La desesperacin se ha manifestado en los rostros demudados,
As, ciertamente, el silencio en los nervios conmovidos En tanto el viento que trina en las alas de los pjaros.
De las mscaras la frente una etiqueta en la mirada:
No toques, no mires, no hables, no sientas, Sigue de largo sobre la lnea recta.
El talante dbil o fuerte como el rbol o el gemido
El leve cloqueo ingenuo La Ira que excita De la Lira el deseo que delira El sensual hombre nos habita nos controla nos dirige y orienta El demonio con el que cohabitamos en el cuerpo.
Esa persona desconocida se atreve a colocarse
Nuestras mscaras preferidas nuestra cndida sonrisa Se adorna con nuestros recuerdos, Y la ansiedad se derrumba en la concurrida calle una noche cualquiera bajo el brillante firmamento, Cual vampiro se bebe la sangre y las ideas aquel que nos hace abrir los ojos desmesuradamente cuando nos lo encontramos en una esquina de nuestro mundo ms ntimo, Aquel que nos hace balbucear palabras incoherentes, como un nio, cuando estamos destrozados.
El Rostro cabizbajo, la mirada dura, el lomo redoblado por el peso
de nuestras vedadas angustias.
Un cuerpo asaeteado por hierros y agujas, mrtir de la apariencia,
obra del insoportable desconocido demonio escondido en el abismo interior. Qu es, entonces, aquello que nos mantiene vivos durante esta oscura Odisea? Ay, ay, ay, dura contricin nos impone Dios en el movimiento del Alma.
Cmo escapar como escapar de esta terrible ignorancia!!
Busco en todas partes y el Sol hiere con sus golpes Mis ojos infinitamente pequeos, En el ambiente desordenadas,
se
dibujan
pequeas
lneas
alocadas
Y las muecas de insensibles risas modulan tristes colores en