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Sistema electoral, elecciones y comportamiento electoral en

España: evolución y diagnosis.


Profesora: Irene Delgado Sotillos
Sesión 2 – Las elecciones en España, 1977-2004
En esta sesión se pretende realizar un análisis longitudinal de los procesos electorales
habidos en España desde las primeras elecciones de 1977 hasta las recientes elecciones
legislativas de marzo de 2004. Análisis de resultados agregados y desagregados ofrecerán
una visión más completa de las preferencias de los electores españoles. No olvidaremos en
este estudio la especial relevancia que tiene el "tipo" de elección que se analice así como
sus efectos sobre el sistema político en sentido más amplio.

Dejaremos aparte las elecciones constituyentes por su singularidad, si bien es una tema
no sólo apasionante sino muy clarificador no sólo del sistema de partidos y de la
configuración del sistema electoral cuanto del comportamiento electoral de los
ciudadanos. Es una lástima la poca atención que se la ha prestado a este proceso, que
para algunos no sólo ha significado una engañifa sino la raíz de muchos vicios de la clase
política (El discurso de la República y Pasiones de Servidumbre de García-Trevijano).
Para una mayor sistematicidad del trabajo, hay que hablar de manera independiente de
las elecciones legislativas, autonómicas y municipales; en principio, aunque, en
determinados casos se resalten algunas imbricaciones.

Respecto a las legislativas, y aunque sea redundar en el trabajo anterior siquiera


incidentalmente, hay que seguir haciendo mención a la desigualdad del voto que deriva
de nuestro sistema electoral, contradictorio con la literalidad de la Constitución. Así,
perjudica seriamente a los partidos de ámbito nacional con porcentajes de votos entre el 5%
y el 15% y el beneficio para los partidos de ámbito nacional con más del 20 o 25% y para
los partidos nacionalistas o regionalistas de comunidades autónomas con pocas provincias, a
pesar de tener porcentajes globales de votos inferiores al 5%. El siguiente cuadro es una
muestra de esa evolución del coste por escaño:

EVOLUCIÓN DE LA TASA DE SOBRE/INFRA-REPRESENTACIÓN


(Porcentaje de escaños /Porcentaje de votos)

Año Elecciones 77 79 82 86 89 93 96 2000 2004


Partidos estatales:
UCD 1,36 1,36 0,48 - - - - -

PSOE 1,15 1,13 1,19 1,18 1,25 1,16 1,06 1,02 1,09
PP (AP, CD, CP) 0,56 0,43 1,15 1,14 1,17 1,15 1,13 1,15 1,12

IU (PCE) 0,61 0,61 0,28 0,44 0,53 0,55 0,51 0,42 0,28
CDS - 0,19 0,59 0,5
PSP 0,38 - - -
UN - 0,13

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Año Elecciones 77 79 82 86 89 93 96 2000 2004
Partidos vascos:
PNV 1,41 1,29 1,21 1,11 1,15 1,14 1,11 1,29 1,22
EE 0,85 0,6 0,6 1,07 1,09
HB - 0.89 0,56 1,33 1,06 0,64 0,78 -
EA - 0,85 0,52 0,61 0,65 0,91
Partidos catalanes:
CIU (PDC) 1,11 0,84 0,92 1,01 1,01 0,97 0,98 1,01 0,88
ERC (UEC) 0,36 0,42 0.43 0,46 - 0,35 0,42 0,34 0,9
Partidos gallegos:

CG 0,72
BNG 0,64 0,64 0,71

Partidos andaluces:
PA (PSA) 0,78 0,54 0,32

Partidos canarios:
UPC 0,87
AIC 0,87 0,91
CC 1,28 1,04 1

Partidos aragoneses:
PAR 1,38 - 0,81 0,82 0,46

CHA - 0,87 0,78

Partidos navarros:

UPN 1,81

Partidos valencianos:

UV 0,91 0,8 0,6 0,78

Traigo a colación este interesante cuadro porque la evolución de los partidos ha sido
grandemente mediatizada por el rendimiento de sus votos, de tal manera que cuando sus
rendimientos han sido pobres, por alto que haya sido su número de votos, han entrado en
crisis de modo que han desaparecido o han montado alianzas estratégicas con otros
partidos. Tal fue el pacto de UDC (rendimiento 0,6) con PDC (rendimiento 1,11) tras las
elecciones de 1977, dando lugar a lo que es hoy Convergencia i Unió, la integración del
PSP (rendimiento 0,38) en el PSOE. Sin embargo, hay excepciones debidas a otras
motivaciones, quizá ideológicas, como la integración de EE en el PSOE, pese a sus
adecuados rendimientos (Ver, en Montero, La polarización ideológica) y la segregación de
EA del PNV, pese a las augurables malas consecuencias (el PNV era el partido más
rentable y EA todavía no ha alcanzado la equitatividad; eso sí, su rentabilidad es a costa

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del PNV, cuando aquel sube, éste baja).
A todo ello hay que añadir el efecto multiplicador que deriva de la tendencia al voto útil,
y que cada vez favorece más a quien ya está favorecido por el propio sistema electoral, y
perjudica a quien ya está perjudicado por él (Ver, en Montero, La fragmentación electoral y
parlamentaria). El sistema electoral no es así sólo reflejo o consecuencia (bastante injusta y
desigual) de la decisión del voto, sino también causa sociológica de la misma, al influir a
favor de los partidos con más poder y en contra de los partidos con menos poder. Excepto en
las seis circunscripciones con diez o más escaños, y en aquellas con mayor igualdad
entre partidos (principalmente donde los partidos nacionalistas tienen más apoyos), el votante
es cada vez más consciente de que su voto sólo puede contribuir a la consecución de un
escaño si opta por uno de ¡os dos partidos principales, cerrándose así el círculo vicioso de
perjuicio para el resto de partidos, en especial para los partidos de implantación nacional (el
caso más evidente es el de Izquierda Unida).
Esta doble desigualdad y desproporcionalidad del voto tiene efectos todavía más
negativos por la naturaleza cerrada, jerárquica y bloqueada de las listas electorales. El
sistema favorece el carácter oligárquico de las formaciones políticas, ya que son sus
órganos directivos los que regalan anticipadamente las actas de diputado a q uienes
sitúan en los primeros lugares de las l ist as. Estas deben votarse íntegramente (sin
poder excluir a ninguno de los integrantes de la lista) y piramidalmente (sin p o d e r a l t e r a r e l
o r d e n d e a s ig n a c ió n d e e s c a ñ o s ) .Resulta llamativo cómo el Partido Socialista
Obrero Español, en la oposición en 1977, reivindicó ante el Gobierno de Unión de Centro
Democrático un sistema sin tan anárquica desproporcionalidad, renunciando a llevar a la
práctica su reivindicación cuando en 1982 alcanzó el poder y percibió el riesgo partidista
de un cambio electoral.
Tampoco se ha modificado desde 1977 el carácter cerrado, bloqueado y jerárquico de
las listas electorales que las formaciones políticas presentan en cada circunscripción, a
pesar de que el artículo 68 de la Constitución no sólo habla de voto igual, sino también de
voto libre. La implantación del sistema de primarias podría atenuar este defecto del sistema.
La participación de los militantes, e incluso simpatizantes, en el proceso, y la visualización
por parte de la sociedad de una analogía entre el funcionamiento partidista y el modelo
social pretendido, deberían tener también un efecto positivo para el propio partido.
El sistema de listas cerradas y bloqueadas tuvo su razón de se r e n el p ro ce so de
tr a n s i ci ó n p ol íti ca pa ra fo rta l e ce r l a funcionalidad y el prestigio de los partidos
políticos, tan denostados por el régimen anterior. Pero tras la experiencia democrática de
más de 25 años no tiene justificación mantener la cautividad en el voto de los ciudadanos. El
voto cerrado y bloqueado sustituye la confianza del ciudadano por la confianza del aparato
del partido en el candidato, quien no debe preocuparse tanto por convencer a los electores
como por convencer a la élite de su partido. A nuestro juicio, no sólo contradice lo expresado
en el apartado primero del artículo 68 de la Constitución ("(los diputados serán elegidos) por
sufragio universal, libre, igual, directo y secreto..."), sino también lo que establece el
artículo 23 en su primer apartado: "los ciudadanos tienen el derecho a participar en los
asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos ¿n
elecciones periódicas por sufragio universal" (subrayado nuestro). No hay libertad si el
votante no puede elegir entre los candidatos, sino sólo ratificar las listas decididas
previamente por los partidos, sin ni siquiera poder cambiar el orden de prelación de los
candidatos. No me detengo en consideraciones de orientación del voto pues están

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sufiecentemente explicadas , y resumidas, en el libro de Montero (además de
sobradamente conocidas).
En cuanto a la abstención electoral en elecciones generales entre 1977 y 1993, la
cifra media de es el 26% (según Justel). Uno de los aspectos más llamativos, en relación
a la pauta predominante en otras democracias, para elecciones de este tipo, es su gran
variabilidad.
Respecto a las Elecciones Autonómicas, lo mas llamativo, es que en el breve
espacio de dieciséis años que contempla Wert (1980-19996), se ha producido un proceso
de institucionalización de este tipo de competición electoral, tanto más notable cuanto
mayor era la falta de arraigo natural del ámbito de poder que en ella se dilucida en un
número no desdeñable de las diecisiete autonomías que -sin contar con los casos sui
generis de Ceuta y Melilla- constituyen el llamado mapa autonómico español. Se ha
señalado que las elecciones autonómicas, además de otorgar legitimidad al proceso
autonómico y a las nuevas instituciones, aparecen como pieza fundamental y básica del
Estado de las Autonomías. Este punto de vista destaca el papel central que estas
elecciones desempeñan en la consolidación de la forma de nueva articulación territorial y
distribución del poder que, basada en la Constitución Española (CE) de 1978, se
desarrolla en los Estatutos que se aprueban entre 1979 y 1983. Es de señalar, para
matizar tanta euforia, que las elecciones autonómicas no son tan participativas si no
concurren con las generales, fenómeno muy significativo señalado por Wert, pero que
Justel no entra a comentar (de hecho, no analiza la abstención en las elecciones
autonómicas).
Con respecto a las elecciones europeas, hay que decir que l a exagerada vocación
europeísta de nuestros políticos, que con la fe del converso pretenden que este escenario
es algo tan benéfico como indiscutible, escamotea a la opinión pública un debate
indispensable. La mitad de la población manifiesta indiferencia por esta realidad a juzgar
por su nivel de abstención. Bien es verdad que las elecciones europeas apenas tienen
virtualidad dado el poco peso que tiene el Parlamento en la toma de decisiones.
La percepción, quizá todavía subconsciente del déficit democrático, hacen que cada
día más los ciudadanos mantengan su nivel de participación en las elecciones
municipales, que suele ser constante. En estas elecciones, el votante se cuestiona lo más
inmediato de su participación política, la tangibiliza más que en otro tipo de elecciones; si
bien, también es consciente del relativo alcance de las decisiones políticas de nivel
municipal, toda vez que el mundo se va configurando según variables económicas y,
fundamentalmente, macroeconómicas. Pese a todo ello, la hipótesis de la particularidad
de las elecciones municipales como una especie de “ primarias” dentro de los partidos
amén de destacar la existencia de corriente de opinión localizadas y que toman cuerpo en
partidos de ámbito estrictamente local (no exentos de ideología elaborada, en muchos
casos) son un toque de atención a los partidos institucionalizados y una brisa de aire
puro.
Los trabajos de I. Delgado y Justel, además de abarcar y profundizar en otros
aspectos, parecen indicar que, así como otras instituciones electorales fluctúan, las
municipales con toda su grandeza y humildad se mantiene más serenamente.

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Elche para Madrid, abril de 2005

Fdo. Enrique Centelles Forner

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