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Varias veces he acudido al campo, tomada de la mano por 6). He visto como
el sudor moja su frente y baila su cuerpo, mientras se esfuerza por alcanzar
sn objetivo. Yo siempre estoy a su fado aunque me repugna lo que hace
conmigo. Su tacto me es desagradable desde hace mucho. Me utiliza para
saciarse, luego me deja a un lado y descansa. Luego vuelve a tomarme con
sus manos toscas y no me deja reposar hasta que 61 mismo no puede mds. Yo
quisiera dejarlo, pero no puedo huir. He de soportar su cuerpo maloliente y
su salvaje expresion cuando me agita entre sus brazos. Hoy han venido otros,
como ét, pero le han gritado cosas horribles. Yo no pude mas que observar, no
pude pedir auxilio, y creo que piensan que lo apoyo, que me complace lo que
hace. Después Iiegaron tos de unifarme. Se acercaron con paso lento y
seriedad sobreactuada. Entraron a ta cabafia con nosotros. EB] me dejé a un
lado y se sent6 para conversar con efios, Hablaron y rieron. Luego me
miraron y sonrieron con malicia, Por un momento sentf algo de temor. El
sacé unos billetes y se los entregé. Sus risas Ilenaron de sonidos fa cabaita.
Luego se fueron. El me tomé de nucvo con sus brazos y caminé conmigo hacia
Ja habitacién, Me dej6 cerca de la puerta y comenzé a desnudarse. Mafiana
volveré a} bosque con él y aunque me molesta gue sea tan cobarde, no tengo
opcién. Como siempre volveré a leer ese viejo letrero cuyo mensaje el
tiempo ha casi borrado. Pero me Jo sé de memoria: Prohibido cazar. No puedo
hacer nada, soy s6lo la escopeta de un cazador furtivo.
Jacobo Riquelme
Abril 08, 1996