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ZIMAPÁN DA LA BATALLA CONTRA LA CONSTRUCCIÓN DE UN

CONFINAMIENTO DE RESIDUOS TÓXICOS


por Angélica Enciso L.
(publicado en La Jornada el 7 de enero de 2008)

La resistencia de habitantes de Zimapán, Hidalgo, a la construcción de un


confinamiento de residuos peligrosos en su comunidad, la división entre los
residentes y el enfrentamiento social son elementos constantes cuando se
trata de estos proyectos.

Además del conflicto social, es común que las empresas dejen los desechos
abandonados, que el gobierno tenga que indemnizarlas y además remediar
el daño ambiental. Esto ocurrió en Guadalcázar, San Luis Potosí, y en
Hermosillo, Sonora. El confinamiento de Rimsa en Mina, Nuevo León, es el
único que se ha concretado y está en operación desde 1993, con vigencia
indefinida. Se estima que en el país cada año se generan entre 6 y 8
millones de toneladas de residuos peligrosos.

Los confinamientos buscan establecerse en comunidades pobres, alientan la


corrupción local y siempre hay historias de engaños previos, señala
Fernando Bejarano, director del Centro de Análisis y Acción en Tóxicos y
Alternativas (CAATA).

Una de las quejas en Zimapán es que al pueblo se le dijo que se iba a


levantar una recicladora de basura cerca del poblado Botiña y “cuando nos
dimos cuenta lo que estaban haciendo era otra cosa”, señaló José María
Lozano, del movimiento Todos somos Zimapán. Luego de enfrentamientos
con la policía y la detención y posterior liberación de 45 personas opositoras
al plan, el 9 de diciembre, la construcción del confinamiento se suspendió
dos días después debido a que no había condiciones para continuar con las
obras, argumentó el gobierno estatal; sin embargo, el plan es abrir el sitio
en los próximos meses.

La empresa española Befesa prevé invertir 12 millones de dólares en la


obra, la cual tendrá una capacidad anual de recepción de 170 mil toneladas;
fue autorizada el 4 de agosto de 2006. Investigadores del Instituto
Politécnico Nacional (La Jornada, 9 de agosto 2007) consideraron que el
proyecto es inviable porque se levantaría en un área donde hay una falla
subterránea que genera inestabilidad, además de que a un kilómetro del
sitio hay manantiales de agua.

Las experiencias malogradas continúan: el lunes 17 de diciembre ocurrió un


incendio en el confinamiento ubicado en la localidad El Sacrificio, en Ramos
Arizpe, Coahuila, operado por la empresa Tecnología Ambiental
Especializada, abierto apenas en abril de 2007. Frente a esta situación, la
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) lo clausuró de
manera temporal y presentó una denuncia de hechos, además de que aún
está por definir si la clausura es definitiva.

Un caso más es el de Cytrar, asentado en Hermosillo, Sonora, cuya limpieza


parcial de 2 mil 300 tóxicos que están en la superficie comenzó en
septiembre de 2005. Fue operado por el grupo español Técnicas Medio
Ambientales (Tecmed) entre 1996 y noviembre de 1998. En tan sólo dos
años, esa empresa depositó de manera clandestina todo tipo de residuos,
entre los que destacan plomo, mercurio, manganeso, askareles, solventes,
residuos biológico-infecciosos y baterías de automóviles, refiere
Greenpeace.

Indica que esa limpieza superficial es “una solución cosmética” para el


pasivo ambiental más grande del país. “El problema de que las autoridades
ambientales regalen, sin rigor alguno, permisos de operación a empresas
como Tecmed termina revirtiéndose en contra del erario”.

Recuerda que tras la clausura del basurero en 1998, Tecmed-Cytrar


demandó a México en marzo de 2003 en Washington a través del Panel
sobre solución de controversias entre estados y ciudadanos de otros
estados y del Tratado Marco entre México y Europa en materia de inversión.
Tecmed ganó la demanda y obligó al Estado mexicano a indemnizarla con
7.5 millones de dólares. Al final, a esta corporación se le pagó por
contaminar y afectar la salud pública, señala Greenpeace.

El confinamiento de Ramos Arizpe operó durante siete meses este año; fue
autorizado para recibir en total 2.7 millones de metros cúbicos de desechos
y tiene una capacidad anual de recepción de 24 mil 100 toneladas. La
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)
recientemente dio su aval ambiental a otros tres proyectos: uno en
Chapantongo, Hidalgo; otro en Viesca, Coahuila —para 182 mil toneladas al
año—, y uno más en La Choya, Sonora, para confinar 45 mil toneladas al
año.

La Semarnat tiene en su registro de confinamientos, dos plantas en el


Distrito Federal: una en Coyoacán, operada por Sistemas de Desarrollo
Sustentable, con capacidad de 182 mil toneladas, y otra en la delegación
Benito Juárez para la misma cantidad de desechos.

No hay un inventario de desechos


Sin una cifra clara sobre la generación de residuos peligrosos en el país, ya
que aún no existe un inventario actualizado, la Semarnat estima que hasta
2004 se generaron 6.17 millones de toneladas, mientras que en 2000
fueron 3.7 millones de toneladas. Hay capacidad instalada para el manejo
de alrededor de 12.3 millones de toneladas al año, sobre todo de plantas de
reciclaje, tratamiento, incineración y reuso, indica el documento La gestión
ambiental en México, editado en 2006.

La Semarnat admite que es urgente elaborar un inventario real y confiable a


corto plazo y precisa que las empresas autorizadas para dar tratamiento a
líquidos residuales tienden a agruparse en el Distrito Federal, Nuevo León,
estado de México, Veracruz, Tamaulipas y Tabasco, lo cual no corresponde a
la distribución de la generación de residuos.

La solución para el establecimiento de confinamientos sería que los


construya el gobierno federal, que Banobras y Semarnat definieran los sitios
adecuados y negociar con los gobiernos municipales para que los habitantes
se vieran beneficiados con las utilidades, considera Gabriel Quadri.
Un problema derivado del mal y escaso manejo de residuos peligrosos es
que hasta hace tres años se tenía el registro de 297 sitios contaminados, los
cuales se concentraban en San Luis Potosí, donde había 49; estado de
México, con 30; Aguascalientes, 28; Coahuila, 21, y Veracruz, 20.

En los proyectos de confinamientos de residuos peligrosos se da una


“selección de sitios sin un proceso transparente de consulta, y no hay una
política que tienda a reducir la generación de estos desechos. Hay
procedimientos poco democráticos y se les pide a los pobres correr riesgos
ambientales, cuando ellos no generaron los residuos, mientras que los
empresarios que los producen sólo cumplen el trámite de enviar sus
desechos a algún sitio, pero no se hacen responsables de su peligrosidad”,
señala Bejarano.

Indica que es necesario diseñar una política ambiental integral preventiva


para promover una producción cada vez más limpia; “esto implica dar un
viraje de la política neoliberal, enfocada a soluciones al final de la tubería”.

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