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Llevaba un rato caminando cuando decidi pararse a descansar.

Estaba
exhausta y notaba sus calcetines cubiertos de tierra. Era una sensacin
extraa, olvidada, que la transport a la infancia. Vio el rostro de su madre,
divertido, mientras la rea, asegurndole que si se volva a manchar los
zapatos de barro le creceran gusanos de las plantas de los pies. Record
perfectamente cmo la angustia y el miedo le invadieron el pecho ante el
absoluto horror que le produca la idea de seres viscosos y serpenteantes
deslizndose por entre sus dedos. Sin embargo, no consigui ubicar en el
tiempo aquella escena. No era algo raro. Su madre haba pasado gran parte
de su infancia inventando mitos absurdos que ella se dedic a deshacer a
medida que iba creciendo. A veces an quedaban vestigios de esas
historias, que se alzaban como verdades bblicas en alguna parte de su
subconsciente. Con quince aos, se sorprendi al descubrir que los
guisantes no eran bolitas rellenas de pur. Con veintitrs, tuvo que
preguntarle a su madre si era verdad lo de la nia que se qued calvita
calvita por acercarse demasiado a los monos del zoo. Actualmente, an
dudaba sobre si habra algn seor, ya de edad madura, con un solo brazo,
consecuencia de haber sacado, intrpido, la mano por la ventanilla del
coche en marcha. Ech de nuevo a andar. Sac el mvil del bolsillo,
recordando que haca demasiado tiempo que no llamaba a su madre.

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