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CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DEL

SER HUMANO
CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DEL SER HUMANO

EL IDEALISMO: Origen e importancia de la concepción idealista

Una de las formas que más ha influido e influye en el comportamiento de los

seres humanos es la concepción idealista de la realidad y del ser humano.

Popularmente denominamos idealistas a aquellas personas que toman

decisiones y se comportan de acuerdo

a unos ideales. Este sería el idealista

ético o político que considera que la

realidad puede y tiene que mejorarse

de acuerdo a unas ideas que

cambiarían el mundo, arreglarían los

problemas y solucionarían los

conflictos. Al idealismo se opondría el

pragmatismo, que considera que las

necesidades y obligaciones del

“mundo real” siempre acaban

imponiéndose y que tratar de transformar el mundo es propio de los jóvenes

sin experiencia y de personas ingenuas. Cualquier intento de mejorar o

transformar la realidad está condenado al fracaso porque los ideales son

solo un invento, una ficción de la imaginación. Ahora bien, ¿tienen razón los

pragmáticos? ¿Es infantil, ingenuo, o inútil tratar de mejorar el mundo que

nos rodea porque, como afirman los cínicos “cada vez que alguien intenta

cambiar el mundo, el mundo acaba cambiándole a él”? Para da respuesta a


esta pregunta tendremos que analizar la concepción idealista de la realidad

y del ser humano.

Concepción idealista de la realidad:

El idealismo es una concepción filosófica que parte de la constatación de que

la realidad es compleja. Pensar que la realidad es simple y evidente como

piensan los pragmáticos sería engañarnos a nosotros mismos: solo si nos

quedamos en la superficie o en las apariencia de la cosas podemos creer que

sabemos como son. A simple vista solo se capta lo exterior, lo aparente

mientras que la verdadera realidad no se puede captar a simple vista sino

que es necesario aplicar la inteligencia. Cuando un pragmático nos dice que

hay que adaptarse a la realidad se le podría preguntar ¿qué es la realidad?

Mediante la inteligencia generamos ideas que nos permiten distinguir entre

lo que es aparente de lo que es superficial. Las ideas tienen esa capacidad

porque nos obligan a ser racionales, es decir, a ser coherentes y

consecuentes con lo que pensamos. Por ejemplo, cuando tenemos una idea de

lo que es la amistad podemos distinguir cuando las personas que nos rodean

se comportan como verdaderos amigos o sólo son simples conocidos ya que el

verdadero amigo se comportará de acuerdo a la idea que tenemos de

amistad. En términos filosóficos las ideas nos permiten acceder a la esencia


de las cosas, es decir, a aquello que es fundamental de las cosas. Por tanto,

gracias a la idea descubriremos que resulta superficial o accidental en esa

cosa ya que todo lo que no resulta esencial es algo de lo que podemos

prescindir. En ejemplo anterior, la idea que tenemos de amistad nos permite

saber quiénes son nuestros amigos y quienes son simples conocidos porque

de estos últimos podemos prescindir sin que se alteren fundamentalmente

nuestras relaciones. Por su parte, lo esencial, es aquello que si no existe esa

realidad sería radicalmente diferente. En términos filosóficos la esencia es

su definición fundamental. Por ejemplo, el oro es un metal maleable con una

masa atómica de 196,9665 (uma), es su

definición esencial, el que se presente con

el color amarillo, en forma de pepita, como

pulsera, moneda o sea considerado el

símbolo de la riqueza es algo accidental o

superficial.

Para el idealismo, por tanto, la esencia no es algo superficial, no se capta a

simple vista sino que es necesario indagar, analizar y estudiar la realidad

para poder captar la naturaleza profunda de la realidad. ¿Por qué esto es

así? Algunos idealistas piensan que la información que nos proporcionan los

sentidos es insuficiente y que la inteligencia nos puede proporcionar una

visión más acertada de cómo es y cómo funciona la realidad. Es lo que se

conoce como idealismo subjetivo: la verdad es posible si el sujeto hace el

esfuerzo de descubrirla. Esta forma de idealismo se encuentra con un

problema fundamental: ¿Cómo podemos estar seguros de que hemos

alcanzado la verdad? Un problema teórico que tendría su correspondencia

en la práctica cuando nos planteáramos si los idealistas realmente quieren


mejorar la realidad o solo imponer su manera de ver las cosas a los demás.

De ahí que la forma más común de idealismo sea el que se conoce como

idealismo objetivo o idealismo absoluto: captamos la realidad con la

inteligencia porque la realidad es esencialmente inteligente, es decir,

espiritual. La auténtica esencia de la realidad es el ideal. Esta manera de

concebir la realidad se ha mantenido con mayor o menor éxito a lo largo de

la historia de la humanidad (el romanticismo, las épocas revolucionarias, en

el impulso colonizador de América, etc.) pero si queremos entenderlo

correctamente tenemos que ir su génesis, a su formulación filosófica

original; el idealismo de Platón.

La realidad de las Ideas: Platón

Para Platón las Ideas son la auténtica realidad. Cuando están en nuestra

inteligencia las llamamos ideas pero en la realidad son las formas. Una idea

es una forma, la estructura, la organización de algo. Por ejemplo, la idea de

la mesa es la forma cómo han de ensamblarse los distintos elementos (patas,

tornillos, tapa, etc.) para que la mesa sea realmente una mesa y no cualquier

otra cosa. Para Platón la Idea o la Forma es la esencia de la realidad. Todo lo

demás, todo lo que no sea ideal o formal es secundario o directamente

inexistente. Así lo importante de la mesa es que exista un proyecto un

diseño que nos permita hacerla, todo lo demás, si es de plástico o madera, si

es más o menos pesada o de un color u otro deja de tener importancia. Por

tanto la realidad auténtica, la realidad real es la realidad que nos muestra la

inteligencia (realidad inteligible) mientras que la realidad que nos muestran

los sentidos, (la realidad sensible) es solo aparentemente real. Esta

concepción platónica de que existe la realidad real, que es la que se capta

por la inteligencia es decir, es espiritual y la realidad sensible, que es solo


aparente y superficial es común a todos los idealismos. De hecho el

idealismo, tanto el platónico como sus derivados, ha defendiendo el

dualismo, es decir, la teoría según la cual la realidad verdadera la espiritual

es radicalmente diferente de la material. Esto se explica porque la

auténtica realidad es esencialmente espiritual. Esto significa que no está

sometida a las circunstancias corrientes: el tiempo, el espacio, la materia.

Por ejemplo, desde el punto de vista de los idealistas, la humanidad es igual

en todos los tiempos lugares y sociedades por eso los derechos humanos

tienen que ser universales independientemente de las sociedades en la que

se estén aplicando. La ideas, como las de humanidad, derecho, justicia o

belleza no son materiales sino que trascienden la materia. Son

trascendentes. Al trascender las ideas están por encima de tiempo y

espacio por eso son universales y eternas. En consecuencia, para el idealismo

platónico existe una realidad aparente y una realidad real. Esta realidad

real está formada por las esencias ideales de las cosas que han existido y

existirán para siempre en todo lugar puesto que se hallan por encima,

trascendiendo por encima de todo lo material. Si la verdadera realidad es

trascendente y los seres humanos podemos ser capaces de captar la

realidad la consecuencia que los seres humanos podemos elevarnos por

encima de las circunstancias concretas para captar la auténtica realidad. El

ser humano como la realidad también está dividido en una existencia dual.

Para el idealismo somos un compuesto de materia y espíritu, de cuerpo y

alma que conviven en continuo conflicto. El cuerpo pertenece al mundo de lo

sensible, está hecho de materia por lo que su condición es el cambio: nace,

se transforma, perece. La auténtica realidad de una persona, su esencia, es

el alma. El alma es inmaterial y, por tanto, no está sometida a la cambio: es

eterna y siempre igual aunque todo le que le rodea esté cambiando. El alma

inmaterial se haya prisionera del cuerpo que tiene sus propias necesidades y
deseos. Por eso el ser humano se encuentra dividido, escindido entre las

necesidades del cuerpo y los proyectos y aspiraciones del alma. En ocasiones

el alma se deja llevar por los impulsos del cuerpo, en otros momentos somos

capaces de sobreponernos a las necesidades corporales y se deja guiar por

la inteligencia del alma. Cuando el ser humano sigue su inteligencia y supera

el mentiroso mundo superficial entonces nos ponemos en contacto con

nuestra auténtica personalidad. Sin embargo superar las exigencias del

cuerpo no es fácil y requiere disciplina, esfuerzo y, sobre todo, educación.

La educación es un proceso de autosuperación en el que mejoramos nuestra

inteligencia para ser capaces de descubrir la verdadera esencia de la

realidad. Pero como estamos divididos o influidos por las pasiones del cuerpo

la educación requiere de la ayuda de los demás. La sociedad entera ha de

colaborar para que las personas puedan alcanzar todas sus potencialidades.

Las leyes, el Estado ha de organizarse con un objetivo prioritariamente

educativo. Por eso han de ser los sabios, los filósofos quienes han de dirigir

los asuntos del estado para que las personas puedan alcanzar la felicidad.
EL PENSAMIENTO RELIGIOSO: La concepción religiosa de la

realidad

La concepción religiosa del mundo ha ejercido y aún ejerce una enorme

influencia en la sociedad actual. De hecho existen una enorme cantidad de

religiones en el mundo aunque son tres de ellas las que mantienen una

enorme ascendiente sobre el pensamiento occidental. Estas religiones son el

cristianismo, el islamismo y el judaísmo. Las tres concepciones religiosas

mencionadas tienen una forma de entender la realidad y al ser humano de

una forma similar. De hecho el

elemento en común es una

concepción idealista similar a la

que elabora Platón.

Coinciden con el idealismo

platónico al establecer que la

autentica realidad es la

realidad espiritual mientras que

la realidad material no solo es

superficial sino también

perjudicial para el alma humana. La diferencia con el platonismo es que estas

religiones entienden que la realidad real, es decir, la esencia espiritual de la

realidad no solo es trascendente como proponía Platón sino sobrenatural.

Esto es debido a que entienden que el origen y el sustento del mundo se

halla en la acción de un ser supremo (Dios, Iahvé, Allah) que ha creado al

mundo en un determinado momento de la Historia. Esta idea de ser creador

tiene unas consecuencias que modifican la concepción idealista original En

primer lugar al entender que la realidad no existe desde siempre sino que ha

sido creada proporciona al pensamiento religioso una ventaja sobre el


idealismo Platónico. Para el idealismo la realidad es de una manera

determinada sin más explicación. En cambio para el pensamiento religioso,

Dios ha creado el Universo con un sentido, con un propósito aunque tal

propósito se nos escape a nuestra limitada inteligencia. Aunque los seres

humanos no podamos soportar el mal, el dolor o la muerte sabemos que estas

desgracias forman parte de un plan divino que hace que la vida tenga

esperanza. La esperanza de que Dios, finalmente, nos revele el sentido de la

creación. En segundo lugar, si el mundo ha sido creado por Dios, todo lo que

existe depende absolutamente de su voluntad. La realidad no solo ha sido

creada sino que depende para seguir existiendo de la voluntad (la gracia)

divina. Todo lo que ocurre, ha ocurrido y ocurrirá es debido a la intervención

directa de Dios en el mundo. En consecuencia, todas las criaturas

dependemos de Dios para seguir existiendo. Nuestra dependencia de Dios

es tan grande que se entiende que todo lo que existe incluido nuestra propia

vida está en manos de Dios y sólo él es imprescindible. Finalmente, si el

origen de todo es sobrenatural, la explicación de la realidad sobrepasa

nuestras capacidades. Solamente mediante la fe podemos llegar a

acercarnos a la auténtica verdad del mundo. La fe ha de estar siempre por

encima de cualquier intento de racionalización Las religiones que desarrollan

esta concepción de la realidad (hay un propósito divino; dependemos de la

voluntad de Dios; la voluntad no se racionaliza porque depende de la fe)

surgieron en momentos de la Historia de grandes incertidumbres y peligros.

Pretendían ofrecer una seguridad sobre la existencia humana antes que una

explicación racional sobre cómo funciona el universo. Por eso, antes que la

concepción de la realidad (que puede ser más o menos discutible) es más

importante en las religiones la concepción que ofrecen sobre el origen, la

naturaleza y el sentido de la existencia humana.


Para empezar Dios ha creado a todos los seres humanos. En consecuencia,

todos los seres humanos tenemos que comportarnos como hijos de un mismo

padre, es decir, como hermanos. Esto supone, por un lado, que todos los

seres humanos, a los ojos de Dios, somos, esencialmente, iguales. Por otra

parte, los creyentes de esa religión crean una hermandad o fraternidad que

convierte a sus miembros en una familia o comunidad (“Ekklesía” en griego,

“Umma” en árabe) También, lo mismo que ocurría con el idealismo platónico,

los pensadores religiosos entienden que el ser humano tiene una naturaleza

dual. Por un lado han sido creados con un cuerpo pero Dios ha dotado a ese

cuerpo con un alma que se encuentra

oculta, escondida en el interior del

cuerpo. Con el pensamiento religioso

se produce una búsqueda de la

verdad interior. Al mirar en nuestro

interior nos encontraremos con

verdades y principios morales que

resultan tan evidentes y universales,

tan perfectos que solo podemos

pensar que ha sido el propio Dios

quien los ha colocado ahí. Por ejemplo, hay muchas ocasiones en las que

tenemos que tomar una decisión que no tenemos muy clara. Si queremos

resolverla tendremos que echar mano a aquellos principios que dirigen

nuestra conducta o, en otras palabras, a descubrir qué estaríamos

dispuestos a hacer o no hacer aunque la ganancia material fuera inmensa.

Así descubriríamos que el matar, robar o mentir son acciones que no

estaríamos dispuestos a cometer. Por eso, al tratar de conocernos a

nosotros mismos descubriríamos nuestros límites y los principios morales

universales. Ahora bien, aunque Dios ha puesto en nuestro interior las


verdades y los principios morales no todo el mundo está dispuesto a

reconocerlos y, mucho menos, a seguirlos. Aunque somos capaces de conocer

y actuar de acuerdo al Bien, Dios ha creado al ser humano con la capacidad

de elegir libremente. Es decir, puede elegir el mal y, por tanto, puede pecar.

El pecado es la elección consciente y libre del mal por parte del ser humano,

nos descubre como unas criaturas que han caído en desgracia. Mientras que

el resto de la creación vive en armonía con la naturaleza, los seres humanos

nos estamos en un continuo conflicto con nuestros semejantes y con lo que

nos rodea. Esto es debido a que tenemos que entendernos como seres

caídos, como criaturas que se han alejado de Dios y que solo mediante la

intervención divina, podemos alcanzar el perdón y la salvación. Precisamente

la intervención de Dios para salvar al ser humano introduce en la concepción

del ser humano un elemento radicalmente nuevo: la intervención de

salvadora de Dios, nuestra especie no sea una más dentro de los seres

naturales. No formamos parte de la naturaleza porque la intervención de

Dios nos da un origen y un destino sobrenatural. Destino que queda

confirmado por la intervención de un ser salvador enviado por Dios (el

Mesías judío, el Jesús del cristianismo, el profeta Mahoma.)

EL MECANICISMO: Concepción mecanicista de la realidad

El pensamiento religioso imperante en la Europa medieval había establecido

muy claramente que los seres humanos tienen un origen y un destino

sobrenatural. Por tanto tratar de comprender el alma humana o los

designios divinos quedaban fuera del alcance de la razón y eran objeto de la

fe o de la teología. Sin embargo la razón humana puede tratar de entender

una realidad que sí está a su alcance, la realidad natural, la naturaleza.


Ahora bien, si intentamos comprender la naturaleza nos encontramos con el

problema señalado por el idealismo: al tratar de conocer la realidad solo por

los sentidos solo podemos tener acceso a un conocimiento parcial o

superficial de la realidad.

Los científicos del Renacimiento aceptaban este inconveniente pero también

pensaban que aunque fuera superficial o incompleto siempre será mejor

tener algún conocimiento de la

naturaleza que no tener ninguno. Esto

es lo que se conoce como naturalismo,

es decir, la idea de que la realidad

natural o material tiene aunque no

sea tan importante como la realidad

espiritual merece la pena ser tomada

en cuenta e investigada. Ahora bien,

la investigación de la naturaleza no

puede hacerse de cualquier forma. La

única garantía de que nuestro

conocimiento puede ser valioso es si

intentamos que sea lo más exacto y

preciso posible. La nueva ciencia que

empieza a desarrollarse en Europa

tendrá como característica principal el que para garantizar la validez de los

resultados todos debían someterse a demostraciones matemáticas. En

palabras de Galileo “la naturaleza es un gran libro escrito en lenguaje

matemático” corresponde a los científicos traducir ese libro para desvelar

sus secretos. Ahora bien, para aplicar las matemáticas a la naturaleza

tenemos que cambiar completamente nuestra concepción del mundo natural.


Esta nueva concepción es como mecanicismo y tendría las siguientes

características principales. Reduccionismo. Para empezar la naturaleza es

una realidad compleja en el que existen animales, piedras, seres humanos,

vientos o enfermedades. Si queremos investigarla mediante la aplicación de

métodos matemáticos no nos queda más remedio que simplificar esa

complejidad y eliminar de nuestras investigaciones todo aquello que no se

pueda convertir en matemático. No es que los sentimientos, los colores o las

demás cualidades del mundo no existan es, simplemente, que solo pueden

convertirse en objeto de estudio científico si se pueden medir o se pueden

cuantificar de alguna manera. Por tanto, la nueva ciencia exige la reducción

de lo natural a lo cuantitativo. Determinismo. Si la naturaleza es reducida a

número, todo lo que sucede puede averiguarse con un cálculo matemático.

Por ejemplo, podríamos saber cuando se produce un eclipse de sol a partir

del cálculo del recorrido de la tierra. En consecuencia, nada se produce por

casualidad sino que todo está determinado o establecido de acuerdo con los

resultados matemáticos. Si algo no ocurre según lo previsto será debido a

un fallo en los datos o en la capacidad del científico. Mecanicismo. La idea

que da nombre a esta concepción es la consecuencia de la aplicación de estas

dos características anteriores. Si el mundo se puede explicar en términos

puramente cuantitativos con total certeza o determinación esto significa

que podemos imaginar que la naturaleza es una enorme máquina en la que

todo funciona a base de cuerpos que empujan, golpean o tiran de otros

cuerpos. De acuerdo con esta visión mecanicista se impone una imagen del

mundo en el que cada cuerpo es como una pieza de una gran maquinaria que

se mueve como consecuencia el movimiento de otros cuerpos, movimiento

que no tiene ningún tipo de propósito intención o sentido (o, al menos, si

existe lo desconocemos). Los científicos de la época se dedicaban

fundamentalmente a resolver problemas concretos sin plantearse los


importantes cambios que sobre la concepción de la naturaleza produciría

estos nuevos descubrimientos. No sería hasta que René Descartes

(“Cartesio” en latín, la lengua culta de la época) elabora su famoso “Discurso

del Método” que la aplicación del cálculo matemático a la naturaleza se

mostraría en sus auténticas consecuencias. Según Descartes la única

certeza que se puede tener con total seguridad es la de mi propio

pensamiento (“pienso, luego existo”). Todo lo demás, es decir, el mundo e

incluso Dios sólo puede ser verdadero si se puede demostrar de manera

racional, lógica o matemática su existencia. Con los seres humanos pasaría

exactamente igual. El cuerpo

humano sería una realidad

matemática como cualquier otro

mecanismo del mundo. Una

máquina compleja en la que

huesos, nervios, músculos etc.

Funcionan como palancas, cuerdas

engranajes, etc. Dentro del

cuerpo residiría el alma cuya

existencia consiste en pensar y

tomar decisiones (entendimiento y voluntad) capacidades ambas que no

pueden explicarse en términos mecánicos. En realidad cuerpo y alma son dos

realidades completamente diferentes. El cuerpo es un mecanismo que está

sometido a leyes perfectamente determinadas. El alma es espiritual y tiene

la capacidad de pensar espontáneamente y de tomar decisiones libres. Esta

radical diferencia plantea dos problemas fundamentales que surgirán en el

pensamiento moderno de manera constante En primer lugar el de la

comunicación de cuerpo y alma. Si el cuerpo y el alma son dos realidades

completamente diferentes ¿cómo puede ser que el alma puede dirigir al


cuerpo? ¿No sería mejor pensar que tal esencia espiritual no existe, que es

solo una hipótesis que no se puede comprobar? La polémica sobre la

existencia o no de una realidad espiritual sería permanente siempre que se

producía un avance biológico o médico (por ejemplo, si la evolución se

producía por un mecanismo de selección natural ¿en qué momento de la

evolución de los primates se generaría el alma humana sobrenatural?) El

segundo problema tiene que ver con el pensamiento. Si cada ser humano es

un espíritu encerrado dentro del mecanismo del cuerpo. Podemos saber de la

existencia de otros cuerpos similares al nuestro y, por tanto, imaginar que

nuestros semejantes son como nosotros pero ¿lo son realmente? ¿Cuáles

pueden ser los sentimientos, las emociones la personalidad de las almas

encerradas dentro de los cuerpos? No podemos saberlo: estamos

condenados a existir de manera independiente unos de otros sin saber lo

que hay en las profundidades de las almas humanas. El misterio, la

indeterminación, la incomunicación sería la característica de los seres

humanos y también el punto de partida del movimiento romántico.

LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA. Concepción materialista de

la realidad

El materialismo es la concepción filosófica que entiende que la esencia de la

realidad es la materia. Por materia se entiende el material, es decir, aquello

que compone a una cosa, Por tanto el materialismo afirma que la esencia de

todo lo que existe se establece a partir de la materia o componentes de los

objetos. La forma, la organización o el diseño de los objetos resulta ser algo

secundario. Ahora bien, la materia sin organización es un caos sin sentido

(serian como las piezas de un puzle desmontado) y si observamos la realidad


vemos que esto no ocurre: la naturaleza muestra la realidad muestra que

sigue un orden unas leyes que la ciencia se encarga de descubrir. Sin

embargo para el materialismo, el que exista orden en el mundo no implica

que exista una inteligencia ordenadora de la materia: el orden de la materia

no existe antes que la propia materia sino que el orden, la regulación es un

resultado de la acción de la materia por autorregularse. A diferencia del

idealismo y el pensamiento religioso, el materialismo no cree necesario la

existencia de un orden eterno o ideal. Tampoco una inteligencia creadora

que ordenase la materia de acuerdo a un propósito. Para el materialismo, la

realidad es materia y la

organización una consecuencia

de la acción de la materia. La

materia, por definición, está en

continuo cambio, en evolución.

Estos cambios generan distintas

posibilidades que se

concretarían en aquellas que

proporcionaran mayor

estabilidad y la estabilidad

genera orden. Por ejemplo, desde la concepción materialista, la aparición de

la vida es una probabilidad de la evolución de la materia y la aparición de

vida inteligente no estaba a en absoluto prevista sino que era una posibilidad

entre otras muchas. Por tanto el que apareciese vida en la tierra no es el

obedece al plan de una inteligencia y mucho menos que adoptara la forma de

ser humano. Ahora bien, aunque la vida y el ser humano no estuviera previsto

en un plan divino sino que era el resultado de la evolución de la materia, una

vez que han aparecido, se han mostrado como formas de organizar la

materia especialmente estables y duraderas. Aunque a lo largo de la historia


hubo numerosos intentos de desarrollar una filosofía materialista, no será

hasta el siglo XIX en que esta concepción pueda construirse de manera

completa. Previamente el idealismo y espiritualismo imperante en la sociedad

censuraban e incluso perseguían cualquier intento de explorar la concepción

materialista por lo que los intentos de desarrollar una filosofía materialista

sólo quedaban en proyectos bastante confusos. Con el desarrollo de las

investigaciones científicas, el materialismo pudo tener el suficiente apoyo

intelectual y social para que se desarrollaran de manera integral. Una de

estas concepciones alcanzaría gran importancia tanto por lo elaborado de su

construcción como por la influencia social y política que tuvo

posteriormente: es el Materialismo Histórico de Carlos Marx.

Concepción marxista del ser humano

La filosofía marxista pretende ser, ante todo como un humanismo. El

principal interés de Marx es averiguar cuál es la explicación de la injusticia

y la pobreza en las sociedades humanas y hacerlo sin recurrir a causas

sobrenaturales o conceptos como los de pecado y castigo divino. Desde el

punto de vista de Marx, si la realidad

es, ante todo, material, el ser humano

se ha de entender en términos

materiales. Esto significa que los seres

humanos somos realidades corporales,

materiales, no una conciencia, un alma

inmortal o una máquina. Ser una realidad

corporal significa que los seres humanos

han de entenderse a partir de lo que


hacen y no desde una posible personalidad o realidad interior que establece

lo que hacemos y cómo lo hacemos. En otras palabras las personas nos

realizamos a partir de las relaciones que establecemos con el medio y las

personas que nos rodean. La conciencia, la personalidad por tanto, no es una

esencia previa y permanente sino un resultado de la acción humana de tres

formas distintas: el trabajo, la sociedad y la historia Trabajo. Las

actividades que realizamos en relación con el medio le denominamos trabajo.

A través del trabajo se modifica el medio adaptándolo a las necesidades

corporales. En este proceso de modificación del medio mediante el trabajo

el ser humano se modifica a sí mismo, es decir, se construye como persona.

Esta concepción del trabajo como forma de realización rompe con la visión

tradicional que lo consideraba una actividad inferior, una esclavitud (mundo

grecorromano) o un castigo impuesto por Dios como resultado de nuestros

pecados (tradición judeocristiana). Sociedad. El ser humano no se relaciona

solo con la naturaleza sino se encuentra con otros seres humanos. Estos

otros seres humanos se pueden convertir en competidores (puesto que

buscan los mismos recursos que nosotros) o en colaboradores (nos ayudamos

mutuamente en el trabajo). Tanto en uno como otro caso se está formando

la sociedad de la cual nosotros somos tanto el resultado como los

productores. Historia. El trabajo y la sociedad no se producen de manera

abstracta y en condiciones ideales. Ambas realidades son también

materiales y concretas. Esto quiere decir que no existe un modelo de

actividad o de sociedad ideal sino que tanto una como la otra cambian con el

tiempo. Ni el ser humano ni las sociedades permanecen estables a lo largo

del tiempo sino que se transforman de acuerdo a fuerzas y leyes sociales

similares a las que se pueden observar en la naturaleza.


Los cambios históricos

A partir de estos conceptos, Marx plantea un cambio radical en la forma

como se estaba entendiendo los cambios históricos de la Humanidad.

Habitualmente las transformaciones históricas se explican por la

intervención de políticos, reformadores religiosos, artistas o pensadores.

Sin embargo, Marx piensa que la política, la religión, la cultura o los estados

solo serían la parte superficial de una sociedad, la superestructura. El

origen de los cambios habría que encontrarlos en la infraestructura

económica y social.

Por infraestructura entiende

Marx la base material de una

sociedad. Esta base material está

formada por las fuerzas de

producción y las relaciones

económicas que se producen en

una sociedad. Fuerzas de

producción es todo aquello que

permite generar productos que

permiten la subsistencia material

de las personas: las materias primas, las herramientas, el trabajo… Estas

fuerzas de producción generan, a su vez, relaciones de producción (compra/

venta de productos, relaciones laborales, clases sociales…) en la que los

individuos entran en contacto social (competencia o colaboración). En estas

relaciones de producción existen determinados individuos que parten con

ventaja ya que han sido capaces de dominar alguno de las fuerzas

productivas (las materias, primas, las herramientas, etc.) Se constituyen así

en clases dominantes y para mantener su situación de privilegio generan una


superestructura que favorezca a sus intereses: dirigen la política, las leyes

e incluso el pensamiento mediante el control de la cultura que la sociedad va

generando. Los cambios históricos se producen por un cambio en las fuerzas

productivas (agotamiento de materias primas, descubrimiento de nuevas

tecnologías, nuevas fuentes de energía) que modifican las relaciones de

producción. Al cambiar las fuerzas productivas, las relaciones económicas

tienen que cambiar. Quienes hasta entonces controlaban la economía, las

clases dominantes, luchan por mantener su situación de privilegio aunque

inevitablemente caerán para ser sustituidas por otras. Por ejemplo, durante

el Renacimiento los nuevos sistemas de navegación y orientación hacen el

comercio más seguro por lo que el poder económico depende cada vez menos

de la posesión de la tierra y más del control del comercio. La consecuencia

será la pérdida del poder por parte de los señores feudales y su sustitución

por los burgueses.

El cambio de la clase dominante trae como consecuencia un cambio en la

superestructura política y cultural. Así el triunfo de la burguesía sobre la

nobleza lleva aparejado la eliminación de los privilegios de los nobles, la

aparición del arte Renacentista, el cristianismo protestante etc.

La injusticia social: la alienación del ser humano.

La existencia de clases dominantes se produce porque determinadas

personas tienen ventaja en las relaciones de producción. Ahora bien, si

todos somos materialmente semejantes ¿por qué existen dominantes y

dominados? Marx explica que la mayoría de las personas vivimos en un

régimen social injusto en el que estamos siendo esclavizados

económicamente por otras personas impidiéndonos desarrollarnos


libremente como personas. A esta situación la denomina Marx alienación. Por

alienación debemos entender un estado en el que los seres humanos no

podemos tomar nuestras propias decisiones porque no podemos decidir

sobre nuestra propia vida. La alienación consiste, por tanto, en la

“enajenación” (del latín “alienum” ajeno) o robo de la propia existencia. En la

sociedad moderna, la sociedad capitalista el trabajador es víctima de dos

tipos de alienación: la económica y la social que genera la alienación

ideológica. Alienación económica: se produce porque las personas tenemos

que vender nuestra fuerza de trabajo a aquellos que controlan los medios de

producción. Puesto que el trabajador no es dueño de los materiales ni las

herramientas con las que producir, no le queda más remedio que ponerse al

servicio de aquellos que se han apropiado de los medios de producción. De

esta manera nuestro tiempo, nuestro esfuerzo e inteligencia, nuestra propia

vida incluso, no nos

pertenece porque los hemos

vendido. El trabajador vive

una existencia alienada

Alienación social. Quienes

dominan los medios de

producción no solo están en

una situación privilegiada

sino que pretenden seguir

estándolo. Para ello

organizan la sociedad según

reglas que les favorecen, es

decir, las leyes, el sistema

jurídico que las elabora y el


sistema político que las hace cumplir benefician a los que poseen propiedad

de los medios. Las leyes y la política son solo herramientas en manos de los

poderosos. Esta alienación social llega hasta tal punto que el trabajador no

solamente vive en un sistema social le es extraño y desfavorable sino que la

sumisión es tal que incluso cree que esto debe ser así, que este es el orden

natural de las cosas. Es la forma más sutil de alienación, la alienación

ideológica por la que el pensamiento y el arte convencen a los trabajadores

no solo que las cosas tienen que ser así sino que intentar rebelarse contra la

injusticia sería ir en contra del orden natural de las cosas. La forma máxima

de alienación ideológica sería la religión que fomenta el conformismo de las

clases dominadas bajo la promesa de una vida futura que solo está al alcance

de aquellos que sean buenos y se aguanten con la vida que les ha tocado

soportar. La alienación es causa y consecuencia de la existencia de la

propiedad privada de los medios de producción. Ahora bien, según Marx la

alienación capitalista lleva dentro de sí las semillas de su propia destrucción

y, por tanto, la eliminación de la injusticia. Efectivamente, la lógica

capitalista obliga a la búsqueda del beneficio y la búsqueda de beneficio

implica la eliminación de la competencia. Cada vez menos manos serán dueñas

de una mayor cantidad de producción. La concentración será tan grande que

llegará un momento en que los dueños del capital llegarán a ser

prescindibles. La revolución ocurrirá cuando los trabajadores tomen el

control de los medios de producción y en consecuencia, desaparezca la

alienación y las injusticias. La superación de la alienación le permitirá al

trabajador recuperar su humanidad puesto que ya no serán definidos como

miembros de una clase social (clase dominante o clase dominada) sino solo

por el trabajo libre y consciente que realicen durante su vida.


CONCEPCIÓN EMERGENTISTA

Uno de los elementos comunes de la reflexión sobre el ser humano es el de

la explicación de la existencia de la mente, inteligencia o espíritu humano.

Como hemos visto, la mayoría de las filosofías hacen un planteamiento

dualista. Son aquellas quieren presentar el espíritu humano como una

realidad distinta a la del resto de la naturaleza, incluso, con un origen

sobrenatural. El materialismo, por su parte pretende que la personalidad

humana es un elemento más dentro de una naturaleza estrictamente

material. El dualismo tiene a su favor el que ha sido la concepción dominante

del pensamiento sobre el ser humano durante siglos ello es debido a que

permite establecer la diferencia evidente que existe entre los seres

humanos y el resto de los seres naturales. Pero los descubrimientos e

investigaciones llevados a cabo durante los siglos XIX y XX tales como la

teoría de la evolución, los avances en psiquiatría y neurología, los avances en

inteligencia artificial, etc. parecen volver insostenible la tesis de una mente

independiente del cerebro y, en general toda forma de dualismo. Esto ha

sido empleado por el materialismo para establecer que los seres humanos

somos realidad exclusivamente materiales. En esta polémica se empieza a

plantear una nueva vía de explicación del fenómeno humano. El

emergentismo parte del materialismo porque sostiene que es el sistema

nervioso central el origen de las capacidades humanas. Por decirlo en una

fórmula conocida según esta concepción “el alma está en el cerebro”. Sin

embargo, el cerebro humano no es una máquina sino un sistema complejo que

no se puede reducir a la actividad bioeléctrica de un conjunto de neuronas.

De la misma forma que al hidrógeno y el oxígeno son la condición de que

exista el agua pero no son, por sí solos, el agua, el emergentismo considera


que la actividad neuronal es condición imprescindible de la aparición de la

mente humana pero no es la mente humana.

Si la complejidad de la mente humana no se puede reducir a sus reacciones

físico-químicas, habrá que entenderla entonces como un sistema en el que la

totalidad no equivale a la suma de sus partes). La suma de los elementos que

componen al ser humano conforma una estructura compleja cuyo

comportamiento no se puede explicar por la acción de un solo órgano aislado.

La aparición de capacidades

nuevas que no estaban previstas

en la unión de las partes. Así, los

contactos sinápticos son la base

del funcionamiento cerebral,

pero este funcionamiento y los

procesos mentales que produce

no se pueden reducir a tales

contactos. El cerebro humano no

es una simple máquina o

computadora, es mucho más

complejo. De esta manera el

emergentismo se sitúa más allá

del simple materialismo aunque sin caer en la idea dualista que afirma que

somos un espíritu que controla el cuerpo. Por el contrario, el emergentismo

ha de entenderse como un monismo (de “mono”, uno o único) El monismo

emergentista es monista por reducirlo todo a la materia pero viene a

sostener que la compleja evolución de la materia ha hecho posible la

emergencia de estratos de realidad como la mente humana que no podemos

explicar, ni reducir a los niveles o estratos inferiores. En el proceso


evolutivo de la materia se han producido distintos noveles de emergencias

naturales. El nivel fisicoquímico primario es superado por la emergencia de

lo biológico, con sus propias características, y éste por la emergencia de lo

psíquico, con sus nuevas características. En cada nivel superior emergen o

surgen nuevas características.

Lo psíquico supone la emergencia final de los estratos o niveles anteriores.

En ningún caso se trata de una realidad sobrenatural sino de la emergencia

de un mayor nivel de complejidad. Los pasos de esta evolución serían: la

materia inerte de carácter fisicoquímico, lo biológico (seres vivos), el

sistema nervioso y su coronación cerebral que da paso a lo mental.

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