conductor, como hombre y como ciudadano, San Martn es una sola cosa: lo que debe
ser, segn su propia sentencia.
En la vida y en el destino de las naciones, aparecen muy de tanto en tanto estos hombres extraordinarios que,
con una poca, fijan una gloria y establecen una tradicin. En que los dems sepan emular su gloria y
prolongar su tradicin es en lo que estriba la grandeza de esos pueblos.
En este acta solemne, deseo exhortar a todos los argentinos para que, emulando las virtudes del Gran Capitn,
tengamos la mirada fija en los supremos intereses de la Patria, en la felicidad de todos sus habitantes y la
realizacin de su grandeza.