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¿ES EGOÍSTA EL DESEO DE VIVIR?

H. P. Blavatsky
The Theosophist, julio 1884.

En un artículo publicado en Abril 1882 en esta misma revista, bajo el


nombre El Elixir de Vida, se encuentra una frase que dice “Vivir, vivir,
Vivir, debe ser una indesviable determinación”. Esta frase es citada a
menudo por lectores superficiales que no simpatizan con la S. T., como un
argumento de que las enseñanzas del ocultismo son la forma más
concentrada de egoísmo. Para determinar si esa crítica es correcta o no, hay
que asegurarse primero sobre el significado de la palabra egoísmo.
Conforme a autoridades reconocidas, egoísmo es aquella
“consideración exclusiva al interés o felicidad de uno mismo; aquel
supremo amor o preferencia por sí mismo, que lleva a la persona a dirigir
todos sus propósitos al adelanto de su propio interés, poder, o felicidad, sin
considerar los de los demás.”
En resumen, un individuo absolutamente egoísta es el que solo se
cuida de sí mismo y de nadie más, o, en otras palabras, el que está tan
fuertemente imbuido de un sentido de la importancia de su propia
personalidad que eso es para él la cima de sus pensamientos, deseo y
aspiraciones, más allá de la cual todo es un complejo vacío.
¿Puede decirse, pues, que un ocultista es “egoísta” cuando desea
vivir en el sentido que le da a este verbo quien escribió el artículo sobre El
Elixir de Vida? Se ha dicho muchísimas veces que la finalidad suprema de
todo aspirante al conocimiento oculto es el Nirvana, cuando el individuo,
libertado de toda envoltura mayávica se unifica con el Alma Suprema, o sea
cuando, según la terminología cristiana, el Hijo se identifica con el Padre.
Para ese propósito ha de rasgar todo el velo de ilusión que crea un sentido
de aislamiento personal, un sentimiento de estar separado del TODO. O, en
otras palabras, el aspirante debe descartar gradualmente todo sentido del
egoísmo que a todos nos inficiona más o menos.
El estudio de la Ley de Evolución Cósmica nos enseña que cuanto
más alta sea la evolución, más tiende hacia la unidad. En efecto, la Unidad
es el objetivo supremo de la Naturaleza, y quienes por vanidad y egoísmo
van contra sus propósitos no pueden dejar de incurrir en el castigo de la
aniquilación total.
El Ocultista reconoce así que el altruismo y el sentimiento de
filantropía universal constituyen la ley de nuestra existencia, y se dedica a
intentar destruir las cadenas de egoísmo con que Maya nos ata a todos. La
lucha, entonces, entre el Bien y el Mal, entre Dios y Satanás, entre Ángeles
y Demonios, que se menciona en los libros sagrados de todas las naciones y
razas, simboliza la batalla entre los impulsos altruistas y los egoístas, la
cual tiene lugar en el hombre que trata de seguir los propósitos más altos de
la Naturaleza, hasta que las tendencias inferiores, creadas por el egoísmo,
quedan completamente vencidas, y el enemigo totalmente derrotado y
aniquilado.
Con frecuencia se ha dicho en varias obras teosóficas y otros escritos
ocultos, que la única diferencia entre un hombre ordinario que trabaja
naturalmente durante el curso de la evolución cósmica, y un ocultista, es
que el ocultista, por su conocimiento superior, adopta ciertos métodos de
adiestramiento y disciplina que aceleran ese proceso de evolución, y así
alcanza en un tiempo comparativamente corto aquella cima que a un
individuo corriente le puede tomar quizá billones de años. En unos pocos
miles e años se acerca a aquella forma de evolución que la humanidad
corriente alcanzará tal vez en la sexta o séptima ronda de progresión
cíclica.
Es evidente que el hombre medio no puede convertirse en un
Mahatma en una sola vida o encarnación. Y quienes hayan estudiado las
enseñanzas ocultas referentes al Devachán y estados post-morten,
recordarán que entre dos encarnaciones hay un período considerable de
existencia subjetiva. Cuanto más largo sea el número de tales períodos
Devachánicos, mayor será la extensión de esta evolución. La aspiración
principal del ocultista es por tanto controlarse de tal modo que sea capaz de
regular sus estados futuros, y así acortar gradualmente la duración de sus
estados Devachánicos entre dos encarnaciones.
En su progreso, llega un tiempo ñeque entre una muerte física y su
siguiente renacer, no hay ningún Devachán sino una especie de ensueño
espiritual; el choque de la muerte, por decirlo así, lo aturde en un estado de
inconsciencia del cual se recupera gradualmente para encontrarse renacido
y continuar su carrera. el período de este sueño puede variar desde 25 hasta
200 años, según el grado de su adelanto. Pero hasta de este período puede
decirse que es un tiempo desperdiciado, y por tanto dedicará todos sus
esfuerzos a acortar su duración, de modo de llegar gradualmente a un punto
en que el paso de un estado de existencia a otro sea casi imperceptible. Esta
viene a ser como su última encarnación, pues el choque de la muerte no
vuelve a aturdirlo. Esta es la idea que el autor de El Elixir de Vida trata de
transmitir cuando dice: “Lo que él ha hecho es extender a un número de
años el suave proceso de disolución que otros soportan, desde un breve
momento hasta unas pocas horas. El Adepto más elevado está muerto para
el mundo y está absolutamente inconsciente de él; indiferente a sus
placeres, despreocupado de sus miserias en cuanto a sentimentalismos;
aunque el severo sentido del deber no le enceguece jamás a la existencia
del dolor...”
Ese Adepto se libera gradualmente de todas las partículas viejas y
densas de su cuerpo, por el proceso de emisión de átomos que ha sido
discutido en ese artículo y en otros escritos, y va sustituyéndolos por otros
más finos y etéreos, hasta que el cuerpo denso está completamente muerto
y desintegrado y él vive en un cuerpo enteramente de su propia creación
adecuado a su trabajo. Este cuerpo es esencial para sus propósitos, pues
como dice ese artículo:
“Para hacer el bien, lo mismo que para todo, el hombre debe
disponer de tiempo y materiales con que trabajar. Estos son medios
necesarios con los cuales hacer infinitamente más bien que sin ellos. Al
que adquiere estos poderes, se le presentarán oportunidades de usarlos...”
Más adelante , al dar instrucciones prácticas para ese propósito, el
mismo artículo dice:
“El hombre físico debe hacerse más etéreo y sensitivo; el hombre
mental más penetrante y profundo; el hombre moral más abnegado y
filosófico.”
Estas importantes consideraciones las pierden de vista los que
sonsacan del contexto el siguiente pasaje del mismo artículo:
“...podrá verse cuán necio es que la gente le pida a los Teósofos que
“les procuren comunicaciones con los Adeptos más elevados”. Es
sumamente difícil inducir a uno o dos de ellos a perjudicar su propio
progreso interviniendo en los asuntos mundanos, incluso con los clamores
de todo el mundo. El lector ordinario dirá: “Eso es Divino, eso es el colmo
del egoísmo”. Pero dése cuenta de que un Adepto muy elevado que ha
emprendido la tarea de reformar el mundo, tendría necesariamente que
someterse una vez más a la reencarnación. ¿y el resultado de todo lo que
ha conseguido antes en esa dirección, es suficientemente alentador para
incitarlo a un nuevo intento?”
Los lectores y pensadores superficiales que condenan este pasaje
como inculcador de egoísmo, pierden de vista varias consideraciones
importantes. En primer lugar, olvidan los otros pasajes ya citados que
imponen la abnegación como una condición necesaria para triunfar, y que
dicen que con el progreso se adquieren nuevos sentidos y poderes con los
cuales puede hacerse infinitamente más bien que sin ellos. Cuanto más
espiritual se hace el Adepto, menos puede inmiscuirse en los asuntos
mundanos ordinarios, y más tiene que dedicarse al trabajo espiritual.
Innumerables veces se ha repetido que el trabajo en un plano
espiritual es tan superior al trabajo en el plano intelectual, como el trabajo
intelectual es superior al que se hace en el plano físico. Los Adeptos muy
elevados, por tanto, sí ayudan a la humanidad, pero sólo espiritualmente;
están constitucionalmente impedidos para interferir en los asuntos
mundanos. Pero esto se aplica solamente a Adeptos muy elevados. Existen
diversos grados de Adeptado, y los de cada grado trabajan por la
humanidad en los planos a los que se han elevado. Sólo los chelas pueden
vivir en el mundo, hasta que se eleven a cierto grado. Y es precisamente
porque los Adeptos se interesan por el mundo, que hacen que sus chelas
vivan y trabajen en él, como lo saben muchos de los que han estudiado este
tema.
Cada ciclo produce sus propios ocultistas que serán capaces de
trabajar por la humanidad de su época en todos los diferentes planos. Pero
cuando los Adeptos prevén que en cierto período determinado la
humanidad de entonces será capaz de producir ocultistas para trabajar en
planos particulares, se aprestan para semejantes ocasiones, bien sea
renunciando voluntariamente a su propio progreso y esperándose en esos
grados hasta que la humanidad llegue a ese período, o rehusándose a entrar
en Nirvana y sometiéndose a reencarnar con tiempo para alcanzar esos
grados cuando la humanidad requiera su asistencia en esa etapa.
Y aunque el mundo no sea consciente del hecho, existen ahora
mismo ciertos Adeptos que han preferido permanecer status quo y rehusar
tomar los grados superiores, en beneficio de las futuras generaciones de la
humanidad. En resumen, como los Adeptos trabajan en armonía, puesto que
la unidad es la ley fundamental de su existencia, han hecho, como si
dijéramos, una división del trabajo, conforme a la cual uno de ellos trabaja
en el plano y en el tiempo que se le ha asignado, en pro de la elevación
espiritual de todos nosotros. Y el proceso de longevidad mencionado en El
Elixir de Vida es solamente un medio para un fin que, lejos de ser egoísta,
es el propósito más altruista al cual un ser humano puede consagrarse.

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