¿Qué ha sido lo que podido marcar la relación entre religión y política que la ha hecho tan problemática? Para Habermas, en los estados modernos ha habido una suerte de “neutralización de la política”, esta idea es contrastada con la noción de Carl Schmidt según la cual el estado moderno ha sido “despolitizado”. Este contraste marca un elemento importante en el pensamiento filosófico-político del autor y permite, a su vez, entender la idea especifica comentada sobre el origen de la legitimidad política secular.
¿Qué ha sido lo que podido marcar la relación entre religión y política que la ha hecho tan problemática? Para Habermas, en los estados modernos ha habido una suerte de “neutralización de la política”, esta idea es contrastada con la noción de Carl Schmidt según la cual el estado moderno ha sido “despolitizado”. Este contraste marca un elemento importante en el pensamiento filosófico-político del autor y permite, a su vez, entender la idea especifica comentada sobre el origen de la legitimidad política secular.
¿Qué ha sido lo que podido marcar la relación entre religión y política que la ha hecho tan problemática? Para Habermas, en los estados modernos ha habido una suerte de “neutralización de la política”, esta idea es contrastada con la noción de Carl Schmidt según la cual el estado moderno ha sido “despolitizado”. Este contraste marca un elemento importante en el pensamiento filosófico-político del autor y permite, a su vez, entender la idea especifica comentada sobre el origen de la legitimidad política secular.
tensin Indagacin en el pensamiento de Habermas sobre el origen religioso de la legitimidad poltica.
Diego Rojas Reveco
En el artculo de Habermas, El sentido racional de una herencia de la teologa poltica, artculo que a su vez analiza los planteamientos de pensadores como Claude Le fort y Carl Schmidt 1 , La legitimidad poltica del estado moderno pareciera disolverse a raz de su descontextualizacin originada en el momento de separacin del poder poltico y el poder religioso: Lo poltico como tal no pudo convertirse en un tema del discurso, mientras las narraciones mticas fueron el nico medio de representacin simblica. El estado, como aquel campo simblico en que las civilizaciones antiguas formaron por primera vez una imagen de s misma, en su versin moderna, no logra convertirse en un tema del discurso2, qu es lo que quiere decir Habermas con esta afirmacin? Curiosamente, vale la pena hacerlo notar, Habermas discute con posiciones conservadoras como la de Schmidt segn las cuales la poltica ha perdido el sentido de lo poltico, sin embargo si existe el reconocimiento de que ha habido cierta neutralizacin de la poltica. Unas pginas ms adelante, el autor afirma que lo poltico se ve disuelto en la sociedad civil, el sentido originario del quehacer poltico, no como mera funcin administrativa, sino que como mbito de apertura de las posibilidades de una comunidad poltica especfica, ha pasado de los centros de poder eclesisticos y monrquico-religiosos hacia el centro de la sociedad misma por medio de los flujos comunicacionales entre los participantes de dicha comunidad poltica. cmo Habermas explica esto en trminos histricos? Y sobre todo, el leitmotiv de este artculo, qu significa en trminos de la relacin entre poltica y religin el hecho de que la religin, como portadora del sentido originario de lo poltico haya sido exteriorizada a ello mismo? En el presente trabajo se buscar, ms que dar una respuesta cerrada y completa, bosquejar una 1 Segn Habermas, habra en estos autores junto a otros (A. Harendt, Jean-luc Nancy, Derrida, etc..), un intento por revalorizar el concepto clsico de Lo poltico contra las tendencias despolitizadoras de nuestro tiempo. (Habermas, Lo poltico: el sentido racional de una cuestionable herencia de la teologa poltica., 2011) 2 (Habermas, 2011, Pg. 26) respuesta que sea coherente con el pensamiento del autor y que permita avanzar en la profundizacin del mismo.
Qu ha sido lo que podido marcar la relacin entre religin y poltica
que la ha hecho tan problemtica? Para Habermas, en los estados modernos ha habido una suerte de neutralizacin de la poltica, esta idea es contrastada con la nocin de Carl Schmidt segn la cual el estado moderno ha sido despolitizado3. Este contraste marca un elemento importante en el pensamiento filosfico-poltico del autor y permite, a su vez, entender la idea especifica comentada. De cierto modo Habermas tiene un diagnstico de lo que en su poca sucede con los estados modernos en relacin a su capacidad de cohesionar y congregar ms all de sus capacidades en trminos negativos (normativo-restrictivos), sin embargo no es el mismo diagnstico de pensadores como el recin nombrado Carl Schmidt, ni como Heidegger ni como Claude Le fort. Estos pensadores ven en la esencia misma de los estados liberales el problema, en cuanto a su incapacidad de despertar y fundamentarse sobre elementos pre-polticos (sean mticos, ticos o religiosos), pues en su origen, frente al fenmeno del pluralismo (religiosos principalmente, pero bien puede argumentarse que tambin en cuanto a la distincin de clases sociales), los estados liberales han abandonado la pretensin metafsica, mtica, basal de cierto modo, de su poder. En este sentido aparece el problema claramente: El estado debe poder ser independiente de las doctrinas comprensivas que conviven bajo su alero, sean religiosas, metafsicas, ticas e incluso polticas; pero a su vez, pareciese ser que los estados liberales, al igual que sus antecesores los estados nacionales monrquicos, requieren de
3 Ya durante la modernidad temprana, estos dos hechos prefiguraron la
neutralizacin de lo poltico, mientras que Carl Schmidt quiere culpar de esa clase de despolitizacin a los regmenes liberales del siglo XIX y principios del siglo XX. (Habermas, 2011, Pg. 28) dichos elementos pre-polticos4 que les otorgan legitimidad. El problema por tanto puede reducirse a la cuestin de la relacin del estado con la nacin de la cual manifiesta y refleja su identidad. Este problema no exista en los estados pre-modernos, pues el gobernante era equivalente al representante de Dios en la tierra, sin embargo en formas de organizacin nacionales que postulan la igualdad de todos frente la ley, reconociendo los mismos derechos y deberes para todos los ciudadanos, no es posible de ver por dnde puede encontrarse un elemento de validez que resalte por sobre otro. Todo ciudadano pues, tiene el derecho a ser distinto, a tener distintas creencias y modos de vida, por lo que ninguna creencia o modo de vida en particular puede extrapolarse como elemento de cohesin para la nacin en su totalidad. As como tampoco ningn elemento pre-poltico puede enarbolarse como doctrina omnicomprensiva y omnipotente frente a la vida de los ciudadanos particulares y sociales. Ahora bien, el autor defiende que los estados modernos no requieren de ningn fundamento ms que ellos mismos en su funcionamiento, por lo menos en el sentido de su fundamentacin histrica, lgica y emprica, puesto que se fundamentan en tanto que administrando en la argumentacin recursos cognitivos que son independientes de las tradiciones religiosas y metafsicas (Habermas, 2006, pg. 110), sin embargo reconoce que el problema es ms profundo si se acepta que el estado no es meramente un corpus normativo negativo que coacciona, sino que adems exige a sus ciudadanos un papel como autores del derecho que los rige, pues implica la motivacin de los mismos en el proyecto poltico en cuanto a
4 En este contexto la nocin pre-poltico no refiere a algo no poltico o
previo a lo poltico en su sentido ms amplio, sino que pre-poltico como lo previo a la ejecucin misma del poder, es decir que con elementos pre-polticos se hace referencia a contenidos culturales mticos, metafsicos y religiosos autctonos que estn a la base de cierta cultura nacional y que le entregue a la nacin portadora de dicha cultura, cohesin, unidad y motivacin para la ejecucin de un proyecto poltico especfico y basado en los elementos pre-polticos ya mencionados. su permanencia y proyecciones, y no meramente el sometimiento consensuado a cierto orden jurdico-constitucional. Por supuesto que Habermas tiene una propuesta para solucionar este asunto, pero por ahora se ha de poner el acento en el problema mismo.
El problema que se aqu se ha expuesto es central para escudriar en las
preguntas planteadas al principio de la entrega. La religin, como imagen del mundo ha tenido un papel relevante en la historia poltica precisamente fundamentando la organizacin social y poltica de los pueblos. Sin embargo, ante el advenimiento de las doctrinas ilustradas, del iluminismo, se postula a la razn como el elemento que puede fundar la organizacin social y poltica. Esto implica una pugna entre las doctrinas comprensivas de corte metafsico como los sistemas religiosos y los valores ilustrados como fundamento supuestamente- no metafsicos que han de entenderse en su contexto como elementos reguladores de la convivencia de manera descarnada o desinteresada objetiva si se quiere utilizar un lenguaje ms pretensioso-. Sin embargo el autor afirma que la modernidad en su conjunto podra verse descarriada impidiendo al ciudadano entrar en el entramado, ms denso, de orientaciones axiolgicas de carcter cultural que requieren las democracias modernas en cuanto a exigencias de solidaridad, unidad y normatividad pre-jurdica para con los dems, entre ellos y en relacin a las instituciones polticas. Este descarrilamiento de la modernidad puede entenderse segn la constelacin que Bckenfrde5 tena a la vista, como la transformacin de los ciudadanos en mnadas individualizadas que actan por inters propio y que slo emplean sus derechos subjetivos como armas para luchar entre s (Habermas, 2006, pg. 113). En este sentido, aparece el colmo del problema mencionado en el prrafo anterior, y es que en el hecho de que el estado no se
5 Jurista Alemn del cual Habermas hace varias acotaciones en el libro a
propsito de sus posiciones conservadoras y cercanas a Carl Schmidt. plantee a s mismo de manera gentica desde ninguna doctrina comprensiva en particular ni bajo el alero de ninguna tradicin metafsica o tica especfica que fundamente y dirija normativamente la relacin entre los ciudadanos ms all de los aparatos coactivos del aparato estatal, lo poltico de la poltica se hace externo a las mismas instituciones polticas. Este asunto a su vez se debe leer de dos formas, una que puede valorarse de forma positiva y otra que puede valorarse negativamente en relacin a un funcionamiento ideal de un estado liberal democrtico. Por una parte, el hecho de que la solidaridad entre los ciudadanos y las proyecciones de los mismos en relacin a la comunidad poltica en la que viven se haya exteriorizado al estado moderno, ha devenido en un creciente reemplazo del mismo por el mercado en mbitos de la vida que hasta ahora se haban mantenido cohesionados normativamente, esto es, cuya integracin se aseguraba mediante formas polticas o pre- polticas de comunicacin (Habermas, 2006, pg. 113), lo que ha significado a su vez la minimizacin del poder poltico del estado en relacin a decisiones supranacionales y la instauracin de un privatismo ciudadano que se reproduce en base a una nueva cultura poltica que exalta al individuo no en su dignidad ms fundamental (lo que implicara una valoracin mayor del derecho en relacin al mercado) sino que en su capacidad de xito individual (dependiente casi exclusivamente del lugar en el mercado que el individuo pueda alcanzar). Esta situacin de individualizacin y privatismo poltico es aquello que Habermas refiere como una modernidad descarriada; sin embargo y por otra parte, la exteriorizacin de lo poltico desde los espacios polticos formales implica tambin un traslado de su funcin deliberativa desde las instituciones polticas formales hacia la esfera pblica como el espacio donde los flujos comunicacionales permiten el debate sobre las decisiones y el proyecto poltico a seguir. En este sentido, la misma razn por la cual los estados modernos pueden fallar y caer en una modernidad descarriada, es la razn por la cual pueden evolucionar en estados democrticos en los cuales la comunicacin y el discurso entre sus conciudadanos permita el correcto funcionamiento de la democracia6.
Algo a considerar en la teora de Habermas es la relevancia que le
entrega a la historia como elemento que puede guiar y permitir unidad poltica entre los ciudadanos en un nivel ms profundo que el de las mismas instituciones polticas, en el nivel pre-poltico fundante.
Al contrario de lo que sugiere un malentendido ampliamente
extendido, el patriotismo constitucional implica que los ciudadanos hagan suyos los principios de la constitucin no slo en su contenido abstracto, sino de manera concreta en el contexto histrico de sus respectivas historias nacionales. Si el contenido moral de los derechos fundamentales debe convertirse en profundas convicciones, no basta con el mero proceso cognitivo. (Habermas, 2006, pg. 112)
La historia es reconocida por el autor como un punto de partida para la
discusin al respecto de los derechos fundamentales (constitucin) en una nacin, pues no se parte de los contenidos abstractos de la identidad nacional, sino de la realidad histrica en tanto que fue y en tanto que ha devenido a una realidad presente, un nuevo campo de apertura de posibilidades. Esta idea, vale la pena comentarlo, discute
6 El estado de derecho constituido democrticamente garantiza
efectivamente no slo libertades negativas para los ciudadanos de la sociedad preocupados por el propio bien; con el afloramiento de las libertades comunicativas moviliza tambin la participacin de los ciudadanos en el debate pblico acerca de temas que conciernen a todos en comn. El vnculo unificador echado en falta es un proceso democrtico en el que, en ltima instancia, lo que queda a discusin es la comprensin correcta de la constitucin. (Habermas, 2006, Pg. 111) directamente con el exaltamiento nacionalista romntico de pensadores como Nietzsche, Carl Schmidt y Heidegger, y guarda relacin con la experiencia de los autoritarismos, y en particular con la experiencia del nacismo, que vivi Habermas durante su juventud. Ahora bien. La historia tambin da cuenta del problema que aqu se est tratando. Los estados modernos son estructuras organizacionales que han heredado una nocin de La poltica y de Lo poltico particular. Esta se retrotrae hasta los primeros ordenamientos jurdicos en Siria, Mesopotamia y Egipto. En aquella poca, las practicas rituales y religiosas se identificaban con rituales de estado, o ms bien, eran lo mismo. As tambin los gobernantes eran la divinidad misma sobre la tierra. La cohesin social se daba en base a la identificacin consciente del pueblo con el soberano en una especie de idolatra de estado y religiosa inapelable desde el momento en que se asuma al gobernante como Dios. Siglos ms tarde, el mito es reemplazado por el logos, y los gobernantes divinos se someten al nomos, es la era axial, donde el gobernante pasa de ser la divinidad a un mero representante humano de las leyes divinas, en la antigua china, as como en Israel y en Grecia, los gobernantes pueden ser puestos en duda en su labor de representar dicho ordenamiento csmico. Por ello se marca una fuerte tensin ambivalente entre el poder poltico y el poder religioso. Las relaciones entre emperador y Papa evidencian este tipo de estructura organizacional. Habermas afirma que en la edad moderna, este rol de autoridad suprema es asumido en la figura de un estado absolutista hobbsiano, un Leviatn que puede esgrimir la ley como poder coercitivo y coaccionante. En este sentido, es posible observar que desde una perspectiva histrica, la neutralizacin de la poltica guarda relacin con la herencia de la estructuracin del poder religioso como poder poltico y como estado. Esto es en el fondo, el problema primeramente planteado, pero ahora desde una perspectiva histrica: Los estados modernos son herederos de un modo de legitimidad del poder que requiere un poder religioso, un poder no inherente al estado mismo y que sin embargo lo funda. Esta herencia guarda relacin con la historia misma del estado, en su relacin con la religin. Esto va a significar a su vez que los estados modernos no deberan desligarse del todo de los sistemas comprensivos que los vieron nacer y en parte que los dieron a luz, pues en los contenidos ticos de dichas doctrinas comprensivas se encuentran los valores mismos que suponen los estados modernos. Es as como Habermas ejemplifica esto afirmando que la igualdad entre todos los hombres en dignidad es un axioma de los estados modernos que se funda en la idea de que los seres humanos estamos creados a imagen y semejanza de Dios.
Para concluir esta indagacin en el pensamiento de Habermas, es
posible afirmar que el fenmeno de la exteriorizacin de lo poltico desde la poltica formal, guarda relacin con el hecho de que la poltica y sus instituciones se han convertido hasta cierto punto en rganos administrativos y ejecutivos que no poseen a potestad pre-poltica y pre- jurdica para darse a s mismos contenido en cuanto proyecto poltico y deliberacin legislativa. Dicho fenmeno es un sntoma de una modernidad descarriada , que ha perdido sus fundamentos axiolgicos necesarios para funcionar, ello porque: a) se ha extraviado de las doctrinas comprensivas que estn en el fondo de sus postulados ms fundamentales; y b) a raz de ello la razn como fundamento ideolgico y filosfico de los sistemas democrticos liberales ha perdido sustento en cuanto han aparecido planteamientos polticos y filosficos que hacen hincapi en la incapacidad de la misma para entregar un fundamento motivacional, legitimante e identitario del poder poltico liberal. Sin embargo y a pesar de todo lo anterior, el autor busca rescatar el proyecto ilustrado de la democracia y afirma que es posible que los estados modernos puedan cumplir con la promesa de gobernabilidad democrtica si es que se considera: a)que el estado no requiere elementos externos al mismo para fundarse como organizacin poltica nuclear de la sociedad, b) que la capacidad de reflejar una identidad y de cohesionar de los estados modernos no depende slo de las instituciones formales, sino que en tanto que la discusin constitucional se ha exteriorizado de stas a la esfera pblica, es el debate mismo en la esfera pblica aquel que puede ser un elemento de cohesin social y de identidad cultural; c) que las religiones, as como otras doctrinas comprensivas, no slo pueden coexistir bajo un ordenamiento poltico y jurdico como son los estados modernos, sino que poseen un valor en cuanto que pueden entregar elementos cognitivos, ticos y valricos importantes para el mantenimiento de la cohesin social, la solidaridad entre los ciudadanos y la interpretacin histrica de los asuntos pertinentes a todos. Aunque ello implique una especie de traduccin de las afirmaciones de verdad desde un lenguaje religioso a uno laico y viceversa. En este sentido y para terminar, es posible afirmar que la religin no slo ha impregnado tanto negativa como positivamente el devenir de los estados liberales modernos, sino que puede continuar siendo una parte importante de los mismos en tanto que se presta para nutrir la conciencia normativa y la solidaridad entre los ciudadanos. Bibliografa Habermas, J. (2011). Lo poltico: el sentido racional de una cuestionable herencia de la teologa poltica. El poder de la religin en la esfera pblica (pgs. 23-38). Madrid: Trotta Editorial. Habermas, J. (2006). Ente naturalismo y religin. Barcelona, Espaa: Paidos. Estrada, Juan Antonio. (2004). Por una tica sin teologa. Habermas como Filsofo de la religin. Madrid: Trotta Editorial.