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L
legaron a eso de las
tres, cuando los msicos todava no se cansan
y avientan cumbias y corridos como si estuvie
ran empezando. A esas alturas de la madrugada
ni nosotras ni los clientes estamos tan borra
chos, y casi nadie perdona una pieza sin poner
se a zapatear. Los de la maquila apenas acaban
la segunda jornada y entran bien ganosos, con
la garganta nuevecita y los billetes de la raya lis
tos en la bolsa para reventarse un buen rato de
cerveza y compaa. Yo baj al filo de las once.
El mal de la Lorenza haba hecho crisis dos das
antes, y no senta ni tantitas ganas de trabajar
por culpa de la mortificacin. No hubiera baja
do, si no es porque la misma enferma me lo pi
di con esa vocecilla de moribunda que tuvo
desde que cay en cama. V, manita, por m
no te detengas, me dijo. V, necesitas los cen
tavos. Y era cierto, as que no estaba aqu por
gusto, sino a causa de las apuraciones.
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