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Legendario es aquello de que hay gente que gusta hacer limosna pero con plata ajena.
Ser generoso, pero no con los bienes de uno, sino con los del vecino. Ayudar a los
pobres pero metiendo la mano no en el propio bolsillo sino en el bolsillo de otro. Esto,
por suerte, est refutado y ampliamente aceptado que se trata de una ramplona falacia
que no resiste el menor anlisis.
Ahora, lo interesante es ver cmo funciona esto mismo respecto a otros asuntos.
Pues lo que vale para el bolsillo (para la generosidad) vale tambin para cualquier otra
virtud. Por ejemplo, el gallardo propsito de no reclamar lo que otro injustamente me
quita: si se trata de m mismo, bienvenida la bienaventuranza; pero no aplica a terceros:
al contrario!, sera una falta por omisin que no colaborara a que se les devuelva a los
vulnerables lo que les fuera injustamente quitado. Lo mismo valdra decir de la
persecucin: si es a m, bendita sea; pero si es a terceros, no tiene asidero gritarle
cnicamente desde el balcn: bienaventurado t, cristiano de Siria, perseguido y llevado
injustamente a la tortura y muerte.
Ay de aquel joven que no fuera capaz de darle una buena tunda al degenerado maleante.
Ser que vivo con el vivsimo recuerdo de nio (tendra 7 u 8 aos), en que mi padre, de
viajar mucho, con el taxi esperando en la puerta para irse al aeropuerto, ya con el
sobretodo y guantes puesto, sola ponerse en cuclillas delante de m y decirme con voz
muy seria y solemne: queds a cargo de tu madre y tus hermanos: cuidalos! Y yo
cabeceaba, a dos mejillas, un s tan rotundo como convencido.
El Seor, como el Siervo Sufriente, avanz como oveja al matadero, manso, mudo y
entregado. Pues se trataba de su propia Vida, la que ofreca librrima y seorialmente.
Pero justamente, qu contraste!, ese mismo Agnus Dei se torna Len de Jud, una fiera
incontenible, cuando de la Casa de su Padre se trata. Ah no hay mudez, ni
mansedumbre: ah hay desatada ira, pues se trata de la defensa del preciado Bien ajeno,
pues se trata del Padre.
Slo Cristo, la Vctima, poda defender la oreja de Malco. Como que los discpulos no
podan hacer otra cosa que atinar a defender a su Maestro.
Entreguemos con hidalgua nuestra segunda mejilla cuando nuestra primera fuera
ultrajada. Sin medias tintas ni hermenuticas amaneradas y ambiguas.
Y con igual hidalgua, defendamos ambas mejillas, cuando de las ajenas se trate.
Tambin en esto, con las tintas bien cargadas
Que eso, y no otra cosa, es ser un hombre bien nacido y un cristiano cabal.