El uso de psicofármacos por parte de los psicólogos clínicos, es un tema que está despertando encendida controversia en la psicología clínica norteamericana durante esta última década (Youngstrom, 1991; Pachman, 1996). En España, el interés despertado por este tópico es relativamente menor. No obstante, en los últimos años se aprecia un progresivo incremento de atención por este tema, que se ha concretado en la ejecución de diversas acciones, como la organización de cursos de psicofarmacología para psicólogos por diversas entidades públicas y privadas, también en algunas reuniones y congresos profesionales se han abordado estos problemas y existe alguna publicación al respecto (Sanz, 1992). En el momento actual, en que se están tratando aspectos de sumo interés para el ejercicio de la psicología clínica, incluido su Decreto de especialidad, consideramos adecuado presentar algunas reflexiones sobre los pros y contras de autorizar la prescripción de tratamientos psicofarmacológicos por parte del psicólogo clínico y sus posibles repercusiones a nivel inter e intra profesionales.
El uso de psicofármacos por parte de los psicólogos clínicos, es un tema que está despertando encendida controversia en la psicología clínica norteamericana durante esta última década (Youngstrom, 1991; Pachman, 1996). En España, el interés despertado por este tópico es relativamente menor. No obstante, en los últimos años se aprecia un progresivo incremento de atención por este tema, que se ha concretado en la ejecución de diversas acciones, como la organización de cursos de psicofarmacología para psicólogos por diversas entidades públicas y privadas, también en algunas reuniones y congresos profesionales se han abordado estos problemas y existe alguna publicación al respecto (Sanz, 1992). En el momento actual, en que se están tratando aspectos de sumo interés para el ejercicio de la psicología clínica, incluido su Decreto de especialidad, consideramos adecuado presentar algunas reflexiones sobre los pros y contras de autorizar la prescripción de tratamientos psicofarmacológicos por parte del psicólogo clínico y sus posibles repercusiones a nivel inter e intra profesionales.
El uso de psicofármacos por parte de los psicólogos clínicos, es un tema que está despertando encendida controversia en la psicología clínica norteamericana durante esta última década (Youngstrom, 1991; Pachman, 1996). En España, el interés despertado por este tópico es relativamente menor. No obstante, en los últimos años se aprecia un progresivo incremento de atención por este tema, que se ha concretado en la ejecución de diversas acciones, como la organización de cursos de psicofarmacología para psicólogos por diversas entidades públicas y privadas, también en algunas reuniones y congresos profesionales se han abordado estos problemas y existe alguna publicación al respecto (Sanz, 1992). En el momento actual, en que se están tratando aspectos de sumo interés para el ejercicio de la psicología clínica, incluido su Decreto de especialidad, consideramos adecuado presentar algunas reflexiones sobre los pros y contras de autorizar la prescripción de tratamientos psicofarmacológicos por parte del psicólogo clínico y sus posibles repercusiones a nivel inter e intra profesionales.
TRATAMIENTO PSICOFARMACOLGICOS EN PSICOLOGA CLNICA
El uso de psicofrmacos por parte de los psiclogos clnicos, es un tema
que est despertando encendida controversia en la psicologa clnica norteamericana durante esta ltima dcada (Youngstrom, 1991; Pachman, 1996). En Espaa, el inters despertado por este tpico es relativamente menor. No obstante, en los ltimos aos se aprecia un progresivo incremento de atencin por este tema, que se ha concretado en la ejecucin de diversas acciones, como la organizacin de cursos de psicofarmacologa para psiclogos por diversas entidades pblicas y privadas, tambin en algunas reuniones y congresos profesionales se han abordado estos problemas y existe alguna publicacin al respecto (Sanz, 1992). En el momento actual, en que se estn tratando aspectos de sumo inters para el ejercicio de la psicologa clnica, incluido su Decreto de especialidad, consideramos adecuado presentar algunas reflexiones sobre los pros y contras de autorizar la prescripcin de tratamientos psicofarmacolgicos por parte del psiclogo clnico y sus posibles repercusiones a nivel inter e intra profesionales. La psicologa clnica ha evolucionado en funcin de una dinmica interactiva entre el objeto de su conocimiento y mtodo, en retroalimentacin con los resultados que la praxis clnica cotidiana nos aporta. Esta praxis, est a su vez condicionada por diversos factores de distinta naturaleza: biolgicos, psicolgicos, sociales, que determinan sus necesidades y ste es un proceso en continuo cambio. De este modo, nuestra actividad profesional tiende a mutar en funcin de las demandas de un mbito ecolgico en continuo proceso evolutivo. Al igual que en su da se superaron concepciones dualistas tipo "mente-cuerpo" en el abordaje cientfico de la psicologa, el progreso experimentado por las neurociencias durante esta ltima dcada, hace conveniente prestar una mayor atencin al substrato neurobiolgico de la conducta y esto tiene tambin sus consecuencias sobre la prctica clnica. Por otra parte, las intervenciones en la dimensin fsica del paciente practicadas por psiclogos, son una realidad en el momento presente, recordemos los tratamientos mediante biofeed-back, detectores de humedad para el control de la enuresis, terapias bioenergticas, masaje teraputico, etc. Sobre la base de esta perspectiva, los tratamientos psicofarmacolgicos pueden considerarse como una lgica extensin del armamentorium teraputico de la psicologa (Barron, 1989). Quizs la cuestin ms importante a dilucidar sobre este tema reside en la pregunta: qu beneficios o perjuicios supondra para la poblacin, el hecho de que los psiclogos clnicos pudieran prescribir psicofrmacos? Ante esta decisin, aparecen como es obvio factores a favor y en contra. Si bien, existen hoy en da
tratamientos psicoterapeticos sumamente efectivos para gran parte de los
trastornos mentales, el empleo coadyuvante de psicofrmacos resulta muy til en algunos casos, especialmente en la enfermedad mental severa y en algunas entidades patolgicas. Asimismo, si el profesional no est legalmente autorizado para prescribir psicofrmacos, tambin se ve privado de autoridad para poder retirrselos al paciente en caso de que los considere innecesarios e incluso nocivos (Fox, 1988). Tambin se ha sealado, que existe hoy en da un abuso en el consumo de medicaciones psicotrpicas y se ha insistido sobre los efectos secundarios colaterales negativos de estos frmacos para la salud. En este sentido, no creemos que la autorizacin de prescripcin a los psiclogos clnicos vaya a aumentar necesariamente el consumo indiscriminado de estas sustancias en la poblacin, pues el uso abusivo viene motivado por otros factores distintos al nmero de profesionales autorizados a prescribir. En cuanto al peligro potencial de estos tratamientos farmacolgicos, es evidente que al igual que ocurre con la psicoterapia o con cualquier tipo de tratamiento, existen riesgos asociados, pero cuando las ventajas superan a estos riesgos, no existe razn para no aplicarlos de forma adecuada y racional. En este sentido, una completa formacin y control profesional son elementos primordiales para asumirlos razonablemente. De lo anteriormente expuesto surge otra cuestin: aceptando la conveniencia de aplicar tratamiento psicofarmacolgico a ciertos pacientes, no basta con los mdicos para prescribir, por qu tambin autorizar a los psiclogos? Ante esta pregunta, emergen dos contestaciones: en primer lugar, hay que tener en cuenta que no todos los psiclogos desarrollan su trabajo junto a especialistas en psiquiatra, teniendo que derivar a sus pacientes para que reciban tratamiento psicofarmacolgico, con la consiguiente prdida de tiempo, sufrimiento y peligro para el enfermo. Pero sobre todo, existe una segunda razn ms contundente: el significado simblico de la medicacin y su implicacin en las relaciones transferenciales entre pacientes y terapeutas (Pachman, 1996). Cuando el psiclogo deriva a su paciente al psiquiatra para que le prescriba tratamiento psicofarmacolgico, se produce una externalizacin del "locus de control" por la atribucin de causalidad en el efecto teraputico del frmaco que da lugar, en el mejor de los casos a una cierta ambivalencia entre el psicoterapeuta y el farmacoterapeuta. Adems de lo expuesto, la prohibicin de prescripcin somete al psiclogo a un papel de dependencia con relacin al mdico, pues si ste ltimo no comparte su opinin sobre la teraputica de eleccin, puede obstruir el tratamiento y poner en cuestin el vnculo teraputico.
Por otra parte, la autorizacin limitada para la prescripcin especfica de frmacos
en su campo de actuacin, es una experiencia que funciona adecuadamente en muchos pases con otros profesionales de la salud no mdicos, como es el caso de pticos, odontlogos, podlogos, enfermeros, etc. De modo que en el caso de los psiclogos, se tratara simplemente de extender esta experiencia. La posibilidad de que los psiclogos clnicos puedan prescribir psicofrmacos, como todo cambio, es esperable que suscite importantes "resistencias" dentro del propio colectivo profesional y en algunos miembros del colectivo mdico (Fox, 1989). En el primer caso, la prescripcin puede ser vivenciada como una amenaza a su identidad profesional, con prdida de sus races y el peligro de convertirse en una especie de "mini-psiquiatras". A juicio del autor, la posibilidad de prescripcin, no tiene por qu implicar necesariamente una crisis epistemolgica en una ciencia suficientemente madura como ya es la psicologa, ni mucho menos una adscripcin al modelo mdico tradicional (Jansen, 1988). Es cierto que existe el peligro de sucumbir a una prctica supuestamente ms cmoda y econmicamente lucrativa, focalizada en la dispensacin de psicofrmacos, en detrimento de las intervenciones psicolgicas tradicionales, pero la limitacin de la libertad de eleccin, no parece ser la solucin idnea para este problema. Pensamos que la formacin, responsabilidad profesional y estricta observancia de un cdigo deontolgico actualizado al respecto, son la mejor garanta. La incorporacin de la psicofarmacologa al arsenal teraputico del psiclogo, puede constituir en cambio, un elemento enriquecedor para una praxis integradora sobre la base de un modelo de Salud Mental de ndole multimodal acorde con los actuales planteamientos. Tambin se ha expuesto, que la autorizacin para prescribir psicofrmacos, implicara una importante ampliacin del nivel de riesgo, con el consiguiente aumento en las plizas de responsabilidad civil para el ejercicio profesional de la psicologa clnica (DeNelsky, 1996). El aumento en el grado de asuncin de responsabilidad lleva inevitablemente implcito un incremento proporcional en el nivel de riesgo y ste es el precio a pagar en cualquier proceso de desarrollo y crecimiento, tanto en el mbito personal como profesional. No obstante, quedara siempre el recurso de no prescribir a quien no estuviera dispuesto a asumirlo. Otro posible argumento a considerar en contra de la prescripcin de psicofrmacos por los psiclogos, viene dado por la esperable oposicin de un amplio sector del colectivo mdico y especialmente de los psiquiatras. En nuestra opinin, tales argumentos carecen de consistencia cientfica y tan slo podran
fundamentarse en intereses de tipo econmico y posiciones corporativistas
monopolizadoras. Si bien es cierto, que estas luchas implicaran un considerable coste de recursos que hay que sopesar. No obstante, resulta incoherente la idea de que sea otro colectivo profesional el que marque las directrices de su evolucin al de los profesionales de la psicologa. La incorporacin de los tratamientos psicofarmacolgicos a la prctica de la psicologa clnica, no puede hacerse de un modo imprudente e improvisado. Lgicamente, hay que instaurar previamente unas vas de formacin que preparen a los psiclogos de forma satisfactoria en materias neurobiolgicas, psicofarmacolgicas, efectos secundarios, etc., de modo que la correcta utilizacin de estos frmacos psicoactivos quede garantizada. En este aspecto, existen posiciones diversas: desde las que proponen un entrenamiento relativamente breve aadido al curriculum existente (DeLeon y Wiggins, 1996), hasta las ubicadas en el extremo opuesto, que consideran necesario que el psiclogo clnico consuma una gran parte del tiempo de su formacin en esta materia, con lo que descuidara probablemente otros aspectos fundamentales de su entrenamiento especfico (DeNelsky, 1996). El informe elaborado por la "Task Force on psychopharmacology" de la Asociacin Americana de Psicologa (APA) en 1992, revisado ms recientemente por Lorion (1996), reconoce la conveniencia de desarrollar un programa de formacin para los psiclogos clnicos, encaminado al entrenamiento para el manejo de psicofrmacos. A tal efecto, proponen tres niveles: nivel 1 de formacin bsica en psicofarmacologa, de tipo terico que incluye el conocimiento de las bases biolgicas de la neuropsicofarmacologa, neurobiologa del sistema nervioso y mecanismos celulares y subcelulares por los que estos frmacos afectan a los sistemas de neurotransmisin. Un segundo foco del entrenamiento involucra el conocimiento profundo de las medicaciones habitualmente empleadas para tratar los trastornos mentales, incluyendo tanto su uso en el tratamiento como su abuso. El nivel 2, de prctica en colaboracin con el mdico, ira encaminado a desarrollar las habilidades necesarias para el manejo de la medicacin y sus efectos, de modo monitorizado y supervisado. El nivel 3 incluira la autorizacin restringida para la prescripcin de psicofrmacos de acuerdo con la legislacin profesional y estatal elaborada a tal efecto. En el informe se detalla, que es improbable conseguir un adecuado desarrollo de estas competencias en menos de dos aos, con una dedicacin de tiempo total. Asimismo, se exigira una experiencia clnica adicional supervisada en la ejecucin de decisiones para el empleo de la medicacin. Tambin hace hincapi en considerar cuidadosamente los criterios de seleccin, focalizados en aquellos psiclogos con la base necesaria de conocimientos en ciencias neuroconductuales.
Otros programas de formacin en psicofarmacologa para psiclogos a nivel
postdoctoral en los EEUU, han sido recopilados por Sammons (1996): desde 1991 el Departamento de Defensa de los EEUU. viene ofreciendo un programa de formacin postdoctoral en psicofarmacologa para psiclogos en activo en las fuerzas armadas. La totalidad del curriculum contiene 750 horas tericas, laboratorio y experiencia prctica, seguido por un ao de experiencia clnica supervisada en psicofarmacologa. En 1994, el Comit para el Desarrollo de la Prctica Profesional, bajo los auspicios de la Asociacin Americana de Psicologa (APA), elabor un programa de formacin basado en cinco materias troncales: neurociencias, farmacologa y psicofarmacologa, fisiopatologa, diagnstico fsico y de laboratorio y farmacoterapia. Estas materias requeriran entre 395 y 570 horas de instruccin, seguidas de un "practicum" intensivo de un ao de duracin. Desde nuestro punto de vista, la formacin en psicofarmacologa debera realizarse a un nivel de post-graduado, incorporada en los planes formativos de especializacin en psicologa clnica y selectiva para aquellos profesionales que aspirasen voluntariamente a obtener su certificacin. Es importante resaltar la extrema importancia de que el programa de entrenamiento sea completo y riguroso, pues lo que est en juego en definitiva es la salud de la poblacin y cualquier incremento de los riesgos por disminucin en el nivel de formacin resultara inaceptable.