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Cosco GFTMy Celia Amorés Directora 10 palabras clave sobre Mujer TERCERA EDICION EDITORIAL VERBO DIVINO Avda. de Pamplona, 41 31200 ESTELLA (Navarra) 2000 3* edicién Cubierta y dibyjos: Mariano Sinués © Editorial Verbo Divino, 1995. Printed in Spain Fo- tocomposicisn y foromecsinica: Serinte, 31014 Pamplona. Impresién: Grificas Licarra, SL., 31200 Estella (Navarra) Depésito Legal: NA. 1497-2000 ISBN 84 8169 049 X Contenido Presentacién Celia Amorés Patriarcado Alicia H. Puleo Género Rosa Cobo Bedia Diferencia ‘Maria Luisa Cavana Igualdad Angeles Jiménez Perona Autonomia Teresa Lépez Pardina Ilustracin Cristina Molina Petit Feminismos Ana de Miguel Divisién sexual del trabajo Ana Amorés Accin positiva .. Raquel Osborne Pactos entre mujeres Luisa Posada Kubissa 24 55. 85 119 151 189 217 257 297 331 Presentacién Causaré sin duda la extrafieza de muchos lectores la seleccién misma de las «palabras clave» que aqui se ha llevado a cabo en torno a la voz «mujer». No es precisamente la que ca- bria esperar de una aproximacién t6pica y convencional al tema; en tal caso nos hubiéra~ ‘mos encontrado con «maternidad>, «amor», «matrimonio», ete. Es decir, la mujer habria six do asumida como peculiaridad referida de mo- do adjetivo, dentro del género humano, al po- lo sustantivo que seria el vardn, Obsérvese, por otra parte, que la voz, presuntamente si- métrica, , «enamorado», etc. No requiere un tratamiento especifico de tal indole porque sin mis se da por supuesto que «varén» se identifica con lo gené- ricamente humano y, por tanto, no procederia. En estas condiciones, un tratamiento te- mitico igualitario para la voz. «mujer» hubiera podido consistir en negarse a darle tratamien- to especifico alguno y considerarla subsumida en lo genéricamente humano al mismo titulo que el varén, lo que, en la prictica, habria sido equivalente a negarse a aceptar el amable en- cargo de la editorial invalidando su sentido. Ahora bien, semejante actitud daria por hecho que vivimos ya en un mundo donde los sexos son iguales y su tratamiento simétrico, en el 8) Celia Amorés gue, por tanto, lo designado por la voz «mu- jer» ya no seria un problema. Nada més lejos de la realidad, y por ello, precisamente, hemos aceptado con mucho gusto el encargo. Claro esti que lo aceptamos como lo que somos, es decis, como feministas asi lo asumen quienes han tenido la gentileza de proponernos que nos hagamos cargo del tema-, lo cual implica un determinado enfoque de la cuestidn, por lo pronto el partir de la base de que el referente extralingiistico de la voz «mujer» no es para nada una realidad obvia ni univoca. La vamos 4 tratat, pues, como una ribrica que apunta a un universo de significaciones movedizo, con- flictivo, con dimensiones en miiltiples frentes. Pero el que la «mujer» no sea algo obvio no significa en absoluto que su realidad sea enig- mitica ni tenga que ver en especial con el mis. terio: no hay aqui mas misterio que el interés de algunos en verter tinta de calamar sobre el anilisis que puede visibilizar y esclarceer con qué tipo de fendmenos nos las habemos en el caso de eso que se llama la «mujer». Con fend. ‘menos que, en una primera aproximacién, tie~ nen que ver con el sistema de las relaciones je~ rrquicas en la sociedad: de ahi la pertinencia de tratar ante todo los estudios feministas so- bre el patriarcado como ensayos de totaliza~ cién de las relaciones de poder en cuanto se estructuran en torno a la diferencia de los se~ xos. Ahora bien, hablar de los , s tanto desde ac~ titudes no feministas y misdginas como desde Jas posiciones del «feminismo de la diferencia» a que nos hemos referido-, el de igualdad se ha relacionado con él sélo de forma polémica, ora denegadora, ora reivindicativa. Sélo en el feminismo, desde su tradici6n ilustrada, se plantea la vinculacién de la «mujer» a la idea de igualdad esencial entre todos los seres hu- ‘manos a titulo de vindicacién, Ha de hacerlo a titulo de tal al constatar que no se admite que la abstraccién de diferencias tales como las de cuna, linaje ~adscripciones estamentales por tanto- se extienda por analogia -analogia que deberia ser el parametro que midiera la cohe- rencia de la propia abstraccién— a la diferencia sexual. Dicho de otro modo, si la idea de igualdad se construye estimando como no per- tinentes a efectos de la definicién del sujeto humano como tal, asi como de los derechos que le son inherentes, determinaciones como las derivadas de azares del nacimiento, por qué, interpelan las mujeres, se consideran mo- tivos para excluirlas a ellas caracteristicas bio- légicas tales como su sexo? La idea de igual- dad es, pues, polémica y abstracta: dara un juego discursive y prictico sin precedentes, tanto en el nivel ontolégico como en los ambi- 108 ético y politico. Las vindicaciones feministas de igualdad han ido histéricamente unidas a las peticiones de autonomia por parte de las mujeres. Lo que no es de extrafiar en la medida en que existen relaciones Igico-orgénicas entre ambas ideas: quienes son iguales entre si son auténomos al menos en el sentido de que ninguno de ellos tendria raz6n alguna para dejarse tutorizar 0 heteronormar por el otro. Y, justamente, quie~ nes no se rigen sino por una ley que ellos se Presentacn 11 hhan dado a si mismos son los iguales, que s6lo la comparten y se autosubsumen bajo la mis- ma en la medida en que conjuntamente Ia han pactado a titulo de miembros equipotentes de ‘un cuerpo civico: el espacio puiblico es asf el autos por excelencia. Definida siempre por el otro y en funcidn de los intereses de los otros, dura ha sido siempre la batalla de la «mujer» por la autonomia. Como decia Mary Wollsto- necralt, la autora de Vindicacion de los dere chos de la mujer (1792), polemizando con Rousseau que queria una Sofia subordinada, tutorizada de por vida: «a la mujer se le ensefia a actuar bajo luz indirecta, cosa que cabe espe- rar cuando la raz6n se utiliza de segunda ma- no», También Kant, quien definié las Luces como el acceso de la humanidad a su mayoria de edad, consideré a la «mujer» como eterna menor. Con raz6n, pues, dice Cristina Molina gue las mujeres son el ambito que las Luces no quisieron iluminar. Sin embargo, el feminismo como cuerpo coherente y articulado de vindi- caciones se constituye precisamente -hemos tenido ocasién de verlo en relacién con las ideas de igualdad y autonomia~ en base a las premisas ilustradas por mor de sus virtualida- des universalizadoras. Virtualidades que las mujeres se aplican a explotar Iégicamente en su favor durante la Revoluci6n francesa mediante el expediente de la resignificacién, es decir, de a utilizacion semantica de la carga connotativa, fuertemente impregnada de valoraciones, de Giertos términos para desplazar sus referentes al nivel que a ellas les concierne: asi, afirmarin que se las trata como «Tercer Estado dentro de! Tercer Estado», que los varones se comportan como aristocracia masculina al reservarse todos los derechos y excluirlas de la ciudadania, lo que equivale a monopolizar los tan denostados . EI nervio emancipatorio de la Tlustracién ha inspirado las ideas y animado los movi- 121 Celis Amords mientos feministas igualicarios, el sufragismo y los que se reclaman de un modo u otro here~ eros de esa tradici6n. Y hablamos de feminis- ‘mos en plural porque el panorama hist6rico y etual due el fendmeno presenta es tal por la diversidad de sus orientaciones ideol6gicas, asi como por la variedad de sus formas organiza- tivas, que hacerlo en singular seria inadecuado. La aportacién de Ana de Miguel da de este modo cuenta de forma pormenorizada de la riqueza y la complejidad de la situacién. Com- plejidad que responde, justamente, a que nada esté mas lejos de la univocidad y la simplici- dad que lo que el persistente uso del término «anujer> parece sugerit: existimos las mujeres, realidad maltiple donde las haya, cuya consti- tucién en sujeto politico plantea graves pro~ blemas, lejos de poder darse por supuesta co- mo lo han crefdo algunos planteamientos unilaterales 0 esencialistas. La constitucién de este sujeto, ineludible para la lucha reivindica~ tiva, ha encontrado la formula més eficaz y adecuada para su instrumentaci6n en los pac- tos entre mujeres. Si munca hemos constituido una fuerza politica ni hemos ejercido poder relevante alguno en el espacio piblico ha sido justamente por nuestra dispersién atomizada en los espacios privados. No es inocente ni ba- nal que la idea de una reunién exclusiva de mujeres haya sido siempre estigmatizada hasta en el lenguaje cotidiano: desde su ridiculiza- cién ~como en la expresion inglesa que se tra- duciria por . Celia Amorés, noviembre 1994, Autoras ‘Ana Amorés Licenciada en Filosofia y Letras y en Ciencias Polit- cas y Sociologia por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su labor docente como cate- dritica de ensefianza secundaria y ha sido asesora del Gabinete dela Secretaria de Estado de Educacién, Ha colaborado en publicaciones de investigacién socio- logica y antropolégica relacionadas con temas educa- tivos y de incorporacion de la mujer a la actividad econdmica, participando como ponente en el IV Congreso Espaiol de Sociologia celebrado en Ma- drid en 1992 y en el Seminario permanente Feminis- ‘mo ¢ Tlustracin, del Instivato de Investigaciones Fe- ‘minis de la Universidad Complutense de Madrid. Ha realizado numerosas traducciones sobre estos te- ‘mas, la ltima de las cuales ha sido: De la educacion de las damas de Poulain de la Barre (Catedra, Madrid 1994) Celia Amorés Catedritica de Filosofia en la Universidad Complu- tense de Madeid. Entre sus numerosas publicacio- nes, citaremos: Hacia una erica de la razon patriay- cal (Anthropos, Barcelona, 1* ed. 1985, 2 ed. 1992); Saren Kierkegaard o la subjetividad del caballero (Anthropos, Barcelona 1987); Mujer. Participacin, cultura politica y Estado (Estudios ¢ Investigaciones Latinoamericanas, Ed. de la Flor, Buenos Aires 1990); «Notas para una teoria nominalista del pa- iiarcado» (Asparkia. Investigaci6 feminista, n. 1, Castellin, Publicacions de la Universitat Jaume I, 1992). En su calidad de directora de Feminismo ¢ Ilustracin e Historia de la teoris feminista ha coor- Ginado las Actas qu rengen el trabajo realizado en estos seminarios del Instituto de Investigaciones Fe- ‘ministas de la Universidad Complutense de Madr Marfa Luisa Cavana Doctora en Filosofia. Miembro del Instieuto de In- vestigaciones Feministas de l2 Universidad Complu- 181 Autores tense de Madrid. Especializada en la lustracién ale ‘mana, ha publicado diversos articulos, entre los que citaremos: «Sobre el mejoramiento civil de las muje- res: Theodor Gottlieb von Hippel o las contradic- ciones de la Tlustracidn» (Agora, n. 10, 1991) y «La polaridad sexual de los valores: Simmel y Oriega y Gasset», en La filosofia contempordnea desde una perspectiva no androcéntvica (Secretaria de Estado de Educacién, MEC, Madrid 1993). Es autora del libro Der Konflike zuschen dem Begriff des Ind viduums und der Geschlechtertheore bei George Simmel und Ortega y Gasset (Centaurus-Ver- iagogesellschat,Psflenweller 1991). Rosa Cobo Bedia Profesora titular de Sociologia en la Universidad de la Coruha. Miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Ma- drid. Es autora de diversos articulos sobre pensa miento social y politico, entre los que destacan: «La construccién social de la mujer en Mary Wollstone- craft» (C. Amords [coord Historia de la teoria fe- minista, Instituto de Investigaciones Feministas, UCM-CAM, Madrid 1992), Entre los libros que ha Publicado, mencionaremos: Las mujeres espariolas: lo privado y'lo piblico (coautora con Pepa Cruz, CIS, Madrid 1991) y Los limites de la democracia radical Un estudio sobre Jean Jacques Rousseau (Citedra, Madrid 1993), Hi colorado con el Ministerio de ‘Educacién y Ciencia en la preparacién de material no androcénrco para la enseanza secundaria, Angeles Jiménez Perona Profesora asociada de Filosofia en la Universidad ‘Complutense de Madrid. Miembro del Instituto de Tnvestigaciones Feministas de esta misma Universi- dad. Es autora del libro Entre el liberalism ¥y la s0- ialdemocracia. Popper y la «sociedad abierta» (Anth- ropos, Barcelona 1993) y de diversos articulos, entre los que recordaremos: «Maquiavelo y la constitucién del poder politico»; «Las conceptualizaciones de la ciudadania y la polémica en torno a la admisién de mujeres en fis stamblease; «Estado de Naturaera y Familia, Hobbes: Per Perversam Rationem»; «Sobre incoherencias ilustradas: una fisura sintomatica en la universalidad» (C. Amorés [eoord.}, Actas del semi nario Feminismo ¢ Iustracion, Instituto de Investiga- ciones Feministas, UCM-CAM, Madrid 1992), Teresa Lopez Pardina Catedritica de Filosofia en el Instituto «Leonardo da Vinci» de Majadahonda, A partir de su colabora- Ancora 19 cién con el Ministerio de Educacién y Ciencia, pu- blica «Filosofia existencialista: la Mujer como la Ocra», en La filosofia contempordnea desde una perspectiva no androcéntriea (Secretaria de Estado de Educacién, MEC, Madsid 1993). Es especialista en la obra de Simone de Beauvoir. Entre los aticu- los de los que es autora, destacaremos: «El feminis- mo de Simone de Beauvoir» (C. Amorés [coord.}, Historia de la teoria feminista Tnstitato de Investi~ paciones Feministas, UCM-CAM, Madrid 1994) y En torno a la critica de Michéle Le Doeut a El se~ undo sexo» (Mujeres, Zaragoza, diciembre 1990). Ana de Miguel Profesora titular de Sociologia en la Universidad de La Corufa. Miembro del Instituto de Investigacio- nes Feministas de la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones, mencionaremos: Cémo leer a Jobn Stuart Mill (jicar, Gijén 1994) y Marzismo y feminismo en Alejandra Kollontai (Insti- tuto de Investigaciones Feministas, UCM, Madrid 1993). De su colaboracién con el Ministerio de Edu- cacién y Ciencia, destaca: «La igualdad de los sexos uci igi: John Sear My Hare Tay lor», en Le filosofia contempordnea desde una pers- pectiva no androcénoict (Secretaria de Estado de ‘ducacién, MEC, Madrid 1993). Recordaremos, asi- mismo, «El conflicto clase-sexo-género en la tradi cidn socialist» (C. Amords (coord), Historia de la teoria feminista, Instituto de Investigaciones Femi nistas UCM-CAM, Madi 1992). Cristina Molina Petit Doctors en Filosofia, Ha colaborado con el Minis terio de Educacion y Ciencia en la preparacién de tateial no androcéntico para la ensehanza secun= daria. Es asesora del Instituto Canario de la Mujer y.miembro del Instituto de Investigaciones Femi- nistas de la Universidad Complutense de Madrid. ‘Actualmente realiza una investigacidn para el Insti- tuto de la Mujer (Ministerio de Asuntos Sociales) sobre el tema «Mujer y poder politico». Entre sus trabajos, destacaremox: Dialéctia fominita de la Tlustracién (Anthropos, Barcelona 1994) y «Lo fe- menino como metsors en i pond esto lerna» (Isegoria. Revista de filosofia moral y polici- cn 6, Instat de Filosofia, CSIC, Madrid £92), Raquel Osborne Profesora del Departamento de Sociologia de la Universidad Nacional de Educacién a Distancia. Ha colaborado con el Ministerio de Educacion y 20) Aucoras Ciencia en la preparacién de material pedagdgico sobre la igualdad de oportunidades entre los sexos. Ditige, junto con Alicia H. Puleo, el seminario Gé- nero'y discursos sobre la sexualidad, del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Com- plutense. Entre sus libros, destacaremos: Las muje- tres en la encrucijada de la sexualided (Lasal, Barce- Tons 1989); Mujer, exo y poder (editado con Marisa Calderén, CSIC-Forum de Politica Feminista-Co- isin antiagresiones, Madrid 1991); Las prostitu- tas: una voz propia (learia, Barcelona 1991); Sexsa~ lidad + sexismo (en colaboracién con Josep-Vicent Marqués, UNED, Madrid 1991) y La construccién sexual de la realidad (Anthropos, Barcelona 1994) Luisa Posada Kubissa Doctora en Filosofia. Es miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Com- plutense de Madrid. Entre sus iliimos articulos, des- ‘acaremos: «Cuando la raz6n préctica no es tan pura (Aportaciones ¢ implicaciones de la hermenéutica fe- minista alemana actual a propésito de Kant)» (Isego- ria. Revista de filesofia moral y politics, n. 6, lnstitu- to de Filosofia, CSIC, Madrid 1992); «Kant: de la dualidad tedriea la desigualdad préctica» (C. Amo- 16s [coord.}, Actas del seminario Feminismo e Ilus- tracion, Instituto de Investigaciones Eeministas, UCM-CAM, Madrid 1992); «Margués de Sade: un ran reserva francés contra el vino de mesa rousseau~ iano» (ER. Revista de Flos, n. 16, Universidad de Sevilla, Sevilla 1994), Alicia H. Puleo Doctors en Filosofia, Profesora asociada de Btica y Filosofia politica en la Universidad de Valladolid. Miembro del Instituto de Investigaciones Feminis- tas de la Universidad Complutense de Madrid. Co- labora con el Ministerio de Educacién y Ciencia en Ia preparacidn de material no androcéntrico para la enscfianza secundaria. Dirige, junto con Raquel Os- borne, el seminario Género y discursos sobre la se- sxnalided, del Instivuto de Investigaciones ya citado, Entre sus libros, destacamos: Dialéctica de la sexua~ lidad, Género y sexo en la filosofia contemporanea (Citedra, Madrid 1992); Condorcet, De Gouges, De Lambert, La Ilustracion olvidada. La polémice de los sexos en el siglo XVIII (Anthropos, Barcelo- tna 1993); Como leer a Schopenhauer (JGcar, Gijon 1991}; Conceptualizaciones de la sexualidad e iden- tidad femenina (Instituto de Investigaciones Femi- nistas, UCM-CAM, Madrid 1995). Patriarcado Alicia H. Puleo 1, Caracterizacién La vigésima primera edicién del dicciona- rio de la Real Academia Espafiola, publicada en 1992, da las siguientes definiciones: «Pa~ triarcado: Dignidad de patriarca, Territorio de la jurisdiccién de un patriarca. Gobierno 0 au- toridad del patriarca. Sociol. Organizacién so- cial primitiva en que la autoridad es ejercida por un var6n jefe de cada familia, extendién- dose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje, Periodo de tiempo en que predomina este sistema». La quinta acepcién que nos ofrece de patriarca dice: «Fig. Persona que por su edad y sabiduria ejerce autoridad en una familia o en una colectividad>. En el prembulo de esta nueva edicin se advierte que en ella las definiciones modificadas y acep- ciones afiadidas alcanzan la cifra de 12.000. Entre éstas, evidentemente, no se hallan las de Patriarcado, ya que, como acabamos de ver, n0 se recoge la nueva significacin del término patriarcado de uso comin desde los aiios se tenta de nuestro siglo: la generada por la teoria feminista, la cual, con este término, alude a la hegemonia masculina en las sociedades anti guas y modernas. Segiin esta nueva concep- Cidn, el patriarcado no es el gobierno de ancia~ nos bondadosos cuya autoridad proviene de su sabiduria, sino una situacién de dominacién y, para algunas corrientes, de explotacién. 221 Alcs H. Paleo Esta ausencia no debe provocar gran sor- presa, ya que entra en la {6gica del silencia- miento de teorias que critican la hegemonia masculina y el androcentrismo cultural que de éste deriva. Como sefiala Amelia Valearcel ', el con- cepto de patriarcado sufrié ya una evolucién a partir del siglo XIX en el pensamiento antro- polégico ¢ histérico. Tanto el jurista suizo Ba- chofen como el antropélogo americano Lewis Morgan plantearon la hipotesis de un matriar- cado originario que habria sido reemplazado por el patriarcado. Este, por tanto, aparecia como el sistema jerarquico que reemplaz6 al primitivo estado natural. Al hilo del surgi- miento de las reivindicaciones de igualdad de derechos de las mujeres, de los cambios socia- les ligados a la democracia y a la industrializa- cién, y de una reflexién hist6rica que denun- ciaba la injusticia y la opresidn, el patriarcado deja de ser considerado por algunos tedricos como el pacifico y sabio gobierno de los an- cianos (significado atin presente en la defini- cién ya citada del término), para convertirse en un sistema de dominacién y explotacion que habria sustituido al antiguo matriarcado de las primitivas sociedades igualitaristas que no conocian la propiedad privada. Tal es la in- terpretacién de Engels en El origen de la fami- lia, la propiedad privada y el Estado (1884). No era ésta la primera vez. que se denun- ciaba la hegemonfa masculina en la sociedad como una usurpacién. Ya algunos represen- tantes de la Ilustracién sofistica del siglo V a. C. habian extendido el concepto de isonoméa (igualdad de los ciudadanos ante la ley) a la to- talidad de los seres humanos, llegando asi a considerar injusta la situacién de subordina- cin de las mujeres y de los esclavos. Con el TK. Waltcl Sse» fila, Sobre ej 9 spo ders, Rishon bases BBL S78 Patrarerd 23 racionalismo cartesiano del siglo XVII, en nombre de la capacidad de razonar compartida por ambos sexos en nuestra especie, el fildsofo Poulain de la Barre habia criticado «el mas arraigado de los prejuicios» y habia reclamado educacién y oportunidades iguales para hom- bres y mujeres (ver articulos Género, Autono- mia ¢ Igualdad). Pero la utilizacién del término triarcado en este sentido critico comienza en el siglo XIX y se establece en la teoria feminista de los afios setenta de nuestro siglo. Sern las feministas radicales (ver articulo Feminismos) quienes se valgan del término pa~ triarcado como pieza clave de sus andlisis de la realidad. Con él denuncian una situaci6n siste- mitica de dominacién masculina en la que los hombres particulares aparecen como agentes activos de la opresién sufrida por las mujeres. Segtin este enfogue, los hombres tienen intere~ ses especificos que les llevan a ocupar ese pa pel: la sexualidad (en tanto obtencién de pla~ cet) y la reproduccién (produccién de hijos) aparecen como dos elementos clave de la suje~ Gién femenina, Pero no por ello las primeras radicales americanas de los afios setenta igno- raron otros aspectos de la dominacién patriar~ cal, tales como el laboral (explotacién del tra~ bajo doméstico no pagado), extraccién de apoyo emocional que refuerza el ego masculi- no, ete. Kate Millet, en Sexwal Politics (1970), una de las obras fundacionales del neofeminismo, define el patriarcado como una politica sexual cjercida fundamentalmente por el colectivo de varones sobre el colectivo de mujeres. A su ve2, al término «politica» le asigna el sentido de (Gayle Rubin), alu- diendo con ello a cualquier organizaci6n, no necesariamente opresiva ni jerarquica, de los géneros. Otras, como las radicales materialis- tas francesas, consideran que la existencia mis~ ma de los géneros (ver articulo Género) ~en tanto construccién cultural en torno al sexo biol6gjeo~ forma parte de Ia estructura pax iareal, Celia Amorés ’ considera patriarcado y sistema de género-sexo como sinénimos, ya que, sostiene, un sistema igualitario no produ- ciria la marca de género, Esta es el signo de la pertenencia a un grupo social con determina- das caracteristicas y funciones. La socializa- cién de género tiende a inducir una identidad sexuada, determina un rango distinto para hombres y mujeres y prescribe un rol sexual (desde los gestos hasta las actividades sexuales y laborales, pasando por la moda, las diversio- nes, ete.) La antropologia se ha referido al monopo- lio masculino del poder politico en el patriar- cado con el nombre de «complejo de suprema- cia masculina». Su afirmacién de que «son los cabecillas y no las cabecillas los que dominan tanto la redistribucién igualitaria como la es- 7H. G. Herde (ed), Homosexualidad ritual en Mela nes, Master en Sexualidad Humana, UNED/Fundacién Universidad Empress, Madrid 1993, »C. Amorés, «Notas para una teorfa nominalista del patriarcado», sparta, Universitat Jaume I, Castellon (192) 41-58, 261 Alicia H, Paleo tratificada» * se cumple todavia en nuestras so- ciedades occidentales. Tanto las tribus con sis- temas de redistribucion igualitaria pre-clasista que no conocen apenas la propiedad privada como las sociedades estamentales 0 de clases (estratificadas) son dirigidas por varones. Un rapido recorrido de los periédicos y los tele- diarios nos convencera de que el poder econd- mico, el poder politico y ef control armamen= tistico siguen siendo un asunto de hombres. También el poder religioso sigue estando en manos masculinas, como lo demuestra la opo- sicién férrea que despiertan las reivindicacio- nes de sacerdocio femenino en las grandes reli- giones, y particularmente en las autoridades vaticanas actuales, La universalidad y la longevidad son, co- mo lo sefialara Kate Millet, las mayores armas del patriarcado. Todas las sociedades cono das del presente y del pasado muestran una or- ganizacién patriarcal. Por ello, no hay mode- Ios alternatives existentes en la realidad con los que puedan establecerse comparaciones y a partir de los cuales se realicen criticas. ¢C6mo seria una sociedad no patriarcal? ¢Qué signifi- caria en ella ser hombre o mujer? Hombre y mujer ¢serian categorias significativas? Considerar que el patriarcado es una poli- tica significa que no hay un fundamento onto- Idgico que lo legitime y explique. No hay esencias masculinas y femeninas eternas que estén en la base de la divisi6n sexual del trab: jo (ver articulo correspondiente) en las con- ductas que se consideran correctas para cada sexo. En palabras de Celia Amorés, esta cons- tatacién conduce a una teoria nominalista del patriarcado en la que éste es «un conjunto Ver M. Harris, Intvoducion al entropolgiagene- ral, Trad, Joan Oliver Sanchez Ferninden, Alianza Uni ‘Grid, Maid 199,503 Patience 127 prictico, es decix, que se constituye en y me- diante un sistema de précticas reales y simb6li cas y toma su consistencia de estas pricticas> * El patriarcado no es una esencia, ¢s una orga- nizacién social 0 conjunto de pricticas que crean el émbito material y cultural que les es propio y que favorece su continuidad. Para su estudio, diferentes enfoques han atendido, pues, a diversos niveles de la realidad social ® las teorias macroestructurales se ocupan en e: ecial de sus aspectos econdmicos (divisién sexual del trabajo, trabajo doméstico y trabajo asalariado, produccién y reproduccién); la teoria medioestructural analiza las estructuras, de organizacién laborales y la influencia que éstas tienen en la conducta de los empleados (posibilidad de ascenso en puestos ocupados por varones y ascenso bloqueado en puestos ocupados por mujeres con el consecuente ri fuerzo de los estereotipos de sexo); la teoria microestructural observa las interacciones en- tre hombres y mujeres en la vida diaria, con especial atencién en los matrimonios (teorias del intercambio que afirman que el menor ac~ ceso a los recursos de las mujeres frente a los hombres genera una conducta de compensa- cidn en la pareja: se prodiga deferencia y satis- facciones a los maridos para equilibrar la ma- yor aportacién econémica de éstos); las teorias de la socializacién centran su interés en los castigos y recompensas a partir de los cuales el mundo de los adultos impone modelos y con- ductas de género a los nifios (medios de comu- nicacién, educacién, moda, etc.) o en la pre- siGn social en torno a la imitaci6n de los pares durante la infancia y la adolescencia. El concepto feminista de patriarcado ha "Ae “Para una exposicin breve de estos dstintos enfo- ques y sus conclustones, ver} Saltzman, Equidad y gene~ Yo. Una teords integrada de etabilad y cambio, Trad Maria Coy, Citedrs, Madrid 1992, cap 28/ Alcs H. Paleo sufrido fuertes criticas desde su utilizacién por parte de feministas radicales como Millet o Fi- restone. Desde el marxismo, se le ha imputado el poner demasiado énfasis en la sexualidad en detrimento del anilisis del tipo de produccién, yen culpar a los hombres en vez de al sistema social. Por su parte, los postmodernos han visto en el feminismo que se servia de él un resabio de ideologia '. La violencia sexual contra las mujeres sigue existiendo en las sociedades oc- cidentales contemporaneas y funciona como tun toque de queda para el colectivo femenino, Limita sus desplazamientos, confirmando la asignacién de los espacios doméstico y publico segtin el sexo. La prohibicién total del aborto o una le- gislacion restrictiva con respecto a él han de ser consideradas como violencia y coercién contra las mujeres, las cuales se ven despojadas ~ Seniencia sbroltoria, Pontevedra, 27-2-1989,cta- daen | V, Marqués, R Osborne, Senvalidad 9 sezsmo UNED / Fundacion Universidad Empresa, Maid 1991 360. Patriarcada/31 del control de su propio cuerpo. Asi, Kate Mil- let se refirié a esta prohibicién como politica de violencia contra las mujeres, que implica, en muchos casos, una condena a muerte (en parti- cular de las mujeres de clases desfavorecidas), ya que los abortos clandestinos realizados en condiciones precarias pueden producir no s6lo esterilidad, sino hasta un desenlace fatal para la intervenida Sin embargo, a pesar de estas observacio- nes, es posible establecer una distincién entre aquellos patriarcados que estipulan por medio de leyes ‘0 normas consuetudinarias sanciona~ das con la violencia aquello que esté permitido y prohibido a las mujeres, y los patriarcados occidentales contemporéneos que incitan a los roles sexuales a través de imagenes atractivas y poderosos mitos vehiculados en gran parte por Jos medios de comunicacién. En este ltimo tipo de patriarcado nos encontramos ante la igualdad formal de hombres y mujeres: gracias a los movimientos sufragista y feminista, la democracias progresaron hacia el reconoci- miento de la igualdad ante la ley. Esta enorme transformacién ha Ilevado a Elisabeth Badin- ter a afirmar, con un optimismo excesivo y po~ co fundado, la muerte del patriarcado *. Si comparamos la situacién europea actual con la del siglo XIX, advertiremos una clara diferen- cia y una evolucién desde un tipo de patriar- cado al otro. En el siglo pasado, las mujeres no podian disponer de sus bienes (incluso de aquellos que poseian antes del matrimonio), contratar negociar sin permiso del marido. Carecian de derecho de voto. De acuerdo al Codigo napolednico, de gran influencia en nu~ ‘merosos paises europeos y americanos, la es- posa debia obediencia al marido, y éste tenia Ver Liun est Vautre, Odile Jacob, Paris 1986 (hay cedicin castellana), 32/ Alicia H. Paleo por misién protegerla. Sélo a él correspondia la patria potestad sobre los hijos. El adulterio femenino era castigado con la earcel. En cam- bio, el masculino era tolerado y solo podia ser denunciado si el marido Hlevaba una concubina a vivir bajo el techo conyugal. El asesinato de la esposa adtiltera y de su amante por el mari- do era considerado o para minimizat los progresos aleanzados gracias al feminismo. Estamos en una situacién de transici6n en la que puede haber un empeoramiento de las condiciones en algin aspecto (por ejemplo el fenémeno de feminizacién de la pobreza a causa de las familias monoparentales encabe- zadas por mujeres), pero una mejora en mu chos otros (mayor autonomia con respecto a Jos hombres de la familia, desaparicién pro- gresiva de los estigmas ligados al comporta- Patriarcado 193 miento sexual, etc.). El feminismo forma parte, como otros movimientos sociales, de la indole reflexiva de la modernidad ”. En virtud de este caricter reflexivo, se produce un continuo examen y una modificacién de las précticas so- ciales en base a la informacién ofrecida por di- cho examen. Por ello, esperamos que sus ana~ lisis y sus denuncias contribuyan a que en el futuro no haya ni compartimientos estancos ni rueda de ardillas, sino una sociedad de iguales (lo cual no significa «clénicos»: ver Igualdad) en la que florezcan las diferencias individuales, mis all de las mésearas impuestas por los ro- les de sexo. Ese tiempo marcaré el final del pa~ triarcado. Bibliografia Amor6s, C., Hacia una critica de la razén patriarcal, ‘Anthropos, Barcelona, 1 ed. 1985, 2" ed. 1992, Amorés, C., «Notas para una teoria nominalista del patriarcado», Asparkfa. Investigacié feminista, 1.1, Publicacions de la Universitat Jaume I, Caste- Ii6x (1992), Faludi, S, Reaccidn. La guerra no declarada contra la ‘mujer moderna, Anagrama, Barcelona 1993. Guillaumin, C., Sexe, ace et pratique du pouvoir, Co- té-Femmes, Paris 1992. 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