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Pero tampoco obraban bien los que me forzaban. Eras tu, Dios mo, el que me
haca bien. Porque ellos no vean la meta a donde yo deba encaminar las
letras que me obligaban a aprender, pensando tan solo en satisfacer el
insaciable deseo de una riqueza pobre y de una gloria afrentosa. Pero tu,
Seor, que tienes contados los cabellos de nuestra cabeza, te servias de las
ideas equivocadas de todos los que me forzaban a estudiar para mi provecho.
Te servas de mi error al no querer estudiar como castigo que yo deba pagar,
pues siendo un muchacho tan pequeo, era ya un gran pecador.
Porque esas primeras letras eran mucho ms prcticas que las que siguieron.
Me dieron el poder, que todava conservo, de leer lo que hay escrito y de
escribir lo que quiero. En cambio, en las otras se me obligaba a aprender de
memoria las aventuras de un tal Eneas, que desconoca mientras me olvidaba
de mis propios errores