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Scene AUGUST FRANZEN Historia de la Iglesia AUGUST FRANZEN Historia de la Iglesia Nueva edicién, revisada por Bruno Steimer y ampliada por Roland Frohlich Editorial SAL TERRAE Santander — 2009 Titulo del original aleman: Kleine Kirchengeschichte © 200825 by Verlag Herder GmbH, Freiburg im Breisgau www.herder.de Traduccién: Marta del Carmen Blanco Moreno y Ramén Alfonso Diez Aragon Imprimatur: % Vicente Jiménez Zamora Obispo de Santander 17-02-2009 Para la edicin espafiola: © 2009 by Editorial Sal Terrae Poligono de Raos, Parcela 14-1 39600 Maliafio (Cantabria) Tfno.: 942 369 198 / Fax: 942 369 201 salterrae@salterrae.es / www.salterrae.es Disefio de cubierta: Maria Pérez-Aguilera mariap.aguilera@gmail.com Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada o transmitida, total o parcialmente, por cualquier medio 0 procedimiento técnico sin permiso expreso del editor. Con las debidas licencias: Impreso en Espafia. Printed in Spain ISBN: 978-84-293-1816-6 Depésito Legal: SA-246-2009 Impresién y encuadernacién: Graficas Calima Santander Prélogo ala 254 edici6t 60.6.6. cece cee cee cee e ees 13 Del prélogo ala primera edici6n de 1965 .......... 00000. 14 Primera parte: La antigiiedad cristiana De Jestis de Nazaret al giro constantiniano (hasta el 311) ..................0.. 15 § 1. El Jesus historico y la fundacién de la Iglesia 15 1. La existencia histérica de Jestis .......... 15 2. La historicidad de la fundacién de la Iglesia 17 3. La Iglesia como misterio de feo... . cece cece 19 § 2. La Iglesia primitiva y la edad apostélica .............. 21 1, La comunidad de los discipulos después de la ascension de Jess *.. 0... 0c cc eee e ans 22 2. sQué imagen de la Iglesia muestra esta primera edad apostdlica? ...... 0.6.00. cece eeeee 25 § 3. La marcha victoriosa de la joven Iglesia de Jerusalén a Roma 26 1. La comunidad primitiva de Jerusalén 27 2. La comunidad de Antioquia ..... 29 3. Los inicios de la comunidad romana . 30 § 4. La propagacién del cristianismo hasta el siglo Tl 33 § 5. El primer desarrollo espiritual del cristianismo . 37 1. Los Padres apostélicos 37 2. Los primeros apologetas cristianos Al 3. Los Padres de la Iglesia 43 § 6. Los inicios de la escuela cristiana de Alejandria ........ 46 § 7. Crisis internas: divisiones y herejias ..............00. 50 1. Herejias judeo-cristianas 50 2. Sistemas gnésticos 51 3. El maniqueismo . 53 4. El marcionismo 54 6 HISTORIA DE LA IGLESIA 5, Los encratitas 54 6. El montanismo + 55 7. El significado de las herejtas y de las divisiones ....... 55 § 8. Las persecuciones de los cristianos en el imperio romano 57 1. Los motivos de las persecuciones ........ : 57 2. El desarrollo de las persecuciones ......... 00. .0005 60 De Constantino el Grande a Gregorio Magno (312-604) .... 68 § 9. El giro constantiniano 68 1. Paso de Constantino al cristianiseno . 68 2. La fundacion de la Iglesia imperial .... 71 3. La problemdtica del giro 74 § 10. Las luchas dogmaticas y los concilios ecuménicos en Oriente .............45 78 1. La doctrina de la Trinidad ... see ee eee ee eens 79 2. La cristologia. Los ocho primeros concilios ecuménicos ..........4.% 85 § 11. La teologia de Occidente. Agustin y la lucha por la doctrina de la justificacion y de la gracia ........ 93 1. Ambrosio de Milan 2. Agustin de Hipona 3. Jerénimo de Estridén 4, Gregorio I Magno § 12. Ascesis y monacato en la Iglesia antigua 1. Historia del problema ............ 2. La esencia del monacato cristiano . 3. Los grandes Padres del monacato § 13. Roma y los patriarcas de Oriente. La cuestion del primado 1. La comunidad romana . 2. La cuestiOn del primado .... cee cece scence eeenees 111 3. La Roma antigua y la nueva Roma .... 0. eee v evens 113 INDICE 7 Segunda parte: La Iglesia en la Edad Media § 14. Division y estructura fundamental de la Edad Media occidental 1. Periodizacion y denominacion 2. Antigiiedad, cristianismo y germanismo vee 117 3. Las caracteristicas esenciales de la Edad Media ....... 121 El cristianismo en la Alta Edad Media (500-700) ........... 123 § 15. La Iglesia y el nacimiento de la civilizaci6n occidental . 123 § 16. El primer encuentro del germanismo con la Iglesia .... 127 § 17. La Iglesia iro-escocesa y su mision en el continente .... 130 1. La cristianizacion deTrlanda ..... 6... cece cece 130 2. La mision irlandesa en el continente .........66..4. 132 § 18. El cristianismo en Britania y la misi6n anglosajona en el continente ............. 134 De Bonifacio a los salios (700-1050) ......-....eeeeeeeeee 138 § 19. Winfrido Bonifacio y la fundacién del Occidente cristiano .......... 0... e eee eee eee 138 § 20. La alianza del papado con el reino de los francos ...... 141 1. El papado entre Oriente y Occidente La expansion isldmica 0.0.06. cece cece eee eens 141 2. El reino de los francos y sus nuevas misiones ......... 144 § 21. Carlomagno y la fundaci6n del imperio de Occidente . 14g 1. Vida y obra de Carlomagno 2. La idea de reino en Carlomagno .... . 152 3. El gobierno de la Iglesia segtin Carlomagno .......... 154 4. La concepcion imperial de Carlomagno. El problema de los dos emperadores .....+.0..ee000. 155 5. La coronacién como emperador y sus consecuencias ... 159 § 22. La decadencia del imperio carolingio y el saeculum obscurum de la Iglesia romana .......... 161 1. El imperio . 16] 2. La Iglesia . 165 8 HISTORIA DE LA IGLESIA § 23. Otén el Grande y la renovacion del imperio occidental 168 1. La politica imperial y eclesidstica de Oton ses 169 2. La renovacién del imperio en el ato 962 - 172 § 24. Sacrum Imperium. El imperio de los Otones y la dinastia sdlica hasta 1046 . 173 El desarrollo de la Iglesia en la Alta Edad Media (1050-1300) ...........eecseeeee ee 178 § 25. Cluny y el movimiento monastico de reforma ........ 178 § 26. Reforma gregoriana y lucha de las investiduras ....... 181 J. «Libertas Ecclesiae» ..cvecc seven eee e eee nn een cn eee 181 2. La lucha de las investiduras .....6.. 6000 c eee en eeee 183 3. Consecuencias y efectos § 27. El gran cisma de Oriente ......... § 28. El nuevo espiritu de Occidente .... J. Nuevas formas de monacato 2. La reforma del clero secular § 29. El movimiento de las Cruzadas os wee J. Las Cruzadas . 196 2. Las 6rdenes mili 3, Balance .... § 30. Movimientos de pobreza, herejias e Inqui 1. El biblicismo y el seguimiento de Jestis ...... 2. Movimientos de pobreza. Valdenses y cdtaros B. LAINQUiSICION voce c cece een ene e eens § 31. Las grandes 6rdenes mendicantes ............+. 000+ 208 1. Francisco de Asis y la orden franciscana . 208 2. Domingo y la orden dominicana .... 210 § 32. La ciencia teoldgica y las universidades .............. 211 1. La escoldstica y sus representantes .........0.+0++00+ 211 2. El nacimiento de las universidades ...........-.4+4+ 214 § 33. El papado de Inocencio III a Bonifacio VIII .......... 215 J. Inocencio WT 0... eee cece eee n eee enee 216 2. La ultima lucha entre papad e imperio de los Hohenstaufen 3, Bonifacio VIII iNDICE 9 La Iglesia en el tiempo de la disolucién de la unidad occidental (1300-1500) ........0.......000006 223 § 34. El «exilio de Avifién» y el gran cisma de Occidente .... 223 1. El papado en Avifion ...... 0... ec eee eee 2. El cisma de Occidente ...... 0.0... c cece eee eee § 35. El concilio de Constanza y el conciliarismo 229 1, Prehistoria ©... 0.0... cece eer » 229 2. Constanza, el concilio de la unidad . 231 3. El proceso contra Jan Hus en Constanza ~ 233 4. La cuestién de la reforma en el concilio. La eleccion del papa ..... 0.6... cece cece ccc eee 236 5. El concilio de Basilea .. +. 238 6. La unin con los griegos ... . 239 § 36. El papado del Renacimiento ................00.000e 240 Tercera parte: La Iglesia en la Edad Moderna Reforma protestante y reforma catélica (1500-1650) ....... 248 § 37. Premisas de la Reforma protestante 1, Abusos de la Iglesia tardomedieval 2. El cardcter religioso fundamental dela Baja Edad Media ........... 000 .000e even eee 250 3. La exigencia de una reforma ....... 0... cece ee eee ee 251 4, El nominalismo 5. Humanismo y biblicismo .... § 38. Erasmo de Rotterdam y el humanismo .............. 254 § 39. Martin Lutero y su evolucién como reformador ...... 257 1. La imagen catélica de Lutero 2. La formacién de Lutero bebe vveeeeneestuaneriees 3, La cuestion de las indulgencias ... 4. La ruptura con la Iglesia § 40. La Reforma en Alemania 1. La dieta de Worms (1521) tees 2. El desarrollo de la Reforma en Alemania de 1521 41530 ccc cece cece eect eect e eet ees 270 10 HISTORIA DE LA IGLESIA 4. De los coloquios de religion a la paz religiosa de Augsburgo de 1555 ............. 276 5. SHAUCSIS voice c nec c cece c eet tec tes ee aee § 41. Ulrico Zuinglio. El anabaptismo 1, Vida y obra de Zuinglio ... 2. El movimiento anabaptista . § 42. Juan Calvino y el calvinismo . 1. Vida de Calvino ........ 2. Doctrina de Calvino 3. La propagacién del calvinismo . § 43. Enrique VIII y el cisma de la Iglesia de Inglaterra ..... 296 § 44. Intentos de reforma en la Iglesia antes del concilio de Trento ........... 0.0... cee 299 § 45. El concilio de Trento 304 1. Los participantes en el concilio . 304 2, El desarrollo del concilio 306 § 46. La reforma catélica 1. El pontificado de PioV .. 2. Obispos reformadores 3. La reforma de las érdenes religiosas . 311 4. Ignacio de Loyola y la Compania de Jestis 313 § 47. El espiritu de la Contrarreforma 317 1. Confesionalizacién ......... 2, El papel de la Inquisicién . 3, La caza de brjas ccc ccc ccc cence eee een eee La Iglesia en la época barroca (1650-1789) ........-.....65 322 § 48. La nueva época misionera de la Iglesia .............. 322 1. Mision y difusién del cristianismo hasta los inicios de la Edad Moderna ............+.. 322 2. La época de los grandes descubrimientos ...........+ 323 3. La misién en la India y en China. La controversia sobre los ritos 6... ccc cee ence eae 325 § 49. Del Barroco a la Ilustracion ..........-. 000s eee eee 328 L. Corrientes eclesiales contrarias al centralismo de la curia see 2. La Mustracion .. 6... cece tenn ees INDICE il De la revolucién francesa ala primera guerra mundial (1789-1918) ................- 335 § 50. La revolucion francesa y la secularizaci6n ............ 335 1. La revolucién francesa 2. Napoleén Bonaparte . 3. La secularizaci6n § 51. La restauracién de la Iglesia en Alemania en el siglo XIX 338 1. La reorganizaci6n de la Iglesia alemana - 338 2. Vida de la Iglesia § 52. El fin del Estado pontificio ........ 0.2.22... eee eee 341 § 53. El concilio Vaticano I - 343 1. Prehistoria 343 2. Desarrollo del concilio .... . 347 § 54. Después del concilio: veterocatolicismo y Kulturkampf en Alemania - 350 1. La oposicién en Alemania . 350 2. El veterocatolicismo . 351 3. El «Kulturkampp .... sees » 352 § 55. Los papas después del concilio Vaticanol ............ 354 Del fin de la primera guerra mundial al concilio Vaticano II (1918-1965) § 56. Retorno del exilio y nuevo inicio 1. Situacién de gueto en Alemania . 2. Una nueva conciencia de Iglesia 3. Desarrollo fuera de Alemania § 57. Los pontificados de Pio XI y de Pio XII § 58. La Iglesia en el Tercer Reich 1. La politica de Hitler .. 2, El «Kirchenkampf» .. 3. La resistencia de las Iglesias . . § 59. El pontificado de Juan XXIII § 60. El concilio Vaticano HT 12 HISTORIA DE LA IGLESIA Historia de la Iglesia contemporanea (de 1965 a nuestros dias) (ROLAND FROHLICH)... 0. cece cece cence cece ce eee neces 393 § 61. Los pontificados de Pablo VI y de Juan Pablo I 394 1. Primeras reformas .... 394 2. Sefiales de crisis 395 3. Signos de apertura .... 399 4. Compromiso por la paz + 400 5. Juan Pablol oo... ccc ccc cence eee eneentes 404 § 62. El pontificado de Juan Pablo II ...............0.2004 406 1. La direccién por parte del papa . - 406 2, Reformas .. 2.6.0. cc eevee ee + 408 3. Cada uno segtin su estado . - 409 4. El deber de los tedlogos ..... 0... c cece cv eee eens 417 5. Un papa para el mundo ......... ce cece eee eee 421 § 63. Desarrollos recientes en la Iglesia 426 1. El movimiento ecuménico ... 427 2. Apertura a la justicia social .... - 432 3. La experiencia de un mundo comtin ....... 000. c eee 438 4, El pontificado de Benedicto XVI ..... +04 .eeseeeeens 440 Apéndice Lista de los papas Los 21 concilios generales (ecuménicos) .............+++ 447 Tabla cronolégica 2.16.0... cee cece eee eens 449 Bibliografia ..... 0... L eee cece ccc cence 460 Indice de nombres ........ 66. c ee eee cece eee eee 462 Indice analitico y de lugares... 0... cee eee eee ee 470 Indice de documentos eclesiales ..........00+ 000.000 eee 479 Prélogo a la 254 edicién En las 24 ediciones anteriores, la Historia de la Iglesia de August Franzen (1912-1972), catedrdtico de Historia medieval y moderna de la Iglesia en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, se ha estableci- do como Ja obra fundamental para la historia de la Iglesia. En la edi- cidn vigésimo cuarta (2006), el libro se publicé, por primera vez des- de la edicidn original de 1965, con una nueva composicién. En el marco de este trabajo se ofrecié la oportunidad de revisar bajo varios aspectos la exposicién ampliada gracias a las intervencio- nes de diferentes autores: + Al texto de la segunda edicién, revisada por August Franzen en 1968, se le afiadié una nueva seccién, escrita por Roland Frohlich. El apartado «Historia de la Iglesia contempordnea» (§§ 61-63) sustituye a las diferentes ampliaciones de las ediciones anteriores y proporciona una presentacién concisa de la historia de la Iglesia desde el concilio Vaticano II hasta nuestros dias (1965-2008). * Habida cuenta de las posibilidades de busqueda actuales (catalo- gos online, Index Theologicus, etc.), la bibliografia se ha reducido con respecto a las ultimas ediciones y se limita ahora a obras fundamentales de historia de la Iglesia. * En forma de apéndice, esta nueva edicién ofrece por primera vez, junto a utiles listas y tablas sindpticas, tres indices (de nom- bres; analitico y de lugares; y de documentos eclesiales) que per- miten un rapido acceso a la gran cantidad de materiales presen- tes en el libro. * Todo el texto ha sido revisado y adaptado a las nuevas normas ortograficas y de composicién. Después de mas de cuarenta afios de la primera edicién de la Historia de la Iglesia -conocida por la mayoria de los interesados co- mo «el Franzen», se pone en manos de las lectoras y los lectores un compendio de historia de la Iglesia que sigue siendo sumamente util. Tubinga y Friburgo, mayo de 2008 Roland FROHLICH Bruno STEIMER Del prologo a la primera edicién de 1965 Esta Historia de la Iglesia no puede contenerlo todo, Necesariamente debe establecer limites y realizar una seleccién del conjunto de la materia. Pero una seleccién es siempre subjetiva y cabe preguntarse, por tanto, por qué se ha tratado un tema pero se ha omitido otro. Ahora bien, el autor asegura que no ha procedido arbitrariamente y que, en su exposicién, ha querido hacer hincapié sobre todo en las grandes lineas histéricas y teolégicas de la historia de la Iglesia. Se ha esforzado por abordar las cuestiones actuales de la historia de la Iglesia a la luz de las investigaciones cientificas mds recientes. No existen tabties de la historia eclesidstica. No se han evitado en nin- gtin momento las llamadas «cuestiones espinosas», sino que se han abordado con particular atencién. Es cierto que, por lo general, és- tas son tan complejas que no pueden ser comprendidas plenamente sin un estudio més profundo de su contexto histérico contempord- neo. Sélo la verdad histérica en su totalidad conduce al pleno cono- cimiento ya la justa valoracién. Friburgo, octubre de 1965 August FRANZEN Primera Parte: La antigiiedad cristiana De Jesus de Nazaret al giro constantiniano (hasta el 311) § 1. El Jestis histérico y la fundacién de la Iglesia tamente de la persona histérica de Jesucristo, hombre-Dios, y de su obra salvifica. El requisito previo y el fundamento de toda historia de la Iglesia es, por tanto, la demostracién de la existen- cia histérica de Jestis y de la historicidad de la fundacién de su Iglesia. E cristianismo es una religién histérica revelada y deriva direc- 1. La existencia hist6rica de Jestis Numerosos autores han cuestionado la existencia histérica de Jestis, desde los siglos XVIII y XIX, en nombre de la ciencia ilustrada y libe- ral, y de la critica hist6rica: por ejemplo, Hermann Samuel Reimarus (+ 1768), Ferdinand Christian Baur (+ 1860), David Friedrich Strauss (+ 1874), Bruno Bauer (+ 1882) y, posteriormente, en los primeros afios del siglo XX, sobre todo John Mackinnon Robertson (+ 1933), William Benjamin Smith (+ 1934), Arthur Drews (+ 1935) y otros. Todos estos autores se esforzaron por presentar el cristianismo como! una invencién de los apéstoles, y la figura de Jestis como una perso~ nificacién irreal, ficticia y mitica, de nostalgias ¢ ideas religiosas, co-4 mo un fraude piadoso realizado por el circulo de los discipulos, o co- mo una adaptacién y variaciones de las figuras divinas de héroes de los cultos mistéricos helenisticos y de Oriente Préximo. La historia comparada de las religiones, a la saz6n en pleno desarrollo, descubrié de pronto en la vida de Jestis analogfas y paralelos con el dios solar Mitra (Smith, 1911), con el héroe de la epopeya babilénica Guilga- més (Peter Jensen, 1906), con la figura mitica del dios salvador que muere y resucita (Richard Reitzenstein y otros). Se pensaba que la imagen de la vida y la ensefianza de Jestis,trazada en los evangelios, 16 HISTORIA DE LA IGLESIA tenia que ser interpretada como una expresién personificada de las aspiraciones sociales de las masas oprimidas (Albert Kalthoff, 1902). Todas estas teorfas se han abandonado y se ha demostrado que{ carecen por completo de validez cientifica. Asi pues, no habria sidoj necesario recordarlas si no siguieran perviviendo en la propaganda del comunismo marxista. En efecto, fueron Karl Marx y Friedrich Engels quienes, adoptando las ideas radicales de su contemporaneo Bruno Bauer, transmitieron estas opiniones anticuadas al comunis- mo, que sigue difundiéndolas actualmente sin espiritu critico. Mas peso tuvieron las investigaciones y los ataques dirigidos, en nombre de la critica textual, por la teologia liberal del siglo XIX y de principios del siglo XX, a la verdad y la fiabilidad histérica de los evangelios. Mientras tanto, la exégesis biblica moderna, estudiando el texto sagrado con mayor escrupulosidad y exactitud, y sirviéndose de un método mas exacto, planted la cuestién sobre un fundamento nuevo, Con los ensayos sobre la «desmitizaci6n» (Entmythologisie- rung) del Nuevo Testamento, Rudolf Bultmann (+ 1976) profundizé en el conocimiento del complejo pensamiento de la comunidad cris- tiana primitiva y de su tradicién, que se expresd en la Sagrada Escri- tura. De este modo hemos aprendido a distinguir la forma expresi- va «mitica», condicionada por el tiempo, propia de muchos textos biblicos, de su contenido esencial y a liberar de aquel revestimiento (= entmythologisieren, «desmitificar») su nticleo histdrico, con las instancias centrales del mensaje neotestamentario sobre la obra salvi- fica divina en Jesucristo. Otras investigaciones, basadas en el método de la historia de las formas (Formgeschichte) y centradas criticamen- te en la forma literaria del texto de los evangelios, trataron de poner de relieve en el contexto, con mayor claridad, aquellas partes y seccio- nes que constitufan las fuentes primarias para la vida del Jestis hist6- rico. Y mientras, por un lado, gracias a estos andlisis, se desecharon algunas opiniones ingenuas, recibidas tradicionalmente, que consi- deraban los evangelios sélo como biografias de Jestis, perfectas des- de el punto de vista del contenido y de la cronologia, por otro lado, se ofrecié a los estudiosos la posibilidad de identificar, a partir de los textos neotestamentarios, un fondo comun de hechos histéricamen- te probados y resistentes a toda posible critica. Es sabido que ninguno de los cuatro evangelios pretendio ser —y, de hecho, no son- una biografia histérica de Jestis, sino que reflejan la imagen de Cristo, tal como se habia formado, sobre el fundamen- to de la predicacién apostdlica, en los corazones de sus fieles y ama- PRIMERA PARTE: LA ANTIGUEDAD CRISTIANA 17 dos discipulos. No obstante, esto no puede eximirnos de constatar que no pocos detalles de los evangelios relativos a Jestis son histéri- camente fidedignos y que bajo el «Cristo de la fe», tal como aparece representado en el Nuevo Testamento, es siempre posible identificar con seguridad al Jestis «histérico». Asi pues, la existencia hist6rica de Jestis es incuestionable. De hecho, podemos situar histéricamente con seguridad el comienzo y el final de su vida terrena a la luz del contexto histérico contemporaneo: su nacimiento, bajo Herodes el Grande, tuvo lugar hacia el afto 4 o el 5 antes de la era vulgar, y su muerte en cruz, bajo Poncio Pilato, el 14 0 el 15 de nisan de uno de los afios que van del 30 al 33 d.C. Si bien es cierto que en la base de los cuatro evangelios canénicos hay evidentes intenciones teoldgicas y kerigmaticas, también es verdad que sus autores no dejaron por ello de remitirse a hechos y circunstancias de su tiempo, y de enmar- car historicamente, aunque no de un modo rigurosamente cronolé- gico, los acontecimientos salvificos. Los evangelistas nos informan como testigos oculares y disefian una imagen viva y extraordinaria- mente expresiva de la personalidad, de la doctrina y de la muerte del maestro, que sdlo es posible captar leyendo sus escritos. Por otro lado, la existencia histérica de Jess esta atestiguada también en fuentes no cristianas. A decir verdad, faltan documentos de origen no cristiano rigurosamente contempordneos a Jestis, pero las afirmaciones de Tacito hacia el 117 (Annales XV, 44), de Plinio el Joven hacia el 112 (Carta al emperador Trajano) y de Suetonio hacia el 120 (Vita Claudii, cap. 25), son dignas de crédito y, desde el punto de vista histérico, plenamente probatorias, de modo que podemos utilizarlas como testimonios histéricos seguros. Poseemos, ademas, algunas afirmaciones del historiador judio Flavio Josefo, datables en torno a los afios 93/94, de las cuales se puede deducir claramente que estaba informado de la personalidad histérica de Jestis (Antiquitates XVIII, 5, 2 y XX, 9, 1), mientras que la autenticidad de otro pasaje del mismo autor (Antiquitates XVIII, 3,3) parece bastante dudosa. 2. La historicidad de la fundacién de la Iglesia La cuestion de la historicidad de la fundacién de la Iglesia por parte de Jesucristo ha sido objeto de frecuentes debates desde comienzos de la Edad Moderna, y se concentra en la pregunta acerca de si Cristo predicé unicamente un cristianismo universal o si, al mismo tiempo, dio a su religibn una sdlida organizacién en la forma de una Iglesia 18 HISTORIA DE LA IGLESIA institucional,y quiso confiarle sélo a ella la proclamaci6n de su evan- gelio y la prosecucién de su obra de salvacién. El concepto espiritua- lista de Iglesia (Ecclesia spiritualis), propio del final de la Edad Media, llev6, en la época de la Reforma protestante, al rechazo y la lucha vio- lenta contra la Iglesia papal, a la que los reformadores atribuian la fal- sificaci6n de la voluntad originaria de Cristo. En un tiempo mas pr6- ximo a nosotros, el protestante Rudolf Sohm (t 1917; Kirchenrecht [Derecho Canénico], vol. 1, 1892), profesor de derecho canénico, sostuvo, partiendo del concepto luterano de Iglesia, la tesis seguin la cual Cristo no habria querido instituir una Iglesia, sino que se habria limitado a predicar un cristianismo puramente espiritual; y, por lo tanto, el cristianismo primitivo habria carecido de cualquier ordena- miento exterior y de cualquier estructura organizativa y, dado que es- taba guiado y unido sélo por el espiritu de amor, no habria conocido ninguna forma institucional eclesidstica. La interpretacién equivoca- da de la voluntad de Jestis y la falsificacién de su obra habrian empe- zado en el periodo posterior a la edad apostélica. La Iglesia catélica primitiva habria nacido de esta falsa interpretacién y, con el tiempo, la fe libre de los origenes se habria cristalizado en la rigidez del dog- ma, de tal modo que la vida carismatica de los primeros cristianos, Jlena del Espiritu, habria quedado encerrada en normas juridicas y disposiciones disciplinarias mortificantes. E] problema de la fundacién de la Iglesia aparece todavia en pri- mer plano en los debates y en los didlogos ecuménicos. Las ideas de Sohm influyeron en el pensamiento de Emil Brunner (+ 1966; Das Missverstandnis der Kirche [El equivoco de la Iglesia], 1951), Hans von Campenhausen (} 1989; Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in den ersten drei Jahrhunderten [Ministerio eclesial y poder espiritual en los tres primeros siglos}, 1953, *1963) y otros. Es preciso, por tan- to, que nos detengamos en esta cuestién y precisemos lo que dice la Sagrada Escritura sobre la fundacién de la Iglesia y el modo en que la Iglesia primitiva comprendi6 y realizé la voluntad de Cristo. Los evangelios transmiten con mucha frecuencia que la esencia del anuncio de la salvacién de Jests consistié en la buena noticia del Reino de Dios, que se realiza en dos fases: 1) en un estadio inicial, que ha comenzado ya en esta tierra con el anuncio de Jestts (Le 11,24; Mt 11,12), y 2) en el estadio del cumplimiento al final de los tiempos. 3Pensaba Jestis que el primer estadio, del que nos ocupamos en este estudio, tenia que realizarse de un modo solo invisible 0 tam- bién en formas visibles? ;Queria Jestis que ya en este mundo apare- PRIMERA PARTE: LA ANTIGUEDAD CRISTIANA 19 ciera un Reino de Dios visible, exterior, articulado y organizado a través de ministerios concretos? La respuesta resulta dificil, porque, si analizamos los datos que han llegado hasta nosotros, no encontra- mos ningtin pasaje donde Cristo formulara con precisién la orden de fundar la Iglesia. No obstante, los testimonios biblicos y las ima- genes de las que Jestis se sirvié para caracterizar su concepcién de la Iglesia, nos hacen comprender claramente que él tenia una idea de Iglesia muy concreta y que ésta la compartian del mismo modo tam- bién los apéstoles. Cuando Jestis compara la Iglesia con una casa 0 con su rebafio (Mt 16,18; 21,42; 1 Cor 3,11; Hch 4,11; véase también Mt 26,31; Jn 10,16; 1 Cor 9,7), expresa al mismo tiempo, con mucha claridad, que esta construcci6n necesita un sélido fundamento sobre la roca y que, para guiar el rebajio, es necesaria la presencia de un pastor autoriza- do. Cristo mismo eligié de entre sus discipulos a los «doce» como particularmente responsables y nombr6 a Pedro como pastor y ma- ximo responsable de su rebafio (Mc 3,14s.; Mt 16,17ss; Le 22,3 1ss; Jn 21,15ss). Asi, fue el mismo Jestis quien instituyé los primeros «mi- nisterios». Ahora bien, un ministerio es mucho més un servicio mo- mentaneo y transitorio. Es precisamente la ordenacion oficial lo que le confiere un cardcter duradero y significa un compromiso en la funcién de servicio, que va més alld de la persona concreta del mi- nistro, y se expresa en una misidn precisa y duradera, que sigue sub- sistiendo también después de la muerte de quien lo ejerce, confirién- dole el poder de hablar y actuar en el nombre y con la autoridad de quien lo ha instituido. Por tanto, en el ministerio esta implicita tam- bién la sucesion. Los apéstoles, por tanto, consideraron siempre una gracia «otorgada por Dios el ser ministro de Cristo Jestis, ejerciendo el sagrado oficio [de predicar] el Evangelio de Dios» (Rm 15,16), y eligieron también para este ministerio a otros colaboradores y suce- sores. La Iglesia primitiva no pens6 de otra manera. De hecho, se edificé a partir de este ministerio y, dado que el mismo Cristo es portador de él y acta en él, se puede afirmar que la Iglesia nacié de este y con este cardcter ministerial. 3. La Iglesia como misterio de fe Asi pues, si bien es justo afirmar que sélo en la fe y Gnicamente los fieles pueden acceder a la comprensién de la Iglesia fundada por Cristo, porque es una institucién de orden sobrenatural y trascen- 20 HISTORIA DE LA IGLESIA dente y, por tanto, necesariamente espiritual e invisible, hay que su- brayar también que la Iglesia esta enraizada en nuestro tiempo y ha sido fundada para las personas de este mundo visible. En efecto, Jestis edificé su Iglesia como comunidad histérica y visible. Toda la obra del Sefior tendfa a esto. Jestis no se limité a ensefiar, sino que vivid en comunidad con sus discfpulos. Su doctrina religiosa no te- nia como finalidad fundar una escuela, sino instituir una verdadera comunidad de vida, que abrazara toda la existencia, de la que él mis- mo quiere ser el corazén y el centro (Jn 14,20ss), y que debia recibir de él su principio vital. Para caracterizar esta comunién de vida de los fieles con Cristo, Pablo se sirve de la imagen del cuerpo (1 Cor 12,12ss), cuya cabeza es Cristo y cuyos miembros son los fieles (Ef 2,15ss; 4,12ss; Col 3,15). En la Iglesia, Cristo sigue viviendo con su encarnaci6n, reden- cion y entrega en la cruz. Dado que ella participa en su ser humano- divino y en su obra salvifica, ella vive también su vida. Pablo recuer- da continuamente que la vida, la pasién y la resurreccién de Cristo no son solo un hecho histérico objetivo, sino que tenemos el deber, sino queremos que Cristo haya muerto en vano, de vivir su vida, su- frir con él su muerte y llegar a ser participes de su resurrecci6n. Asi, la pregunta fundamental que debemos hacernos es ésta: «3Qué pensais del Mesias? ;De quién es Hijo?» (Mt 22,42). La res- puesta sdlo puede ser una respuesta de fe: «jEs el Hijo de Dios!». La encarnaci6n es el concepto central del cristianismo. Ahora bien, aqui termina la competencia de la pura investigacién hist6rica y empieza la teologia, la cual requiere y presupone una decision de fe. Dios se encarné en Jesucristo para unir de nuevo a la humanidad consigo y estar cerca de ella. En la Iglesia, donde Cristo sigue vivo, Dios se en- carna nuevamente en la humanidad, por encima de todos los tiem- pos y de todos los pueblos, para llevar a todos a la salvacion. El mas profundo misterio de la Iglesia est4 precisamente en su identidad con Cristo. En ella continta la obra que Jesucristo, hom- bre-Dios, inicié durante su vida terrena, una obra que proseguira hasta el cumplimiento en su retorno al final de los tiempos. Ella es el espacio donde la encarnacién del Logos en este mundo se renueva constantemente. Johann Adam Mohler (¢ 1838) habla precisamente de la «incesante encarnacién de Cristo en la Iglesia». En este sentido, la Iglesia misma es un profundo misterio de fe y de salvacién (Carta a los Efesios) y participa de la enorme tensién que existe entre la san- tidad divina y la debilidad humana. La Iglesia recibe su divinidad, PRIMERA PARTE: LA ANTIGUEDAD CRISTIANA 21 santidad e indestructibilidad de su divino fundador; la mezquindad, la inclinacién al pecado y la inestabilidad provienen, por el contra- rio, de los seres humanos. Esta polaridad, implicita en su misma na- turaleza, confiere a la existencia de la Iglesia y a su actividad en la historia algo singularmente inquietante. No sdlo en torno a ella, si- no incluso en su mismo seno y en el alma de cada uno de sus fieles, se desarrolla, en efecto, una lucha dramatica entre lo divino y lo hu- mano, entre lo que es santo y lo que no lo es, entre la salvacién y la condenacion. Es Iglesia de santos e Iglesia de pecadores. En su histo- ria, como en la vida de cada creyente, esta lucha da origen a constan- tes altibajos, a continuas oscilaciones entre un estado de elevada es- piritualidad y una situacién de decadencia, dependiendo de como exprese la Iglesia ante Dios, en la encarnacién histérica del Logos, junto con Maria, el «Ecce ancilla Domini ~ He aqui la esclava del Se- fior» (Lc 1,38). Redimir y santificar la humanidad: éste es el programa vinculan- te que Cristo ha encomendado a la Iglesia. Asi, la condicién de la Iglesia en la historia debe ser conmensurada, en cada ocasi6n, segin el modo y la solicitud con que ha cumplido en su existencia terrena este mandato divino. A menudo, los medios y los métodos de actua- cién han cambiado y han tenido que adaptarse a las exigencias con- cretas del elemento humano; pero el mandato y el fin siguen siendo los mismos. El llamamiento, realizado repetidamente a lo largo de dos milenios de historia, a una reforma y a un retorno a la Iglesia primitiva, no puede significar ni la pura repeticién, ni la renovacién anacrénica de las formas de vida de la Iglesia apostdlica, sino tnica- mente una nueva toma de conciencia mas atenta al mandato origi- nario: la prosecucién de la obra salvadora de Cristo en su palabra y en su sacramento, la compenetracién del mundo para restituirlo a Cristo. § 2. La Iglesia primitiva y la edad apostélica Ninguna otra época ha tenido una importancia tan determinante para el sucesivo desarrollo histérico como aquella en la que tuvieron lugar la fundaci6n y la constitucién de la Iglesia en la primera hora de la «edad apostélica». 22 HISTORIA DE LA IGLESIA 1. La comunidad de los discipulos después de la ascension de Jesus Después de la ascensién de Jesis al cielo, la comunidad de los disci- pulos se encontré de pronto frente a una situacién totalmente nue- va. Si bien es cierto que el Seftor, al despedirse de sus discipulos, les impartio un inequivoco envio misionero (Mt 28,18; Mc 16,15), que tenia como contenido la prosecuci6n del anuncio de la salvacion y la proclamacién de la buena noticia de su reinado escatolégico, tam- bién es verdad que, al parecer, no les dejé directivas precisas sobre el modo de realizar concretamente la vida en comun ni sobre las for- mas que deberia asumir la organizacidn de la comunidad. Las opi- niones de los exegetas a este respecto son bastante discordantes. Al- gunos tedlogos se inclinan mas bien a considerar que hay un con- traste entre lo que Cristo quiso verdaderamente y lo que se realizé en concreto; pero en relacién con esto conviene llamar la atencién so- bre el hecho de que los apéstoles y los primeros discipulos, que fue- ron testigos oculares y auditivos de su predicacién, supieron cierta- mente interpretar la voluntad de Jestis mejor que los estudiosos con- tempordneos, nacidos casi dos mil afios después. Es evidente, por otro lado, que la Escritura por si sola (el princi- pio del sola Scriptura) no es suficiente para explicar lo que sucedis, y que también la tradicién apostdlica del cristianismo primitivo de- be ser tenida en cuenta como factor condicionante. En efecto, Cristo no proclamé su voluntad en normas y érdenes abstractas, sino que la transmitid a sus apdstoles como un mandato vivo; y los discipu- los que, después de la imprevista ascensién del Maestro, se encontra- ron frente a la misién inmensamente dificil de tener que proseguir la obra de Jestis, actuaron ciertamente como auténticos intérpretes de su voluntad cuando confirieron a la vida en comunidad una soli- da ordenaci6n y a la Iglesia una estructura jerarquica. Jerarquia (en gtiego, hiera arché+ = «origen sagrado, poder sagrado») significa que esta ordenacién es de origen sagrado, porque la establecié Cristo mismo para la Iglesia. Que los apdstoles pudieran haberse equivocado es imposible. Segun la conviccion de fe de la Iglesia, los «doce» eran los deposita- rios de la revelacién divina, que habian recibido directamente de Cristo. Cuando transmitieron, en su anuncio vivo de la fe, el patri- monio de la revelacién recibida del Sefior, estaban inspirados por el Espiritu Santo, y esta transmisién no tuvo lugar sélo a través de pre- dicaciones orales o palabras escritas (la Sagrada Escritura), sino PRIMERA PARTE: LA ANTIGUEDAD CRISTIANA 23 también en miultiples disposiciones prdcticas, tanto en el Ambito cul- tual como en el disciplinar e institucional. Dado que Cristo no dejé ningtin escrito, todo lo que los doce apéstoles nos transmitieron acerca de él, oralmente o por escrito, personalmente 0 a través de sus discipulos directos, es esencial para el cristianismo, pues contiene la revelacion central del designio divino de salvacién para fa humani- dad. Desde entonces, nada nuevo se ha afiadido ni podra ser afiadido jamas. Toda la revelacién del misterio divino de salvacién se encuen- tra contenida y realizada en la tradicién apostélica. El criterio para establecer la autenticidad de una doctrina de fe ha sido y sigue sien- do el hecho de que su presencia se pueda demostrar ya en la traditio apostolica. Esta se ha depositado en la doctrina, el culto y la vida de la Iglesia primitiva, y en las Escrituras candnicas e inspiradas del Nuevo Testamento, las cuales se remontan a este tiempo apostdlico. A decir verdad, no es siempre facil establecer lo que pertenece di- rectamente al patrimonio de la revelacién divina, en este conjunto de conceptos del cristianismo primitivo y apostdlico, y lo que, en cambio, fue aftadido por la posterior reflexién teolégica de las primeras comu- nidades cristianas. De hecho, es posible reconocer claramente que los contenidos de la revelaci6n, ya desde la primera generacié6n cristiana, no se conservaron de un modo estéril, sino que fueron meditados y transmitidos con una comprensién auténoma. De modo que muy pronto se realiz6 una profundizacién teoldgica de las verdades revela- das, sobre todo en lo que se referfa directamente a la persona huma- no-divina de Jestis y su obra salvifica, profundizacién a la que se sue- le denominar «teologia de la comunidad» de la Iglesia primitiva. Hoy constatamos con asombro que esta primera hora cristiana fue una de las épocas més creativas desde el punto de vista teolégico en la histo- tia de la Iglesia. La reflexion teoldgica a la que dio origen se deposité en la Sagrada Escritura y en la tradicién, y exegetas e historiadores se esfuerzan hoy conjuntamente por precisar los componentes esencia- les, para poder distinguirla del patrimonio genuino de la revelacién divina. No obstante, la decisién ultima sobre lo que fue y es el conte- nido esencial de la fe corresponde al magisterio eclesidstico. El tiempo apostélico fue, desde el punto de vista cronolégico, el mas cercano al tiempo de la revelacién y ello explica por qué el cris- tianismo vive desde siempre convencido de que su ser o no ser de- penden de la conservacién de la traditio apostolica. No obstante, es- ta relacién de dependencia no puede consistir en atenerse rigida- mente a las formas de pensamiento y de vida del cristianismo primi- 24 HISTORIA DE LA IGLESIA tivo, ni en el imposible intento de repetirlas, sino que, por el contra- tio, debe tener en consideraci6n el principio de la tradicin viva, oral oescrita, y de la ley del desarrollo orgdnico. Un mero tradicionalismo nada creativo seria estéril y no corresponderia al principio espiritual y orgdnico que caracteriza la vida de la Iglesia. Si bien es cierto que el llamamiento a la reforma se ha manifestado en todas las épocas de la historia de la Iglesia y seguira manifestandose también en el futuro, también es verdad que esta reforma, para que se realice de un modo justo, no puede consistir en un retorno ingenuo a las formas de vida cristiana primitiva, como han creido siempre los espiritualistas, los sectarios y los herejes, negando asi la ley de la evolucién histérica y del desarrollo organico de todas las cosas vivas, sino (inicamente en la realizacién progresiva del mandato originario que la Iglesia recibié de Cristo desde el principio. Reforma significa, por tanto, meditar y realizar lo que Cristo encomendé a la Iglesia como un programa que se ha de realizar rigurosamente. La Iglesia primitiva observo el divi- no mandato de un modo y con una pureza tan singulares que por ello asumen un cierto cardcter normativo y ejemplar que, sin embargo, no excluye la realidad de un ulterior e igualmente importante de- sarrollo histérico. En este sentido mas profundo, la Iglesia catélica, a pesar de su difusién universal y grandioso desarrollo interno, puede gloriarse hoy, después de casi dos mil afios, de ser atin absolutamen- te una e idéntica a la Iglesia del tiempo originario de los apéstoles. La delimitacién cronolégica de este periodo de la revelacién apostdlica presenta, no obstante, algunas dificultades. Generalmente se cuenta a partir de la ascension de Jestis «hasta la muerte del ulti- mo de los (doce) apéstoles», pero no debemos atenernos con dema- siada rigidez a este término desde un punto de vista estrictamente formal y juridico. En sentido amplio podemos afirmar que fue el tiempo de la primera y la segunda (!) generaci6n cristiana, que al- canza hasta la muerte de los tltimos y directos testigos del Sefior re- sucitado, que transmitieron su verdad revelada. Asi, por ejemplo, la Carta a los Hebreos, escrito inspirado y canénico del Nuevo Testa- mento, habria sido redactada, seguin el parecer de muchos exegetas, por un desconocido sabio cristiano alejandrino, perteneciente a la segunda generacién. Nuestras fuentes para el conocimiento de la vida eclesial de este tiempo son ante todo los escritos neotestamentarios, especialmente los Hechos de los Apéstoles y las Cartas de Pablo. Con todo, dispone- mos también de otros testimonios como, por ejemplo, los escritos de PRIMERA PARTE: LA ANTIGUEDAD CRISTIANA 25 los Padres apostdlicos, que en parte se remontan también a este pri- mer periodo de la historia cristiana (Didajé, Primera carta de Cle- mente) y poseemos también informaciones de segunda mano sobre la situacién de la Iglesia primitiva. 2. 3Qué imagen de la Iglesia muestra esta primera edad apostdlica? Los Hechos de los apéstoles y las cartas de Pablo nos permiten enten- der claramente que, desde el principio, el «ministerio» espiritual fue considerado en la Iglesia primitiva como un elemento esencial, constitutivo del ordenamiento mismo de la comunidad. Nunca exis-; tid una pura constitucién carismatica que se basara sobre una libre acciOn espiritual y que careciera de ministerios, de un ovienamicnd to juridico y de un patrimonio de fe concreto. En efecto, esta tesis es absolutamente incompatible con el concepto paulino de Iglesia. Esto vale tanto para las comunidades locales como para todo el conjunto de la Iglesia. Y as{ como los primeros apéstoles recibieron su misién para proclamar el mensaje del Nuevo Testamento oficialmente, es decir, directamente de Jesucristo (Mc 3,13ss; Mt 10,1ss; Lc 6,12ss), también impusieron las manos para la ordenaci6n ministerial de sus colaboradores y sucesores. En ningun lugar aparecen las primeras comunidades cristianas constituidas de modo uniforme, sino que se Ppresentan, en cambio, como comunidades articuladas y edificadas segtin el principio de la unidad cabeza-cuerpo. Los ministros son lla- mados y ordenados para representar al Sefior invisible y para prose- guir en su nombre la obra de la redencién, con la palabra y el sacra- mento. Sdlo ellos ejercen las funciones directivas ministeriales, ya sea como apdstoles, profetas o evangelistas, al servicio de la Iglesia universal, o como obispos, presbiteros, didconos, doctores y pastores al servicio de cada una de las comunidades (1 Cor 12,28; Flp 1,1; 1 Tm 3,2ss). Por todas partes reina el principio de la sucesién ministe- rial, que deriva directamente de Cristo y de los apéstoles (successio apostolica), segtin los grados de una precisa jerarquia. E] ministerio no se opone al carisma, que era conferido por Dios para el ejercicio de servicios particulares. Con frecuencia encontra- mos ministros que eran al mismo tiempo carismaticos (2 Cor 8,23; Tt; Flp 2,25; Rm 16,1; Gal 1,19; 1 Cor 15,7) y, viceversa, carismaticos a quienes se habfa confiado la direccién de una comunidad. Pablo mismo, por lo demas, era al mismo tiempo carismatico y pneumati- co, porque, como buen ministro practico y racional, sabia que las co- 26 HISTORIA DE LA IGLESIA munidades que habia fundado recientemente necesitaban una direc- cién pastoral atenta, realista y enérgica. En el gobierno normal de la Iglesia, los carismas estuvieron, por tanto, subordinados siempre al ministerio. Con el paso del tiempo, la direccién de las comunidades se concentré cada vez mas en manos de los obispos y los diaconos. Los obispos proventan del colegio de los presbiteros, en el que de- sarrollaban funciones directivas como jefes e inspectores (episkopos). En algunas comunidades locales encontramos, en la primera hora, varios obispos-presbiteros; pero después, y no mas tarde del siglo II, el episcopado monarquico se difundi6 por todas partes. En esta ten- dencia hacia el vértice monarquico que se manifesté pronto en las comunidades particulares se ha visto con razén el nacimiento del principio del primado, que se expresara més tarde en la Iglesia uni- versal (Heinrich Schlier, ¢ 1978). A la altisima conciencia de fe de la Iglesia primitiva y a sus mi- siones particulares correspondié adecuadamente el grupo de los pu- ros carisméticos, de los que se habla con frecuencia. Su funcién con- sistia en atender a la edificacién de la comunidad y estaban a dispo- sicién de ésta para servicios particulares, pero no tenian responsabi- lidades de gobierno. Tenemos también noticias ocasionales de ten- siones serias que, de vez en cuando, se producian en las comunida- des entre los carismaticos y los ministros (1 Cor 1; Ap 14,1-2), pero que, al final, se superaron siempre con espiritu de amor. Los dones carismaticos pasaron a un segundo plano, pero sin desaparecer nun- ca del todo en la Iglesia. § 3. La marcha victoriosa de la joven Iglesia de Jerusalén a Roma Los Hechos de los Apéstoles nos describen la marcha imparable del evangelio «desde Jerusalén hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). Esta obra lucana nos ofrece testimonios profundos tanto sobre la ar- diente y entusiasta actividad misionera como sobre la vida interior, colmada de intensa actividad caritativa, de la Iglesia primitiva. Pode- mos distinguir tres periodos: 1) el periodo judeo-cristiano, que tie- ne su centro en Jerusalén (Hch 1,1—9,31); 2) el periodo que marca el paso del judeo-cristianismo al cristianismo de los paganos converti- dos, con Antioquia como centro (Hch 9,32-15,35); 3) el periodo de la misién de Pablo entre los gentiles (Hch 13-28). PRIMERA PARTE: LA ANTIGUEDAD CRISTIANA 27 1. La comunidad primitiva de Jerusalén La Iglesia madre de Jerusalén goz6, desde los origenes del cristianis- mo, de una consideraci6n particular. En ella habian actuado los pri- meros apéstoles que, junto con Pedro y bajo su guia, dirigieron la comunidad, como testigos vivos del Sefior. Muchos que habian sido testigos oculares de la actividad, la muerte y resurreccién de Jestis, habitaban todavia en la Ciudad Santa y, llenos de entusiasmo, se- gufan anunciando la buena noticia de Ia salvacién. En Jerusalén, por primera vez, empez6 a formarse un patrimo- nio lingiifstico y conceptual de matriz cristiana y una nueva confi- guracién liturgica. Aun cuando la joven comunidad tenia conciencia de ser sobre todo el cumplimiento del judaismo, participaba en la li- turgia judia, practicaba las formas de devocién tradicionales y asu- mi6 los principios bdsicos de la organizacién judia (articulacién de la comunidad, gobierno de los ancianos, presbiteros y ministros con mandato permanente). Ahora bien, al mismo tiempo se constituyé con los apéstoles en una comunidad independiente, caracterizada por una liturgia propia que se expresaba en el recuerdo agradecido (eucharistia) y en la actualizaci6n cultual del sacrificio de Cristo, mientras «partian el pan en sus casas, tomando el alimento con ale- gria y sencillez de corazén» (Hch 2,46), celebrando de este modo la cena del Seftor. Esta comunidad de Jerusalén dejé una impronta de- cisiva en la vida comunitaria, el ordenamiento, la piedad y la estruc- tura liturgica de la Iglesia. Hacia el 50 d.C., el llamado «concilio apostdlico» tom6 también su primera y dificil decision, que tendria una importancia suprema para el futuro de Ja joven Iglesia, cuando establecié que los paganos convertidos al cristianismo no estaban obligados a la observancia de la ley judia (Hch 15,6ss.19). La organizaci6n interna de la comunidad estuvo dirigida, en un primer momento, por todo el colegio de los doce apéstoles, aun cuando se percibe claramente que Pedro tenta un papel de direccién. Pablo sefiala, junto a Pedro, también a Santiago y Juan como «colum- nas» de la comunidad (Gal 2,9), pero sdlo después de la partida de Pedro de Jerusalén (ca. 43/44; cf. Hch 12,17) ocupé Santiago su lugar. De hecho, la tradicién lo sefiala como primer «obispo» de Jerusalén. En el concilio apostélico encontramos por primera vez a los «presbi- teros», pero ya antes se habfa mencionado a siete didconos (Hch 6,1ss), con Esteban a la cabeza. El orden jerarquico de los ministros aparece, por tanto, completo: el apdstol-obispo, los presbiteros y los didconos eran los guias autorizados de la comunidad de Jerusalén.

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