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TEXTOS BREVES

¿QUÉ ES FILOSOFAR?
Etienne Gilson
Filosofar... es buscar la sabiduría por medio de un esfuerzo consistente de reflexión. Nadie puede filosofar y
disfrutar de una vida incompatible con ello. La sabiduría es el conocimiento de los primeros principios y de las
primeras causas: conocemos las cosas no como un recuerdo de detalles, sino a través de principios generales.
La filosofía es una ocupación de toda la vida y hay pocos filósofos. Incluso los profesores de filosofía son
raramente filósofos, puesto que enseñar filosofía y filosofar no son la misma cosa. Enseñar filosofía asegura la
libertad de filosofar con el menor daño a la vida filosófica. Sin embargo, enseñar es actuar, mientras filosofar es
contemplar. Por ejemplo, Bergson fue un magnífico profesor, pero lo que enseñaba no tenía nada que ver con su
propia filosofía.
Si la filosofía es una ocupación de toda una vida, ¿cómo puede ser enseñada? La respuesta es que los estudiantes
vienen a entender con sus propios intelectos, y son sus propios profesores. Aquino, comentando sobre Agustín,
observa que los maestros, no obstante que no pueden pensar por nosotros, nos pueden hacer pensar por nosotros
mismos, o, al menos, ayudarnos a ello.
Cuando preguntamos de qué manera el profesor nos va a enseñar filosofía, no estamos preocupados con los
detalles de la pedagogía filosófica. Hay tantas buenas maneras de enseñar filosofía como buenos profesores de
filosofía. Pero, ¿cuál es la mejor manera? Preguntado sobre esto, Descartes recomendó sorpresivamente no su
propio trabajo, sino los cursos completos enseñados por los jesuitas. Hay muchos textos introductorios (como, por
ejemplo, aquellos que dan una visión general de la filosofía tomista), que son valiosos como guías de los iniciados
en el desconocido terreno de la filosofía (como los mapas, que son guías, pero no una completa descripción del
territorio).
La mayoría de los iniciados no continuarán con la filosofía, y una explicación superficial será de valor para ellos.
Sea que un estudiante continúe o no, no se puede comenzar con la obra de Aquino, puesto que él no era un
iniciado escribiendo para iniciados – por eso las introducciones han sido siempre necesarias. Mas, ¿qué hacemos
enseguida para aquellos que continúan? Podemos pasar a introducciones más difíciles y a libros más
especializados que tratan de problemas específicos. El problema con esta aproximación es que trata a la filosofía
como si fuese una ciencia (un cuerpo de conocimientos relativos a un mismo objeto, racionalmente demostrable y,
por tanto, comunicable por medio de la enseñanza). Pero incluso en el caso de la ciencia, esta aproximación es
apropiada sólo en tanto la ciencia está conformada por resultados previamente adquiridos. Saber de una ciencia
no lo convierte a uno en científico. Similarmente, donde la filosofía comienza, las introducciones a la filosofía
deben terminar. Se trata de una experiencia nueva, tan radicalmente diferente de lo anterior como ser un gran
profesor de literatura inglesa es diferente de ser un Shakespeare. Lo que está en juego aquí no es meramente
aprender filosofía, sino llegar a ser un filósofo.
No estoy hablando del nacimiento de un gran genio filosófico; pues no se puede ser creativo sin ser un verdadero
filósofo y sí se puede ser un verdadero filósofo sin ser creativo. Las ideas de un verdadero filósofo no son
puramente deductivas, pero ellas se funden en un todo orgánico animadas en sí mismas por una vida singular,
siendo capaces de asimilar o rechazar el alimento espiritual que se le ofrece, de acuerdo a las leyes de su propio
desarrollo interno. Pero una vez nacido, el filósofo tiene todavía que crecer, y necesita ser enseñado por un
maestro y compañero durante toda su vida. Tal maestro debe ser un gran filósofo – los que son de oferta muy
limitada.
La respuesta es buscar en el pasado, pues, desde el momento que tratamos de filosofía, ¿qué diferencia existe
entre el pasado y el presente?. Los problemas filosóficos trascienden el tiempo. Sin embargo, muchos profesores
de filosofía se oponen a la historia de la filosofía; el propósito de una educación filosófica, dicen, no es lo que la
gente pensaba en el pasado, sino lo que debiéramos pensar ahora; la historia de la filosofía es el cementerio de
los filósofos muertos; y enseñar la historia de la filosofía es enseñar un compendio de errores, cuyo estudio
dirigirá a los estudiantes hacia el escepticismo filosófico.
Estos críticos tienen razón, en tanto la filosofía es una ciencia ya hecha, que lo es, y los escépticos no tienen nada
que hacer enseñando filosofía. Sin embargo, nosotros estamos buscando un maestro que nos guíe en nuestro
empeño y, porque fallamos en encontrar uno en el presente, tenemos que mirar al pasado. Encontramos al
maestro en Tomás de Aquino. Pero si alguien dice ser un tomista, ¿cómo vamos a saber si realmente lo es? No es
suficiente recurrir a un libro sobre Aquino, puesto que hay diferentes interpretaciones. La interpretación debe ser
comparada con el texto original. Si se quiere saber si lo que Aquino dice es verdad, se debe saber primero lo que
efectivamente él dice, y eso es lo que significa ser un historiador.
A comienzos del siglo XIX, las escuelas francesa debían enseñar la filosofía de Locke, pero “con todas las
correcciones necesarias”. Esto no tiene ningún sentido, quienquiera sea el filósofo, puesto que su trabajo es un
todo orgánico y negar cualquiera de sus partes es una negación del todo. La filosofía de Aquino estaba supuesto
ser una corrección de la de Aristóteles, pero de hecho fue una nueva filosofía. La diferencia entre un libro de texto
o curso de lecturas y un tratado filosófico es que este último tiene la unidad orgánica que distingue la auténtica
reflexión filosófica. La única manera de probar esto es por medio de la experiencia personal, esto es, una vida
dedicada al contacto personal e íntimo con los grandes filósofos.
¿Qué somos, los profesores de filosofía, sino estudiantes más viejos que nuestros propios estudiantes? No
podemos ser sus maestros, puesto que no somos maestros. Cuando nuestro trabajo con ellos se haya
completado, llevémoslos directamente ante aquel que es nuestro maestro. Enseñémosle, por tanto, a aprender
con él, bajo él, y no con nosotros y bajo nosotros. De verdad, todavía podemos ayudarlos, pero no como antes.
Nuestra nueva tarea es enseñarles a aprender de uno más grande que nosotros, a leer a Tomás de Aquino, a
asimilar su pensamiento, a pensar con él como lo hace un verdadero filósofo...
La meta final de la educación filosófica no es enseñar filosofía, sino formar filósofos hechos y derechos, y es por
esto que la historia de la filosofía es un componente esencial. La historia de la filosofía no puede ser el cementerio
de los filósofos muertos, porque no hay muerte en filosofía. La fuente del escepticismo no es la historia de la
filosofía, sino la ilusión de que las introducciones a la filosofía pueden contener sabiduría.
Es un error pensar de la filosofía como un existente independiente de la mente de los filósofos; de manera que no
puede ser capturada en un libro sobre ‘filosofía pura y simple’, independientemente de las filosofías de los
individuos. Lo que hace universal a la filosofía es el hecho que todos tenemos idénticos intelectos que son el
corazón de nuestra personalidad. Podemos ver las mismas verdades, en el entendido que usamos propiamente el
intelecto. La Verdad no es una nube perenne flotando a través de las edades en una cierta estratosfera metafísica.
En el momento mismo que abandonamos el espejismo de una filosofía autosubsistente, nos encontramos
rodeados de la amistosa compañía de los filósofos. Aristóteles fue el maestro de Aquino, y su trabajo fue historia
de la filosofía. Pero, si nos preguntasen hoy día: ¿Quién es ‘el’Filósofo?, entusiastamente responderíamos: Tomás
de Aquino.

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