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Serna Dimas, Adrián.

“Hacia una caracterización de la interdisciplina: sobre

las formas de articulación de las ciencias humanas y sociales”;

“Documentos e interdisciplina: el documento: realidad, reflejo, indicio y

producción”. La cuestión interdisciplinaria: de las discusiones

epistemológicas a los imperativos estratégicos para la investigación social;

ed. Fernando Bravo León. Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de

Caldas, 2007. ISBN: 978-958-8337-21-0. pp. 13-79, 127-141.


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Los capítulos de La cuestión interdisciplinaria que me propongo reseñar aquí,

giran en torno a las relaciones que se han establecido entre los saberes y

disciplinas que vendrían a constituir las ciencias humanas y sociales, tanto desde

una perspectiva histórica, como en sus complejas repercusiones epistemológicas

y metodológicas más actuales. El recorrido histórico sobre el “conocimiento del

mundo social” (14) presentado por Serna, se remonta a dos tradiciones básicas

ubicadas en las postrimerías del siglo XVIII: la “tradición filosófica” y una tradición

de géneros diversos (historia, folklore y literatura), que aunque más cercanos a lo

concreto del mundo, se afincaban en dispositivos retóricos y negociaban su

formalización universitaria sobre la base de sus afinidades con la filosofía. Entre

las últimas décadas de ese siglo y las primeras del XIX, se produjeron

transformaciones estructurales como consecuencia de la decadencia de las

economías coloniales y el auge de economías modernas de base industrial, que

condujeron también al surgimiento de discursos especializados emancipados del

control de la filosofía. La consolidación de la economía, la emergencia de las

ciencias exactas y naturales, y los estudios literarios e históricos, son parte de este

cambio del panorama del conocimiento social. La distinción entre naturaleza y

sociedad –también renovada en este período- condujo el debate desde el ámbito

de lo religioso al de las ciencias, redefiniendo a la primera como la “esfera

dominada por la animalidad, la pulsión y el instinto” (18) y a esta última como la

“esfera dominada por la humanidad, el juicio y la razón” y comprendiéndolas como

“objetos fácticos discretos” repartidos en las nuevas disciplinas científicas.


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La visión optimista y confiada en el progreso que se impuso en la primera mitad

del siglo XIX, condujo a los distintos idearios políticos en disputa a servirse de la

historia para defender sus respectivos proyectos, lo que fue conduciendo a este

saber hacia el uso de las pruebas documentales como testimonio de su nuevo

compromiso con lo empírico (20-22). Sería el positivismo el que vendría a adquirir

una especial presencia en la renovación de las estructuras universitarias en el

tránsito entre el siglo XIX y el XX. Es en este ámbito que nace la sociología,

conminando a la filosofía a constituirse sólo en epistemología. Y ya para las

primeras décadas del siglo XX la “certeza epistémica y metódica” permite que los

antiguos saberes subalternos accedan a las estructuras universitarias, envestidos

como disciplinas modernas. A partir de entonces puede ya hablarse de

“articulación disciplinar” (35), a partir de dinámicas de “consolidación de ámbitos

subdisciplinares” (41) y “construcción de ámbitos multidisciplinares”, a través de

las cuales se pasa de la “especialización disciplinar” a formas de articulación como

la multidisciplina, la interdisciplina y la transdisciplina.

El modelo de la multidisciplina “…planteó la posibilidad de transferir lenguajes

de unas disciplinas a otras para provocar representaciones ampliadas” (44). La

certeza epistémica y metódica era la condición indispensable para que una

disciplina apelara a los lenguajes de otras. Sin embargo, tanto la certeza

epistémica, que creía poder discernir realidad y representación, como la certeza

metódica, síntoma del empleo del método científico que permitía transitar de la

realidad a la representación, han sido blanco desde los años 60 del siglo XX de
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muy fuertes críticas. Este ámbito se mostró propicio al retorno a la retórica,

enarbolado notoriamente por la crítica literaria y cultural:

Con este acento en el lenguaje, las críticas cuestionaron la pretensión de

suscribir la especificidad de las ciencias y las disciplinas tanto a unos

objetos –que fueron disueltos en el lenguaje- como a unos métodos-

lenguajes y representaciones que eran simples artefactos para crear

ficciones. Si se quiere, la especificidad de las ciencias y las disciplinas, los

objetos y los métodos, no constituían recursos para conocer el mundo

social, sino dispositivos que producían el mundo que podía ser conocido.

Se reclamó entonces una indagación al interior del propio funcionamiento

de las disciplinas, no para interrogarlas (…) sino para inscribirlas como

uno de los dispositivos anclados a regímenes representacionales más

amplios, donde operaban como instancias para la producción de verdad

(61).

Serna enuncia también un conjunto de paradigmas que escaparon a la

condición disciplinar: el materialismo histórico, el psicoanálisis y los estudios

culturales, entre otros, y que constituyen otra vía de acceso a la interdisciplina

(63). Este análisis nos conduce al texto “Documentos e interdisciplina”, en el cual

la reflexión sobre la cuestión interdisciplinaria es remitida a un ámbito

metodológico. Serna se vale del ejemplo del testimonio colombino para explicar

los cambios de estatuto del documento escrito en la tradición europea:


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Cada uno de estos estatutos ha supuesto una forma de asumir al

documento escrito como fuente al momento de indagar empíricamente el

mundo social. Desde el siglo XV hasta nuestros días se pueden identificar,

a grandes rasgos, cuatro grandes estatutos para esta fuente: como

realidad en sí misma, como reflejo de la realidad, como portadora de

indicios e evidencias sobre la realidad o como producción social (129).

El estatuto de documento como realidad procedía de una concepción medieval

en la que este debía mantenerse articulado con el relato sagrado organizador del

mundo (130). Esta idea fue cediendo a un nuevo estatuto que se manifestó en la

segunda hornada de cronistas de Indias (s. XVI-XVII): el del documento como

reflejo, en el que este quedó atravesado por el afán renacentista de volver sobre el

legado greco-latino y que se vio beneficiado por el uso de la imprenta (133). Esta

concepción: “…reconoció más explícitamente la naturaleza del autor, la presencia

de un sujeto contingente en la manufactura del texto; una concepción que

reconoció que detrás del autor fungían igualmente otros sujetos en el arte de la

producción documental”. Con el ascenso del positivismo comenzó a negársele

verosimilitud al documento y comenzó a considerársele como: “…un aglomerado

donde se superponían y entrecruzaban percepciones inmediatas con ciertos

atributos estilísticos del autor” (134). La tarea sería entonces descontaminarlo de

las “…contingencias del sujeto, socavar las pretensiones estilísticas, para de ese

modo representar verdaderamente la realidad”. Finalmente, durante los 60’ del

siglo XX emergieron posturas que coincidieron en señalar que:


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…el documento escrito no era un objeto simplemente destinado a generar

representaciones con base en unas estructuras significativas, sino que

éste era una auténtica producción social, provocada, eficiente para arbitrar

relaciones de fuerza. Para hacer visible esta producción, era necesario

recuperar el orden retórico del texto, pues era por intermedio de estas

composiciones en el lenguaje que se tramitaban las pretensiones del

poder, de la política, de unas fuerzas hegemónicas (137).

Las intervenciones de Serna en La cuestión interdisciplinaria apuntan a

establecer un recorrido histórico de esta problemática, de tanta incidencia en los

debates actuales, así como a precisar sus repercusiones metodológicas en el

cambio de estatuto para la investigación del documento escrito. Aunque considero

que su exposición sobre el paradigma transdisciplinar no logra iluminarlo

suficientemente, como sí lo logra con los modelos anteriores, su aporte constituye

un muy buen preámbulo en la comprensión de los problemas epistemológicos de

las disciplinas dentro de la comprensión del mundo social.

Kevin Sedeño Guillén


Universidad Nacional de Colombia

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