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Sencillez

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La Amistad

El hombre es un hombre social, vive rodeado de personas y necesita


de ellas para su realización y crecimiento. Difícilmente podemos vivir
en soledad y aislamiento. Está claro, que de esta convivencia con los
otros surge lo que llamamos amistad. En este sentido, la amistad es
un valor universal: necesitamos tener en quien confiar, a quien llamar
cuando tenemos problemas y también con quien compartir
actividades como ver una película, disfrutar de un parque, etc.
Ahora bien, ¿Qué es la amistad? ¿De qué se compone? ¿Cómo tener
amistades que duren toda la vida?

A medida que vamos creciendo y desarrollándonos, encontramos de


imprevisto amistades, muchas veces comienzan sin buscarlas: alguien
“nos cae bien” y comenzamos a relacionarnos con esa persona.
Convicciones, sentimientos, gustos, aficiones, opiniones, ideas
políticas, creencias, religión son algunos de las cosas en común, que
pueden hacer que nos hagamos amigos de alguien.

Alegría

La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor.

La alegría es algo simple, pero no sencillo. Es simple apreciar si una persona es alegre o no, y la
forma en la que ilumina a los demás, sin embargo tratar de ser una persona así no es sencillo.
La alegría es un gozo del espíritu. Los seres humanos conocemos muy bien el sufrimiento y el
dolor, y quienes han perdido a un ser querido lo han experimentado en toda su profundidad.
Bien, pues así como el ser humano conoce el dolor y el sufrimiento, es capaz de tener las
sensaciones opuestas: bienestar y... ¿Felicidad? Sí, felicidad.

Sin embargo la alegría es distinta del dolor, pues el dolor generalmente tiene causas externas:
un golpe, un acontecimiento trágico, una situación difícil. Y la alegría es exactamente al revés,
proviene del interior. Desde el centro de nuestra mente, de nuestra alma, hay un bienestar, una
paz que se reflejan en todo nuestro cuerpo: sonreímos, andamos por ahí tarareando o silbando
una tonadita, nos volvemos solícitos... El cambio es realmente espectacular, tanto que suele
contagiar a quienes están al rededor de una persona así.

La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro espíritu las
cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir. Quien decide que
su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que
viene desde de adentro.
Si nos hiciéramos el propósito de enumerar una serie de motivos para no estar alegres,
encontraríamos: levantarse todos los día a la misma hora para acudir al trabajo, a la escuela o
para reiniciar las labores domésticas; convivir con las personas que no son de nuestro agrado;
enfrentarse al tráfico; preocuparnos por ajustar nuestro presupuesto para solventar las
necesidades primordiales y además pagar las deudas; estar pendientes de la seguridad y
bienestar de la familia; trabajar exactamente en lo mismo que hicimos ayer, y todo aquello que
de alguna manera se parece a la vida rutinaria. Esto sería lo mismo que llevar una vida fría y con
un gran toque de amargura.

El vivir en armonía con la sociedad. Mantener buenas relaciones con tus vecinos, ser aceptado
por mostrar educación y respeto, el cuidar la limpieza fuera de tu casa, procurar que existan
centros de sana diversión cerca del lugar en el que vives, o si participas en alguna iniciativa de
ayuda a los más necesitados.

La Sinceridad

A veces, atravesamos malas experiencias... ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir
la verdad?, ¿esa verdad que descubre un engaño o una mentira?. El sentirnos defraudados
provoca incomodidad, esta experiencia nos lleva a procurar que nunca nos suceda lo mismo, y a
veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra
desilusión.

Sin embargo, como los demás valores, la sinceridad, no es algo que debemos esperar de los
demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza....

La sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por su actitud congruente, que
mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.

Si queremos ser sinceros necesitamos decir siempre la verdad... esto que parece tan sencillo,
resulta una tarea muy dificultosa para algunas personas. ¿Cuántas veces utilizamos esas
mentiras piadosas en circunstancias que consideramos poco importantes?: como el decir que
estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que
es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente. Obviamente, una pequeña mentira,
llevará a otra más grande y así sucesivamente... hasta que nos sorprenden.

Incluso, podemos inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, o cuando
ocultamos el enojo o la envidia que tenemos. Cuando, con aires de ser "franco" o "sincero",
decimos con facilidad los errores que comenten los demás, mostrando lo ineptos o limitados que
son.

No obstante, la palabra no constituye el límite único y visible de este valor, también se evidencia
en nuestras actitudes. Como, por ejemplo, cuando aparentamos ser una persona que no somos,
(normalmente es según el propósito que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...),
existe una tendencia a mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de
buenas costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice: "dime de
qué presumes... y te diré de qué careces"; gran desilusión causa el descubrir a la persona como
era en la realidad, alguna vez hemos dicho o escuchado: "no era como yo pensaba", "creí que
era diferente", "si fuese sincero, otra cosa sería"...

Respeto

Cuando hablamos de respeto hablamos de los demás. De esta manera, el


respeto implica marcar los límites de las posibilidades de hacer o no hacer de
cada uno y donde comienzan las posibilidades de acción los demás. Es la base
de la convivencia en sociedad.

Las leyes y reglamentos establecen las reglas básicas de lo que debemos


respetar. Sin embargo, el respeto no es sólo hacia las leyes o la conducta de las
personas. Por el contrario, se relaciona con la autoridad, como sucede con los
hijos y sus padres o los alumnos con sus maestros. El respeto también es una
forma de reconocimiento, de aprecio y de valoración de las cualidades de los
demás, ya sea por su conocimiento, experiencia o valor como personas.

A su vez, el respeto tiene que ver con las creencias religiosas: ya sea porque en
nuestro hogar tuvimos una determinada formación, o porque a lo largo de la
vida, hemos construido una convicción. En este sentido, todos tenemos una
posición respecto de la religión y de la espiritualidad. Como la convicción
religiosa es íntima, resulta una de las fuentes de problemas más comunes en la
historia de la humanidad.

De esto deviene el concepto de Pluralidad, esto es, la convivencia de diferentes


ideas y posturas respecto de algún tema, o de la vida misma. La pluralidad
enriquece en la medida en que hay elementos para formar una cultura. La
pluralidad cultural nos permite adoptar costumbres y tradiciones de otros
pueblos, y hacerlos nuestros. Sin embargo, cuando la pluralidad se integra en
el terreno de las convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se
dificultan.

Amor

Amor: «amar es querer un bien para otro». El amor como benevolencia consiste,
pues, en afirmar al otro, en querer más otro, es decir, querer que haya más otro, que
el otro crezca, se desarrolle, y se haga «más grande». Esta forma de amor no refiere
al ser amado a las propias necesidades o deseos, sino que lo afirma en sí mismo, en
su alteridad. Por eso es el modo de amar más perfecto, porque es desinteresado,
busca que haya más otro. También podemos llamarlo amor-dádiva, porque es el amor
no egoísta, el que ante todo afirma al ser amado y le da lo que necesita para crecer.
Por eso, amar es afirmar al otro.
Todos los actos de la vida humana, de un modo o de otro, tienen que ver con el amor,
ya sea porque lo afirman o lo niegan. El amor es el uso más humano y más profundo
de la voluntad. Amar es un acto de la persona y por eso ante todo se dirige a las
demás personas. Sin ejercer estos actos, y sin sentirlos dentro, o reflexionar sobre
ellos, la vida humana no merece la pena ser vivida.

De aquí se sigue que el amor no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad,


acompañado por un sentimiento, que se siente con mucha o poca intensidad, e
incluso con ninguna. Puede haber amor sin sentimiento, y «sentimiento» sin amor
voluntario. Sentir no es querer. En las líneas que siguen se pueden ver muchos
ejemplos de actos del amor que pueden darse, y de hecho se dan, sin sentimiento
«amoroso» que los acompañe. El amor sin sentimiento es más puro, y con él es más
gozoso. Pero ambos no se pueden confundir, aunque tampoco se pueden separar.

Ese sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor sensible o voluntario,


puede llamarse afecto. Amar es sentir afecto. El afecto es sentir que se quiere, y se
reconoce fácilmente en el amor que tenemos a las cosas materiales, las plantas y los
animales, a quienes «cogemos cariño» sin esperar correspondencia, excepto en el
caso de los últimos. El afecto produce familiaridad, cercanía física, y nace de ellas,
como ocurre con todo cuanto hay en el hogar. Pero además de afectos, el amor tiene
efectos: como todo sentimiento, se manifiesta con actos, obras y acciones que
testifican su existencia también en la voluntad. Los afectos son sentimientos; los
efectos son obra de la voluntad. El amor está integrado por ambos, afectos y efectos.
Si sólo se dan los primeros, es puro sentimentalismo, que se desvanece ante el primer
obstáculo.

LA LEALTAD
Quizás nadie entienda mejor el valor de la lealtad que aquella persona que ha sido traicionada
en algún momento... Está claro que todas las personas esperamos la lealtad de los demás, y
que a nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. En otro
sentido, nos parece terrible cuando, después de trabajar en un empresa muchos años, nos
despiden sin pensar en todos los años que le invertimos. Detectar la lealtad (o deslealtad) en los
demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan
los demás de mí?

La lealtad implica un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo
provechoso. Resulta un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso, el
concepto de lealtad se entronca con temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad.
Cuando alguien nos ha dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.

La lealtad es un valor, pues quien es traidor, se queda solo. Necesitamos ser leales con aquellos
que nos han ayudado: ese amigo que nos defendió, el país que nos acoge como patria, esa
empresa que nos da trabajo. La lealtad implica defender a quien nos ha ayudado, en otras
palabras “sacar la cara”.

Si somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a una etapa más profunda,
con madurez. Cualquiera puede tener un amigo superficial o trabajar en un sitio simplemente
porque nos pagan. Sin embargo, la lealtad implica un compromiso mayor: supone estar con un
amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no sólo porque nos pagan, sino porque
tenemos un compromiso con la empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.

En este sentido, la lealtad es una llave que nos permite tener un autentico éxito en nuestras
relaciones. Además no es un valor fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella
persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de
serle útil nos abandona sin más. Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario
porque le da más beneficios, luego, esta persona no resulta confiable para nadie.

La Paz
Un valor fundamental para las personas, las familias y las naciones ¿Cómo puede
cultivarse este valor desde nuestro interior?

Vivir la fraternidad y la armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que
más se predican, en contraposición al desastre, la guerra y a todo género de
conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende de
las decisiones de altos funcionarios sino de lo que llevamos en el interior.

La paz es un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra
en conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia los
problemas o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el valor que tiene la
paz.

La paz puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier


perspectiva debemos entender que no surge como producto de un "no meterse con
nadie", con un dejar hacer a los demás para que me dejen "vivir en paz". La calma y
tranquilidad tampoco se da, necesariamente, como producto de convivir con
personas afines.

Una de las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está en la familia. Los esposos
deben ser conscientes que al crear el vínculo conyugal, se comienza a dar la fusión de
distintas costumbres y formas de pensar. El arte de convivir, olvidarse del afán de
dominio y buscar el justo medio entre las diferencias, trae la armonía como
consecuencia. En otras palabras: es necesario aprender a conversar y obtener
propósitos de mejora concretos que beneficien a todos en la familia.
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Seis humanos quedaron atrapados en un lugar oscuro e intensamente frio. Por casualidades de
la vida, cada uno lo que poseía con él en ese momento, era un pedazo de madera.

Se llegaron a un rinconcito donde había una hoguera que por falta de madera se extinguía, pero
nadie ponía su madera en el fuego para avivarlo.

El primero retuvo su pedazo de madera porque vio que uno de los rostros que había al rededor
del fuego era negro.

El siguiente, al mirar al frente, vio a uno que no era de su iglesia, por eso fue incapaz de echar al
fuego su tronquito de cedro.

El tercero que era un andrajoso, que mientras el frio aumentaba, se ajusto el saco y pensó:
-Porque poner mi pedazo de madera al servicio de este rico ocioso y avaro?
El rico meditaba en la riqueza que tenia acumulada y en la manera de protegerla del pobre tonto
y perezoso.

En el rostro del hombre negro se adivinaba la venganza. Mientras el fuego se apagaba, todo lo
que veía en su madera era una oportunidad de herir al blanco.

El último hombre de este miserable grupo no fue la excepción. Si los demás no daban... por qué
habría de dar el de él??

Los pedazos de madera apretados por cada una de las congeladas manos, fueron los únicos
testigos y la prueba del pecado humano.

Al nacer el sol por la mañana, todos habían muerto de frio....

Aquí podemos ver que antes de morir físicamente, ya estaban muertos por dentro!!!

vamos a luchar queridos amigos, para no parecernos a ninguno de los protagonistas de esta
historia.

Es la hora de empezarnos a luchar un poco, en contra de algunos de nuestros defectos que


nacen con nosotros!

Aprende a compartir con todas las personas que te rodean pues no importa el color, la religión,
la riqueza o la pobreza, la nacionalidad, las preferencias, las costumbres, los hábitos... TODOS
TENEMOS EL MISMO VALOR!!

Y lo más lindo es compartir con otro ser diferente a uno, porque así es que aprendes que a
pesar de tantas diferencias que tenemos hay algo que nos identifica a todos....SOMOS UNICOS
Y ESPECIALES!
TOLERANCIA

Podría decirse en términos generales que la TOLERANCIA consiste en no oponerse a algo,


teniendo el poder o la capacidad para hacerlo, tolerar es aguantar, consentir, permitir, soportar,
sufrir en silencio y en beneficio de otros.

El propósito de la TOLERANCIA es permitir la coexistencia pacífica de las personas. Es


importante, por lo tanto, para ejercer la tolerancia, reconocer la individualidad y la diversidad, lo
que permite eliminar las máscaras que crean los desacuerdos.

La semilla de la TOLERANCIA, sin lugar a dudas, es el AMOR. Semilla que debe plantarse con
sumo cuidado desde la más tierna infancia. Cuando hay carencia de amor también hay falta de
TOLERANCIA.

La familia es la primera escuela donde se aprende a ser tolerante, luego le corresponde a la


educación formal afianzarla. Ella es una fortaleza interna que les permite a las personas afrontar
dificultades y disipar malos entendidos ya que la TOLERANCIA cultiva la habilidad de calmar los
sentimientos fuertes y encendidos de las personas.

El conocimiento y la perspicacia levantan como un escudo protector a la TOLERANCIA de


manera que el individuo permanece íntegro y contento, no se siente amenazado ni por las
personas que tratan de dañarlo, ni por las circunstancias que lo rodean.
Una persona que practica la TOLERANCIA es como un frondoso árbol cubierto de frutas las que
ofrece generoso aún cuando se le esté agrediendo con palos y piedras, él siempre entregará
sus flores y sus frutas con la misma intensidad de siempre.

La esperanza

La esperanza es un detonante. Cuando la tenemos se desencadena en nosotros un deseo de


luchar, un ánimo especial para afrontar cada una de las actividades cotidianas, incluso las más
difíciles. Ella nos permite adquirir el fuerte deseo de seguir adelante cuando nuestras fuerzas
nos abandonan y la voluntad necesaria para renunciar a nuestros sueños aún cuando el camino
es una cuesta casi imposible de remontar.

La esperanza da sentido a la vida. La esperanza es un detonante para ponernos en marcha y


enviarnos a trabajar con fuerza detrás de un ideal. En la práctica trabajamos, nos movemos y
actuamos porque tenemos la esperanza de llegar a alguna parte, de lograr un objetivo, de
alcanzar una meta o hacer realidad un sueño. En el ejemplo citado de los secuestrados en
Colombia, ellos se mantienen vivos porque confían en que tarde o temprano terminará esta
pesadilla y verán a sus seres queridos.

La esperanza conlleva a tener confianza en el presente y una expectativa firme en el futuro y


tiene una relación cercana con la fe. La esperanza consiste en un deseo y en la creencia firme
en que éste se hará realidad. Cuando tenemos fe se apodera de nosotros la convicción de que
nuestro deseo YA ha sido concedido. Creer es la base de la esperanza. Convicción y certeza es
el sustento de la fe.

La esperanza nos inspira, además, a una vida de pureza y a la perseverancia…es decir a


recuperar el equilibrio después de cada tropezón o a levantarse después de cada caída.
La esperanza sana el alma desalentada y con seguridad será una amiga fiel que nunca nos
abandonará ni desilusionará. Por eso debemos buscarla, crearla, apegarnos a ella y defenderla
de quienes por haberla perdido intentan desacreditarla.

La esperanza es el puente que nos tiende Dios cuando el viento sopla en contra y los obstáculos
nos impiden ver su gloria. Es el recurso final que el Creador pone a nuestra disposición cuando
parece que no tuviéramos ningún recurso a nuestro alcance

Solidaridad

Un valor que nos ayuda a ser una mejor sociedad y que no solamente debe vivirse en
casos de desastre y emergencia

Pensamos en la Solidaridad como una actitud que debemos asumir en emergencias y


desastres, sin embargo, la Solidaridad es una característica de la sociabilidad que
inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a la cooperación con ellos.

Podemos manifestar esta unión y cooperación, cada vez que procuramos el bienestar
de los demás, participando en iniciativas que nos impulsen a servirles, como puede
ser la visita a los enfermos en un hospital, haciendo colectas de ropa y alimentos
para los más necesitados, en un grupo que imparta educación en comunidades
marginadas, colaborando en campañas de cuidado y limpieza de calles y áreas
recreativas de la comunidad, en los momentos que auxiliamos a quienes son víctimas
de alguna catástrofe, es decir, prestando nuestros servicios en la creación de mejores
condiciones de vida.

La solidaridad es la ayuda mutua que debe existir entre las personas, no porque se
les conozca o sean nuestros amigos, simplemente porque todos tenemos el deber de
ayudar al prójimo y el derecho a recibir la ayuda de nuestros semejantes.
Si queremos que algo mejore - el servicio de limpieza de las calles o la educación que
reciben los hijos en la escuela, por ejemplo -, debemos decidirnos a tomar el
problema en nuestras manos, tal vez el vecino tiene la misma inquietud, y sólo le
hacía falta con quien empezar a trabajar, con sus medios y los nuestros... no
esperemos que las cosas cambien por sí mismas.

Autoestima

El peor de los males que le puede suceder al hombre es que llegue a pensar mal de sí mismo",
escribió Goethe. Si bien es probable que su intención fuera desafiar ciertas
creencias religiosas, su frase reconocía una profunda verdad acerca de la
naturaleza humana.

La barrera que representa el mayor obstáculo para los logros y el éxito no es la falta
de talento o habilidad sino, más bien, el hecho de que aquéllos, llegado a cierto
punto, se vean excluidos del auto concepto, la propia imagen de quiénes somos y
qué es apropiado para nosotros. La mayor de las barreras para el amor es el
secreto temor de no ser digno de ser amado. La peor barrera para la felicidad es la
indescriptible sensación de que la felicidad no es el destino adecuado para
nosotros. En eso, expresado en términos simples, reside la importancia de la
autoestima. Así que debemos comenzar por comprender lo que significa autoestima.
Lamentablemente, al igual que ocurre con muchas otras palabras en psicología, no existe una
definición que cuente con el consenso general. Tampoco es correcto suponer que todos
sabemos lo que quiere decir. Si le preguntáramos a alguien lo que significa autoestima,
podríamos recibir las siguientes respuestas: "Me siento competente, seguro de mí mismo", o "Me
gusto", o "Quiere decir pensar que soy superior a otras personas". Las dos primeras respuestas
no serían incorrectas, pero sí incompletas, la tercera sería absolutamente falsa.

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