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(CH. PERELMAN y L. OLBRECHTS-TYTECA TRATADO DE LA ARGUMENTACION LA NUEVA RETORICA, TRADUECION ESPANOLA BE WLIA SEVILLA MUSOZ BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA ikeawA FoR DANASO. ALONSO UL, MANUALES, 69 FOLEES KOSI HISPANIC TORIAL GREDOS. © Booions ie VUNIrRAT 0 BALLS, Bruel, 1989 EDITORIAL GHEDOS, 8. 4., Sdncber Pacheco, 81, Madiid, 1989, para fa roduc capa, ‘Two oviginal: TRAITE DE L'ARGUMENTATION, LA NOUVELLE RHETORIQUE, 5 Depsito Lega M. 27363-1589 ISBN 84-249-1396-5. faye ch Espa, Printed in Spain Hie Cane, S.A, Sanches Pacheco, 81, Madid, 1989. — 6247 PROLOUO A LA EDICION ESPANOLA* PERELMAN Y LA RETORICA FILOSOFICA LA RETORICA EM LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO Xx Mientras que la Edad Media y el Renacimiento entendieron y ccultivaron la dialéctica y la retdrica aristotélicas, ta Edad Moderna de racionalismo hegewsnico, las margi Ello significa, por tanto, que Ia suerte historica de la ret6rica ha estado figada a la valoracin gnosealdgica que, eu las distintas épocas, se ha hecho de la opinién en su melacion con la verdad, Para quienes la verdad puede surgit de la discusisn y el contrasie de pareceres, la retorica seré algo ins que un simple media cle ex- presion, un elenco de técnicas estlisticas, como la consideran aque- Mos para quienes la verdad es fruto de una evidencia racional 0 sensible. Eto explica que con el predominio del racionalismo y el cempirismo en la filosofia de tos sigios xvu al 10x ta retorica fuese reducida en los planes de estudio a una especie de estilttica, Es con los sistemas caracteristicus de finales det xix y de este siglo (pragmatism, historicismo, vitalisme, axiologia, existencialismo...) cuando se empiezan a sentar las bases para la rebabilitucion de la retdrica y la teoria de fa argumentacion Este resurgimiento de la retérica esti también estrechamente re Jacionado con cixcunstancias politicas y sociales. Fl desartotlo en * Toma del Tratado Matéricg de retrica floss We ex's Chomtlee Beds va, Maui, Ed, Nijern, 8 8 Tratada de ta argumentacién nuestro mundo actual de soviedades democraticas, intensa y progee- sivamente intercomunicadas en To informativa, fo politico y lo eco- ndmiva, have que, como en la Grecia clisica, se despierte en ells con fuerza la necesidad y cl interés por ta cet6rica, por ta argumen- lacion, por la persuasion a través del lenguaje '. E inversaunente, Ja causa protunda del desimterés y olvido en que yacié la ret6rica ‘en épocas pasadas radicaria en Ia estructura dogindtiva, autoritaria, ‘coetcitiva, en una palabra, antidemocratica, de aquellas soviedades. En la primera mitad de este siglo, la retérica habia degenerado en la ensehanza media europea: Una asignacura Hamada «Elementos Ue cetorica, recuerda Perehnan, venia a reducirse a un aprendizaje de memoria de una liste de figuras retérieas en consonancia von Ja nocién vulgar que idemtifica retérica con estilo florid, elocuen- tc, un arte de} lenguaje, En esta nocidn s¢ ha perdido ya casi por completo la definicibn aristoxélica (arte de la persuasidn), Ia de Ci. cerén (docere, movere, placere) & incluso ta de Quintiliano: ars be- zne dicendi, donde el bene tiene una triple connotacién de eficacia, ‘moralidad y belleza. Mas concretamente, Ia retérica que perduré en los planes de estudio durante fos siglos xvn, xvi y xtx Tue la ‘equivalence al Libro TI de la Retdrica de AristOteles, es decis, una reldrica nada relacionada con a formacién de Ja opinién, sino re- ducida a manual de estilo 0 técnica expositiva. Iniciadores de esto fueron los fcunceses Pierre de a Ramée y Talon (siglo xvu). Por otra parte, si en nuestro siglo ha tardado tanto la retsrica cen resurgir enn Ovvidente, a pesar de una larga tradicién democriti- «a, ello se ha debido al prestigio prepotente de la ciencia positiva, 1 causa del cual nada se consideraba persuasivo si no se amoldaba {a criterias estrictamente cientificos, cosa que no cumple ta cetsri- ca, La légica de nuestro siglo se ha decantado en exclusiva hacia Ja l6gica formal, demostrativa, arrojando asf al rerreno de lo ildgi- (Ck, Joni Berio, Thr sola de la pesuastn, Racca, Ed. Mites 1983 pias, M0. PCF Ch, Petelman y L, OWbechis-Tytess, Trité de Varqumemation (Le nove rnorigw’), 3+ Edtions de VUnwersité de Brasebes, 976, pas. 37-38 Prétogo @ lv edicién espanola 10, de fo irracional, todo ef conenide de las ciencias lnumanas y sociales, que, como la ética, se resisten a una foimalizachou sdlo posible con verdades universalmente convincentes, demosirables con pruebas vonstrictivas * Asi, el prestigio que desde finales del siglo pasado habia adqui Fido para el pensadoc ovcidemtal la gica Formal, inducia a ver la retériea como una antiguulla irnecuperabe, Reducida, pues, la rel6rica a arte de la expresién, perdi6 todo interés filoséfico, no siendo extraio por ello que Ho aparezca ch \érmino relgrica ni en el Vocabulario técnico y eritico de la filoso- ‘fia, de Andié Lalande, ni en la norteamericana Enciclopedia of Philosophy (1967). Laguna subsanada, sin embargo, por el Dicciv nario de fuosofia de Ferrater Mora. No mejor suerte ha cortide la retdrica en tos paises socialistas, ‘en donde ha sido considerada como un simbolo de una educacion formalista, indtil, burguesa, anti-igualitaria, Por esto no es nada extrafo que hasta hace apenas unos dece- anios la opinién predominante sobre la retGrica ha sido peyorativa: sinénimo de artifiio, de insinceridad, de decadencia, Incluso ac- tualmente la retorica todavia tiene connotaciones peyorativas: «es lun reldried», «no me vengas con reldricasy, elc., son expresiones ‘que indican que ef término revirica se asocia més 0 menos con la falsificacién, lo insincero, la hinchaz6n verbal, la vaciedad concep- tual... Las causas de esa mala fama aparecieron ya en la época posiciceroniana cuando la retdrica, por las razones politicas que tan acertadamente snalizara Tacito en su Diélogo de oradores, em pez6 a perder su dimension filosofica y dialévtica, reduciéndose pau- {atinamente a un redundante ornamento; en otros términos, la ret6~ rica aristotica se vio reducida al Libro LL, mientras que los dos primeros iban siendo relegados * > amide, 34.38. + C1 K, Spdng, Augdamenas de retores, Pamplona, HUNSA, 199, ply. 1S Tratudo de ta argumeniaeian REUABMATACION ACTUAL DE LA RETORICA la retbrica fue adquirienclo connotaciones nega tivas a medida que se iba desvinculando de la filosofia con la que Platén y Aristétcles fa habfan fecundado. Relabilitarla significaba, todo, devolverta al sitio que ocupaba dentro del corpus filosé- fico en ef pensamiento de Platén y Aristoteles. Muchas disciplinas, que han aspirado vanamente a verdades apodicticas s6lo contienen opiniones verosimiles, plausibles; por tanto, sus argumentaciones idehen permanecer «abiertas» a una continua diseusién y revision. El auge de los medios de comunicacion de masas y de la vida ‘democritica en un creciente mimero de paises explican los esfuerzos (que se estén realizando en la segunda mitad de este siglo desde :iitiples direcciones para relabilitar la retérica clasica como arte de persuasion, porque «en las sociedades contempordinas, los mé- ‘todos para obtener la adhesin vuelven a tener una gran actualidad; dlsiamos més, la tienen en un grado superior a ninguna etapa ante- iar de ta historian *. ‘Aunque quizé demasiado lentamente, el pensamiento occidental dle esta segunda mitad del siglo xx ha venido rehabilitando esta parte de la légica aristotttica *, que es necesaria, segiin Aristéte les”, no s6lo para la vida préctica (Aecisidur, eleccién), sino para la fundamentacién de los primeros principios del saber. Bn efecto, {a rehabiltacién actual de la retdrica es debida sobre todo 4 filéso- fos, aunque paraddjicamente fuesen étos quienes la denostaron du rante dos mil aQos. Para muchos filésofos, hoy fa retGrica es un >, Berio, ots ple 12 * No se compreade por qbé nose incu attics deneo dl Orpanoe. {Qsish or habels consideado pane sno apsstofa (complement) de la dalcica? reo que seul eaca el priacipat motivo Ge su maryinaion y malentend ""Tiico, 12, 1O4b, 14; Etca mcomdques, 13,1098, 1228. Ctado por Pere 1910, 7. Préloyo uw la edicién esparoia u medio para sav interdisciplinae Por eso, la nueva relérica esté siendo considerada un import te hallazgo para campos fitosdficos como la filosofia del derecho, la ligiea, la ética y, en general, para todo aquel saber que dependa de ta razén practica Por otra parte, resulta l6gico que en ta rehabilitacion de la rets- ‘ica clasica haya influido mucho la rehabilitacién de sus creadores los sofistas, iniciada ya por Hegel. La rehabilitacion de la retérica corre hoy pareja con la descon- fianza progresiva por la I6gica formal, iniciada por Schopenhauer tun siglo antes, Para éste las leyes 0 verdades demostradas son con- venciones; teorias cientificas (de Ptolomeo, Newton...) demostra- das racionalmente han resullado errores erasos. Schopeuliuer se adelanté también a Perelman en su aguda vision de la no separabi- lidad entre la retOrica-argumentacién y la retOrica-ornamentacion, ‘pues, para él escribir negligentemente significa no apreciar las pro- pias ideas expresadas, del mismo modo que una joya no se guatda en una caja de carton, «El interés excepcional que los fildsofos atribuyen iilimamente ‘los problerias de! lenguaje, el hecho de que la linguistica es consi- derada como «ciencia humana global», la rehabilitavién de la sofis- tica, la insistencia con que se proclama ef alcance reducido de la dgica formal, el surgimiento de ldgicas no formales, preparan la taci6n de 1a ret6rica como término, al tiempo que su reimte- filos6tica» * Por (odo esto no resulta extraito que algunos neopositivistas muestren al final ciesta comprensién hacia la nueva ceiérica. Asi, Carnap reconoce que la I6gica formal no sirve para la vida, y, por su parte, Ayer recensiona positivamente, en 1953, Rhéiorique ef Philosophie, de Perelman 414 filosofia de su wimpase y dale dinensiin Gf, V. Floreen, La rhétorique of We néorhiorique, 2 e8.. Pars, Ed, Les Bates Leees, 1982, pea. 4 Fras, op. cy pa pars, PUF, 1982 pi, 158 R ‘Tratado de ta argumentacion Teh (a retrica nfs fos cacuenta, 30 auge es ta ne A MORO de abe, De a, pscolona, las ialas des lnformarién 7 dela comunican, J elo como mala de inatgadén 7 coro intrumento de ee ose pati La earn nave mipacea Gone ee {ena no slo como retin Meru, tno como relics del Ce, coms slide de: slid. greene Eng, Sod outed yetie ‘Como observa Alfonso Reyes 7, donde «la antigua retérica ha- Wh ss eee fen a 2 th he SIGH ASO, it Aes ancl AieDtTador aoa aoe tow: somo eblenc no en os topos, cbwo truer, cSt hr, Ales ter cm pli, dans yoru ai, Perla rehabliaién de la terica no debe olds de a co- nexién cnlie-cetivica y ética planteada por Platén, Conexién de a lngenset og pretest eee Sri one as a ‘ada vez mas omminssscnte. Estos y otros muchos riesgos del mun- do actual exigen que la rehabilitacién de ta retérica sea filoséfica, panda oa slo aman Yale ‘be la Srunstacas actual, ex qo el Humanismo seve ca sofocado bajo el exceso de especializacion, en que la técnica inven- sessecoend ii, sawn beagle oi EMI, ere habitaconiosin areéricnsdquee ampli hes. El ivecionalio 7 el dognationo de todas los mati, la tendencia a minimizar la idea de adhesién libre, bajo el efecto de De. Rh TEAS Hee 9 Wk pcos Ald lia fis cotleaslrde ie sien pecans tart Pos wilitin Jy lied aie, oe. baer ser [rset eve stein setatdienstl de setoet fe K Spanus op. et pas, 15:16 "A. Rees, Obras comptes, XIN, México, Bd, Fond de Cultara Bcondii- eh, nie 5 Prélogo a ta edlcién espanola a iseiplinarias. Repitaimos, destine de fa retérica y Westina del huma- nismo van juntos» ™. Antes de Perelman se producen algunos intentos de rehabilita- cin dela retérica, Peco estas escasas voces discordantes de la gene- ral ignorancia 0 menosprecio de la retdriea no consiguen rehabili {atlas por limitarse & repetir lugares comunes de la antigua, sin as mir verdaderamente su raigambte filosdfiva; su fracaso se debe, en suma, a l4 no comprensin del pensamiento aristordlico: en lugar PERELMAN Y LA REHADILITACION DE LA REFORICA AI principio de los anos cincuenta comienza la rehabilitacion de la setérica. Perciman , Vichweg y otras van creando una fe- ccunda diseiplina conocida como nueva retdriea a teoria de ta argv ‘mentacién. Esta corriente supone una marginacién de viejos abso- Jutismos contrarios a lo que de retérico hay en el pensamiento, in- ‘capaces de ver, como hacen las filasofias contemporaneas, lo que en el lenguaje natural hay de creacién, de concepcién del mundo, equidistante del puro realismo y de la pura arbitrariedad. Usar un Teaguaje natural supone adherirse @ Ya forma de ver la realidad (con sus tesis, sus prejuicios, sus 1Opicos) que ese Lenguaje comporta, El liderazgo de la nouvelle rietorique le correspond, sin ningu- 1a duda, a Chaim Perelman '. Profundo conocedor de la filoso- fia, en general, y de la cetérica clisica, en particular, ello le permi 1i6 emprender la rehabilitacién de ésta, porque se trata de una «via Floreseu op. cit, pig. 198 "BL primer wabajo de Perdsan sobre ol tema de Ia arpumentacioa fue una conferecia de 149, publicata on sho mas tide bao el tl de Logue Phet rique y rims ds 3408 mis tarde ens pine obra erga set cso Rhéiorique et phasophe, PUF, 1952, + la ae sau, en 1988, Trae oe ergumeration "Vid. Ch. Persian, Le champ de argumentation, Prowse Universaites de elles, 1970, py. 221222 “ Tran intermedia entre lo evidente y fo israsional», el ecamino dilcit y smal trazido de lo razonabley ™ ‘Nacié Perelman en Polonia (1912) y desde los 12 anos vivis en Belgica, estudiando desecho y filosofia ca la Universidad de Bru selas, Hizo su doctorado sobre la lOgica de Frege, el tundador de la Iogica formalizada ". Considero éste wn detalle muy valioso, ya_ que, gracias a él, nadie podrd acusar a Perelman de que su reivindi ceacidn de la Logica no formalizada, de la argumentacion retérica » filosética como una realidad susceptible de estudio racional,aun- {que no reductible al formalism l6gico-cientiieo, obedecia a una incomprensién, por ignorancia © por impotencia, de la légica for- mal. Fuc profesor en la Universidad de Bruselas. «El relescubvimiento por Perelman de la cetrica arranca det su primer ensayo sobre la justcia, en el que constata que no se pueden explisar fa sepla de justsia ni las normas juridicas © mora- les en tétminos de Iégica formal, cuyas propasiciones son raciona Jes y gouan de nevesidad y universaidad» " En efecto, es estudiando ef problema de la justicia (De fa justi- ce, 1945), 0 sea, lt inadecuacion de la légica de Ia. demostracién al mundo de los valores ¥ 1a (Spica, a Aristéeles. De este descubrimiento surge en 1952 el primero de los libros «que a Jo largo de su vida publicara sobre el eonocimiento no forma lizado, Es el ya citado Rhetarique et philasophte ”, obra que reco © Kutt Spang, op city pt 33 Reads 3 tess doctoral, Perelman publica varios anil sobre Sica me emai, tales como aLes paradones de a logiquen, en Mind, 1936; Squire. i définion oa stution des prado de Russell, et ‘nsegrement machéna- gua, 937 Vid. M. Dobiosesth. Retiree y dines, Mico, Universidad Nacional de Mésicn, 1959 tra. det polaco pac 3. Kamien) "No fe pode etuda ese libro, que, sin parse, se halts agotado. No aan, alos de as tabays se pus eqcanra,rracidos a nglis, en Ch Perciman, The new rhetoric anal ihe humaninies, Doruectu (Holand), D. Reidel Pub. Company. 1719 Priloge a fa edicidn espariola Is ‘g¢ nunerosos articulos ya pubhicados, algunos de ellos en calabor cida con Olbrexhts-Tyea, autora con la que publigaré eu 1958 su ola fundamental, el Traieé de Margumentatin En 1970 aparece Le champ de Margumentation, que Lecoge W serie de estudios publicados en diversas revsts, en los que desarro Ila diversos aspecios de su teoria de la argumentacida. Eu 1976 ‘aparece Logigue juridique (nouvelle ractorique), nico desis libros ‘uaducido hasta ahora al espaol (Ligicw juidica y nueva retinieu, traduccion de Luis Diez Picazo) ‘Asi, puss, una fecha historica en la sehabilitacin de fa reiorica 5 1952, ano de la publicacion de su obra Rhétorique et philoso pie, Prueba de que este cesurgimiento no es una moda pasojera, “como fa de Lantos otros xismos», es la cantidad y ta calidad cre- lentes de las obras a ella dedicadas. ‘La nueva retérica de Perelman pretende rehabiltar la retSrica clésica menospreciada durante la Edad Moderna como sugestin Senganosa o como anificio literario*. Para ello retoma la distin Baila de Noe Retry aa a Teds dbs Argument fia Parcinan co vitor. La rine ehaa ami de ake, ut tnd sci’ witli de wate de rarest pr de epnins pntraboe teegnin hablo to jue, psn un ns sours sori lap ea ‘Gute waa ox Wels aaa suc de sex piv. ‘Ona rata aves nen depart evo lose dered eta Atl y seme ora. La ra ain noe ladles pow ol ecto Jo opinable como algo verosic posiciGn al razotiatitient> analitico que tiene FoF belo mario en canis pooe el cau eno oie cn [ilo gue pede peta roe graye tobe, Es dc, armen Da Sb WERT ARE ee eGR ae eee, Sse que ba ein anigun el re e abi en ye de manera permasives Qe ated, ud tow cu un Iau pli, tess she Ac adh, Pow ma tend a argent (ar era Ho ene on (tans a ud ape tc aud (a7 °C Prin, Le chomp de Prgwnttin ep, 20 La reba Oca, let de ben alr, Best, eet A hablar (0 ci) de meer pesos rapt eto bx eles Dios adn 16 Trotado de ta argumentacion cid aristotélica entre légica como ciencia de la demostravién y diax Ietica y rei6rica come ciencias de lo probable, es devi, de la argu mentacidn, Li retdrica forma parte, por tanto, de la filusofia, ya que ésta no contiene demostraviones sino argumentaciones; la dife- rencia entie filasotia y retorica es s6lo de grado: mientras que i argumentacidn vetdrica va siempre dirigida a um audivorio concrets y particular, al que pretende «persuadir», Ia argumentacion filoso~ fia se ditige @ un auditorio ideal y universal, al que intenta «con® vencer». Persuadic y convencer son, pues, {a5 dos finalidades de Ja argumentacibn en general que corresponden, respectivameate, %, la retérica y a la filosofia. Mientras la persuasidn connota la conse-, cucion de un resultado prictico, la adopcién de una actitud deter- nada 0 su puesta en préctica en la accién, el convencimiento no trasciende ta eslera mental. Por otra putte, micniras Ja ciencia s¢ basa en to.cidente, on [premisas wspulaleias » peocsarias,.cn prucbas isrefutables y raciona- ies, ts GsSotia y la ret6ricw replantean siempre Tas problemas desde Comienzo, aportando pracbas solamente probable, Vazonables, preferibles, que baile ser accpiadac xespomabiemente,— Lo patadojico desu torla dela argumentacin es que Perelman no Mega a cla desde la retdrica, a la que en un principio ignoraba, El redescubrimiento dela retGriva es fruto de su meditacion sobre af conociieiTny ta raz, Ta Topica Asi ve que, desde Deseartes, ta competencia de"Ta-Faz6n fa estado limiada al campo Iigico- matematico, Pero este modelo racional Unico, more geometrico, no apa sam JETS opinions pales, veroinmes are wee poeple niento formal, resulta que también estan {srica, psicol6gica y sociol6gicamente determinadas, con lo que el pensamiento apodictica-demostraivo y et dialéctico-retérico estén audoso, com vistas a ganar © aunts 9 adhesin & is tes preeotadas Protowo a ta edicién espanota W tds inferconettados de to us ua episteologh de ent pau 0, cettesiano 0 pusitivsta quisiera admit 1a tarea rehabiliadara de Perelman surge, pues, de la ceoria clisica del conocimiento, de ki demostracin y de la delinivisn de Ia evidencia (un tipo parvicular de adhesida). ‘Su nueva relérica se va & eentrar, pues, cn el estudio de lis estructucas argumentativas, aspirando a ser una discipina Fiosstica moderna con dominio propio: el analisis de los mesos ulilizados por las cencias humanas, el derecho y la Filosofia, para probae sus tesis®. {La nueva retérica consiste, por tanto, en una teoria de la argu ‘mentacion, complementaria de la teoria de la demost ho, pie 6. 1 Caste, whe langagr ott comsvution dt monde des abjeer, en J. de Prrcholagi, WET. NK, te 2, 4.2. I contacto imelectuat st ‘mo de ios ditinnos siglos hacen que parezea exteada la idea de que sea una cualidad el ser alguien cuya opinida cuenta, y, en muchas sociedades, no se le dirige la palabra a cualquier, igual que mo se batian en duelo con cualquiera. Ademis, cabe scalar que el querer convencer a alguien siempre implica vierta modestia por par te de la persona que argumenta: lo que dice np eoastituye un adoy: ‘ma de fen, no dispone de la autoridad que hace que lo que se dice sca indiscutible y Hove inmediatamente a la eonvicvidn, El orador ‘admite que debe persuadir al interlocutor, pensar ew los argunien- tos que pueden influir en él, preocuparse por €l, interesarse por su estado de anim Los seres que quieren que los dems, adultos 0 niflos, los tengan ‘en cuentan, desean que no se les ordene mis, que se les razone, que se preste atencidn a sus reaosiones, que se los considere miem- bbros de una sociedad mas o menos igualitaria. A quien ke importe poco un contacto semejante con los demas, se le tachard de altvo, antipatico, al contrario de los que, fuere cual fuere ta relevancia de sus funciones, no dudan en mostrar, a través de los discursos al publico, ef valor que atribuyen a su apreciacion, Repetidas veces, sin embargo, se ha indicado que no siempre es loable querer persuadir a alguien: en efecto, pueden pacccer poco ‘honorables las condiciones eu las cuales se efeciia el contacto inte- fectual. Conocida es Ia célebre anéedota de Aristipo, a quien se le reprochaba que se habia rebajado ante cl tirano Dionisio, hasta el punto de ponerse a sus pies para que lo oyera. Aristipo se defen- 46 diciendo que no era culpa suya, sino de Dionisio por tener los coidos en tos pies. ZEra, pues, indiferente el lugar en que se encon- traban los oidos? *, Para Aristételes, el peligro de discutir con ciertas personas est fen que con ello se piefde la calidad de la propia argumentacisn [1] n0 hay que diseutir con todo ef mundo, ni bay que ciercitorse frente a un individuo cualywieea, Pues, Trente @ algunos, lw aig aacoa, Of the advancement of luring, pig. 28 Tratudo de ta argumentacién rmentus Se toenan ussssuriamente viclados: en efecto, contra el que iment pow todos kos medios parecer que evita ef encuentra, 2 Histo ltentar pur todos los medios probar algo por razonamiento, pero no es elegante’” No basta von hablar ni escribir, también es preciso que escuchen is palabras, que lean sus textos. De nada sirve que fe oigan, que tenga mucha audiencia, que lo inviten a tomar la palabra en ciertas circunstancias, en ciertas asambleas, en ciertos medios; pues, no dolvidemos que escuchar a alguien es mostrarse dispuesto a admitir ‘eventualmente su punto de vista. Cuando Churchill les prohibié a los diplomaticos ingleses incluso que escucharan las proposiciones de paz. que pudieran hacerles los emisarios alemanes, o cuando un partido politico comunica que esté dispuesto a vir las proposiciones ‘que pudiera presentarle la persona encargada de formar gobierno, ‘estamos ante dos actitudes significativas, porque impiden el estable- cimiento o reconocen Ia existencia de las condiciones previas a una argumentacion eventual, Formmar parte de un mismo medio, tratarse, mantener relaciones sociales, todo esto facilita la realizacion de las condiciones previas al contacto intelectual. Las discusiones frivolas y sin interés aparen- te no siempre carecen de importancia, dado que contribuyen al buen funcionamiento de un mecanismo social indispensable. § 3. Et onapor ¥ su AvpiToRIO Con frecuencia, los autores de comunicaciones o de memorias ientificas piensan que es suficiente con relatar ciertas expetiencias, mencionar cierlos hechos, enunciar cierto niimero de verdades para suscitar infaliblemente el interés de los posibles oyentes o lectores. 7 Aries, Tupicos, 164. $3. El orador y su auditorio 3 Sota actitud procede de fa ilusion, muy extendida en diversos am. Dientes raciowalistas 0 vientiticistas, de que los hiechos hablan por sf solos e imprinen un sello indeleble en todo ser humano, caya adhesin provocun, cualesquiera que sean sus disposiciones, K. F Bruner, secretatio de redaccidn de una revista psivolégica, compara esi08 autores, pocos interesados por el auditorio, con un visitante escorts: ‘Se desploman en una sila, apoyando sosamente los zapatos, y samuncian bruscamente, a ellos mismos o a otros, nunea se Sabe, 10 siguiente: eFulano y mengano has demostsad J.) que ta besihra de la rata blanca responde negativamente al choque electri |... Muy bien, seor —les diie~ cy aue? Diganme primero por que de bo preocupstme por este hecho, enfonces essucharé Us verdad que estes autores, por mucho que tomen la palabra cn una sociedad culta 0 publiqven un articulo en una revista espe- cializada, pueden ignorar los medios de eatrar en contacto caw et piiblivo, porque Ia institucién cientifica, sociedad 0 revista, ya pro- porciona el vinculo indispensable entre cl orador y el auditrio. El papel del autor s6lo consiste ea mantener, entre él y el publico, 1 contacto que Ja insitucion cienifiea ha permitido establecer. Todo el mundo, empeto, no se halla en una situa legiada. Para que se desarrolie una argumentacidn, es preciso, en efecto, que fe presten alguna atencién aqualos a quienes les eta destinada, La mayor patte de los medios de publicidad y de propa ‘ganda se esfutr7an, ante todo, par altacr el imerés de un publico rene, condicip imprescnsible pars la apicasoude cuslquie argumentacién. No hay que ignorar la importancia de este proble- sma BREVIS MENS Tetho de que, en un gran nimero de campos —ya sea educacién, politica, ciencia o administraci6n de la justicia—, tada sociedad posea institiciones que facititen y organicen el can- tacto intelectual K, F Brunet, OF papcholagial writing, en Jounal af abnormal und socal Psychology, 1942, vol. 37, pig. 82. $4 Tratado de la argumentacién Normalmente, es necesario tener cierta calidad para tomar la palabra y ser escuchado, En nuestra civilizacién, en la cual el im reso, convertido en meteancia, aprovecha la organizacién econd- ‘mica para vaptar la mdxima atencién, esta condicién s6lo aparece ‘con claridad en los casas en los que el contacto entre cl orador y el auditorio no pueda establecerse gracias a las téenicas de distri- bucién. Por tanto, se percibe mejor la argumentacién cuando la desarrolla un orador que se dtige verbalmente a un auditorio deter tminado que cuando esté contenia en un libro puesto la venta. La calidad del orador, sin la cual no lo escucharian, y, muy @ me rudo, ni siquiera fo autorizarian a tomar ta palabra, puede variar seatn las circunstancias: unas veces, bastard con presentarse como lun ser humano, decentemente vestido; otras, serd preciso ser adul- 10; otras, miembro de un grupo constituido; otras, portavoz de este grupo. Hay funciones que, solas, autorizan a tomar la palabra én ciertos casos 0 ante ciertos auditorias; existen campos en los que se feglamentan con minutiosidad estos problemas de habilitaciém. BI contacto que se produce entre el orador y el auditorio no se refiere jinieamente a las condiciones previas a Ja argumentacién: también es esencial para todo su desarrollo. En efecto, como la argumentacién pretende obtener Ia adhesién de aquellos & quienes se dirige, alude por completo al auditorio en ef que trata de influr. {Como definir semejante audicorie? {Es fa persona 2 quien el orador interpeta por su nombre? No siempre: el diputado que, en i Parlamento inglés, debe dirigirse al presidente, puede intentar convener, no sélo a quienes lo escuchan, sino también a Ta opinion prilica de su pals. 7Es el conjunto de personas que el orador ve ‘ante si cuando toma la palabra? No necesariamente. El orador pue- de ignorar, perfectamente, una parte de dicho conjumo: un presi dente de gobierno, en un discurso al Congreso, puede renunciar de antemano a convences 4 los miembros de la oposivion y conten- tarse con la adhesion de su geupe mayoritario. Por to demas, quien concede una entrevista a un periodista considera que el audivorio Yo constituyen los lectores det periodico mds que la persona que § 4. El auditorio como construccion del orador 5s se encuentra delante de &. BI secreto de las deliberaciones, dado que modifica la idea que et orador se lave det auditor, puede twansformar los términos de su discurso. Cow estos ejemplos, se ve de inmediavo cuan dificil resulta determinar, com ayuda ve ete. ios puramente materiales, el auditorio de aguel que habla. Esta iicultad es mucho mayor aun cuando se trata del auitorio del eset, pues, en la mayorla de los casos, no se puede localizar on verteza a Jos lestores Por esta raza, nos parece preferible defini ef auditorio, desde 1 punto de vista retro, como el conjunto de aguelios en quienes 21 orador quiere infuir con su argumentacién. Cada oradar piensa, de forma mis © menos consciente, en aquellos a los que intenta Petsuadir y que constituyen el auditorio al que se disigen sus discursos. § 4. Et auprronio como consrRucci6 DEL ORADOR Para quien argumenta el presunto audicorio siempre es una cons- tryecign més 0 menos sistematizada. Se puede intentar determinar sus origenes psicligicos * © soviolgicos ®; pero, para quien se propone persuadirefectivamente a individuos eoneretos, 1o impor tanle es que la construccién del auditorio sea la adccuada paca la casion. 'No suosde Jo mismo con quien se dedica a intentos sin aleance real. La retrica, convertida en gjercicio escola, se ditige = auito- sos convencionales y puede, sin dificultad alguna, atenerse a las visiones estereotipadas de estos auditoros, lo cual ha eontribuido, tanto como lo facticio de los temas, a su degeneracion ” > he Mary Stack Salivan, The Inerpersonal Theory of Pychnay, Nueva York, 1953. © Mt. Mitiond, ota p7fpaga 580-40; vol. 70, pies. 168-191 "LL Marrow, Hise de Mdveation dans MAniquté, pg. 276 i des dds, en Reve phi, 810, ol 68, pas 56 Tratado de ta argumentacién La argumentaci6n efectiva emana del hecho de concebir al pre- sunto auditorio lo mids cesea posible de la realidad. Una imagen inadecuada det auditorio, ya la cause la ignorancia o el concurs imprevisto de diversas circunstancias, puede tener las mas lamenta- bles consecuencias. Una argumentaciOn considerada persuasiva co- re el riesgo de provocar un efecto revulsivo en un auditorio para ‘el que las razones a favor son, de hecho, razones en contra. Lo que se diga en favor de una medida, alegando que es susceptible de disminnir la tensin social, levantard contra esta medida a todos aquellos que deseen que se produzcan confusiones. El conocimicnto, por parte del oredor, de aquellos cuya adhe- sidn piensa obtener es, pues, una condicion previa a toda argumen- tacion efieaz. La preocupacién por el auditorio transforma ciestos capitulos de los antiguas tratudos de retdriea en verdaderos estudios de psico- logia. En la Retérica, Aristételes, al hablar de auditorios clasifica- dos segin la edad y la fortuna, inserta varias descripciones, sutiles y siempre vélidas, de psicologia diferencial . Cicerén demuestra ‘que ¢s preciso hablar de manera distinta a la especie humana «igno- rante ¥ vulgar, que prefiere siempre {0 util a lo hionesto», y @ «la otra, ilustrada y culta que pone la dignidad moral por encima de todo» ". A su vez, Quintiliano estudia las diferencias de cardoter, importantes para el orador Ey estudio de los auditorios podria constituir igualmente un ca- No de sociologia, pues, mas que de su cardcter propio, las opi- niiones de un hombre dependen de su medio social, de su entorno, de 1a gente con la que trata y entre lv que vive. Como decia M. Millioud: Voulez-vous que homme inculte change d’opinions? Transplantez-te ® (,Quiese usted que el hombre inculto cambie de © rss, Retin, 13D - 13916. Vea el exaso de S, De Coste, ets ame des jeusesn, en Movle et ensignemen!, 981-32, °° 2 y 3 Cerda, Partiones oratorive, $0. Quintano, De Ftictioe Oratory We, Wl, cap. VIEL, $4 38 ¥ ses 3 ME Millia, op. et v0.20, ph 173 §.4._ ET euditorio como construccidn del orador 3 ‘opinién? Transplintelo). Cada mesio podria caacteriarse por sus ‘opiniones dominant, por sus conviceiones no diseuidas, por las premisas que admite sin vacilar: estas encepsiones Forman parte ‘de so cultura, y 2 todo orador que quiera persuadir a un audivorio particular no le queda otto remedio que sdkptarse a él. ‘También 1 eulura propia de cada auditorio se sransparenta a tavés de los discursos que le destinan, de tal modo que, de muchos de estos discursos, nos cteemos autorizados a exteact wuslguier informacibn sobre {as civlizaciones desaparecidas, Las consideraciones sociolégicas que son wiles para el orador pueden aludis a un objeto particularmente concreto, a saber: las funciones sociales desempeindas por los oyentes. in efecto, a me sudo éstos adoptan acttudes relacionadas eon el papel que se les confia en ciertas insttuciones sociales, hecho que senals el creador de ta psicologia de la Gestalt Se pueden observar cambios maravillosos en los individwos, co- sso cuando una persona apasionadamentesectaia ye converte en jembro de un jurado, arbitre 0 jer, y entonces sus accionesmives- wan @) delisado paso de la acitud sectaria a un esfuerzo honesto por uatar el problema en cuetion de forma justa y objeiva Lo mismo sucede con la mentalidad de un hombre politico, cue 4 vision cambia cuando, después de haber pasado aos en la opo- sicidn, s¢ conviewe en mniembro del gobierno El oyente, dentro de sus nuevas funciones, adopta una nueva personalidad que el orador no puede ignorar. Y fo que sive para cada oyente en conereto no es, por 30, menos valido para los oyen- tes, tomados globalmente, hasta tal punto incluso que los tebricos de la ret6rica creyeron poder clasificar los géneros oratorios sean. el papel que cumple el auditorio al que se dirige el orador. Los a¢heros oratorios, tal come los definian los antiguos (género delibe- rativo, judicial, epidctico), cortespondian respectivamente, sein ellos, a auditorios que deliberan, juzgan 0 sdlo disfrutan como ML, Weitheiner, Productive Thinking, pigs. 13 6. 8 Tratado de ta argumentoci espectador de} desarrollo oratorio, todo ello sin tener que pronun, ciarse avetea del fondo del asunto ”, Se trata, aqui, de una distincién puramente prdctica cuyos de- fectos ¢ insuficiencias son manifiestas, sobre todo dentro de la con- cepcidn que dicha distincién’presenta det género epidictico; debere- mos volver sobre este punto '. Pero, si quien estudia la técnica de la argumentacién no puede aceptar esta clasificacién de la argu- mentacién tal cual, éta tiene, sin embargo, el mérito de resaltar ta importancia que ha de conceder el orador a tas funciones del auditorio. En muchas ocasiones, sucede que el orador debe persuadir a un auditorio heterogéneo, el cual reiine a personas diferenciadas centte si por su caréeter, relaciones o funciones, El orador habri de tlizar miltiples argumentos para conquistar a los diversos miem- bros del auditoria. Precisamemte, el arte de tener en cuenta, en la argumentacidn, a este audicorio heterogéneo caracteriza al buen ora- dor. Se podrian encontrar muestras de este arte analizanda los dis- ‘cursos pronunciados en los Parlamentos, en los cuales es fil dis- emir los elementos del auditorio heterogéneo. No es necesario encontrarse ante varias facciones organizadas para pensar en el cardcter heterogéneo del auditorio, En efecto, se puede considerar que cada uno de los oyentes es una parte inte- grante —desde diversos puntos de vista, pero simultineamente— de multiples grupos. Incluso cuando el orador se halla frente a un ‘iimero ilimitado de oyentes, hasta con un inico oyente, puede que ‘no sepa reconocer cudles son los argumentos més convincentes para este auditorio. En tal caso, el orador lo inserta, en cierto modo ficticiamente, en una serie de auditorios diferentes. En Tristram Shandy —obra a la que nos referiremos mis veces atin, porque Ja argumentacin constituye uno de sus temas principales—, Sterne asioueles, Rete, 138%Dy 9; Cleon, Orato, 37; Parton orstrie, 105 Quintana, be TH. cap. IV Cle. § 1, El ees epiiction, § 4. Ef auditorio come construccién del orador 59 describe una discusi6u en éste, dice: [Mi padre, que queria convencer a mi madre para que requirers Jos servicios de un pariro), traté de hacerle ver sus vazones desde todas las perspectivas; discuti la cuesti6n con ella como cristiano, como paguno, como merido, como padre, como patriota, como hom- bre, Mi madre le respondia a (odo tan sla como mujer; fo cual era bastante duro para ela; pues al no ser capaz de asumir (al vai dad de Facetas y combatir protegida por ellas, Ia Iucha era desigua: re los padres del héroe y, por boca de Ahora bien, tengamos cuidado, el orador no 5 el ainico que cambia asi de rostto, sino que mds bien es el auditorio al que s¢ dirige “la pobre esposa, en este caso—; auditoria al que transfor- ma al capricho de su fantasia para captar sus puntos mas vulnera- bles. Pero, dado que el orador posce Ia iniciativa de esta descompo- sicién del auditorio, a ét se le aplican los términos «como ristia- Ro», «como pagano», «como maridor, «como padren Ante una asamblea, el orador puede intentar clasificar al audi- torio desde el punto de vista social. Entonces se preguntaré si el auditorio esté totalmente englobado en un tnico grupo social 0 si debe distribuir a los oyentes en multiples grupos, incluso opuestos entre si, En este caso, siempre es posible la existencia de varios puntos de partida: se puede, en efecto, dividir de forma ideal al auditorio en funcién de los grupos sociales a los que pertenecen los individuos (por ejemplo: politicos, profesionales, religiosos), 0 segiin los valores a los que se adhieren ciertos oyentes. Estas divi- siones ideales no son, en absoluto, independientes entre si. No obs- ‘ante, pueden conducir ala constitucién de auditorios parciales muy diferentes. La subdivisién de una asamblea en subgrupos dependeré, por otra parte, de la propia postura del orador: si, sobre una cuestidn, iene, La vida » ls opiniones del eabalero Tristram Shandy. vl. 1 ap Sav, pe Trotado de iw argumeniacién manticne puntos de vista extremados, nada se opoudra a que piense {que todos los intetlocuioves son integrantes de un dieo auditor, En canatio, si es de opinion moderada, tendera a consideratlos com. ponentes, al menos, de dos auditorios distintos *. Et conocimicnto del auditorio no se concibe independientemente del conovimiento relative 2 los medios susceptibles de influir en L, En efecto, el problema de la naturaleza del auditorio esta vincu: lado al de su condicionamiento. Este yocablo implica, a primera vista, que strata de factores extrinsecos al auditorio. ¥ todo estu- dio de este comdicionamiento supone que se 10 considera aplicable una entidad que seria ef auditorio tomado en si mismo. Pero, examindndolo mas de cerea, conocer al auditorio también es saber, por un lado, cOmo se puede garantizar su condicionamiento y, por ‘otro, cual es, en cualquier momento del discurso, el condiciona- mmiento que se ha realizado. Para poder influir mejor en un auditorio, s¢ lo puede condicio rar por diversos medios: misica, iluminacién, tono demagégico, Uecorado, control teatral. De siempre se han conocido estos me- dios: los aplicaron tanto los primitivos como los griegos, los roma- nos, los hombres de Ia Edad Media, y, en nuestros dias, los adelan- 10s téonicas han permitido desarrollarlos podcrosamente, tanto que s@ ha visto en estos medios lo esencial de ta influencia sobre los oyentes. i ‘Ademds de este condicionamiento, cuyo estudio no podemos abordar, existe otro que se deriva del propio discurso, de modo ‘que, al final del discurso, el auditorio ya no es exactamente el mis ‘mo que al principio. S6lo se puede realizar este diimo condiciona- ‘miento gracias a ia continua adaptacion del orador al auditorio. Clr, as observacioes de L. Festinger Sobre la escas tendencia ala comani sin en las pants de opiniones inermedias, Psycho. Resow., vol 57, Seep 19S pa 275, $$. Adaptaciin det orador at audivorio 61 § 5. ADAPRACION DFL O#ADOR AL AUDITORIO «Todo objeto de ta elocuencia ~escribe Vico— conicieme a nues: tos oyentes y, conforme a sus opiniones, deberios regular nuestros discursos» ", En la argumentacisn, lo importante 1 esti en saber Jo que ef mismo orador considera verdadero 0 convincenle, sino ceudl es la opinién de aquellos a quienes va dirigida la argumema- eidu. May discursos que son —somando una comparacion de Gracién— como un festin, en el que no se preparan las viandas 1 gusto de los sazonadores sino de los convidados El buen orador, aquel que tiene mucho ascendiente sobre los demas, parece animarse con el ambiente det audivorio. No es el caso del hombre apasionado que solo se preocupa por lo que siente’ 1 mismo; si puede cjeteer alguna influencia sobre las personas su- sestionables, con mucha frecuencia, a los ayeates, su discusso les pareverd poco razonable, Aunque el diseurso del apasionado pueda impresionar, nv oftece —declara M. Pradines— un tono «vrai (ver~ daderoy; la figura verdadera siempre créve fe masque fogique (agu- jerea la mascara logica), pues «la passion —dice Pradines— est in- commensurable aux raisons» (la pasidn oo se puede medir con ra- zones) . Lo que parece explicar este punto de vista es el hecho de que el hombre apasionado, cuando argumenta, lo hace sin pres tar la atenci6n suficiente al auditorio al que se divige: llevade por el entusiasma, imagina que el audivorio es sensible a los mismos argumentos que aquellos que lo han persuadido a él. Por 2 Vio, De neste teporisstudiorum ratione, cd. Petry vol. pie. 10. La comparacin procede de E/ Dire, cap. X. Ea la vera oral os auloresextrin eta comparaion de una parifeasis que hace Amat Je La Hows sie eo os (adc frances del Onicub manual (fe homme de Cour, Pe tus BS) y on ln yc teacona ets obra com ton ests de Crain IN de da T) * Mk Pradnes, Talé de porholosie wena, vol. W. pigs, 34-B3. Tratuilo de ta argumentucin por este olvilo Uel auditorio, Io que la pasién provoca es menos fusencin de racones que uni mala elevcidn de has razanes. Porque los jefes de la democracia atcniense adoptaban la técai- 2 del orsdor habil, un fl6sofe como Platsn les reprochaba que adulabaw a la muchedumbre a la que habrian debido dirigir. Pe- 10 niingiin orador, ni siquiera el orador consagrado, puede ignorar este esfuerzo de adaptacion al auditorio, A los oyentes, dice Bos- suet ™ Jes corresponde la formacién de los predicadores. En su lucha contra los demagogos, Deméstenes le pide al pueblo atenien- se que mejore para mejorar el estilo de tos oradores: J. en ningin momento Jos oradotes os hacen o perversos w hom- bes de provecho, sino vosottos tos hactis sec de un extreme © del ‘ure, sepin ques; pues no sois voxotras los que aspirds a lo que ellos desean, sino que son ellos los que aspiran 4 lo que estimen ‘que vowotros devedis. Asi pues, es necesario que sedis vosotIos los Drimeros en fomentar nobles deseos, y todo ir bien; pues, en ese ‘aso, © nauie propondra ning mal cousejo, 0 bien ningin interés Je reportard el propouztlo por no disponer de quienes ke hagan caso ® Al auditorio, en efecto, le corresponde et papel mas importante para determinar la calidad de la argumentacién y el compottamicn: to de los oradores *, ‘Si se ha podido comparar a los oradores, en sus relaciones con los oyentes, 10 solo con cocinerds, sino incluso con parasitos que ‘Pour avoir place dans les bonnes tables tiennent presque toujours tun langage coniraire & leurs sentiments” (para tener un sitio en las buenas cenas emplean casi siempre un lenguaje conirario a Sus sentimientos), % osc, Sur fe parole de Dieu, en Sermons, vol. pag. 133. ® Deundsenes, Sobre la oreantzuctin Jnancera, 36, en Dicurros palticos. ® Che § 2, ul gonasto seta * SiatEvcenond, LIK, pg 19, sepin Petoni, Savino, I pg. 3, $5. Adaptacién del orador al aulirorio 3 no olvidemos, sin embargo, que casi siempre, ul oralor es libre cuando s6lo podria serlo eficaemente de una usimerd que le repugua— de renunciar a persuadir a un auditusio determinade, No se debe creer, por ello, que, en esta materia, sea siempre honra. do conseguirlo ni siquiera propouérselo, El vonciliae fas escrupulos del hombre honesto con la sumisiin al auditorio es anu de low pre bblemas que més le preocuparon a Quinttiano *, para quien la ret6- rica, Scientia bene dicendi ®, iraplica que el orador perfecto persua de bien, pero también que dice el bien, Ahora, si se admite que hay auditorios de gente depravada a la que no se quiere renunciar a convencer, y si umo se sitia en el punto de vista que corresponde ala calidad moral del orador, estéincitado, para resolver la dificul- tad, a establever disociaciones y distineiones que no son evicentes. ara ef orador, la obligacién de adaptarse al auditorio y la limi- tacién de este ultimo a 1a muchedumbre incompetente, incapaz de ‘comprender un razonamiento ordenado y cuya atenciOn estS a mer- ced de la mis minima distraccién, no solo han provocado el descré- dito de la retSrica, sino que han introducido en la teoria del discur- so reglas generales cuya validez parcce, empero, que esta limitada 44 casos especiales. No vemos, por ejemplo, por qué, en principio, Ja ubiizacion de una argumentacién técnica nos alejaria de la ret6ri- cay de la dialéctica ®, En esta materia, s6lo existe una regla; la adaptaciGn del discur- 0 al anditorio, cualquiera que sea; pues, el fondo y la forma de ciertos argumentos, que son apropiados para ciertas circunstancias, pueden parecer sidiculos en otras". No se debe mostrar de igual forma la realidad de los mismos acontecimientos descritos en una obra que se considera cienttica © en una novela hist i ia encontrado desea % Quiaiano, Hb. Ml, cap. VINE i XM, ap. Quiailianoy ie. ap. XV, $4 Anatitee, Revie, 135Te y 135%0 Richasd D-D. Whately, Elements Khatri, parte I cap. 82 sy 178, Traudo de ta argumentacion Delladas las prtcbas suministradas por J. Remains sobre ls suspen- sion voluniatia de los movimien(os cardiacos, si hubieran aparecido ‘en wna revista médica, puede, en cambio, ver una hipdtesis por sieats interés, cuando ta halla desurrollada cn una no: El iudmero de oyentes condiciona, en cierta medida, los procedi mientos argumentativos, y esto independientemente de las conside= as & los acuerdos que sirven de base y que differen entre si segiin los auditorios. Al estudiar ef estilo en funcidn de Jas circunstaacias en que se hace uso de la palabra, J. Marouzeau advierte: espace de diference et de respect humain qu'impose le nombre: ai mesure que dimine Viatmit, le scrupule ougimente,serapute dire Dien jugé, de reevedtr Vapplaudlssement ou du moins assentiment des regards et des attitudes {..) la especie de deferensia y de respeto hamano que impone el siime- 10; a medida que dismiouye ta intimidad, aumerta el escripulo, e>- cripulo de ser bien juzgado, de rexibir los aplausos 0, al menos, el sscutiniento de las miradas y las activudes... Se podrian exponer igualmente otras muchas reflexiones relati- vas a las pacticularidades de los auditorios que influyen en el com portamiento y en la argumentacién del orador. Pero, a nuestro ji cio, el presente estudio sera Fecundo si nos basamos en el aspecto conercto, particular, multiforme, de tos auditorios, Sin embargo, «en Jos cuatro pardgrafos siguientes, nos gustaria analizar especial- mente los raxgos de algunos auditorios cuya importancia es innega- ble para todos y, sobre todo, para ef filésofo. 7A even £1 Desinde, pi. 40 (1. Romain, Lex crésteurs, caps. LVI, en tas hommes ds borme volte, val. XU; eft. tambida V. Ulaval, Les pilowphes leat haga, iu. 3 Y. staroweau, Prces de sylingue frente, p88, 298 § 6, Persuadir y convencer $8.6. PERSUADIR ¥ CoNvENCER. Las pliginas anteriores muestran suficientemente que ta varie de los auditorias es casi infinita y que, de querer adaptarse a todas sus particularidades, el orador se eucuentra frente a innumerables problemas, Quiza sea ésia una de las rwzones por las cules lo que suscita un interés enorme es una técnica argumentativa que Se im pusiera indiferentemente a todos los auditorins o, al menos, a todos los auditorios compuestos por hombres competentes o razonables. ‘La biisqueda de una objetividad , cualquiera que sea su naturaleza, vorresponde al ideal, al deseo de tanscender las particularidades histOrieas 0 locales de forma que todos acepten las tesis defendidas. Accste respecto, como lo dice Husserl, en el emocioname discurso fen que propugna el esfuerzo de racionalidad occidental: «En nues- to trabajo filoséfico, somos funcionarios de la humanidady *. En la misma Hinea se halla J. Benda, quien acusa a los clérigos de tra cién cuando abandonan ta preocupacién por lo eterno y 10 univer- sal para defender valores temporales y locales ®*. De hecho, asisti- ‘mos aqui a la reanudaciOn del debate secular entre ios partidarios de la verdad y los de la opinién, entre fildsofos, buscadores de lo absoluto, y ret6ricas, comprometides en la accién. Con motivo dde este debate, parece que se clabora la distincién entre persuadir y convencer, distinciéa a la que aludiremos en funcién de una teo- ria de fa argumentacién y del papel desempettade por ciertos auditorios *. Para aquel que se preocupa por el resultado, persuadir es mas ‘que convencer, al ser kt conviceién s6lo la primera fase que induce Masel, La erie des wienceseurupiennes, pa, 192 4, Wend, Le ration des cers, 1928 ™ Cte. Ch. Potlan y L. Ofbiccas'Twesa, Rhdtorique et phlosophe, pie 5 y sibs (eLogique ef eheengue 66 Tratado de 1a argumentacién 4 la acciin "7. Para Rousseau, de nada sirve convencer a un nie usi lon ne Suit le persuader» (si no se sabe persuadirlo) ™. En. cambio, para uquel que esta preocupado por el caricter racional de la adlwsion, convencer es mis que persuadir, Adenis, el varie {ee racional de la convivci6n tenderd, unas veces, hacia los medios ilizados; otras, hacia las facultades a las que se dirige. Para Pas cal, a uutémata es a quien se persuade, y entiende por aulémata ‘el cuerpo, la imaginacién, el sentimiento, en una palabra, toda lo que no es ent absoluto ta razén. Con mucha frecuencia, se piensa ‘que Ia persuasi6n es una transposicién injustificada de 1a demostra- cin. Segin Dumas *, en la persuasion «se paie de raisons affecti- ves et personnelles» (se aducen razones afectivas y personales), da- 40 que a menudo la persuasi6n es «sophistique> (solistica). Sin ern- bargo, Dumas no precisa en qué diferiria téenicamente esta prueba afectiva de una prueba objetiva, Las criterias por los cuales se cree que es posible separar la conviecién y la persuasién se basan siempre en la determinacisn de pretender aislar de un conjunto (conjunto de procedimientos, de facultades) ciertos elementos considerados racionales. Conviene resallar que aislamieno a veces se refiere a los razonamientos y se mostraré, por ejemplo, que tal silogismo, aungue Hlegue a con- Wencer al oyente, no conseguird perswadirlo. Pero, hablar asf de este silogismo es aislarlo de todo un contesto, es suponer que sus ppremisas son conocidas indepeudientemente del contexto, es ans Formarlas en verdades inquebrantables, intangibles. Se n0s dita, por ciemplo, que 1a! persona, convencida de lo malo que es masticar © ichard D. D. Whately, «OT Perseasion», en Elements of Rhetork, parte 1, cap. 1,5 1, pig, 15. Vee tambien Charles (Steves, Ethics and Lanwae, ies, 15.140 eonssbivn. “'G Dunas, Trt de paychotogi, +. Ul, pg. 240 $6. Persuadir y convencer 0 demasiado deprisa, nu dejar’ por ello de hacerlo “"; de este modo, sulla alo oa cise toanmsnis oho ge es aa aerial Se cee bor raped aa eS ae eanintseW cas lgucrev iran ane a eee I tis ido Po lant, vomoa que concen deo ex sna Fe eer a Teil puede roe CCN aso tierenaci de los madlos e prsbu 6 de a clades du 6 Ssaei eis dees a Ale ee aa ‘eran dios dado en eno dean conjntotmcho ms coenca lige neg cota i ceed mobaoe Adopt Rsinioees Us ates Sosa ies aes ee to obstute, gue noearo lenpuie liz dow nocione, cotvenet Fira fen ae ea eg ea matiz comprensible, se ee pect Lam cae 1 ag ciénaue slo eee set pare un Seon parte y no Sar crate cb gots oes qr ie mea Pelle Ta idew que el orador se forma de la encarnacién de la razén, Cada Tez ae ns conf dc tte chloe (do gs er ease Sad ng Su Se Toe As px ad er iach erm SCeRT Oe Coa FES ‘Gin sum valle chek por catiulertndoro compueia por rece nll ania Soper ae coe el als ec oes Tele ca nae al juicio de los lectores “*. En todo caso, habra hecho lo que esté aisles pa cite che ceo lanes aman orale Preterios muero crio al que propuso Kant en ta Crkir EL Rea pialy Ge oem aan eS aerienene “Ww. Dill Seow, Inflacing men in business. pi. 32. cre. Rant, Critica debe aes pur, pig. 6 Tratado de kn argumentacién ‘aungue ditiere en ¢l principio, La conviecién y la persuasin son, para Kant, dos tipos de juicios: lo ste es vilido para todo ser que posea razbn, su funda ‘mento es objeivamentesuficientey, en este e830, el tener por vet ero se lama convieldn. Si slo se basa en Ia indole especial det sujeto, se Mama persuasidn La persuasiga es una mora apariencia, ya que ef fundamento del {uicio, fandamento que daicamente se halla en el sujeto, es tommado por objevive. Semjante juicio tampoco posce, pues, més que una validee privada y el tener por verdadero es incomunicable {..) Subjetivamente no es, pot tanto, posible dstingur la persuasién de la conviccidn cuando el sujeto considera el tener por venlad co- ‘mo simple fendsno del propio psiquismo. Pero el ensayo que hace- sos con sus fundamentas valederos para nosotras, con ef fin de ver si producen en el entendimiento de otros el mismo efecto que en el nuestro, es, a pesar de tratarse de un medio subjetivo, no ca- paz de das como resultado la conviccida, pero si la valider mera ‘mente privada del juicio, es decir, un medio para deseubrir en é lo que constituya mera persuasién [..] 8 persuasion puedo conser: varla para mi, si me siento a gusto cou ella, pero no puedo ni debo pretender hacerla pasar por valida fuera de mi *. ‘La concepeién kantiana, aunque por sus consecuencias se apro- ima bastante a la nuestra, difiere de ella porque hace de la oposi- cin subjetivo-objetivo el criterio de la distincién entre la persua- sion y la conviecién, Si la conviecién esté fundada en la verdad de su objeto y, por consiguiente, es valida para todo ser racional, puede probarse por si sola, puesto que 1a persuasién tiene tinica- hucule un alvance individual, De este modo, se ve que Kant sélo admite 1a prueba puramente Jogica, ya que la argumentacién no Apremiante esta, a su juicio, excluida de la filosofia. Sélo es defen- dibie esta concepeidn en la medida en que se acepta que es incomu- cable lo que no es nevesario, lo cusl desecharia la argumentacion amt, Crit de te roan pura, sips, 639-60. $6. Persuadir y convencer ‘elacionada con los auditorios particulares. Ahora bien, esta argu ‘mentacion constituye ef campo de eleccion de fa retstica. A pastir del momento en que se acepra que existem otros medios de prueba distintos de la prucba necesaria, la argumentacién que se ditixe a Jos auditorios particulares tiene un alcan cia meramente subjetiva. a distincién que proponemos entre persuasion y convicvién da cuenta, de modo indirecto, del vinculo que a menudo se establece, aunque de forma confusa, entre persuasién y accion, por una par 1c, y entre convicciGw e inteligencia, par otra. En clecto, el cataeter intemporal de ciertos auditorios explica que los argumentos que le presentan no constituyan eu absoluto una llamada a la accion inmediata. Esta distincién, fundada en los rasgos del auditoria al que se dirige el orador, no parece, a primera vista, que explique la distin- cidn entre conviccidn y persuasion tal como la siente el propio oyente. Pero, resulta fei ver que se puede aplicar el inismo criterio, si se tiene en cuenta que este oyente piensa en la transterencia a otros auditorios de los argumentos que le presentan y se preocupa por la acogida que les estaria reservada, Desde nuestro punto de vista, es comprensible que el matiz en- tre las términos convencer y persuadir sea sierapre impreciso y que, en la prdctica, se suprima. Pues, mientras que las fronteras entre 1a inteligencia y ta voluntad, entre la raz6n y lo irracional pueden constituir un limite preciso, Ia distincidn entee diversos auditorios ¢5 mucho mas confusa, y esto tanto més cuanto que la imagen que al orador se forma de los auditorias ¢s el resultado de un esfueszo siempre susceptible de poder reanudarto, Nuestra distincin entre persuadir y convencer recoge, pues, me- iante muchos rasgos, antiguas distinciones *, aun cuando no adopte el uso que algunos hacen, por mudes- ‘que sobrepasa la cre * Veare especalnente Peelon, Diafores sur Pogue, ed, Lebel | XXL. pe Tratado de ta argumentacisn tia, del vocablo «persuasion» al oponerlo a wconviceidn». Asi Cla- parede, en el prélogo a uno de sus libros, nos dice que si se ha decidida & exhumar su manuscrito, esd la demande de Mme Antipoff gui i's persuadé (mais non ‘canvaincu) qu'il » aurut intéres & publer ces recherches (ha sa pesicion de Mme, Astipoff, quien me ha persuadido (pero fo convencid) de que sera interesante publicar estas invesigaiones) Aqui el autor no piensa en establecer una distinciOn tebrica en- ‘re los dos términos, sino que se sive de su diferencia para expresar la vez ol escaso valor objetivo garantizado y la fuerza de Las raz0- nes dadas por su colaboradora: el matiz del que se vale Claparéde puede corresponder a la concepeidn kantiana, aunque parece que se debe al hecho de que se trata de razones convincentes para él, pero que, en su opinién, puede que no to sean para todo ef mundo. Es, por tanto, Ja naturaleza det auditorio al que pueden some- terse con éxito los argumentos lo que determina, en la mayoria de Jos casos, no s6lo el tono que adoptarén las argumentaciones sino también el caricter, el aleance que s¢ les atribuird. :Qvales son los auditorios # los que se les atsibuye el papel normative que per- mite saber si una argumentaciOn es convincente o no? Encontrainos tres clases de auditorios, considerados privilegiados a este respecto, tanto en la practica habitual como en el pensamiento filoséfico: € primero, constitwido por toua la humanidad 0, al menos, por todos tos hombres adultos y normales y al que lamaremos el audi- Corio universal; el segundo, formado, desde ef punto de vista det dlilogo, por el Gnico interlocutor al que nos dirigimos; el tercero, por Gitimo, integrauo por el propio syjeto, cuando delibera sobre © evoea las eazones de sus actos. A continuaciéa, conviene aftadir que, s6l0 cuando el hombre en las reflexiones consigo mismo o elinterlocutor del diélogo encarnan al auditorio universal, éstos ad- © Ba Clapatede, ala geutse de Mhopotheces, Prolog. $7. Et auditorio universal n quiecen cl prvilegio flusdtico que se le otorga a li razon, en vietud dol cual la argumentacién que se diciye a ellos ha quedado asimila da, con frecuencia, a un discurso lopico, Eu efecto, si visto deste fuera, se puede pensar que el aulit 50 universal de eada orador es un auditorio particular, esto uo significa que, a cada instante ¥y para cada persona, exista un auJitorio que tascienda a todos Jos demas ni que sea diffcit en tanto que auditorio particular. En cambio, al individuo que delibera 0 al interlocutor del dialogo, se los puede percibir como si se tratara de un auditorio particular, ‘cuyas reacciones conocemos y cuyas caracteristicas, a 1 suino, hhemmos estudiado. De ahi la importancia primordial del auditorio universal en tanto que norma de la argumentacién objetiva, puesto que el interlocutor y cl individuo deliberante cousigo mismo consti tuyen meras encarmaciones siempre precarias. § 7. EL auprrorio univexsal ‘Toda argumentacién que s6lo esté orientada hacia un auditorio determinado ofrece un inconveniente: el orador, precisamente en la medida en que se adapta a las opiniones de los oyentes, se expo- ne a basarse en tesis que son extrafas 0 incliso totalmente opuestas alas que admicen otras personas distinias de aquellas & las que se dirige en ese momento. Este peligro es aparente cuando se tats de un auditorio heterogéneo, que el orador debe descomponer por imperativos de su argumentacién, En efecto, este auditorio, igual que una asamblea parlamentaria, deberd reagruparse en un todo ppara tomar una decisidn, y nada més facil, para el adversario, que Janzar contra su impradente predevesor todos los argumentos que éste empled ante las diversas partes del anditorio, ya sea oponien- ddolos entre si para mostrar su incompatibilidad, ¥ya sea presentart- doselos a aquellos oyentes a los que no les estaban destinados. De ahi procede la debilidad relativa de los argumentos adwitidos s610 n Tratado de ta argumentacion por auditorios partivelaresy el valor eoncedido a las opiniones que distrutuu de fa aprobacién undnime, especialmente Ia de personas © grupos que se ponen de acuerdo en muy pocas cosas. {Es obvio que el valor de esta unanimidad depende del ndimero 4 de a calidad de quienes la manifiestan, dado que, en este campo, ef limite Yo alcanza el acuerdo del auditorio universal. Evidenten te, em este caso, no se trata de un hecho probado por Ja experien- sla, sino de uns universalidad y de una unanimidad que se imvegina cL ocador, det acierdoGE tat aURivOrIO que deberla Sean F que, por razones justifcadas, pueden no tomarlo en considera- cin quienes no paricipan en é. Los filsofus siempre procuran diriirse a un auditorio de este tipo, no porque esperen conseguir el consentimiento efetivo de to ‘dos Jos hombres —pues saben muy bien que sdlo una pequefa mi- noria tendré ocasién de conocer sus escritos—, sino porque creca que a todos aquellos que comprendan sus razones no les quedara Inds remedio que adherirse a sus conclusiones. Por tanto, ef acuer- do de un auditorio universal no es una cuesidn de hecho, sino dde derecho, Porque se afirma lo que es conforie a un hecho obje- tivo, lo que constituye una aserciéa verdadera ¢ incluso necesaria, se cuenta con ta adbesién de quienes se someten a los datos de la experiencia 0 @ las Juces de la raz6n. Una argumentacién diigida a un auditorio universal debe con: vencer_al_ lector i de sievidencia, de su validez intermporal y absoluia, independiente. ame de Tas contingency locales © hisGricas. «La verdad —nos dice Kant descansa en el acuerdo con el objeto y, por consiguien- te, cOm respecto a este objeto, los juicios de todo entendimiento: deben estar de acuerdo». Se puede comunicar toda creenela objet- ‘a, pues es «valida para la razén de cualquier hombre», Sélo se puede afirmar tal asercibn, es deci, formular «como juii tiamemte vilido para cada uno» “*, © ant, Cries de de rac6m pura, pgs. 639-640, a. De hecho, se supone que dicho do, porque hasta el orador esta con euestionar, Duinas describid, con un leny FI auaitoria untversat vio se impone a todo el my ieido de Io que no sabria ay expresivo, esta certeza cartesiana: ‘La certitude est la plein crovance, ui exclut ensirement fe dou te; ele est affirmation nécessaire et universe: c'est dite que Chom ime certain ne se eprésemte pas ta possiilité de préferer affirmation ‘contraire et il se représente son affirmation comune devant sm poser 8 fous dans les memes circoustances. En sume elle est Etat ‘0b nows avons conscience de penser la vérté, qui est justement cee ‘contrainte untverslie, cette obligation mentale; ta subjectivitédispa cal, homme pense comme ineiligence, comme harame et non plus comme individu, L'stat de certinde a é souvent decria & aide de métaphores comme ta tumire et ta lan: mais illumination de 4a cevtitude rationnelle apporte som explication. U et repos et déten- te, meme sila certitude est pnible, car elle met fin a fa tension 169 Tinguidtude de la recherche et de Vinddcesion. U s'accumpagne Un sentiment de pulssance et en mime temps d'anéanussement; (on sent que u prévention, la passion, le caprice individuel ont dispa 1 oo] Dans ta croyunce rationnelte, ke vérité devient ndte et nous devenons la verte. (La certeza es la ereencia plem, gue exctuye por completo la dud; 6s afirmacién necesaria y universal, es decir, que el hombre seguro no se imagina la posbilidad de preferr la afirmaciéa cantra- ia y piensa en su afirmacién como si debiera imponerse a todos fas mismas cxcunstancas, Es sua, es el estado en ef que tene- ngs conclencia de estar ante Ia verdad, que es justamnente esta coae dn universal, esta obligaciGn snental; la subjetividad desaparcce, ‘el hombre piensa com intligensia, como hombre y wo como indivi ‘duo, Frecuentemeate, se ha descrito el estado de certeza con ayuda de metiforas como Ia luz y la caridad: pero la iluminacién de la certezaracional aporta su explicacidu. Este estado es rep0s0 y a ‘uilidad, aun cuando la cetera sea penosa, pes pone fia a Ia 120 Dunas, Toot de poehologe, |, pags. 197-198, 00 ” Tratudo de la argunentaciin si 9 la inguietud de bs bisqueda y de Iai va scompanado por un semimiento de poser y, al mistmo tetapo, dle aniquilaicnto; se aprecia que han Gesaparecido la prevencion, 1 psi, el capricho individual (..} En la cteencia raciomal, ta we ‘dad se hace nuestra ¥ nos convertimos en ly verdad), lecision, Este estado Se observa que, en los casos cn los que se inserta la evidencia racional, la adhesin de espirita parece que depende de una verdad apremiante y los provedimientos de argumentacién no desempenan papel alguno. El individuo, con su libertad de deliberacién y de clecciSn, se aparta ante fa razén que fo coueciona y le quita toda posibilidad de duda. En dltima instancia, Ia retérica eficae paca lun auditorio universal seria la que s6lo maneja la prueba légiea. El racionelismo, con sus pretensiones de eliminar toda reldriva de ta filosoffa, habia emmciado un programa muy ambicioso que debia desembocar en él acuerdo de los oyentes gracias a la eviden- cia racional que se impone a todo el mundo, Pero, apenas se cnun- ciaban las exigencias del método cartesiano, Descartes ya adelanta- ba, en su nombre, aserciones muy discutidas. En efecto, jc6mo distinguic las evidencias verdaderas de las falsas? ;Acaso se imagh ‘na uno que lo que convence a un auditorio universal, del cual uno mismo se considera el representante ideal, posee de verdad esta va- lidez objetiva? En paginas penetrantes, Pareto ** seitalé perTecta- mente que el consentimiento universal invocado sélo es, en la ma- yoria de los casos, la generalizacion ileytimna de una intuicidn patti- cular, Por esta raz6n, siempre es arriesgado idemificar con la légica 4a argumentacion para uso del auditorio universal, tal como uno ‘mismo la ha concebide. Las concepciones que los hombres se han dado a lo largo de la historia, khechos objetivos» o wverdades evi- ddentes», han variado lo suficiente para que desconfiemos al respec- 10, En lugar de creer en Ia existencia de un auditorio universal, andlogo al espirita divino que sélo puede dar su consentimiento SV. Pare, Jraué de socitoge nénale. 1, e3p. 8 509 y 999. $7. ET auditorio universal 75 a ads verdad, se poutia, con toda rasin, varacteizat a cada o dor por ia imagen que cLinisme se fous del audivong universal al gue trata de conguistar con sus propias opiniones El audilorio universal, To constituye Sada DRO que sabe de sus semejantés, de manera ‘THrones deTas que tiene conciencia, Asi, cada cultura, cada individuy Doses su propia coneeneiin del audiiorio uuversal, y el studio de las variasiones seria muy instructivo, pues nos Nuria comoeeT TO "aE Tos Fombres han considerado, a 19 largo de la historia, rel waar ae ee ‘Si la argumentacion dirigida al auditorio universal y que deberia convencer, no convence, sin embargo, a todo «! mundo, queda siem- fe el recurrir a descalificar lo recalcitrante juzgandola esti ‘© anormal, Esta forma de proceder, frecuente en los pensadores de la Edad Media, aparece igualmente en los modernos *”. Tal ex- clusion de la comunidad humana slo puede obtener a adhesion si el aimero y cl valor intelectual de los prosertos no amenazan com hacer que semejante procedimiento parezea ridiculo. Si este pe- ligro existe, se debe emplear otra argumentacién y oponer al audi- torio universal un auditorio de clte, dotade con medias de conoci- mientos excepcionales e infalibles. Quienes alardean de una revela- cidn sobrenatural o de un saber mistico, quienes apelan a los bue- nos, alos creyentes, alos hombres que tienen la gracia, manitestan su preferencia por un audivorio de elite; este auditorio de elite pue- de confundirse incluso com el Ser perfect. Al auditor de elite, no siempre se lo considera, ni mucho me ‘05, asimilable al auditorio universal. En efecto, con frecuencia su- cede que el audiorio de elite quiese seguir siendo distinto det resto {de los hombres: la elite en este caso, se caracteriza por su situacién Jerdrquica. Pero a menudo también, se estima que el aulitorio de elite es el modelo al que deben amoldarse los hombres para ser Viaseeapsiamente H. Lefebie, da lume du matérahime data, Lopique fomnells,losiua dilectique, pg. 29. 16 Trawdo de la argumentacisn dignos de este nombre: el auditorio de elite crea la norma para todo ef mundo. En este otro caso, [a elite es la vanguasdia que todos seguirda y a In que se acomodatdn, Unicamente importa su opinion, porque, a fin de cuentas, es la que serd devesminamte. HL auditoria de elite sélo encarna al auditorio universal para aquellos que le reconocen este papel de vanguacdia y de modelo. Para tos demas, en cambio, no constituiré més que uu auditorio particular. El estatuto de un auditorio varia segiin las consideracio- nies que Se sustentan. Ciertos auditorios especiatizados se asimilan voluntariamente at auditorio universal, como el auditorio cientifico que se dirige a sus iguales. El ciemtfico se dirige a ciertos hombres particularmente com- petentes y que admiten los datos de un sistema bien determinado, cconstituido por la ciencia en la cual estin especializados, No abs- tante, a este auditorio tan limitado, ef cientfico 10 considera por lo general, no un auditorio conereto, sino cl verdadero auditorio universal: supone que todos los hombres, eon la misma prepara- cidn, la misma capacidad y la misina informacién, adoptarian las mismas conclusiones. gual ocurre cuando se trata de moral. Esperamos que las reac- cones de los demds confirmen nuestras ideas, Los «demés> a quie- nes recurrimos de esta forma no son, sin embargo, «otros» sin més, Sélo acudimos a aquellos que han areflexionadon debidamente so- bre la conducta que nosottos aprobamas o desaprobamos. Como Findlay: Por encima de las cabezasireflexivas dela wcompania presente» recurrimos a la «gran compafia de las personas reflexivas» en las ‘que {la conductel puciera sitarse en el espacio o el tiempo Semejante requerimiento, es criticado por Jean-Paul Sartye en las notables conferencias sobre el auditorio del escritor: °° 1. Findlay, «Morality by Convention, ta Mind, vol. LIM, née. 10. Ci también Amur N: Prior, Logie end she Basis of eric, pie. 4 $7. Bl auditorio universat [Nous avons ult que Uéorivain s'adeessc em principe a tons bs Irorimes, Mais, loud de suite upres, nous avons remarue girl east 1 seulement de quetques uns, De Véeart emre le puble tga et te public rik ext ne Uadew S'universalné abstrate, Cetadire que Pautewr postute la perpétuelle répstitiom dans un futur indfini de 1a poignée de leceurs, dont i dispose dans te peésent fu] le recours 4 Finfinité dis temps cherche & conpenser Meche dans Vespace (re tour & Vinfini de Uhonnéte komme de Panuewr da XVI see, ex tension di Uinfini di club des derivains et du public de specialistes rou celui dc XIX© siecle) (.n) Par Funiversolue concrete, if faut ‘entenle au contraire la iotaté des hommes vivent dans une socite donnée. (Hemos dicho que, en principio, et cscrtor se divigia & todos los hombres. Pero, inmediatamente despucs, hemos observado que tenia muy pocos lector. De la diferencia que enste entre el publica ideal y ef piblico veal nace la idea de wniversalad abstracta, 5) decir, ef autor postula la repeickdn perpetua, en ws futuro inden do, del punado de lectores de los que dispone en el presente |. El recurso a fa jnfinidad del viempo Intenta compeosar el fracaso cn el espacio (retorno al infinito del hombre howado, por parte del autor del silo xv, extensin al infinito del cub de fos esritores Y del piiblico de especialisias por parte del autor de siglo xx) [1 En cambio, por la universaldad conereta, hay que entender la tota- Tidad de las hombres que viven en wna socicad detceminada) Sartee les reprocha a los escritores ef olvidar la universalidad cconcreta a la que podrian, y deberfan, dirigise para contentarse ‘con Ia ilusoria universalidad abstracta. Pero no es e] auditorio wa versal de Sartre quien deberé juzgar Ia legitimidad de esta critica, quien debers decidir si, en el escrtor, hia habido hasta este momen: to 0 no ilusién voluntaria 0 involuntaria, si el escritor ha faltado ‘hasta este momento a lo que se le habia asignado «omo misidus’? Y este auditorio universal de Sartre es aquel al que se dirige para SP, Sore, Staion, 1, pas. 192198 Tratado de ta argumentacién exponerle sus propias opiniones sobre ta universal cconereta. ‘Creemos, pues, que los auditorios no son independientes, son itorios concretos y particulares que pueden valerse de una cun ccepciin det auditorio universal que les es propia. Pero, se invoca al auditorio universal no determinado para jugar la concepeis el auditotia universal adecuada a tal auditorio conercto, para exa: minar, a Ia vez, fa manera en que se ha compuesto, cudles son los individuos que, segin el criteria adoptado, forman parte de él y cual es 1a legitimidad de dicho criterio, Puede decirse que los ‘auditorios se juzgan unos a otros. abstracta y § 8. LA AROUMENTACION ANTE UN UNICO OYENTE Todos aquellos que, en la antigiedad, proclamaban la primacia de la dialéctiva con relacidn a ta ret6rica admitieron el aleance filo- s6fico de la argumentacién que se presenta a un dnico oyente y su superioridad sobre la que se dirige a un amplio auditorio. La ret6rica se limitaba a la técnica del extenso discurso ininterrumpi do. Pero, dicho discurso, con toda la accidn orataria que compor- ta, seria ridiculo e ineficaz ante un inico oyente *?. Es normal tener ‘en cuenta las reacciones, denegaciones y vacilaciones y, cuando se las coustata, n0 es cuestin de esquivarlas; es necesario probar el punto couirovertido, informarse sobre las razones que causan la resistencia del interlocutor, empaparse de sus objeciones, y el dis- ‘curso degenera invariablemente en didlogo. Por eso, segin Quint liano, ta dialéctica, en tanto que técnica del didlogo, la comparaba % Quitian, lib, cap 4 29% véase ambien Dale Carnegie, Lar de parier em public, ig 154, Ia tii de K, Rider etc wonc-way comeunieations J etmo-vay communications, va Polite ecsons in modern Society en Eth, ero oe 1984, 2, IN, pgs. 5:46, § 8. Lo argumentacién ante un uinico oyente p Zenén, a causa del cardicter mis riguraso de la argumentacion, con tun puno cerrado, mientras que la suldriea le parecia semejamte a luna mano ubierta %*, En efecto, uo hy duda de que ls posibilidad que se le afrece al ayente de hacer pregualas, poner objeciones, le da Ta impresion de que las tesis a las que se adhere, para teri nar, se sostienen mas sélidamente que las conclusiones det orador que desarrolla un discurso ininterrumpido, El dliaéetico, que se preo- cupa, durante todo su razonamiento, de la aprobacién del interlo- cutor, estaria mas seguro, segin Platsn, siguiendo cl camino de Ja verdad. Esta opinion aparece expresada con claridad en este bre ve discurso que Sévrates ditige a Calicles: Bvidentemente, sobre estas cuestiones la situacién estd ahora ash Si en la conversieiOn testis de acuerdo conmigo en algiin punto, ‘ste punto fabri quedado ya sufiienteriente probado por sul y por 1, ¥ ¥8 no sera preciso someteslo a otra prueba, En efecto, jamis fo aceptarias, por faia de subiduris, ni porque sientas excesiva verguenza, ni tampoce lo aceptayiasintentando enganarme, pues eres ‘amigo mio, como wi mismo dices, Por consiguiente, a conformidad de mi opinidn con Ia tuya sera ya, realmente, la eonsumacibn de la verdad * Esta forma de transformar [a adhesién de uno solo en indicio de la verdad seria ridicula —ésta es, ademés, la opinién de Pare- to "8, siel interlocutor de Sgerates manifestara un punto de vista Puramente personal. Quizis sea exagerado decir, con Goblot, que Platon pense dre sir qu'aucun interlocuteur ne pourrait eépon- dire auicement que celui qu'il fait parler * (laid cree estar seguro de que todo interlocutor podtia respon dex igual que aquel al que obliga a hat © Quintana, Hb. Hh, cap XX, 47 % Plate, Gorgias, 47K 8. Parco, That de sucolie wéndrale, 1 t,§ 612, pla 32% ME Goblat, La dng des gg de eaenr, pg 1 80 Tratado de ta argumentacin pero, es vievto, de todas maneras, que cualquier interiocutor de Sé: crates es ol portavoz, supuestumente el mejor, de los partidarios cde un punto de vista deterainado, y se deben desechar sus objecio- nes de antemano para facilitar la adhesion del publica a las tesis desarrolladas, Lo que cunfiere al didlogo, como género filoséfico, y a ta dia lectica, tal como {a coneibid Platén, un alcance sobresaliente no cs la adhesin efectiva de un interlocutor determinado —pues éste s6lo constituye un auditorio particular entre una infinidad de auditorios—, sino la adhesion de un personaje, cualquiera que sea, ul que no le queda mas remedio que rendirse ante Ia evidencia de la verdad, porque su convicci6n resulta de una confrontacién rigu- rosa de stt pensamiento con el del orador. La relacién entre dialogo: y verdad es tal que E. Dupréel se inclina a creer que Gorgias no debid practicar espontineamente el didlogo: la predileccién por el procedimiento del didlogo habcia sido estima Dupréel— lo pro- ppio de un adversario de la retérica, partidario de Ja primacia de la verdad sola, a saber, Hipias de Elis”. El didlogo escrito supone, mds aiin que el didlogo oral, que este aauditorio Gnico encarna al auditorio universal. Y esta concepcién parece justificada, sobre todo cuando se admite —como hace PlatGn— que existen en el hombre principios internos apremiantes que lo guian en el desarrollo del pensainiento *. ‘La argumentacion de séfiea si pretende ser valida para todos. Se compreade facilmente que la dialéctica, igual que ta argumentacién dirigiéa al auditorio universal, se haya idemificado con la Wgica. Esta concepciin es la de los estoicos y Ia de la Edad Media *, y en ella no veinos ® Eugéve Dupetl, Ler Sophistes, pigs. 16, 77, 260, 263. Cie Ch. Perelman, oa méthode dalctiqe ele le de Vimcertocuteur dans Revue de méiaphysique e¢ de marae, 1955, plus. 2631 Dia, «Die Entwicklung der ialekick von Plton bi Heat, eo Dialects, 1M, 1, 1 Richard MeKeo0, aDisetis aod pola! thouaht and 4: tions, en hes, Qetubre do 194, § 8. La argumentacién ante un tinico oyente 8 ‘més que ana ilusién o un proceslimicnto, cuyia inyportancia, no obs: lante, fue innegable para el desariullo dv la Mlosotia absolutisia, dado que inteutuba por todos los medios pasar de la adhesion a Ja verdad. La adhesin del interlocutor al diilogo extrac su signi cacién filosofica del hecho de que se lo considere una encarnacion el auditorio universal. Se admite que el oyeate dispone de los mis- ‘mos recursos de razonamien(o que los demas micwbrus del audito- io universal, puesto que el orador proporciona los elementos de apreciacién relatives a la simple competencia téenica © porque se supone que éstos estan a disposicién del oyente por su situacién social. No seria necesario, sin embargo, que la adhesin det interlocu tor se hubiera obtenido Gnicamente gracias a la superioridad dial: tiea del orador. BI que cede no debe haber sido vencido en una justa eristica, sino que se supone que se ha inclinado ante la evidea- ‘ia de la verdad; pues, ef didlogo, tal como se entiende aqui, no debe constituir um debate, en el que las convieciones establecidas y opuestas las defiendan sus partidarios respectivos, sino wna discu- sién, en la que los interlocutores busquen honestamente y sin ideas preconcebidas la mejor solucién a un problema controvertido, Opo- niendo al punto de vista eristico el punio de vista heuristico, ciertos ‘autores conlemporineos presentan la discusién como ef instrumen to ideal para llegar a conclusiones objctivamente validas ®. Se su- pone que, en la discusién, los interlocutores sélo se preveupan por censeflar y demostrar todos los argumentos, en favor 9 en contra, sobre las diversas tesis presentadas. La discusién, tlevada con buen deberia desembocar en una conclusién inevitable y admitida de forma undnime, si los argumenios, presumiblemente del mismo peso para todos, estan dispuestos en fos platillos de una balanz. En el debate, por el contrario, cada interlocutor slo expondria argumentos Favorables a su tesis y slo se preocuparia de los argu> rmentos que le som desfavorables para rechazarlos 0 limitar su al- Sle ALC. Bains, Argumentnton, Discusion and Dedete, poy 7 co Tratodo de la argumentacin ‘cance. Kl hombre con ideas preconcebidas es, por tanto, parcial, no s6lo porque ita tomado panido por una idea, sino también por- que ya tinicamente puede valerse de la parte de los argumentos per- linentes que le es favorable, con To que los dems se quedan, por decitlo asi, congcladas y s6lo aparecen en el debate si el adversario los expone. Como se eree que este iltimo adopta la misma aetitud, resulta comprensible que la diseusi6n se presente como una biisque- dda sincera de fa verdad, mientras que, en el debate, la preocupacion est, sobre todo, en al triunfo de la propia tesis. Si, idealmente, la distincién es wil, ésta empero s6lo perm ‘mediante una generalizacién muy audaz, considerar a los partici pantes en una diseusién desinteresada portavoces del auditorio uni- versal, y solo en virtud de una visién bastante esquemitica de la realidad se podria asimilar la determinacién del peso de los acgu- lentos @ una pesada de lingotes, Por otra parte, quien defiende lun punto de vista determinado estd convencido, muy a menudo, de que se trata de una tesis que es objetivamente la mejor y de aque sa triunfo es el de la buena causa. Por otro lado, en la practi a, esta distinciOn entre la discusién y el debate parece dificil de precisar en numerosos encuentros. En efecto, en la mayoria de los ‘casos, dicha distincién descansa en la intencidu que prestamos, con raz6n 0 no, a los participantes en el didlogo, intenciéa que puede variar durante el transcurso del mismo. Solamente en os casos pr vilegiados en los que fa actitud de los participantes est regulada por las instituciones podemos conocer de antemano sus intenciones: en el procedimiento judicial, sabemas que el abogado de cada parte tiende menos a aclarar que « desarrollar argumentos en favor de una tesis. Estableciendo los puntos que se van a debatir, el derecho favorece esta actitud unilateral, estas posturas que el ltigante ya no tiene mis que mantener con coustancia contra el adversario, En otfos muchos casos, las instituciones intervienen de manera mis disereta, aunque efectiva: cuando un recipiendario defiende na te- sis ante los miembros del jurado que fa critican, cuando un miem- bro del Parlamento defiende el programa de su partido, Por tti- $8. La argumentaciin ante un tinico ayente 8 ‘mo, esta actitud puede proceder de los compromises adquirides par cl orador: si éste tra promatid a alguien defender su candidatwa ante una comisién competente, el didlogo que procuraré entablar ccan las miembros de esta comision sera, de hecho, més un legato que una asqueda de la verdad —en este caso, la determinacidn del mejor candidato. Vemos que, excepto cuando sabemos por qué razin —institu- ional u ota— Ia actitud de los participantes es fa del aleyato fen consecuencia, implica el deseo de poner al adversario en un aprie (o, es dificil de mantener la distincidn clara entre un didlogo que tiende a la verdad y un didlogo que serfa una sueesin de alegatos, y S6l0 podria sostenerse mediante una distincién, previa y cierta, fentte la verdad y el error cuyo establecimiento, salvo prueba de mala fe, dificulta la existencia misma de la diseusién. El didlogo heuristico en ef que ¢f interlocutor es una enearna- ign del auditorio universal y el didlogo eristico que tendria por objeto dominar al adversario, sélo son casos exceprionales; en el didlogo habitual, los participantes tienden simplemente a persuadir al auditorio con vistas a determinar una accién inmediata o futur con este fin practico, se desarrollan la mayoria dle nuestros dislogos jas. Por otra parte, resulta curioso subrayar que esta actividad diaria de discusion persuasiva es la que menos ha attaido la aten- cin de 10s tebricos: la mayoria de los autores de tratados sobre tetdrica la consideraban ajena a su disciplina, Los flésofos que s¢ ocupaban del didlogo la examinaban, generalmente, bajo su as- pecto privilegiado en el que el interlocutor encarna al auditorio uni- versal, 0, mis ain, bajo el aspecto mds psicologico, pero también més escolar, del didlogo eristico, dominado por la preacupacidn de lo que Schopenhauer * lama Rechthaberei. A. Reyes apunto con razén * que el discurso privado constituye un terreno contiguo al de la antigua retérica; de hecho, durante las conversaciones con © hopenhaves, Erswhe Diterik, ed. Piper, vo. 6, pig, 39, OOK, Reger, A esl, pg, 208 a Tratado de la argumensacién dianas es cuando hay mds ocasiones para poner en prictica la argumentaciéa. Cabe afadir que, aun cuando al oyente inivo, ya sea el oyente activo del dislogo © un oyente silencioso al que el orador se dirige, se le considere la encarnacién de un auditorio, no siempre se trata del auditorio universal. También —y muy a menudo— puede ser la enearnacién de un auditorio particular, Eso es verdad, evidentemente, cuando el oyente iinico represen- ‘4 4 um grupo del que es el delegado, ef portavoz, en cuyo nombre puede tomar decisiones. Pero también ocurre asi cuando se estima que el oyente es una muestra de toda una clase de oyentes. Para dirigitse a ella, el profesor podré elegir al estudiante que le pareaca més dotado, al estudiante mas inteligente o al estudiante peor situa- do para oirlo. La eleceién del oyente tinico que encarne al au ‘minado por los abjetivos que se fija el orador, y idea que se forma de la manera en que se debe caracterizar a un grupo, La elecci6n del individuo que represente a un auditorio par ticular influye con frecuencia en los procedimientos de la argumen- tacion, Si Bentham © aprueba el uso seguido en Jos municipios pa- ra dirigitse al presidente, es para hacer los debates tan corteses co- ‘mo sea posible. En este caso, se elige al oyente tinico, no por sus ‘cualidades, sino por sus funciones; esta cleccién es la que menos compromete al arador y la que menos revela ta opinién que tiene del auditorio. No sucede Jo mismo en las demés elecciones: el individuo desig nado para encarnar al auditorio particular al que se dirige el orador tevela, por una parte, la idea que posee de este auditorio y, por otra, los objetivas que espera conseguir. Ronsard, al dirigirse a Ele- na, ve en ella la encarnacién de todas las jSvenes a quienes da el consejo «Cueiller dé aujourdhuy tes roses de la vier (Recoged 7 pis, 391 sam, Tocrgue des assebltes polugues débcrantes, ex OBuvre, § 9. La deliberacion con uno mismo as desde hoy las rosas de la vida) “. Peto, ditigido Elena, este con- sejo plerde toda pretensiGn diddetica y queda reducide al reflejo de una envocién, de una simpatia, incluso de una esperanza. Dicha \éoniea, la encontramos a lo largo de la historia titeraria y potiiea May pocos son los discursos publicados cuyo destinatario indivi dualizado no sea considerado la encarnaciéu de un auditorio part cular determinado, $9 La Detmeraciéy con UNO isis0 ‘A menudo se piensa que el sujeto que delibera es wi cidn del auditorio universal. En efecto, parece que el hombre dota- do de razén, que se esfuerza por formarse una conviccién, s6lo puede desdentar todos los procedimientos que pretenden conquistar 4 10s demés; sélo puede —creemos— ser sincero consigo mismo y ser capaz, més que cualquiera, de probar el valor de sus propios argumnentos. «Le consentement de vous-méme a vous-méme et la voix constante de votre raison» (El acuerdo de yosotros con voso- {ros mismos y la voz constante de vuestra razén) "son para Pascal cl mejor criterio de verdad. También es el que emplea Descartes, en Meditations, paca pasar de las razones que le han convencido ala afirmacidn de que ha «parvenu a une certaine et évidente con- nnaissance de la véritén (\legado a un conocimicnto claro y evidente de Ia verdad) . En oposicién con la dialéctica, que seria la téenica de la contraversia con los demés, y con la retdrica, técnica del dis- ‘curso dirigido a la mayoria de los individuos, la lbgica se idemtfica, Roasand, Sonnets pour Heléme, Wo U, KLAN, Bibl. de te Palen, vl Pender, 49 (S61), «Bis de Ia Paden, pg. 891 (a 260, ed Beuasohview) Ctr, Preface det ator al lector 86 Traiado de la argumentacién ‘tanto para Schopenhauer *” como para J. S. Mill , con las reglas saplicadas para guiar su propio pensamiento. Esto se debe a que, ‘en este ultimo aso, el entendimiento no se preocuparia por defen- der © buscar Gnicamente argumentos que favorecieran un punto de vista determinado, sino por teunir todo aquellos que presentaran, 4 su juicio, algiin valor, sin deber ocultar ninguna, y, tras haber sopesado el pro y el contra, decidirse, en conciencia, por la solu- cidn_ que le pareciera mejor. Del mismo modo que no se otorga igual importancia a Jos argumentos desarrollados en sesion publica que a los presentados a puerta cerrada, el secreto de la deliberacién, intima parece fiador de la sinceridad y del valor de esta iltima. |Asi Chaignet, en la postrera obra escrita en lengua francesa que ‘opina que la ret6rica es una técnica de Ia persuasién, opone ésta a la conviccién en los términos siguientes: (Quand nous sommes convaincus, nous ne sommes maincus que ‘par nous-mitme, par nos propres idées. Quand nous sommes persua- és, nous le sommes toujours par autrui. (Cuando somos convensides, slo somos vencidos por nosotros mismos, por nuestas propiss ideas. Cuando nos persuaden, siempre son los demés quienes nos vencen). Et individualismo de los autores que conceden una clara preem- nencia a la forma de guiar nuestros propios pensamientos y la creen sdlo digna del interés del filésofo —dado que cl discurso dirigido ‘alos demés no es mas que apariencia y engano—, ha estado duran- te mucho tiempo desacreditado no s6lo por parte de la retérica, sino también, en general, por cualquier teorta de la argumentacién. Nos parece, en cambio, que resulta muy interesante considerar que la deliberacién intima es una especie particular de argument. © Shopeaauer, Die Wel a Wile nd Vartllng oe 2, cap. IX eh rocks haus, yl. 3, pap. 12, 1.5, Mil Sistem af Lovie Raicinatve and Inductive, tcoduccn, pis. 5. © A. Ba, Chayael, La rhdarique ot son Kato, ply. 92. 8.9. La deliberacion con uno mismo n ‘Sin olvidar Jos caracteres prapios de la deliberacidn inca, mos que es del todo beneficioso no olvidar este juicie de Inécrates: {6.1 los argumentos con que convenceremos a otros al hablar von ‘lls son los mismnos que wiilizmes al deliberac, Mamamos oradores fos que saben hablar en plbico, y tenems pur dseretos a quienes Aiscurren los asuntos consigo mismas ie la nejor manera posible " En nupnerosas ocasiones, una discusibn con los demas slo es el medio que utiizamos para ilutrarnos mejor. El acuerdo con une ‘mismo no es mis que un caso particular del acuerdo con ios demas. ‘Asi pues, desde nuestro panto de vista, el andlisis de la argumenta- in dirigido a los demés nos hard comprender mejor la delibera- ion con uno mismo y no a ta inversa. 2No podemos distinguir, en la deliberacién intima, entre una reflexién que correspondiera a una discusion y otra que solo fuera una busqueda de argumentos en favor de una posicién adoptada de antemano? ;Podemos fiarnos por completo de la sinceridad del Individuo que delibera para decimos si esti en pos de la mejor repla de conducta, o si elabora un alegao iatimo? El psicoandtsis nos ha ensehado a desconfiar incluso de lo que en conciencia nos parece indudable. Pero las dstinciones que establece entre razones Y facionalzaciones no pueden comprenderse sino se trata a la del beracién como un caso particular de argumentacién. El psicblogo dird que los motivos alegados por el sujeto, para expliar 80 con- ducta, constivuyen racionalizaciones, si difieren de los méviles rea- les que lo han determinado @ actuar y que el individua ignora. En cuanto @ nosotros, emplearemas el término «racionalizacién» en tun sentido més amplio, sin atender al hecho de que ef individuo ignora, 0 no, Jos verdaderos motivos de su conducta. Si parece ridieulo, a primera Vista, que un ser ponderado, tras haber actuado por motives muy srazonables», se esfuerce por dar, en su vero interno, razones muy diferentes asus actos, menos vscesimiles, po- Inbsates, Nicocts, 8, en Dsus, I Tratado de ta argumentacién 0 que lo colocan en un lugar més destacado ™, semejanie racions- lizacidn se explica perfeciamente cuando se la considera un alegato amticipado para uso de los demés, que puede, ademés, adaptarse especiahnente a tal 0 cual presumto oyente. Esta racionalizacién no fica, eu sode alguno, como estima Schopenhauer "?, que nucs- lo «inteleclon no haga més que camuflar Jos verdaderos motivas ide nuestros actos, los citales serian por completo icracionales. Tal ve2 se haya reflexionado perfectamente sobre los actos y haya habi- do otras razones distintas de las que después se intenta que la con- ciencia las admita. Quienes no ven, 0 no admiten, ta importancia de la argumentacién no pueden explicarse la racionalizacién, que slo serla para ellos la sombra de una sombra. Parece que una comparacién con la situacién que « continua- cidn describe J. S. Mill, nos permitiré apreciar mejor su alcance: ‘Todo e1 mundo conace el consejo dado por lord Mansfield hombre de gram sentido préctico que, habiendo sido nombrado gobernador de una colonia, debia presidir un tribunal de Justicia, n ninguna experiencia julicial aj conocimientos de derecho. El eos. sejo fue que dictara sentencla resueltamente, pues probablemente se- Fla justa; pero que nunca se aventurara a exponer los motivos de dicha sentencia, pues infliblemente no serian los adocusdos ”, Fn realidad, si el consejo de lord Mansfield era bueno, se debia 2 que, una ver que el presidente hubiera juzgado con equidad, los asesores habrian podide, solos, «racionalizarn el veredicto, prece- iéndolo de considerandos ignorados por el gobernador, pero més ‘conformes con la legislacion en vigor que las razones que hubicran ‘motivado tal decision. Ademéis, muy a menudo sucede, y no es 2 R. Cravshay- Wiliams, The comforts of unvewon, pig. 74 ¥ sas. % Scnopeutauee, Parerg wad Parelipomeny, Mh, exp. VIM («Zor Ethko) U8, a. Sroctias, vl 6, Die. 20. "4.8. Mil, System of Logic Rotiointive and Inductive, ND. I, exp. Ml, § 9. La deliberacién con uno musmio cl derecho, formula su semtencia en dos ( se inspiran primero en lo que le parece mais adecuado gon su seni do de la equidud y por ahadidura viene despues la mot ca. 415s preciso concluir, en este caso, que se ha tomado fa decisiGn sin ninguna deliberacion previa? De singin moda, pues ol pro y contra podian haberse sopesado von ef mas sumo cuidado, pero fuera de consideraciones de técnica juridica, Esta solo interviene para justficar la decisién ante otro auditorio y no det todo, como wu explica Mill, para formular de mancta experta las maximas get rales de las que el gobernador tenia una impresién bastante vaga. EI cientifismo de Mill, que le hace coucebir todo en funcidn de un nico auditorio, el auditorio universal, no le permite proporcio har una explicacién adecuada del fenémeno, Las argumentaciones nuevas, posteriores a la decisién, pueden consistir en la insercién de la conclusién en un plano téenico, como en el caso que acabamos de citar; pueden no ser téenicas, como en este relaio de Antoine de La Salle ™, en el que un gobernante ¥y su esposa platican yor la noche. El mandatario debe elegir entre el sactilicio de la ciudad y el de su hijo. La decisién no plantea ‘dudas, pero Antonio de La Salle tiene en gran estima las palabras de la esposa, las cuales relata con todo detalle. Estas palabras trans- forman la manera de enfocst la decisi6n: Ia mujer le devuelve al marido su orgullo, el equilibrio, la confianza, el consuelo; pone en orden sus ideas, encuadra la decision y, por consiguiente, la re- fuerza. Actia como el teélogo que proporcivna las pruebas racio- rales de un dogma cn el que todos los miembros de la Iplesia crefan ya con anterioridad, La vide politica, igualmemte, ofrece situaciones en las que se espera con impaciencia la justiicacién de una decisién, pues de esta justificacion dependera la adhesion de la opinisn pablica. Du Anal por E Aveta, Mies, pgs. 24235 (eL.e reomfort de Mad sng da Vseame, pablcado por J. Néve cine de La Sal, pips 109140, vo Tratado de la argumentacién rante el exilio del rey negro Seretse, Ia prensa anunciaba que el gobierno britanico, sin cambiar en nada su decisi6n, haria una con- cesién a la opinién pablica, publicando y detallando dicha determi nacién, es decir, que pudiera admitiria el auditorio al cual iba dirigida. Esta preferencia por ciertos argumentos puede obedecer al deseo del oyente de tener a su disposicion argumentos que fueran valisios para otro auditorio, hasta para el anditorio universal y que fueran, por tanto, transportables a una situacién modificada, De todo lo que acabamos de decir a propésito de los auditorios, se deduce que, desde nuestro punto de vista, no se podria aniquilar cl valor retérico de un enunciado por e! hecho de tratarse de una argumentacién que se estima edificada después, aun cuando se hu- biera tomado la decisién intima, 0 por el hecho de tratarse de una argumentacién basada en premisas a las que el propio orador no se adhiere, En ambos casos, que son distinsos aunque est enlaza. dos por el mismo sesg0, el reprocke de insinceridad, de hipostesia, podré hacerlo un observador, o un adversario. Pero, slo serd un medio de descalificaci6n cuyo alcance tinicamente subsiste si nos colocamos en una perspectiva muy diferente a la nuestra. Ademas, 1a mayoria de las yeoes esta perspectiva esta basada en una concep: cién bien determinada sobre lo real o sobre la persona, Nuestra tesis consiste en que, por una parte, una creencia, una ver establecida, siempre puede intensificarse y en que, por otra, la argumentacién est en funcién del auditorio al que se dirige. Desde ese momento, es legitimo que quien haya adquitido cierta conviecién se dedique a consolidarla con respecto a si mismo y, sobre todo, con relacién a los ataques que pucdan venir del exte- ‘or; es normal que examine todos los argumentos susceptibles de reforzarla, Estas nuevas razones pueden intensifiear la conviccion, protegerla contra ciertos ataques en los que no se habia pensado ‘en un principio, previsar su alcance, Unicamence evando el orador se dirige a un auditorio al que se supone que perteneve —y es evidemiemente el caso Wel autlitorio § 10. Los efectos de la argumentacion 3 universal— podria reprocharsele la discordant enjre los argummen: tos que lo han convencido a é mismo y los que profiere. Pero, incluso en este caso privilegiado, no se excluye que la conv ‘intima del orador se fundamente en elementos que le son propios como una intuividn incomunicable— y que se vea obligado a 16: ccurtir a una argumentacién para que el auditorio comparta la ereen- cia que han engendrado tales elementos. A modo de conclusin, si el estudio de la argumentacién nos permite comprender las razones que lan incitado a tantos autores a conceder un estatuto privilegiado a la deliberacién intima, este ismo estudio nos proporciona les medios para distinguir los di versos tipos de deliberacién y para entender, a la vez, todo lo que hhay de cierto en la oposicién entre razanes y racionalzaciones, y interés real que, desde el punto de visia argumentativo, se les presta a estas racionalizaciones demasiado despreciadas. § 10. 16 EFECTOS DE LA. ARGUMENTACION El objetivo de toda argumentacién —hemos dicho— ex provo- car 0 acrecentar la adhesion a las tesis presentadas para su asenti ‘miento: una argumentacién efica2 es Ia que consigue aumentar esta intensidad de adhesion de manera que desencadene en los oyentes Ja accién prevista (accidu positiva o abstencién), 0, al menos, que ‘rte, en ellos, una predisposicion, que se manifestara en el momen- to oportuno. La elocuencia préctica, que implicaba los géneros judicial y deli berativos, constitula el campo predilecto en el que se enfrentuban pleitcautes y hombres politicos que defendian, argumentindolas,« ‘opuestas ¥, a veces incluso, contradictorias. En tales tormeos orato: rios, los adversarios trataban de ganarse la adhesin del auditorie sobre temtas controvertidos, em los que el pro y el contea encontra- bban a menudo defensores igual de habiles y, en apariencia, igual de honorables 2 Tratado de ta argumentacivin Los dutratores de la retérica —para fos cuales s6lo habia una verdad, en cualquier materia— deploraban semejamte situacibn: se- {gin ellos, Jos protagonistas desarrollaban sus argumentaciones Yergentes con uyuda de razonamientos cuyo valor convincente no ppodia ser mis que ilusorio. La retérica digita de fildsofo, nos dice Platén en el Fedro, 1a que ganaria, con sus razones a los mismos doses, deberia, por el contrario, colocarse bajo el signe de la ver- dad, Y, veinte siglos mas tarde, Leibniz, quien se da cuenta de due el saber humano ¢s limitado € incapaz con frecuencia de sumi- histrar pruebas suficientes sobre la verdad de toda asercion, queria, al menos, que el grado del asentimiento concedido a cualquier tesis fuera proporcional a la que enseita el calculo de las probabilidades © de las presunciones ”. Los ataques de tos que fue objeto por parte de los filésofos la tworia de la persuasién razonada, desarrollada en las obras de ret6rica, parecian tanto més fundamentados, cuanto que el fin de a argumentacion se limitaba, para los teéricos, a cuestiones que podriamos reducir a problemas de conjetura y de calificacién. Los problemas de conjetura atahen a los hechos: hechos pasados, en los debates judiciales, hechos futuros, en los debates politcas. «jHa ccumplido X lo que se le reprocha?», ¢Tal seto acarrearé 9 no tal cconsecuencia?», he aqui el tipo de preguntas que denominamos con- jeturales, En los problemas de calificacion, nos preguntamos si tal hnecho puede calificarse de tal 0 eval manera. En ambos casos, pa- reveria eseandaloso que se pudiera defender honestamente mas de tun punto de vista, Le corresponderia al filésofo, que estudia de Torma desinteresada los problemas de indole general, proporcionar ¥ justiicar este punto de vista. Ls eonclusiones practicas que seria preciso extraer del estudio de los hechos se impondrian por si solas a todo ser racional. Desde semejante perspectiva, la argumentacién, tal como la con- ‘ecbimos, ya no tiene razén de ser. Los hechs, las verdades 0, al Letbuia, Nouveaux esas sur emlendement 8. Gechar, vl, plas S448 §10._Los efectos de la argumentacién 93 menos, lus verosinilitudes, sometidas al eileulo de tas probabilida- des, (ciunfan por si solas. Quien tas presenta no desemy papel esencial, sus demostraciones son intemporales, ¥ no tiete mo tivos para hacer distinciones entee tos auditurios a los que se ditige, ‘ya que se supone que todos se inclinan ante lo que es objetiv valid. Y, sin duda alguna, en el campo de las ciencias puramente for males, como la I5gica simbslica 0 las matemiticas, asi vomo en ", Sin duda s6lo son consejos dirigidos al dialéctiva. Sin em- bbargo, reflejan la actitud del sentido comin, el cual admite la exis- tencia de verdades indiscutidas e iudiscutibles, ef que ciertas reglas estén «fuera de discusién» y el que ciertas sugestiones «no merez- ‘can discusién. Un hecho establecido, una verdad evidente, una regla absoluta, implican la afirmacion de su caracier indiscutible, con fo que excluyen Ia posibilidad de defender el pro y el contra. EI acuerdo uninime sobre ciettas proposiciones puede hacer que resulte muy dificil cuestionarlas. Es famoso el cuento oriental en el que, en contta de todos, tinicamente un nino, ingenue e inocente, se atrevi6 afirmar que el rey estaba desnudo, con lo que rompio | unanimidad nacida por el temor a decir ta verdad" Aries, Topics, 105e. "paca no desvstuar el seido del texto, hemos traduido estas cas de Ariss eles (Tipe, 1608) aleniendoncs aa vers Francesa empleada 0 el erginals ero conviene obrervar gi, enone de es jens, Arittele no dice wel placer feel Bins sino och en eel places lov 61 fou hye tr, taccion de los Fépicos ela por Miguel CandelSanmastin (libote a Cisse Grados, $1), que es la que sepuimes para e resto de las tas que de ta obra aisoica apareeen em et presente watado flsAfico. (We a T) WP Che gH, was téolcas de rupera y Ge trenade opwestas a la itera §.13._Argumemacion y viotencia 9 EI ser de una opinidn que se aleja de ls de los des romper una comunisn social fundada —segin parece, y muy a me~ nudo con toda razén— en datos de carivter objetivo. El siglo xvi francés y alemén nos proposciona el ejemplo dle una 1 iertamente utépica, pero sin duda emocionante— de asentar una catolicidad basindose en un racionalismo Uogavatice, que permitie- a asegurar Jos fundamenios sociales establey dv uit tnumanidad conveuicida de los principios racionales. Este intento de resolver, aracias a la tazén, todos Jos problemas que planiea Ia acvion, a ‘que contribuyd a la generalizacién de Ia instruccion, fracaso por despracia, porque en seguida se observd que la unanimidad cra pre- ccaria, ilusoria 0, incluso, impensable. Todas las sociedades, empero, tienen interés por garantizar esta lunanimidad, pues conocen su valor y fuerza". También la aposi cin a una norma aceptada puede llevar al hombre a prision © al manicomio. ‘A veces, el mero hecho de cuestionar ciertas devisiones se castt- 48a severamente. En su Olintdaco primero, Demdstenes alude al de- creto ateniense que prohibia, bajo pena de muerte, presentar una mocisn para modificar el destino de la reserva de fondos que te ta cindad %, ‘Aun cuando se admite Ja discusion en principio, hay momentos cm los que la protongacion ya no esta tolerada a causa de las neces ddades de la accidn. La reglamentacin de un debate puede referiese ro sélo a las cuestiones previas (como la competencia de los orado- res y oyentes, la delimitacién del objeto), sino vambién a la dura- "© Sobre la tendencia u Ia unanimidad, véase L_ Fetinget ‘omanusicaion, en Psychol Rew, 1, 1950, pags. 7-282, 9 las experienc de 1, Festinger y J. Thibau, cmterpersonal communication in small groupse, ev J fabroxa and social Paychol. 46, 19S, hg M2DD,y de K. W. Bach lie ce thruugh seal communications, ea J of aba, and social Psychol, 46, 251 pip 923 Daméstenes, Otinrace primers, 19. Véswe tabi tx no le M. Cisne tls teadosign anceps, el ws Walla atean, jig 9. io Tratado de ta argumentacién cién de los discursos, su orden, la manera de concur y tas os ciones en las que la discusiba puede reanudarss. Este timo punto + muy importante, En efecto, la vida social exge que se reconozca a autoridad de Ia cosa juzgada, Pero, se puede reamudar Ia disci sin. B, incluso a menudo, esta reanudacién est organizada de era que no sea preciso aguardar una decisién particular cuya ciativa incumbiera a alguien; un ejemplo nos fo proporciona el sistema bicameral, 1a insitucionalzacién no siempre es completa: pueden exist todos los matices. Pero, la mayoria de las veces, ya no es necesario ae, a cada momento, intervenga una dessin: con frecuencia est previta la reanudacion; e espera a que se produzca; su organiza- cin responde a necesidades sociales profundas. Aun cuando, para ‘due (enga lugar fa reanudacién, haga falta ara inicitiva, és, a menudo, etd establecida; las mises insitucionesinvitan@ toma ta: el orden judicial con las Audincias teritoriaes y of Tribunal Supremo ge hallan enice las més caracteriticas, Sebalemos que los casos de prohibicién de la reanudacién no se limitan a sistema juridico. Puedem referrse al principio de la cosa juzgads, incluso fuera de los tribunales: mucho antes de que se demostrara su imposibitidad, la Academia de las Ciencias de Pa ris consideraba definitivamente fuera de discusién ta investigaciéa sobre la cuadratura del cireulo, ‘Anadamos que, en Ia vide social, es raro que se permita 0 pro- hiba, sin duda alguna, la reanudacién de una discusiOn, Existe toda ua Zona intermedia entre la prohibicidn absoluta de reanudacién y el permiso de reamudacin incondicional; esta zona esté resida, n gran parte, por tradiciones, costumbres extremadamente com plejas. Este es une de los aspectas que ao debemos olvidar en la vida de una comunidad. La protibicién de reamudar ciertas discusiones puede ser una monifestacién de intolerancia igual que la prohibicion de euestionae ciertos problemas. No obstant, subsste una diferencia capital: un veredicto defnitivo, cualquiera que sea, por mucho tiempo, que e= 8 14, Argumentaciin y comproniiso uu ve coneebide como veredito, no esturd scparado por completo de todo to que le prevede, Lo que ia vida social de ka connunida! artas tra consigo es una decision y, adeus, las argumentaciones que la precedieron, Esto se relaciona con un problema teérico bastante grave: al ser el objetivo de fa argumentacién conseguir un asentimicato, po- ria decirse que la argumentacién tiende a suprimir las condiciones previas a una argumentacién futura. Pero, dado que ta prueba re- ‘rica nunca es apremiante, el silencio impuesto no debv conside rarse defintiva, si, por otro lado, se cumplen las condiciones que permiten una argumentacién. Las instituciones que regulan las discusiones tienen importancia porque el pensamiento argumentative y la acciSn que prepara 0 determina estén intimamente unidos. Por las relaciones que posee con la acciém, porque ta sino en una situacion social y psicologicarmente conereta, este pen samiento compromete précticamente @ quienes participan en él. A Jos problemas que plantea este compromiso, les dedicaremos et il mo pardgrafo de esta primera parte. $14. Anoumenracion y Compaomso [La imposibitidad de considerar que la argumentacin es un ejer- cicio intelectual enteramente indiferente a toda preocupacién de oF den préctico obliga a transponer ciertas nocioues relativas al cono- cimiento y elaboradas desde una perspectiva flos6tica. muy dist ta, como ta oposicidn de lo objetivo y de To subjeivo. Cuando 1a objetividad atate a fa argumentacién, hay que seflexionar otra ver sobre ela, realizar una nueva interpretaci6n, para que esta ob- jetividad pueda tener alin semiido en una concepciGn que se niega a separar una afiemacion de la persona que la enuncia En numerosas ocasiones, durante un debate que enremta a par- tidarios interesados, eon tesis contrarias, se oye a la gente pedir Teatado de ta argumenacion Ia imtervencidn de terasros que zanjen ef debate recurriendo a crite- sos objetivos. Pero gbasta con estar completamente ajeno a los intoreses que puedan aflorar para disponer de un criterio objetivo ‘nie se imponga x todos? Si este Tueta el Ilo rouni en wn volumen todas fas reglas objetivamente vatidas que san resolver los conflictos tan facilmente como los proble- nética? En cealidad, existen obras de essa naturaleza: los diversos tratados de moral o derecho, las reglamentaciones re- conocidas en los campos mas diversos, Sin embargo, como es sabi do, estos tratados y estas reglamentaciones no gozan de una valide2 universal ni de una univocidad perfecta, Si, a pesar de estas regla- mentaciones, pueden producirse divergencias, de buena fe, se debe, bien @ que al menos una de tas partes no reconoce ta validez de jerta reglamentacidn, bien a que las reglanentaciones,admitidas ddan lugar a interpretaciones diferentes. Las difieultades son mayo- tes ain cuando alguna reglamentacion no incluye el problema ca cuestidn, cuando se trata de clegic al mejor candidato para un pues- {Lo de responsabilidad y no se esta de acuerdo com los criterios que permiten clasificar a los candidatas disponibles, cuando se trata de tomar la mejor decisidn de orden politica y ésta escapa a toda regla preexistente. 2Es suficience can decir que uno se sittia en el punto de vista de Sirio, que no persigue ningin fin, para poder proporcio- ‘nar una opinidn objetivamerte valida? La reacci6n que semejante tusidn no dejaria de provocar, por parte de los partidarios pre- sentes, seria el asombro, si no la indignacién, por el hecho de que tuna persona ajena al debate osara mezclarse en lo que no le incum- be, Bn efecto, como estos debates deben conducir a una decisién, deben determinar una accién, el ser un espectador desinteresado no confiere, sia embargo, e} derecho a participar en la discusién y a influic en el desenlace. Contrariamente a lo que ocurre en las ciencias, en las que, para resolver un problema, basta con conocer las téenicas que permiten conseguirlo, es preciso, para intervenir ‘em una controversia cuyo resultado afecte a un grupo determinado, formar parte de este grupo o solidarizarse con él. En los casos en § 14. Argumentacién y compromisa na Jos que una opinién ejerce una influencia sobre fy accion, ya Ho ¢ suficiete con la objetividad, a menos que entendanwes por tal el punto de vista de un grupo més umiplio que engloba, 4 la vee, fa los adversarios y al «neutral». Este iiima esté capacitade para opinar, no como natural, al que cada uno le puede reproctiaa su neutralidad en nombre de principivs comunes dle justicia © de dete- cho, sino porque es imparcial; ser imparcut no es ser objetivo, es formar parte del mismo grupo que agucllos a los que se juve, sin haber tomado partido de antemano por ningano ue ellos. E ‘numerosos debates, el problema de saber quiéu esta cualificado pa nar, €s penosp y delicado, porque unos han optado por una postura y otros no son miembros del grupo. Cuando se intent6 juzgar la actitud de los oficiales franceses que habfan preferido la leaitad militar 2 ta continuacisn de la gue- Fra contra Alemania cn 1940, a los franceses les resullaba dificil enjuiciarlo porque habian tomado partido, a los extranos y, sobre todo, a los neutrales porque no formaban parte del grupo en cuestion, La impascialidad, si se la concibe como la de wn espectador, puede parecer Ia ausencia de toda atraccidn, una basqueda privada de participacién en los debates, una actitud que trasciende Tas que- rellas. En cambio, si debe caracterizar a un agente, constituye mis bien un equilibrio de las fuerzas, la maxima atencin por los intete ses en cuestibn, pero repartida por igual entre los puntos de vista "', La imparcialidad se encuentra asi, en los campos en los que el pensamiento y Ia accidn estan intimamente mezclados, entre la objetividad que no le da a un (eccere ninguna cualidad para intet- venir y el ambiente scctario que lo descalifca Bajo el imperio de un objetivismo abstracto, demasiadas veces se ha ignorado que el pensamiento que marca la accién viene un estatuto diferente de los enunciados integrados en un sistema cicati- fein N-Gatlan, Legal rraint and juice, ig 7% 4 Tratado de ta argumentacién fico, Pero, por otra parts, es fundamental prever la posibilidad de disociar nuestras convieciones de nuestros iutereses y pasion. Casi es un lugar comin la insistencia sobre la forma en que uestras esperanaas y deseos determinan nuestras convicciones. Pascal nos indica que: Tout ce qu'il » @ d’hommes sont presque toujours emportés & ‘eroire non pas par la preuve, mais par i'agrément ™ (Todos los hombres estén cas siempre inelinados a ercer, no por la demostracién, sino por ct agrado). y pretenue explicar este fendmeno insistiendo en el hecho de que: [oud Jes choses sont vraes ow fausses, selon la face par oii on les regarde, Le volonié qui se pit d Vane plus qu’a Wauire, décourne esprit de considérer les qualité de celles qu’ele n'aime pas @ v0 et ainsi esprit, merchant d'une pidce avec la voloné, s‘arrbie it regard la face qu'elle ame: east il en juge parce quill y voit Ula] 1s cosas son verdaderas 0 falas sein del lado que se las mira. La voluntad, que se complace més en uno que en oro, induce ala mente a que no come en considerackin las cualidades de lado ‘que no le gusta ver. Y asi, la mente al ir unida a la voluntad, se Aetiene a micar el lado que le gusta, Y asi, juzga conforme a to due ve en ab, Williasn James justificaba las opiniones que favorecen nuestros ddeseos, pues, reforzando estos iltimos, las opiniones haven que sean ds probables sus posibilidades de éxito ™. Otcos escrtores, més racionalistas, no tienen en cuenta los efectos de este factor de de- seabilidad, al que consideran responsable del cazdcterirracional de rnuestras opiniones %*, Pero, en ambos casos, sélo son hipstesis "Pascal, De Catt de peruader, BBL. de ta Plcinde, pg. 293 pascal, Pemees, 472 (141), eB. de la Paden, pg, 962 (n° 9 K Coawyaa,- Wiliams, The comforts of unreaton, pags. 8 y sig § 14. Argumentacion y compromise de orden general, cuya comprobacin resulta diffil, cuando falta los eriterios de una opinién wobjetivamente fundaday. Tanibien un estudio, como el de Lund "?, que muestra una correlacién de 0,88 cenire la deseabilidad de ciestas tesis y ef grado de conviveitn que Inspiran, mientras que a cotrelacién seria escasa entre la convic cin y el conocimiento, o entre la conviceiin y los elementos de prueba, ha recibido las eriticas de socidlogo americano Bird, quien emplea términas no desprovistos de iroaia ‘Temo que el andlisis de los coeficiemes de correlacién no deja macho sitio a la imaginaciSn, de manera que el deseo determina ls creencia Siempre que interesa rechazar la acusacion de que son auestros ddeseos quienes han determinado nuestras ereencias, es indispensable suministrar pruebas, no de nuestra objetividad, lo cual es irreal bile, sino de nuestra imparcialidad, indicando las cireunstancias por las que, en una situacién andloga, hemos actuado contrariamente 28 lo que podia parecer que era nuestro interés, y precisando lo més posible la regla 0 los criterias que seguimos, los cuales serian vali- ddos para un grupo mayor que englobaria a todos los interlocutores Ys ef iltima instancia, se identificaria con cl auditorio universal ‘Nunca debemos, sin embargo, olvidar que, incluso en este caso, lo que se presenta es la propia concepcién del auditorio universal y due las (esis que postulamos como vilidas para todo el mundo ppodrian encontrar detractores, que no fueran necesariamente insen- satos ni vinieran de mala fe, No reconocerlo seria exponerse a que le tachen a uno de fandtico. Cuando se (rata de verdades, cuyo cstablecimiento apela a criterios reconocidos como int es, dado. que uno no se encuentra en una situacidn en la que es posible recu- tir a la argumentacién, no puede ser una cuestién de fanatismo, FH. Land, athe Poychoogy of belief, em J. 0b aba ant socal Pach oy, XX, abi y abo, 1925 "CN, Ric, Soe! Payehology, eg, 211 EI fanatico es aquel que, pese a adheritse a una tesis cuestionable de Ia que no puede darse la prueba indiscutible, rehisa considerar la posibilidad de someterla a una libre discusién y, por consiguien- te, recliaza las condiviones previas que permitirian, en este punto, cl cjercicio de fa argumemacién. Asimilando la adhesin a una tesis al reconocimiento de su ver- dad absoluta, se eae a veces no en el fanatismo, sino en el escepti- cismo. Quien exija de una argumentacién que proporcione prucbas apremiantes, pruebas demostrativas, y no se contente con menos para aceptar una (esis, desconoce, igual que el fanatic, el cardcier mismo del proceso argumentativo. Este, ya que tiende precisamente 8 justificar las opciones, no puede ofrecer justificaciones que mues- tren que no hay eleccién posible, sino que una unica solucién se les presenta a quienes cxaminan cl problema, Al no ser siempre totalmente necesarta la prueba retérica, quien se identifique con tas conclusiones de una argumentacion Jo hace mediante un acto que To compromete y del que es responsable. El fanatico acepta este compromiso, pero como alguien que se apoya cen una verdad absolula ¢ irrefragable; el escéptico rechaza este com- promiso con el pretexto de que no le pareoe que pueda ser definiti vo. Se niega a adherirse porque se hace de la adhesin una idea que se asemeja a la del fandtico: tanto uno como otro desconocen que Ia argumentacién trata de alcanzar una de entre las alternativas posibles; proponiendo y justificando su jerarquia, la argumentaciéa pretende racionalizar una decisidn. El fanatismo y el escepticismo tuiegan que la argumentacién desempete este papel en nuestras dect- ies. A falta de wna razén apremiante, ambos tienden a dejar el campo libre a fa violencia, recusando el compromisa de la persona.

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