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Capitulo IX Carismatismo' Naturaleza sociolégica de la autoridad carismdtica. Fundamentos e inestabilidad de su existencia. La realeza carismatica. TaNTO La ESTRUCTURA burocritica como la patriarcal —en tantos respectos antagénica ala primera— son configuraciones entre cuyos rasgos mds importantes figura la estabilidad. 1 Bl texto de este capitulo quedé inconcluso y fue redactado entre 1911 y 1922. Buena parte de le exposi- ci6n esta dedicada a la precisién y definicién conceptual de la “peculiaridad sociolégica” de la “autoridad caris- mitica”, Mediante la comparaci6n con las formas estructurales de la dominacién burocrética y patriarcal, Max ‘Weber construye el tipo ideal de dominacién carismatica, al cual contrasta sobre todo por su oposicién a lo cotidiano, lo rutinario y lo estable y perdurable. Al llegar a las observaciones sdbre la derivacién de los reinos por la relacién de los seguidores con el liderazgo carismético guerrero, el texto se interrampe abruptamente Evidentemente Marianne Weber encontré este texto en esta condicién inacabada y por ello intercaié la nota final de “se interrumpe aqui el manuscrito”. Bl texto contiene una sola referencia bibliogrifica expresa a la obra de 1892 Kirchenrecht (Derecho eclesiéstico] del jurista e historiador Rudolph Sohm, la cual es sumamente importante porque desde 1909 Weber se habfa ocupado intensivamente de estalobra por su polémica tesis con respecto a la “organizaci6n carismética” de la Iglesia cristiana primitiva y su supuesta afinidad con el protes- tantismo moderno (véase infra, Apéndice m, p. 1400, nota 4; también infra, Apéhdice 1 p. 1391, notas 17 y 18), asi como por el hecho de que fue de aqut de donde provino el impulso decisivo|para que Weber desarrollara su propia concepcién del “carisma” (véase supra, Segunda parte, cap. vit, “Sociologia del derecho”, pardgrafo 3, p. 815, nota 198, y también, supra, Primera parte, cap. mt, pardgrafo 2, p. 339, ota 23). En 1910 Weber hablé por primera vez del liderazgo carismatico al referirse al circulo que se reunfa en Heidelberg en torno a la figura divinizada del poeta Stefan George, tal y como se lo recordé a su joven colega Arthur Salz en tuna carta de febrero de 1932, y la figura de George es algo a lo que también parece aludir Weber en este texto inconcluso. En la mencionada carta, Weber afirma que la naturaleza del carisma se opone a las|formas estables de la domins- cin patriarcal y burocrética, tal y como se expone en las lineas iniciales del presente texto, lo cual refleja el estado de conceptualizacién de.las formas de dominacién alcanzado por Weber hacia 1912. Las referencias al Berserker nérdico y cl libro sagrado de los mormones se relacionan con tesig de Eduard Meyer y Hermann, Giintert, y la referencia indirecta a estas obras tampoco rebasa el afio de 912. Las diversas referencias que aparecen en otras partes de Economia y sociedad con respecto a la noci6n de carisma pueden estar apuntando a este texto, pero lo mas probable, a juicio de Edith Hanke, es que estén referidas mas bien al siguiente capitulo x sobre la “Transformacién del carisma’, o incluso al capitulo v sobre la “Legitimidad y el mantenimiento del carisma’, Tanto el titulo como el breve sumario del contenido del texto, provienen de la pluma de Marianne Weber. Cf. Edith Hanke, “Editorischer Bericht” al texto “Charismatismus’, en Wirtschaft und Gesellschaft Herschafe, vol. 122-4 de la MWG, op. cit, pp. 454-459. | | 1288 | | Hi timate ccc SSS Resagaente NTS csshsgubenes tion WHERE Aexypitscdreviag ea ahaa eset ae STRANGE AOSV ARATS HEN TI IOATS EA. GST, ASH LNA TER “roa, GQE PARNER SE SALES CONTROL OE HOSANNA: caes a“caudillo natura? deo coridiano.La egrmactara maroerstica es aio SA figura traspuesta a la esfera racional. También ella es una organizacion permanente y, con su sistema de normas racionales, tiene por finalidad la satisfaccién mediante procedi- mientos normales de las necesidades corrientes susceptibles de célculo. En cambio, la satisfaccion de todas las necesidades situadas mds alld de las exigencias planteadas por la cotidianeidad econémica es, en principio, enteramente heterogénea —y ello tanto mas cuanto mds echamos una mirada retrospectiva sobre la historia—, es decir, esta fundada carismaticamente. Esto significa que los jefes “naturales”, en caso de dificultades psiqui- cas, fisicas, econdémicas, éticas, religiosas o politicas, no eran personas que ocupaban un. cargo ni gentes que desempefiaban una “profesién’, en el sentido actual del vocablo, aprendida mediante un saber especializado y practicada mediante remuneracién, sino por- tadores de dones especificos del cuerpo y del espfritu estimados como sobrenaturales (en el sentido de no ser accesibles a todos). Por esta razén, el concepto de “carisma” es empleado aqui en un sentido valorativo totalmente “neutro”. La capacidad que tenia el Berserker o energimeno nérdico* para el éxtasis heroico —hasta el punto de que mordia en su escudo y a su alrededor, como un perro rabioso, hasta echar a correr avido de san- gre—, la que mostraba el héroe irlandés Cuchulain? o el Aquiles homérico, constitufan un ataque “mana” producido artificialmente por una intoxicacién aguda como se ha afirmado durante mucho tiempo en lo que se refiere al Berserker —energameno escandinavo— (en Bizancio se conservaba un cierto muimero de estas blonder Bestien,’ lo misrno que anterior- mente los elefantes de guerra, como individuos especialmente propensos a esos ataques). El éxtasis de los chamanes* se debe asimismo a una epilepsia constitucional, cuya posesién y corroboracién representa la facultad carismatica, Para nuestro sentir, hinguna de las dos 2Y no “érabe” como decia por errata en las primeras ediciones. > Cuchulain es el Hércules de la mitologia celta, aunque como se le profetizé gran fama pero una vida corta, a menudo se le compara también con Aquiles. Aparece en las sagas del ciclo| de Ulster. Obtiene su nombre por haber matado el feroz perro guardién de Culann y haberse ofrecido a cumplir sus funciones has- ta que pudiera encontrarse o criarse a un nuevo perro guardién. Famoso por su éxtasis de guerra que lo transformaba en un energtimeno semejante el berserker nérdico, era temible porque thientras durara el tran- ce no reconocia ni a amigo, ni enemigo, y atacaba a todos por igual. En la era moderna, hay referencias a Cuchulain como “el perro de Ulster”. Cf Eleanor Hull (1860-1935), Cuchulain the Hound of Ulster, Harrap, Londres, 1923. "Max Weber se apoya aqui en la interpretacion de su colega en Heidelberg y espetalista en indo germa- nistice Hermann Giintert (3886-1948), Uber altislandische Berserker Geschichten [Sobre las historias anti- uo islandesus de Berserker], Horning, Heidelberg, 1912, pp. 24 8. Sobre los berserbersvéase infra, Apén- dice 1, p. 1392, nota 21 5 “Bestias rubias”. Gf F. Nietzsche, La genealogia de la moral, A. Sanchez Pascual (trad.), Alianza Editorial, Madrid, 1975, pp. 47 y 49: “Resulta imposible no reconocer, a la base de todas estas razas nobles, el animal de rapifia, la magnifica bestia rubia, que vagabundea codiciosa de botin y de victoria (...J. Se puede tener todo dere- cha ane Werare de emer la bets rie qu bis en lomo de todas as resis yamantenerae ca, guardia’, En términos sociol6gicos, os chamanes son para Weber una manifestacién de Ids “exorcistas en éxtasis magico’. Cf. Max Weber, Ensayos sobre sociologia de la religidn, op. cit, vol. Il, p. 29) “Ia expresion magica chamén para designar al exorcista en éxtasis magico es una derivacién del sramana|indio (pali: sramana)’. | | 1289 ‘TIPOS DE DOMINACIGN cosas es un fenémeno noble y elevador, tal como nos ocurre Lane con la “revela- cién” del libro sagrado de los mormones, revelacidn que, por lo menos desde el punto de vista de su valoraci6n, deberia ser calificada de burda “patrafia”. Pero la sociologia no establece tales valoraciones. El jefe de los mormones,” lo mismo que los mencionados “‘héroes” y “magos” se corroboran ante sus partidarios como personas dotadas de un ca- risma. En virtud de este don, y —cuando empezé ya a ser claramente concebida la idea de Dios— en virtud de la misi6n divina que en él radica, ejerci¢ron todos ellos su arte y su dominaci6n. Esto ocurrié tanto con los médicos y profetas como con los jueces, caudi- los militares o jefes de grandes expediciones de caza. En un casp especial histéricamente importante (la historia del desarrollo del primitivo poder eclesiastico cristiano) debemos a Rudolph Sohm* el haber determinado de un modo consecuente, el caracter sociolégi- co de esta categoria de la estructura del poder, aunque, como es natural, de modo histé- ricamente unilateral. Pero aunque se expresa con frecuencia del modo més puro en la esfera religiosa, se repite este hecho en principio idéntico con toda universalidad. En oposicién a toda especie de organizacién oficial burocritica, la estructura caris- miética no presenta ningiin procedimiento ordenado para el nombramiento o sustitu- cidn; no conoce ninguna “carrera’, ningiin “ascenso”, ningtin “sueldo”, ninguna formacién profesional del portador del carisma o de sus ayudantes, ninguna autoridad a la cual se pueda apelar. Tampoco pueden asignérsele jurisdicciones locales o competencias exclu- sivas. ¥, finalmente, no existen instituciones independientes de las personas y del estado de su carisma puramente personal en la forma de las magistraturas burocraticas. El ca- risma conoce solamente determinaciones internas y limites propios. El portador del caris- ma abraza el cometido que le ha sido asignado y exige obediencia y adhesién en virtud de su misién. El éxito decide sobre ello. Si las personas entre las cuales se siente enviado no reconocen su misi6n, su exigencia se malogra. Si la reconocen, se convierte en su “se- fior” mientras sepa mantener por la “prueba” tal reconocimiento. Pero no deduce su “derecho” de su voluntad, en la forma de una eleccién, sino al revés: el reconocimiento de la facultad carismatica es un deber de las personas entre las cuales predica su aposto- lado. Cuando la teorfa china’ hace depender el derecho sefiorial del emperador del re- 7 Joseph Smith Jr. (2805-1844), autor de El libro del mormén (1830) y fundador dela Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Dias, conocida como mormonismo, de Morméa, profeta nefita (311-385). Su- puestamente Smith “descubri6” en planchas de oro los escritos de los profetas nefitas que Mormon habla enterrado para que fueran “encontrados” en América 15 siglos después. Smith murié linchado por quicnes no creyeron su historia. Cf. Eduard Meyer (1855-1930), Ursprung und Geschichte der Mormonen (Origen e historia de los mormones}, Max Niemeyer, Halle en Sajonia, 1932. | * Rudolph Sohm, Kirchenrecht, Die geschichtliche Grundlagen, vol. I, Dundker & Humblot, Leipzig, 1892, PP. 6, 23, 26-29, 41, 47 ¥ 216-217. Soh desemperié un papel muy importarte en a difusidn polémica del concepto de carisma como “gracta” porque algunas de las variaciones que le 4signé a su significado desper- taron un gran debate teolégico a principios del siglo xx entre la rama conservadora de la historia eclesidstica encabezada por Soh mismo, quien sostenta la tesis segii la cual en sus origenes la Iglesia eristiana primiti- va no estaba organizada juridicamente, sino que era una muy peculiar “orgahizacién carismatica” antes de transformarse en una institucidn sancionada juridicamente, y la posicién della teologfa protestante liberal, encabezada por Adolf Harnack, pata quien la organizacién carismatica podia darse también en otras iglesias cristianas y sectas no protestantes, | * Cf. Max Weber, Ensayos sobre sociologia de la religiOn, op. cit, vol. I, p. 2$2: “El carisma magico del em- perador se tenia también que confirmar, desde luego, en los éxitos guerreros| o, al menos, en la ausencia de derrotas sonadas; pero sobre todo en un buen tiempo para la cosecha y en Ia tranquilidad y el orden inte- 1290 | canismarisico | conocimiento del pueblo, ello significa tan poco un reconocimiento de la soberania del pueblo como la necesidad del “reconocirniento” del profeta por los creyentes en la anti- gua comunidad cristiana. En dicha teoria se caracteriza el cardcter carismatico de la po- sicién ocupada por el monarca debida a facultades personales y la corroboracién de las mis- mas. Como es natural, el carisma puede ser y es regularmente distinto desde el punto de vista cualitativo. De su mismo interior y no del orden externo se derivan los limites cualitativos de la misién y el poder de su portador. Segtin su sentido y contenido, la mi- sién puede dirigirse —y normalmente lo hace— a un grupo de hombres determinado por circunstancias locales, étnicas, sociales, politicas, profesionales 9 de cualquier otra especie. Entonces halla sus limites en tal circulo. En todas las cosas, y también en su base econémica, el dominio carismatico es justamente lo contrario del burpcratico. Si se apo- ya en ingresos continuos y, por tanto, cuando menos a priori, en una economia mone- taria y en contribuciones en dinero, el carisma vive en este mundo y, a pesar de esto, no es de este mundo. Esto tiene que ser entendido de un modo justo. No ratamente rechaza de un modo completamente consciente la posesién de dinero y todo ingreso en cuanto tal, como hicieron san Francisco y muchos de sus seguidores. Pero esto no constituye, na- turalmente, la regla. También un pirata genial puede ejercer un dominio “carismatico” en el sentido, desprovisto de toda valoracién, aqu{ apuntado. ¥ los héroes politicos caris- maticos van en busca de botin y sobre todo justamente de oro. Pero siempre —y ello es decisivo— el carismia rechaza como indigna toda ganancia racional sistemhética y, en ge~ neral, toda economfa racional. En ello radica su ruda oposicién inclusive a toda estruc- tura “patriarcal’, la cual se basa en la gestién ordenada de la “hacienda” del sefior. En su forma “pura”, el carisma no es nunca para sus portadores una fuente de lucro privado en el sentido del aprovechamiento econémico en forma de un intercambio de servicios, pero no lo es tampoco en el sentido de una retribucién. Tampoco reconoce ninguna re- glamentacién de impuestos para las necesidades objetivas de su misién. Pero cuando se trata de una misién pacifica se le facilitan econémicamente los medios indispensebles, ya sea por el mecenazgo individual por regalos honorificos, oftendas y otras prestacio- nes voluntarias realizadas por las personas a las cuales se dirige, o bien —como ocurre entre los héroes guerreros carismaticos—, el botin representa al propio tiempo una de las finalidades y los medios materiales de la misi6n. En oposicién a|todo dominio “pa- triarcal” (en el sentido del vocablo tal como aqui lo empleamos), el ¢arisma “puro” es lo Flores, Las cualidades personales que el emperador habia de poser para ser agraciado con el carisma las fueron decantando los ritualistas y los filésofos primero hacia lo ritual y luego hacia lo ético} el emperador tenia que vivir segtin los preceptos rituales y éticos de los antiguos escritos clasicos. ¥ asf, el monarca chino fue ante todo pontifice: el antiguo ‘hacedor de la Iluvia’ de la religiosidad magica traducido a lo ético {...]. Como todo sefior genuinamente carismitico, era monarca por la gracia de Dios, pero no a la manera cémoda de los go- bernantes modernos, que sobre la base de esta cualidad pretenden no responder sinb ‘ante Dios’ —es decir, en la prictica ante nadie— por sus torpezas. E] emperador chino gobernaba en el antiguo y genuino sentido de la dominaci6n carismitica. Por lo que acabamos de decir, esto significa que habia que probarse como ‘hijo del cielo, como gobernante querido por el cielo, haciendo que le fuera bien al pueblo. Si nb podia era porque el ca- risma Ie faltaba’” | ° La prohibicién de tomar o tocar dinero la estipulé el mismo san Francisco d¢ Asfs en la “Regula non bullata” de la orden de los hermanos menores de 1221, especificamente en el capitulo vin, “Quod fratres non recipiant pecuniam’. Documento reimpreso en Heinrich Boehmer (comp.), Analekten zur Geschichte des Franciscus von Assisi, Mohr, Tubinga, 1904, p. 8 | | | 1291 ‘TIPos DE DOMINACIGN | contrario a toda gestién econémica ordenada; es justamente poe antieconémico, también, y precisamente, cuando, como el héroe guerrero carismitico, persigue la adqui- sicién de bienes. Tiene este cardcter porque, por naturaleza, no $e trata de ninguna en- tidad “institucional” y si se presenta en su tipo “puro” puede set justamente lo contra~ rio. Con el fin de poder cumplir su misi6n, los portadores del carisma —tanto el sefior como los discipulos y los secuaces— deben actuar desvinculados de este mundo, de to- dos los cometidos ordinarios y de todo deber familiar. La exclusion de la aceptacién de cargos eclesiasticos por el estatuto de los jesuitas,” la probibicién de poseer bienes para los miembros de la orden o inclusive —como ocurria segtin la regla primitiva de san Fran- cisco— para la orden misma, el celibato del sacerdote y de los caballeros de una orden, el celibato de hecho de numerosos portadores de un carisma profético o estético consti- tuyen expresiones del “apartamiento mundano” por parte de aquellos que tienen una Participacién (xAfjgoc) en el carisma, Pero segtin la especie del arisma y del modo de conduccién de vida que corresponde a su sentido (por ejemplo, segtin sea religiosa 0 artistica), las condiciones econémicas de la participacién pueden ofrecer un aspecto exteriormente opuesto. Por lo tanto, es tan consecuente en este aspecto el hecho de que los modernos movimientos carismaticos de origen artistico consideren a los “hombres independientes sin profesién” (en el lenguaje cotidiano: rentistas) como los secuaces normalmente més calificados del apéstol carismatico, como lo fie entre los frailes me- dievales el mandato de pobreza que exigia justamente, desde el punto de vista econémi- co, todo lo contrario. | Consiguientemente, la situacin de la autoridad carismética es por su misma natu- raleza especificamente inestable. El portador puede perder el carisma, sentirse “abando- nado de su Dios”, como Jestis en la cruz,!? mostrarse a sus adeptos como “privado de su fuerza’. Su misién queda entonces caducada, y la esperanza busca un nuevo portador carismatico. Pero le abandonan sus adeptos, pues el carisma pura no reconoce ninguna otra “legitimidad” que la derivada de la propia fuerza que incesantemente se justifica. El héroe carismético no deriva su autoridad, como ocurre en las “cbmpetencias” oficiales, de normas y reglas 0, como en el poder patrimonial, de la tradicién o de la promesa de fidelidad feudal. Solo la alcanza y la mantiene por la prueba de sus propias energfas en la vida. Si quiere ser un profeta, debe hacer milagros; si quiere ser un|caudillo guerrero, debe realizar acciones heroicas. Pero ante todo debe “probar” su misién divina por el hecho de que a las personas que a él se consagran y en él creen les va bien. Cuando no ocurre tal cosa, no es ya manifiestamente el sefior que ha sido enviado por los dioses. Este gra- ve sentido del auténtico carisma se encuentra evidentemente en radical oposicién a las cémodas pretensiones del actual “legitimismo”, con su referencia a los “inescrutables” » Para san Ignacio de Loyola la aceptaci6n de cargos dentro de la Iglesia era incompatible con el voto dela obediencia incondicional dentro de la orden de los jesuitas (Societas Jesu), per no puede encontrarse una prohibiciGn expresa a tomar cargos eclesifsticos en los estatutos de la orden. Cf. Institutum Societatis Tesu. Volumen Secundum: Examen et Constitutiones. Decreta Congregationum Generallum. Formulae Congregatio- num, Tipogratia de SS Conceptione, Florencia, 1893, pp. 931 y ss. La fuente de informacion de Weber fue la ‘monografia de su colega en Heidelberg, Eberhard Gothein, Ignatius von Loyola und die Gegenreformation, Max Niemeyer, La Haya, 1895, pp. 364-367. El ejemplar personal de Weber de esta obra se conserva en Mtinich, ™ Mateo 27: 46: “Cerca de la hora novena, Jestis clamé a gran voz, diciendot Eli, Eli, lama asabthani?” esto es: “Dios mio, Dios mfo, spor qué me has sbendonedo?™ | 1292 CARISMATISMO. designios de Dios, “ante el cual sélo el monarca es responsable”, en tanto que el auténti- co jefe carismatico es, por el contrario, responsable ante los dominados. Y lo es sélo y exclusivamente por cuanto se trata, realmente, del sefior querido por|Dios. El portador de un poder que en gran parte es todavia auténticamente carismético, tél como, por ejem- plo (segiin la teoria), lo fue el del monarca chino, se acusa piblicamente ante el pueblo de sus propios pecados y defectos cuando su gobierno no consigue vencer alguna difi- cultad sobrevenida a los dominados, tanto si se trata de inundaciones como de guerras perdidas, tal como lo hemos visto todavia en los tiltimos decenios. Si esta penitencia no aplaca a los dioses, aguarda el destronamiento y la muerte, que con mutha frecuencia son realizados en calidad de sacrificio expiatorio. Tiene, por ejemplo, en Meng-tsé™ (Mencius) dicho sentido especifico la frase de que la voz del pueblo es “voz de Dios” (segtin él, la tinica forma en que Dios habla). Al cesar el reconocimiento del pueblo, el soberano es (como se dice explicitamente) un simple hombre privado, y cuando pretende ser més acaba por considerarsele un usurpador culpable. En una forma nada patética vuelve a en- contrarse este estado de cosas —correspondiente a esas proposiciones que suenan tan revolucionarias— entre las formas primitivas de asociaci6n, donde el cardcter carismé- tico esta adherido a casi todas las autoridades primitivas, con excepcién del poder do- méstico, y donde el caudillo es abandonado con mucha frecuencia cuando no alcanza el resultado esperado. El “reconocimiento” puramente factico, mds activo o mds pasivo,|de su misién per- sonal por los dominados, en los cuales se apoya el poder del jefe carismético, tiene su origen en la fiel consagracién a lo extraordinario e inaudito, ajeno a toda norma y tradi- cién y, con ello, en virtud de proceder de la indigencia y del entusiasmo, a lo estimado como divino. Por eso la dominacién auténticamente carismatica no réconoce principios y teglamentos abstractos, no admite ninguna jurisdiccién “formal” Su derecho “objeti- vo" es el resultado concreto de la vivencia personal de la gracia celestial y de la heroica fuerza divina. Significa asi l2 exclusidn de la vinculacién a todo orden externo en favor dela glorificacién tinica y exclusiva del auténtico cardcter heroico y piofético. Por eso se comporta revolucionariamente, invirtiendo todos los valores y rompiendo absolutamen- te con toda norma tradicional o racional: “est escrito, pero yo os digo”. La forma caris- mitica especifica de la solucién de las querellas consiste en la revelacion por los profetas 0 por el oraculo, asi como por el arbitraje “saloménico” de un sabio|carisméticamente calificado, juicio de valor que, aun encarnado en sentencias estrictamehte concretas e in- dividuales, exige una validez absoluta. Aqui radica la verdadera “justicia de cadi”, en el sentido proverbial y no histérico de la frase. Pues la justicia del cadi islémico en su ma- nifestaci6n real histérica se halla justamente vinculada ala tradicién ségrada y a su inter- ® Meng-tse o Meng-tzu (371-289 a.C.), fildsofo chino cuyo desarrollo del confucianismo ortodoxo le valié el titulo de “Segundo Sabio" después de Confucio. Maestro y por breve tiempo fuincionario en el Estado de Chit, enseiié que los gobernantes deben cuidar del pueblo Ilano. Su filosofia esté fecogida en el Mencius (Meng-tzu), libro que desde el siglo m aC. disponta de una cétedra para su ensefianza,(Con su publicacién en u1go dC. por Chu Hii, al lado de otros tres textos clésicos confucianos, pasé a integrar la obra clisica colec- tiva conocida como Ssu shu (Los cuatro libros) en donde se coloca al pueblo por encima de cualquier otra consideracién en las cuestiones que ocupen al gobierno. Cf, Max Weber, Ensayos sobre sociologia de la reli- ian, op. cit, vol 1 pp. 338-339. | “ Mateo 5: 20-22. | 1293 ‘Pos De DomaxAcr6N | pretacion con frecuencia sumamente formalista, y con ello se eleva hasta una valoracién individual del caso particular sélo y precisamente cuando fracasan aquellos medios de conocimiento.™ La justicia auténticamente carismética hace siempre lo siguiente: es en su forma pura la extrema contraposicién a la vinculacién formal y tradicional, y es tan in- dependiente de la santidad de la tradicién como las deducciones racionalistas proceden- tes de conceptos abstractos. No debe discutirse aqui de qué manefa se realiza la referencia a lo aequum et bonum en la jurisprudencia romana y el sentidg originario de la equity inglesa con respecto a la justicia carismética en general y con respecto a la justicia teo- cratica del cadi islimico en particular Pero ambas son productos en parte de una ju- risprudencia ya fuertemente racionalizada, y en parte de conceptos del derecho natural abstracto. En todo caso, el ex fide bona contiene una referencia a las buenas “costum- bres” del tréfico comercial y significa, por consiguiente, tan poco una auténtica justicia irracional como, por ejemplo, nuestra “libre discrecion del juez” |En cambio, son deriva- dos de la justicia carismética todas las clases de ordalias consideradas como medios i de prueba. Pero en tanto que colocan en lugar de la autoridad personal de un portador de carisma el mecanismo sujeto a normas con vistas a la averiguacidn formal de la voluntad divina, pertenecen ya al terreno de aquella “objetivacién” del carisma a que pronto hare- mos referencia, | Ahora bien, un caso especialmente importante desde el punto de vista histérico de 1a legitimacién carismatica de instituciones se halla representadd por la legitimaci6n del carisma politico: la evolucién de la realeza.!® | El rey es en todas partes primariamente un jefe guerrero. La tealeza brota del herois- ; mo carismitico. En la fisonomia que de ella nos presenta la historia de los pueblos civi- lizados, no es la forma histérico-evolutiva mis antigua del sefiorio “politico”, es decir, un dominio que va mis allé del poder doméstico, que se distingue én principio del mismo, por cuanto no est consagrado en primera linea ala direccién de la lucha pacifica del hom- bre con la naturaleza, sino a Ja lucha violenta de una comunidad humana contra otro "Al parecer esta idea la toma Weber del islamista holandés Snouck-Hurgronje, quien en su libro sobre La ‘Meca, muy consultado por Weber para su estudio sobre la ciudad, se muestra sumamente escéptico con res- pecto ala aplicacién practice de los preceptos del derecho islimico (sharia) en bu forma pura, por lo que es inevitable recurrir a los ajustes pragticos, aunque frecuentemente arbitrarios, de la justicia del cad en sa manifestacién hist6rica”. En el Imperio otomano las decisiones del cadi se caragterizzban por darle la vuelta en muchos casos ala ley escrta, de tal modo que iban mucho mis allé de lo estipulado por el derecho penal y buena parte de los derechos especiales, con excepcién de la parte del derecho tivil relativa a cuestiones fa- tiliares. Cf Christian Snouck-Hurgronje (1857-1936), Mekka. Die Stadt und ihre Herren, vol. I, Martinus Nijhoff, La Haya, 1888, pp. 182-183. | * Of, supra, pardgrafos 2 y 5 de la “Sociologia del derecho”. [Nota de Mariansle Weber.) ! '* Sobre la cuestion del carisma “objetivado” en la institucién de la realeza pueden consultarse las siguientes obras, casi todas posteriores a los escritos de Weber, pero que en algunos caso$ tomaron muy en cuenta la tipologia de Ia dominacién weberians: John Neville Figgis, El derecho divino de los reyes (1924), Edmundo O'Gorman (trad.), ror, México, 1942; Marc Bloch, Los reyes taumaturgos. Estudio sobre el cardeter sobrena. tural atribuido al poder real, particularmente en Francia e Inglaterra (1924), Marcos Lara y J. C. Rodriguez (trad.), rcE, México, 2006; Ernst Kantorowicz, The King’s Two Bodies. A Study in Mediaeval Political Theo, logy, Princeton University Press, Priceton, 1957, y quizé la obra que mejor desarfolla la conexién de un lide. tazgo carismatico pricticamente puro con el carisma objetivado en las funcignes de rey, emperador me- ieval, cruzado y anticristo sea la deslumbrante biografia de Federico II Hohenstaufen, elaborada ‘en Heidelberg en 1927, en el seno del circulo del carismético poeta Stefan George. Cf. Ernst Kantorowice, Kaiser Friedrich der Zweite, Georg Bondi, Berlin, 1927 | 1204 | | canismariswo poder dominante. Sus precursores son los portadores de todos aquellos carismas que han proporcionado un remedio para las necesidades extraordinarias externas e internas o la realizaci6n de empresas extraordinarias. El caudillo de la época primitiva, el precursor de la realeza, es todavia una figura equivoca: por una parte, el jefe patriarcal de la familia © del clan; por otra, el cabecilla carismético para la caza y para la guerra, el mago, el que hace llover, el hechicero, por Jo tanto el sacerdote y el médico y, finalmente, el érbitro. No siempre, pero sf con gran frecuencia se diversifican estas funciones carismaticas en otros tantos carismas particulares con representantes especiales de cada tno de ellos. Con bastante frecuencia encontramos al lado del caudillo pacifico nacido del poder doméstico (jefe de clan) con funciones esencialmente econémicas, el cabecilla de la caza y de la guerra. Y en oposicién al primero, el tiltimo es adquirido mediante la demostracién de su herofsmo en el curso de expediciones afortunadas emprendidas con vistas a la obten- cién de botin y victorias (cuya enumeracién en las inscripciones reales asirias” esta entre- mezclada con la cifra de enemigos matados y con la extensién de los muros de las plazas conquistadas cubiertos con las pieles que les han sido arrancadas; comprende botines de caza y cedros del Libano arrastrados para la construcci6n de edificios). La adquisicién de la posicion carismatica se efecttia entonces sin que se tenga en cuenta el puesto ocu- pado dentro del clan y en las comunidades domésticas y, en general, sin normas de nin- guna clase. Este dualismo entre el carisma y lo cotidiano se encuentra ¢on gran frecuen- cia tanto entre los indios —por ejemplo, en las ligas de iroqueses— como en Africa y en otros lugares. Donde faltan la guerra y la caza mayor esta ausente también el cabecilla carismético, el “principe” como le lamamos en oposicién al jefe de los tiempos de paz para evitar toda confusién. Especialmente cuando son frecuentes los trastornos natura- les, en particular la sequia o las enfermedades, un mago carismatico puede tener en sus manos un poder esencialmente de la misma naturaleza. Surge entoncés el sacerdote su- premo, el “principe” religioso. El principe guerrero, que tiene un cardcter inestable, depen- diente de la corroboracién o de la necesidad, se convierte en figura permanente cuando la guerra se hace crénica, Ahora bien, el hecho de que se quiera hacer macer la realeza y, con ella, el Estado por la incorporacién de extrafios sometidos a la propia comunidad, es en s{ una cuestién meramente terminolégica. Para los fines de nuestra investigacién ten- dremos luego que definir de un modo mis preciso la expresién “Estado”. Lo cierto es que la existencia del principe guerrero considerado como un hecho regular no depende de la existencia de un dominio de una tribu sobre los sometidos de otras tribus y de la presencia de esclavos individuales, sino exclusivamente de la existencia de un Estado guerrero crénico y de una organizacién adecuada al mismo. Por otro lado, es cierto que el desarrollo de la realeza hasta la formacién de un gobierno real regular|se produce, por lo " Fuente de Weber para esta cuestién es probablemente Eberhard Schrader (ed.), Sammlung von assiris- chen und babylonischen Texten in Umschrift und Ubersetzung [Coleccién de textos atirios y babildnicos en transcripcién y traduecién], vo. I, Reuther, Berlin, 1886, pp. 51-126. | La confederacin iroquesa estaba constituida por cinco tribus amerindias del horeste de los Estados ‘Unidos y el sureste de Canada en la zona de los Grandes Lagos. Su capital estaba ubitada donde hoy se en- cuentra la ciudad de Syracuse, en el estado de Nueva York, y ha sido considerada como una de las mds fuertes influencias en la democracia moderna. Weber se interes6 en las costumbres de las tribus amerindias a partir de su viaje a los Estados Unidos en 904. Gf. Max Weber, “Las sectas protestantes y el espiritu del capita- lismo’, en La ética protestante el espiritu del capitalismo, op. cit, pp. 355-388. Cf. infra, p. 2392, nota 19. | 1295 ‘TIPOS DE DOMINACION menos con inusitada frecuencia, sélo en el caso de un dominio sobre masas trabajadoras | © tributarias por medio del séquito de los guerreros profesionales del rey, sin que la vio- lenta sumision de tribus extranjeras constituya una fase absolutamente inevitable de la evolucién, La evoluci6n experimentada por el séquito guerrero carismatico, convirtién- dose en una casta dominante, puede originar la misma diferendiacién social interna. En todo caso, tan pronto como la dominacién se ha convertido en {una institucién continua Y permanente, el poder real y las personas en él interesadas, ¢s decir, el séquito o los secuaces del monarca, aspiran a su “legitimidad’, esto es, a la posesién de un rasgo dis- tintivo del jefe carismético. Por una parte, esto puede efectuarse mediante legitimacién ante otro...* * Ag se interrumpe el manuscrito. [Nota de Marianne Weber.] 1296

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