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Muchos no dejan de plantearse la pregunta de qué es lo que Dios estará haciendo. ¿Que es
lo que está haciendo? Bueno, aparte de sostener el universo y estar presente en las iglesias
los domingos, ¡Dios está bastante ocupado!
Dios no se está relajando, tomando café celestial. Está trabajando cada día en nuestro
mundo de coches, televisores, supermercados y restaurantes de comida rápida. Jesús dijo:
“Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). El hecho de que la gente no se de
cuenta de ello nos demuestra simplemente cómo son ellos, pero no necesariamente cómo
es Dios. La obra de Dios es visible para todos, sin embargo, hay tantos que no logran
entender lo que está sucediendo. Esto, a su vez, no es nada nuevo. Jesús, por ejemplo,
sanó a un hombre que había estado enfermo por 38 años y ni una sola persona reconoció la
mano de Dios en el asunto. Por cierto, ¿qué hay del universo y el sinnumero de sistemas
complejos y desconocidos de nuestro cuerpo humano? Algunos no logran ver a Dios en todo
ello. Quizas no haya mucho que se pueda hacer para ayudar a este tipo de personas.
El trabajo de Dios es llevado a cabo por Dios el Espiritu Santo. Esto siempre ha sido así.
Desde el principio de los tiempos, el Espíritu ha sido el siervo santo y el ejecutor de la
voluntad del Dios triuno. Cada una de las tres personas divinas está siempre lista y
dispuesta a servir a los otros dos.
Aquí está – una verdad maravillosa e impresionante. El Espíritu Santo sigue llevando a cabo
la obra que Jesús comenzó.
El Espíritu Santo trabajaba todo el tiempo con Jesús y lo sigue haciendo. Él verdaderamente
es el Espíritu de Cristo, se identifica por completo con Jesus. Cuando Jesús dejó el mundo,
el Espíritu no tardó mucho en seguir con lo que Jesús dejó. El Espíritu desempeñó el papel
del paraklete. ¿De qué papel se trataba? La Biblia nos lo explica sin dejar lugar a dudas.
Jesús habló de Él, diciéndo que era “otro paraklete”, osea, otro aparte de si mismo (Juan
14:16, 26, 15:26, 16:7). El Espíritu tomo el papel de Jesús después de partir éste a la Gloria
celestial.
El Espíritu Santo participaba en todo lo que Jesús decía y hacía. El Espíritu solo guardó
silencio durante tres días cuando Jesús estaba en la tumba. Sucedió justamente lo que
Jesús les había advertido a los discípulos: “La noche viene, cuando nadie puede trabajar”
(Juan 9:4). Hoy, Jesús estando en el Cielo, el Espíritu Santo continua trabajando, tan activo
como en aquel entonces.
Existe la idea generalizada de que en los tiempos de la Biblia, el mundo estaba más cerca
del Cielo que hoy, que Dios era más accesible y que en aquel entonces sucedían cosas. Los
personajes de la Biblia ya llevaban una vida santificada, tenían fe y siempre hacían alguna
cosa dramatica. Así tendemos a pensar los seres humanos: que hubo un tiempo de grandes
personas y que todos los gran hombres están muertos. Sin embargo, la Biblia no es una
hagiografía. Presenta a todos sus personajes tal y como eran, con sus fuerzas y debilidades.
Una canción antigua dice: “Señor, dános más hombres como Elías para orar, de modo que
descienda el poder para sanar a los enfermos y mandar lluvia.” Por cierto, Elías no sanó a
los enfermos. En el antiguo Israel, pocas cosas sobrenaturales sucedieron después de
Moisés.
Si Elías pudo creer, nosotros hoy tenemos muchas razones más para hacerlo. Esdras
también lo hizo. Se atrevió a llevar a 50.000 personas cargadas con tesoros en un viaje que
duraría 5 meses y conducirlos por regiones dominadas por guerreros que vivían como
parásitos de los viajeros que cruzaban estas áreas escasamente pobladas. Esdras rechazó
la oferta de ser acompañado por un grupo de soldados para protegerlos, diciendo que
confiaba en Dios. Llegó a su destino sin que se perdiera ni una sola vida o un solo gramo de
oro o plata. De hecho, no tenía nada con qué alimentar su fe. Nunca experimentó nada
sobrenatural, ni sanaciones, ni visiones, ni manifestaciones. Sólo disponía del Pentateuco, la
Ley, es decir, los cinco libros de Moisés.
Así eran las cosas en aquel tiempo. Entonces llegó el día de Pentecostés que abrió las
esclusas del poder, y Dios, desde entonces, no se ha mostrado para nada reservado. Dios
está vivo, está delante de nosotros, nos invita a seguir caminando hacia delante,
gritándonos un alegre “¡Adelante!”.
Dios hoy nos llama a creer, nos llama a tener fe, una y otra vez, fe en acción y acciones de
fe. Aunque todo el poder descansara sobre nosotros, si no tuvieramos fe, nada sucedería. Si
no hay fe, el poder permanece desactivado. Tantas personas piden dones, poder, señales y
manifestaciones. Podemos desear y pedir equivocadamente, inspirados tan solo por una
visión del poder, un deseo de que se nos vea, que seamos dignos de ser vistos, aspirantes
a ser hombres y mujeres de Dios. Cuando algunos oran y oran y oran, ¿podría ser que
“piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7)? ¿Creemos en el poder de nuestras
propias palabras o en el poder de Dios? La respuesta que Dios nos da es continuar
haciendo lo que necesita ser hecho, no importa lo imposible que nos parezca – y hacerlo por
fe. Sólo la fe desata la omnipotencia de Dios.
El secreto del poder es, primero, el bautismo en el Espíritu Santo para después caminar
hacia delante por fe. Sé un Moisés, sé un David que se enfrenta a un Goliat, reta al ejército
de Midián, atrévete a ser un Esdras, camina hombro con hombro con los apóstoles que
encendieron luces en medio de todo un mundo sumergido en la más espesa oscuridad.
Si oramos que Dios se mueva, estamos atrasados en el tiempo ya que Dios ya se ha movido
y sigue moviendose hasta el día de hoy. En el entretiempo, está esperando que nos
movamos nosotros. La agenda del Espíritu es la misma que la de Jesús. Pero, ¿cuál es
nuestra agenda? ¿Está la nuestra sintonizada con la Suya? Jesús nos ofrece su agenda: “El
que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo
voy al Padre” (Juan 14:12).
Hechos 1:1 usa palabras parecidas: “todas las cosas que Jesús comenzó a hacer”. Esto nos
habla de su ministerio diario. El objetivo supremo de Cristo era la redención, una labor
divina. Los pecadores no tenían ninguna otra parte en ella que ser salvos. Mediante Su
sufrimiento y resurrección, el Redentor terminaría una obra en la que nadie más podía
participar. “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11). Él llevó este
propósito santo a un fin triunfante y gorioso. Cambiaría toda la eternidad. Había anunciado
estas horas horribles de detención, humillación y agonía, llamándola “mi hora” hasta que en
Juan 17:1, dijo, “Padre, la hora ha llegado.” Y luego, en el momento de su muerte, alzó la
voz para gritar un “Consumado es” (Juan 19:30) que debe haber hecho desmayar a Satanás
y todos sus pelotilleros. Esta obra nunca necesitará ser renovada o repetida. Fue un hecho
que representó a Dios mismo en el trono del universo y fue como si hubiese sido entretejida
en la fábrica de las mismísimas estrellas, un decreto divino, la salvación de Dios.
Habiendo establecido la salvación eternal, Dios nos hizo socios del mismo Espíritu. La
Iglesia llegó a ser el nuevo interés creativo de Dios y Su canal. Jesús dijo: “Edificaré mi
iglesia” (Mateo 16:18). Los años hasta que Jesús regresaría deberían ser llenados con
actividad incesante. Las metas definitivas de Dios no se lograrían con un simple y único
milagro, sino únicamente a través de de los millones que Él llamaría y elegiría. Él se propuso
llevarlos a través de los fuegos de las pruebas, una multitud tras otra, para dejar al
descubierto oro puro.
Dios es el Dios viviente y no deja lugar a especulaciones. Dios vino en carne, sufrió por
nuestros pecados en la cruz de la maldición. Jesús fue la imagen de Dios, la imagen del
amor del verdadero Dios, aquí en la Tierra, demasiado real y palpable para los místicos y
eruditos, ya que Dios “escondió estas cosas de los sabios y entendidos y las ha revelado a
los niños” (Lucas 10:21). Dr Campbell Morgan dijo que los “eruditos” eran aquellos que
pueden sumar dos mas dos. Pero estas personas muchas veces no han desarrollado la
capacidad de ver lo obvio. El Evangelio no dice que “Y gran multitud del pueblo le oía de
Cuando Moisés hablaba con Dios, utilizaba terminos concretos. En una oración sumamente
sorprendente, Moisés dijo “en qué se conocerá aquí que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu
pueblo, sino en que tú andas con nosotros, y que yo y tu pueblo hemos sido apartados de
entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (Éxodo 33:16). Solamente Dios
hizo que Israel fuera notado. Él se identificaba con ellos. Éste Dios no es mero capricho o
fantasia. El mundo tendrá que vivir con Dios tal y como es: es cercano, se déjà conocer y es
hasta amigable. No hay otro Dios. Si una persona busca a Dios, verá que es Él el que la
está buscando.
Éste es el Dios que conocemos. Está constantemente en acción en la Tierra. Nuestro Dios
vive y obra. De ésto trata esta carta. Jesús estuvo aquí y “anduvo haciendo bienes y
sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hechos 10:38). Sería hueco y sin sentido si no
hiciera las mismas cosas hoy, que hizo entonces.
Fue la gran promesa de Jesús que estaría con nosotros siempre. El Espíritu Santo
continuaría esta tarea. ¡Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu y ... nosotros! El sindicato
de salvación, financiado por omnipotencia.
Todas las operaciones no-divinas son temporales, pero la asociación “Jesús, Espíritu Santo
& Iglesia” continuará. Éste fue el orden de Dios desde los tiempos de la creación y seguirá
siéndolo por la eternidad – con o sin nosotros. Tenemos toda libertad para ser perdedores si
queremos – o héroes de la fe.
Pero Dios es más grande que los sueños, más fuerte que los temores, y más
alto que cualquier expectativa. Obras aún mayores ofrece historias reales,
conmovedoras y edificantes acerca de personas comunes de todas partes del
mundo. Personas como tú, en quienes Dios realizó obras extraordinarias a
pesar de sus sueños quebrantados, sus fracasos y sus debilidades. Su gracia
nos es dada libremente …
Dios obrará maravillosamente a través de toda persona que se encuentre dispuesta a creer
sinceramente en su Palabra. Reinhard Bonnke es un gran hombre de Dios quien, a través de este
libro, Obras aún mayores, encenderá en ti la pasión por llevar a cabo “obras aún mayores” de lo que
pudiéramos imaginar, para la gloria de Dios. Joyce Meyer, escritora y maestra bíblica.