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INTRODUCCIÓN:
La inmigración reciente en nuestro entorno está produciendo nuevos modos de gestionar la
diversidad cultural. Las interpretaciones de estos procesos migratorios en origen y destino
forman parte de una dinámica que surge de importantes cambios sociales. Estos cambios
transnacionales tienen lugar en el ámbito laboral, familiar, doméstico, comunitario; y suponen
en ocasiones el cuestionamiento de las pautas culturales relativas a la visión del mundo, las
tradiciones, los hábitos y las relaciones de género en todas sus dimensiones.
TABLA DE CONTENIDOS:
Continuidad y cambio cultural: la construcción de la alteridad y de las
identidades...........................................................................................2
Actividad 1:.......................................................................................4
Integración social: por la igualdad en la diversidad. Androcentrismo e
islamofobia en la gestión de las políticas migratorias..........................5
Sociedades plurales, pluralismo cultural, multiculturalismos,
interculturalidad. Modelos para la gestión de las políticas migratorias.
.............................................................................................................8
Actividad 2:.....................................................................................10
Las mujeres como sujeto político en las trayectorias migratorias......11
Actividad 3:.....................................................................................14
REFERENCIAS CITADAS:......................................................................16
CONCEPTOS/ GLOSARIO:....................................................................17
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS:................................................................18
ANEXO 1: Formato de presentación de actividad...............................20
ANEXO 2: Solicitud colabora informante.............................................22
Paloma Fernández-Rasines
Para datos cuantitativos más concretos de nuestro contexto pueden consultarse los anuarios
del Instituto Nacional de Estadística. A modo de pincelada introductoria diremos que algunos
datos están desagregados por sexo y, aunque se trata de una foto fija, podemos decir que de
los tres colectivos mayoritarios, dos son claramente feminizados. Ecuador y Colombia, por
este orden, tienen más mujeres que hombres. Si tenemos en cuenta, además, que estamos
hablando mayoritariamente de su población activa, su tasa de actividad femenina es mucho
más alta que la nuestra. De Marruecos, segundo colectivo en número de residentes, solemos
decir que tiene un perfil masculinizado. Sin embargo, un análisis más atinado nos llevaría a
decir que sigue un patrón de actividad económica por género bastante parecido al nuestro,
donde la práctica totalidad de los hombres en edad reproductiva son activos, mientras que
apenas la mitad de las mujeres en la misma franja de edad lo son1.
Existe la tendencia a imaginar también que antes de la llegada de esta inmigración reciente
nuestro entorno cultural era bastante homogéneo. Es decir, nos parece que la diversidad es un
fenómeno nuevo. Sin embargo, tal homogeneidad es un espejismo. Siempre ha habido
identidades diferenciadas. La identidad y la diferencia son siempre relativas. Relativas a cuál
sea el límite, la frontera y la distancia desde el punto de referencia. Podríamos hablar de
identidades de muy diversos tipos: nacionales, lingüísticas, étnicas, de género, de clase...
Estas identidades cohabitaban en permanente interacción y eventual conflicto antes de la
llegada de las pateras. Las identidades se construyen y definen habitualmente por oposición o
distancia a lo que construimos como alteridades. Así pues, existe un “nosotros” porque hemos
creado también una imagen simbólica de “los otros”.
Por fortuna, las culturas no viven en compartimentos estancos y no son realidades esenciales e
inamovibles. Hablamos de procesos culturales porque la evolución humana es obra del
1
Para un análisis crítico desde la perspectiva de género de la estructura económica y las categorías de
actividad e inactividad en España recomiendo el texto de Rosario Otegui (1999).
2
Utilizo el masculino no como genérico, sino como aparece en este etiquetaje concreto.
Paloma Fernández-Rasines
Nos aseguramos de cierta estabilidad, pero no por esto nos convertimos en una homogeneidad
dentro del “nosotros”. El hecho de que seamos diferentes al interior de una identidad
compartida se explica por los diferentes procesos de socialización. Bien es cierto que la
socialización supone el adoctrinamiento de los cuerpos y adiestramiento de las mentes por vía
de las principales instituciones. Suele decirse que la escuela es la principal institución
socializadora. Lo esperable es que tras largos años de institucionalización salgamos
moldeables para nuestro determinado sistema social. Sin embargo, también durante este
proceso de socialización vamos tomando conciencia de la estructura social, sus elementos y
sus diferencias. Entonces nos vamos identificando con unos grupos determinados en relación a
las estructuras de poder. La socialización es una fuente de nuevas identidades, siempre
dinámicas, porque nos convierte en sujetos agentes dentro de la continua tensión del cambio
social.
Las relaciones de poder explican que haya mayorías y minorías en términos culturales.
Hablando en términos migratorios, habitualmente la mayoría corresponde con la identidad
cultural receptora y las minorías van siendo incorporadas por las diversas identidades nuevas
que van llegando desde otros lugares de origen. Como ya hemos visto, ni unas ni otras son
homogéneas en su interior. En términos de Delgado (2002), no sería correcto pensar que las
personas inmigrantes deben integrarse en nuestra sociedad porque, de hecho, ya la integran.
Los procesos de integración, tanto cultural como social, han de desarrollarse de manera
conjunta. Veremos que la integración de la inmigración es un proceso complejo que depende
principalmente de las decisiones que tome la sociedad receptora a la hora de gestionar la
diversidad. A menudo escuchamos opiniones como “no quieren integrarse”. Es probable que lo
que quiera indicar esta opinión es que no quieren adoptar nuestras costumbres. Técnicamente
a esto lo llamaríamos aculturación o transculturación, esto es, la adaptación a unas nuevas
pautas culturales. Debido a las relaciones de poder, este proceso no suele hacerse de manera
negociada, sino que se imponen las normas y costumbres de la mayoría que se considera
autóctona. Entonces lo llamamos asimilación y como tal no es una estrategia recomendable si
entendemos que la diversidad es patrimonio de lo humano.
En todo caso, efectivamente nos preocupa que “los otros” no compartan nuestros valores
básicos. Porque “nosotros” compartimos unos valores que nos son básicos. Tenemos además
unas normas y las tenemos porque las cumplimos. Ahora bien, ¿cuáles son nuestros valores
básicos? ¿Cuáles son nuestras normas en esta cultura compartida? Si estuviéramos de
acuerdo en cuáles son nuestros valores y nuestras normas, ¿cuál es nuestro nivel habitual de
cumplimiento y observancia?
Paloma Fernández-Rasines
Estas son cuestiones clave que merecen ser debatidas y que pertenecen a lo que llamamos
integración simbólica (Laparra/ Martínez de Lizarrondo, 2003). Se trata del imaginario que
una sociedad posee sobre sí misma. Proporciona un sentimiento cohesivo identitario que se
reproduce en sus individuos a través de sus principales instituciones socializadoras.
Actividad 1:
Trata de responder de manera reflexiva a esta vinculación entre inmigración y violencia de
género. Recomiendo utilizar la lectura breve de: Fernández-Rasines (2003 b).
<http://revista.mugak.eu/articulos/show/223>
Extensión máxima de 600 palabras. Esta actividad computará un 20% de la nota en este tema.
(Ver formato de presentación de actividad en anexo.)
Paloma Fernández-Rasines
Hemos visto en el tema anterior que la inmigración está construyéndose en nuestro contexto
como una amenaza y como una fuente de alteridad en ocasiones problemática. Ante esto,
parece que sentimos amenazada la cohesión social, como si hubiera habido un pretérito
magnífico anterior a esta diversidad sobrevenida. Pareciera que nuestra integración simbólica
estuviera en peligro.
Sin embargo, a pesar de nuestros miedos y nuestras fobias, propias de todo encuentro cultural,
las administraciones han de hacer frente a políticas públicas para la gestión de estos nuevos
procesos sociales. Las políticas actuales se pretenden integradoras, es decir, buscan la
integración social. Recordemos que esto no es asimilación. La integración social supone el
logro de la igualdad en la diversidad.
La integración social es objeto de debate en sí misma. De acuerdo con Laparra y Martínez de
Lizarrondo (2003: 29), “¿puede una sociedad basada en el conflicto, en la contradicción de
intereses entre distintos grupos sociales desarrollar a su vez dinámicas tendentes a la
integración social?”. En este sentido, es preciso considerar que los procesos de integración
pueden interpretarse siguiendo tres niveles de abstracción. Estos niveles pueden entenderse
como fases que marcan la capacidad de un sistema social para el logro integrador.
Un primer nivel lo constituyen los procesos en la estructura social y económica, factores
estructurales relativos a la actividad económica y la división internacional del trabajo. Un
segundo nivel se libra en las instituciones políticas e ideológicas, algo que implica asumir
procesos de decisión colectiva tanto en instancias estatales como locales y autonómicas. Un
tercer nivel sitúa a individuos, familias y colectivos en sus procesos de respuesta como entes
afectados pero también como agentes de cambio.
Proponemos aplicar un enfoque de género a la argumentación sobre estos niveles con objeto
de tener una comprensión realmente crítica de la integración social. Resulta especialmente
interesante para nuestro tema en cuestión si tenemos en cuenta que la mayoría de los
matrimonios mixtos en nuestro contexto son los que contraen las mujeres extranjeras con los
hombres autóctonos.
Sobre el primer nivel, podemos decir que el trabajo parece ser el elemento que define la
inclusión o exclusión del sistema capitalista en que participamos. En este sentido, las mujeres
quedan en buena parte excluidas. La relación de las mujeres con el trabajo y los derechos de
ciudadanía es compleja y se explica en una historia de exclusión (Mestre, 2005). Esto es así
porque las actividades vinculadas con el afecto y el cuidado a personas dependientes y
también a personas activas se lleva la mayor parte del tiempo hábil de las mujeres. Sin
embargo, ello no se computa como actividad económica sino que paradógicamente a eso lo
llamamos “inactividad” (Otegui, 1999). Así tenemos que en nuestro país la mayoría de las
personas llamadas inactivas para el sistema tributario son mujeres, siendo así aún a pesar de
los cambios producidos desde mediados de los 90 que hicieron subir la tasa femenina de
actividad a casi un punto por año. Ello se acompañó de una demanda masiva de servicio
doméstico extracomunitario. De ese modo, la mayoría de las mujeres inmigrantes han logrado
ser activas paradójicamente a través de la externalización de lo que nuestro aparato contable
llama “inactividad” cuando lo realizan nuestras mujeres.
La noción de ciudadanía va asociada a la vida laboral. Las mujeres en tanto que predominan
entre la llamada población inactiva están en condición de dependencia de quienes sí trabajan.
La práctica totalidad de hombres en edad reproductiva son “activos”, no podemos decir lo
mismo de las mujeres. Efectiva y simbólicamente, este sistema contable es androcéntrico y
produce el efecto de minorizar a las mujeres como dependientes y sin valor intrínseco.
Esta dinámica del reparto sexual del trabajo en actividad/inactividad arrastra consecuencias
exclusógenas más graves en la política migratoria. La tasa de actividad de las mujeres en
España aumentó, en los momentos previos y durante el boom migratorio, en 5 puntos
porcentuales desde 1993 hasta el primer trimestre de 2001 según datos del MTAS. Según
datos del año 2000, los hombres se situaban casi tres puntos por debajo y las mujeres
estábamos entonces en un 39%, casi 8 puntos por debajo de la media europea. La lectura
Paloma Fernández-Rasines
europea de esto es que en España es preciso repartir el trabajo productivo que ahora se
concentra todavía de modo dramático en los pater familias. Italia, España y Grecia eran en el
cambio de milenio los países con la tasa de actividad femenina más baja. Esto no es porque las
mujeres no hagamos nada sino porque el mercado laboral sigue el esquema de una sociedad
bajo un sistema bastante patriarcal3.
Los datos sobre tasa de actividad en la UE-15 para 2007 indican una tasa de actividad
femenina en España apenas un punto inferior a la media4. La tasa de actividad masculina
resulta superar ahora en tres puntos la media. Ellos están en un 68% y nosotras en un 48%.
Así se explica que el stock de permisos de trabajo para el servicio doméstico se haya
incrementado significativamente en los últimos años de la década de los 90 en España. En
1992 era de 25 mil, subiendo en 1995 a 37 mil y llegando en 1998 a 61 mil 5. Este incremento
se encuentra sostenido en los últimos años y es lo que ha propiciado una mayor incorporación
de las mujeres autóctonas a la población económicamente activa y no un reparto equitativo con
los hombres autóctonos. Hemos decidido postergar la negociación con nuestros compañeros
varones en cuanto a la verdadera diatriba familiar-laboral. Mientras tanto la política migratoria
sigue importando el trabajo unas mujeres para sustituir a otras (Fernández-Rasines P. y
Martínez Virto, L., 2008)
El segundo nivel de abstracción para comprender los mecanismos de la integración social
contempla la correlación de fuerzas en las instituciones. En este sentido, la situación de las
mujeres se ve muy condicionada por la situación simbólica de dependencia arriba descrita. Así,
determinadas ideologías como el racismo, sexismo, elitismo o meritocracia son
fundamentalmente androcéntricas. Sabemos que existen aún muy pocas mujeres en puestos
de responsabilidad. Se han dado pasos muy importantes tendentes al cambio en los últimos
años en algunas administraciones públicas, sin embargo, el sector privado no lidera esta
tendencia. La presencia paritaria por género en los órganos de decisión no garantizaría un
cambio en las posiciones ideológicas, sin embargo, la escasa participación de las mujeres es
en sí misma un déficit de democracia. Entonces, difícilmente una sociedad puede resultar
integradora cuando tiene este grave conflicto autóctono por resolver.
En cuanto al tercer nivel, el relativo a la respuesta de individuos, familias y colectivos, una
lectura de género nos obliga a tener en cuenta que una política migratoria que importa mano de
obra de mujeres inmigrantes para pasar necesariamente al menos uno o dos años en el
servicio doméstico, altamente desregularizado, puede esperar muy poco en términos
adaptativos. Es decir, obliga a sus familias a hacer cambios inesperados y en ocasiones
violentos. Buena parte de estas mujeres que fueron pioneras en las trayectorias migratorias se
han convertido en sustento de sus grupos domésticos que ahora son transnacionales. Ellas han
sido importantes correas de transmisión y de arrastre de otros miembros de su grupo familiar y
de origen. Algo que en otra situación podría indicar cierta cota de empoderamiento se convierte
en un factor vulnerabilizante. Ocurre que ellas han ido haciendo posible la reagrupación de sus
familias y el sistema se encarga nuevamente de expulsarlas del mercado de trabajo.
La precarización del servicio doméstico deja de ser una alternativa razonable y tampoco lo es
la flexibilización y subalternización que nos reserva la política de empleo a las mujeres. Una
vez sus compañeros están aquí y logran un trabajo “pater familias” en construcción o industria,
ellas vuelven a pasar al estatus de dependencia. En ocasiones encontramos también este
patrón en los casos en los que las mujeres han optado por una unión o matrimonio con un
hombre autóctono, ya sea como primera o sucesiva unión. Puede que las mujeres además del
afecto encuentren un apoyo más sólido en ese tipo de uniones, no hemos de olvidar que los
datos muestran que la mayoría de las uniones mixtas están integradas por mujer extranjera y
hombre autóctono. Para el caso de Navarra, en 2001 los matrimonios de españoles con
extranjeras duplicaban en número a los de extranjeros con españolas (López de Lera/
Izquierdo, 2005)
El sistema patriarcal se perpetúa. Por otra parte, la ineficaz política de vivienda produce
convivencias indeseadas y en ocasiones propicia o incentiva hacinamiento y otros factores
3
Así lo indica también el estudio sobre inmigración y actividad económica sobre Italia y España (King y
Zontini, 2000 en Fernandez-Rasines 2003).
4
Datos disponibles online en el portal del Ministerio de Igualdad.
5
Datos de Colectivo Ioé, 2001 b; en Fernández-Rasines 2003.
Paloma Fernández-Rasines
exclusógenos como la propia violencia de género. Tenemos el dato en Navarra de que sólo una
exigua minoría de personas inmigrantes han accedido a la vivienda en propiedad, estando la
mayoría en régimen de alquiler (Urdániz, 2005)
Es preciso reflexionar sobre que la integración no ha de verse como algo que dependa de la
voluntad de personas, familias y colectivos. Ni tampoco ha abordarse de modo culturalista,
reduciendo el éxito integrador a la supuesta compatibilidad cultural. Es preciso tener en cuenta
de qué modo la normativa migratoria perpetúa un sistema social que no es igualitario en
destino.
Nuestro sistema se basa además en un sustrato cultural cristiano y católico. En este sentido,
hemos de recordar que personas de Marruecos y Argelia se han ido asentando trabajando en
nuestro país desde los años 80. Es sorprendente cómo en apenas una década desde 1998 se
han visto desplazados por diferentes colectivos latinoamericanos, y muy significativamente ya
lo fue en torno al año 2001 por el ecuatoriano que ya entonces le duplicaba en número. Este
desplazamiento sólo se entiende mirando con los ojos del género y de la identidad cultural de
raíz religiosa.
La migración norte-africana en España desde los 80 ha sido predominantemente masculina,
vinculada al trabajo agrícola, de tradición musulmana y de lengua árabe. España, a pesar de
ser constitucionalmente aconfesional, tiene una identidad nacional muy vinculada a una
tradición católica robusta desde que los precisamente Reyes Católicos, allá por 1492, al mismo
tiempo que sometían a los indios en las américas, expulsaban a musulmanes y judíos de la
península ibérica.
La inmigración ecuatoriana no ha encontrado la barrera idiomática y tampoco se aleja tanto de
la tradición cultural hispano-católica. Desde sus comienzos, ha sido predominantemente
femenina y vinculada al servicio doméstico en áreas urbanas. En el caso de las pioneras, su
nivel de instrucción era superior al de la población autóctona que se ocupaba en el mismo
segmento laboral. La imagen de quienes llegan del Ecuador aparece como católica practicante,
devota, servicial y comedida. Todo esto cae muy bien en una sociedad que no es tan
practicante de la liturgia católica pero sí es profundamente xenófoba con cualquier
representación de origen musulmán (Fernández-Rasines, 2003).
Paloma Fernández-Rasines
El pluralismo cultural se perfila como modelo integrador a partir de los años 60 del siglo XX.
Son sus principales contenidos la aceptación de las diferencias y su valoración en positivo. Se
comprende el reconocimiento y el derecho a la diferencia en tanto que especificidad. Si bien,
esto ha podido abrirse a fenómenos indeseables como nuevos racismos excluyentes, el
pluralismo cultural se ampara en la igualdad de acceso a los derechos y deberes de ciudadanía
(Giménez, 2000).
En este sentido, Nancy Fraser (2000) nos hablaba del dilema redistribución-reconocimiento,
argumentando que la distinción entre injusticia económica e injusticia cultural es meramente
analítica porque en la práctica social actúan conjuntamente. Esta autora aborda el género y la
raza como diferenciaciones humanas paradigmáticas de la expresión de este dilema.
Se ha dicho que los pueblos antiguos simplemente se ignoraban o bien, de otro modo, se
aniquilaban unos a otros. Cabe pensar que universalismo es el origen del racismo y también
del sexismo. Es la Ilustración la que introduce la noción de la ciudadanía moderna con base en
la igualdad de los hombres en términos jurídicos. Pero esta igualdad iba a necesitar de algunos
criterios de orden jerárquico.
El Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau aparece como principal generador de las ideas
universalistas. Podemos considerar entonces que el democratismo universal y el
contractualismo del siglo XVIII en occidente es el referente para buena parte de nuestro marco
institucional, moral y de modos de vida actuales. Para Rousseau, la aparición de la propiedad
privada habría provocado el abandono del estado natural primigenio. Ello necesariamente
habría precisado del pacto entre hombres, cesión y control de libertades que hizo viable la
convivencia en la nueva comunidad politica de las repúblicas modernas.
Con esto, la familia resulta ser la sociedad original y requiere de un orden jerárquico. El
Estado moderno ideal ha de ser una república en la cual cada nuevo hombre es jefe de familia
y ciudadano. El fin de la servidumbre natural y el logro de la igualdad entre los hombres
necesitan de una exclusión primera, una exclusión íntima, la que resulta de la sujeción de las
mujeres. En palabras de Amelia Valcárcel (2000), las mujeres encarnan esa masa pre-cívica
que reproduce dentro del Estado el orden natural. No son ciudadanas porque son madres y
esposas. Estas ideas del contractualismo se encuentran como pilares fundacionales en buena
parte de la teoría social moderna y, podría decirse también, contemporánea.
Paloma Fernández-Rasines
En palabras de Eduardo Menéndez (2002) fue la Ilustración durante el siglo XVIII la que con su
doctrina basada en el derecho natural propuso la existencia de una naturaleza humana
universal pero sería el historicismo del siglo XIX lo que iba a permitir la afirmación de las
identidades culturales, y nacionales en su caso. Según Menéndez, la exclusión del otro
resulta de un proceso de continuidad/ discontinuidad en el que tanto el particularismo racista
como el historicista se desarrollan en paralelo. Las prácticas discriminatorias se irán
produciendo con apoyo en los racismos o en los culturalismos, siendo las fuerzas sociales y las
tendencias ideológicas dominantes las que actúen en cada caso como agentes excluyentes.
Verena Stolcke (1999) nos habla de nuevas retóricas para la exclusión haciendo un análisis del
racismo moderno que se plasma en los discursos xenófobos y las políticas migratorias
restrictivas en Europa. Argumenta que el fundamentalismo cultural es la ideología que
legitima la hegemonía de lo nacional frente a lo extranjero. Y ello reproduce la ilusión de que la
identidad del estado-nación resulta un elemento cohesivo de manera natural y esa integración
social se percibe amenazada por la invasión inmigrante.
Las políticas de inmigración de estos países han ido perfilando diferentes modos de gestionar
las realidades multiculturales. Hagamos un repaso somero de algunos de estos modelos:
En la vieja Europa, Alemania tuvo a partir de los años 60 una política de rotación de
inmigrantes, a través de lo que se ha entendido como “trabajadores invitados”. Este
planteamiento previo no ha previsto la integración social puesto que no se contempla la
permanencia. En la práctica, este modelo ha propiciado la exclusión social de los Gastarbeiter,
trabajadores hombres que podían llevar a su familia pero con el propósito firme de retornar a su
país de origen tan pronto como fuera posible. Esta legislación migratoria invisibiliza el potencial
activo de las mujeres y las relega a ser dependientes de sus padres o maridos.
En Reino Unido, el modelo del multiculturalismo pasa por establecer cuotas de acceso a las
diferentes comunidades establecidas como tales. En este sentido, existe el riesgo de la
prevalencia de relativismo cultural, con el prejuicio que ello podría acarrear a las mujeres de las
comunidades que reclaman una tradición fuertemente patriarcal como seña de identidad.
Por otra parte, el modelo de Francia se basa en la prevalencia de una identidad nacional fuerte
sostenida por el requerimiento innegociable de la laicidad. Esto se ha venido traduciendo en un
modelo islamófobo que resulta asimilacionista. En términos de género, tiende a considerar a las
mujeres de grupos minoritarios como víctimas y como menores a efectos de representación.
Suecia ha apostado por una política realmente integradora y lo ha hecho a través de una
apuesta por la participación política activa y pasiva de las personas inmigrantes, así como el
compromiso de garantizar su participación de modo paritario en las instituciones. Algo similar
viene ocurriendo también en Canadá.
Paloma Fernández-Rasines
Sin embargo, EEUU aplicó un modelo multicultural pensado para la fusión cultural. La metáfora
de la fusión o amalgama cultural “melting pot”, o crisol de culturas, quisiera indicar que el
resultado de la fusión sería una síntesis nueva. Lejos de este resultado, en la práctica el
modelo estadounidense es asimilacionista y se basa en una identidad nacional WASP,
sustentada en la hegemonía blanca, anglosajona, protestante y, por ello, patriarcal.
Pensar en una síntesis realmente nueva, resultado del encuentro entre culturas, donde la
participación política de las partes esté garantizada y ello modifique estructuras fundamentales
para la socialización, como son el sistema educativo y los medios de comunicación, nos llevaría
al ejercicio de la interculturalidad. Sin embargo, estamos todavía tratando de trazar los pasos
para esta nueva vía.
Actividad 2:
Vinculación entre inmigración, inseguridad y delincuencia ¿Son los inmigrantes los que
más delinquen?
Responde a esta pregunta de manera reflexiva analizando los datos relativos a extranjería
sobre detenciones, delitos y condenas según Unzurrunzaga (2002). Responde también
analizando el vínculo entre inmigración y delincuencia según los informes de la Comisión
Europea citados en El País (2003).
Extensión máxima, 600 palabras. Esta actividad computará un 30% de la nota en este tema.
(Ver formato de presentación de actividad en anexo.)
Paloma Fernández-Rasines
En este tema quiero tratar el caso de la inmigración ecuatoriana a España en los últimos años.
Su análisis nos servirá como caso que ilustra el papel de las mujeres como pioneras y
agentes activos que han sido figuras nodales en los grupos domésticos y de parentesco a
ambos lados del proceso migratorio. Nos servirá también para analizar la situación diferencial
de hombres y mujeres en la estructura económica, y cómo la globalización de los cuidados a
través del servicio doméstico reproduce nuevamente la subordinación de las mujeres. Lo que
sigue es un extracto adaptado de un texto más extenso (Fernández-Rasines, 2003). En estas
páginas he evitado las referencias bibliográficas, que pueden encontrarse en el texto citado.
Podemos decir que la emigración ecuatoriana a España surge como efecto de la crisis que
atraviesa el país desde 1995. Ecuador está tratando de remontar uno de los procesos más
críticos de su historia reciente. Desde mediados de la pasada década de los 90, una
inesperada confluencia de desastres naturales, definición de fronteras, ajuste económico,
desajuste financiero, dolarización y desgobierno, ha ido minando la confianza en las
instituciones nacionales. Estos y otros acontecimientos resultantes de una galopante corrupción
política y de las élites financieras, con el apoyo de gestores supranacionales, han conseguido
hacer del país lo que sus propias gentes llaman un relajo.
La magnitud de este proceso migratorio tal vez sea un síntoma de quiebra en la confianza por
la reconstrucción nacional. Sin embargo, las divisas que hombres y mujeres envían al Ecuador
desde el exilio económico están permitiendo que el país pueda ir recomponiendo sus dolidas
estructuras6. El monto de remesas desde 1995 se ha multiplicado por cuatro, siendo el segundo
ingreso en importancia para la economía ecuatoriana después del procedente del petróleo,
principal recurso exportable del país desde los años setenta.
Los efectos de una economía en grave crisis como son una inflación desmedida y el
congelamiento y secuestro definitivo de gran parte de los depósitos de ahorro en 1998, hicieron
que la mayoría de la población se empobreciera en términos reales y tuviera que valerse cada
vez con menos. La satisfacción de las necesidades básicas se fue haciendo inalcanzable para
la mayoría y algo tan apreciado como dar educación a las jóvenes generaciones fue pasando a
ser verdaderamente un lujo. Esto es lo que dicen las personas que han migrado. No escapaban
de la miseria. No había pobreza en sus hogares cuando optaron por salir. Precisamente la
emigración era vista como la vía para no empobrecerse.
A través de los medios de comunicación nos llega información que a menudo nos hace tener
una visión determinada sobre la realidad. En este caso, si miramos la prensa diaria vemos
algunos artículos que parecen ensayos ciertamente etnográficos que se basan en relatos de
vida de las personas migrantes.
“La pobreza se arrastra”, así reza uno de los testimonios que he recogido de las citas que
aparecen en la prensa española sobre migrantes del Ecuador7. En esa nota de prensa se narra
cómo Nelly se hizo cargo de Evelyn, de nueve años, hija de su prima Narcisa para que ésta
6
Sólo en el año 2000 el ingreso por remesas fue de 1.350 dólares USA (Ciudad, 2001; en Fernández-
Rasines 2003 a).
Paloma Fernández-Rasines
pudiera emigrar a España. Narcisa trabajaba en Lorca, Murcia, en enero de 2001 después del
accidente en que murieron varias personas sin papeles de nacionalidad ecuatoriana. Esto
marcaba un antes y un después para la inmigración ecuatoriana sin papeles en Murcia. El
suceso y sus consecuencias convocaron a los medios de comunicación que combinaban la
información puntual con este cierto arte etnográfico recogiendo la palabras de hombres y
mujeres que trabajaban en Lorca y buscando parte de sus parientes en el Ecuador para hacer
lo propio allá.
Una periodista transcribía para el diario El País estas palabras de Narcisa cuando le hablaba
de su hija en el Ecuador: “Se oponía a quedarse sin mamá. Le expliqué que yo no ganaba lo
suficiente para pagar sus estudios, y una intenta que los hijos salgan adelante”. Otro periodista
recogía en Quito el testimonio de Nelly, informando de que también ella era madre soltera
como su prima y que ambas nacieron en un ambiente rural cerca de la frontera con Colombia.
Ocho años atrás habían migrado a Quito para trabajar como empleadas domésticas.
En cualquier caso, quiero llamar la atención sobre la asociación que hace la periodista entre
miseria, madres solteras y sus hijas. La miseria es un estado que no deja lugar a la reacción.
Tiene un sentido congelante que sitúa a quien la padece en el lugar de la víctima inmóvil.
Pensando nuevamente en la verosimilitud del caso propuesto, Narcisa emigra porque tanto ella
como su entorno parental cercano ha decidido que su hija Evelyn no puede, bajo ningún
concepto, abandonar la escuela. Quisiera subrayar que bien vale hacer una interpretación más
ajustada. Parece claro que Narcisa, Nelly y Evelyn están en una red parental de organización
que se sitúa en la acción. La miseria por el contrario es no acción.
Pensemos hasta qué punto damos por hecho que las mujeres ecuatorianas que están hoy
entre nosotros se dedicaban allí a las labores del hogar. Sin embargo, según el censo de
población y vivienda de 1999, en Ecuador había 3,4 millones de mujeres en edad de trabajar y
esto nos lleva a hablar de la actividad económica9. Tenemos que las mujeres eran el 41% de
la población económicamente activa, PEA, ocupada en la Encuesta de Condiciones de Vida de
1999.
aprecia un incremento en la tasa global de participación de los varones, del 71% al 75%. Sin
embargo, para el caso de las mujeres vemos que su porcentaje en la PEA se ha reducido en 13
puntos y que su tasa global de participación lo ha hecho en 17 puntos, de 43% a 26%. Viendo
los datos de los grupos de clasificación en el mercado laboral según sexo en 1997, tenemos
que entre las personas ocupadas adecuadamente en el sector moderno (sector mayoritario),
hay más de dos hombres por cada mujer.
Si tuviéramos que hacer un perfil laboral de las mujeres según los datos de 1997, de cada diez
mujeres ocupadas, más de cuatro trabajan en el sector informal urbano. Apenas llegan a cuatro
las que logran insertarse adecuadamente y más de una trabaja en el servicio doméstico,
mientras su ocupación en el sector agrícola no es significativa10. Esta situación puede haber
sido punto de partida a la emigración principalmente femenina a España.
Vemos que la crisis ha precarizado más la situación laboral de las mujeres. Tal vez por eso la
decisión de que migraran las mujeres en los grupos que precisamente no eran pobres.
Tal como se recoge en el resumen ejecutivo del informe del Banco Mundial sobre crisis,
pobreza y servicios sociales, los niveles de pobreza y desigualdad social en el Ecuador se han
agudizado en los últimos años. Entre 1995 y 1998 el porcentaje de la población pobre aumentó
en 12 puntos. Los datos indican que el perfil de la pobreza es la fotografía de la población rural,
indígena, proveniente de hogares ampliados con un mayor número de criaturas y en los que la
madre tiene nivel educativo bajo. El informe puntualiza que los hogares afectados por la
pobreza en ocasiones han sufrido la desintegración debido a que los adultos han optado por
emigrar en busca de trabajo, o bien, han sido las criaturas quienes han sido enviadas a vivir
con familiares en áreas urbanas para que puedan asistir a la escuela (World Bank, 2000).
Así aparece en los trabajos con base en encuestas en Murcia, Navarra; y en particular sobre
personal del servicio doméstico en Madrid, Cataluña y Andalucía, donde se localizan casi el
80% de empleos en este sector. En cuanto a la composición por sexo, en 1998 del total de
residentes del Ecuador en España, el 67% eran mujeres, siendo el 55% en el año 200012.
En 1998 el 74% de los permisos de trabajo concedidos en España a inmigrantes del Ecuador
eran de mujeres. En la misma fecha, el 68% del total de estos permisos era para el sector de
10
Análisis de elaboración propia a partir de los datos recogidos por el SIISE, Sistema de Indicadores
Sociales del Ecuador, del Censo de Población y Vivienda y las Encuestas urbanas de empleo y
subempleo.
11
Datos de la Encuesta de medición de indicadores sobre la niñez y los hogares (EMEDINHO) realizada
por el INEC, Insto. Nac. de Estadística y Censos de Ecuador en noviembre de 2000.
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Véase en Murcia (García-Nieto, 2000), Navarra (Laparra, 2000), Madrid, Cataluña y Andalucía
(Colectivo IOÉ, 2001 a, 2001 d); en Fernández-Rasines 2003 a.
Paloma Fernández-Rasines
empleo doméstico y limpieza. Las mujeres ecuatorianas, como antes lo hicieron filipinas,
dominicanas y peruanas, vienen a cubrir demandas de servicio doméstico que ya casi
estaban extinguidas en España, como lo es la modalidad de internamiento. También cubren
demandas de cuidado a personas dependientes y ancianas, en un país cada vez más
envejecido cuyas políticas gerontológicas y psiquiátricas estimulan el cuidado domiciliario.
La evidencia etnográfica nos dice que en los primeros años hubo un perfil importante de
mujeres pioneras. Dicho de otro modo, para el caso ecuatoriano las mujeres llegaron abriendo
el camino. Desde antes de 1998 fueron llegando con un proyecto familiar que se concretó en lo
siguiente: Trabajar intensamente en el servicio doméstico de manera principal, lograr de sus
patrones el pre-contrato y con sus ahorros regresar al Ecuador para el trámite de volver a
España como trabajadoras regulares y con algún otro familiar que podía ser su hermana o
prima y después su compañero, su hermano, su hijo, su primo. Se ha comprobado que las
madres y las abuelas han sido la base de la organización transnacional de esta migración.
Es preciso decir que los hombres han tenido una integración laboral más problemática porque
el trabajo agrícola y de la construcción está competido y tiene mucho de estacional. Los
ingresos de los hombres son más discontinuos y sus trabajos son más expuestos a la
irregularidad y los impagos.
Actividad 3:
Entrevista a una mujer que haya inmigrado después de 1998. Se trata de preguntarle
acerca de su edad, año de llegada a España, cuál era su situación laboral o de actividad antes
de salir de su país. Sus estudios o formación, su origen rural o urbano y migraciones campo-
ciudad o internacionales previas en ella o su familia. Si ha formado familia con pareja de su
país o pareja con persona autóctona en destino. Si tenía una persona aquí que la recibía y qué
tipo de relación las unía, así como si ella ha servido de vínculo para que otras personas de su
entorno hayan llegado después, incluidos procesos de reagrupamiento familiar. En qué
actividades ha trabajado en España. Es preciso indicar por qué hemos elegido a esta persona
informante (la conocemos por tal causa, hemos accedido a ella de tal manera, etc...)
REFERENCIAS CITADAS:
CASTELLÓ, Vicente (2006) “La inmigración, riqueza mundial”, Cinco Días, 2 de julio de 2006.
DELGADO RUIZ, Manuel (2003) “¿Quién puede ser inmigrante en la ciudad?”, VV.AA.:
Exclusión social y diversidad cultural. Donostia: Mugak: 10-24.
FERNÁNDEZ-RASINES, Paloma (2003b) “Violencia de género, racismo y xenofobia”. Mugak,
nº 24.
FERNÁNDEZ-RASINES, P. (2003a) “Trayectorias migratorias y la ficción de la masculinidad
hegemónica” en Bretón, V. y García, F. (eds): Estado, etnicidad y movimientos
sociales en América Latina. Barcelona: Icaria (319-346)
FERNÁNDEZ-RASINES P. y MARTÍNEZ VIRTO, L. (2008) “Mujeres migrantes precarizadas
por la nueva gestión de los trabajos reproductivos”, en Gregorio, C. (edit.): Los trabajos
de las mujeres en el contexto de la globalización: sexo, afectos y cuidados. Granada
(Publicación en curso)
FRASER, Nancy (2000) “¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia en la
era postsocialista”. New Left Review, nº 0, 126-155.
GIMÉNEZ, Carlos (2000) “Evolución y vigencia del pluralismo cultural: del multiculturalismo a
la interculturalidad”, en Marla Casáus y Carlos Giménez (eds.): Guatemala hoy:
reflexiones y perspectivas interdisciplinares. México: UAM: 19-42.
LAPARRA, Miguel y MARTÍNEZ DE LIZARRONDO, Antidio (2003) “Integración y políticas de
integración” En: Laparra, Miguel (ed.) 2003: Extranjeros en el purgatorio : integración
social de los inmigrantes en el espacio local. Barcelona: Bellaterra: 21-60.
LÓPEZ DE LERA, D. e IZQUIERDO, A. (2005) “Inmigración y población: incidencia de la
población extranjera en Navarra”, en LAPARRA, M. (coord) El impacto de la
inmigración en una sociedad que se transforma. Pamplona: Departamento de Bienestar
Social, Deporte y Juventud, Gobierno de Navarra
MENÉNDEZ, E. (2002b) La parte negada de la cultura. Barcelona, Bellaterra.
MESTRE, Ruth (2005) “8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora que somos
todas”, Aportes Andinos, 13: 1-4.
OTEGUI, Rosario (1999) “La invisibilidad del trabajo femenino. Androcentrismo de las categorías
de actividad e inactividad”, en NUÑO, Laura (comp.) Mujeres: de lo privado a lo público.
Madrid: Tecnos.
SAN ROMÁN, Teresa (1996). Los muros de la separación. Ensayo sobre alterofobia y
filantropía. Barcelona, Tecnos.
STOLCKE, Verena (1999) “La nueva retórica de la exclusión en Europa”. [En línea] Revista
Internacional de Ciencias Sociales, RICS nº 159. Página web de la versión electrónica
de la revista <http://www.unesco.org/issj/rics159/stolckespa.html>
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Princeton University Press.
VALCÁRCEL, Amelia (2000) “La memoria colectiva y los retos del feminismo”. En: Valcárcel. A.
y Romero, R., eds. Los desafíos del feminismo ante el siglo XXI. Sevilla, Hypatia.
Paloma Fernández-Rasines
CONCEPTOS/ GLOSARIO:
Por su rigurosidad, recomiendo visitar el glosario on line realizado para el proyecto ESLEE por
Natividad Gallardo (Universidad de Granada), Nadia Rodríguez y Bettina Schnnell (Universidad
Pontificia de Comillas).
http://www.eslee.org/migraciones.php?glosario=migraciones
Paloma Fernández-Rasines
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS:
APELLIDO, Nombre
Actividad (nº)
(Aquí comenzará el texto...
Lo que sigue son instrucciones para el formato de edición:
- El interlineado es libre.
- Una vez terminado el texto, aplicar el corrector ortográfico en menú “herramientas” ó F7.
Al final del texto indicarás que lo has aplicado.
- Normas de citación:
Citas en el texto: Obras con un autor/a : Mateos (2001) comparó los estudios realizados
por… / …en un reciente estudio sobre nuevas tecnologías en la educación (Mateos, 2001)
… / En 2001, Mateos realizó un estudio sobre… /
Obras con múltiples autores/as (cuando un trabajo tiene dos autores, se citan ambos
nombres cada vez que la referencia ocurre en el texto; cuando un trabajo tiene más de tres
o más autores se citan todos la primera vez que aparece la referencia en el texto, mientras
que en las citas siguientes del mismo trabajo se escribe sólo el apellido del primer autor
seguido de et al. y el año de publicación): Morales y Vallejo (1998) encontraron… /
Almeida, Manzano y Morales (2000)… / (posteriores) Almeida et al. (2000).
Citas textuales (cuando las citas directas son de menos de 40 palabras se incorporan a la
narrativa del texto entre comillas, pero cuando son mayores se destacan en el texto en
forma de bloque, usando la tabulación; en ambos casos se indica el número de página de
la cita): “en los últimos años está aumentando el interés por el estudio de las nuevas
tecnologías en Educación Infantil” (Mateos, 2001, p. 214).
- Referencias citadas: Si has utilizado alguna referencia bibliográfica externa al módulo, has
de indicarla al final del texto como “referencias citadas” por orden alfabético de autor/a.
Véase formato de referencias de libro, capítulo y artículo.
Libro : MALGESINI, Graciela y GIMÉNEZ, Carlos (1997) Guía de conceptos sobre
migraciones, racismo e interculturalidad. Madrid: La Cueva del Oso.
Capítulo de libro : FERNÁNDEZ-RASINES, Paloma (2003) “Trayectorias migratorias y la
ficción de la masculinidad hegemónica”. En: Bretón, V. y García, F. , eds. Estado, etnicidad
y movimientos sociales en América Latina. Barcelona, Icaria, 319-346.
Artículo : AGUSTÍN, Laura Mª (2003): “La familia española, la industria del sexo y ‘las
migrantes’”. Mugak, nº 23: 7-16.
..
.
.
Paloma Fernández-Rasines
Palabras: (nº)
Corrector ortográfico aplicado
Paloma Fernández-Rasines
La persona abajo firmante está de acuerdo con ser informante para un ejercicio del
Módulo: “Mujeres, migraciones y diversidad cultural” impartida en el Curso de
Postgrado: Políticas locales, género y desarrollo”. Fundación Isonomía-Universitat
Jaume I.
Firma de conformidad.
Fecha:
Lugar:
(copia para adjuntar al ejercicio).
La persona abajo firmante está de acuerdo con ser informante para un ejercicio del
Módulo: “Mujeres, migraciones y diversidad cultural” impartida en el Curso de
Postgrado: Políticas locales, género y desarrollo”. Fundación Isonomía-Universitat
Jaume I.
La profesora responsable del módulo: Paloma Fernández-Rasines, agradece su
colaboración y declara que la información proporcionada por las personas
entrevistadas es estrictamente confidencial. Podrá ser utilizada únicamente para
propósitos educativos y de investigación académica pero en ningún caso para
perjudicar a las personas informantes que han colaborado.
Firma de conformidad.
Fecha:
Lugar:
(copia para la persona informante).
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