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electoral puede comprometer la continuidad de un partido, así como queda
claramente definido la dificultad de aparición de nuevos.
2. Las bases sociales del comportamiento electoral.
Clase social. Tradicionalmente la clase social alta y medio alta han votado derecha
y la clase media y medio-baja han votado izquierda, La clase baja es la que
tradicionalmente mas se ha movilizado y lo ha hecho hacia el voto de los partidos
radicales de izquierda. La desaparición de esta clase y el colapso del bloque
soviético han marcado el declive y el descredito de estos partidos fuertemente
ideológizados y poco prácticos. La extinción de los partidos de extrema derecha ha
permitido a la derecha moderada a la captación de cierto voto de izquierda, en la
llamada operación de centrar el partido. Un fenómeno parecido ha experimentado
el principal partido de izquierda con el abandono del marxismo, aunque su
problema era menor, pues ya los franceses acuñaron el término “la gauche divine”
que engloba la fascinación que cierta parte de las clases pudientes,
preferentemente intelectuales, experimentan hacia la izquierda, cuyo márketing ha
demostrado ser muy superior. Aún así, sus errores políticos y sobre todo la
galopante corrupción, como después veremos, han ido minando la repugnancia
que la base electoral española sentía por el voto de derecha. Después, se dieron
cuenta que no era tan fiero el doberman como lo pintaban, de modo que el PP, tras
acceder al poder pudo hacerse con la mayoría absoluta.
Religión. La frontera se ha ido tambien difuminando. La sociedad se ha ido
laicizando y no es infrecuente ver hoy a personas no ya ateas sino antiteas
militando en partidos de derecha. Esta ha hecho grandes concesiones en materia
de moral y costumbres que le han granjeado la indignación de parte, cada vez mas
reducida, de su electorado tradicional y, por el otro lado, la supresión de
inconvenientes para el votante que políticamente comulgaba con otros aspectos
ideológicos de la derecha. Los llamados “católicos comprometidos”, es decir,
aquellos que se han centrado fundamentalmente en el aspecto social de la religión,
en la “opcion preferencial por los pobres” (por la pobreza, diría yo) han votado
izquierda o izquierda radical.
Región y nacionalismo. Asistimos a lo largo de nuestra corta democracia a una
subversión de todos los esquemas sociológicos tradicionales como hemos
empezado a ver con la religión. Así, en el siglo XIX y primer tercio del XX, los
nacionalismos eran movimientos de derechas y el internacionalismo era la bandera
de la izquierda. Es bastante patente que la exclusión y el correlativo
proteccionionismo que hacen gala los partidos nacionalistas de derecha los sitúan
en la extrema derecha, así como la crisis de identidad que sufre la izquierda hace
que haya hecho del nacionalismo una seña de identidad izquierdista, que ha
coadyuvado a que, en el imaginario sociológico del votante, aquellos partidos que
objetivamente están en la extrema derecha aparezcan como “centrados”. Tambien
a contribuido a “centrarlos” sus iniciativas provocadoras en materia de moral y
costumbres, aumentando la confusión ideológica. La derecha moderada, en su
intento atrapalotodo, tambien ha hecho gala de sus complejos haciendo política
neonacionalista, creando problemas e inquietudes donde no las había y
defenestrando a los líderes que se han opuesto a esta política. Paradójicamente,
está surgiendo una izquierda moderada que no está dispuesta a claudicar de la
unidad nacional.
La composición sociológica de los electorados de los principales partidos.
Concretando, podemos decir que el espectro político se conigura de la siguiente
forma, atendiendo a las ultimas elecciones legislativas y autonómicas: la extrema
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derecha centralista ha desaparecido; en su lugar pugna con fuerza la nacionalista
(PNV, CIU) que, aprovechando el “glamour” que ha dotado el márketing de la
izquierda al nacionalismo y, por este sencillo hecho, consiguen presentarse ante la
opinión pública como partidos a la izquierda del PP. Este partido, por su parte, y
para no ser demoniado como el partido mas la derecha del espectro, ha hecho
grandes concesiones a su potencial electorado antinatural en materia de moral,
costumbres y nacionalismo, con inegables réditos electorales como tambien
innegable traición a sus electores naturales. De ahí la falta de convocatoria ante
retos identitarios como las elecciones del 2004. El PSOE accedió al poder cuando
se moderó y salió de él por un suicidio de prepotencia concretada en una
corrupción galopante, pues goza de la base sociológicamente más amplia que
cualquier otro partido. Casi consiguió que el crimen de estado fuera bien visto sino
hubiera sido por la corrupción económica que lo acompañaba. IU tuvo el acierto de
agrupar toda la izquierda radical no nacionalista y su base electoralsería la clase
proletaria de escasos ingresos, pero el hecho de que esta clase es menguante, el
apoyo del bloque soviético ha desaparecido y los guiños nacionalistas le han hcho
perder identidad en favor de los partidos de izquierda nacionalista (BNG, ERC, HB
o la fuerza que consigue burlar la legalidad en el Pais Vasco, etc.)
3. Factores políticos del comportamiento electoral.
Identificación con los partidos y los líderes. El voto por proximidad ideológica.
Como hemos visto, la base electoral objeto de disputa por los partidos es cada vez
más amplia debido a la confusión de ideologías entre los partidos políticos. Dicho
de otro modo, el conjunto de ciudadanos que votan sistematicamente al mismo
partido es cada vez mas reducido y ello más por repugnancia ante lo que
históricamene ha representado la alternativa electoral que por lo que hoy es
realmente. La pérdida de señales identitarias de los partidos han llevado al
electorado a la anomia a la hora de votar. Cada vez son menos las personas
identificadas con un partido y se sigue valorando mas a los lideres por su carisma
que por sus logros. En este sentido, se puede decir que arrastraban votos tanto
Suarez como González y no lo hicieron ni Calvo Sotelo, Aznar ni Zapatero.
La reacción de los ciudadanos a la actuación de los gobiernos y a los ciclos
económicos:
(i) Valoración de los gobiernos y de sus políticas. Se ha observado que la tendencia
electoral es a la continuidad (lease inercia) si se hace política sin grandes
alharacas, es decir, si el votante no se entera mucho de que se gobierna. Sólo
los grandes y prolongados errores han provocado la alternancia de un partido lo
cual nos lleva a pensar que el votante medio es apenas crítico con el gobierno y
su política y apenas escucha las opciones de la alternativa. Tan sólo el
desbordamiento de la indignación posibilitan la salida del poder. Así sucedió con
UCD con sus luchas intestinas, con el PSOE con su clamorosa corrupción
económica y con el PP por la conmoción que upuso el ataque terrorista del 11-
M.
(ii)Voto económico. Siendo la mayor preocupación, a priori, de los gobiernos ha
demostrado tener poco impacto electoral. El español ha demostrado una
capacidad de aguante poco común ante inflaciones de dos dígitos, paro de dos
dígitos e intereses bancarios de dos dígitos. Nada de esto le ha hecho pensar en
otra alternativa política.
(iii) El coste electoral de la corrupción política. El detonante, en cambio, ha sido
más que la corrupción política, la económica. Aunque ya he señalado la
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resignación con que se acogen los malos resultados económicos, no se perdona
que estos hayan podido ser causados por robos y desfalcos al erario público con
impunidad y durante años. En esto tiene que ver, en palabras de García
Trevijano, con una pasión de servidumbre llamada envidia.
(iv) La manipulación de los hechos. Tal ha sido la credibilidad que ha detentado
el PSOE que la evidencia de datos de corrupción contra él tardaron varias
legislaturas en hacerle mella. Y ello debido a su dominio mediático. Por esta
misma razón cualquier explicación bienintencionada del PP apoyada en los
datos que disponía fue totalmente fulminada con simples eslóganes y sin datos.
4. El efecto de las campañas electorales. Se puede decir que es prácticamente
nulo. Basta con hacer una campaña electoral discreta para neutralizar la del
adversario político puesto que el electorado, como hemos explicado, tiene una
gran inercia. De hecho, la participación electoral es constante salvo cuando la
indignación popular es grande. Los vuelcos electorales se han producido con un
alto índice de participación provocada por aquella y nunca por la calidad o
insistencia de la campaña.
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