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a DADO BARCC Eric Wilson Asesinato en el “Canadian Express” Sta) 8 Canadian Express sale diariamente de Mon- treal, para efectuar wnt viaje transcontinental de tres dias de duracién. por la linea de ferrocarril panerémtea mas larga del mundo. En Sudbury se une con otra tren que sale de Toronto. Proviste de vagones can mtirador panoramic, de coches-cama y vagén-resiaurante, se dirige fa- ela el oeste, a través de lus ricas tierras de caltive de Ontario, atravesundo enormes Mann- ras y hordeamdo Jas inipresionantes Mentanas Roeosas de Carwalé, coronadas de mieve. en direceién a Vunciver, en la costa del Pacifico. En total, ef viaje, de 4.6 33 kilornetres, dura setenta puna horas y treinta y cinco minutes. Al mismy tiempo, otro Cani n Express sale todos los dias de Vanciver en direccion al este. Denno ae! paquete, algo hacia tic-tac Una bomba. Si. Tom estaba seguro de que se trataba de una bomba. Obvervé el envol- tario de papel en el que no habia nada escrito, y acercé su cabeza. Tic-tac. tic-tac. Asustado, Tom dirigié su vista a fa abarra- tada estacién de ferrocarril. (Qué hacer? St sritaba «june bomba!l», podia cundir el pani- co y ta gente saldria corriendo hacia las putertas, donde las mujeres y¥ los nihas morl- rian plsoteados y aplastados. Tom observé de nuevo el paquete que habia apavecida misteriosamente junto a su maleta. wi0s minutos antes. cuando fuc al servicio. Su aspects era inatensive, pero aquel ftc-tac indicaba que podria ser mortal. ‘Tom vio un hombre. con uniforme de re- 7 visor. que crucaba la estaclén. Corrié bacla éL. abriéndose paso entre la gemte que aguar- daba para subir al tren, y le sujeté por el braze. —1Por favor. sefior —dijo jadeando—, ven- Ba toseguidal Fi hombre miré a Tom con unos grandes ojos azules, aumemntadns por el grosor de las galas. ~—éQué? —dijo, evdndose una mano al sido. —1Que me ayudel —dijo Tom, temerosa de gritar que se trataba de una bomba. El hombre movié la cabeza. —No te igo, hijo. La estaciéa ex demasia- do ruidosa. E} revisor parecié perder todo Interés por Tom y se puso a escribir en unw libreta de notas. Durante un segundo, Tom pensd mar- charse y ponerse a salvo, pero, de repente. le arrehaté la Jlbreta y salié comiendo. —Eh! [JM jDiablos! —grité el hombre. Muchas caras se valvieron al verlos pasar como una flecha. Tom con su pelo rojo, y el revisor tras €l. Aquel hombre era buen corre dor. y vusi habia dado alcance a Tom cuan- de Nlegé jnnta a su malcta. £l paquete habia desaparecido. imposible! Tom levanté la maleta, buscan- do la bomba pendida. y en aquel momento llegé ef revisor y sujet6 a Tom. —iMocoso! Sc produjo una enorme confusién. El revi- sor urrancé fa libreta de notas de la mano de Tom y los curiusos se agolparon mirando. (In perro comenz6 a ladrar y Tom, de pron- to, encontré la bomba.._. En las manos de Dietmar Oban. Si, el rival de Tort sujetaba ef paqucte con una mirada 9 irénica en su rostro, al tiempo que se abria paso entre los mirones. Tom habia side enganado y comprendié gue la la vista hacia la tortilla, iclicitandose por no haberla probade aan. —-¢No tenes hambre? — preguntd el sefior Faith, Tom nego con la cubeva, + En ERILU. y Camda st comiuar come etortilly cxqpuitoln- lo que equi we agora palsanne, ef deci tuna torrilia won guisantes ¥ colts leguuibres FN. T.) ha —Entonces. {por qué malgastas el dinero, Pidiende esa tortilla? —-dijo el sefior Faith, arrugando su pequefa boca con gesto de desaprobaciéa—. $i fueses hijo mio, haria que te la comieras. ‘Tom se estremecid. compadeciende a quien tuviese por padre al sedor Palth. Miré por la ventanilla y vio que Ia Incomotora reducia ta velocidad a medida que se aproximaba a un tinel. Temeroso de que aquel hombre le hiclese algo mientras el tren estaba en el tinel, eché su sille un poco hacia atras. dispuesto a echar a correr si fuera necesario. —jOtro tinel, no! —dijo ef sefor Faith cuando el tren entré en la oscuridad y se encendicron las luces del vag6n-restauran- te—. Esto es insoportable. El tren continué reduciendo ta velocidad lo que aumenté6 ct noecryiosismo de Tom Durante un momento horrible pensé que, a to mejor. también el conductor era cémplice: pero reconocié que equello cra wna twnleria. Sin embargo. respiré aliviade al salir a la Inx del sol. —Témate la tortilla antes de que se te enfrie —#ijo cl sefior Falth—. No puedes desperdiciarla. Tom se sintié atrapado. No podia comerse la tortilla envenenada, pero tampoco debia levantar las sospechas de aquel hambre. Cogit com lentitud el cuchille y el renedor, los dejé de nuevo 9 cogié el vaso de agua. -—JNo vonocs niagin chiste? —dija, espe- cando desviar la atencién de aquel hombre de Je tortilla. —fl vervicio de ferrocerrtles ya un chiste ~-dijo el seftor Paith, mtrando por ia ventanilla justo en el mamenio en que el tren eniraba eo otro tinel. Cuando se encen- dieron las laces, levantd Ja mano y llamé con los dedos, —Venga aqui. por favor —dijo Hamandc a alguien. ‘Yom se volvié y divis6 a wn muzo que iba a senturse a comer a Ia mesa destinada a los empleados. Atendiendo la lamada del se@or Faith, se acercé. —2Qué desea, senor? —dijo. Por qué va tan despacio el tren? —kstan efectuarslo unas rcparaclones en los taneles, sefior, y hay peligro de despren- dimiento de recas. —iQué fastidie! —EL sefior Faith retiré el pura de ta camisa y golped ligeramente el Viz cristal de su, reloj—. Nog retrasamys primero con ese condenado asesinalo, y whora mas retrase. [Tengo que estar én Vanciver lo més pronto posible! —Si. sefior —thije e} mozo, llevandose una mano a ls gorra:-. Pues nada, le diré al conductor que pedalce mas fuerte. —1Vaya descaro! —lijo ef senor Fuith at mwozn, enrojeciendo-—. iPuedo hacer que la despidant ~-Si. sefur. {Puedo almorzar, mientras tanto? El scitor Faith miré al mozo mientras se retraba. v Luggo al plate de Torn. -=Ya veo que se ha comide la tortilla. . Fstaba exquisita. --Hso esta mejor —diiu el sefior Faith, con el rostre alge mas relajado—-. Como aunca ho dinero, me uelesta que se despordicic alzo. A ‘Tum se le eslaban queniando las pier- Rehé un vistaze hack abajo, a la tortille que tenia en las piernas. sobre ura scrvilleta donde la babies puesto durante la discusidn def sefior Faith con el mozo. Sin apartar la vista de aquel hombre, envaivid Ja tortilla con la servilleta de lino ¥ la dejé caer al suelo. its Pasado el peligro. volvié Tom al ataque. —2Por qué adia usted a Richard Saks? —pregunid, y esperé la respuesta del sefior Faith, -—iGh, mire! -—dijo éste sefalando w mravés de la ventanilla— Mire qué maravilla. Tom vio. Junlo a un camine, un riv en cuyas verdes aguas se reflejaban los drboles que bordeaban la orilla. Un pescador. con botas basta la cedera, estaba metido en el rio y lanzaba la cafia bacia una poza de aguas. profundas y frlas. ~—Necesitabu dinero —dijo el sefor Faith—, por lo que ful a pedir un crédito al banca del que era director Richard Saks. No me quiso atender. —Por qué? — Dijo que exa demasiado riesgo —respou- did el sefior Paith—. y que si necesilaba dinero debia conseguir primero un trabajo. — No Lene usted trabajo? —No tengo un trabajo normal. como con ducir un aulebds o sacar muelas. —El sefior Raith hizo una pausa y bebié un poco de agna—. Trabajo por mi cuenta y sélo cousi go dinero de vez en cuando. Por éso necest- taba el préstamo. tla La evidencia era cada vex mas clara. Todo le que decia cl senor Faith demostraba que era un chantajista cou un buen motive para querer yengarse de Richard Saks. Tan sdlu faltaba saber ef contenido del maletin. —Richard Saks c3 un canalla -—prosiguié et sefior Faith—, Por sui culpa fue a la carcel una persona inucente. —éQué pass? —Hace unos afos désaparecté algun dine- ro de su banco, lo que quiere decir que fue robade por alguien que crabajaba alli. La policia sospeché de Richard Saks, pero en el juicio salieron. a relucic muchas cosas que hicieron recaer las culpas sobre una cajera. A ella la metieron en la carcel y Richard Saks quedé libre. Pero mucha gente piensa que fue 41, —-/Hnbo alguna prueba de ello? —No. pero era ta tipica jugada sucia que un jefe es capaz de preparar. —La tension habia vuelto al restro del sefior Faluh. que tenia contraida la piel de alrededor de los ojos y de la boca—. No bay que farse aunca de un hombre que tlene una mujer guapa. —En fin —itijo Tom tranquilamente—. ya a9 la Gene. Ws ~—Esu es verdad -—dyo el hombre del ma- letin~-. ¥ no pueda docir que la sienta. Alguien se acercabu. Tom levanté la vista y vio al mozo, con la gorra en la mane. —Perdone, schor —dijo al sefior Fsith , pero debe saber que pararemos quince minu- tos ea el pueblo al que estamos legando. Stento la molestia, pero la Jocumotora dehe aprovisionarse de gasdlea. ——¥a sé cme funcionan estas locomolo- ras —~dijo el sefior Faith con acritud—. En todo casu. me vendra bien bajar a dar un ‘paseo, lejos de mozos descarados. —Lé con usted —dijo Tom, levantandose. —Prefiero ir solo. —Fl sefior Falth se {empté deticadamente la boca con la serville- ta. cogié el muletin de su regazo y se puso en pie—. Adiés, muchacha. EJ seior Faith dej6 dinero sobre fa mesa y se marché. con la cadena sujeta siempre a su mutieca. Tom conté répidamente el dine- ro necesario para pagar la tortilla y salié tras el sehor Faith. Lo encontré en el descansilla que habia entre el vagén-restaurante y el primer coche cana, especando a que se detuviera el tren. fi estrépito y las chirridos de las roedas 6 impedian hablar. por lo que ‘Tom sonrid al setior Faith y se puso a mirar por Ja ventanilly, El tren se detuvo en una pequefia estacion de ladrillos rojas. Dermot, el moza joven. abrié Ia puerta, retiré la rejilla metalica que cubria los escalones, y descendté al anden. —iQuince minutes de parada! —grits, al Hermpo que el sefer Faith bajaba répidamen- te dei tren. Tom alcanzé al sefor del muletin en el andén y anduvo a su pasa, —éQué tal? -—dijo aleyremente—. ¢Verdad que et aice de las ruontufias buele bien? Ninguna. respuesia. —IRh, mire esos picost —dijo Tom, seiia- Jando las cumbres nevadas que beillaban en impto—. :Mo te gustacie subic hasta Rt seftor Faith hizo wu giro répidy nacia le iaquierda, salié del andéa, se metié entre dos coches que habia en ef aparcamiente do ia estacién y apresuré el paso. A Tora le villd a contraplé. pero eché a correr tras el hombre ¥ le aleanzé cuando entraba en unu calle de viefas casas de madera —¢Por qué va usted a Vanctiver? —pre- gunté Tom. ny HL scitor Faith se detuve y miré a Tom. Se produjo una larga pausa, en la que séle se gia el chirrido de un columpio en un jardin cerceno, y luego af vefor Paith sacé una moneda del bolsilio. — Por qué no va a tornarse un refresco? dijo. ofreciéndole le moneda. —Graclas. pero aqui no veo ningdn café. El sefior Faith se volvié impaciente, mlran- do Ia calle arriba y abajo. —Altil —dljo triunfatmenie, sefialando hacia un viejo edificio con un parpadeante anuncto de nedr, que decia Care. —Tiene un aspecto horrible dijo Tom, mirando al café—. Me da miedo tr solo. Vamos —dijo el sefior Faith, tomando a Tom por el brazo—. Le compraré an refresco y asi me dejaré en paz. Tom no estaba dispucste a dejarlo en paz, aunque no dijo pada. Pegdndose como una lapa af sefior Paith, estaha sometiéndole, deliberadamente. a una presién menta? que, posiblemente, le harfa saltar en el momento menos peasado. Si el hombre del maletin cometia algin errar. a lo mejor. podria con- segulr Tom la prueba definitiva, HI sefior Faith abrié la puerta del café y lia sé cncantraren dentro de una habitacion escura que olia u comida rancta. ‘Yom parpa- ded, tratante de ajusiar sus ojos 4 la oscuri- dad, y vie una camarera que lfevaba e? uniforme muy sucia. —{Del trea? . - prepunté--. éQué desean? —Cn refresco para este Javen -dijo el sefior Faith—; para mi on cefé, si esta calien- te y es de hoy, [a mujer mir6 con enfado al sefor Faith y se volvié para abrir un véntanuco que daba ala cocina, —iUn refresco y un calét ---grite. y¥ volvié a cerrar. El sedior Faith se sents junto al mostrador, cofocando el maletin en su tegazo. Tom se senté en un taburete. Su acompaiiunte tome una servilleta de papel y Impié con cuidado el mostrador. —?Poncmos algo de musica? —dije Tom. sefalando un tocadiscos situade en un rin- én del café, —Rock and roll —murmuré el sefioc Faith. juego se dirigis a la cumarera—: éDande estd el servicio, por faver? —Por allf —dijo la mujer, sehalanda una puerta. le Fl seihur Faith se puso de ple y desaparecié tras Ja puerta. ‘fom vio, por un instante, una cocina y un hombre con gorro de cocinero, inelinady subre el home. Se cerré la puerta. Tom dio media vuelta en el taburete y se acercé a ver los titulas de los discas. —Aqui Uene su relresco —Je Hamé la camarera—-, Témeselo répido, porque el tren va 4 salir enseguida. —Gracias —dijo Tom, sunrléndole. Su ce- fresco mguardaba en un vaso alto, sobre el mostrador, Junto a la taza de café. Pero no habia ni rastry del sefior Falth. Tom se senté, mirando nervtosamente ha- cia la puerta de la cocina. El sefior Paith no tendria tiempo de tomarse el café si no se apresuraba. Tomé wna pajita, que Introdujo ex el vaso, y st entretuvo moviendo cun ella los cubitos de hielo, mientras se preguntaba por qué tardaria tanto aque! hombre. —Bébasela —dijo la camarera—. dése prisa. @Dénde estaria el sefior Faith? Habian pasado ya casi los quince minotos y ada tenian que cegresar a la estaclén. Tom se incliné para tomurse él refrescu. pero estaba demasiadu nervioso pensando en el tren. 120 Aparté el vaso y se puso de ple. —Aboca vuelve —le dijo a la mujer. Esta senalé bacla la behide y comenzd a decir algo, zero Te abia cruzado ya la Puerta que daba 4 la cocina. Una surtén se calenteba erciea cel fuego, Uegaha musica de un transistor y el cocinero estaba fregan- do una cnorme cacerola en un fregadeco Nena de agua sucia. — Donde esta el servicio? —pregunté Tam al cucinero. Sacé éste una mano chorreando agua y sefalé hacta una puecta. Fl camino hacta el S¢rvicio estaba atestado de trapos de Linyple- za, escobas y cajas. Tom lo recorrié lo mas rapidamente que pudo y amd a la puerta. —Seiior Faith! Hemos de damas prisa. El treu est a punto de salir. Na obtuen ninguna respuesta. nor fo que me fami d= nuews, esta vex mSs fuerte. Tes segnndos caczban mient ha, haste que ro pude apug : =I pamo y abrié fz puerta. Fi s: vacio. T 21 Tox miré dentro de] cuartucha, cerré la puerta de golpe y se dirigié al cocinero. —(Adénde se ha Ido? —pregunté desespe- radamente. £] hombre ne parecié escucharle. Quité el tapén del fregadero y se quedé mirando cémo se vaciaba lentamente del agua sucia. —iPor favor! —ija Tom-—. 2Adénde se ha ido el homibre que estaba aqui? E! cocinero cogié una toailla que estaha colgada encima del fregadero y comen2 a secarse cuidadosamente tas manos, Al mis- mo tiempo. hiza un gesto con la cubera. —iPor favor! -—repitié Tom—. |Ayideme! El hombre repitié ef gesto y, esta vez, Tam se dio cuenta de que le estaba sedalando hacia wi puerta medio oculta en un rincén. Corié hacia ella. mientras oia el ruido final 123 que hacia al salir el agua del fregadero. ¥ abrié la puerta. La tna del sol le dio de leno en el rostro. Cegado, dio un traspiés. Comenzé- a distin- guir las paredes, un coche, unos drbules, y en ese momento oyd el sifbldo del tren Eché a correr. Se oyé otro silbido, como un aviso para que se apresurase. Los ojos de Tom se fueron acostumbrando a la luz del sol, pero win Je escocian mientras corria por la sucia calle que [evaba a la estacién. Dos mojeres hablaban. riéndose, a la puer- ta de wia casa, sin sospechar el apuro del muchuche que pas corriendo junto a elas, \Habia sido engafiado no séle para que per- diera el tren, sino para gue no stguiese tnvestigando sobre el asesinato! Incapaz de ereer lo que habia sucedido, cruz6 corriendo el aparcamiento de la estactén. al mismo tiempo que se oia el pitido final de? tren. EL mmo viejo estaba en la portezuela det cuche cama, haciéndole sefias con ta mano. ~-Vamos, hombre! —grité—, (Mueva esos Pies! Con Je respiracién entrecortada, Tom tcrumpié en el andén, tropezando. y Megé ul coche cuma, Vio que el mozo hacia une sena 124 hacia la tocomotora, y Inego Ie ayudé a subir. El tren se puso en marcha. —Ya era hora —dljo él mozo—. He teuido que cetresar un poco la saltda del tren. —Cracias —jaded Tom, agarriindose con fuerza a! pasamauies, mientras aspiraha aire en sus pulmones. —tQué le he pasado? —le pregunté ef mom—. El sefor Faith sme dijo que estaba usted tomande un cafe, o alyo asi, —2Fsté él en ef trea? —Clere que si. Menos mal que ha llegado usted a tiempo. Si [lega a perder el ren, me hoblera perdide una buena propina. Tom sonrié af muzo, sintiéndose felix de saber que habia wna persona en el tren en La que podia confiar. “Donde exstaria ahora el sefior Faith? Yenin que buscarle y pedirle une explicacién por huberle engatade. -—Gractas Je nuevo — dijo Tem. snbtendo fa esculerilia con Tus plernas temblarosas. contenio de halisrse 4 salvo -n el tren, en lugar de estar wbandonady en un pusbla de ja montana, ¥a dentro del coche cama, se detuvo fren- te al departamento A y Nand con fuera a la puerta, En realidad. tenia miedo del senor 125 Faith, pero también estaba enfudada, y cso le daba algo de valar. No bubo cespuesta. y volvié a Lumar de nueva; miré luego arriba y abajo por el pasillo, preguntandase déude se habria escondido aque! hombre. Acazo en el vagdn-mirador.,. Al dirigizse hacia é!, eparecié en el pasilio el Sombre baje y gordo. Tom siguié undandg, pero el pasilio era estrecho y aquel hombre se aproxi- mba como un elefante, dispueste a aplastar- fe st no se apartaba de su camino. En el SItime instante, vio un departamenta con Ja puerta abierta y entré en &, mientras el hombre pasuba resoplandu. -—jHola! Has venide & verme? jOh, not jQué mala suerte! Tom se div cuenta de que se habia metido en cl departamento de fa sefora Ruggles. Recordé su promess de tr a ver a la anciana para contarle unos chistes y tomar unos dulces, y la forma eu que la habla desairado en el vagén-restaurunte, y cerré los ojos con resignacién. No podia desairarla otra ver. —éPor qué tiré Bobito el reloj por la venta- nar Tom se volvié Jentamente. haciendo un esfurersd para sunreir. 126 La sefora Ruggles estaba sentada y tenia un libro en su regazo. —Poryue queria ver volar el tiempo. Tom logré soltar una carcajada con gran esfuerzo, Estas cosas av les sucedixn # los hermanos Hardy. pero no podia volver 4 herir los sentinzientos de la anciana. —Ahora te toca a tl —dijo ella, echandose el chal alrededor de tos hombros—. Cierra la puerla y ven aqui. Venciendo el deseo de salir corriende del departamento y continuar Ia busqueda del sefor Faith, Toro cerré de mala gane la puerta y s¢ volvié hacta la sefora Ruggles, que sonrié anticipadamente a su chiste. —V¥amos a ver —ilijo Tom—. Un chico fue a la peluqueria y el peluquero le preguo- {6 si queria gue le cortara el pelo. «Nos, dijo el chico, «Quiero que me corte todose. La shora Ruggles no capté el senrido det chiste v sonrié vagamente, —Moy gracioso -—-dijo un poco confun- dida_ Sintieado pena pur la poca agudeza mén- tal de fs anciaga y por su soledad, Tom se resign’ a perder media hora con ella antes de buscar al sefor Faith. Se senté freute a la 27 sefora Ruggles y pensé en algdn chiste que ella pudiera entender, —Ahi va una adivinanra —iijo—, Usted gabe que un caballo anda con cuatro patas, no? Si. —-¥ que una persona anda con dos plernas. La sefiora Ruggles asintié. ~Ahora bien, équé es lo que unda con ‘ana piernma? La anclana fruncié le frente, concentrén- dose. pero no le sirvié de nada. Sonriendo vencida, miré6 o Tom en demanda de la respuesta. —iUn zapatot Esta vez si lo entendié y se rié de buena gana, Cogié su bolso, sacé de 41 un bombén para Tom y luego un paquete de cigarrillos. —

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