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t re 1 GLOBALIZAGION Unnaamiga ma esudi a vida rural de Attica central ace unos afos hizo au primera vista a una zona remo- tadonde ibaa efectuar su abajo de campo. Eda que legé la invtaron a una cava local para pase a velada, Esperabaaveriguar alo sabre los entretenimientos ta Alionales de esta comunidad aidada. En verde ello se enconté con un pase de insta seoen vdeo. Lape cla, en aquel momenta, no aban legado alos cnes deLondres “Anéedots como fla een alg sobre nuestro mun- do. Yno son trivialesNo eas cuestin de que a gen- te ada parafernalia moderna —videos, sparatos de teevsgn, ordenadores personals, ete a sus vidas Vivimos en un mundo de ransformaciones que alectan casi a cualquier aspeco de o que hacemos. Para bien 0 ara mal nos vemos propulsids a un orden global que nadie comprende del odo, pero que hace que todos in ‘amos cfecion Puede que globlizacién no sea una palabra partic Jarmenteatractivaoelegante, Pero absolutamenten die que quiera entender nuesrasperspectvas en este ry fin de siglo puede ignorarla. Viajo mucho para hablar ea el extranjero. No hay un solo pais en el que la globalize ign no esté siendo exhaustivamente discutida. En Fran- ciala palabra es mondialisation. En Espatia y América La- na, globalizacion. Los alemanes dicen Glbalisirung. ‘La difusign global del término testimonta las mismes tendencias a las que se refiere, Todo guri de los mego- ios habla de ello, Ningiin discarso politico esti comple- to sin una referencia a él. A finales de los aos ochenta, sin embargo, la palabra apenas se utlizaba, ni en la lite- ratura académica ni en ellenguajecotidiano. Ha pasado de ningéin lugar aestarcasien todas partes. ‘Dada su repentina popularidad, no deberia sorpren- dernos que el significado del concepto no esté siempre claro o que se haya desencadenado una reaccién inte- lectual contra él, La globalizaci6n tiene algo que ver con Ia tesis de que todos vivimos ahora en un mismo ‘mundo —pero zde qué formas exactamente? 2¥sla idea realmente vilida?—. Diferentes pensadores han adop- tado posturas completamente opuestas sobre la global- zacin en los debates surgidosen los tltimosaios. Algu- nos se resisten a ella en bloque. Los llamo los eseépticos Segiin los escépticos, toda la palabrerfa sobre la glo- balizacin se queda en eso, en mera palabrerfa. Sean couales sean sus beneficios, sus desafios y tormentos, ia ‘economfa globalizada no es especialmente diferente de la que existia en periodos anteriores. EI mundo funcio- ‘na de forma bastante parecida a como lo ha hecho dix rante muchos ios. ‘La mayorfa de los paises, afirman los eseépticos, ga nan sélo una pequefia parte de su renta con el comer cio exterior, Ademés, buena parte del intercambio eco- — némico se da entre regiones, en lugar de ser verdadera- ‘mente mundial. Los paises de la Unién Europea, por «ejemplo, comercian principalmente entre ellos. Lo mis smo se puede decir de los otros grandes bloques comer ciales, como la costa pacifica de Asia o Norteamérica. ‘Otros toman una postura muy diferente, Los deno- ‘minaré radicales, Los radicales afirman que no sélo la globalizacién es muy real, sino que sus consecuencias pueden verse en todas partes. El mercado global, dicen, testi mucho més desarrollado incluso que en losafiosse- ‘sentayysetenta, yes ajeno a las fronterasnacionales. Los Estados han perdido gran parte de la soberania que tu vieron, y los politicos mucha de su capacidad para i ‘Buir en los acontecimientos. No es sorprendente que nadie respete yaa ls lideres politicos, o que nadie ten- ga mucho interés en lo que tienen que decir. La era del Estadonacién ha terminado. Los Estados, como dice el cscritr financiero japonés Kenichi Ohmae, se han con vertido en meras “ficciones”. Autores como Ohmae ven Jas dificultades econémicas de la criss asitica de 1998 como ejemplo de la realidad de la globalizacién, aun- aque vista desde su lado destructivo. Losescépticos ienden a situarse en laizquierda poli- tica, especialmente en la viejaizquierda. Pues sitodoesto es, exencialmente, un mito, los gobiernos pueden con- ttolar todavia la vida econémica y el Estado del bienes- tar permanecer intacto. La idea de globalizacién, segtin los escépticos, es una ideologia propagada por librecam- bistas que quieren desmantelar los sistemas de bienes- tary recortar los gastos statales. Lo ocurrido es, como ‘mucho, una vuelta alo que el mundo era hace un siglo. ‘A finales del siglo xrx habia ya una economia mundial a abierta, con un gran volumen de comercio, incluido el trafico de eapitales, ‘Ybien, zquién tiene raz6n en este debate? Creo que losradicales. EInivel de comercio mundial es hoy mucho ‘mayor de To que ha sido jams y abarca un espectro mu ‘cho mésamplio de bienes,y servicios. Pero la mayor dife- rencia esti en el nivel de fiujos inancieros y de capitales ‘Ajustada como esta al dinero electr6nico —dinero que existe sélo como digitos en ordenadores—, la economia ‘mundial de hoy no tiene paralelo en épocas anteriores. En la nueva economfa electrénica global gestores de fondos, bancos, empresas, al igual que millones de in versores individuales, pueden transferir cantidades enor ‘mes de capital de un lado del mundo a otro con el bo- tn den ratén. Al hacerlo pueden desestabiliza lo que podian parecer economias solidas y a prueba de bom- ‘ba, como sucedis en Asia. Elvolumen de transacciones econémicas mundiales se mide normalmente en délares estadounidenses. Para la mayorfa de la gente un millén de délares es mucho dinero. Medido como fajo de billetes de cien délares, abultarfa 50 centimetros. Cien millones de délares lle- garian mis alto que la catedral de San Publo de Lon- des. Mil millones de délares medirian casi 200 kiléme- ‘10s, 20 veces mis que el monte Everest. Sin embargo, se maneja mucho ms de mil millones de délares cada dia en los mercados mundiales de cap tales. Significa un aumento masivo destle solo finales de los afios ochenta, por no referimnos a un pasado mas le Jano. El valor del dinero que podamos tener en nues- ‘tos bolsillos o nuestras cuentas bancarias cambia por ‘momentos segin as fluctuaciones de estos mereados, @ Por tanto, no vacilariaen decir que la globalizaci6n, tal como la experimentamos, es en muchos aspectos no s6lo nueva, sino revolucionaria. Pero no creo que ni los cescépticos ni los radicales hayan comprendido adecua-

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