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Vocacin

Es fcil saber aquello lo que dicta tu corazn, el camino a seguir, cuando el signo se ve tan
claramente.

Mi madre por ejemplo, con su eclair a escala real sobre su antebrazo, desde el primer momento
en que fue capaz de comprender lo que era, supo que deba dedicarse a la pastelera.

Mi padre posee una pala en su espalda, donde pone toda la presin de su peso cuando realiza su
trabajo de albail.

Una vez comet la indiscrecin de preguntarle si no le gustara probar otro trabajo, de darle un
respiro a su cuerpo fatigado y tan maltratado por el trabajo manual.

Con un par de birras encima me dijo mientras contemplaba el cielo desde el patio de la casa que el
mismo construyo:

Una vez fui como vos, con la ilusin en la mirada me encamine a probar mi suerte en diferentes
lugares.

Recuerdo como su respiracin cortaba su cuerpo como un acorden, nunca completamente


relajado, solo plegado para volver a ser utilizado. Son las cosas en las que la mente se fija en
momentos particulares, cuando todo lo dems se va esfumando con el borde del tiempo, estos
pequeos y dolorosos detalles te continan haciendo eco en la cabeza hasta el final de tus das.

Y una mirada basto para arrebatarme la estrella del ojo. Una mirada a mi espalda, quiero decir.
Nadie quiere un trabajador manual en la oficina, o enseando a las generaciones futuras.
Record sbitamente el cuarto de estudio, la dedicatoria que en todas sus portadas estaba dirigida
a mi padre. El cuarto que todos asuman era de mi madre.

No cuestiones lo incuestionable. Uno es lo que es, y aprende a vivir con ello. Fue esa noche mi
primera cerveza con el viejo tambin, medio a modo de disculpas, medio a modo de ensearme a
pasar los tragos amargos de la vida.

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