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IMAGINARIOS SOCIALES Y SU IMPORTANCIA PARA LOS ESTUDIOS SOCIALES

WILMAR CETINA ORTIZ

Estamos en presencia de un insólito imaginario social posmoderno, que se hunde en el


universo pobre de las imágenes no categorizadas y profusamente vehiculadas por los
omnipresentes medios audiovisuales de comunicación, en el cual deambulan los
individuos en búsqueda de un horizonte de sentido existencialista (Baeza, 2000).

Lipovetsky en su obra “la era del vicio” dice que estamos en una sociedad que en su
inmediatez privilegia la banalidad, como es el hecho de consumir bienes y peor aun
imágenes, una sociedad que no sea capaz de formular hipótesis globales acerca de la
posmodernidad es una sociedad sin rumbo, ese es el trabajo de la sociología,
reformular e incursionar a través de un verdadero océano de nuevos desafíos
(Lipovetsky).

Muchos de los temas en las ciencias sociales tienen una diversidad teórica y
metodológica tratada por muchos autores y desde muchas disciplinas , llevándolas a la
pluridisciplinariedad, como es el caso de los imaginarios sociales, que son estudiados
por profesionales de la antropología, sociología y psicología social, para muchos es
una obstinación ocuparse de imaginarios ya que lo reconocen como una simple
especulación propia de los seres humanos, pero esto es más que una obstinación, hay
un algo que nos conduce en el marco de las ciencias sociales a interesarnos por este
tipo de estudios (Alméras, 2001).

Me parece que la noción de imaginario social es quizás una de las apuestas más
novedosas para el análisis de la sociedad. En particular, creo que los “imaginarios
sociales” permiten profundizar dos ejes que han estructurado a la sociología como
disciplina científica. El primero aglutina las interrogantes en torno a los elementos que
explican la construcción de la sociedad. Y el segundo, articula las búsquedas en torno
al sentido de las dinámicas y procesos sociales. Creo que tanto para el primero como
para el segundo eje, el análisis de los imaginarios sociales posee un potencial apenas
trabajado en nuestro contexto regional, de lo que se trata es de averiguar cuál es la
relevancia de los imaginarios sociales en el análisis de los fenómenos sociales, y para
hacer esto hay que definir “imaginarios sociales”, lo que se hace un poco difícil ya que
se encuentra en la encrucijada de diversas disciplinas y enfoques metodológicos
(Baczko 1999).

Para empezar aclarar un poco esta encrucijada podemos hablar de Marx, que hace una
aproximación al campo del imaginario social en su análisis de las ideologías y de cómo
se ha considerado a las representaciones, en este caso, a las ideologías como parte
integrante de las prácticas colectivas. Marx ve en la ideología la expresión de los
intereses de clase y por lo tanto, le atribuye un papel importante en el marco de las
relaciones sociales, plantea que la ideología juega ese rol en la medida en que deforma
y oculta las verdaderas relaciones entre clases, como un instrumento distorsionador de
la realidad social (Mandel, 1977)

En esta obra Marx hace una aproximación a los imaginarios sociales, pero aun no
aparece el termino, pero se puede seguir haciendo mención algunos clásicos que
también contribuyeron a la formación del concepto de “imaginarios sociales” podemos
hacer referencia a la sociología de tradición weberiana donde abordan las
representaciones mentales, las normas sociales y los comportamientos de los actores.
En los estudios sobre el cambio social, se sitúa al centro del análisis, lo que se
denomina en la terminología weberiana “los valores”, donde hace un poco más
ambiguo el concepto. Para este autor “lo social se produce a través de una red de
sentidos, la vida social es productora de valores y de normas, y por consiguiente de
sistemas de representaciones que los fijan y los traduce. (Weber, 1980).

Pero aun no se habla del concepto de “imaginario,” apenas se hacían acercamientos a


este, la noción de imaginario comenzó a ser utilizada como alternativa del concepto de
ideología. Ambos aluden a modos sociales de representación de la realidad, pero
“imaginario” pretendía abrir el esquema que “ideología”, en ciertas versiones marxistas,
había cerrado bajo la forma de disimulo, distorsión o velo.
Más allá de que haya otros conceptos de ideología que, perteneciendo a la tradición
marxista, no niegan un ápice su productividad y su apertura, el concepto de imaginario
puede sobrevivir a la moda de “los imaginarios” y ponerse al mismo tiempo a un
costado del de ideología, pero quizás se necesite para ello aclarar ciertas cosas que
los enfrenta.

El primero que hace mención a estos enfrentamientos y ayuda a aclarar el concepto de


imaginario es Paul Ricoeur quien, retomando la obra de Karl Mannheim, reflota la
cuestión. Allí donde Mannheim oponía utopía a ideología, Ricoeur agrega que ambas
forman parte de una dimensión central de la vida social que es el imaginario (Ricoeur,
2001).

En tanto mecanismo de representación, la ideología tiene una función primaria de


disimulo y distorsión de lo real, tal como planteó clásicamente Marx. Pero Ricoeur
agrega otras dos funciones más, sumando ecos de otros autores como: Weber,
Durkheim, a la cuestión: una de legitimación de la autoridad, y otra de integración, de
auto-reconocimiento, de los grupos sociales (Almeras, 2001).

Sería algo así como decir: “sí, la ideología distorsiona, pero por otra parte no se puede
darle sentido al mundo sin la ideología” (Mandel, 1977). Justamente, dice Ricoeur, para
denunciar la distorsión existe la utopía, que como modo de representación social
opuesto a la ideología opera otros tres factores inversos a ésta. Donde hay disimulo la
utopía opone la locura, la huida de lo real, donde hay legitimación deslegitima el orden
existente a través de la ficción, y en lugar de integrar grupos sociales los subvierte en
función de la alteridad que supone esa ficción respecto del orden instituido (Ricoeur,
2001).

Hasta el momento he tratado de definir un poco las corrientes teóricas que dieron
origen o aportaron al concepto de “imaginario social” sin embargo, en este punto ya sea
a través de la percepción marxista, de corte weberiana, (por nombrar solamente ciertas
corrientes), lo imaginario está identificado con lo que no es: es decir que no tiene
estatuto de realidad, pero es totalmente pertinente para el estudio desde las ciencias
sociales, como lo dice Weber en su obra: "el incalculable número de gestos, actos,
pensamientos y comportamientos individuales y colectivos que forma una sociedad"
hace parte del objeto de estudio de las ciencias sociales (Weber 1980).

Para aclarar este concepto hay que contextualizarlo, como lo dije anteriormente, para
esto hay que hablar como lo dice Ángel Carretero en su libro “imaginarios sociales y
critica ideológica” de corrientes de pensamiento que han sido fundamentales en la
elaboración contemporánea de “imaginarios sociales”. Estas dos corrientes de
pensamientos son las contribuciones de Emil Durkheim y de Gilbert Durand (Carretero,
2001).

Por una parte Durkheim, quien acuña el concepto de “conciencia colectiva”, que
sustentaba la existencia de la sociedad en la medida que está representada en la
mente de los individuos.

El se preguntaba: ¿Qué es lo que cohesiona a la sociedad? Y respondía para que una sociedad

exista y se sostenga, para que pueda asegurarse un mínimo de cohesión, y hasta de consenso,

es imprescindible, decía él que los agentes sociales crean en la superioridad del hecho social

sobre el hecho individual, que tengan, en fin, una “conciencia colectiva” que una a todos los que

adhieran a una misma sociedad. (Durkheim, 1985).

Durkheim desarrolla las categorías de representaciones que son esencialmente


colectivas y traducen ante todo estados de la colectividad que dependen de cómo ésta
está constituida y organizada, su morfología, instituciones religiosas, morales,
económicas, etc. Según este autor se desarrolla una dualidad de la conciencia, por una
parte los estados personales que se explican enteramente por la naturaleza psíquica
de los individuos y por la otra categorías de representaciones que son esencialmente
colectivas, que penetran con fuerza en los individuos y además es un factor necesario
en la organización de las sociedades ya que hace que la sociedad haga parte
integrante de las personas, haciendo que las representaciones colectivas supongan, en
primer lugar la a parición de conciencias individuales que actúen y reaccionen de un
modo común las unas sobre las otra, con posibles intermediarios materiales que
simbolicen las mismas cosas para todos, de modo que dé al grupo el sentimiento de
existencia propia dándole una representación colectiva (Durkheim, 1985).
En este punto se ve una única forma integradora de lo social pero es más interesante
abordar lo imaginarios social desde una forma diversa no desde la base durkeimniano,
como lo dice un importante autor contemporáneo que en su tesis doctoral asume la
sociedad como poli céntrica o descentrada, es decir con diferentes y plurales centros
simbólicos funcionales en contextos sociales distintos, que le da más acción a los
imaginarios; pero para entrar en este concepto más amplio primero tengo que hacer
referencias y destacar lo aportado por Gilbert Durand (Carretero, 2001).

Gilbert Durand afirma que el hombre elabora un mundo imaginario que le permite
compensar la insatisfacción provocada por las coacciones impuestas, cristalizando un
universo simbólico que forma parte constitutiva y esencial del modo que asumimos
nuestro mundo circundante (Durand, 1960).

Pero el objeto de Durand excede lo demostrativo, ya que se propone diseñar un atlas


antropológico de la imaginación humana. El motor que anima ese sistema simbólico es
la primera contingencia con la que se encuentra el individuo, su propia caducidad, la
muerte que le impone un tiempo cronológico o devorador. Las estructuras conforme a
la cuales las imágenes se organizan son las que ofrecen las narraciones míticas.

De este modo parafraseando a Ángel Enrique Carretero, un autor muy importante


alumno de Juan Luis Pintos del cual hare mención más adelante, en su tesis doctoral
“Imaginarios sociales y critica ideológica” menciona los aportes de Durand y dice que
este autor pone así al descubierto un dominio de la vida social con una lógica propia
difícilmente evaluable desde presupuestos teoricistas y racionalistas. Lo que sirve para
mostrar que la experiencia social hunde sus raíces en aspectos y en terrenos de lo
vivencial, en suma de experiencias (Carretero, 2001, 135).

Pero este no es mi interés del concepto de imaginario ya que puede ser muy
arquetípico, lo que busco es una configuración más específica de la realidad
socialmente aceptada.

El concepto de imaginario social presente en los autores de los que he hecho mención
hasta el momento surge en el panorama actual en autores que han hablado
ampliamente de este tema como el filósofo griego Cornelio Castoriadis, para esté
“imaginario” constituye una categoría clave en la interpretación de la comunicación en
la sociedad moderna como producción de creencias e imágenes colectivas. Por lo cual,
ésta se convierte en el espacio de construcción de identidades colectivas a la manera
de verse, Imaginarse y pensarse como (Castoriadis, 1983).

Castoriadis le da un significado preciso, ya que supone un esfuerzo conceptual desde


el materialismo para relativizar la influencia que tiene lo material sobre la vida social.
Como hice alusión antes la aparición del término se enmarca en los debates dentro del
marxismo sobre la tendencia determinista que habían adoptado algunos de sus
autores.

Para Castoriadis las causas de la creación de una institución social no pueden ser
jamás explicadas al 100% por necesidades materiales. Lo mismo ocurre con el cambio,
que según Castoriadis emerge a través del imaginario social, ya que el cambio social
implica discontinuidades radicales que no pueden ser explicadas exclusivamente en
término de causas materiales. En palabras del autor:

“En el ser, en lo que es, surgen otras formas, se establecen nuevas determinaciones. Lo que en

cada momento es, no está plenamente determinado, es decir no lo está hasta el punto de excluir

el surgimiento de otras determinaciones” (Castoriadis, 1983)

Castoriadis le da aun una más precisa definición al dividir el imaginario social en dos
planos de significación distintos y dependientes.

Los primarios o centrales, Ex-nihilo1 que son creaciones figuradas por medio de la
totalidad de las instituciones explícitas de la sociedad, condicionan y orientan el hacer y
el representar sociales, en y por los cuales continúan ellas alterándose. Es decir
aquellas instituciones imaginadas que no dependen sino de su misma idea para
referenciarse. Algunos ejemplos dados por el autor son Dios, la familia o el Estado.

1
En teología, el concepto creativo ex nihilo se usa en oposición a creativo ex materia, que
significa creación a partir de materia preexistente, y con creativo ex deo que es traducido
como creación a partir de Dios.
Las secundarios, que surgen y dependen de los primarios, por ejemplo la idea de
ciudadano no puede concebirse sin la idea de Estado. Por ella estas representaciones
son consideradas instrumentales, jugando un simple papel reproductor de los
primarios.

Así, el imaginario social tal como lo concibe Castoriadis no es la representación de


ningún objeto o sujeto. Es aquella incesante creación socio-histórica de figuras, formas
e imágenes que proveen contenidos significativos y lo entretejen en las estructuras
simbólicas de la sociedad, bien el autor sugiera que no se trata de contenidos que son
reales o irreales que toman autonomía, son más bien contenidos, que ya están
presentes desde el principio (Castoriadis, 1983).

Ya en este punto se va acercando bastante a una lógica de pensamiento y a una


definición más acertada de lo que es imaginario social, pero quisiera hacer mención
para acercarme más a la sociología a uno de los grandes teóricos de este tema como
lo es Michelle Maffesoli, quien ha dado origen a un importante propuesta que con
ensayos y publicaciones periódicas que se han ido ganando un lugar importante en la
sociología esta propuesta se le conoce como “sociología de lo cotidiano”.

A grandes rasgos, se puede decir que la mirada sociológica propuesta por Maffesoli,
hace un llamado a los sociólogos a “estar a la altura de lo cotidiano, en alusión a la
necesidad de dar su justa importancia a los pequeños fenómenos sociales y a los
detalles aparentemente muy detallados que, según la sociología de lo cotidiano,
explican mejor que nada el funcionamiento de nuestra sociedad posmoderna y la
actitud del individuo respecto a los demás.

Desde la concepción de imaginario de Maffesoli “Lo imaginario como una fantasía


socialmente solidificada que organiza nuestra percepción de la realidad y se encama
en diferentes ámbitos de la cotidianidad, configurando la significación de realidad en la
que los individuos se desenvuelven” (Carretero, 2001)

Parafraseando a Castoriadis, la historia de la humanidad es la historia del imaginario


humano y de sus obras. Se trata entonces de una posibilidad plausible y pertinente,
que reconoce en la acción práctica del ser humano (con otros y sobre el sí mismo), en
la dinámica de lo instituido y lo instituyente, una dialéctica de auto creación.

Los imaginarios sociales producen valores, las apreciaciones, los gustos, los ideales y
las conductas de las personas que conforman una cultura. El imaginario será entendido
a su vez como efecto de una compleja red de relaciones entre discursos y prácticas
sociales que interactúan con las individualidades (Maffesoli, 2003).

Para Maffesoli es a su vez un imaginario construido por los seres humanos, como
seres sociales a lo largo de su vida, el cual no tiene principio ni fin para la red social,
apareciendo a lo largo de la vida de los individuos, Carretero a escrito sobre la obras de
Maffesoli y menciona que la originalidad de la aportación sociológica de Maffesoli en
torno a lo imaginario puede estructurarse en la siguiente triada:

• La fundamentación epistemológica de una sociología de la vida cotidiana que focaliza su


atención sobre lo banal, lo efímero, lo frívolo, en la que lo imaginario, incluido en el registro de lo
simbólico juega un papel nuclear.

• La utilización del orden de lo imaginario en la propuesta del tribalismo como marco referencial
encargado de disolver la lógica específica de una variada gama de fenómenos sociales
emergentes en las sociedades contemporáneas. En esta perspectiva, lo imaginario es
contemplado como un continente de acogida que proporciona una identidad social, como un
espacio que conforma una congregación comunitaria en torno a emblemas simbólicos.

• La inscripción de la noción de imaginario en el debate teórico contemporáneo centrado en torno


a la modernidad. Lo imaginario, en este contexto facilitaría un reencantamiento de una existencia
social previamente deificada por una unidimensional racionalidad moderna, edificando
potenciales posibilidades de realidad, utopías intersticiales en palabras de Maffesoli, que
transfigurarían la desencantada realidad cotidiana. (Carretero, E. 2003)

En este punto hemos pasado por diferentes teóricos que han hablado del tema desde
diferentes planos, y he mencionado en muchas ocasiones la importancia de este, para
la sociología y para las ciencias sociales en general, y el motivo por el cual se ha
popularizado tanto en los últimos tiempos, para tratar de hacer unas conclusiones
finales hablare de un concepto de imaginarios social que da el autor Juan Luis Pintos
que es una de las personas que más han escrito acerca de este tema.

Si reconocemos los imaginarios desde el punto de vista de Juan Luis Pintos, “que
identifica los imaginarios sociales como esquemas, construidos socialmente, que nos
permiten percibir algo como real, explicarlo e intervenir operativamente en lo que en
cada sistema social considere como realidad”. Se ve claramente la dimensión
sociológica, ya que se identifica la acción, los comportamientos, las formas de
institucionalización y legitimización de estructuras sociales. Creo que este es un buen
concepto de imaginario en cuanto a lo que quiero teóricamente hablando para mi
trabajo, lo que he dicho hasta el momento es tratando de desligar el presupuesto
racionalista que ha asentado a lo imaginario sobre el plano de lo irreal o separado de la
realidad. Esto nos llevaría a examinar la naturaleza de lo imaginario al margen del
criterio de verdad o falsedad establecido desde ese presupuesto racionalista, del que di
cuentas más atrás, que mutila la dimensión creadora de las dinámicas sociales.

Los imaginarios sociales no solamente indican a los individuos su pertenencia a una


misma sociedad, sino que también definen los medios de sus relaciones con ésta, con
sus divisiones internas, con sus lógicas de poder, con sus instituciones, etc. De esta
manera, el imaginario social es una pieza efectiva y eficaz del dispositivo de regulación
de la vida colectiva, y en especial del ejercicio del poder. Por consiguiente, es el lugar
de los conflictos sociales y una de las cuestiones que están en juego en tales conflictos
(Carretero, 2001)

Como dice Maffesoli, hay que dejar de describir el imaginario social como algo que
excluye, que reprime, que censura, que esconde… de hecho, no esconden sino como
diría Pintos, producen realidad. Por consiguiente, la relevancia sociológica de la
perspectiva de los imaginarios sociales reside justamente en su fundamento
cuestionador, haciendo el propósito de investigación social no como visibilizar las
verdaderas relaciones sociales o los principios y las verdades que instituyen a la
sociedad, sino mas bien visibilizar lo que ha posibilitados estas verdades.
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