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La vocacin es una misericordia especial de Dios para con el hombre.

Aunque no
se es digno de ella, Dios por su llamada y el hombre por su respuesta se hace
merecedor de ella. La vocacin es un don, es una gratuidad de Dios.
En muchas ocasiones, cuando pensamos y hablamos de la vocacin como
llamado de Dios se tiende a pensar que no hay las cualidades, ni simpatas, ni las
convicciones o que no se sirve para el apostolado no son precisamente las
cualidades que se piensan o que se quieren. Es suficiente la llamada de Dios. Ni
siquiera Moiss tena cualidades para hablar a los hebreo (su pueblo) y sin
embargo sac adelante la obra de la liberacin de Israel de modo admirable. l,
fervorosamente, pone su confianza en Dios, no en sus capacidades, pues si es
as se fracasa; pues ya lo advierte el salmo 125, 1: quien confa en el Seor es
como el monte Sion: no vacila, es estable para siempre; y tambin el Sircida
2,10 afirma: quin ha confiado en el Seor y ha quedado desilusionado?
Entonces, Dios llama como quiere, cuando quiere, donde quiere y a quien quiere;
todo el inmenso mar de nuestros errores, incapacidades y fragilidades son nada
de frente a una mnima gota de misericordia divina. Hubiese sido una grandsima
pena para san Agustn si hubiese actuado y si se hubiese dejado llevar por estos
pensamientos; ms an aquel que ha sido un gran pecador es elevado a ser
doctor de la Iglesia, padre de occidente y uno de los telogos ms grandes de
todos los tiempos; porque como dice el Apstol de los Gentiles a los Romanos
5,20: donde abundo el pecado, sobreabundo la gracia delante a esta realidad
divina de misericordia no podemos ms que responder al llamado con un sincero
s! al Seor, y no posponer aquello que Dios quiere que hagamos.
Por qu hacerme sacerdote, si hoy en la Iglesia todo parece relajado, y pasado
de moda, o retrogrado? Es muy superficial justificase con un pensamiento tal,
cuando Jesucristo llama a ser perfectos como el Padre del Cielo es perfecto (Mt.
5,48). As han actuado muchos santos que pensaron mas a la misericordia de
Dios que a la miseria del pecado del hombre.

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