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XPOSICIN
DE RODILLAS
Hasta que Lzaro estuvo bajo su casa, para el rico haba posibilidad de
salvacin, abrir la puerta, ayudar a Lzaro, pero ahora que ambos estn
muertos, la situacin se ha vuelto irreparable. Dios no es nunca llamado
directamente en causa, pero la parbola advierte claramente: la
misericordia de Dios hacia nosotros est relacionada con nuestra
misericordia hacia el prjimo; cuando falta esta, tambin aquella no
encuentra espacio en nuestro corazn cerrado, no puede entrar. Si yo no
abro de par en par la puerta de mi corazn al pobre, aquella puerta
permanece cerrada. Tambin para Dios. Y esto es terrible.
A este punto, el rico piensa en sus hermanos, que corren el riesgo de
tener el mismo final, y pide que Lzaro pueda volver al mundo a
advertirles. Pero Abraham responde: Tienen a Moiss y a los profetas,
que les oigan. Para convertirnos, no debemos esperar eventos
prodigiosos, sino abrir el corazn a la Palabra de Dios, que nos llama a
amar a Dios y al prjimo. La Palabra de Dios puede hacer revivir un
corazn marchito y curarlo de su ceguera. El rico conoca la Palabra de
Dios, pero no la dej entrar en
el corazn, no la escuch, por
eso fue incapaz de abrir los
ojos y de tener compasin del
pobre. Ningn mensajero y
ningn
mensaje
podrn
sustituir a los pobres que
encontramos en el camino,
porque en ellos nos viene al encuentro el mismo Jess: Cuanto
hicisteis a unos de estos hermanos mos ms pequeos, a m me lo
hicisteis ( Mt 25, 40), dice Jess. As en el cambio de las suertes que la
parbola describe se esconde el misterio de nuestra salvacin, en que
Cristo une la pobreza a la misericordia. Queridos hermanos y hermanas,
escuchando este Evangelio, todos nosotros, junto a los pobres de la
tierra, podemos cantar con Mara: Derrib a los potentados de sus
tronos y exalt a los humildes; a los hambrientos colm de bienes y
despidi a los ricos sin nada ( Lc 1, 52-53).
BENDICIN Y RESERVA