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El relato de una visita oficial al Presidente del Senado de Puerto Rico

27 de junio de 2010
Héctor José Huyke

El jueves, 24 de junio de 2010, el Lcdo. Tomás Rivera Schatz, Presidente del


Senado de Puerto Rico, tuvo la gentileza de recibir una comisión de la Junta
Universitaria de la Universidad de Puerto Rico. La Comisión creada el día
anterior en reunión extraordinaria de dicha Junta estaba compuesta por dos
estudiantes, dos profesores y dos rectores. Por los estudiantes estaban
Miguel Dávila (UPR-Ponce) y Armando Esteves (UPR-Mayagüez). Por los
profesores estaban Marta Bustillo (Ciencias Médicas) y un servidor (UPR-
Mayagüez). Por los profesores también nos acompañaba Johana De Jesús
(representante alterna, Ciencias Médicas). Por los rectores estaban Rafael
Rodríguez (Ciencias Médicas) y Juan Ramírez Silva (UPR-Arecibo).

La encomienda central fue iniciar un diálogo de última hora para encontrar


soluciones urgentes al imposible cuadro presupuestario que nos presenta la
Universidad de Puerto Rico de cara al año fiscal que comenzaría en unos
días. Para más detalles, véase la Certificación Número 41 (2009-2010) de la
Junta Universitaria.

Si este pasado jueves, 24 de junio los miembros de la Comisión logramos


cierta unidad de propósito fue más por fuerza de las circunstancias que por
designio. Habíamos acordado vernos una hora antes de la cita. Sólo los
profesores y un estudiante, Esteves, llegamos a tiempo. El rector Rodríguez
llegó media hora tarde y tenía que almorzar. El rector Ramírez Silva llegó
justo antes de la cita con el Presidente del Senado. Alguien podría alegar
que los rectores son personas muy ocupadas, lo que debemos dejar para
otra discusión y otro relato. El estudiante Dávila también llegó tarde, porque
tenía otras obligaciones, las que sean, las reconozco y las respeto. He
compartido y trabajado con este estudiante en otros contextos en la Junta
Universitaria, y me consta que, como Esteves, es un estudiante responsable.

En el último momento también llegó el Dr. José Ramón de la Torre,


Presidente de la Universidad, quién con su acostumbrada informalidad, había
dicho que quizás nos podría acompañar. Mucha cordialidad sentimos en el
área de recepción de la Oficina del Presidente del Senado. También pude
apreciar que los rectores, pero sobre todo el Dr. De la Torre, estaban como
en su casa, lo que no me debió extrañar, aunque bien adentro me doliera.

Dolía --y mucho-- que en la casa del político, lo que no es lo mismo que la
casa de las leyes, estas personas se sintieran como en su casa, quizás
porque con los años he aprendido a apreciar cierta instintiva, necesaria, y
respetuosa tensión entre los universitarios y los políticos a la hora de
sentarnos a encontrar soluciones. De políticos tenemos algo un buen número
de los universitarios y de universitarios tienen algo un buen número de los
políticos, sin duda. Sin embargo, sean los unos y los otros de los que valen,
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ʻde los buenos universitariosʼ, ʻde los buenos políticosʼ, como diríamos, o
sean ʻde los malos universitariosʼ, ʻde los políticos malosʼ, la verdad es que
entre universitarios y políticos, a la hora de dialogar, hay una dignidad que
corresponde a cada cual, y se necesita establecer, mantener y perpetuar un
respetable abismo. No veía esa tensión entre los representantes de nuestro
cuadro administrativo. Sin pretender fundar argumentos en mis intuiciones,
tengo que afirmar que mi Universidad no cuenta con una gerencia dispuesta
a cuestionar las decisiones de los políticos. Es algo que ya sabía, por
supuesto, y por lo que allí, en medio de la corta espera, llegué a pensar que
quizás es falso eso de que no hay peor gestión que la que no se hace. Hay
gestiones que te pueden poner en peor condición si las tratas de llevar a
cabo. Sin embargo, aunque fuera sin razón alguna, todavía estaba optimista
en torno al encuentro.

En lo que nos atendían con café en el área de recepción, alguien que no


pude identificar nos pasó por el lado y saludó a varios entre nosotros. Esta
persona expresó a viva voz a algunos de los presentes, quizás al estudiante
Dávila, quizás a algún rector, quizás al Presidente De la Torre, o quizás a
todos ellos y por añadidura a los y las demás también: “Ya les aprobamos el
voto electrónico”, haciendo referencia, por supuesto, al proyecto de ley que
pone a la legislatura de Puerto Rico a decidir como han de ser las
deliberaciones entre universitarios. Implícito en el comentario de esta
persona también estaba la referencia a todo un plan en fast track para con la
Universidad: ya les aprobamos esto, mañana les aprobaremos esto otro, y
pasado mañana . . .

Ya en el despacho del Presidente del Senado, justo al terminar su agradable


saludo el Lcdo. Rivera Schatz, un rector se adelantó a plantear lo que él
entendía era el asunto en agenda. El rector no tardó en deslizarse hacia los
temas de su propio recinto y luego extenderse en ello, de lo que no me puedo
quejar. Me reafirmo en mis respetos a todos los miembros de la Comisión, y
a este rector en particular, el Dr. Rafael Rodríguez. En ausencia de aquella
acordada reunión para armonizar los distintos reclamos antes de entrar; en
ausencia de esa respetuosa tensión que --según acabo de explicar--
entiendo es necesaria entre un universitario y un político, cada cual estaba
destinado a tomar el turno cuando pudiera y cada cual estaba destinado a
decir lo que entendiera que había que decir.

Once recintos, ¿una UPR? No en este contexto. La situación en la que nos


habíamos metido reflejaba cierta tendencia que ha venido haciéndose
evidente. En ausencia de una gerencia universitaria que nos defienda a nivel
central ante estos poderes públicos, los recintos universitarios están
destinados a cabildear cada cual por lo suyo, que es lo mismo que a competir
unos contra otros. En estas circunstancias, serán mejor escuchados aquellos
que más se dobleguen al partido en poder, aquellos que digan lo que el
político de turno quiera escuchar, aquellos que estén dispuestos a visitar a
menudo aquel despacho para buscar fondos para esto y aquello en lo que
también reciben órdenes y adaptan como pueden a la UPR a los intereses de
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esos poderes políticos. Serán once recintos sin una UPR. Los políticos por
su parte tomarán medidas aquí y allá para resolver esto y aquello que ellos
entienden es importante; todo al margen de la fórmula en ley del 9.66% del
fondo general del gobierno de Puerto Rico; todo al margen de un concepto
claro de lo que es ese fondo general; todo al margen de un concepto claro de
lo que le toca a los universitarios y de un concepto claro de lo que le toca a
los políticos.

¿Y al fin y al cabo qué fue lo que nos dijo el Presidente del Senado? A
planteamientos de las colegas Bustillo y De Jesús, el Presidente respondió
que pueden aparecer unos 10 millones o más gracias a un proyecto de
reordenamiento de impuestos a juegos de azar que él personalmente estaba
promoviendo y se sentía muy orgulloso al respecto. La pieza legislativa
parece responder a cierto forcejeo político con los dueños y operarios de
hoteles. Nos repartieron copia del borrador de legislación. El Lcdo. Rivera
Schatz nos planteó además, esta vez a través de un ayudante sentado a su
derecha, que la cuota especial ascendente a $40,000,000 que se incluye en
el proyecto de presupuesto de la UPR, la cubren los estudiantes con la beca,
por lo que no debe ser un problema mayor. Ni el ayudante ni el Presidente
del Senado respondieron a los puntos de Esteves, entre los que estaba el
hecho de que la suma de los 40 millones claramente viola el acuerdo
pasando a enero más o menos el monto total de lo que previamente se iba a
cobrar en dos plazos, en agosto y en enero. En tercer lugar, el Presidente
planteó que la Universidad debe cobrar las deudas que aparecen en sus
libros, a lo que la persona sentada a su izquierda, el Presidente de dicha
Universidad, no tuvo nada que añadir o proponer.

Finalmente, no se engañe nadie, porque según el Presidente del Senado, el


problema presupuestario de la Universidad, lejos de estar relacionado a la
Ley 7, como también el problema de Puerto Rico en general, es la pasada
administración. Presuntamente algo grande y muy terrible pasó en el 2004,
aunque en el contexto del problema presupuestario universitario, desde su
punto de vista, uno pensaría que el año nefasto fue el 2001. En uno de los
vistosos momentos en que el Presidente del Senado repetía esta
contundente conclusión acerca de la pasada administración, un rector
entendió muy bien que le tocaba compartir que, en su recinto, aquellos fueron
años de “despilfarro” . Esta declaración por parte del Rector Ramírez Silva se
convirtió en el acabose; se convirtió en la evidencia que faltaba; no fue otra
cosa que el final feliz. Fue el ʻ¡Usted ve! Es lo que le estoy diciendo: el
problema lo causó la pasada administración. No me venga a reclamar a mi.ʼ
Algún regalito estará en turno para el Recinto de Arecibo. Entonces también
podíamos salir de esa audiencia con el honorable Presidente del Senado más
que iluminados, porque sabíamos la causa del problema que veníamos a
intentar resolver.

Al salir me pasaron muchas cosas. Entre otras, me di cuenta de la apariencia


intachablemente elegante de todo el mundo que pasaba por aquella oficina y
de lo encantador que era el personal de apoyo del honorable Presidente del
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Senado. Me limito a contar una de las cosas que me pasaron, quizás la más
importante. Ya en los pasillos, exhausto y bastante aturdido, un senador de
la minoría se acercó a saludar. Era hermano de un amigo, lo que en buen
puertorriqueño es casi un amigo, si no ya un amigo. Era alguien que aprecio.
Le extendí la mano. Traté de decir algo coherente y de ser agradable, pero
me fue imposible. Difícilmente produje una falsa sonrisa y estoy seguro que
estuve incoherente. En el momento, sólo podía pensar en esta persona,
después del 2012, recibirnos algún día tal y como aquel Presidente del
Senado nos acababa de recibir para decir, ʻ¡Usted ve! Es lo que le estoy
diciendo: el problema lo causó la pasada administración. No me venga a
reclamar a miʼ. El año presuntamente nefasto en su argumento causal sería
el 2008, o quizás más bien el 2009.

Casi todo el mundo dice saber lo malas que están las cosas en este país.
¿Sabemos en verdad cuan malas o buenas están las cosas? La gente en
poder parece estar dispuesta a lo que sea para llevar a la Universidad pública
a sus rodillas. Esa es su extraña forma de decir que están de acuerdo con
que las cosas están malas y su más extraña aun forma de decir que están
encontrando soluciones en el caso de la Universidad. Mientras tanto,
desvanece el potencial de encontrar soluciones como es debido, a partir del
respeto mutuo y las diferencias fundamentales que siempre nos han de
caracterizar. Es necesario señalar que dicho potencial se puede perder tanto
con cualquier futuro liderato político como con el actual.

Que el cuadro administrativo universitario actual le tenga miedo a los poderes


políticos es penoso. Si de miedo se trata, ¡que ellos nos tengan miedo a
nosotros! Si la Universidad fuese persona, no debería permitirse cerrar sus
ojos en el transcurso de esta noche, para así producir las pesadillas, las
revelaciones y todo tipo de venerables locuras que infundan miedo en estos
poderes políticos y en los próximos al otro lado del abismo que nos debe
separar. En lo que respecta a este relato, lo único que tengo que decir es
que quisiera contribuir a la dignidad que corresponde a la necesaria tensión
entre los universitarios a este lado y los políticos al otro.

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