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Pero uno de los puntos que puede ser de especial interés para el tema que nos
ocupa (aprender a colaborar a través de la red) es precisamente tratar de pensar
las nuevas tecnologías como un medio de relación, en vez de cómo simples
tecnologías de la información. Lo que se ha llamado las tecnologías-R como
modo de describir a las TIC. "Ha llegado el momento de cambiar el tratamiento
de ingeniería de las tecnologías de la información, que inicialmente se daba por
supuesto, y pasarse a una orientación que se centre en los seres humanos y sus
relaciones". Esto es lógico ya que lo que se procesa en estas máquinas son
relaciones, no meros productos materiales. En el mundo de los negocios se
utilizan estas tecnologías-R para establecer vínculos de confianza y vínculos
comunitarios, de modo incluso algo peligroso en ocasiones; pero en el mundo
educativo parece lógico tratar de hacer un uso adecuado en esta misma línea, en
un momento en que estamos con un déficit de sociabilidad notable, escasos de
una alfabetización social que cada vez se siente y resiente como más necesaria.
De este modo, acaso estos medios que se ven más como individualizadores
puedan ser utilizados precisamente para recuperar esa dimensión social perdida
en la educación y en la vida.
Efectivamente son ciertos los peligros que la era del acceso trae consigo, como
reflejan Rifkin y Simone en sus libros, pero también es cierto que cabe una
visión más positiva o mejor dicho esperanzadora respecto hacia donde discurrirá
esta nueva conciencia o nuevo estilo cognitivo que implica toda una nueva
sensibilidad. Se trataría de buscar crear nuevas comunidades de intereses
compartidos. Al igual que las TIC hacen posible una nueva manera de hacer
negocios –lo que los economistas llaman, una aproximación "reticular" a la vida
económica– también cabe utilizarlas para hacer posible una nueva manera de
enseñar y aprender, de generar y ofrecer conocimiento.
De ahí que haya dos conceptos clave a recuperar hoy en el panorama educativo:
la noción de comunidad y de carácter, ya que la unidad de la vida que andamos
buscando o deseando, del yo, no viene dada ni por las posesiones que uno tiene
–seguridades materiales-, ni por los accesos o relaciones con otros o a redes de
relaciones que validen una parte de nuestro yo –como ocurre en la era del
acceso-, sino que acontece gracias al ejercicio de nuestra libertad, una libertad
que se plenifica al compartir, no al poseer, sino al poseerse para darse.
"La era del acceso no solamente trae consigo nuevas herramientas para la
organización de nuestra existencia, sino nuevas definiciones de lo que significa
ser un ser humano (Rifkin,2000:305)". Anteriormente, la libertad estaba
estrechamente ligada a la autonomía y en último término a la propiedad. Ahora
son más bien los conceptos de inclusión y acceso la clave para entender la
libertad. Se subraya el derecho a no ser excluido, el derecho de acceso. Y de ahí
el vigor y la fuerza que adquiere la sociedad civil, las organizaciones del tercer
sector y la esfera cultural que construyen la confianza social y son condición
previa e indispensable para una economía saludable.
Esto viene a subrayar que "los mercados y las redes no se bastan por sí solos
(Rifkin,2000:317)", sino que precisan de una sólida comunidad cimentada en la
confianza social y como algunos autores señalan en la empatía, o compasión. De
la empatía como base de la confianza social dice Lifton (1993:314) que requiere
que "cada cual incluya la humanidad del otro en su propia imaginación". Y
también de algún modo, la empatía requiere cierta cercanía del otro en tiempo
real. Esto no quiere decir que una imagen no conmueva; por supuesto que lo
hace, y en algún sentido de un modo más potente, pero en educación interesa
suscitar una compasión que mueva a hacer algo por el otro; no sólo generar
espectadores pasivos que contemplan la escena sin más.
2. El Aprendizaje Cooperativo
Siguiendo la revisión realizada por Ovejero (1990) podemos afirmar que el aprendizaje
cooperativo no es en absoluto algo nuevo. Los primeros estudios sobre la necesidad de
cooperación en el aprendizaje surgen en los años cuarenta (Thorndike, 1938: Deutsch,
1949). No obstante, en los últimos 50 años en los EEUU, y en el mundo occidental en
general, ha existido un interés muy sesgado por un estilo de aprendizaje competitivo e
individualista. Y es a mediados de los años 70 cuando empieza a recuperarse un interés
por el aprendizaje cooperativo. Hoy en día puede destacarse el trabajo en esta área de
los autores norteamericanos: David y Rogert Johnson de la Universidad de Minnesota;
Elliot Aronson de la Universidad de Santa Cruz; y Robert Slavin de la Universidad de
Johns Hopkins.
2. Colección de datos y de actividades que funciona como una base de datos. Los
integrantes del grupo ofrecen de modo individual datos al sistema. Los datos
pueden ser algún tipo de referencia –enlaces a páginas web–, artículos de
investigación, información de contacto de los colegas.
Para elaborar y reunir toda esta información es necesario contar con algún programa con
capacidad para gestionar bases de datos como por ejemplo Lotus Notes
(www2.lotus.com) o Filemaker Pro (www.filemaker.com). Algunos ejemplos son: el
Classroom Connect (www.classroom.net) que mantiene una base de datos interactiva de
profesores; y el Educational World Search Engire (www.education-world.com) que
mantiene una base de datos de cerca de 20.000 direcciones educativas que pueden
buscarse por contenido y nivel educativo.
Existen numerosos programas para gestionar este tipo de cursos online. A este tipo de
enseñanza se denomina en inglés web-based training (Barron, 1998; Driscoll, 1997,
1998, 1999). Las herramientas más relevantes y conocidas son WebCT, Webfuse,
Topclass, y Web Course in a Box (Hazari, 1998; McCormack y David, 1997). No
obstante en los últimos años han proliferado un gran número de ellas, sirva de ejemplo
la revisión realiza por el profesor Landon de la British Columbia (Canada) en la que
compara las características de diferentes programas.
1. Aplicaciones prácticas
1. Recomedaciones
Como se apuntaba en líneas anteriores llevar a cabo una verdadera cooperación implica
algo más que el hecho de que varias personas trabajen juntas. Por tanto como ya
indicaba Bielaczyc (2001) el mero hecho de emplear cualquier tipo de software que
soporte el aprendizaje cooperativo no asegura que se ponga en marcha de un modo
efectivo. Es necesario crear: a) una cultura de cooperación y colaboración entre los
estudiantes, que de algún modo se imponga al ambiente competitivo e individualista; b)
el empleo de actividades que favorezcan la cooperación y el trabajo en común
colaborativo; c) y en último lugar, la implementación de algún tipo de software que
facilite y gestione este tipo de trabajo y aprendizaje.
En este sentido, Koufman-Frederick y cols. (1999) señalan algunas recomendaciones a
tener en cuenta cuando se quiere implantar algún proyecto de tele-colaboración:
• El fomento de una cultura colaborativa para que el grupo trabaje bien. Debe
existir una conciencia y experiencia previa, y valoración de este tipo de trabajo.
Cuando no existe tal experiencia puede suplirse con el trabajo de un buen
moderador que conduce, dirige y motiva a los miembros del grupo a trabajar
conforme a un modelo cooperativo.
• La tarea a realizar debe estar bien definida.
• La posesión de un conocimiento suficiente del software empleado para favorecer
la colaboración. La tecnología debe ser una herramienta que ayude, y no que
obstaculice el trabajo y la participación.
• Para construir "comunidad" parece necesario que en algún momento los
miembros del grupo tengan la oportunidad de tener un encuentro cara a cara. Se
ha comprobado que la participación de los miembros de un grupo, que emplea la
tecnología como medio de comunicación, es más eficaz cuando han tenido la
oportunidad de conocerse personalmente.
• El moderador debe tener habilidades tanto técnicas como de dominio del
conocimiento para ofrecer tanto el soporte técnico necesario a los alumnos,
como guía y orientación en el contenido.
• Además, sería necesario que el grupo tuviera acceso a: áreas públicas y
comunes; áreas privadas; máquinas de búsqueda; mapa de situación del web en
el que se trabaja; capacidad de compartir documentos; y capacidad de
Los Ciberpropietarios:
Si las nuevas tecnologías conducen a el fin del trabajo, en esta nueva obra
Jeremy Rifkin va más lejos y vaticina una transformación en la naturaleza del
sistema capitalista y del propio ser humano. Plantea la sustitución del mercado
por las redes electrónicas, de la propiedad por el acceso a las fuerzas de
Internet y el comercio electrónico, y de la producción industrial por la
cultural. La clave de la nueva economía sería la “conectividad”. Para Rifkin, “la
economía del ciberespacio agrupa a las empresas en grandes redes de
relaciones de interdependencia», a diferencia del mercado tradicional, que
busca mantener la propiedad y excluir de ella a los otros.
“Ahora la velocidad de la innovación tecnológica y el vertiginoso ritmo de la
actividad económica hacen que con frecuencia la noción de propiedad resulte
problemática. En un mundo de producción individualizada, de continuas
mejoras e innovaciones, e incluso de reducción de los ciclos de vida de
los productos cada vez tiene menos sentido tener, retener y acumular”,
escribe Rífkin y dice:
“la riqueza ya no reside en el capital físico sino en la imaginación y la
creatividad”.
Rifkin señala que mientras el rasgo central del capitalismo era el intercambio
mercantil, donde compradores y vendedores intercambian sus mercaderías y
por ende sus propiedades, en la nueva economía los proveedores se quedan
con la propiedad y alquilan (“leasíng”) o cobran una cuota de admisión por el
uso de la propiedad. “La propiedad resulta simplemente demasiado lenta como
institución para adaptarse a la velocidad casi perversa de la cultura del
nanosegundo.» Según el autor, las empresas están vendiendo sus bienes
raíces, inventarios y hasta equipos “para desembarazarse de cualquier tipo de
propiedad física”. Además, en lugar de producir bienes y servicios, el autor
sostiene que cada vez más parcelas del comercio son ocupadas por la
industria cultural: «todo tipo de diversión mediada electrónicamente se
convierte rápidamente en el centro de un nuevo hipercapitalismo que comercia
con el acceso a las experiencias culturales (...), es muy probable que un
mundo estructurado en torno a las relaciones de acceso produzca un tipo muy
diferente de ser humano».
Es indudable que las profundas innovaciones tecnológicas están provocando
cambios en los negocios y en la forma de hacerlos. Y que nuevas esferas
están siendo sometidas al poder del comercio electrónico. Pero esto sólo Se
explica por la propia lógica y tendencia a la acumulación del capitalismo. Rifkin
le atribuye al capitalismo algo que, en realidad, es propio de los sistemas
precapitalistas: la identificación de la riqueza con la propiedad de las
cosas. El móvil del capitalismo no es tener cosas sino capital, lo que no es otra
cosa que una relación social que permite generar ganancias y transformarlas
en más capital. Para el capitalista lo esencial es producir cosas que tengan
algún valor de cambio y le permitan “tener, retener y acumular”, porque si no
será desplazado por la competencia y la tendencia al monopolio. La
cibereconomía crea relaciones de interdependencia entre proveedores y
usuarios similares a las que hay en la gran industria, pero no excluye la
competencia y las rivalidades en la disputa por el cibermercado. Rifkin señala
que en lugar de la venta los dueños de los bienes promueven el leasing eso no
desmiente el intercambio mercantil, porque la renta supone la propiedad.
Tampoco es nuevo que esferas de la vida humana caigan bajo el dominio
mercantil porque la acumulación capitalista no tiene límites, salvo el del propio
capital, y busca transformar cada actividad humana en una fuente de lucro.