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I.
ndice
II.
Introduccin
III.
La iglesia tom una postura de autodefensa y preocupacin desde 1766 hasta 1918, ante
el acoso de la prensa. Manejando la idea que la prensa estaba manejada por sus
enemigos. Precisamente, Clemente XIII, 1758-1769 en su encclica Christiane
Reipublicae salus, del 25 de noviembre de 1766, no duda en hablar de una peste de
libros en auge contra los fundamentos de la religin cristiana.
Pio VI, 1775-1799; fue ms lejos, califica la libertad de prensa como un derecho
monstruoso en el sentido de que la interpretaban los tericos de la ilusin, los cuales
consideraban moral y conveniente la publicacin impune de cualquier cosa en materia
de religin.
La misma actitud aparece reflejada en Po VII, 1800-1823; en su alocucin Diu satis del
15 de mayo de 1800 y en la carta apostlica Post tam diuturnas de 1814.
Gregorio XVI, 1831-1846; en su encclica Mirari vos de 1832 y en la carta Inter
Gravsimas de 1845 denuncia a la libertad de prensa como responsable de un creciente
indiferentismo beligerante contra la fe cristiana y tambin condena que las autoridades
italianas prohibieran a ciertos sacerdotes predicar en pblico, lo cual constitua una
contradiccin flagrante, pues la libertad de expresin se entenda solo para atacar a la
iglesia.
Los malos entendidos entre la prensa y las autoridades eclesisticas llegan al colmo
cuando empiezan a difundirse traducciones de la Biblia. As, por ejemplo, Pio IX, 18461878 sale al paso de esa accin con la encclica Nostis et nobiscum de 1849, donde
seala que ya no basta hacer un uso depravado de la difusin de todo tipo de libros,
sino que lo libreros se atrevan a traducir y difundir la Biblia al margen de las normas
con graves alteraciones al texto sagrado.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
Conclusiones
IX.
Bibliografa
X.
Anexos