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~~ 6 te} EL ORIGEN DEL ODIO AN roony Hla Di cre Cae ae Toe oie Moe a ae SOE Uc ucen enn Can ue Do Co ae cece nD Te CMC Tea Reet ee aca) Todos los criminales fueron golpeados en su infancia y no oncor lvaron @ nadie que les protegiera de la crueldad. La rabia reprimic eens Rea a we ee een nn ha enna OMe Ucar ue Reon) Dec ks Cuno nM a Co OCC Oc CTC ua kena e Mot nT TO eh eee Se ee ) neue re cue a en eens eo en, enue CARO FW KCI NU CITE ee “Tho cna Weg det Lee Seb Gein Tai Clr Fon 1 li epee 200 © Sacanp Vere Pekan Man 8 ° ta: alone (pu) ewchcna oe ited in Spin ‘SBN Dept ele 28514-2000 impreso por PURESA, S.A, ‘Giron 06-O803 Sabadell “Tor los derechos eserves Buolasaones cles Auce MILLER El origen del odio ‘Traduccién de Carlos Fortea Prefacio __ La mayorfa de las personas nacen en el seno de una fa- ‘milia y ésta imprime en ellas unas marcas determinantes. ‘Aunque de jévenes critiquemos a nuestros padres o incluso ‘rompamos con ellos, no podemos evitar la influencia que, enmayor o menor medida, jercen sobre nosotros esas pri- ‘meras marcas. ¥ adquirimos conciencia de ello, a més tar- dar, cuando tenemos nuestros propios hijos. ‘Mucha gente no se preocupa de eso. Se limita a repe- tircon sus hijos lo que ha vivido, pues considera que es lo adecuado. Sin embargo, algunas personas sufren al des- cubrir un dia con asombro que precisamente en la rela~ cidn con sus hijos o con su pareja es donde més les falta lalibertad interior que tanto habian anhelado desde su ju- ventud. Tal vez entonces experimenten la sensacién de encontrarse en un callej6n sin salida. De nifios no tenfan eleccidn. No les quedaba mis remedio que someterse asu entorno y ala influencia de éste, y de adultos a menudo ignoran que existen alternativas. Por mucho que nuestro origen, nuestra herencia y nuestra educacién nos marquen, para bien y para mal, de adultos podemos reconocer poco a poco esa marca, y no tendremos por qué actuar como aut6matas. Cuanto més conscientes seamos de ella, més facil nos resultaré eludir j ape ese callej6n sin salida y asf abrirnos a nuevas ri a. Las vias que conducen aesa liberacién son muy diversas, tanto como los diferentes destinos humanos. Algunos de esos destinos son los que nos cuentan las siguientes his- torias. Entre otras cosas, estos relatos pretenden mostrar que las huellas de la infancia no s6lo nos acompafian en las fa- milias que fundamos al alcanzar la edad adulta, sino que también se manifiestan en el entramado social. En las re- flexiones finales expongo la cuestién de si es posible aprender, y de qué forma, a entender mejor el origen del odio. Elmodo en que el adulto integra en su vida la historia de su infancia varfa de persona a persona. Sin embargo, con independencia de la decisién que adopte cada indivi- duo al respecto, la sensibilizacién que hoy se manifiesta en muchos cfrculos hacia los dafios sufridos en la infan- cia constituye un beneficio para la sociedad. Los malos tratos a los nifios siempre se han producido, y siguen es- tando muy extendidos hoy en dia. Pero sélo ahora las vic- timas empiezan a tomar conciencia de lo que les ha ocu- rrido y comienzan a hablar con otras personas sobre las consecuencias. Cuestiones que hasta ahora apenas se ha- bian abordado se convierten hoy en tema de conversa~ cién, lo cual abre a mucha gente nuevas perspectivas y la posibilidad de vivir una existencia més plena. Esto es algo que tuve ocasin de comprobar hace po- 0, mientras le‘a un libro* en el que catorce padres conde- nados por abuso sexual, que en la cércel habfan partici- pado en una terapia de grupo bien estructurada, cuentan * David, Gilles (ed.): J'ai commis l'inceste, Edition de I'Hom- ‘me, 1995, su historia, Resulta alentador ver con qué rapidez ha cambiado la forma de pensar de estos hombres cuando, por vez primera, han podido hablar de su angustia y se han sentido comprendidos y aceptados. Como cabria es- pera, todas esas historias reflejan graves privaciones en Tainfancia que se enmascararon con la explotaci6n sexual como sustitutivo de la falta de amor. Lo que califico de alentador es la transformacién que experimentan estos hombres por el mero hecho de parti- cipar en las conversaciones de la terapia. Todos ellos ha- bian vivido treinta, cuarenta, cincuenta afios sin haber te- nido nunca la oportunidad de cuestionarse incluso reconocer como injusto lo que les habia tocado sufrir en su infancia, Asi, con toda naturalidad, habian infligido a sus hijos el mismo dafio que se les habfa hecho a ellos. No conseguirian liberarse de esa presin mientras no tuvie- ran claras las razones. Hoy pueden hacerlo y estan dis- puestos a asumir su responsabilidad, porque ya no con- templan ese destino infantil como algo dado, sino que son capaces de reconocer su injusticia y empiezan por tanto a aprender a lamentarlo. Esa evolucién hacia la capacidad critica no los ha lle- vado a la autocompasién; al contrario, basandose en su propio dolor han aprendido a identificarse con sus hijos ¥ areconocer que los han perjudicado para el resto de su vida. Intentan subsanar en lo posible esos dafios, aunque saben que muchos sern irreversibles. Desde luego, slo algunos de esos hombres han logrado ya salir del callején sin salida; otros atin no lo han conseguido. Las historias narradas en este libro describen casos reales. Los nombres los he inventado libremente para proteger el anonimato de los protagonistas. En las des- cripciones de sus destinos y de su entorno opté por limi- =e taral minimo los aspectos externos, para centrarm relaciones personales. ’ No hay una receta que explique como se pone una vi- daen orden. Nuestros objetivos y las posibilidades de que éstos se cumplan varian de persona a persona. Aunque en Ja infancia no siempre nos fuera posible desarrollar todo ‘nuestro potencial, aunque puedan acompafiarnos las hue- Ilas de antiguos miedos, inseguridades y privaciones, hay muchas cosas que podemos mejorar, porque nuestra con- ciencia de ellas se ha incrementado. Y esto es asf también gracias al encuentro con personas sensibles que tuvieron lasuerte decrecer rodeadas deamor y respeto, de vivir sin trabas en su infancia el placer y la alegria, personas que pudieron luego llevar una vida més facil y feliz, Entre esas personas, en mis historias figuran quizas en especial Daniel, Michelle, Margot, Luise e incluso Glo- ia. Ellas saben escuchar, participar de la suerte del otro. Son abiertas, tienen ganas de entender y, por lo general, se hallan expuestas a menos confusiones que algunos de sus interlocutores. Como de nifios ellos mismos experi- mentaron mucho amor, se las arreglan mejor con sus vi- das que quienes se alimentaron de ilusiones y tuvieron después que luchar para encontrar su verdad, como por éjemplo Claudia, Sandra, Anika, Helga o Lilka, El estilo narrativo y asociativo de este libro no debe- tia inducir a error sobre el hecho de que mi intencién va mds alld de las meras cuestiones referidas a los destinos individuales y conduce a cuestiones de tipo general, so- bre todo a la pregunta: «Cémo se reflejan las primeras experiencias del sufrimiento y l carifioa lo largo dela vi- da de la persona y en su convivencia con los demas?» Ya hay investigaciones referidas a cuestiones parciales que incluirian la respuesta a esa pregunta, como por ejemplo =10= slay rerina, la de los recién na~ cidos y los lactantes; biografias de tiranos, estadisticas de _genocidas, etc. Sin embargo, que yo sepa no se ha reali- hasta la fecha ningtin estudio que analice los datos rentes desde el punto de vista de las vivencias infanti- de la persona que actia. Tales investigaciones son las que desearia suscitar con mis historias y mis reflexiones. 1 Claudia y Daniel: treinta afios después En losafios sesenta, Claudia y Daniel estudiaron jun- tos en Berkeley y se enamoraron. Entre los estudiantes, Claudia pasaba por ser sensible, pero claramente distan- te. Cuando Daniel la abrazaba, advertfa en ella calor y disponibilidad a la entrega, pero también desconfianza, una especie de temerosa contencién. El crefa notar un an- sia de proximidad y sinceridad, pero al mismo tiempo un marcado miedo, como si Claudia tuviera que protegerse de algo que él desconoea. Un dia Claudia anuncié a Da- niel que iba a casarse con Max. Max? Daniel no podia imaginar dos personas mas alejadas espiritualmente que ‘También Daniel se cas6 mas adelante. Tavo un matzi- monio desgraciado. Pero después de divorciarse conoci6 a Monika, con la que construyé la clase de relacién que siempre habia deseado. Y hace poco, en un congreso que se celebraba en San Diego (entre tanto ambos se han convertido en psicote- rapeutas), Claudia y Daniel volvieron a encontrarse. No han mantenido contacto alguno desde hace treinta afios. Ahora se alegran de volver a verse. Daniel no ha cambia~ = do muchos Claudia, la timida estudiante de Berkeley, se ha convertido en una mujer madua. Los dos siguen ex- perimentando la antigua atraccién mutua, Se cuentan su vida en pocas palabras, Claudia también se ha divorciado, después de un ma- trimonio bastante largo que ha dado tres hijas como fru- to. Hoy, después de varios tratamientos en los que poco 4 poco ha aprendido a entender sus miedos, se siente c6- moda consigo misma y vive una nueva relacién de pareja con Mark. —Sabes —dice Daniel, nunca entendf por qué te habias casado precisamente con Max. Y cuando alo lar- g0 de estos treintaafios pensaba en ti, me decfa que qui- 4 lo que buscabas era casarte con un hombre al que no amases, y que te fuera tan ajeno que no pudiera herirte. Probablemente la explicaciGn se encuentre en tu infan cia, Pero gte acuerdas?, en Berkeley nunca hablébamos de esos temas. Ahora quisiera saber mas sobre ti, sobre tu infancia y tu matrimonio con Max; l fin y al cabo yo le conocia. —Me alegro de que me hagas esa ita —respon- de Claudia con ermal oor yote sraba de-veras, y hace mucho que sofiaba con contirtelo todo, Pero es una larga historia. Si quieres, te la escribiré, Dos semanas después, Daniel recibe una extensa carta, Querido Daniel: Estimulada por tu pregunta, intento ahora —una vez mas— hacer balance de mi matrimonio. Estoy sentadaen mi adorado jardin y por eso confio en ser capaz de dige- Fir esos recuerdos. Mirando atrés, veo mi matrimonio co- ‘moun interminable y vano esfuerzo. He intentado una y == un hombre que afirmaba amarme, durante nuestro matrimonio jamds me fue infiel, ja- ime pegd, y que se ocupé del bienestar econdmico de familia, pero que por nada del mundo soportaba la pro- nidad conmigo o con cualquier otra mujer. Se guardaba si su pasado y sus sentimientos... atin mas que yo. ‘o detris de Ja fachada yo crefa advertir un ansia de cealor, y esperaba poder satisfacerla algan dia. Poreso consideraba que mi misién—casi una tarea