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AUTOR ¥ LIBRO Rafaol Gutiérrez Girardot Naclé en Sogamoso (Boya- ea) en 1928. . Profesor de 1a Universidad Externado de Colombia, hizo ‘estudios de filosofia, sociolo- gia y literaturas en las Uni- f versidades de Madrid, Fri- burgo de Brisgovia y Colonia. Fué diseipulo de Xavier Zubiri, Hugo Friedrich y Martin Heidegger, y ensefié en a Escuela Oficial de Periodismo, de Madrid, y en las Universidades Me- néndez y Pelayo, de Santander, (Espafia) y de Go- tomburgo (Suecia). Durante diez afios ocupd el car go de Agregado Cultural en la Embajada de Colom- pia en Bonn, Alemania Occidental Ha publicado les siguientes bros: La imagen de ‘América en Alfonso Beyes (insula, Madrid, 1956). Jorge Luis Borges. Ensayo de interpretacién. (in Sula, Madrid 1959). En torno a la literatura alemana contemperinea (Taurus ediciones, Madrid, 1959). Nietzsche y la Filosofia clésiea Eudeba, Buenos Air tres, 1968). Es colaborador habitual de las revistas Merkur (Munich), Zona smento literario de El Tiem- juenos Aires), ¥ es Conse- jero del Diccionario (Zurich-Munich), ademas de sus colaboraciones en revistas de Francie, Espaia, Alemania y Latinoamé riea SAYOS a EL Fi GE LA FILOSGFIA Y OTROS rafael gutiérrez girardot Antorcha-Monsezrale, 1968 99, p. 0 on, €5 (Ediciones Papel Sobrante, Volumen Ne 11) i, LITERATURA COLOMBIANA I, Ediciones Papel Sobrante, Volumen N° 1b 1, Titulo, jones Papel Sobrante volumen N° 11 Portada: Rivera Bais: Joha Alvarez Garcia INTRODUCCION La funcién que en paises como el nuestro debe desem- Pefiar 1a eritica esti seiialada por una doble labor, primero, | de arrojer Iuces sobre determinadas coyuntaras da ues. ‘0 propio proceso cullural y, segundo, el informar sobre Jas corrientes de pensamiento ‘més signif‘cativas de la épo- ca al trevés de un andlisis valerative mediante el cua) esas experiencias puedan verse en ou justo contexto, Rs decir, evitendo Ja superficialidad del sncbismo 7 a la vez enri. ueciendy 1a experiencia propia a través de un ideario ev. yo lenguaje y métodos pusien servirnos para aclarar mt enas de las propies encrucijades, Baste pensar en la labor que en Ja generacién del 98 sesempetia Ortega o en Ia que en un momento determina. do desompefia ox Letincamériea una figura como Don Bal. dometo Sanin Cano, En ‘eracto esta labor de contacto con otras eorrientes cullurales, este especie de cor. don umbilical con el mundo, no deja 0 al menos ev'ta que Je obra local, enralzada en problemas especificns, cage en al parrcquianisms, Ea nuestro pais esia labor de contac. esporidicas; Suardo Zslamea Borda, Jorge Zalamea, Gaitin Durén, todos en las fronteray de la informacién, Este sentido de vincalo de los fenémenos intelectuates més importantes cel momento presente es lo que da a oste 1i- bro de Rafael Gutiérrez Girardot una especial in:portancia en nuestro medio. Porque aqui el fenémeno se presente a ira és de Jos ojos del estudioso como ura propuests uece. saria y nO como una imposicién, No cae en el modismo do hablar veciamente sobre autores de iiltimo moments —ae- ‘ited fan extendida por desgracia— sino que balancea me- Gante un juicio Frecico esta posible influencia, No cue en Ja actitud tipica del snobismo, de hablar de 1a obra en abs- facto, sino que stbe situarla en su contexts justo, en su verladera relacion dinémica con otras obras fundamen- tales, La eritica pasa entoness de la informaciin al ejer- icio de Jos juicios de valor, A ese punto donde puede con- vertirse en el género que es y donde puede por lo tanto derazrollar su propia expres'én poétiea, Converiirse en uno de los momentos ms definitives de una culturs, La figura de Gutiérrez G'rardot se incorpora a través ce estg Hbro al moment) de nuestro proceso de cuitura, Con una obra suficientemenie conocida en Latinoam: ya que su nombre esi unido a empreses inteleclustes Sur, Ja editoriat Taun Sido on Ale menia un difusor de nuesira literalura, ia, ete. apor- ta a nuestro momento esa serie de cualidades de Ia verilede- ra critiea y ademas un rigor intelectual alejado de nues- Zin de Ia filorotie y otros ensa- me Ja editor tre secular arrivismo, reun2 muchos artfculos aparecides en importal vos", » reunién co- plicaciones de Europa y América, Cabe en si mo libro observar el itinerario de une mentalidad indega- dora para la cual tanto 1a filosofja como Te literatura oc} arte no son en fin de cuentas mas que aspectos verwos de un mismo fenimeno y cémo es falso seguir considerindolos en particular, divoreiados de lo que en realidad repr. fe libro no solo es puss un valioso porte ea intelectual sino anto todo una exigeneia par To que como método y estructura frente a unz problematic, sugone, Perque ve més ailé de es2 fr'volidad con que se men ciertos hechos y congue pretende hacerse un in sonque sequ‘mos temando una femoprénes, Pisnso, finalme inkolerse ¢l verdadero premias ai squiera han sido planteades, © see, pesos de 1a anéedote al rigor. Que 3 al fin de cuentas To que va libro como este nos est proponiendo, el fin de a tilosofia dopgit conseeuenctas del pencamiento de Martin Het a eee oa solamente ala renovacién de los studios de filocotia anti 2 los i impuls pats ots sgn y Ia lei li : of 0 y Ta sieologia a ron do la analitica ex'stoncial, nia la ee n de una nueva actitud frente a la historia, « 1a. séfica y a la labor n Més que ninguna dtre fuosotia, y nu Intenciones teméticas, la de Heidegger ha dos: ertado, con la radicalizecién del prodlema central ion de Ja “superacién de ica", Ia coneiencia de que la fil osetia. 32 encuentra en un estadio final. No, eiertamonte, on , en cuyo arsenal an- jc2 de Je historia de : : feo.ciclica d ° gler. El fin de la filosofia se entiende como ace 8 dio de final plenitud de ta figs, cir, de 18 tadicién aristot8tico-cristiana y, con de les corrientes ate la comprueban, que la contra, dicen o Ja complementan. Wi fin de 1 filosofia, es, la iltima consecuencia del pensamiento en la ra que le dio Hegel. No es por es casual que de partida de los Primeros y mds inmedia- fos oritices de Hegel tkegaard y Marx, sea el de Ja consumad2 apocélipsis: Kierkegaard, enmaceareda tras Jos seudtnimos de Viktor Bremita y log ings anni. mas de AY Ben © esto 0 to otzo, dediea sus escritos progeamaticos al Simposio de los difuntos", los tint- cos aue, # Parecer, Viven y piensan después del fin de la historia del espiritu gue formuig Hegel; y Marx convierte ese fin pleno en la substancia de eu fia, que é! Hema, en su disectacién doctoral, No-fito- scotia o redlizacién de la fi ao sofia, volviends a Hege? al revés: haciéndolo descender del absolute cahe-c= a si mismo al hstorico y terrenal hacerse a ¢ mo, de la conciencia la trabajo, en que sestin siste 12 naturaleza del hombre, Esta situacién ce ple- nitud tan s6lo logra eficacia histérica tras 1a eritics de Nietzsche 2 12 tradieién flosética occidental, au para é] es Ja “muerte de Dios” y la exigencia de una Niransformacion de todos tos valores", Al Jado de esta corriento, y mientras el materia- tismo vulgar ¥ el Positivismo celebran “el derrum. bamiento del idealismo alemén”, hacia finales del sigl pased® ¥ comprometen en’ ese derrambsmien- to no slo & Hegel, sino también a Blerkegaard y, en otra forms, a Marx, como a sus dos oriticos uni. dos al destino de su contrincante, 1a filosotia tomas ba concierel@ de su situacién epigonal en la famosa “yuglta 8 Kant”, Empero, més allf de las discysior 10 ‘fia occidental, es de- nee de escuela y de los resultados positives para la metodologia de las ciencias, la “vuelta a Kant? se convirtié, en la obra madura de Hermann Cohen, en una “repeticiin” del camino que en el siglo anterior hebia conducido del kantlano optimismo de la razin a Ia realizacién de la miema en Hegel, y con ello, a una insistente final plenitud. EL retorno de este “apocalipsis” acedémico, coincide en la historia euro- Fea con el complejo politico social que acompaiia los antecedentes de la primera Gran guerra: con el de- trumbemiento de las unidades nacionales (Alemania, Austria. Hungria), con el nacimiento de Rusia y de los Estedos Unidos como germinales potencias mun- diales, y de modo especial, con el advenimiento de- finitivo de Ia técnica y de su natural expansién a to. Gos los érdenes de Ie vida. Lo que pera la época da Ia Revelucién Francesa, “grandiose aurora de la hue manidzd” como 1a Tamé Hegel, fué 1a entronizacién de Ja, Razin, fué para ol periodo que inicia la prime ta Gran Guerra la expansién de la Téenies. Si la Gran Revolucién signifies el intento ‘de 1s hombres ce construtr la realidad humana y politico.social se- gin les principios de la razén humana, la Téenica sig. c6 la indenendencia de esa Razén, cuyos princ! P'os ya no resultaban manejables por los hombres, sino res a ellos. Si Hegel habia determinado la maturaleza del hombre como conciencia de si que en ‘88 conocimiento re produce, es decir, trebaja, como Sujeto Ieborante, los pensadores que sacan la conse- ita de los fenémenos de la primera Guerra mundial ven ya en el “trabajador” y en la ‘Técnica el prine'pio contigurador y substancial del hombre en la historia. Es sin embargo, sintomé- fico el que no es la filosofia la que reflexiona iL y formula esa nueva realidad, sino un ensayis. ta politico, Ernst Jiinger, quien no solamente re gistra los fenémenes que anuncian la nueva era y Jos interprets desde Ja perspectiva. de Nietzsche, sino quien crea un nuevo Ienguaje y una nueva forma de expresién mas allé del mundo de la ra- cionalidad. En éste coto, en el que se opera con vocablos como intuic'én, vital, empatia, configura- cién, y en el que indistintamente caben las gias de Jung y Frew seicmo, la tetizaci6n” de Ja poli jacion de la si6n” (Carl Schmitt) como necesario suctituto del cio raeional del humanismo politico democrético. En. este proceso de disoluclén del mundo europee ocei- dental, engendrado, alumbrado y Uevado a su tér- mino por la filosoffa, ésta se redujo a la profecia dol pasado, a la negacién ideolégiea del problema (Spen- gler) oe] esfuerzo fenomenolégico de una nueva fun. damentacion de la filosofia (Husserl) intencién especulativa y con pretensién de “ciencia rigurosa”, Empero, Ja fenomenologia, y con ella las diversas fi- losofias del personalismo, de los valores, de la exis- tencia eristiana, del prineipio dialégico, se mantuvie- jonal de las aspiraciones del siglo pasado, Solamenie Heidegger inicié un nuevo camino con su “destruceién positiva” de la ontologia y de la tradicion filoséfica y con la exigencia de un ‘planteamiento radical del problema de la filos el del sentido del ser. Pero con ello, Heidegger, a ferencia de sus antecesores, no pretendia rescaiar, ni restaurar, ni reconstruir, sino justamente clausura~ ‘ba, como Hegel, la iiltima etapa del persamiento oc- cidental. Como en Hegel y como en Nietzsche, Ta til- tima frase del pensamicnto de Heidegger ha sido es. 2 crita ‘demasiado temprano para los dioses y dema- slo tarde para el ser”. Y es por ello, como la de i tzsche, una “filosofia del futuro”, Es, ademés, flosofia del futuro porque el pensamiente conten: rineo no sclamente no parece dispuesto a un dii- 0 con ella y a una discusién y asunelén de sus exis gencias radicsles, sino porque este pensamiento si Sue cixeurserito pertinazmente, aunque con presun- cién contraria, al horizonte epigonal decimoninien @ de ls negaciin metstisica en nombre de una me. tatisica Positiva, el de la negacion de la especulaciér en Zombre de uma especulacién formal, es det ret @l ambito de la negacién de los impulses ‘ilovdticos que alimentaron 1a filesofia posthegeliana, mente wéndose, esi, como toda negacién pura, dentro de tes lmites que se miegan. “El revés de una tesis me. ca sigue slendo una tesis metatisica” (Heide < eo de las nuevas cotrientes wmo el neopo:itivismo, la fogetia enalii Eipaatiss, etc. en una palabra, sobre Tas formas ariadas del erapinismao, su renuncia expresa a a es. Pevulacin, y esto slgntia, ala dalétie, a Ja fun. le Ia inteligeacia y de la razén o - dussién de dlcha tunclin a formalismo, gene uaa re expresa y conformista a la razén mis. + Clerto es que, como ninguna otra de lag nuevas Corrientes diloséficas, Ia filosofia analitica por ejem plo desenmascara el caréctor sentimontal que yao en el lengusje actual, empobrecido tanto por la se. urs burguesa como por las aspiraciones for. males de tal filosotia, Pero esa orfiea, que por lo Gemas es la tematizacién sistomética de un procedl. B mieato qué comienza en Platén y sigue en Husserl y Heidegger, es solamente un aspecio dela funeién critica de la razén. Convertirlo en propisite funda- mental equivale a redueir la filosofia a repetir pri- ‘meros pasos y seguir con ellos, a no moverse de su sitio: a conformismo. Al cabo, esa filosofia convierie a la filosofia en método de justificar lo establecido y cue que la purificacién del lenguaje es ya la pur: fieaeién, la critica, de la realidad. En este empeiic sadica él cardcter epigonal de las més modernes co- qrientes antimetafisicas del preseate. No selamente porque elles siguen aferradas a la concepelin de ver- Gad como adecuacién (entre frase y pensamiente) en- tre los hechos y las condiciones de verdad de una oracién, sino porque 1a filosofia no busca ya expre- sar o formular le Verdad, sino el problemAtico con- cepto de realidad, oa proceso de conslitucién, sus condiciones temporales por un camino en el que la ra- zén no solo conoee, sino juzga y critica: porque ella mas”. Rota oxpreca renuneia @ 1a rezn critica es a la vyez una renuneia expresa a la humanidad del hombre Foliticamente se expresa en el conformismo, en ia acomodacion ¢ una realidad porque es y que es acep~ table solamente porque cs. Pero esta renuncia de Ja filosofia a la critica tiene otras consecuencias. El fin de la filosofia como plenitud y la renuncia de la filosofia a si misma en las corrientes neoempiristas dejan un yacio: el de la critica y el de le funcin de ia razén que, por la salndable fuerza de la negacién, es la de proyectar modelos de existencia humana e historica, esto es, los modelos de su realizecién, De ahi el que en Ja vida intelectual del presente la sa 14 tsfaccién de esa necesidad humana la haya tome. Go, de hecho, Ja teoria eritica de la sociedad y la so- ciclogia. que, por sus propios impulsos, supera el tee co puro que pretende dirsele y conduc auna dialéctica social, en necesaria contradieeién con Ja justiicacién ideoldgica y conformista de lo esta- Blecido que postula la Uamada soviologia empirica Pero atin alli donde Ja sociologia empirica se abstic- ne de la critica y del juicio y observa fervorosa y ea sl fandticamente el postulado de Marx Weber (pos. tulado que Weber nunca cumplié y que, al ser ob- servado por muchos de sus discipulos concluyé en el apoyo involunterio al nacionalsocializmo) es a sae ber, el de la neutvalidad valorativa de la soviologia, es ésta, por Ja substencla misma de sus principios metédicos y por su objeto ia expresién de presu- Puestos eritieot: también el conformismo y la res teuracion politica de todo género parien de un ju cio, de una critica, tdcita o expresa, al proyecto racional de una existencia nueva, es decir, parten de ua juicio que rechaza la novedad y afirma, taci ta 0 expresamente, lo establecido,. Esta -eociologia, que supone y quiza desea el fin de las ideologias, es una ideologia mas: enmeccarada, oculta tras un li. Deralismo, prepara la resurreccién del. fescismo la- tente en las actuales sociedades de ideologia indus- trial, Si la repeticién de Kant por el neokantismo sig- ied 1a repoticién de Ja plenitud apoceliptica de He- gel, el fin de la filosofia y su disolucién en sociolo- gia, sea ésta une teoria critica de la sociedad o la con- formista del empirismo, significa, por su parte, la “epeticién” del camino’ que va de Hegel a Mars, s1 se piensa que, més allé de toda discusién ideoldgica, 15 Marx fué el fundador de la moderna sociologia (se- gin lo ven, cientificamente, tanto un Marx Weber co- mo un Herbert Marcuse), Pero jusiamente, el he- cho de tales “repeticiones” confirma el otro hecho del fin de plenitud de la filosofia y, desde otra pers- peciiva, da un primer sentido hisiérico a la exigen. cla de Heldegger, esio es, el de plantear racicalmen- te el problema dol sor y el de superar Ja metatisica en su figura tradicional. Para el pensemiento contempordneo que no qi ta perderse en los estériles laberintos de bizantinis- mo gnoseclégico, de microfenomenologia, de proble- matismo lateral con pretensiones o en los sentimen- talismos seudoexistenciales de la muerte, las angelo- logias, insistencielismos, demonologias y tantas tri- vialidades més _o menos ingeniosas, la exigencia de Jos dos grandes extremos del pensamiento: Hegel y Heidegger, el fin de la filcsofia y la superacién de a metefisica, 5 16 sobre la situacién presente del penisamiento Una pregunta por Ja posicién que ccuza hoy 2 ento, fornmulada sin otra especifieadlén, per- poner que con-elia se pretende averiguar Ja relacién que existe entre el pensamiento como de- nominecién genérica de la inteligencia, y.la sociedad, La suposicién es Jegitima porque la relacién entre inteligencia y sociedad sue'e cer hoy el horizonte fix jo en el que se mueve toda discusién que pretenda Seterminar Ja “situaeién” del pensamiento en el pre- senile. Sin embargo, la suzosicion carece de funda- mento zesl, y esa es, en iiltimo término, la razén por Ja cual la discusién sobre la literatura “comprome- tida” —sobre “el pensamiento cautivo”, pare decirlo con el término de Milose— perece haber liegado a un“punto on el que ya no se trata de discusién. es. dlareeedora sino de profesién de fe y de devisién, Antes que toda discusién o planieamiento sobre 1 na determinada relactén es, empero, nevesario pre “tt y_en el caso conereio de la relacién entre inteligen- y socedad tal condieién se caracteriza porque ninguro de los elementos que se comparan son sus- ceplibles de fijar: ni uno ni el otro “estén”, sino que se encuentran en progtesivo movimiento, y su pro- gresiva velocidad solamente permite comprender y no, pues, fijar la direccién que siguen, Desde la pers- pectiva de una posicién estitice cebe ciertamente lantear ese problema y decidirlo en uno u, otro sen. tide. Desde la perspectiva en que se mueve nece- sariamente el intelectual, es decir, la de una ineesan- te dinamica tanto de la inteligencia como de la so. cledad, el problema hay que plantearlo de otra ma- nera, En tal easo lo que es legitimo y juste pregun- tar es ci resulta posible que una sociedad como la ac. tual pueda es‘ablecer una relacién con el pencamien- to, si en Ia sociedad medema industrial y en Ja que tiende hacia ese ideal tecnolégico el pensamiento tie- ne una funcién efectiva, sea écta la de actuar y com- prometerse o la de huir a la Hamada torre de mar- fil sin otro compromiso que el que impone su propio ejercicio, sin exprese substancla étiea 0 politica, La pregunta requiere, asi, una revisi6a de los coneeptos: en primer lugar la del coneepto del pen- samiento, de sus instrumentos y sus aleances y If es. ¥, en segundo lugar, la del concepto de socie- dad. Pues es evidente que la permanente dinimica de Is historia en la época actual no solamente es, co- mo las anteriores, una expresién natural de un mo- vimiento progresivo, sino el signo de una época.s6- Jo comparable, quiz4, por Ja radicalidad de Ja nove- dad a le que eonstituyé el trénsito entre ol Imperio Ro- mano y ej nsciente cristignismo o a la que coaclu- 18 yé las prolongsciones de la Edad Media y desembo- 26 en ta modern'dad revolue‘onaria, Y del mismo modo con el cristianismo, en especial por Agustin de Hipona, se inieid la configuracién del eoncepto de conciencia, que pasando por sobre Tomas de Aquino ¥ en forma irregularizada irrumpe en Descartes; y de modo igual a como con Petrarea, con Montaigne y con Bacon se impuso la convi m de due el hombre es auténomo frente al dogme, y por la vertiente experimental de Bacon se constituyé le ostructura nueva del pensamiento cientifico; asi también, pues ln época presente en Ia que confluyen y se plan'fican cas corrientes, da forma a nuevas detecminaciones del hombre y dei pensemiento, De ahi uno de los carasteres esencialmente revolucionarios de la 6po- ca actual: el de Jz novedad, que corre paraleiamen- to al de la permanente movilidad y al de la irritada conciencia epocal del presente. Sin embargo es jus. tamente ese carécter revolucionario el que oculta bajo tal denominacién Ja radical novedad del tiempo, Qué hay, entonces, bajo le permanente revolu- cin de la historia? La respuesta simple la dis Nictzs- che cuando previd “la transformacién de todos los valcres”. Entendida metafisiamente ésta no impli ca solamente una comprobacién sino un programa. Ponsaba on sus wltimas corzecuencias y ¢ la altura de le realidad eotidiana, ésta no se presenta ya como él nihilismo, sino como una abroluta “desmitologiza- ion” que, dialécticamente, empero, ere mitos, La desmitologizacién y su correl: dialéctica de la nueva mitologizarién no implica, ni he de enten- derse, como uns nueva forma de destruccién de los sino como la pérdida de validez de los cri- terios que hesta ahora an venide alimentando la con. t9 vivencia humana, Pera los tedlogos de las dos grandes as un espeeto de este fendmeno se cxpresa con otra frase de Nietz“che (anuneiada antes atin por Hegel), esto es, aquella que el “hombre frené- tico” en el Zaratustra elama: que “Dios ha muerto”. pero esto que a fines del siglo XIX parceia une blas- fema profesion de eteismo, es hoy una simple com- probacién de cardcter histérico universel y cultural: Jes formas de pensamiento desarrollades y configu. racas por la cieneia y tas formas de convivencia que surgen de la racionalizacién correspondiente han a- nulado el valor que tienen esas mismes formas de pensamiento y convivencia en una concepciéa teo- J6giea de] univerco. Con otvas palabras: el funcio. namiento de la sociedad actual ha provocado una de terminacién del hombre que no es la tradisional aristotélica segdin la cual el hombre ¢s un animal ra- clonal, ni la cristiona segin el cual éste es un ens. ereatum, sino aquella segin la cual el hombre es wu» ser que se caracter'za ecencialmente porane traba ja y en ese trabajo se produce (y se extrafia) a ¢ mismo, Si con Hegel se piensa que la luger en el gue un pueblo se da la defi quello que él considera lo Verdedero. - seligign es la conciencia que tiene un pu: es, de la esencia de lo més ai (pueblo se imagina a Dios, asi mismo se imagina él su relacién con Dios y se representa a si mismo”, do mado ne “la religiin es el ecnes'« que tiene un pueblo de si”, entonces habré que eonceder que la conespeién que tiene un pueblo o uns. comunided’ del hombre y do si transforma, con su propia trans- formacién, la relacién que siente él pera con Dios y su imagen de este ser supremo, ¥ que en esta rela- 20 cién recfproca entre religién como ideologia de una cami lad y esa misma comunidad, esa transforma~ cién radical de la concepeién de Dios o lo supremo no solamente implica una transformacién de la co- munidad, sino una radical novedad de toda la con. in y de toda la relacién social. Reducido a fér- mules simples cabria decir que si en la época cristiany de la Edad Media fué todo determinado teolég:camente, y en la moderna que se inaugura cor el racionalisrno y la Tustracién todo fué determina. do por Ia filosctia en Ia que Dios inieié en le época actual todo se determina por le economi- # ésta so entiende no en el seatido vulger del eco- ‘a, sino como Ja expresién tedrica del hombre ‘ecneebido exencialmente como trabsjo y como el pro- ducto de su propio trabajo, La économie es, pies, la Teologia de la sociedad moderne. Les consecuen- cias de semejante “tranformacién de todos los va- lores? son mas profundas de lo que sucle pensarse y de Yo que svelen asegurar los profesionales de la vee nomfa, sujeias ellos mismos en muchos casos a un economismo vulgar que no es otra cosa que la im potencia de pensar al hombre como producto y pro- auctor de si mismo, como trabajo y que, asi, lo pien- fa como mereaneia, como un ens creatum seculari zado, Para el ponsamiento presente, esta medificacién radical tiene consecuencias peculiares: en primer lu. gar, porque Ja disolueién del mundo constru‘do so- bre el aparato conceptual cristiano, y de esos. con ceptos mismos, produce un vacio por el cual y en cual el pensamiento se encuentra incapacitado de formular adecuadamente Y para la inteligencia todo fenémeno, La cibemética, por sélo citar el mis da. 2 ro ejemplo, y muy recientes investigaciones biolézi eas y médicas han puesto de presente, la primera que la légiea tradicional aristotélico—tomista o cris- tiana no posce los instrumentos necesarios para con ensiones del pensamienta ea su ahumana, ereada sobre el des da he mostrado hasta qué punto es frégil la idea de una fuente sobrenatural, e decir, teolégica de la vi- da homana, Ms fundamental en este aspect es el pensamtento revoluctonario de Heldegger, que ha puesto de relicve eémo todes los concestos fun. el pensamiento modezo se encuen- strumento suficiente pare ejercer su fun n tradicional Por otra parte, la idez dominante de que Io ecanémica es Io determinate del hombre y de la historia, pensado bajo el dominio cristiano, es de- cir, como ens creatum seculerizado, ha Provocado w na deformacién: e] hecho de que Jas relaciones na- cidas on la produccién econémica constituyen el cr’ terio para medir exclusivamente toda activided hn mana, El cristianismo secularizdo es asi la ideolo- gia de un capitalismo segiin la cual Jo que importa no es el hombre como trabajo sino como producto sometido 2 la Memada ley de la oferta y la deman. da. Asi, el pensamiento no suele medirce sino por el eriterio funefonal que Jo juzga de acuerdo con su acomodacién a la sociedad o su eficacia en el pro- ceso econémico, Esta es, entre otras, la razén por la cual en las Namadas sociedader ‘ndustviales la inte- ligencia se ha marg’nado 0, al acomodarse, ha jus- tificado su acomodaciin mediante el conformismo, 2 Tn él primer caso, la marginacién del pensamiento conduce a un romanticismo del pasado, a uns tura de memerias. En el caso de 1a acomodacién, es- ta conduce a Ja inteligencia, por una parte, a la con. eepeién “técnica” de literatura y de expresién se ob- serva en las nuevas corrientes de las letras europ Elromanticismo del pesado, la “nueva Edad Medi desemboca de modo casi natural en el faccismo. La acomodacién “técnica” o el conformisme tiene co. mo consecuencia la anulacién de le actividad pro pie de la inteligencia, la de eriticar, en cuanto pro- ‘voca el no-conformismo, que en les sociedades in. dusiriales cabe cons‘derar como un precjacto mds, el de las empresas literarias, que “garantizan" la Tie ‘bertad de expresién, A la acomodacién “iéenica” que considera le substancia novelable de una socie- dad como un objeto de experimentacién, que supo- ne ln neutrelidad politien de tel subtaneia, corres- ponde la correleciéa del no-conformismo de la sim- ple protesta, Uno y otro son funciones equivalentes de la misma sociedad productora, Hilo quiere eviden. temente decir que la inteligencia se encuentra hoy ante Ja imposibylided de trazar el ecquema para un mundo nuevo, de buscar y encontrar en esa socie- dad productora moderna una funcién semejante a la que aquella ocupé en seciedades anteriores, que, pues, In relacién entre sociedad ¢ intel'gencia ha perdido su fundamento real y solamente se covvierte en una pregunta, para cuya respuesta se carese de los instru- mentos coneeptuales necesarios, Cabe a 1a inteligen- cia la tarea de 1s critica gocial? La de su afirmacién? La de la orientacién? Es evidente que en la época actuel los mismot medics de comunicacién que permiten el ejerc’ B de una do esas funciones no fon, por su earketer e:- pecialmente comercial, medios de comunicacién, si no condicionantes de dicha comunicavién, y que por ese motivo las funciones de orientacion que ejere'6 la inteligencia estém sometidas a un interés que con tradice implieitamente ta orientacién misma, En tal s‘tuacién, el pensemiento presente, oscilante sobre el vacio teolég'eo y acosado por las presiones de un eco- nomismo vulgar, no ha de buscar una nueva teolo- leamente rechazado, Tiel a s~ nataraleza critica y asu ingénita relacién con lo real, ha de busear y desentranar las estructuras de lo nue- rompiendo para ello el “continuum de la histo " (WW. Benjamin) en que consiste la revolueién; ha Ge poner de relieve la fregilidad o la falacia de las estructuras presentes; ha de ser reto, es decir, tica en cl sentido més alto de la palabra, y ha de tet e] riesgo que trae consigo eca actividad en « mundo actual. La eritica, empero, no tiene ote com- promiso que el de la libertad humana, su abso'uta realizacién en el mundo y el de lograr que la siloso- fia cumpla en conereto lo que ella ha prometido te6- amente: él pensamiento tiene el compromiso de ‘realizar la filosofia’, de partir el fin de la filosofia hecia el trazo de un Novum, una Utopia, en que con siste toda tarea todriea, Bi pensamiento dete volver a ser “teoria”: examen, critica y proyecto de un mun. do nuevo. hegel Notas heierodoxas pasa su lectura “Latero hizo hablar a Ja Biblia en aleman, Usted a Homero: el més grande regelo que puede ofrecer- se a un pueblo; pues un puchlo es barbare y no ve Ja exeslencia de lo que conoce como algo verdade- ramente suyo, mientras no aprenda a conocerlo en. su _ Si quiere Usted olvidar estos dos ejem- plos, dfré de mis esfuerzos que he de intentar enss- fiar a Ja filoscfia a que hable ea alemin. Y cuando se haya logrado ese propésito, resultaré infinitamente més diffell dar a la vulgarided apariencia de oracien profundal”. Bstss famosas y maltratsdas {roses de Hegel, tomadas de un proyecto de carla a J. H. Vess de mayo de 1805, son la tdc‘ta conclusién de una pi- rrafo anterior, en el que con inovente inmodestia a- nuneia al venersble Voss que, después de tres afios 25 de silencio, habra de presentarse, al fin, con un “sis. tema de fllosoffa”, cuya publieacién ereia poder pro- meter para ese otofio. EL ni (6 su epani- cién dos alos mas, y cuando en abril de 1807 salié de les prensas de la casa Goebhardt de Bamberg, el li tro mil veces prometido no era todo el “Sistema de Ia cien ino solamente su ‘Primera parte, la fe- nomenclogia det espfritu”. Esa cbra iué sin embargo, Ja Ultima leceién que Hegel dié a la Filosofia para que ésta aprendiera y siguiera hablando en aleman. Acueio:os investigadores como Theodor Haering aseguran que Hegel escribié le obra en muy corte tiempo y bajo la presién de sus propias promesa~ hechas al inmpaciente editor y dadas a conocer re. Petidamente ea log Indices de conferencias somes. trales de la Universidad de Jena, Lo cual explicaria aunque no con conviccién, la apresurada sintaxis, maltrato de la gramatica, la eparente d'scontinuidad ¢ imprecision en el uso de los conceptos, el desarralic insuficiente de las ideas, cuya fundamentacion y mo- tivacién Hegel debié dar por supuesta, en una pala. bra: Ia irritante dificultad con 1a que tropezaron, ya entonces, los lectores més femiliriazados con las au- dacias intelectuales de los idealistas. Hegel, en elec to, discute con sus eontempordneos sin mencionar, de- Lcadamente, el nombre del enemigo. Ya en el rne- morable prélogo de la Fenomenologia, que supera en Gificultad a toda la cbra, no solamente rompe con Schelling, sino que desafia cu orgullo y siembra el micleo de Je posterior y baja rencorosa disputa del orgullose, sin que el lector de hoy lo adivine. Este, que apenas puede conocer el entonces minimo mot vo de Ja querella, porque Schelling mismo consiru- y6 en su juventud tantos sistemas diferentes y pa- 26 radéjicemente uniformes como escritos public6, se ve, pues, ante una polémica, de la que sélo concibe el contenido tono de diferencia, y hasta de irdnicr actited. La Introduccién apunta a Kant, 0 ala in- texpretacin fichtlana del famoso critico, y ya en la primera grada desde la que ol Espiritu emprende su mareha solemne hacia su propio Reino, despacha de un gesto ineémodo a los empiristas, a los fildsofos de Je “reflexién”, a los del “sentido comin”, y no se sa- brfa que su desprecio iba contra el insignificante Krug 0 el popular Reinhold, si antes, en el “Anuario cxit'eo de filosofia”, que publicd aiios antes con Sche- lng, no hubiera ensayado ya 's, latiges... le cauterizacién...” contra esas egre- gias figures. No cabe duda: el lenguaje de La Feno- menologia esti lleno de alusiones, y cuando eseribe: una opinién natural la de que antes de ir, en ii- lorofia, a la cosa misma, esto es, al cono¢‘miento real de lo que es en verdad, sea necesario Ponerss de a- cuerdo primeramente sobre el conocer, al que se lo considera como instrumento para apoderarse de lo Absoluto o como medio a través del cual se lo mira”; cuando esio eseribe, alude especialmente a la Cri tica de le razén pura, pero, de paso también, a Fichte Ya Schelling. A més de alusivo, no carece de iro- nie, pues més adelante demuestra que esa opinfén “natural” que cor lera el conocer como medio no solamente mediatiza, y por tanto desvirtia el afin €e apoderarse de la “cosa misma”, sino que produce 4o contrarie de lo que se propone: la cosa misma no es la cosa misma, sino “nubes de error en vez del clelo Ge la verdad”, y lo que es “natural”, resulta al ca bo lo mas antinatural del conocimiento. Metéfo- ras como la de las nubes del error y el cielo de la ver- 27 dad 0 como aquella que compara la diversidad con- tradictoria de los sistemas filoséticos como progre- sivo desarrollo de la verdad con el “contra e planta, en el cual el florecimiento , ¥ el frnto “declara falsa la exis- tencia” de aquel, y que tanto indigné al seren: Goethe, servirian para probar que es fa'sa 2 la mortal seriedad del sistema y su seca de lo que acusé a Hegel ese Kierkegaard, a su parte, también sembraba a la filo hhasta intenté en varias ocasiones buscar Ja inmorts- Idad con algunes larges poemes como “Eleusis", dicado a Hoclderlin, 0 ciertas metafisicas odas de amor dialéctico, dedicadas a su nuvia Maria Ven Tu. cher, pero en él no son, como en Kierkegnard, el Uan- to de una subjetividad iracunda que pretende a- liviar el peso de los conceptos con la lubridez de Tes lagrimas, sino la intens!dad del pensam‘ento que obliga a Ia Iongua a que sleance los parfiles de Ja imagen. La metéfora en Hegel no es comperacién, pues éta no cabe alli donde los términos compaze- bles son momentos de un todo o Negoc’acionos recipro. eas, sino el “salto” de la cosa misma en el elemento del pensar. De ahi el que, en ése momento, la planta ya crecida “refute” su semilla: la Naturaleza queda trans- puesta en la notacién dialéetica del concepto, y el concepto se flustra on dl paisaje natural. Ademis de alusivo, met: el le de Hegel es, si asi cabe Ma- . Mas aim: su singular ma que los lingiiistas inexplica. ‘etimologia popular”, qui- nejo de 1s “ctimologi blemente suelen Namar 28 248 porque no es la propia, constituye el eje de sus dinas y complejas disbnciones precedié Aristételes y lo siguis eger. Una de Tas etimologiss mas ejemmlares —y a la vez de las Tenos famosas, porque ha pasado inadvertida a los mas famosos invest'gadores hegelianes como Hyppo- Tite y su comentedor Findlay o al mismo devotisimo Giocknes— ¢ la que obliga a Ja palabra “ejemplo” (Bolepiel) a que, separada por un guién, se eonvier- ta en “concomitancia” (Bei-Spiel) sin perder del to- do ia avepeién originarla de Ta lengua vulgar, y sin ceulter en su novedad Ja fuente antigua con la que Hegel en ese momento est discutiendo: el concep: to aristotélico de symbebekés. No sorprenderin, asi mies, los otros ejemplos que siguen: a “opinar” o “dar ~palebra clave de les semidtieos la em- con “mio” (moinenmeiz), de dbnde “opie Ga” resulta, ante el absolute y el Espiritu, una iha- én simple del nobre sujeto, es devir, une irénica ver- idealista de la déxa de Parménides. Este infimo nimero de ejemplos podra sugerir Ja (fala) impresién de un Hoge! considérablemente ingenioso y, en ceasiones, arbitrario, ante lo cual ca- ria preguntar si les leeciones que Hegel dié a la Jengua alemaaa para que la filosofia pudiera servir- se de ella con soltura y profundidad, no eonsistieron an algo més que en la habilidad y destreza de su ma. hejo, esto es, en una oposicién, casi jocosa, segura- mente burlona, él espiritu weimaeriano de la época, tan profundo, sublime y genial como engolado y gra. ve, Resultaria digno de gozosa: sonrisa el que el pea sador sleman que pasa por ser protatipo de la com. Plejidad alemena, hublea Ilegedo a tal extremo gra- clas @ cu esfuerzo de haver flexible su lengua madre para que la filosofia pudiera hablarla o, si se quiere, de ensefiar al alemén a que hable filosot cual traté de darle la gozesa ingravider a rio pensar griego. En parle, éste es un hecho evi. dente, que encontraria su secrets y simbélica con:- probacién en Ja amistad y aficidn que unié a Hegs] con el genial burlon de esa época, Jean Paul, Ei He- gel aue eceribié —y no se atrevid 0 no considers o- portuno para publicar— la "Constitucién del Reich”, con su primera frese contundente; “Alemania ya no es un Estado”, y el que sabia destrozar con tan deli- ciosa y sabia onorgia la vulgaridad conterapordnea, fue un polemista contra el espiritu de su tiempo y en favor de lo nuevo: igual que Jean Paul, como ya se insmué, quién, come Hegel a la filosofia enseié al humor a hablar en aleman, El lenguaje de Hegel es polémico en un do- ble sentido: en el ya citado.de Ja alusién y de la critica de la ironia, y en el “estilo” o, como a dice, en el de quilar a Ja vulgaridad le aperiencia de profundided. Hegel llega al extremo de afirmar que, pata el sentido comtin, Ia filocofia es el mundo ai revés, Ya juzgar por su prosa cabria agregar que para Ja gramética del sentido comdn la gramatica de Ja filosofia es el revés Ge la gramitica, Por lo menos el lector de Hegel habré de medir su estilo con cé- nones diferentes de los habituales y aceptara que las aparentes contorsiones, anacolutes, oscurldades de ciertos pasajes de sus odras no son, como en muchos de gramitica enrevesada, expresién de un pensamicn. to confuso, sino la necesidad de dar forme eserita adecuada a un pensamfento que no acepia y que refuta el mundo de la casualidad, es decir, el del sentido comin, A-Hegel lo han oscurecido auienc. 30 reducen la dialéctica a la profana trinidad “teste antitesis-sintesis” aunque no hay nada mis antihoge- ano que éste singular trio, tras el que ce enmasca- r8 una causalidad infinita, y que encarcela en ella Jo que es juego de reefprocas negaciones y, por tare to, de toda coneatenacién caussefecto. Hegel di ce usar este lenguaje comin, que el efecto es la cau. sa, siempre y cuando se lo considere como resulta- do con-ereciente y en devenir. Pero el simple enun- ciado anula ia idea de causalidad. Desde la perspectiva del lenguaje, la disléction apazeee como la expresién do la nogacién: el vova- blo, cuando es central encierra en si todo ol proceso dialéctico, que toma su marcha en la negacién. Asi, Por ejemplo, eoucluye Hegel el capitulo sobre 1a “Certeza sensible” en la Fenomenclogia, en el que afirma —eriticando definilivamente todo empirismo, alin el elegante de los neopositiv'stes y el de los so. cidloges de lo empirico— que el saber inmediato 0 saber de lo inmediato no es el verdadero: “La car- teza sensible no toma (nehmen) lo verdadero (Wake), Pues su verdad es lo general. Pero ella quiere to. mar (nehmer) e] Este (el Aqui y Ahora inmediates), Tal Este es algo general: ..yo lo tomo (nehmen) tal co- mo es en verdad (Webrkelt) y en ver de saber algo in. mediato, percibo (neme ich wahr)". El eje “verbal” o “nominal” del proceso deseansa on las palabras io- mar y verdad. Como vocablo compuesto y sepata- ble (Wahmebmung = percepeién; Wakr = Verdadero; nehmoa = tomar) sitve a Hegel para mostrar (de ahi el titule de fenomenologia) el proceso implicito en Ja certera censible, en su afin de toman, sin media. 81 cién, lo verdadero; alan quese niega a si mismo, po- ra dar entrada al otro paso de la pereepeién que, ‘you, os aperenternente Ia toma de lo verdader guiendo este procedimiento, 1a perceneiéa resulta lo inesencial, pero el paso de lo uno a Jo ovo no es causal. Al lado de estos ejemplos, que pretenden mos- trar en qué consicte Ja primera dificultad de una I>. tura de Hegel, cabria mencionar uma peculiaridad més: e] uso. del refi habitual conocido en Ja literatura alemana y que r2- salta con tanta fuerza, que algunos hegelianos de md Adorno, por ejemplo) lo de sa profe toca, en los verbos compuestos, al lado de resto al lado del verbe: er hat sich in seinem Wer. den auigehoben o er hebi eich in seinem Werden aul, Este uso tiene motives ritmicos e histérieo_gramatica- Jes, que Hegel no reepeta. El condena al reflexive a gozer de otra compafia: o bien a hecer resaltar el participio (er hat in seinem Werden sich aufgeho- ben) o el objeto (er hebt in seinem Werden sich aut, Mabled agli’ pucsvel miundo def 'entido cum revés. Bl uso, empero, no es excepcionalmente Te cuenta, y es posible que entre los motivos que lo im- pulsaron a cometer tal irregularidad venial, se encuen_ tre el que un “Firsich” 0 “Ansich” podria producir con él reflexivos efectos por lo menos cacoféni cos, Més posible empero es un motivo que podria lamarse dialéetico: el reflez'vo es reflexién en ser- tido literal, y es también reciprocidad. La coloce- cién hace resaltar, por su irregularidad, estos dos, prineipalménte el iilt'mb de Ios os centido's, El uso 32 del pronombre reflexive en ai valor “reflejo-reci- proco”, si asi cabe lamarlo, serfa un reflejo grama- tical de la idea del espiritu, que “es el movimiento del conocer, la transformacién de 1a substencia en sujeto, el eireulo retroandante en si, que presupone su comienzo y sélo al fin lo aleamza”, En el “sich” como reflejo-reciproce cristaliza Hegel sintactica y gramatiealmente éste eirculo que es ol Espiritu. De notar es el hecho de que el reflexivo con tal funcién circular s6lo se encuentra en tereera persoue. El Yo y el Ti caben en la tercera persona del plural: le sociedad, un “ellos" mas modesto que el “nosotros” Por lo demés, para Hegel slo hay un Yo, o} ee Fichte, la , madre de la “con- ciencia infeliz"; 0 el Yo de Hegel, como Napoleén, gereate de la “Universal, aunque en el iil6- sofe, el Yo no cabalgue por los carmpos de Europa triumfantomento, tino se esconde tras Ia ra térica y critica. Pero esta aparente soberbi yazén a las protestas fervorosas Ge Kierkegaard, Al indivicluo no lo salva de su aislanmento;,¢l ve constitu- ye como tal en Ja reciproc'dad de su condicionamien- to social y de su especifida’ singular, 0 dicho con pa- labras favoritas de Hegel, en la dialctica de lo Sin- gular y lo General. De paso cabe anotar que aqu resuena la paracoja de Reusseau: del sofiacor soli tario y sentimental que proclama la idea de la vo- Janted general, En los escritos juveniles Hegel con- Ja reciprocidad como amor; mis tarde, extendi- dida su funcién al mundo, la lamé “mediacién”. Uno y otro suponen Ja esclsién, que, como hecho de 1a vida, constitaye el menostor o 1a nevesidad do quo haya filosofia. 5 33 Dificitmente podria suponerse que el amor en su metamorfosis cientifica de “mediacién” pudiera cons- tituir un obstdculo tan grande para Ja comprensién de un persamiento que, como el hegeliano, esta pene- trado de eros. Lo cierto es, empero, que a las afi. ades de su lensuaie y estilo se agresen Les cue propone la ‘mediacién” in praxi, El lector se siente navegente en un bravio mar desconocido, cuyas olas to elevan y, acto seguido, lo lanzan contra un benco de arena del que vuelve a reseatarlo una ola mas. Esta tmagen —que hubiere sido posible en un poema juve. ni. de Hegel— liere dar a entender que en virtud de la mediacién, que es el medio de pensar, ésie se cjer c2 en el muncio de los conceptos y a la vez en el de la igar realidad, entre las (lo inmediato) y el cielo de 1a verdad (el Absoluto). Habituado 41 esfuerzo de entender las cifras lanza das contra Kant, cuando, al cabo, cree el lector po- der continuar sin tropiezos el hilo, tiene que enfren- tare a una referoncia al Terror de la Revolucisn Frencesa, puesta al pie de la sublime discusién sin aparente continuidad. El memorable y fundamental capitulo sobre “Senor y Esclavo” de ia Fezomenclo- gia (por no citar el de Ia Sociedad burguesa de la Fi. losofia del Derecho) habla de la dependencia e inde- pedencia de la conciencia en su reciproca y negativa relacion, y apenas cabria le sospecha de que tris los dos coneeptos puede ascmar de pronto el par de per- sonajes de Jacques le fataliste de Diderot, los Quijct» y Sancho de la ilustraeién francesa (0 mejor, los dos Sanches), en quienes. Hegel resume las inconeiliables contraposiciones del pensemiento y de la sociedad ilustrados, las que Iuego vuelve.a referir a les eantra- Po-iclones inconciliables que, segin Heyl, atozmen- a tan el pensamiento de Kant. A esta riqueza de ma. terial la llama con fortuna Hermann Glockner “asi- miento problemAtico-universal” del pensamiento (la finiea denominacién afortunada de éste laborioso y desafortunado investigador) 0 “eonmocién de proble- mas del universo”. En realidad, con nombre menos irracional, es el transito brusco de “metafisica” a “ff- sica”, en el sentido griego de los vocablos, 0 su rec procided; para otros contenidos Zubiri acuid elt mino de Reciprocar, y cabria decir entonees, utili- zando ¢l “talante” active que da Zubiri a la palabra: que este trnsito bresco es la “reciprocacién’, sit ve niat verbo, Pays's y meta physis estén intermedia- dos 0, con otras palabras: con-erecen, De abi el que para Hegel, Io que parece més concreto, le physis, 23 en verdad lo mas abstracto, lo mis general, por- gue no esti intermediado, no ha crecido con la meta phiysis, porque est “abstraido* de su concepto, Con- cepto en Hegel no proviene sélo de coneipere, sino del alemén medio, que designaba el ambitus urhis, en el Mester Eckardt alcance, amplitad, érbita y sammum, y para entender el concretaum hegelianc podria de- cirse que el concepto es el dmbito de Ja cosa. Lo con. ereto es lo intermediado, o Ia dialéctica. Y asi tam- ign: Te dialéctica es lo conereto, 0 1o real es dialée- ico. De ahi la frase escandalose que ha causado hasta na guerra mundial en su interpretacién irraciona- lista: lo racional es real y lo real es racional. Supo- ner que cl secreto y ocasional jaccbino Hegel preten- dié con esta frase de su Filosofia del derecho glorifi- car el Estado prusiano — como lo supuso y difundid su acre bidgrafo, Rudolf Hayra — és tanto como ercor que el movimiento de reciprocidad “real-racional no 3 movimiento, sino el abrazo conformist de la ra- 35, zon esencialmente cinmica con el Bstado de opor- a pletonismo, No Hegel, sino Haym glorified el Estado prusieno, al convertirlo en arquetipo que si- puestamente justifica Ia razén, Haym patd por alto que es la racionalidad de Jo real la que impulsa toda teansformacién, y que la escandalose frase implica, por eso, la superacién de aguel Estado, Nada hudiera vprendide maz al liberal biégrafo de Hegel que el ho de que fué Marx, y no sus liberales eoparti- caries, quien en una de sus Tecis sobre Feuersach s2- cO las consecuencias de su maientendido, “Los fild- sofes —conclayé Marx de la interpretacién de Haym— hen interpretado ciferentemente al mundo; lo que imports es ivensformarlo”. $i lo real es racio- nal y lo racional es real, la diferente interpretacién del mundo es ya eu incesante transforma sélo la opinion di ‘Mis que ningtin otro filésofo, Hegel exige su lee tura total. Bl eo quiza el unico, cuya lectura reclama luego el olvido, Hegel no os susceptible de resime. ‘smo fu8 el primero en rechezar deridi. olamente la de sus obras, sino la de 0-05 momentas que la colstituyen. Su pretensién absoiuia no proviene del convencimiento, habitual o supuesto en otros pensadores, de que sus meditaciones son evideniemente la verdad. Tal no fue su scberbia, HI lector de Hegel, que no se entregue @ la dictatorial exposicién del Aristételes berlings, se cierra el camino de su ecmprension. Quien después de su lectura, lo olvida, tendra que decidir ante la alter- netiva de ser hegeliano 0 simple irritado doscogra- 36 fo, 0, como Kierkegaard, de recluirse en los saltos de su c:sesperante y desesperada subjetividad, 0 como Marx, de realizar esa filosofia, es decir, de convertirse en ageute revolucionarlo del Espiritu convertido en su re~ verso, Sin orgullo vano por Is altura que habia lo~ grado, Hegel dobié toner consiencia de ella, “Lo verda~ €ero es el yértigo baquico en el que no hay miembro ¥ porque todo, al deslindarse se di- emente también, os él 1a transparente y sencilla quietud”, Nada més ajeno a estas danzas que la ca de un Bosanquet, en su trinitari a, 0 la idea de un Hegel encubridor de algin rato, qite pretendié descubrir ol fantistico Stir ling, Sin renuncier a la exacta lucidez de la rezén, fueron mas bien los poetas quienes supieron seguir catia, es més hegeliano que el lsborioso holandés Bo- Iand, pedze afamado del renacimiento de los extue clos hegel:anos en el umbral del siglo presente, “La astucia de la razén”, quo al decir del idealiata, se sir. ve de las pasiones para lograr sus objétivos, aleanze de la poesia lo que le niega el conoci- ico de espiracién cientifica: el conoci- y la Filosofia en conceptos, Gaméntal diferencia entre las dos, la verdad que él anuncia ha de lecrse como un poeme: les dos des- cansen_ en si mismas, Sin embargo se ha dicho, y con razin, que no hay filogofia que sea en grado tan eminente iilosofia de Ja Revolucion francesa como la de Hegel. Hasta el experto on textiles y comercio, Engels, no tuvo in- 37 conveniente en insinuar que sus aventuras con la dia. Iéctica podian invocar 1 involuntario patrocinis. (de parte de los pretendidos patronos) de Kant, Ficate y Hegel, Aunque esta afirmacién resulta una aventura més de Engels, lo cierto es que Ja dialéctica de “So- fior y Esclavo”, el concepto de “Enajenacién”, le des- cripeién critica de la sociedad burguesa de Hegel, sin los que Marx no hubiera podide construir su feno- menologia del espiritu al revés, esto es, sa fenomens- Jogia de Ie cosificacién humana bajo el imperio de Jes mereaderias y de los mercaderes, (el primer tomo de El Carifel), son frutes evidentes de esa filosofia de la Revel Francesa. Pero Ja substancia poemAtiea de su pensamiento no excluye ni se contradice con el elemento politico de su experiencia intelectual. No solamente, empezo, porque la totalidad que pien- sa Hegel es una real en la que caben los supuostos extremes contradictorios, sino sobre todo porque poe. matizacién y politizeciéa de Je filosofia constituyen dos agpectes esenclales y confiuyentes de una misma corriente: la que Ieva a Ja filosoffa a su disolucién cuando ésta pretende, como lo hizo desde Leibniz y Kant, ser filosofia coma ciencia rigurosa. Richard Kroner acegurd que “entender a Hegel quiere decir que no se lo puede sobrepasar. Si, sin embargo, hu- biera afin un ‘post-Hegel’, seria preciso’ entences un wevo comienzo”. Ese nuevo comienzo ha sido un pi- so atrds: el reiterado descubrimiento de los origenes ga @ la filosoffa a una revisién fundamental de sus funeiones y de su tarea. Lo cual empero no quiere decir que, por ejemplo, el pensamiento “repita” des- de el presente Io que hace siglos pensaron Parmaéni- griegos del pensar, que eclebran en Hegel su prime- es, Herdclito, Platén ete; que éste contraponga iellos contenides a las vanas y pedentes preten- mes de uno 0 varios neopositivismos, Hegel mismo fue el primero en advertir la irrespetabilidad de lo que ha sido. El nuevo comienzo significa mis bien que la filosofiz vuelva a hacerse merecedora de su nombre, amor al saber, esto es, que no se reduzea ni sstisfaga con el conformicta sofisma segiia el cual “el mundo es todo aquello de lo que es caso” y “el mundo es Ja totalidad de hechos, no de “ecsas", y que consecuentemente concluye con ésta frase: “mi: oraciones explican por qué aquel que me entiende las encontrara, el final, insensatas, cuando él las haya superado, gracias a ellas. (El debe arrojer la escale- ra, por asi deci, después de haber subido por ella)’, y con ésta recomendable — y por eso sélo popular — confesién de modestia “Sobre aquello de lo que no se puede heblar ha de callarse” (Wittgenstein), Este brillante y peculiar pensador sorfa la mas ilustre comprobacién histérica del veredicto de Hegel sobre el saber inmediato 0 saber de lo inmediato, sobre el saber de un mundo que s6lo. consiste en heches, foots — infarmacién y propaganda: “de noche todos jos gatos son pardos”, como dice en la Fenomenolo- . Si el mundo es el conjunto de hechos, el paso siguiente es de su manipulacién, y su saber corre Pondiente es, cuando no el entusiasme prefilosdfico de la “légice” de Jas ciencias naturales, el uso de la propaganda, Por ol contrerio, el amor a la filo-ofia, el amor al saber, es 1a transformacién del mundo, no su ornamentacién monumental y acomodaticia: como todo es fact, y el entendimiento Io afirma, Ia felici- dad no ha de consistir en un mundo mejor, pues tal categoria no cabe en el concepto de los facts, sino 9 en. unos facts mejor aderezados. No cabe duda que la certeza sensible se siente satisfecha en ese mundo de facts, que es el suyo propio: de ahi la permanente glorificacién del status quo como su ultimo y mis deseable estadio, En Hegel, el nuevo comienzo de inspiracién gr ga enmarca 2 la filosofia entre la Estética y la Poli- tica: su més significative testimonio es la interpreta- cién de Ja Antigoaa de Séfosles en 1a Fenomenclogia, em la Filosofia del derecho, en la Historie dé Ia Filo- sofia y en la Estétics, en donde Ja Hama “la mas mo. ble” la “gloriosa’, la mas grande figura que haya aparecido sobre la tierra. La mencién entusiasta de Antigona, en cuyo conflicto con el ilustrado y legu leyo Cren, Hoge! ejemplifica los problemas de la re- lacién femilialey por una parte, y, en dependencia con ellos, los problemas estétieas de Ta tragedia, por iciom: el pro- ceso de negacion reciprccante y la implicita trascen- dencla de lo negado, en que consiste Ia dialéctica, co tre paralelo al conflicto de autoescicién y autocone!- liacidn permanertes en la “naturaleza social-moral? (en la sociedad), en que consiste la tragedia. El odie istema” no es otra cosa que la escenifiezcidn jca del pensamiento. Nunca sometié Hegel a la realidad al yugo de un principio, del cual se deduce violentamente el todo de la misma: Por el contrario, su idea de Jo con-creto obligé al pensar a que descen- diera de ta ciega cosa en sia la que es “en ai? v “para si” y que en vez de sublimes y fugaces ultimidades escogiera como punto de partida los “mas bajos me. nestexes del hombre”. De ningiin filésofo se conoce frase semejante a la que Hegel eseribid siendo Jefe de Redaccién de un periédico: “La lectura del diario 40 por la mafiana es una especie da bendieién realista, maiianera”. Pero justamente en ese cotidiano y tem- prano encuentro con la realidad vulgar y comin sur- ge para Hegel la presentacién de la tragedia’ la con- ciliacién del concepto cen la realidad, en que consis. te el fin iiltimo y el interés de la filosofia, segin se lee en su Historia de Ja filosofia, No se podra negar, pose a todo, que la lec- ture de Hegel no silo es excepeionalmente dificil, sino tormentosa. Que, aunque ha de leerse eomo un poema y presenciarse como una tragedia griega, su obra procura todo menos placer estético inmediato. Que, como apunta Theodor W. Adorno, el tanico hege- Jiano_que escribe como Hegel, “en el Ambito de la gran filosofia es Hegel por cierto el tinico, ante el que literalmente no se puede saber a veces, de qué habla, y en el que no hey garantfa de la posibilidad de se- mejante decisiin”. Adorno ciertamente no pone en la cuenta de les dificul'ades el hecho de la impureza filol6gica de Joy textos de Hegel, ala que habria que sgregar la impureza filoséfica de los hegelianismos tradicionales. Germann Nhol, por ejemplo, quien edi- {6 a comienzos de siglo numerosos fragmentos juve- niles bajo el equivoco titulo de Escritos teolégicas de Juventud presenté un texto de apariencla unitaria compuesto de fragmentos de diferente época; 0 el me. titorio Holfmeister y el pio Lasson, al dar a conocer as conferencias de Hegel en Jena bajo el titulo de Filosofia real de Jena no Jenaron las lagunas de los ‘manuseritos eon puntos suspensivos discretos, sino con el salto mortal de una continuidad inexistente, Nada hay que decir en este sentido del pecaminoso procedimierto de algunos “discfpulos del finndo”, co- mo se Haman con respetuosa modlostia los primeros 4 editores de Ja obra completa, quienes en nombre del “hegelianismo” completaron con interpoleciones de su propia cosecha, siguiendo el espiritu presunto de Hegel, un “sistema” de filosofia, sobre euya posibi- lidad el Maestro mismo no habia tomado decisién al- guna, y que por eso convirtieron el genial esbozo en presuntucsa plenitud, Mas que en Kant, pues, es pre- ciso atender a la “filologia® hegelians, para no dar por hegeliano lo que es pelidez de algiin Gans, Mar. heinecke, Gustav Hotho o ol mismo y fidelisimo Rosen- kranz. Pero éste cuidado tiene un aspecto positivo: es preciso poner entre paréntesis la lectura genética de Hegel, como la puso de moda Dilthey, y renunciar provisionalmente a los Escrifos teclégices, a las con- ferencias de Jena, a Ja inflada Enciclopedia berlinesa que, en la edicién de les “discipulos del finado” y en Ja usual reimpre:ién de Ja misma por Glockner, eano- cida como Blicién de Jubileo, figura con el atmira- ble, pero inexacto titule de Sistoma de filosofia y que ‘ca hasta tres tomos; y es preciso renunciar tam- ién a las conferencias o lecciones sobre Fi Ia religién, Filoseffa de la Historia y la Estét mo a los eseritos, editados por Lasson, Sobre filosofia del derecko y Politica. o al menos util ‘los con deta- Heda precaucién. Este serie de trabajos lena de le gunas inexistentes en el proyecto intelectual hege- iano, es decir, da al pensamiento. una conclusion y dogmatismo que nuncz llegé a tener realmente, La lectura y el estudio de las obras publicadas por Hegel durante su vida, deja al leetor un campo abierto y da asi al pensamiento de Hegel un valor de actualidad permanente, el de lo inconeluso. Al revés del comer- clante Engels, quien recomendaba leer, en ratos per~ didos, la Estetica de Hegel como adecuada y preciosa intreduccién a su pensamiento, es preciso eomenzan con los primeros escrites del Anuario de Filosofia, como el de la Diferencia de los sistemas de filosofia de Fichte y Scheling, en el que Hegel delimita su po. ign dentro del pensar contemporéneo, expone st el de la Exencia de la critica filoséfica, en donde He- gel apunta los temas do su erftica, esto es, Ia filoso- fia de le reflexién, del sentido comin etc.; 0 el titue lado F& y Saber y Sobre los moos de tratamiento del derecho natural, en los que Hegel anuncia el contex- bajos explican, junto con la Propedéutica filoséiica, escrita muy posteriorments, los tépicos integrados lue- go en la Fencmenologia. del Espiritu, al final de caya leetura es preciso leer el famoso Prélogo, que resu- me Io ya alcanzado en el libro y tiende y exige el puente a la Logica. No la Filosofia del derecho, sino Ja Enciclopedia con sus correspondientes apéndices debe leerse al final del esfuerzo. “Lo primero que hay que aprender aqui es a es: tar erguido”. “Si el aprendizaje so reduce 2 mera re ividad, su efecto no seria mucho mayor que el de si eseribiésemos frases sobre el agua”. Hegel exige para su lectura que el lector “se ponga en el dmbito de su fuerza” y a la vez que aprenda a astar erguido y a ser contrario virtuoso. Lo que las dos frases citades pro. Ponen es, en su conjunta actividad, aquello que He- Gel Hama Selbsidenken, penser por si mismo, Tal es, cn iiltimo témino, la rebelde invitacién de toda gran filosotia, —~ en unos facts mejor aderezados. No cabe duda que Ja certeza sensible se sienle satisfecha en ese mundo de fects, que es el suyo propio: de ahi la permanente glorificeciéa dal status quo como cu Gllimo y més deseable esiadio. En Hegel, el nuevo comienzo de inspiracién grie- ga enmarce a la filosofia enire la Estétice y 1a Poli- su més significative testimonio es la interpreta in de la Antigona de Séfocles en Ia Fenomenolegia, en le Filosofia del derecho, en la Historia dé Ja Filo- scfia y en la Estética, en donde la lama “Ia mas no. ble” Ia “gloriosa”, la mas grande figura que haya “ley por una parte, y, en dependencla con ellos, los problemas estéticos de la tragedia, por otra, delimita y determina su propia posicién: el pro- ceso de negacién reciprocante y la implicita trascen- denc'a de lo negads, en que consiste Ia dizléctica, co. lelo al conflicto de autoescicién y autoconei- liacién permanertes en Ia “naturaleza social-moral” (en Ja fociedad), en que consiste la tragedia. El odia. clo “sistema” no es otra cosa que Ia escenificeciér tragica del pensamiento. Nunea somotié Hegel a le realidad al yugo de un principio, del cual se deduce violentamente el todo de la misma: Por el contrario, su idea de Jo con.creto oblig6 al pensar a que descen- diera de Ja ciega cosa en si a la que es “en ai” v “pare si" y que ea vez de sublimes y fugaces ultimidades escogiera como punto de partida los “mas bajos me. nesteres del hombre”. De ningin {ilésofo se conoce frase semejante 9 la que Hegel escribié sicndo Jefe de Redaceién de un periédico: “La leetura del diario 40 por Ja mafiana es uma especie de hendi 7 majianera”, Pero justamente en ese cotidiano y tem- prano encuentro con Ja realidad vulgar y comin sur- ge para Hegel la presentacién de la tragedia' la con- ciliaeién del concepto con Ia realidad, en que consis. te el fin fltimo y el interés de la filoscfia, segia se Jee en su Historia de Ja filosofia. No se podrd negar, pese a todo, que la lec tura de Hegel no sélo es excepeionalmente dificil, ‘sino tormentosa, Que, aunque ha de leerse como un poema y preseneiarse como una tragedia griega, su Obra procura todo menos placer estético inmediato. Que, como apuata Theodor W. Adorno, el anico hege- iano que escribe como Hegel, “en el ambito de le gran filosofia es Hegel por cierto el inico, ante el que Iiteralmente no se puede saber a veces, de qué hebla, hay garantia de la postbilidad de se- Adorno ciertamente no pone en 1a de Jas dificul’ades el hecho de le impureza ica de loy textos de Hegel, a la que habria que agregar la impureza filos6fica de los hegelianismos tradicionales. Germann Nhol, por ejemplo, quien edi- té a comienzos de siglo numerosos fragmentos juve- niles bajo el equivoco titulo de Escritos teolégices de Juventud presenté un texto de apariencia unitaria compuesto de fragmentos de diferente época; 0 el me. ritorio Hoffmeister y el pio Lasson, al dar a conocer Jas conferencias de Hegel en Jena bajo el titulo de Filosoffa real de Jena no Jlenaron Jas lagunas de los ‘manuseritos con puntos suspensivos discretos, sino con el. salto mortal de una continuidad inexistente. Nada hay que decir en este sentido del pecaminoso procedimiento de algunos “disefpulos del finado”, co 41 sobre soren kierkegaard A propésito de su 150 aniversario (1963) Este cinco de mayo celebrard la Cristiandad 1 180 aniversario del nseimiento de Soren Kierkegaard, famoso por el minucioso rompimiento de su compromi 0 con Regina Olsen, por su disputa con el fantesma do un hegelianismo de segunda mano, por. su Diario e un seductor y sus Migajas filoséticas, e injusta- mente admirado por su desesperacién y su angustia, no menos que por las citas fabiilosas con les que Una- imino edarné “El sentimiento tragico de la vide” y Karl Jaspers el complejo de su “iuminzcién de ta existencia” y por algunas otras de algunos otros me- hos clamorosos en la historia de la cultura actual, Un embozado tedlogo cristiano, acosado por sentimien- tos ignos de alguna figura de Kafka 0 Dostolews- Ki, responsable, en parte, de la teclogia dialéctica y de algunos existencialismos religiosos, pretexio, en- ze otros, del tino y hasta agudo Theodor Haecker antes de que Unarauno — es preciso registrar la efe- 5 ides — lo conquistara) en sus “Apuntes de dia ae ae Kierkegaard ha pasado a la Enmore dad y 2 1a postoridad en lablos de eruditos y de Je gos 7 comparte hoy, junto con santo Tornis de Aa no, la sospechosa gloria de constituir parte aa o de la cultura de Occidente, tal como cireula 3 4 semejantes. ee nts soul Ja idea de asociarle ent ces con Marx, nacido otro cineo de mayo, aunque é sea uno de los padres de aquella cetera intel: gencia que se esfuerza en desconocer como ¢ ais oe cidental cierta masa de senlimlentos hogerefios, ie tinados ma: que e 4a edificaeién de cualquier as ra a la meditacién o a les conferencias de las ~~ gue atin tien tiempo de especular sobre 1a sicolo- gla profunda, Igor A. Caruso o Erich Fromm, seaa ellas de los paises super o subdesarrellades. Ea cierto sentido, este legenderio y pobre Kier Kegeard justifica y legitima tan lamentable seaine. Su mezquina e imitil disputa con la teologia ak de su tiempo, en nombre de una mis intima y aut e tica xeligién; eu prosumia defensa del “hombre de carne y hueso”; sus violentos “salios” desde el a dio estético hasta el ético y luego al de la bienavent cn ranza; su. ingenio y el manejo diestro de la para : ja: hay acaso temas més apropiados para liberar al espirta burgués de sa aburrimiento mortal (conver- tide por Ics kierkegeardianos en categoria estructu- ral de ese mismo espirita), para animar y alimentar la conversecion y les falsas' angustics y (por ae no?) para esperar del experto ef un dorjuenismo ss crita reglas y consejos para’practicario, encayarlo 0 aprenderlo sin caer en seereios epicareismes, mot tales aunque. perdonables, pero el fin y al cabo, Juzgar por los habitos mentales, peligrosos para cleena salud de Jas almas hermesas? No ha habido Fiéofe més popular que Kierkegaard, més ain que Hegel, Marx, Niezisohe, Husserl, Heidegger y hasta que Teilhard de Chardin, y eso es ya, en la historia Soclal de la cultura del Oecidente, algo mas que un mérito de inmortal. Sin embargo, también al piadoso Kierkegaard cabe aplicar la frase de su imaginario contendor cuando el danés, en sus Migajas filosdfices por ejem- plo, se lanza a corps perdu contra el Aristételes de Berlin; cuando, puos, hace fik sofia, sta se ct te para el sentido comin ei Is “embriaguez becante” con que Hegel caraeterizaba mo de Ios momentos de Ia filosofia, Yel popular Caus- seur de Ia socieded de Copenhegue, quien transmitio su encanto personal a la sociedad de otras capitales, Xo por ser ottas menos provincianas, arroja enton- ces su mascara y, sin jacz ni ornamento, inicia su mimo y su burla, ésta iltima tanto mis sangrienta, orque el espectador apenas logra entrever el des, precio con el que mira el actor, deste un Hislado es. cenario, a sus aténites © ignorantes espectadores, EL papel que representa Kierkegaard con sus seu- s, sus sutilezas, sus “saltos”, sus parodias, con eel dela marioneta que no se resigna al abandono en que la ha dejado el gren maquinista. Pero es tambiéa el del intelectual. Mas ain: Kierke- gaerd exea el papel del intelectual al representarloy so- clolégicamente, Kierkegaard es uno de los pocos eu: Topecs que, en, su tiempo, ejercen las letras al mar. gen de la burovracia, que no es catedrdtico ni fun cronario de una igiesia, ni diletante acaudalado, que muuere de su pluma, sin lazos sociales ni oficiales, at que — polémico, al fin, contra el hegelianismo — se desprende del “sistema y vive su bohemia teolégica, is tarde los. pok no son, entonc fica, sino delimit tual. ¥ en este hoi nes de escena, aunque vez, resulta ser el nico beneficiario. Por eso, Ki egaard se oculta bajo una campane de cristal, ix gura con su aislamlento el reno de Ja interloridad absoluta, y los aplausos de su pitblico de siglos: los elogics y los improperivs con que lo obsequian, le lle- gan sordos y mas como algaral ensala que mo voces. Actor y piblico, intelectual y socied: teoria y praxis ya no estin, como en la época de H gel, en relacién antagonistica: ninguno de ellos per- cibe la comunicacién, uno y otro se ven, mutuamen- te, como desesperados gesticuladores, y sélo el mi agudo puede dar a su dosprecio por el otro Ja ade- cuada expresion: es Ja ironia de Kierkegaard. De ahi el que las cbservaciones peyoralivas con que el actor acosa a los burgueses sean mas violentas que las furibundas de Marx o de Nietzsche. De ahi, tam- ién, el que ellas sean o hayan sido més ineficaces que Jas de sus afinidades involuntzrias. En la parodéjica vide de Kierkegaard, son jus- tamente su aislamiento y su ineficacia popular que le han ssegurado su mayor oficscia histérica, ficilments, os cierto, cabe lanzar, con ayuda de sus clamores, un “manifiesto existencislista’: solitarios de todos los paises, unios, y todo lo demés. En c: ‘tio, In ebsoluta libertad eon que le ejecuia sus mos en una inferioridad tan intensa, Je permite o 8 sin manifiesto, el orden hermoso del universo ¥, Teducida la existencia sl solipsismo de una exis- ‘toneia que se vive y se desvive por si misma, poner de presente que todo lo que es, es aperiencia, cons mn arbitraria, oscilacién permanente enive in, ntes contradicciones — alin su salto final, més que el primero, se anula en el momento en que, res- guardado en Ia paz ultramundana, vuelve sus ojos al rampolin desde el que lo. quiso emprender, En el aradoja e ironia son acién en lo reel — y sabo, el tedlogo que en O esto o lo ofro confesaba: ‘Soy ua esteta, un erdtico que ha comprendido la naturaleza y el artificio del amor, que cree en lamer y lo conoce hasta la profundidad, que se re- serva solamente 1a opinién privada segin la cual una aventura amorosa <6lo dura medio afio y que una relacién amorosa acaba cuando se ha gozado lo timo”; este tedlogo, pues, eceba por lenzar una in mensa carcajada, cuya agresividad convierte a los veneradores de la angustia y la desesperacién, del “hombre de carne y hueso”, de-la “peiSona huma- na” y de los demés valores perennes de la cultura del Oceidente, en dementes e imbéciles. En Kierke- a diferencia de Nicizsche, su sonrisa es ofen- 52, su burla latigazo sin piedad, su gran careajada de bufén el mas amplio, duradero y vasto improperio, I rey de la creacién: el hombre, un cerdo” escri- ‘bid Gottfried Benn, y ea esa frase se resume Ia acti- tud de Kierkegaard, quien por huir de ese expectcu- lo decidié buscar intensamente lo divino. Pero enre- dado en su aislamiento, su busqueda parecié mistica secular, A quienes asi lo ven, empero, @ ig motivacién de su piedad, esto es, el dexproti a hombre, sigue gesticulando Kierkegaard el verso dé Benn, Al nombre de Klerkegaard suelen asociar, entre otros muchos, el de Sécrates: la casualided biografi- ca de su tesis de Magister Sobre el concopio de ironia ea Socreies admitiria semejante asceiacién, ligera por Jo demés, Pero cabe un mds profundo parentesco: Kierkegaard, simbolo de Ja intcligencia aislada aco- sada por la sociedad, comperte el desiino de Séora. tes, condenedo por una multitud que se treia auto- rizada par juagar el pensamiento. Y no otra cosa, sino condena, es el vacerio de los admiradores del danés, convertido en director espiritual de un aby- rrimiento plus ultra, Para esa multitud valga esta ‘pardbole que Kierkegaard recogié en O esto 0 lo olro: “Me ha sucedido algo maravilloso, Yo estaba feliz en ‘el séptimo cielo. Los dioses todos se hallaban reuni- dos, Por una gracia especial se me permitié expresar sun deseo. “Si quieres tener juventud — dijo Merou- rio — 0 belleze o poder o una largs vida o la mujer ads bella o alguna de las marayillas de las muchas que tenemos en nuestra caja de abslorios, escoge, pe- ro sélo una cosa”. Por un momento estuve perplejo, pero al poco rata me dirigi a los dioses con estas pa Tabres: Venersbles contemporinecs, yo escojo una coca: que siempre la risa esté a mi lado. ¥ entonecs no fué un dios el que replicé, sino todos se pusieron a reir, De alli deduje, que se me habia cumplide mi deseo y encontré que los dioses sabjan exprosarse con buen gusto; pues hubiera sido inadecuado de ellos si hubieran respondido con graveded: se te concede”, | No eabe duda: la risa ha estado siempre al lado de Kierkegaard, y los dioses le fueron propicios, 50 breve ejetcicio sobre sila (Religién y Poder) “Lo supleron los arduos alaninos de Pitagoras: ‘Los astios y los hombres vuelven cfclicamente; Los atomos fatales repelirin la urgente ‘Afvedita de oro, les tobanos, las agoras”, Borges, La neche cietica) Contra Ia supuesta ilusiin de cierta historiografia moderna, el hombre carisndtico, el caudillo por Ja gracia de un dics no es un fenémeno propio, ni ex- clusivo de la era de las Reyoluciones. 'Tampoco repre- senta una forma superviviente de la monarquia me- Gieval, del absolutismo Hustrado, de la desmesura bo- napartista. Constituye mas bien un modelo, entre otros posibles, del hombre politico y esta dado impli- citamente a la concepcién occidental del Estado, de Ja lucha por su dominio, de los medios pare imponer © loguar un din, El earisma coloca a quien se cree su 5b portador 0 poseido por él en el limite entre el aven. turero y el presbitero, entre Casanova y Felipe I, entre la ambigiieded de dos extremes que por su per. manente tensién fascina y atemoriza a Ia vez, pro- voca el reciazo e hipnotiza, y por eso le permite dominar a su arbitrio, invocando, como el aventure- ro, la heréica grandeza de sus fines y, como el pres- bilero, lz realizacién del parziso en la tierra, Pero eo- to todo obseso por el poder, el hombre earism: co — a veoes una figura de la tragicomedia histori- ca — hundido en la nube de su numinesa conviccién, ignora que para la “astucia de la razén” él no og otra cosa que uno de sus medics, quiz e] més veloz, en la permanente realizacién de nuevos fines racionéles, De alt el que el hombre carismétieo preteada poner- se por encima de la historia, frecuentemenie en nom- bre de la historia; de ahi, pues, en que su abrupta profesta contra la marcha de los tiempos, éstos lo con- suman, y al cabo, lo sepulten casi sierapre en ¢l ol- vido 0 en el rencor de la posteridad. Asi, por ejemplo, a Sila el primer hombre carismatico de la historia occidental, al menos el priraero conocido en su ple. na dimensign y consecuencia, De Sila se sabe, por los manuales escolares, que fue la paralela y contraria biografia de Mario en la obra de Plutares. Por los oradores del siglo XVII y no pocos entre los Libertadores de América, se aso- ei cu nombre a] de la reaccién y el de Mario al del noble afin emencipador. Ya en Plutareo Ja contra pesicién paralelismo fué un equiveco, y aunque Sa- ustio en pocas, precisas lineas puso de relieve el per- fil ambigtio de Sile, los improperfos de Séneca ecu- fiaron la imagen de un Sila sangrienio — que en roa. lidad lo tu2 — y encamnacién del mal. Asi ha cruza- 52 do los campos de la historlogratia europea, con ex- copcién de los entremesas dluminedos eon que lo hon- raren Montesquieu y Mommsem, Sin embargo, en esa i6n Je figura de Sila pierde sus complejos rasgos, deja de ser histériea y se convier- ‘te en una especie de coordenada elemental con la que, ayudéndose de Mario, se establece en los aconteci- anlentos el canon claro del bien y del mel, la conmo. vedora alegoria ueno y del malo, semejante ala que escribié Mel en su Billy Budd y cuya fun- Clon se reduce a una dudose morelizacién de lo poli ico, Ni por Phitarco ni por Appiano en su Historia romana se sabré con exactitud quién fué Sila. Sus memorias desaparecieron, y aunque es seguro que cllas no fueron otra cose que el monumento que Sila mismo edificé para su posteridad, justamente por ello hubieran edmitido, empero, una lectura entre lineas de la que, sino Ie verdad histérica, reconstruible con. ctres testimonios de Ia época, si al menos hubiera na- tido una imagen de la persona, No fue:vanidoso: si. bitamente remuncié a sus cargos, a su gloria y a su Toder ¥ se retiré » su casa “con pocos, pero doctos li. bros junto: zostto Ie vallé el sobrenombre de “cereza empolve- Ga"; por su origen no fue més, pero tampoco menos Patricio que Mario, aunque venido a menos a catisa de algtin oscuro negocio de su padre, Sin pecateria, asegura el moralista Plutarco que Sila gustaba tan. to de las comediantas como de los efebos del teatro, ¥ que en sus banqueies y orgias olvidaba hasta los més urgentes negocios del Estado, Quiz ese hirvien- te erotismo lo hizo sentirse favorecido de Venus; sin 53 duda, su culto a la diosa fué como un ruego para que ella Io satisficiera con creees. Su carrera politiea y militar fue veloz. Como cuestor en Africa, a las ér- @enes dé Mario, on plena guerra yugurtina, por me- dios que le historia se limita a insinuar, logra que Boc- chus le entregue prisionero a Yugurta. Vencedor y supuestament® vanidoso hace acufiar una moneda, Pero no ©3 la venidad lo que Io lleva a ese acto inmortalided. Sila se sabe, se cree, se siente tam hijo favorecido de la diose Fortuna y se da el nom- bre de Félix Epophroditos, pupilo de Fortuna y de Venus, Otra moneda que hize acufiar como amuleto representa a Ia diosa Enyo-Ma en un suefio, en el que Je asegura y profetiza el triunfo sobre sus ene- migos en la marcha sobre Roma, Plutareo cuenta que en una ocasién, slendo ya Pretor, y mientras, senta- do en la mitad, parlamentaba con Arsakes y Azioba. zarnes a orillas del Eufrates, un augur caldeo dijo: “Hste hombre habré de llegar a ser el mis grande, y hhay que sorprenderse de cémo soporta no ser ya el primero entre todos”. El episodio puode ser tradicién del propio Sila, pero muestra la forma especifica de el amigo de los dioses y obediente de los ordculos que ellos Je trensmition en suefios; este hembre tiene que set el primero entre todos, 1a gracia que siente op>- rar en si, gue él mismo provora y que él se sugiere es el fundamento de su legitimacién como dominader. Todo signo, toda protects, todo augurlo Jo referia a su propia persona come si él fuera el tice para quien los dioses pronunciaban sus palabras, Lo creia real- mente 0 era un simple y efieaz gesto de demagogia? Cuando el tribuno Sulpicio, duefio de la situacién en Roma privé, mediante plebiscite, a Sila, entonces Con- sul, del comando de las Iegiones en Asia, y s¢ le dié #1 anciano Mario, Sila no pregunté al augur por lo que habria de hacer, sino ya decillido, provocd a gus ejéreitos © inicié la mareha a Roma, Pregunté, sola. mente, por la seguridad de la victoria, Por primera vez en Ja historia romana el ejército intervenia en Ja politica: por primera vez el favorito de los dioses solucionaba un problema politico con le guerra civil. Ja més intensa “teologizacién” del poder politi- cola muestra Sila en a guerra contra Mitridates. Por una moneda se rabe que el rey asiético, formado en ambiente griego, enemigo de los romanos, a quien los grieges habfan dado el nombre de “Padre y Reden- tor de Asia”, satisfacia la nostalgia religiosa de libe- racién, sentida por Ios pueblos bajo el yugo de Ro- ma, presenténdese como un nuevo Dionysos, Mitri deies supo aprovechar esa nostalgia religiosa; Mitri, dates se sentia realmente Dionysos. Sobre cu frente tenia une cieatriz que, segin el ray, habia dejado un tayo al estallar, como en Ja cama de Dionysos, en Ia suya. Frente al ejército poderoso y fervoroso de Mi- tridates, Sila, con 30.000 hombres, tenia poca o ningu- na perspectiva de seguro triunfo. Aqui se enfronta- ba un favorecido de los dioses al més torrenciel del Olympo, a Dionysos; un morta! latino frente a un fa- natico asidtico, Llegado al Epiro, perdié todo contacto con Italia. Pero Sila no sélo atacé mis répida y di. Tectamente; Sila invoeé a Apolo en el Ordculo de Delfos, Insélita fué la aetitud ce Sila: sélo en épocas de honda necesided, podian los romanos consultar in mediatamente el ordewlo. La wltima vez que un 30- maro Io habia consultado habia sido en el afio 24 antes de Cristo, cuando una delegacién oficial, en la époea de la segunda guerra piinica pregunté al orf 55 culo cémo podia Mevarse Ia imagen de [a madre de los dioses a Roma y cémo deberia ponerse alli. Pero si con todas Jas tradiciones. ¥ el hermoso jondid: “Confia en mi, romano. En su so~ is ha dado gran poder a Ia raza de Eneas. Pero tit des anualmente regalos a los inmortales y no olvides lo que sigue. Trae obsequios a Delfos. Hay una divinidad en la nevada Teuros, en donde los ca ros habitan una gran cludad, Hamada segtin Afrodi. ta. li una barra, y recibiras poder en canti- ". Sila sofié que la dissa Je daba el poder. Sila urlunfé, y establecl el cullo de la Venus Vietrix en el ciroulo de los dioses olimpices. Pero con ello no creé un culto mas; creé la “teologia de la victoria”, asi como habia creado antes Ja teologia de la guerra civil, De Sila queda, pues, algo mAs que la simple me- taforica contraposicién con Mario; m4s que la ima- gen del opresor sangriento. Aunque despojado de to- da piedad eclesiistica, sus cultos como fundamento irracional de Ja legitimacién del poder significaron Ja legitimacién de toda violacién del poder. La fun- damentaciba religiosa de la politica inauguré la for- ma de la guerra civil en la politica y en la sociedad co- me nica respuesta a los conflictos del Estado, Fué Ja proteforma dal Absolutismo ilustrado que en la Europa del siglo XVII puso en camino la moderri- dad con las guerras de religién, con su consecuenci de un estado permanente de guerra civil que hoy si- gue determinando la historia. ud, pues, el modelo historieo mas originario de la sintes’s entre irracio- nalidad y politics, entre religién y poder, de la justi- ficacién de los genocidios en nombre de una gracia sobrenatural; un modelo actual. ¥ en ese sentido, Si- 56 la seguiré siendo, sin duda, ol simbolo de la reaccién, pero mas que eso, el simbolo de toda “teologia de la historia” como norma, justificacién, legitimacién y fuente de un Régimen de gobierno, de una sociedad serrenal. Sila, Félix Epaphreditos: su nombre de “hu- mano, demasiado humano”, mortal codicioso de los bienes de la tierra, y de enviado sobrenatural, favo~ recido de los dioses y observador de los cultos, es la precisa categoria de la sanguinaria teologia de la his- toria, del Estado inspirado por la reeks 9 el carisma, Gel santo 0 de! piedoso como dominador, Ante el pro. veso de disolucién que imicié Félix Sila, exclamé, afios mis tarde, Salustic: “Wa hace mucho que he- mos perdido las palabras pare designar las cosas. Puesto que malbarater y obsequiar bienes ajenos se lama generosidad y Ja frescura para hacer cosas ma- lévolas se Iama virtud, por eso el Estado se encuentra €a el dintel de su tin”. “Volveré toda noche de insom- nio: minuciosa, Férreos ejércitos construi- rin el abi ges). la estética de georg lukacs El llamado “derrumbamiento del idealismo ale- Hearon para la Es- tética del siglo presente la pirdida de su fundamen. to ico y teérico: el sistema, cuya idea es central no sdlo en el idealismo sino en sus epigonos y criti- con como Fr. The Vischer y J. Volkeelt. Los multiples trabajos monogréficos de fenomenslogos y Heideg- gerianos (Moritz Geiger y Félix Kaufmana) o algu- nos ensayos esquematicos (Kurt Riezler) 0 los com- Pendios franeeses (M. Dufremne 0 R. Bayer) no lo- greron fundar un nuevo y fructifero terreno sobre el que cupiera levantar una Estética con ambicion y al- cance totales, sobria y sistemética, pero sin la pre- sunta violencia del “sistema”, La Esiética se disolvi6 patllatinamente en miiltiples estétieas inconexas en- tre si, se convirtid, bajo la influencia de Cassizer, en teoria del simbolo como ciencia limitrofe entre la antropologia y el arte, y al cabo, estas estéticas, al 59 cobrar independencia, pasaron a formar parte de la teoria poética o de las artes interpretativas de arqui. tectura, pintura o escultura (fenémeno que se obser- va ya en Thomas Ernst Hulme, hergsoniano in- glés e inspirador del escultor Jacob Epstein) 0, en fin, de una “filosofia de la nueva musica” (Th. W. Ador- no), con Io cual renunciaron al perezer, a su legitima- cidn estrictamente filoséfiea, En este horizonte de dis- persion en la Estétiea dactual cabe situar la Estética d2 Georg Lukées. Su intencién es la de “construir” un Sistema de Estética con la misma ambicién de tota- lidad que caracterizé al Tdeslismo y con el mismo impulso especulativo, sin el cual realmente no cabe ninguna construccién sisiematica. Y si desde esta perspectiva el intento de Lukdcs es excepcional, lz peculiaridad que cobra es tanto mayor por cuanto las bases de las que parte esidin sostenidas por el pensa- miento marxista, es decir, por el voluntario compro. miso con una “escuela” que, por su origen histotico- espiritual ha rechazado el sistematismo en la Esté. tica relegando su ocupaciin a un margen ideclégico, por lo demds, en extremo fragmentario. Después de Marx, en efecto, devoio en sus jui- clos estéticos de los cinones clasicos, sélo Franz Me- hring intenté trazar el esquoma de una Esiétien mar- xista, que empero, en su realizaciéa, volvid los ojos ala Critica del juicko de Kant. La contradiecién en_ tre intencién marxista y fundamento kantiano que caracteriza el ponsamiento estético de Mehring impi- dié al marxismo la elaboracién de un sistema esté- tieo coherente y que tuviera mayor hondura que las ccnstruceiones dogmaticas de Shdanow o los redes- cubjertos fragmentos de Tschernyschewski, Si se tie~ ne en cuenta, pues, que dentro del pensamiento mar- 60 xista la Bstética carece de bases canénicas en sus clasicos, especialmente en Marx (pues los juicios de Engels delatan un insoportable sentimentalismo pe. quefio-burgués), que la obra de Mehring es, por su contradiecién interna, inconelliable con un marxis- ‘mo consectrente, 1a empresa de Lukics supone una arriesgada aventura: la de “repetir” a Marx a partir de sus fragmentos estéticas, la de sacar de ellos con- clusiones, reelaborarlas y completarlas en un siste- ma que, aecesariamente, no puede atenerse a los doc- ‘trinarismos oportunistas del marxismo cficial. En una palabra, la aventura consiste en cozrer el riesgo de una heterodoxia como tnieo modo ortcdexo de pen. sar los problemas de Ja estética desde la perspectiva de Marx. Consciente o inconscientemente Lukées acep- t6, desde su primera juventué, el riesgo de esa aven- tura, y a lo largo de su vida no han sido pocas las oca- ‘icres en las que ha pagado con la autocritica ‘el pre- cio de su empresa, Tras su fracaso en el levantamien- to hingaro de 1956, cuya intervencién en él le valid la perseeucién y el arresto por parte del stalinismo, recogié Lukées sus teorias estéticas en un sistema de estética, del cual aparecié en 1963 la primera parte bajo el titulo La peculiaridad de lo Estético (Die eigenart des Asihetirchen, 2 tomos, Editorial Luch- terhand, Neuwied/Rhein) dentro de la primera edi- ciéa de sus Obras completas, Georg Lukées, hijo de un banquero himgaro de origen judio, nacié en Budapest en 1885, ain firmar ba Gyorgy. von Lukées cuando en Heidelberg fre. cuentaba el circulo de Max. Weber y_ocasionalmen- te de Stefan George, uno’ de cujos diseipulo, Frist Grich Gundolf, ensefié literatura alemana en’ aque. lla Universiced. El estilo de El alma y las formas, su 61 primer libro en alemn de ensayos Utetarics, dela ta la huella de la prosa georgiana, pero ya en su di- ficil y arbitraria, aungue genial Teoria de la novelz (hay edicién reciente de esta Theorie des Romans con un prélogo critieo de Lukes, aparecida en la ed. Luchterhand, en 1963) son claras las alusiones a la Filosofia del dinero de Georg Simmel, con cuyo gru- po mantuvo también estrecha relacion. La teorfa de I “Alienacién” formulada, si bien fragmeatariamen- te, en esa obra basica de Simmel constituye el punto de partida de 12 Teoria de la novela y designa el paso Gel neokantismo inicial a Hegel y a Marx, En éste eruce de suscitaciones, en el que Lukics como nin- gin otro autor resume el movido ambiente filos6fi. 0 de acuella épora, radica la gran dificultad de la lectura de esta obra de un autor que, sin excepcién, es de fluida y profunda claridad, Su libro mas famo- so e influyente Historia y conciencia de clases, de 1026, provoca una violenta reaccién en el partido co- munista, al cual habia ingresado Lukées desde 1918, Difusién y gran influencia fuera de los partidos ¢o- istas comenzaron a tener las obras de Lukdcs des- pués de la segunda guerra mundial: la editorial Aufbau de Berlin publica, aio tras afic, lioros y co- Jecciones detrabajos elaborades durante el periodo de emigracién en Moscti, ente ellos la obra decisiva El joven Hegel y los problemas de la sociedad capi. falista o sus Contribuciones a Ia historia de Ia Esté- tica, sus libros sobre Thomas Mann, Goethe y su fiompo y su Eebozo de una historia de la literatura alemena moderna (reeditada con prélogo critica de Lukées por la ed. Luchterhand en 1964: Skizze einer Gecchichte der neuren deutschen Literatur). Pero lo miso que a Em:t Bloch, el recrudecimienlo de le guerra fria después de 1956 lo obliga a pu obras en la Alemania occidental y a Lukées sélo ha aparecida, después de su condena en 1956, un libro de acusaciin: “Georg Luckis y el re. visionismo”, en el qe sus diseipulos y adm! de ayer lo condenan y lo difaman. EL proyecto de una Estética, como la que ahora presenta no es en realidda Ja conclusién de sus an. teriores trabajos, mas bin son estos el euidadoso ca- mino seguido pare Iegar a la correcta formulacién del sistema, cuyo esbozo habia discutido ya en 1910 on Max Weber, Este afirmé entonces que “el plan. teamiento del problema os definitivamente el correc. te” y que resultaba grato el “que después de ha- ber considerado la Estética desde el punto de vista del sujeto receptor y Iuego del creador, se conside- rase, en fin, 1a Obra”, El punto de partida, sin em: ‘ergo, una anticipacién del formalismo, demostré en el curso de la investigacién su fragilidad y con- tradicién, tanto mas perceptibe para el. propio Lit kkées, por cuanto en su evolucién intelectual ya se habia consumaco el trénsito de Kant a un hegelia nismo marxista, cuya pretensida de totalidad, esto es, para decirlo con les palabras de Weber, la rela- con entre sujelo receptor, creador y Obra constituye un postulada de tofla consideracién ectética. El estu- dio del pensamiento de Marx impuso a Lukées en- tonces una intensa ocupacién con la historia, Ja poli- ica y Ia economia, asi que el punto de partida idea- lista del esbozo para el sistema de éstética en 1910 de- bié dejar el campo auna radicel revisién y nueva cons. truecién de los presupuestos filoséficos del sistema En esta revision de principios, Lukécs, estudia y ana- liza desde una perspectiva scciolégiea, la estética eld- sica, el neohumanisma, la novela burguesa alemana, pero la intencién marxista de sus analisis lo evan a modificar aquella perspectiva sociolégica, 1a cual concibe, dentro del materialismo histérico y dialée- eo, como una filosofia de la historia de la literatu- ra, rompiendo asf el marco de Ja simple sociclogia li. terarla y abriendo por el camino de la itlosofia de Ja historia Ja puerta a la considorarién filosétiea, 50. ciolégica © hisiérica a la vez de Jos problemas de! arte, es decir, a un sistema de Estética, Asi cabe de- cir que este sistema de Estétiea no es el resultado o Je deducciém de sus trabsjos anteriores sino la justi- ficacién sitematica de los mismos, que el sistema es en él, como en todo dialéctieo, la historia misma del sistema, es decir, que os trabajos anteriores a él constituyen la profundizacioa y correcsién, la modi ficacién eoncreta del primer esbozo de 1910. El punto de partida de los anéilisis en la Estética es lo “cobidiano”. Lukécs elabora criticamente las susciiaclones del andiisis existencial de 10 cotidiano en Heidegger, pero deforma su comprensiéa on euan- to parte de la teoria del conocimiento de Lenin, es de- cir, de la idea de que en la relacién gnoseolégica fun- damental sujeto-objeto el conocimiento es un “re- flejo” de la realidad, De ahi ol que Lukécs entionda Jos aniilisis heideggerianos de lo cotidiano en su sen- tido literal, no. fenomenolégico y atribuya a los con- coptos claros de Heidegger juicios ce valor que ellos no implican, Lo cotidiano es en Lukées “el centro {ructifero’’ en el que confluyen los dos polos de la “yeproduceién general de 1a realidad objetiva”: el po. lo y el estético, “La reproduccién cienti- flea y la euiética dela realidad objetiva son forma: 64 de Ia reproduccién que en el cuto del desarrollo his rico han ido conslituyéndose y diferenciéndose de ma= nera cada vez mas fina, y que encuentran su fundamen- to asi como satisfaccién y plenitud por excelencia en la vida, Su peculiaridad se constituye justamente en la direceién que segin las posibilidades exige el ejer- cada vez més preciso y pleno de su funcién so- J”. Sin embargo, asi coma Ja recepeién de los and- lisis de Heidegger se modifica por la base gnoscolé- gica en la que se desarrollan, asi también la teoria del conocimiento de Lenin se modifica gracias o en virlud de la recepeién de Heidegger en el pensamien- to de Lukécs. Este no acepta el materialismo de Le~ nin en el sentido originario, es decir, en la forma que da a la relacién sujeto-objeto y segin la cual la re- Jacién de los dos se caracteriza por una prioridad del segundo sobte el primero, Segin Lukics, “no hay un ser sin conciencia, pero no hay conciencia sin ser”: se trata de un factum, euyo reconocimiento crea Ja posibilidad @ la conciencia de dominar realmente el ser, La muy fina interpretacién de Ja gnoseologia de Lenin por Lukées es fundamental en cuanto cons- tituye una “selvacién” del sujeto y con ella una le. gitimacién materialista, si se quiere, de la subjeti- vidad, elemento esencial en el arie, La relacién de reciprocidad eatre sujete y objeto, ser y conciencia, se muestra culturalmente en la configuracién de dos tendencias: la “desantropomorfizante” y la antropo- morfizante’, En la primera domina la objetividad, En el curso del desarrollo de la sociedad curge la fa- cultad de conceptualizar y abstraer, mediante la cual se supera el pensar primitive. La facultad mencio~ ia est ligada al coneepto de trabajo y a su pro- gcesiva diferenciacién técnica, Mediente este proceso la 65 ciencia se separa de lo cotidiano. La formulacién de “Jeyes” en Jas ciencias muestra que éstas gon instru. mentos de penetracién y dominacioa sobre la natu raleze 0, con otras palabras, que éstes estén determi- nadas por el interés econémico de apodererse de la natureleza y de “manejar” la existencia, En el arte, en cambio, no es igualmente perceptible el interés practico, Este interés préctico aparece en forma me- diata a través de la Magia. El transito de la Magia al Arte es histérico y constituye la fommacién de cate- gotias estéticas como formes abstractas del reflejo o3- télico de Ia realidad: por ejemplo el ritmo, la visua~ Tidad en simetria y la proporeién o lo ornamental. Pero tanto la Magia como estes categorfas cstén fun- dadas en un comportamiento imitative fundamental, que Lukées designa para la Estética con el nombre aristotélica de “mimesis”. En el ambito de la mime- sis surge lo estético: los morimientos y comporta- mientos constitutivamente miméticos del hombre se imitan nuevamente, y él reflejo de reflejos trans- formados en acciones imitan a su vez ciertos fend. menos deierminados de la realidad, pero bajo nue- vos principios, esto es, se concentran y reducen a des- pertar en el espectador u oyente cicrtos pensamien- tos, convicciones, sentimientos, pasiones etc, Esta posicién mimétiea”, convertida en principio organi- zante del reflejo de la realidad diferencia la mimesis estética de Ia mimesis cotidiana, que es condicién previa de la mimesis estética. Comin en el crigen mimético antropomorfizente del arte y de la magia es también Je tendencia alegérica de a religién, es decir, arte, magia y religién se encuentran ligados on el comportamiento mimétlo y antropomorfizaa. te, La diferenciacién o el proceso de disolucién del x 66 intencién de lo estético, ée arte: la “terrenalidad” a diferencia de cia a un “mas alla”, a una realidad trascendente pr pia de Ja magia y de lo religioso. Lulkaes no niega la existencia de “arte religioso”, pero considera que la simultaneidad de los prineipios religioso y_eslético terrenal corresponde a periodos no desarrollados de Jo estélico. De aqui se desprende otra conclusién: el arte cahe la funcién de liberar el hombre de los le- 20° mégices y religiosos, Un ccmentarista de la obra de Lukées ha observado — y esto lo cbservé ya Max Weber en su juicio sobre el proyecto de estética de 3910 — que Ia conversién del arte © de lo estética én una doctrina ferrenal de selvacién, de liberaciéa ¢ “humanizacién” del hombre crea al marxismo- Jeninismo un peligroso rival, y de hecho la concep. cién del arte como fuerza liberadora y humanizante ha conducido 2 Lukées a formular la teovia del “par- tisanismo” de la literatura en relacién con los dog- mas oficiales del partido. Igualmente juzga Lukacs desde esta perspectiva las nuevas manifestaciones ab- colutamente seculares del arte como el expresionis- mo en pintura y poesia o la novela moderna, y asegura que, aunque en estos autores no se pueda pensar en que estén determinados por una unidn inti- ma, ni sigquiera superficial a una iglesia determine Ga, e] anarquismo individualista que en sus obras se expresa nace de necesidades religiosas. Los capitu- los finales, con los que Lukécs cierra Ja primera par- ts de su Sistema de ectética, estén dedicados al es« tudo de las relaciones entre lo esiético'y 1a necesi- ie religién en el mundo contempordneo, Lukacs no habla de religién en sentido teolégico aunque exami- 67 ha dotalladamente las corrientes de 1a teclogia die- Iéctica. Lukées habla de Ia “necesidad de lo religi so" en el sentido de “menester", con lo cual apunta a la Intencién ética que subyare a Jo religioso, es de- cir, a In necesidad de dar sentido a Ia vida. Asi, el sistema de estética, que da al arte Ja funcién terre- nal de liberar al hombre y dar sentido a la vida, pa- ra no quedarse cn un estelicismo vacio, tiene que confluir en un sistema de Etiea. Con él habra de conclur Lukées su Sistema de una filosolia de la revolucién humenista, “El progresc de la huma- nidad en las soctedades de clases pado quebrar la exigeneia de Ia religién de explicar la realidad ob- jetiva, su pretensién de someter el arte, d2 trans formar su simbolismo configurador y creador de mundo en alegoria decorativa, de fuadar la morali- dad humana en esperas del més all4, pero ese pro- greso no fué capaz de destruir el Giltimo lazo del hom- bre a un mds allé vacio del contenido, al menester re- ligioso convertido en abstraccién”. El futuro feliz en el que el progreso humano satisiaga su tendencla de humanizacion es para Inikées “el orden social soci: lista". El nuevo periodo se ineugura, para Lukées, con la época de Goethe, de quien cita este poema que a la ver resume iodo su credo estético: “Quien arts y ciencia posee| tiene tambiéa religion, Quien no pose? Jes dos] Que tenga religion’ EI sistema de Estética de Luckis es, en realidad, Ja Ultima expresién del nechumenismo clasico de Ja época de Goethe, aunque parezea una consiruceién Jeninita. Hn cada una de sus interpretaciones, espe cialmente en su punto de pertide, se percihe 1a hue Na del Weimariano, pero sobre toda en sus concep. tos sobre el problema de Ia religién y la conversion 63 eel arte en uma deetrina terrenal de salvacién resue- na fuertemente Io que Goethe lamd “Wellfrom. migkelt”, es decir, versin apasioneda y afirmativa hacia el mundo. Justamente aqui abandona Lukées ef terreno de Ja ciencia y de la filosofia para crear una Utopia, que es el cabo, la Utopia de todo arte contem- pordneo, La Utopia de dar al arte, después del “fin del arte” (Hogol), una legitimacién soctal y una justifica- cidn hemana, La répida resefia do algitnos de Tos tomas sobre“aliontes en la Estética de Lukdes impide una eri. tica detallada de sus fundamentos, Pero toda criti: ca a Luckas debe esperar la conclusién de sus Siste- mas de Btiee, Estétiea y, lo que es mis necesario, a un exemea minucioso de Jas corrientes y motives de su revisionismo marxista. Hasta qué punto y en qué medida, cabe preguntar, es el “materialismo” de Lu- des la herencia subterrdnea de Ja filesefia de la Thus. tracién, del humanismo clasico alemén, del arte tar cio burgaés de un Thomas Mann? Hasta qué punto y en qué medida representa el pensamiento de Lu- kées vn ala “izquierda” de un sentir general, aun- que inexpreso en muchos, del presente? Cualquiera que sea la posicién ante Georg Lukes, no cabe duda de que él es, junto con Ernst Bloch, y después de Martin Heidegger, uno de los grandes inquielantes ¥ excitadores del pensamiento contempordneo, y que pera &, lo mismo que para Bloch y Heidegger, vale aplicar la frase de Hegel de que Ja “tilosofia es la €poca aprehendida y coneebida en pensamiento”, En um libro famoso hace ya decenas de afios (Van Kant bis Hegel) aseguré su autor Richard Kroner que “en- tender a Hegel significa comprender que no se lo puede sobrepasar... Por eso no fué casual que el pensamiento, que Hegel habis Mevago a la més alla cumbre, caye: 69 ra al abjsmo desde esa soledad,..” Este es el abisno gue separa a los dos tllimos, grandes hegelianos Blech y Lukées de Heidegger, desde cuya perspectiva ca- be entablar Ja discusién con el pensemiento de Lu- kées. 70 presentacién de walter benjamin Los afios inmediatamente anteriores al ascenso det nacionalsocialismo al poder que, con nostalgia, se de signan con el nombre de “los dorados veinte” fueron efectivamente, comparados con los de Ja repugnante “era guillermina” y con los que han sucedido al des- moronamiento de Ia aparente hogemonia alemana en Europa, una auténtica Edad de Oro de la politica y de la cultura, Por la dindmica y riqueza de su vida intelectual cabria asemejarles al periodo iniclado con Ja Tustracién (Lessing, Wicladn. Lichtenberg), parale la a la Revolucion Francesa, esto es, a 1a Iamada “épo- ca de Goethe”. Asi como entonces surgieron la gran poesia de Hoelderlin, los sistemas files6fieos de Fichte, Schelling y Hegel, el teatro de von Leist y del Flebeyo Schiller, la novela del seereto Jacobino Jean Paul, y la obra compleja y desigual de los hermanos Friedrich y August Wilhelm Sehlegel y Novalis, asi tambien aquellos afios veinte presenciaron el naci= 7 miento explosivo del expresionismo (Gottgfried Benn Stadler, Heym), la obra de Heinrich y Thomas Mann, Jas emociones de Rilke, Ia iracundia de Brecht y el descaperanzado coveptisme de Kafka, la ambiciin de Husserl, le venided paraddjiea de Scheler y el apocalip- sis metafisico de Heidegger, entre los mis conocidas ¥ un grupo de eseritores la mayoria de elles judios, de no menor significacién y, si se quiere, de més de- cisiva agudeza y profindidad. Cierto es que sus obras delaton el imborrable signo de. tiempo y que Ia his. toria no ha acontecido en vane: en algunos casos co- mo per ejemplo en el de Alfred Mombert 0 Theodor Daubler, su mitolngia, su mistica cdsmica, su profe- tismo deménico y, atm, su ambicioso Jenguaje resue- nan hoy como un eco de siglos, Sin embargo, algunos de ellos constituyen, por sobre el tenebroso parénte- sis en 1933 a 1945, la segura continuidad, el secroto apoyo substancial desdle el que, timidamente a veces, partié la primere generacién alemana de posiguerra. La estructura ensayistica de les pocmes de Ernst Stadler, el ‘humor negro’ de Jakob van Hoddis, la for- mulaciin de lo Grotesco en Morgestern, la ironia y la intenciéa critica en Thomas Mann, la prosa poético reflexiva 9 narvativefiloséfico de un Eugen Gottlob Winkler fueron, antes que el instrumenio de Ellict, Pound Camus o Hemingway, el primer material y los primeros procedimientos de los que se sirvieron — y atin se sirven — los autores alemanes de post-guerra. Convertides en haber comin o en clésicos de las Je- tras alemanas del presente, los autores da esta gen>- racién de oprimidos, asesinados o emigrados habrin de esperar atin més justo y mas amplio renacimien- to, Aunque excepcional en é3te aspecto, la figura ¢e Walter Benjamin, cuya chra alimenta de modo inex- preso la conciencia cultural alemana, espera también una difusién menos snob, una asimilacién profunda de sus ideas, no Ja imitaciin de su ductus estilistico solamente, Dentro de Ia cultura alomsna Benjamin represen- ta el tipo singular del autor inclasificable: no hay una sola linea en toda su obra que no exprese un con- tenfdo filoséfico de continua y perlinaz intencién sis- temAtiea y, ala vez, no hay una sola prosa suya — 0. bre Kant, sobre el teatro barzoco, scbre Ibiza, sobre Jas calles de una ciudad o sobre un recuerdo de in- fancia — en la que contenido e intencién no se disuel- van o desemboquen en alegoria o en metéfora, en Ia que el concepto no se reduzea al aforismo 9 parezea agotarse en Ja parabola, Sus descripciones de ciuda- des no se limitan al objetivo trazo literario, sino que traducen, al hilo del recuerdo, su experiencia del tiempo; proyectan wna filosofia en la historia: el pa- sado, recuperado en el recuerdo, es esencialmente abierto y la proteforma del futuro, En su libro Infan. cia en Berlin hecta 1900, que Benjamin esoribié en 1930, explica 61 misma el fundamento de esa para. déjica interpretacién del tiempo: “Frecuentemente se ha descrito el dé& vu. Es realmente afortunada tal designacién? No deberia hablarse mas bien de acon- jecimientns que nos afectan como un eco, del cual el sonido que lo provocd parece haber sucedido en 1a oscuridad de Ja existencia ida? Por lo demas, a ello co. rresponde el que el choque con que un momento pene- tra en la conciencia come momento vivido casi siempre nos gokpea como un sonido. Es una palabra, un mur- mullo o un reclamar, al que se le ha adjudicado po- der de Hamamos stibitamente a a fria fosa del ‘en otros tiempos’, desde cuya béveda el presente parece cy resonar sélo como un eco. Es curioso que atm no se haya investigado la contraligura de éste desplaza- miento, del cheque con que una palabra nos hace ti. tubear como un manguito olvidado en nuestra habi- tacién. Asi come éste nos permite dedueir que una ex- trafia esiuvo aki, asi también hey palabras o pausag que nos permiten inferir ese invisible extraio: el fu- ture que aquel olvidé en nuestra casa”, Con el “deja. vw? Benjamin se refiere a Maresl Proust, cuya obra comenzé a traducir al alemin y quien fué objeto de inagotable discusién y ocupacién, y no resultaria exagerado ssegurar que fue el conocimiento de ta obra proustiana el gue introdujo en su pensamiento un elemento dinémico que, en contraste con su pr mer esbozo filos6fico platonizante y monadolégico estatico, produjo la singular “dialéetica en quietad”, como el mismo Benjamin caracterizé su pensamien- to. De ahi Ja extrema dificultad y el caracter esoté rico de sus prineipales eseritos. En ellos 1a teasién en- tre los perennes arquetipos (las alegorias) y la flui- dez temporal (e] recuerdo recuperado como futuro) determina la compleja gramética y la constitueién sintactica de su prosa. En un trebajo sobre El caréc- ter destructive, por ejemplo, comienza aludiendo, en subjuntivo impersonal, a la posibilidad de un acon- tecimienio, para pasar inmediatamente al indicativo en tercera persona, para quien parece camo si el acon- tecimiento ya se hubiera realizado, En éste marco de discontinuidad temporal o, dicho de otro modo, de simultansidad de lo que podria ser y lo que ha sido, describe Benjamin Ja accién y el efecto del ca. ricter destructivo. El lector, hakituado al curso cau. sal del pensamiento, encuentra aqui una laguna: co- mo en toda dialéctica, la negacién de la causa es el 4 efecto. Pero a diferencia de Ja la de Benjamin no es el re abrupto contraste, en el que pendientemente de la conc! definido perfil: el de uma imagen, el de la alegoria 0 el de Ja idea, conecbida monolégicamente. En gel, la laguna dialéctica es un salto en la eoncieneia, en Benjamin la quietud de una amplia metafora 0 de una parabola, Esta peculiriadad de sus escritos impide resoftar st pensamiento como una teoria, sea ésta del arte, de la sociedad 9 de 1a filosofia de la historia. Su teoria concebida como instrumento de contemplacién o con- siderecién de Jas cosas, no como construccién explt. cativa de elles, consiste solamente en que las Ideas son ménadas que se manffiestan y acontacen en el turbio medio de la historia, Las ideas son — eseribié Benja. min en el fundamental “Prélogo gnoseocritico a El or!- gea del drama alemin harroco —la chjetiva interpre- tacién de los fendmenos, una interpretacién preexisten- tea la tec Mientras el concepto surge de Ja espor taneidad del entandimiento, Jas ideas se dan a la con: sideracién”. La idea es el ser, en el que se refugian y se salvan los fenémenos. “Hn tanto que la salvacién de los fenémenos se consuma mediante las Ideas, 1a exposietén de Tas ideas se consirma en el medio de lo empiric”. Una idea es, por ejemplo, el drama ba- rroco, Ia poesia de Baudelaire, o “la obra de arte en Ja épota de su reproducibilidad técnica”, es decir, una idea es una entidad esencial (la interpretacién de los fenémenos 0 los fenémenos interpretados en una unidad histérieamente originaria) en su_mani- festacién histérica. De ahi el que para Benjamin Ja 1 actividad por excelencia del conocimiento no sea el anilisis la descripcién comprensiva, sino la herme- néutica: porque a través de ella se llega a las co- 0s mismas y porque ademés s6lo en la interpre: tacién de los fendmenos en su reduccién ideal se ad- quiere y se constituye la experiencia, y con ello, se constituye el mundo en su inteligible pluralidad, De éste modo, Benjamin rompe los limites entre filoso- fia y poesia o creacién literaria, Pues Ia interpreta- cién es una funcién propia y caracteristica’de 1a pro- say de la poesia, del saber y del arte, y para ser fiel ala unidad del acto cognoseitive su expresién tras- ciende las meras formas tradicionales, fumdadas en una division del mismo, Al cientifico —asegura Benja- min — lo une con el filésofo el interés de 1a disolucién de lo meramente emplrico en el concepto o en Ia idea respectivamente, y con el artista la tarea de la expos! cidn, esto es, de la interpretacién de tel disolucién o transposicién, Para Benjamin — cabria interpretar asi su teoria — ciencia, filosofia y arte son pentagra- mas de las cosas mismas, Su ejecucién la formula Benjamin en estos postulados: “isl arte de detenerse, en contraposicién a la cadena deductiva; la consian. cia del tratado, en contraposicién al gesto del frag- mento; la repeticidn de los motivos, en contraposicion al universalismo superficial; 1a plenitnd de la densa positividad, en contraposicidn a la polémica negado- ra”, Los postulados son, ademés, una caracterizaciin de ‘su propia obra: la configuracién del género del trata~ do (que motiva y fundamenia filoséfiea y litereria- mente en el citado “Prélogo gnoseocritico”) como ejer- cicio propedetitico que, en sa acercamiento sl odje- to, se deliene y parte de nuevo y-que rompe toda cau: salidad; la formacién de una topologia (de mayor am- 6 bicién y sentido qué ia qué propuso Ernst Robert Curtius), de una suma de motivos como topografia ideal; y, concecuentemente, 1a plenitud positiva del que Benjamin concibe como elaboracién microlégica de lo empirico, que establece un equili. brio con su idealismo arquetipico y crea una espe- cle de materialismo trascendente (por el cuel encuen tra conexida con Ernst Bloch), Tal arte de Ja interpretacién permite reconocer, € un objeto del pensar, en una “idea”, sus mas deci- sives, aparentemente, heterogénees y lejanos ele mentos: la relecion que existe, por ejemplo, entre el arte pietérico, la iotografia y el cine con la téenica, vol fascismo y el socialismo, entre el valor de la he- rencia cultural y las masas, enize ol cult y la pro. fanidad, (Tel es el contenido de La obra de arte en le época de su reproducibilidad técnica), y deducir de ese complejo idealmaterial Ia segura vision de una pro- gresiva “fascistizacién” del mundo, en Ja politica y ea el arte. El tratado mencionado es, pues, estétiea, teoria del eine, sociologia y politica de Ia obra de arte, filosofia de la historia y, formalmonte, ensayo literario, no, pues, monografia sistemética, La ruptura de los limites entre filosofia y poe sia, que no s6lo se comprueba en Waiter Benjamin, sino igualmente, aunque con otro acento, en Her- mann Broch y en Robert Musil ao es simplemente la expresién o el sintoma de una insuficiencia de los tradicionales géneros literarios, Su fundamento ra- dica en el hecho de que Benjamin, Broch y Musil son conseientes de la situacién epigonal y secularmente escatolégica en la que viven: la posthegeiiana, esto es, Ja de la absoluta plenitud del pensamiento y del arte occidentales (entendiendo el Occidente en su senti- vw do histérico-cultural, ito en el ideoidgico en el que lo usa la Guerra frla), la de su apocelips's, Negativa- mente, Hegel la Hamé “el fin del arte” y Marx, pera la filosofia, la de Ja “‘realizacién de la filosofia o la nofilosofia”. En osla situecién final de 1a3 formas tradicionales de pensamicnto y expresién, el ejerci- cio mismo del lenguaje y la reflexion son esencial. mente libres en e] manejo de sus medios. Broch, por ejemplo, interrumpe su novela Les sonimbulos con un tratado filoséfico sobre La destruccién de los va- Jores (base de un “sistema” posierior que abarea des- de Ja novela hasta la sicologfa de les masas); Musil en su Hombre sin propiedades registra y analiza con la preeisiin de un “vivisector? (au palabra favorita) y el detalle de un cientifico el fenémeno filosdtico del nihilismo europeo, y Benjamin utiliza la narra cién de sus recuerdos 0 anécdotas, la alegoria y la pard- bola para hacer inteligible y eckerente 1a rica y com. pleja estructura de la percepeiin y do Ja experiencia, En estos y otros casos mas no se trata de interpolacio- nes filosétieas © postieas en poesia y filocofia respec. tivamenie o de reinterpretaciones posticas de Ja filo- sofia y filosdfiess de la poesia, sino de una unidad cognoscitiva, que es el iitimo apoyo del intelecto en la época del nihilismo y cl primer intento de expre- sién del futuro. Justamente en este caracter de ensa~ yo — en el doble sentido del término — de los con- lenidos y de sus formas en filosofia y poesia ra- dica la fascinacién que ejercen las Utopias sociales y politieas — correlatos reciprocos — y sus intencio. nes de futuro en las letras actuales sobre Ja humani- dad de hoy. Esta situacién, que es le suya propia, Ja yio simbolizada Benjamin en un cuadro de Paul Klee titulado Angelus Novus: “Hay un cuadro de Klee que B sc lama Angelus Novus. En él es gel que parece como si estuviese en d Jarse de algo, que él mira fijamente. Sus aj Gesgarrados y su boca abicrta y sus Geke sev el Angel de la Historia. Tiene el ros to al pasado, Cuendo surge ante nosotros una de aconiecimientos, ve él una sola catastirofe que & cesantemente amontona ruinas sobre ruinas y se las arroja a los pies. El angel quisiera permanccer, dos- pertar a los muertos y recomponer los trozos. Pero une tormenta viene ondeando desde el paraiso, se ha enredado en su élas y es tan fuerte que el Angel ya no las puede cerrar. Esta tormenta Jo ova sin paa- sa hacia el futuro, al que el Angel ha vuelto la espal- da, mientras el montén de ruinas ante 6] crece hasta 41 cie‘o, Esta tormenta es 1a que Hamamos progre. (Tésis histérico-flovéficgs, X). Angelus Novus faé el titulo que Benjamin proyeeté para una revista, que sélo aleanz6 a ser proyecto editorial. Pocos aiios des- pués de ese frecesado proyecto el Angel de la toria vid crecer incssentemente las ruinas, bajo las cuales perecié Walier Benjamin: perseguido por la Gesiapo y ante la amenaza de que seria entregado con ua grupo de fugitives judios, se suicidé en Port Bou cl 26 de septiembre de 1940. Habia nacido en Ber- in el 15 de julio de 1892. Por parte de su padre, el Banquero Emil Benjamin, estaba emparentado con Ja familia de Heinrich Heine, Estudié en Berlin y en Berna, en donde se doctor con un trabajo (hoy fun darnental) sobre El concapto de critica de arie en ol somunticisme elem4a, Con el libro sobre El origén del drama aleman intent), en vano, habilitarse como do- cente en Ja Universided de Frankfurt M, En 1a emigra- clén en Paris trabaja con Theodor W, Adorno, Her~ bert Marcuse, Max Horkheimor ete. en el famoso “Jastituto de investigacién social”, fundado por Ador- no, y publica ea su revista los trebajos més impor- tantes de su @ Nota Biblicgrdfica. P: escritos, editados por ‘Theodor W. Adorno y Gretel Adorno con Ja colabora- cién de Friedrich Podszus, Schriften, 2 tomos, 1965, ‘Una seleceién: Muminationen, ed. yor Siegfried Un- seld, 1961, contiene trabajos no recogidos en la edi- cion mayor. De otros libros hay ediciones separadas: Elnbshnstragse, 1955. — Berliner Kindheit um Neun- zchnhundert, 1950. Ursprung des deutschen Trauers- zehnhundert, 1950.— Ursprung des deutschon Trauers- piels, 1963. Das Kunstwerk im Zeltalter selner tech. nischen Reproduzierbarkelt, 1963. Una seleceion de sus tratados sobre ciudades remnié Peter Szondi bajo el tittlo Staedtebilder, 1963 (contiene dos piezas iné. ditas), El trabajo fundamental Geethes Weblverwand schaften, que merecié el elogio entusiasta de Hugo von Hofmannsthal, aparecié en la Insel Biicherei, 1964. Los otras obras han sido publicadas por Suiar- kamp Verlag, Frankfurt/Main Ali aparecié tam. bién Ja seleccién de cartas, con comentario, de gran- des escritores bajo e] titulo Deutsche Menschen. Rino Folge ven Briefen, 1962, Una primera Bibliogratia de- tallada en la ed. Peter Szondi ya citada. En fracés M. de Gandillac ha publicado una se- leceién (Paris, 1959: Julliard), Oeuvres choisies. Al italiano Rensto Solmi, bajo el titulo Angelus Novus, Saggi e frammenti (Turin, 1952). Ey georg buchner — Entre el Dandismo y la Revolucion — En el afio de 1834 publicé el genial Heinrich Heine 1 obra Sobre la historia de la religién y de la filosofia on Alomania, en Ja cial la exposicién del culminante movimiento cultural de la época, por discutible que ella pueda ser hoy, ponia de presente, por la crista- lina ironfa y por la polémica simp! videncia de sus opiniones, Hoy, despojadas de la agre- sividad con que las eseribié, sus concepciones sobre Ja filosofia de] idealisime alemin se han convertido, por obra de historiadores e historiadores de la filo. sofia, en comprobado haber comin de las opiniones sobre ese movimiento. Asi no resulta novedad uno de sus més agudos parrafos en el que afirma que “nuestra revolucién filoséfiea ha terminado. Hegel ka cerrado su gran circulo, Se me ocurre que un pue- blo metédico como nosotros tuvo que comenzar pri- mero con la Reforma, puco ocuparse solamente deg. él puis con la filesofia y ‘micamente tres su plenitud deberia pasar a hacer la revolucién politica, Yo en- cuentro ese orden completamente racional. Las cabe- zas que utilizé la filosofia para meditar las puede cortar luego 1a revolucién para los fines que quiera, 0 la filosofie nunca hubiera podido utilizar las cabezes que la revolucién hubiese cortado si éta hubiera precedido a aquella, Pero no tengéis miedo, icanos alemanes; la revolucién alemana no se~ Jeve y més suave solamente porque la hayan precedido la critica kantiana, el idealismo transcen- dental de Fichte y la filosoffa de la naturaleza de Schelling. Estas doctrinas haa desarrollado fuerzas revolucionarias que sélo esperan el dia para esia- ar y Menar el mundo con temor y adrairecién”, El especticulo apociliptico y grotesco — que pinta Hei ne a continuzcién — de kantisnos, fichlianos y schel- lingnianos armados de hache y expada y entregados metédicamente a devastar los campos de Europa no aconlecié en el futuro Inmediato que temia Heine. La revolurién politica alemana que el gran irénico deszaba con tan ambigua ilusién, siguié recluida, por un tiempo largo atin, en la filosofia; pero la duda que provocé la ineapacidad del pueblo alemén para asar de la teoria ala practica politica, de la filoso. fia a Ja realizaciéa emancipadora de la razéa, es de. cir a la Revolucidn, se convirtié para la joven inte- ligeneia de entonces en el punto arquimédico del que dependeria el futuro feliz destino de su historia, Ais- lades involuntariamente del pueblo, sometidos a la infame opresiin de un epigonal absolutisino y obse- sionades por la necesidad de implantar el Reino de Ja razén y de la libertad que habian sofiado los filéso- fos en respuesta a las suscitaciones de la Gran Reyo- 82. lucién de 1789, algunos pocos intelec seil, acompafigdos por no muchos obr intentar el paso anhelado y fund! "Sociedad de los derechos del hombre va de las que se conocian en Francia, y s ron, luego, a organizer una noble y espe jura. El misraa afo ea el que aparecié la obra de Heine Gireulé, tintidamente, una hoja volante, El monsajoro campesino de Hasson, cuyo lema: “Paz a las cabaiias, guerra a los Palacios”, anunciaba la desafiante inten- cién de sus autores. Mas precisemente de su autor, Georg Biichner, estudiante de medicina en Giessen ¥ quien hacia apenas un afio y algo mas acababa de tegresar de Estrasburgo, centro entonces de los des contentos politicos y de los revolucionarios de Jas dos nacioncs, El manuscrito original, redactado sola mente por Biichner, habia sido sometido a la revi. sion de un piadoso y paradéjieo conspirador, Fried- rich Ludwig Weidig, director de una escuela en Butz- bach, liberel monarquista y pio lector de la Eseritu- ra, quien, por ejemplo, en vex de la frase “los r cos” puso 1a menos significativa de “los distingui- dos”, y en vez de las clatas alusiones a los liberaies de la época, adorné el ardienie texto con interpola. clones de narraciones y proverbios biblicas, curi egslismos mondrquicos y no poco de parroquial sen- tmentalismo. La versién que conecieron los campe- sinos y que no quisieron comprender y cobardemen- te rechazaron fud, a:i, una mansa curiosidad: al lado de sangrientas y justas ironias. sobre Ja alianza del trono y el altar, de entusiastas afirmaciones de la vo- luntad del pueblo como origen tnico de la autori- dad civil, y amenazas decididas a la monarquia, zada Con. 83 encuentra Ta visiin beatifica de un reino de luz y de justicia, el inerte y tradicional temor al reino de as tinfeblas, exorcismos contra Satands, analogias con el corpus misticum, sellado todo eso con un hu. milde Amén. Segin las decleraciones de uno de los conspiradores, August Becker, amigo intimo de Biich- ner y a quien lamaban el “rojo August”, Bichner no quiso reconocer, y con razén, como obra saya a hoja volante con las correcciones de Weidig, autor ya antes de otra ineficaz y edificante manifestacion de su ingenio, El far e Huminador de Hessen, Pues Biichner no queria limitarse a la invocacién, sino que buseaba poner en marcha la accién, En una carta a sus padres comentaba e] fracaso de otro intento an- terior de Ievantamiento y con tono apodictico asegu- raba que lo “Gnleo que puede servir hoy es Ja vio~ lencia”. Weidig, en cambio, era confuso y solamente sojiaba con la proclamacién de una vaga monarguia constitucional. Con el Mensajero quiso Bichner un‘r los intereses materiales del pueblo a los de la revolucién como tinico camino posible de realizarla, Pero la reaccién del pueblo, y no menos el gesto pastoril de Weidig, ante la hoja volente pusieron de presente que todas sus esperanzas eran vanas, Con su sentido real de la politica y de sus posibilidades, Biichner se encontré entonces en aislamiento y sole- dad completos. Era, fue, al parecer, su naturaleza, Uno de sus compaiicros de estudio, Vogt, recordaba muchos afios después de la muerte de Biichner que sus condisci- pulos no lo encontraban simpatico. “Llevaba —escribe Vogt— un cubilete siempre sobre Ja nuca, poria constantemente la cara como si fuera un gato cuan. do truens, se mantonia completamente al margen, at trataba solamente a un individuo genial algo desor- denado y zarrapastroso, August Becker, a quien he- bitualmente se lamaba ‘el rojo August’. Su reserva se interprelS como soberbia y puesto que, evidente- mente, algo tenia que ver con agitacién politica y una o dos veces se le oyeron expresiones revolucio- narias, no fué taro que, de noche, cuando (los estu- diantes) volvian de la fonda se detuviesen ante su ca. sa y se entonara un vivat irdnico: ‘ol mantenedor del equilibrio europeo, el libertador de los esclavos, Georg Bichner, que viva”. Lo que sus compatieros de estudio consideraron arrogancia fué simplemente la manifestacién de su creciente y altiva soledad. En uno de sus pocos poe- ‘mas, La noche, en el que con las habituales metifo- ras del tardio romanticismo canta la paz que llega cuando “se hunden los coches dorados del dia” y la noche “con mano suave alivia las quejas del core- z6n y nos tree quieiud en el diffeil curso de la vide’ la fluida serenidad por la que se deslizan versos co- mo estos se detiene en Jas Gltimas estrofas y se con- vierte en una imagen de 1a scledad: ‘Silencio y paz en el espacio yermo, que como una emplia tumba ya se extiende; donde antes florecieron fuertes razas Toe shora el tiempo, el destructor”. Pese a que el pooma, escrito en su primera ju. ventud, es de relative valor estético y 2 que los tpicos culian la intencién, se puede percibir ya en 61 un sentimiento de rebelde desconsuelo del que, més tarde, en una carta a su novia, Minna Jaegle, tu- Yo més clare conciencia al afirmar que “se sentia aplas- tado por el fatalismo de la historia... El individuo es #élo espuma sobre Ja gla, la grandeza una simple ca- 85 sualidad Ja dominacién del genic un juega de ma- fonetas, una lucha ridjeula contra una ley de acero, ante Io cual lo mas alto es conccerla, pero imposible dominarla”, Usta atin imprecisa coacepciin de la im- potencia del hombre 0, si se quiere, de Ja férrea ne- cesidad con la que evanza la historia os, entre otros, el origon de su soledad y de su aparente soberbia, A sus padres replic6, ante el reproche de altivez, que no dosprocia a nadie por su incultura 0 su mints- culo entendimiento porque no esti en manos de na- die el no ser um imbéeil o un delincuente. “Es cier- to — agrega — que rio frecuentemente; pero no x Ge cémo elguien es hombre, sino de que se es hom- bre — por lo cual nadie tiene la culpa; y rio ademis de mi mismo, porque tengo que compartir su des- tino”. A iferencia de la igualdad humana optimis. ta y libre pensada por e! recionalismo — que secula- riza la misma idea cristiana — la igualdad que insi. nia Biichner es una igualéad fundeda en el nate. ral desamparo del hombre, impuesta por la neces dad con la que actiia la férrea ley de la historia, exi- gido por la mstoria misma de que estén hechos el uzo y Je otra, Su soledad, su aparente altiver son, pues, la otra cara de ua resignado y sobrio, inteligente pe. simismo, Resulta paradéjico ontonces el que Biichner, en vez de reducirse a una sombria pasivided intentara romper por medio de la accion revclucionaria, que es optimismo y fe en Ja libertad racional del hom- bre, los Ifmites impuestos a la condicién humana por se “tremeado fatalismo de la historia”. La roménti- ca figura del solitario distante, altive por Jo incom- prendido, que lucha en favor de Je solidaridad, es la figura de una antinomia, cuya férmula tradicional 86 habia condicionado la problemitica (ti cel pensamiento desde Kant y que, {ilosético-histérica que Je habia dado Cartas sebro la educacién estética dol hombro, via a precentar en la época de Bite ce la revolucién filoséti huellas, més tarde Hegel un eseatclégrico libertad; no habien anunciado acaso Hegel y Sche- ing el préximo, casi fisieamente perceptible adveni- miento de ese reino y, sin embargo, no seguian esela- vizado el hombre y hambriento, explotado y esearne- cido el pueblo? Teoria y praxis, soledad y solidarided, libertad ¥ necesidad — esto es, los antagonismos que caracte- rizaron la situacién histérico-social y que determina~ n Ja siluacién personal de Biichner erean la ten- ‘én que constituye el impulso de su actividad poli- tica revolucionaria y de su creacién literaria, y que eacuentra sa primera expresién en el noble tono agre. sivo con que est4 escrito El mensajero campesino de Hessen. En é1 los datos sobre los excesivos impuestos con los que se carga al pueblo y se Io explota, sobre el despilfarro coriesano, sobre los gastos militares y la burocracia ocicsa, entre otros mis, del Gran Dueado no solamente delatan su sentido real de la politica sino una fina habilidad por la cual sabe establecer un equilibrio entre el contenido ideolégico y la fun- cién practica de 1a pieza. Aunque osos datos y la ma nera de utilizarlos revelan su concepeién inexpresa de que Ja historia descansa sobre supuestos materiales € intereses, considerados desde otra perspectiva esos 87 datos son los elementos que ponen de relieve justa- mente el caricler retérico de El Mensajero, esi ¢s, su construcctén encaminada furdamentalmente 2 con vencer, En este sentido, la versiin original de El Mea sajero adquiere una significacién mas compleja que la de una hoja yelante, la de un pantleto o Ja del primer episodio politico desafortanado de la vida de Biichner, La estructura retériea de la pieza da testimonio, en primer lugar, de la unidad y de la con: titueién de 1a obra de Biichner, porque e$ 1a con- tunvacién de sus primeros trabajos de escolar, entre Ios cuales se destaca un discurso en cl que justifica la az tilud de Catén de Utica, cuyo rigor moral e insobor- nable amor a la patra se asemejan, en el retrato que pinta Biichner, a la atmésfera que rodea al incobor- nable Robespierre. Esta tdcita semejanza entre la Antigiiedad y el ideel revolucionario es mas expresa en otro de esos trabajos escolares de prematura ma durez sobre La muerte horéica de los cuatrocientes dp Pforzhelm, en el cual se percibe con transparen. cla su esfuerzo de comprender lee acontecimiontos modernos a partir de los simbolos republicanos de la historia romana. Para un escolar como Biichner, de quien su profesor, Carl Dilthey, escribié en el eerti- Hieado final do estudios que su redaccién latina 1o- graba la plenitud de numerus oratorio, estos sin bolos republicanos se cristalizeban en el tipo idecl del orator. Pero, en segundo lugar, la sustancia reté- Hea de su constitucién intelectual que se refleja ea EI mentajero campesino de Hessen, pone de manifies- fo una contradiceién més con el contexto unitario de contradiceiones en que se mueve Biichner: aunque st intencién primaria fué la de despertar al pueblo y provocar la revolucidn, el medio mismo que eseogié, 88 es decir, el arma de Ia palabra eserita, se agota en st mismo; la retériea de Biichner es la praxis politica da Ja palabra, es una accién que no logra superar los Himites de Ia palabra misma. En su intento de poner en marcha la revoluciéa mediante Ia retérica, ce hallaba implicito ya su fracaso. Biichner fue conseien. te de esta limitada impotencia, un rostro més del aniquilante fatalismo de la historia y de la misera condiciéa humana, e impulsado por Ja incesante ex- cilacion de esa couciencia treza, para responder a Jas preguntas que lo acosan, su imagen de Dantén: del héroe nacional en que Valiny salva a la Francia revo- lucionaria del eonjunte acoso monarquico — en el que participé el burgués Consejero de Weimar — y que luego se abandona a Ja engafiosa mesura de las con~ cesiones y Joa compromiaos y a le privilegiada mol cia, La densidad veloz de los acontecimientos, lx intensa presién de los antagonismos histirico-saciales y bio- graficos desarrollaron, en la evolucién de Biichner, de mode dialéctico, el niicleo sembrado por su pri- mer entusiasmo republicano y revolucionario, y a Ja figura de Catén de Utica de un idealizado Robes- pierre, contrapuso a ambigua de Dantén, el anti-hé- roe real. El mensajero campesino de Hessen fué impreso en julio de 1834. En agosio, la policfa capturé a uno de los conspiradores, Kari von Minnigerode, con cien. to cincuenta ejemplares de le hoja volante. Como to- dos los conjurados Biichner ignora que han sido dela- tados a la policia por Konrad Kiihl, el judas de con- tianza del pio Weidig, quien tenfa puesta en él toda su ingenuidad, y esa incertidumbre aumenta la zo- zobra. Aunque sabe burler audezmente las primeras Investigaciones oficiales Biichner sabe que pronto el 89 cerco habra de encerrarlo, Pasa el otofio y el invier no entre el estudio de la anatomia, la filosoffa, 1a his. toria y le azarosa espera de su verosimi] y préxime captura, En enero de 1835 es citado a declarar ante los tribunales de Offenbach y Friedberg. En medio de esa excitacién comienza a escribic su drama La muerte ds Dantén que concluye en algo mas de un mes, a fines de febrero. Pocos dias despuds, el 9 de marzo de 1835 cruza la frontera francesa hacia Estras- burgo. A Karl Gutzkow escribe cobre La muerte de Dantéa, al pedirle que lo recomiende a un editor, que ituseiones desefortumedas me obligaron a escribir Jo tan slo en cinco semanas. Digo esto para mcti- var su julcio sobre el autor, no sobre el drama, No s& atin lo que he de hacer con ello, pero solamente sé que tengo causa suficiente pera sonrojarme ante la historia; me consuelo con la idea de que, con excep- cién de Shakespeare, todos los autores se encueri- tran frente a ella y a la nataraleza como nifios de escuela”. La muerfo de Dantéa no es simplements una ac. tualizacién de los acontecimientos que expliean y jus- tifican la enemistad del cismético revolucionario y el virtuoso Kobespierre. Tampoco es el “drama” perto- nal de Danton y sus amigos, El enunciado sencillo del argumento puede reducirse a la contraposiciin de dos ideologias: le que expresa Hérault en el pri- mer acto cuando en dialogo con Philipeau dice: “La revolucién ha entrado en el estadio de la reorgani- zacion, La Revolucién debe cesar y debe comenzar la Repiblica”, y 1a que representa Robespierre cumn- do en el Club de los jacobinos argumenta: “El arma de la Repiblica es el terror, la fuerza de la Repiibli- ca es la virtud; la virtud, porque sin ella el terzor es 80 nocivo; el terror, porque sin Sin embargo, en la tensién, creada por esti pi se entreteje una densa dinamica d sesperacién y cinismo, indi ia y pai que no son 10s pocos episadios lo que realment tece, sino la inmedizta y rica expresin de estos in: tintos, pasiones y aderanes. En la primera escena, en la que se encuentran reunidos Dantén, Hérault. Séchelles, Julia — amante de Dantén— Philippeau, Camille Desmoulins y algunas demas cabe obsecvar ya que en el curso del drama no ha de tomatse nin- guna decisién porque de antemano pesa sobre sus ca- bezas la condena y porque su compafiera permanen- te es la muerte, Lo que ellos dicen lo dicen ya como difuntos, como sombras de personalidades que atin vi- ven pero que estén consumiéndose en una tumba, No 8s casual, entonces, que una de les pélabras més sig- nifieativas que ocurren en el drama eg esa. A Julia dice Dantén: *...te quiero eomo ala tumba”. ¥ on el segundo acio, en un mondlogo, afirma: “la tumba me da més seguridad porque al menos me propor. tiona el olvido”, y més adelante agrega: “Coqueteo con la muerte”. El drama se asemeja a la conocida comunidad de “eodifuntos” que Kierkegaard reunié ‘en su obra O esto o lo otra y ala que le dié su pecu- liar interpretacién de Ia Antigona de Séfocles. La semejanza va més alla del hecho simple de que en el danés desesperado y en Biichner la escena que pre- fieren es la de un més alld, Bn el uno y en cl otro los codifuntos son, como dice Dantén en didlogo con Ju- lla, “mufiecos... movides por poderes desconocidos; jada somos nosotros mismos... 10s sa- bles con los que luchan los espiritus — no se ven las a manos como en Jos cuentos de hadas”. Bl “tremen. Go fatalismo de la historia” es decir, pues, Io que nu- tre toda la dindmica de La muerte de Danton. Biich- ner pone en boca de Dantén, con pertinancia, esta idea, Ante ol] tribunal revolucionario clama: 1 Pestine nos conuce le mano, pero sus érganos son so'men- te una sombre més, las figuras que lo pueblan se muven alsladamente y comc ménadas, son voces en confusa contradiccién a las que sélo da consistencia y contexto el espacio en el que se encuentran, tan casual como las figuras mismas, Pero ese espacio es, @ su vez, tan mtiltiple como los gestos de Jas som- bras. En ofro didlogo, en el que comenta la actitud incondicional de Robespierre, dice Desmoulit “de berfamos quiternos las masearas y entonces veria- mos, como si estuviéramos en una habitacién ena de espejos, en todas partes al antiguo, numeroso, In- destructible mentecato, nada mis y nada menos. Las diferencias no son ten grandes, todos somos pillos y Angeles, imbéciles y genios, y todo en uno: las cua- tro cosas tienea lugar suficiente en el mismo cuerpo, no son tan anchas como ¢@ imagina, Dormir, dige- rir, hacer nifios — eso 1a hacen todos; las demés co. sas son variaciones desde diversos tonos sobre el misao tema”, Zn iin, el mismo Dantén cierra la con- verseciéa con una frase que resume todo e} conte: nido do la pieza: “El mundo es el caos. La nada es ‘el dios del universo que ha de alumbrarse”, Las antinomias que determinaron la cbra de Biichner rompieron con su tensién el contexto de Ja realidad. En vez de presentar un cuadro revolucio- nario, Bilchner dibujé la naclente disoluctén del mun. do, pens al hombre como una mascara, una som. 92 bra y una marioneta soliteria, y @ Ta realidad en Ja que ce mueve como un laberinto en el que todo es simultaneo, Eso explica los transitos bruscos en los diélogos y atin en las mismas frases, corno cuando di- cea Jul 40, dulee tumba, tus labios son cam- panas de difunto, tu voz le campanada de mi tumba, tu pecho la lapida de mi tumba y tu coracén mi ca. Ja funeraria”. Estas uniones o simultaneidades de 10 erético y lo macabro, o en otras ocaslones de frivoli- ded y melancolia, de empalago y deseo, do ingenio ¥ escepticismo, de seriedad y cinismo, de lo fascinan- te y lo repulsivo crean en la expresién un tejido cad- tico de ambigua significacién: por una parie son la precisa reproduccién de los gestos contradictorios de las sombras sometidas al poder de un desconocido maguinista; por otra, constituyen la imagen de lo ab surdo y de lo gratesco, es decir, de la enajenacién del hombre, Pero en éste horizonte expresivo, en el que los mas sublimes sentimientos y pasiones se entre. cruzan con las més vulgares tendencias y los mas bajos instintos, pierde Biichner el sentido de los i- mites y, pese a la atmésfera que reina en su drama, aproxima su experiencia a la ingeniosa trivialidad, a lg elegancia buscada a costa del sentido o de lo que se quiere decir, Desmoulins, por ejemplo, antes de subir al atibulo dive: “Ahi, viejo Carontes, tu carro es una bue- na bandeja. Sefiores, yo quiero servirme de primero. Este es un banquete clasico, Estamos en nuestros sitios y vertimos algo de sangre come Iibacién. Adids, Dan Dantén, cuando aquel so des- ‘igo mio! La guillotina es el mejor mé- ¥ volvitndose al verdugo: “Quieres ser mas 93 cruel que la muerte? Puedes evitar que nuestras ca bezes se besen en el fondo del eesio?”. El Danton de Biichner es un macabro dandy, es el hermano diso- luto de Kierkegaard. Pero el dandismo de este Dan. tén, en el que Biichner puso mucho de sus preocaps- ciones, sin resolverse a abandonar Jo que, quizé inde cisamente, puso en los rasgos de Robespierre, no pro- viene de una coneepeidn aristocratica del espiritu co- mo todo el dandismo — sino justamente del despre- eio general de la condicién humana, No es protesta ino desolusién de los es. fuerzos igualiterios. No es Biichner el que se coloca ‘por encima de las ercaturas, sino la historia la que po. hombre por debajo de sf mismo, Ja que lo con. vierte en marioneta, le coloca las variadas mascaras, Jo abandona en el laberinto de espejos en el que to- do es simulineo y, asi, lo priva de su individualidad, En el Dantén ce Biichner, éste peculiar dandisme re- sulta ser la tiniea posible libertad, porque el juego de es palabras que teflejan los sentimientos y las pa- siones constituye el tinico testimonio de que los mu- fieeos del teatro se han hecho conscientes de su abso- Juta csrencia de libertad, y esta conciencia es libertad en la necesidad, Del yo, disuelto en la nada y en el caos, s6lo queda su voz que va registrando el movie miento veloz de destruccién, de su propia aniquila- ‘oién, Sin embargo, esta aniquilacién es solamente un retorno a Ja nada, es pues, una permanente e infinita destraccién. Por eso, cuando Dantén dice que Ja “tum: ba me da mas seguridad”, agrega que “hay un senti miento de permanoncia en mi cue me dice: mafians sera como hoy, y pasedo mafana y més allé de todo ser como ahora”. La caida de la cabeza de Danton & va acompafiada de un eco de habiluel indiferencia que repite la atmésfera inicial: el difunto vuelve a su tunba, y la conclusién del drama queda ablerta, no porsigue ninguna finalidad. Lucile, la amante de Des. moulins, pregunta: “donde he de buscarle ahor Contra ciertas interpretaciones excesivamente es- tetizantes de Dantén, Georg Lukes, con algo de doc- trinarismo y no poco de simplificacién esquemitica, ha tratado de salvar a Dantén y a Biichner de las posibles interpretaciones idealistes ¢ existenciales, en Jas que desaparece plenamente el problema revolu- cionario. Asi, por ejemplo, asegura que “le apatia cf- nica, el cansado aburrimiento de Dantén, su no que rer obrar np agarecen como Tasgos sicolégicos con. tradietorios de quien fué un activo revolucionario, si no son los reflejos necesarios animicos de su situa cién”. No cabe duda de que éste es también uno, si bien no el mas central aspecto de Ja figura de Dan- ton. Pero no por eso el cismatico revolucionario si- gue dendo revolucionario; mis bien cabria decir que Ta explicacién de Lukées traduce a los reflejos ani- micos de Dantén las caracteristicas de le situacién de la época. El cansado aburrimiento, la apatia cini_ ca, la frivolidad, el dandismo en una palabra, son, en frase de Hegel, los sintomas de una época que se encuentra en un periodo-de transicién, entregada al trabajo de handir en el olvido su pasado, que se dec- morona y que va presintiendo en esos sintomes la proximidad de algo desconocido. El Dantén do Biich- her es ol simbolo de ese periado de disolucién en el que el hombre no es dueiio de si mismo, es decir, del pericdo de Ja enajenacién en la historia europea. 95 Con el Dantén, Biichner trazé el horizonte en el que cabe explicar la tensién de las antinomias en_ tre teoria y praxis, soledad y solidaridad, liber- tad y necesidad: es ol del nihilismo nacienie, “el mis inquietante y ligubre de todos los huéspedes” como lo lamé Nicizsehe. Condenado al exilio — el destino de toda inteligencia libre — su aecién politi. ca tuvo que limitarse a la acciéa del pensamiento, Una profundizacién y continuacién del drama es su presa narrativa Lenz, en 12 cual el tema cotitral es la enajenaciin, El material es, también aqui, histérico. Jakob Michecl Reinhold Lenz, poeta genial que vi- ex la segunda mitad del siglo KVIIT, que exoeié y padecié 1a sombra de Goetie, después de una in- tranquila vida enloqueee, Pasa dos meses al cuidedo de un médico boticario y luego lo recoge un Pastor alsaciano, Johann Friedrich Oberlin, quien Uové un diario exacto de la estancia de Lenz en su parro. quia. Los papeles de Oberlin fueron a dar a manos de Ja familia Stober, amigos de estudio de Biichner, y es posible que en cu casa los haya conocido, Una. comparacién del diario de Oberlin con le prosa na- trative de Biichaer muestra Ja fidelidad con Ja que este Wltimo se atuvo al material del elétigo. Ea for. ma més intensa que en La muerte de Dantén, la na- rracién fragmentarie sobre Lenz opera esencialmente con los estados animicos del personaje. Pese a su fi- delidad al texto original, que en muchos pasajes re- pite Literelments, la densidad que da Biichner a le Geceripcién sobrepase los limites de cualquier realis- mo y adguiera la forma de un obsesionante, veloz movimiento del Jenguaje. ¥ es precisamente esa mo- vilidad la que da al contenido mayor relieve. Pues lo 96 obsesionante de la prosa descansa en las numerosis frases condicionales, de las que Ja siguiente puede servir de significativo ejemplo: “‘Se hallaba como si existiera solo, como si el mundo descansara aole- mente en su fantasia, como si nada existiera aparte como si fuese el eternamente condensdo, so lo con sus imigenes tormentosas”, La realidad es al- go posible y como tal un vacio, la nada, El curso de Ta curaein aparente de Lenz esté registrado con la precisién de una historia clinica, Pero la curaciin ¢s aniquilacién, Bn el estadio de su enajenacion, las Imagenes que surgen son imagenes deformadas que delatan su contorno originario; sus exclamaciones son una forma de participar de esa posibilidad eterna: mente abierta en la que consiste Ja realidad, y a ve- ces recuerda las frases de Dantén: “Si, sefior Pas- tor —vea Usted, el aburrimiento, oh, el aburrimion- to, ch tan aburrido, ;¥a no sé lo que he de decir, he pintado toda clase de figuras en la pared; Oberlin replicé que debe voiverse a Dios, y Lenz riendo le dijo: Si, si yo fuera tan afortunade como Usted pa- ra encontrar tan cémoda diversién podria entonces pasar ¢ tiempo. Todo es ocio. Pues Ja mayoria reza por aburrimiento, los otros se enamoran por aburri- miento, los terceros son virtuosos, los cuartos i sos y yo no soy nada, absolutamente nada, y ni siquie- ya quiero matarme: es demasiado aburrido”, Al fi nal, en cambio, cuando abandona la casa de Oberlin y se dirige a Estrasburgo, tranquilo y razonable, 66- Jo queda en 6! um vacio: “Hacia todo lo que los de. més hacian; pero habia en él un tremendo vacio, ya no sentia angustia alguna, ningiin deseo, su existen. cla era para é| una carga necesarla", La curacién es ov pues Ja absoiuta, resignada indiferencia frente a la realidad, Y — concluye la prosa — asi siguié vivien- do Sien La muorte do Daniéa Biichner enuncié por primera vez los tems que, afios después, habria do desarrollar toda la Lteratura y atin la filosofia, esto es, Ja disolucion de Ja individualidad, que provoea las méscaras, los apéerifos, la configuractén de lo gro- tes, la imagen del laberinto infinito y simulténeo como simbolo de Je realidad y del mundo, y con su prosa dio el ejempdo del lenguaje explosive eapaz de reproducir con realismo la enajenacién de la que surgen estos tomas, Lenz cefiala ol camino por el cual con igual realismo, ha de seguir la novela mo- derna para dar argumento épico al permanente y hondo resquebrajamiento de lo establecido. No se trata; en este caso, de sefialar posibles o reales in fluencies porq:e Biichner, después de su muerte en 1837, pas6 casi desapereibido y solamente a comien. z0s de este siglo vino a ser redescubierio, Pero no sobra cbservar el parentezco que hay entre él y Nietzsche, por ejempla, y en no pocos aspecios entre al y Gottfried Benn por sdlo cilar dos nombres en este aspecto, y recordar el procedimiento de que se srvleron Hermann Broch y Robert Musil, el prime ro en su trilogla Los sondmbules y el otro en su no- yela inconchisa El hombre sin propiedades para dar- le transparencia y hacer perceptible por medio del Jengaaje el esiade de disoluciéa y el nihilismo con- tempordneos, En Dantén y en Lenz esa nada que es el mun. co, y las marionetas que son los hombres estin pe. netrados de una simulténea presencia de gravedad y 96 cinismo. Pero Biichner no deja entrever su origen, ellos ectiian de modo inmediato. Lievados hasta la carieatura estos gestos de las marionetas muestran al grande, desconocide maquinista que los maneja, Se sabe de antemano que es el tan citado fatalismo de Ia historia, pero Biichner no lo presenta en su ava- saliader poder, como ea las piezas anteriores, sino que prefiere, ahora, desenmascarar su contrafigu. ra, esto es, e50 gue, con fines diddcticos y simplifi- cadres, Wilhelm Dilthey ama el “idealismo de la libertad” 0, mds exactemente, la “revolucién filos6. fica”; mostrar su fragilidad y concluir, una vez mis, en la comprobacién de que el hombre es un ser cu- yo distintivo consiste en su plena carencia de liber tad. Tal es la variecién del tema obsesionante que trata Biichner en la comedia Leonce y Lona, La “tra- ma es casi infantil: por razones de Estado, el Princi- pe Leonce del reino del Popo, y la Princesa Lena del reino de Pipi, han de casarce, aunque nunca se han visto. Poco antes de 1a boda cada uno de los no. vios decide, por su cuenta, huir, En un lugar ‘tual- quiera se encuentran cesualmente, se enamoran y se comprometen en metrimonlo, Resuelio a casarse, el Principe decide volver a su reino y presentarse con Lena ante la corte “como autématas vivientes”. BL rey, para no desaprovechar los preparatives de ia boda frustrada, los hace casar, Leonce se hace car- go del gobierno y Valerio, su criado, suefia como un Sancho Penca con eu insula Barstaria, La comedia, empero, que de modo jocoso pone de presente emo nadie, pese a su aparente libertad, puede escapar a Jo que ya se ha devidido es, en parte, una parodia 98 al igealismo alemin. El Rey Peter, quicn decide lo boda, hable en el leaguaje de Ia filosofia idealista: las catzgorias, la substancia, el en si, el concepto, los atributos, las modificaciones ete. son sus palabras preseridas. Y en medio de sus balbuceos alude bur- lonamente al espiritu absoluto de Hegel, que es me meria, y que el rey parece perder en el curso de sus aparentes sutilezas dialéeticas, Valerio, por su par- te, con menor gracia que el Rey, no expresa de otra manera, “Tenemos que hacer otra cosa, ddivina” —pregunta Leonce 2 su eriado, y éste responde: “Ah! Ja cieneia, la ciencia, Nos volyeremos sabios. A prio- Tio a posteriori”. La revolucién fileséfica, el idealis- mo de le Libertad quedan reducidos a un simgle jue. go de palabras solemnes ¢ ininteligibles, y mientras Jos personajes se ilusionan con Ja libertad que les prometen los “en si”, las “categorias”, la “ciencta”, Ja historia los espera en cualquier lugar casuzl para hscer cumplir lo que ya ha decidide, también burlo- nemente, La comedia Leonce y Iyena es una sardeni ca y peyorativa carcajada ante el espectéculo del idealismo, En el breve tiempo que comprende la produccién literaria de Biichner, desde El menjafero campesino de Hessen hasta Woyzeck, escrito en el invierno de 1836, ya en visgeras de su prematura muerte, no cabe hablar de una evolucién de sus temas, sino de una coneenttaciin de su densidad, de modo que re- sulta posible concebir los dos dramas, esto es, La muerte de Danién y Woyzeck, la comedia Leonce y Lena la prosa narretive Lens y atin sus dos trabajos cientifices Scbre el sistema nervioso de los peces y Sobre los nervies del cerebro, junto con algunas de 100 sus cartas, como t:na sola pleza y, mas afin, como un soio drama en el que su tema central aparece tratado a diversos niveles y desde diferentes perspeet!vas que se entrecruzan y configuran de ese modo una gran accién simbélica. Asi, Ta itliima escena de est gran totalidad seria el Woyzeck, escrito como el Dan- 46n y Lenz sebre la base de material histérieo. Woy- zeck fué un asesino — presunto — que por celos max £6 a la viuda Woort, ou amants, Kin el proceso s° tra- t6 de establecer la imputabilidad de quien afirma- ba haber “oido voces” — como también las oi Lenz — que le levaron las manos a la comisién del asesinato. Lo: informe: médicos afirmaron [2 im- putabilidad y Woyzeck fué ejecutado piblicamente en la plaza de mercado de Leipzig. Las modificacio~ nes que intreduce Biichner son de aparente, relaii- va importancia, pero el propésito que persigue Biich- ner de significacién, Al ebrio y perturbado Woy- zeck lo convierte en un noble, aunque mediocre cit dadano de Ja clase pobre. La viuda Woost, ya entra- da en afic, es en el drama una fresea Joven con 30 clinacién, es cierto, al contacto frecuénte eon solda_ dos. Pero el Woyzeck del drama oye, como el real, voces que lo impulsan a cometer el crimen, es decir, en el lenguaje de Biichner a cumplir lo que de an- temane a decidido para él el fatalismo de la histo- ria, El tema sigue siendo el mismo; la fuerza que pro. voea el cinico censancio de Dantéa, el aburrimiento infinite de Lenz, la burla a Je libertad de Leonce y Lena es Ja misma del maquinista que maneja a su arbitrio, desconocide para ellas, las marionetas, los “autématas vivientes”, Pero en Woyzeck vuelve a poner de relieve su intencién revolucionaria, Woy- 101 zeck es, en cierto sentido, la personificacién del pro~ Jetario, Al contraponer su bondad a los prejuicies de los médicos que lo examinan y declaran, por projui- cio, que su crimen es imputable, pese a que fué con dicionaéo por el fatalismo de Ja historia Biichner de- senmascara la opresora arbitrariedad de la sociedad pequefic-burguesa. Es decir, el fervor revolucionario que habia puesto en El mensajero campesino de Hos. sem y en Ja conspiracién, que habla enmareado en un dandi:mo macebro con Dantén, adquiere para él en una sociedad frent= a la cual no cabe ya la accion de Ja violencia, como lo decia en una de sus cartas juve niles, la funciéa de le eritica, Condenado al exilio, 2 Je impotencia politico-practica, Biichner satisface su necesidad de emancipacién y de justicia cuanda des. enmaseara Jas antinomias sociales, y con no poca iro- nia muestra el contenido da la difarencia de clases Asi, por ejemplo, en una de sus muchas, ingeniosas Y, por lo ingenuas, brillantes respuestas dice Woy- zeck: “i, sefior capildn, la virtud, yo no la tengo asi ‘Vea Usted, nosotres, Ia gente baja, esa no tiene vir~ tud. A uno le viene asi la naturaleza, Peto si yo fues Ta un sefior y tuviera un sombrero un reloj y una ca- saca y pudisra hablar con distinciéa, ya quisiera ser virtuoso, Debe haber algo bello en iorno a la virtud, sefior eapitin. Pero yo soy un pobre diablo”, Y el ca pitan responde: “Bien Woyzeck, eres un buen hom. bre, un buen hombre. Pero piensas demasiado, eso agola; siempre tlenes aspecto tan agotado”. En este breve dijlogo aparece ahora toda la tensién de su obra: e] problema de Ja virtud y su fundamento ma. terial, la divisién de clases, la impotencia de los hom- bres, y la funclén revolucionaria del pensamiento, 102 de la eritiea de ta inteligencia que, enunclada por el capiién y en Ja forma como !n Ja situaoién del intelectual revolucioy ‘eetual simplemente, en la sociedad bu a lo establecido. Pensar es peligroso, Pensar, cons me. Con una rapidez s6]o explicable por la 4 dad de cu pssién intelectual, Blichnor concentra sus dramas en forma de simbolos toda Ja situacin Ristérice de la Europa decimonénica y de sus con secuencias universales en el siglo presente: él parte con su Dantén de la dialéctica que Ievaba implicita Ja Revoluciin burguesa de 1789, del retorro del revor lucionario 2 la inactividad y a la desilusién, atravie. za el dintel del nihilisme que traza ese mismo Dan. tn y sigue, con Lenz, por les campos de la enajena- eién absoluia, de Ja plena indiferencia; con Leonee y Lena despeja el horizonte para una critica a los su- puestos filoséficos de ese nibilismo y esa enajena. (on y, finalmente, en Woyzeck s2 hace consciente de Ja situacién de 1a inteligencia en 1a época en que ese nihilismo y esa enajeaacién se han establecido como Jo permanente y Jo cuténticamente real. Biichner se mueve, pues entre el dandismo y la revolucién, pe re esa oscilaciin no es simplemente un cambio de posiciones sino una tensiin, y eabe entonces decir que el uno provoca y anuncia la otra, que, pues, el dandismo eatendida ‘en su amplio sentido que col Ja a toda la Uteretura moderna, es el sintoma largo y duradore de que algo nuevo y desconocido se amun. cia, de que lo establecido, sometido también al fata- lismo de la historia, se va resquebrajando hasta eu definitiva amulacién. Esas voces desconocidas que mueven a Ibe hombres con en Biichner el equivalen- te de lo que Hegél Mamé la “astucia de le razén”, es 103 decir, 1a utilizacién por 14 razén de todas las pasio. nes de todos Ios actos, atin Jos mas antirtacionales, para lbgrar sus fines, El que Biichner haya rechazado — en su Iec- eién inaugural como docente de Zurich Sobre los nervios del corebro — toda consideracién teleolégica, todo cfleulo de fines, y haya afirmado que teda Ja organizacién encuentra su ley fundamental en Ja ma. nifestacién de una ley originaria, de una ley de la be- Meza, segiin Ja cual los rasgos y las lineas mas sen- cillas producen jas mds altas y mas puras formas, es un signo de que el fatalismo de la historia eneuen- tra su limite, en la Utopia, su limite, porque ese Uio- pia esa ley originaria, es anterior a todo acontecer, En la disputa entre libertad y necesidad Biichner de. ja el reino de Ja necesidad en el presente, con. su pro- pia dialéctica, y el de la libertad al futuro abiert que es anterior a todo. La libertad es pues el futuro abierto, y éste es 1a revolucién, Entre las tiltimas palabras que legaron sus ami- gos en sus memories, Wilhelm Schulz recuerda las que dijo sobre 1a situacién politica de su_ tiempo: “En aquelle Revolucién Francesa que ha sido tan inju- riada por su cruelded, se era mas suave que hora, Se cortaba la cabeza a sus enemigos. Bien, pero no se Jos dejaba languidecer y morir durante afios”, EL19 de febrero de 1837 murié en el exilio Georg Biichner, A pocos de su generaciéa y, ain de bs de la Hamada época de Goethe, eabe tanto como a Biich. ner la frase d= Hegel, es a saber, de que “nada gran- de se ha hecho en el mundo sin pasién, La idea es el modelo, las pasiones son el bordado del gran tapete de la historia universal tendido entre nosotros”. 104 tomas mann {A los diez aiios de su muerte) ‘Pese a la popularidad de que gozaron, y atin go- zen personajes como Aschenbach, Hans Casiorp, Tho- mas Buddenbrok, Madame Chauchat, Leverkuhn y Fe- ix Krull, entre muchos mas, Ia obra de Thomas Mann, que los alimenta y les aid vida, es inaccesible a cual. quier forma de popularidad. Ello no quiere decir, em- pero, que su mundo se asemeje al hermético de Mallar- mé o al complicado de Joyce, La innaccésibilidad de ‘Thomes Mann no se encuentra en los medios de ex- presion, en sus téénicas o en Ja densidad de sus sim- bolos, sino en Jos seres mismos de su fabulacién a, més exactamente, en el trozo de realidad que él, Inventéndolo, retratS a su vez con fina exactitud. Pues cada uno de esos personajes no leva solamente su peculiar vida novelfstica, sino ademds 1a estiliza- da de sus modelos biogrAficos compuestos a veces, como Felix Krull, de trozos de viviente realidad o, coma el fameso Naphta de La montaiia migica, he- chos a muy Ubre Imagen y semejanza de una sola biografia (se asegurs, por ejemplo, que la figura de 105 Naphts eva casi todos los rasgos del joven Lukées); y, més ain, ellos tienen Ia existencia de un hilo en. Ja inmensa red que tejié Mann para recoger, do mo- do simbélieo, el perfil espiritual del mundo alemén. Asi, las figuras viven y se desviven en cada una de sus novelas, en sa Ambito conclusc, pero cada una de ellas vuelve a reaparecer, bajo otro nombre, en la siguiente o en Ja que, tras una pausa consagrada a In prosa ensayistica o a una breve narraciéa o a wn nuevo proyecto épico, nace bastantes afios rids tarde. Adrian Leverkiin del Doctor Faustus vivid en real estado de preexistencla y préparacién en la figura de Aschenbach de la Muorte on Venscla y no reste taria aventurado ver en la contraposicién memora- ble de Naphta y Settembrini la misma tension que, a mas esclarecido nivel y con mis honda intencijn meiafislea, domina las rélaciones entre Leverkiin y Serenus Zeithlom, El que una multitud de mfscaras desemboque en Leverkithn no quicer decir que éte sea una simple composicién de aquellas, una mezcla a la que sélo mantiene aglutinade la magistral técnica narrativa de Mann, Significa solamente que la red que Thomas Mann fué eleborando con paciencia, precisién y te- nacidad aleanza on el Doctor Faustua un sentido fi nal; que, para decirlo de modo simplificado, toda su obra se condensa en el Doctor Faustus, en la hipotésis de que é1 es el buscado arquetipo del mundo alemén. De ahi la dificultad y, en ocasiones, la pesadez de su lectura, Pero de ahi también el que muchas de sus partes, que no pocos exégetas han encontrado supér- 108 thas, tengan desde esa perspectiva su ju funei6n épica. La obra de Mann pues constituye una uni rrada en el sentido de que sus muy ricos y diver estratos, por diferentes o contradictorios que pucdan parecer entre si (Lotte, de Lotte en Weimar y Mada. me Chauchat, por ejemplo) estin concebides riguro- samente como parte y funcién de una intencién to- tal: la de la interpretacién de un mundo histérico, esto es, el que se inaugurra con Lutero, se desmoro- na estruendosa y sangrientamente con cl nacional- socialismo y hoy plantea una tremenda ineégnita. La unidad de la obra de Mann no es, pues, el resultado de una intuicién, sujeta mds o menos a Ja cesualidad, sino el producto de una reflexién sistematica, No es casual que tras el Doctor Faustus Thomas Mann escribiera la historia del picaro Felix Krull —~ 0 dicho mis exaetamente, que después de haber Wevado a la culminacién su interpretacién del mun- fo aleman arquetipico, metafisico, volviera a reto- mar un tema que habfa dejado inconeluso antes de partir a la emigracién y que, sin duda, no cabia Sn- iegramente nf por Ia figura ni por el estilo con que Ja eseribié en el cuadro de la problematica alemana. Hi Felix Krull es evidentemente distinto de casi tode el resto de sus grandes novelas, Cabria decir que si ent estas Ultimas, desde Le Montafia Magica hasta el Doc tor Faustus el tema central es cl de la problematica del artista, de su destino en el mundo, de la muerte, Jo demonizco y el ma] (problemética tipicamente ro. mintico-alemana), en el periodo que inauguré Felix Krull y que nuevamente qued6 inconcluso, el tema es el reverso de ese mundo y que, ci bien no con to- 107 da exactitud, puede designarse con el aijetivo det héroe Krull: no el del picaro, sino del aventurero es. tafador. Hs el lado arrogante satisfecho de si, des- mesurado, pretencioso, el del que con los ademanes solemnes simula Ta gravedad que no tiene, es, pues, el aspecio del mundo cotidiano burgués alemin, Por 50 su Ienguaje no es el de Ja ironia y si composi- cién es menos ambiciosa y compleja, Y por eso, en cambio, cu estilo es el de Ia parodia. La generosidad de Mann no do pinta con odio, De la vulgatidad y ba. jesa humanas, ingénitas en esas figuras cuando son vivientes y esenciales en la pequefia burguesia, y que el hermano Henrich Mann retraté y satirizé magis- tralmente en su novela El subalterno, libera a Felix Krull la finara y elegancia con que Jo dota Thomas Mann. Si Felix Krull se diferencia de les otras nove. les de Mann per el tono de humor sin trasfondo me- tafisico, desde el punto de vista del lenguaje la obra ves, sin duda, Ia més adeonada pera pader apreciar la estructura y la peculiatidad de toda la prosa de Mann y para ir desentraiiando a través de ella las técnicas de composielén de sus novelas, su método de treba- jo. Ya en las primeras lineas eg ineonfundible por el amaneramiento del autor de las Confesiones del estafa- dor Felix Krull cl ademan de sélida, engolade cultu. ra de nivel medio que caracteriza al maesiro aleman de secundaria y a un amplio efrculo social de clase medi con minuciosas ambicionés aristocréticas. Con un vocabulario que es propio de informes burocré- tieos, de enciclopedia universal, imperativos milita. ves, reminiscencias de la cultura clésica alemana y eso Ienguaje tmtco formado en las tradueciones erco. 108 fares del griego y del lalin retrata Mana un tipo social de una época determinads, en cuys’ stmésfara se mueve holgadamente Krull y con cuya lengua jue- ga él con desenvollura: ya por eso ese mundo queda: convertido en parodia. A tal tipo social lo kabia sa~ tirizado su hermano Heinrich Mann en 1a famosa 200 vela El Profesor Unrat (el apellido despierta equi, como en los muchos de Thomas, numerosas asociacio- nes: desconsejo, pero por las raices, no menos des- graciado, deformado etc); pero mientras en ésiz la iraoundia justificada de la sitira y la vehemencia del fastidio antiburgués desfiguran al tipo hasia el extremo de la carieatura, en manos del aventure- ro Krull queda reducido a su auténtica dimensié: la de un instrumento para reir, la de una mascara vacia, a le que nada le queda mejor que el casco del emperador Guillermo o los bigotes de Franz von Pa. pen y su lingje. Al poner en manos de un aventure- ro estafador Jas ereaciones de ese tipo sucial, proyoca Thomas Mann ¢] abrupto contraste entre Ias eleva- das pretensiones de ese tipo social y sit real taren en .a hisioria; la de la simulaeiin, esto os, la de la pa- rodia, Pues este tipo social de pequetio burgués me. dio es tambiéa una parodia, No resulteria del todo inexacto asegurar que lq Parodia es una forma de realisme, por lo mones ext su sentido elemental, o3 decir, el de ser de modo ge- neral un trasunto de la realidad, Si se considera por otro aspecto el lenguaje parodisiico de las Confesiones famosas podrA verse que este trasunto del tipo sociel esté compuesto, como sus modelos vivientes, de “ci- tas” que no por andnimes dejan de ser realmente cj- fas, no, pues, imitacién, Justamente e] hecho de que lo son citas acentiia Ia intencién parodistica, Estos elementos estructurales de Ja prosa de Tho mas Monn se distingaen en. Felix Krull con mayor claridad que en les otras novelas capitales. También en La Montafia Magice, por ejemplo, se encuentran parodias y citas, entre las mas populares paradéjica~ mente una larga de Schopenhauer (en la bibliografia sobre e] novelista se la conoce bajo el titulo de el “capitulo Schepethauer”), que en realidad es un, auténtico ensayo; en ¢] Tristan la obligada cita de ‘Wagner, y en fin, en el Doctor Faustus no s6lo hay ci- tas de Lutero, sino que las que lo pueblan van descle Hegel hasta Schonzerg. Son “citas” no slo por le fidelidad al sentido del autor citado sino por el len. guaje mismo que es €l que, en algunos casos, perml- te reconscer de quién se trata. Son citas hechas eon una fiel parodia, El procedimeinto de las cites tiene varies aspectos de interés: desde el punto de vista de Ja teorfe de los géneros literarios indica une trans- formacién en Ja Epoca moderna, esto es, Ja introduc cién del elemento reflexive o, si se quiere, tedrica eo- mo funcién especifica de Ja narracién, Hs una trans formacién que, su vez, anuncia la descomposicion del género épico tradicional, especialmenie del rea- lismo decimonénico y que en Thomas Mann es el prodeute, dialéctico, del material mismo de su fa bulacién: al noveler Ja sociedad burguesa en disolu. cién fué reflexionando sobre la expresién Jiteraria més peculiar de esa sociedad, 1a novela, con Io cual naturalmente fné destruyenda el género. Es dialécti- co tal producto, ademis, porque toda su cbra se nue tre del siglo XIX aleman, de su cultura neohumanis tica, de su experiencia histérica, de su comprension 110 a de la vida y, hasta literariamente, las influencias do dos grandes precursores de su estilo: Adalbert Stifter y Theodor Fontane, representantes tipicos de ase mundo, del que Thomas Mann toma los elementos pa ra pronunciar su necrologia. La interpolacién de piezas hasta entonces extra- fas al gSnero épico, Ja utilizacién de citas, la estruc- tura parodistica de la prosa constituyen lo que més tarde se Hamé en la lirica “montaje”. No signifiea esto que todas las novelas de Mann sean. montaje en el sen- tido que dieron los dadaistas al procedimiento, sino en el més riguroso sentido de rigurosa construccién. Se sa- be por ejemplo, que para escribir el Doctor Faustus ‘Thomas Mann hizo detallados estudios sobre la miisiea dodecaféniea y que con la minuciosidad filolégica de un hebraista y de un historiador trabajé en historia egip- cia antes de escribir la famosa trilogia sobre José, El montaje es, pues, procedimiento estilistico y métode de trabajo, Es caracteristico en Mann el cuidadoso y detallado plan que trazaba para cada obra, pero mas que eso la recoleccién del mas heigrogéneo ma- terial. En esio fuze como Jean Paul con su famoso ar- chivo de saberes diversos y extravagantes. Para ca da futuro personaje Mann abria un archivo en el que recogia recortes de periddicos, revistas de mo- das, anuncios, fotografias, dibujes, articulos especia- lizados, cartelos ote, ate, y sobre cuya base podia mon- tar la imaginacién un personaje, una atmésfera pe culiar 0 el estilo de una époea, El mismo Mann en- say6 tres o cuatro firmas posibles de Felix Krull, ‘Thomas Mann no era escritor “inspirado”, sino coma Goethe, como Schiller, como Jean Paul, como todo gran autor de la literatura europea, un erudite y un minucioso e infatigable trabojador. Escribia cin- dit co 0 seis horas diatias, pero la realizacién de sus pla- nes se extendia durante afios con sus trabajos pre. paratorics, sus estudios especializados, sus detalla dag investigaciones, sus determinadas lecturas, A los diez aiios de su muerte y tras ana litera. tura interpretativa cada vez mis creciente, seria osa. do inteniar una definicion, por emplia y general que ella sea, més 0 menos apropiada a su obra. Fué un humanista porcue reeogié en su obra la cultura ti- picaments humanisia del siglo XIX alemén, pero al mismo tiempo y bajo el signo de Schopenhauer y Nictzsche fue él le mis decidida e ironic negacién de ese humanismo. Fué un caracteristico represen: tante del estilo del iiltimo realismo burgués-dlemén, pero a 1a vez su més resuelto destructor. En les Con sideraciones de un apolifico su primera version no corregida y en Federico y la gran coalicién, que pro- Voraron un agrio diggusto con su jacobino hermano Heinrich, se acereé al tradicionalismo patético y car- si de Ja época guillermina y anduvo en Ja frontera de un faschismo aristocrética, pero ningiin escritor aleman de Ja époea y, con muy raras excepciones, nin- gin personaje distinguido de ta vida alemana hasta hoy, ha encamado con més fervor el entus‘asmo por Ja democtacia que, al final de la guerra, fué evin. dolo el socialism, Pero no por las contradicciones aparentes fuS Thomas Mann un autor incohorente o sdlo interesantemente contradictorio. Unidad conclu say polaridades extremas imponen una vez més la pre- gunta por el sentido de Ja obra monumental y ain inexplatada. Quiza esta permanente pregunta provoca su lectura constituye a pernnidad de su obra que, co- mo la filosofia de Nietzsche es unz obra del futuro, REI ernst Junger EL anarquista comservador Entre los escritores alemanes del presente siglo ninguna he dado tan preciso cufio y profundo ser tido al concepto del autor como Ernst Jiinger. Sus diarios de la primera guerra (Bajo las tormentas de = cero, El borquecillo 125 y La lucha como experfencia interior) no sélo registran los acontecimientos con 1a distante exactitud de un informe, ni sélo reffexlonan, timidamente y entre lneas, sobre las consceuencias de las nuevas técnicas bélices de ataque y defensa y sobre la guerra de trincheras, Ellos son la estilizacién Se las emeciones, temores y angustias, de las ale grias y esperonzus de un guerrero elaboradas en el cuidado y le extrema vigilancia con Ja que un £6. ogo edita y redacta criticamente un texto anticuario, Ninguno de los dierios de Jiinger tiene la espontanei: dad del momento. E] se edita a st mismo, y en ese ia vigilencia del eseritor que procede con su pro pio texto como st él fuera editor de fragmentos aje. nos que tiene que reconstruir y, ya sin excesivas con- jeturas, proponer a la posteridad, descansa el rigu- oso sentido del eseritor como auter. De ahi el que us en la reconstruscién de sus propios textos ei autor no sélo exije implacable consi que se imponga una distancia frente a si mismo, en Ja cual desaparece ¢} torpe noxcisismo del “yo” 0 eb falsamente modesto del “nosotros” y de pzso al im. personal o a Ja tercera persona, sin que por ello se suspenda la funcién del autor como el creador y me- @itador del texte. Antes por el contrario: el tono im- perative de Ja prosa de Jiinger, que sin duda provie. ne de esa distancia frente a si mismg, pone de pre- sente con mayor soberania que en la prosa de los clientes del Yo, que es justamente un sujeto como autor el que con su palabra hace hablar la cosa mise ma, qce, pues, no es el peso de supuesta autoridad, que se supone como testimonio ocular en el yo y el nosotros, el que impone la concepeién sino lz cosa misma y la soberania que tiene el autor sobre ella, Sélo en les prosas en las que el autor mismo es ob- jeto de la reflexién aparece la persona del escriter, Pero no entonces el inmediato testimonio de una ex. periencia o de una opinién, sino una reflexiin de se- Bundo grado lo que se describe en ellas: una refle- xién sobre el proceso de la elaboracién intelectual, sobre el autor como real arquetipo humano. A la ma. aera de un vivisector, no un vanidoso autobidgra~ fo, registra Jinger sus suefios en otros de sus dia rios de la segunda guerra (Irradiactones, Jardines y Calles). Aunque muches de ellos reflejan prescupacio- nes de intimidad, significan para Jinger, como el daimén de Sécrates, la voz del oréculo de Ia historia, presagios para una existencia en las tinieblas del compo. En el umbral del nihilismo no son el intelecto y ud yen el centro d ambiciin, han condu dio de la completa desmitclogizt manifiesten como cifras en el vacio: el lias sobre el des: la variada super: podido desarraigar d 5 postula al irrecion: asegurado Georg Lukes, sino que y lo denomina con sus diversos nombres y en sus formas. En su obra todo fenémeno histérico aparece como pronéstico, no como profecia 0 como programa. Lo que ha de venir y, por los signos, ya se cierne sobre el tiempo lo re~ sume y formula Jiinger con la construccién de un la “configuracién”, que en cuanto es supe- rior y més que la suma de las partes no es suscep- tible de andlisis por el entendimiento, sino de visién. De sus primeros diarios de guerra nacen las lineas que haa de formar Iuego las configuractones pronés. ticas de sus dos eras obras fundamentales; El trabajador y La movilizeciéa total, El curso de la pri- mera guerra signified para Jiinger el advenimiento de la tecnica, es decir, del trabajo y de la progresi- va movilizacién..de toda actividad humana al servi+ cio de sus exigencies. Es la realizacién escatolégiea de Ja filosofia ria de Hegel, quien determina Ja esencia del hombre como trabajo, como cumpli.. miento secular de 1a frase biblica “ganards el pan con el sudor de tu frente”, como su totalizacién. Pero El modelo, 15 en 1a reconstruceién de sus propios textos el autor no s6lo exija implacable consicién y objetividad gino que se imponga una distancia frente a si mismo, en la cual ¢ rece el torpe narcisismo del “yo” 0 el falsamente modesto del “nosotros” y de peso al im. personal 9 a la tervera persona, sin que por ello se suspenda la funcién del autor como el creador y me- ditador del texto. Antes por el contrario: el tono im- perativo de la prosa de Jiinger, que sin duda provi ne de esa distancia frente a si mismo, pone de pre- sente con mayor soberenia que en la prosa de los clientes del Yo, que es justamente un sujeto come autor el que con su palabra hace hablar la cosa mis- ma, que, pues, no ¢ el peso de supuesta autoridad, que se supone como testimonio ocular en el yo y el nosotros, el que impone la concepcién sino la cosa misma y la goberania qué tiene el autor sobre ella, Sélo ea les proses en las que el autor mismo es cb- jeto de Ja reflexién aperece la persona del escritor, Pero no eatonces el inmediato testimonio de una eX. periencia ¢ de una opinién, sino una reflexién de se- gundo grado lo que se describe en ellas: una refle- xién sobre el proceso de Ja claboracion intelectual, sobre el autor como real arquetipo humano, A le ma. nera de un vivisector, no un vanidoso autobidgra. fo, registre Jiinger sus suefios en otros de sus dia tios de la segunda guerra (Irradiaclones, Jacdines y Calles). Aunque muchos de ellos reflejan preoeupacio nes de inlimidad, signifiean para Jimger, como el daimén de Séerates, la voz del ordculo de Ia historia, presagios para una existencia en las tinieblas del Lempo. En el umbral del nihilismo no son el inteleeto y- us Ja persona ni yen el contro del universo y que, en su desmesurada ambicién, han conducido a ese estatio de vorigine; Jas fuerzas extrarracionales se apoderan de la época, a ellas acuden los hombres paradéjicamente en me- dio de la completa desmitologizacin del mundo y se manifisstan como cifras en el vacio: el sibilino len guaje del suefio, la creencia en el poder de las estre- Has sobre el destino humano, las magias cotidianas de Ja variada supersticién que podido desarraigar de la humanidad. Pero Jiinger no postula al irracionalismo, como lo ha asegurado Georg Lukécs, sino que lo diagnostica y lo denomina con sus diversos nombres y en sus formes. En su obsa todo fenémeno histériea aparece como pronéstico, no como profecia 0 como programa. Lo que ha de venir Y, Por los signos, ya se cierne sobre el tiempo Jo re sume y formula Jiinger con la construccién de un modelo, Ia “configuracién”, que en euanto es supe rior y mas que la sume de las partes no es suscep- tible de andlisis por el entendimiento, sino de visién. De sus primeros diarios de guerra racen las lineas que han de formar luego las configuraciones pronés. ticas de sus dos primeras obras fundamentales: E] trabajador y La movilizacién total, El curso de la pri mera guerra signified para Jiinger el advenimiento de Ia técnica, es decir, del trabajo y de la progresi+ va movilizacién de toda actividad humana al servi- cio de sus exigencias. Es la realizacién eseatologica de Ja filosefia de la historia de Hegel, quien determina Ja esencia del hombre como trabajo, como eumpli. miento secular de la frase biblica “ganaras el pan con el sudor de tu frente”, como su totalizacién, Pero El 15 Trebaiador no es un estrite soeiolégico 0 econdmico, sino metafisico de la historia, y si cabe comparar la ‘ecnfiguracién” de Jiinger con el arquetipo platé- nico cabria enionces devir que ella tiene el cardcter dei arquetipo platénico, no, empero, de lo que es si no de lo que esta siendo y de lo que serd. La confi- gusacién no tiene su lugar en un topos ourantis, ni fuera del tiempo, sino en la realidad de su época y coro anunejo del futuro, Hs un platonismo en direc. cién contraria La configuracién os, en sentido eti- moidgico, la substancia de la realidad, lo que subyace aella y lo que anuneia sa marcha en la direceién de Jo que seri. Recoge el curso pretérito en el aconte. cer del presente y lo interpreta como el futuro que co- mienza a ser, Quien concibe la realidad mediante arquetipos, modelos, tipos — sean estes los verificables de! po- sitiviemo o los especulativos piensa y crea érdenes. Su ‘inalided no es la de analizar, su predeminante jac Itaé no e la del entedimiento, sino la conten. placién en el sentido griego de a teoria, es decir, la ica y ordena, Aqui yace @ punto ce conjuncién entre Tas visiones de Jiinger y las em- piricas positivistas del primer Witigenstein. Las dos sechazan si fermulacién como doctrina sistemética, Por eso en Jlinger los conceptos no se resuelven en grandes contextos de doctrina, sino que irazan ima genes, prismas, y su presa y su sintaxis estan dis puesias de tal modo, que ea sus simetrias y en su cristalina composieiGn descansa ya ¢l marco que or- dona las piezas de la imagen. De esa intencién hacia @! orden y la sintesis proviene el que su pensamion we posea un soporte conservador: no es la disolucién visién que sint ne en su Cavenir, sina a conserva-ién de coordensdas en madio de esa disolacia lo qr Jiinger busca y for- mula. En la época en la que eseribié El Teabajador, Jiinger fu€ uno de les inspivadores de la entonces Ha- mada “revoluciéa conservadora”, nombre progra. mético dado por Hugo von Hofmanstahl en su di curso sobre Las letras como marco sspiritual de la nacién. Su peradéjica denominscién fué hacia 1932 histéricamente exacta, si no se olvida que toda re- volueién tiene su motor en un orden aredico 0, mas exactamente, para usar un preciso vocablo de Xavier Zubiri, drauico, esto es, el protoorden parsdisiaco de Ja humanided. Sin interpolar Ja doctrina de un pro- greso infinito, necesario y, si se quiere, fandtico, en la coneepeién del impulso revolucionario, este impulso arquico puede coneretarse en anarquismo, concerve. tismo o en la forma del marxismo originario, Puesta Ja revolucién al servicio de ese progreso incierto, de Ja falaxz promesa de un paraiso cuya tiniea urea fo- 1iz consiste en el confort ebsoluto, la’ revolucién es burguesa y sus formas préeticas son el fascimo, ef comunismo y la Hamada revolucién industrial. La re- yolucién Arquica implica positives consecuencias teo- logieas, aunque seculares, porque el orden postulado est& concebido alegéricamente segin Ja imagen teo- logiea del paraiso terrenal, Las revoluciones burgue- sas en cambio no sélo implican, sino que imponen presupuestos y consecuencias de una teologia negati- va de una anti-teologia, porque su finalided es el es- tado razoneble de convivencia coneebido a imagen y semejanza del taller anémimo, del aparato técnico y de la meecanica funcién del individuo en Ja fabrica ut social, Ernst Jiinger, lo mismo que Ernst Bloch, re- presentan, més all de las diferencias que los sepa- ran, el tipo del revolucionario areéico, En Bloch uno de los momentos esencisles de su pensamiento es la “teologia de Ie revolucién’, en Jiinger su novela ale- gérica Heliépelis. Pero mientras Bloch pions: su teo- Jogia desde el centro de una virtud teologal, la es- peranzz, convertida on. dialéctica de la revolucién, formulada como “esperanza conceptualmente eonce- bida”, construye Jiinger su ciuded del sol éomo un ejemaplar refugio de la contemplacién, Después de la segunda guerra mundial, tras la primera consternacién del desastre, recogié Jiinger €l testimonio y los aignos de ésta época en otros dia~ ios, especialmente en Afios de ocupacién (oeupacién n el doble sentido de Ia palabra), Ws caracteristico de Jiinger el que en los momentos de conmocién his- ca su labor de autor se concentre en la medite- cién del diario, Los de la segunda guerra mundial col maron la inguietud y dejaron el camino libre para el odsis de la teoria. En forma de novela primero (Abejes do Cristal) y tratados luego (El Estado mundial y Tipo, Nombre, Configuracién) retoma el tema del Trabajador. Un paréniesis alegérico lo constituyen sus meditaciones sobre el rebelde y ls reflexién sobre el nihilismo on su ensayo Sobre Ja It nea, Pero a diferencia de los eseritos anteriores, en los que surjen después de 1945, no son los arquet Pos, sino el cada vez mas veloz e incesante movi. miento lo que constituye el objeto de su metafisiea 0, mas exactamente, suprametafisica de la historia, Supra- metafisiea: porque, al decir de Jiinger, el veconocimien- to de la linea que limita el nibilismo y su superacién, 8 esto es, la metafisica tradictonal y la filosofia del tu turo, es ya el primer paso mds alld de Ia linea, No 6 Jo por la amistad, sino por el parecido punto de par. tida piensa Jiinger con imAgenos semejantes a Tas qu da Heidegger a su seseritos: Senderos del Bosque y Pex s00 on ol bosque, por sélo citar los més salientes. Pe- ro mientras Heidegger sigue su camino dificil y Io ve cada vez més estrecho y cmpinado, rodeado por es- casos “‘claros” en el bosque que son el “claro del ser’, Janger se ha puesto més allé de la linea y bajo la luz de uno de esos amplios “claros del bosque’, el de su madurez esclarecida, desde donde contemple con des envoltura y eleganeia el afanosa eorrer del tiempo el “claro” del agudo e implacable espectador y de! auger. No sélo por su insobornable actitud de obser- vador de los tiempos y por la independencia frente a las exigencies de tomar fervoroso partido en uno de los bandos de las contracrevoluciones de hoy, si. no por st obra de alta calidad literaria, por la sobe rana y objetiva elegancia de su prosa y por la pene- tarién de sus ensayos cobra éste “enarquista con servador” una creciente actualidad. Por encima de cualquier consigna da Jiinger a su obra y a los lec. tores libres esta admonicién: “Estemos en guar ante e] mas grande peligro que hay, — ante el peli gro de que la vida se nos convierta en algo habitual”. 19

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