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Titular: La agenda del Espíritu Santo

Autor: Reinhard Bonnke


Fecha: Junio / Julio 2009

Muchos no dejan de plantearse la pregunta de qué es lo que Dios estará haciendo. ¿Que es
lo que está haciendo? Bueno, aparte de sostener el universo y estar presente en las iglesias
los domingos, ¡Dios está bastante ocupado!

Dios no se está relajando, tomando café celestial. Está trabajando cada día en nuestro
mundo de coches, televisores, supermercados y restaurantes de comida rápida. Jesús dijo:
“Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). El hecho de que la gente no se de
cuenta de ello nos demuestra simplemente cómo son ellos, pero no necesariamente cómo
es Dios. La obra de Dios es visible para todos, sin embargo, hay tantos que no logran
entender lo que está sucediendo. Esto, a su vez, no es nada nuevo. Jesús, por ejemplo,
sanó a un hombre que había estado enfermo por 38 años y ni una sola persona reconoció la
mano de Dios en el asunto. Por cierto, ¿qué hay del universo y el sinnumero de sistemas
complejos y desconocidos de nuestro cuerpo humano? Algunos no logran ver a Dios en todo
ello. Quizas no haya mucho que se pueda hacer para ayudar a este tipo de personas.

El trabajo de Dios es llevado a cabo por Dios el Espiritu Santo. Esto siempre ha sido así.
Desde el principio de los tiempos, el Espíritu ha sido el siervo santo y el ejecutor de la
voluntad del Dios triuno. Cada una de las tres personas divinas está siempre lista y
dispuesta a servir a los otros dos.

Comencé a escribir la prestente Carta del Evangelista cuando estaba pensando en el


programa práctico de Dios. ¿Qué podría escribir sobre esto? Una idea me llevó a la
siguiente y entonces, me llegó una revelación y me emocionó, apoderándose de todo mi ser.

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El Espíritu Santo nos conduce a toda verdad y Él me condujo a esta gran verdad. En
realidad, se debería tratar y analizar intensa y detenidamente, pero me limitaré a explicarla
aquí de forma sintetizada.

El Espíritu Santo tiene la misma agenda que tenía Jesus

Aquí está – una verdad maravillosa e impresionante. El Espíritu Santo sigue llevando a cabo
la obra que Jesús comenzó.

El Espíritu Santo trabajaba todo el tiempo con Jesús y lo sigue haciendo. Él verdaderamente
es el Espíritu de Cristo, se identifica por completo con Jesus. Cuando Jesús dejó el mundo,
el Espíritu no tardó mucho en seguir con lo que Jesús dejó. El Espíritu desempeñó el papel
del paraklete. ¿De qué papel se trataba? La Biblia nos lo explica sin dejar lugar a dudas.
Jesús habló de Él, diciéndo que era “otro paraklete”, osea, otro aparte de si mismo (Juan
14:16, 26, 15:26, 16:7). El Espíritu tomo el papel de Jesús después de partir éste a la Gloria
celestial.

El Espíritu Santo participaba en todo lo que Jesús decía y hacía. El Espíritu solo guardó
silencio durante tres días cuando Jesús estaba en la tumba. Sucedió justamente lo que
Jesús les había advertido a los discípulos: “La noche viene, cuando nadie puede trabajar”
(Juan 9:4). Hoy, Jesús estando en el Cielo, el Espíritu Santo continua trabajando, tan activo
como en aquel entonces.

Existe la idea generalizada de que en los tiempos de la Biblia, el mundo estaba más cerca
del Cielo que hoy, que Dios era más accesible y que en aquel entonces sucedían cosas. Los
personajes de la Biblia ya llevaban una vida santificada, tenían fe y siempre hacían alguna
cosa dramatica. Así tendemos a pensar los seres humanos: que hubo un tiempo de grandes
personas y que todos los gran hombres están muertos. Sin embargo, la Biblia no es una
hagiografía. Presenta a todos sus personajes tal y como eran, con sus fuerzas y debilidades.
Una canción antigua dice: “Señor, dános más hombres como Elías para orar, de modo que
descienda el poder para sanar a los enfermos y mandar lluvia.” Por cierto, Elías no sanó a
los enfermos. En el antiguo Israel, pocas cosas sobrenaturales sucedieron después de
Moisés.

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La gloriosa verdad es que hoy, Dios está mucho más cerca de lo que estaba en estos
acontecimientos de antaño. Dios muestra Su mano hoy millones de veces más que lo hizo
en aquel entonces. Jesús cambió toda la economía de Dios. Nuestros tiempos son los
tiempos del Espíritu Santo, ¡osea, los tiempos de los tiempos!

Si Elías pudo creer, nosotros hoy tenemos muchas razones más para hacerlo. Esdras
también lo hizo. Se atrevió a llevar a 50.000 personas cargadas con tesoros en un viaje que
duraría 5 meses y conducirlos por regiones dominadas por guerreros que vivían como
parásitos de los viajeros que cruzaban estas áreas escasamente pobladas. Esdras rechazó
la oferta de ser acompañado por un grupo de soldados para protegerlos, diciendo que
confiaba en Dios. Llegó a su destino sin que se perdiera ni una sola vida o un solo gramo de
oro o plata. De hecho, no tenía nada con qué alimentar su fe. Nunca experimentó nada
sobrenatural, ni sanaciones, ni visiones, ni manifestaciones. Sólo disponía del Pentateuco, la
Ley, es decir, los cinco libros de Moisés.

Así eran las cosas en aquel tiempo. Entonces llegó el día de Pentecostés que abrió las
esclusas del poder, y Dios, desde entonces, no se ha mostrado para nada reservado. Dios
está vivo, está delante de nosotros, nos invita a seguir caminando hacia delante,
gritándonos un alegre “¡Adelante!”.
Dios hoy nos llama a creer, nos llama a tener fe, una y otra vez, fe en acción y acciones de
fe. Aunque todo el poder descansara sobre nosotros, si no tuvieramos fe, nada sucedería. Si
no hay fe, el poder permanece desactivado. Tantas personas piden dones, poder, señales y
manifestaciones. Podemos desear y pedir equivocadamente, inspirados tan solo por una
visión del poder, un deseo de que se nos vea, que seamos dignos de ser vistos, aspirantes
a ser hombres y mujeres de Dios. Cuando algunos oran y oran y oran, ¿podría ser que
“piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7)? ¿Creemos en el poder de nuestras
propias palabras o en el poder de Dios? La respuesta que Dios nos da es continuar
haciendo lo que necesita ser hecho, no importa lo imposible que nos parezca – y hacerlo por
fe. Sólo la fe desata la omnipotencia de Dios.
El secreto del poder es, primero, el bautismo en el Espíritu Santo para después caminar
hacia delante por fe. Sé un Moisés, sé un David que se enfrenta a un Goliat, reta al ejército
de Midián, atrévete a ser un Esdras, camina hombro con hombro con los apóstoles que
encendieron luces en medio de todo un mundo sumergido en la más espesa oscuridad.

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Así son las cosas hoy por hoy. El Espíritu Santo ha llegado y está ahora quí de una manera
desconocida antes de que Jesus ascendiera al Cielo. Jesus lo mandó para que
permaneciese con nosotros. Él hace que hoy sea el día de salvación, el día del Espíritu, el
día de las grandes cosas para Dios, el día de los milagros. Hoy es el día de los nuevos
Davids, Gedeones, Esdrases y Elíases, que retoman la labor de sus tocayos que no
supieron nada del bautismo en el Espíritu Santo o del Espíritu que permanece con nosotros.
Hoy es el día de nuevos y más grandes actos heróicos de fe.

Si oramos que Dios se mueva, estamos atrasados en el tiempo ya que Dios ya se ha movido
y sigue moviendose hasta el día de hoy. En el entretiempo, está esperando que nos
movamos nosotros. La agenda del Espíritu es la misma que la de Jesús. Pero, ¿cuál es
nuestra agenda? ¿Está la nuestra sintonizada con la Suya? Jesús nos ofrece su agenda: “El
que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo
voy al Padre” (Juan 14:12).

Hechos 1:1 usa palabras parecidas: “todas las cosas que Jesús comenzó a hacer”. Esto nos
habla de su ministerio diario. El objetivo supremo de Cristo era la redención, una labor
divina. Los pecadores no tenían ninguna otra parte en ella que ser salvos. Mediante Su
sufrimiento y resurrección, el Redentor terminaría una obra en la que nadie más podía
participar. “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11). Él llevó este
propósito santo a un fin triunfante y gorioso. Cambiaría toda la eternidad. Había anunciado
estas horas horribles de detención, humillación y agonía, llamándola “mi hora” hasta que en
Juan 17:1, dijo, “Padre, la hora ha llegado.” Y luego, en el momento de su muerte, alzó la
voz para gritar un “Consumado es” (Juan 19:30) que debe haber hecho desmayar a Satanás
y todos sus pelotilleros. Esta obra nunca necesitará ser renovada o repetida. Fue un hecho
que representó a Dios mismo en el trono del universo y fue como si hubiese sido entretejida
en la fábrica de las mismísimas estrellas, un decreto divino, la salvación de Dios.

Habiendo establecido la salvación eternal, Dios nos hizo socios del mismo Espíritu. La
Iglesia llegó a ser el nuevo interés creativo de Dios y Su canal. Jesús dijo: “Edificaré mi
iglesia” (Mateo 16:18). Los años hasta que Jesús regresaría deberían ser llenados con
actividad incesante. Las metas definitivas de Dios no se lograrían con un simple y único
milagro, sino únicamente a través de de los millones que Él llamaría y elegiría. Él se propuso
llevarlos a través de los fuegos de las pruebas, una multitud tras otra, para dejar al
descubierto oro puro.

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Hubo una obra especial de Cristo que fue anunciada por Juan el Bautista, obra que no llevó
a cabo antes de dejarnos: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). Durante
el ministerio que Él había comenzado, no bautizó a nadie, sin embargo prometió que
continuaría su obra después de su resurrección. Empezó a bautizar en el Espíritu diez días
después de dejar a sus discípulos mirando boquiabiertos el cielo. Jesús, hasta el día de hoy,
sigue obrando en mil diferentes maneras – el mismo ayer, hoy y para siempre. Su ministerio
no ha cambiado.

Dios habla. La Biblia menciona al Dios viviente 23 veces – 12 veces en el Nuevo


Testamento – y esto significa un Dios que habla. Dios desafía a los dioses del mundo que
no hablan y que no son dioses vivientes. El Salmo 115:5 muestra esta diferencia “Tienen
boca, pero no hablan.” Hablar es el sello distintivo de personalidad. Él hizo que ésto nos
diferenciase de los animales. Dios quiere que hablemos. En un ejemplo temprano en la
historia bíblica, Dios le dijo a Moisés que fuera a hablar con el faraón y Moisés se disculpó
diciendo que no era elocuente. El Señor le preguntó: “¿Quién dio la boca al hombre?”
(Éxodo 4:11). Hay más de 400 referencias parecidas acerca de la boca y hablar en la Biblia.
¡Un dios que no habla no merece que se le escuche! El Dios de Pentecostés les dio a sus
discípulos “palabra”.

El Espíritu creador, el Espíritu de Cristo, se manifiesta palpablemente. Quietistas altivos e


introvertidos no quieren un Dios así, un Dios listo para la acción, un Dios de palabras claras.
Ellos profesan estar esperando tiempo y espacio como exploradores espirituales como si
Dios se estuviera escondiendo en algún rincón perdido en un mundo de trascendencia.
Místicos esperan vibraciones que penetran el éter, rayos cósmicos celestiales, y piensan
que Dios es un misterio escondido en un enigma. Sin embargo, en la agenda del Espíritu, la
tarea es continuar el trabajo de Aquel que anduvo por la tierra, coherente e indentificable, y
no el trabajo de una nube esotérica indeterminada.

Dios es el Dios viviente y no deja lugar a especulaciones. Dios vino en carne, sufrió por
nuestros pecados en la cruz de la maldición. Jesús fue la imagen de Dios, la imagen del
amor del verdadero Dios, aquí en la Tierra, demasiado real y palpable para los místicos y
eruditos, ya que Dios “escondió estas cosas de los sabios y entendidos y las ha revelado a
los niños” (Lucas 10:21). Dr Campbell Morgan dijo que los “eruditos” eran aquellos que
pueden sumar dos mas dos. Pero estas personas muchas veces no han desarrollado la
capacidad de ver lo obvio. El Evangelio no dice que “Y gran multitud del pueblo le oía de

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buena gana” (Marcos 12:37) – y lo sigue haciendo. Jesús reveló verdades profundas a
mujeres. Él es el Cristo de los aleluyas, las palmas, las danzas, el avivamiento y el
Evangelio vivido ardiente; el Jesús que Juán describió “al que hemos contemplado y
palparon nuestras manos” (1 Juan 1:1).

Cuando Moisés hablaba con Dios, utilizaba terminos concretos. En una oración sumamente
sorprendente, Moisés dijo “en qué se conocerá aquí que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu
pueblo, sino en que tú andas con nosotros, y que yo y tu pueblo hemos sido apartados de
entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (Éxodo 33:16). Solamente Dios
hizo que Israel fuera notado. Él se identificaba con ellos. Éste Dios no es mero capricho o
fantasia. El mundo tendrá que vivir con Dios tal y como es: es cercano, se déjà conocer y es
hasta amigable. No hay otro Dios. Si una persona busca a Dios, verá que es Él el que la
está buscando.

Éste es el Dios que conocemos. Está constantemente en acción en la Tierra. Nuestro Dios
vive y obra. De ésto trata esta carta. Jesús estuvo aquí y “anduvo haciendo bienes y
sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hechos 10:38). Sería hueco y sin sentido si no
hiciera las mismas cosas hoy, que hizo entonces.

Fue la gran promesa de Jesús que estaría con nosotros siempre. El Espíritu Santo
continuaría esta tarea. ¡Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu y ... nosotros! El sindicato
de salvación, financiado por omnipotencia.

El llamado de Dios representa la invitación de Jesús y el Espíritu Santo, nuestra mayor


oportunidad, para una inversión de vida con dividendos eternos. Si entramos plenamente en
los propósitos de Jesucristo, somos respaldados de medios infinitos. Si unimos nuestras
metas a las suyas, conoceremos una plenitud de vida sin igual – en el proyecto más
grandioso de la Tierra, predicando el Evangelio a un mundo perdido.

Todas las operaciones no-divinas son temporales, pero la asociación “Jesús, Espíritu Santo
& Iglesia” continuará. Éste fue el orden de Dios desde los tiempos de la creación y seguirá
siéndolo por la eternidad – con o sin nosotros. Tenemos toda libertad para ser perdedores si
queremos – o héroes de la fe.

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Recomendación de un libro

Pero Dios es más grande que los sueños, más fuerte que los temores, y más
alto que cualquier expectativa. Obras aún mayores ofrece historias reales,
conmovedoras y edificantes acerca de personas comunes de todas partes del
mundo. Personas como tú, en quienes Dios realizó obras extraordinarias a
pesar de sus sueños quebrantados, sus fracasos y sus debilidades. Su gracia
nos es dada libremente …

Serás tocado … Serás inspirado … Serás retado … a emprender obras aún


mayores para Dios.

Dios obrará maravillosamente a través de toda persona que se encuentre dispuesta a creer
sinceramente en su Palabra. Reinhard Bonnke es un gran hombre de Dios quien, a través de este
libro, Obras aún mayores, encenderá en ti la pasión por llevar a cabo “obras aún mayores” de lo que
pudiéramos imaginar, para la gloria de Dios. Joyce Meyer, escritora y maestra bíblica.

Titular: Obras aún Mayores


Precio: 9,80 € Otros estudios bíblicos en
ISBN: 978-1-933106-28-1 www.bonnke.net
www.e-r-productions.com

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