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LAS PINTURAS RUPESTRES DE TECOZAUTLa

RETRATOS A LA DISTANCIA

Texto y fotos de Jesús Quintanar


www.jesusquintanar.com

Es esa sensación que se repite una y otra vez al ir a los sitios en donde se encuentran las pinturas.
Estar en el cerro brincando las grandes piedras del río que alguna vez les dio forma, como
bautizándolas en su redondez, tú eres ésta, tú eres la otra. Y como que las piedras acentían
celebrando meciéndose a su caudal; la fuerza de la vida que también llamó a los pueblos que
habitaron estas tierras a asentarse a su lado, por encima de los mezquitales.

No es difícil imaginar cuando grupos otomíes y muy probablemente chichimecas, aunque tal vez
de manera indirecta, plasmaron estas imágenes ahora llamadas arte rupestre en abrigos rocosos,
peñas, pequeñas cuevas, acantilados e incluso en nichos construidos o tallados directamente en las
laderas de los cerros cuyo uso aún no es determinado pero que fueron adornados con elementos
pictóricos en su interior. Es a estos grupos a quienes se les atribuye la autoría de la mayoría de las
pinturas rupestres en el municipio de Tecozautla, Hidalgo.

Aunque también se perfilan influencias teotihuacanas y mexicas, por lo general se habla de su


origen entre un período tardío del Postclásico (900-1521 d.c.) y las etapas tempranas de la Colonia.

Aunque la cercanía de fuentes de agua es constante con las pinturas, lo que permite inferir
que estos grupos seminómadas buscaban lugares con abundantes recursos para su subsistencia
mediante la pesca, la caza y recolección de frutas y semillas, tal vez el entorno se ha modificado
drásticamente al paso de los siglos.

Ahora sólo los cauces vacíos de los ríos yacen sobre la tierra, mudos testigos de arena y roca,
desfallecidos.

Imagen que contrasta con la intensa vitalidad de las pinturas y las escenas que plasman. ¿Por
qué los grupos humanos, a su paso por éste mundo, sienten la necesidad de reflejar su realidad a
través de las imágenes?. Tal vez la necesidad humana de comunicarse es universal y diversa que,
al ser conscientes de su existencia, intentaban reflejarse a sí mismos buscando la perpetuación de
su grupo proyectando su identidad, su territorio y sus creencias en las pinturas.

Retrato exacto de sí mismos para el futuro, aunque valdría la pena aventurar que algunas de
estas representaciones aluden a seres no necesariamente con una existencia tangible, es decir,
abstracciones rituales o sobrenaturales.
Aunque en realidad se encuentran prolíficamente a lo largo del actual estado de Hidalgo,
excepto en la región de la Huasteca, las pinturas supestres en Tecozautla contienen motivos
antropomorfos (figuras humanas), zoomorfos (figuras animales), astromorfos (figuras celestes como
soles, cometas, etc.), rituales o religiosos (algunas con motivos posthispánicos), plantas, algunas
construcciones, otras figuras no identificables e incluso, en la comunidad de El Salto, lo que
parece ser un ferrocarril en marcha, presuntamente realizada a finales del siglo XIX o inicios del
siglo XX.

El municipio de Tecozautla, al oeste del Valle del Mezquital, se ubica sobre una falla geotérmica
del Eje Neovolcánico que abarca sobre todo el sur y este de Hidalgo en su mayor parte formado
en el periodo mesozoico con rocas sedimentarias. Esto permite que aguas termales irrumpan
constantemente en forma de manantiales en la superficie lo cual ha sido aprovechado por los
pobladores para ofrecer atractivos turísticos en la zona.

Son estas condiciones las que sostienen la economía fundamentalmente agrícola del municipio,
al propiciar el cultivo de maíz, frijol, chile verde, jitomate, pepino, tomate, nopal, aguacate,
durazno, nuez, higo, zapote, limón, mango, etc. Pese a esto, los índices de marginación económica
han motivado la migración hacia los Estados Unidos en un fenómeno que Tecozautla comparte
con la región.

De hecho, los movimientos migratorios han sido recurrentes a lo largo del tiempo. Como
menciona la arqueóloga Carmen Lorenzo Monterrubio en sus estudios, “alrededor del
año 900 d. C., se dieron una serie de migraciones y desplazamientos de población en el
centro-norte de México. Estas migraciones masivas eran tanto de grupos aldeanos como de
cazadores-recolectores del norte, los que en su mayoría se dirigieron al centro de México.
Estos desplazamientos fueron causados posiblemente por un deterioro de las condiciones
ambientales que obligó a los grupos sedentarios a moverse hacia el sur, o bien, la caída de centros
hegemónicos -particularmente la decadencia de Tula en la segunda mitad del siglo XII, lo que
provocó una contracción en la frontera norte de Mesoamérica-, que favoreció la movilización de
grupos nómadas a tierras habitadas por agricultores.

Estas fructuaciones en las características de la población necesariamente tuvo sus repercusiones en


la cultura y organización social de los pueblos que convivieron en diferentes épocas en éste lugar
interactuando unos con otros, tomando habitos, creencias y elementos de los pueblos vecinos
que fomentaron la transformación de pueblos cazadores-recolectores a agricultores, o pueblos de
cultura mesoamericana con antecedentes nómadas” *.

Es decir, una transformación radical en los modelos culturales prevalecientes hasta entonces
propiciados por los movimientos migratorios. Transformaciones que de alguna manera son
perceptibles en las pinturas.
Aunque se esta muy lejos de tener acceso a las modernas técnicas como el espectómetro de masas
para establecer una fecha precisa en la que fueron elaboradas, es posible afirmar que las imágenes
fueron hechas por diferentes grupos humanos en diferentes épocas por la calidad en el trazo,
la naturaleza de los pigmentos, las significaciones discursivas más sencillas, o bien,
extremadamente complejas, los elementos de carga simbólica, etc. Así, valdría la pena estudiar,
por ejemplo, las diferenciaciones entre la aparente sencillez de las figuras lineales de Manguani
en comparación con la potente naturaleza abstracta del panel de Banzha también, básicamente,
de formas gráficas simples.

Aunque las investigaciones realizadas hasta ahora no son, de manera alguna concluyentes,
se ha podido determinar que estas imágenes estan dotadas de una significación y un propósito
comunicativo visual muy particular y representativo del grupo social y más allá de considerárseles
expresiones aisladas sin ton ni son las pinturas rupestres son productos culturales de los pueblos
que las plasmaron y a los que estaban dirigidas, como ventanas abiertas a sus maneras de vivir
y concebir su lugar en el universo.

Ahora, con la suave decantación del tiempo, sólo se pueden inferir e interpretar los códigos
y signos para los que fueron expresamente creadas; aunque eso si, valdría la pena resaltar que
muchas de ellas se encuentran en sitios de no muy fácil acceso como algunas rocas o peñas que
parecen mirar desde lo alto el despeñadero que les depara por lo que, tal vez, quién las pintó no
tenía mucha intención que digamos de que las mirara todo mundo.

Los que si tienen la firme intención de darlas a conocer son los jóvenes integrantes del “ -Proyecto
de Rescate del Patrimonio Histórico y Cultural de Tecozautla-COBAEH”. Cuenta Eslendí
Reséndiz: Lo que pasa es que todo comenzó hace dos años como un juego, somos un grupo
de quince, todos estudiantes. Y había compañeros que comentaban que sabían de lugares en
donde había pinturas, y nosotros también, así es que con el maestro Luis Enrique Hernández
nos dedicamos a visitarlas y así empezó a interesarnos el tema, ya después como hasta ahora
recibimos el asesoramiento de los arqueólogos Salvador Guilliem Arroyo y Lya Díaz Mercado-”.
Después, -agrega María Isabel Valerio-, en Semana Santa hicimos visitas guiadas a los lugares
y pusimos un módulo de información en el Jardín Municipal.

Al vernos, la gente de las comunidades nos comentaban “bueno y por qué no vas a este otro
lugar, fíjate que aquí hay pinturas, cuando quieran yo los llevo” y así hemos estado teniendo
conocimiento de otras pinturas que sólo conocía la gente de esas comunidades, nadie más.

En esta perspectiva, el registro de pinturas rupestres en Tecozautla se ha incrementado


notablemente desde la entrada en acción del proyecto y con la asistencia de expertos en el tema
hay planes para lograr integrar una propuesta para su preservación y difusión. Aunque es de
esperar que esto sea pronto, esa fantástica sensación de caminar por el monte para llegar a ellas,
imaginar sus historias y sus creadores incluye la no grata impresión de que algunas se encuentran
en inminente peligro de perderse, ya sea por los derrumbes que han sufrido algunos abrigos
rocosos en donde se encuentran, la acción del mismo entorno natural o el nefasto vandalismo que
muchas han sufrido.

El tiempo, ése siempre implacable al que hasta ahora han logrado trascender parece girarse en
su contra a menos que haya voluntades lo suficientemente perseverantes para permitirles seguir
siendo el río que es su vida y su historia.

Bibliografía:

* Una Aproximación al estudio de las Pinturas Rupestres del estado de Hidalgo.


Carmen Lorenzo Monterrubio.

Arte Rupestre en el estado de Hidalgo.


Carmen Lorenzo Monterrubio. Revista Arqueología Mexicana Volumen VI. # 36, marzo-abril
de 1999.

Un Acercamiento a Tecozautla (Plan Anual COBAEH), 2005.


Luis Enrique Hernández Gress.

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