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Domingo 28 de mayo.

Ascensin del Seor

Hch. 1,1-11

Ef. 1,17-23

Mt. 28,16-20.

En este domingo, la liturgia de la Iglesia nos invita a celebrar la fiesta de la Ascensin. Dicha
festividad nos recuerda que nuestra vida cristiana es una invitacin de dejar de mirar al cielo y ver
a Dios actuando en nuestra historia y nuestro mundo.

La muerte de Jess gener en los discpulos un desagarro y una fuerte sensacin de fracaso. En ella
vean como las promesas de vida en abundancia se esfumaban. Aquello por lo cual haban dejado la
vida, no tena sentido. Estaban en encierro y con miedo. Sin embargo, Jess no los dej solos.
Despus de su muerte, como nos recuerda el libro de los Hechos, se hace presente a los discpulos
de diversas maneras. Jess se mete en su cotidianidad. En la pesca, en el camino, en la montaa, en
el partir el pan, en sus reuniones, etc. En estos eventos, se hace uno ms. Con sus apariciones les
confirma la fe, les recuerda que el Reino anunciado no fue en vano y les invita a continuar su obra.
Con su presencia en la vida cotidiana Jess les devuelve la alegre alegra de evangelizar.

Esta nueva presencia es un llamado a extender la misin. Como nos dice Mateo, ir a todas a las
naciones y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo y as ser una nueva criatura
llamada a dar la Buena noticia. En este llamado, no estn solos. Tienen la palabra prometida de
Jess de estar todos los das hasta el fin del mundo y as poder dar mucho fruto.

Esta fiesta, que a veces pasa desapercibida para nosotros, es una invitacin a confiar en las
presencias de Jess en nuestras vidas, que muchas veces nos hace cambiar la mirada como les pas
a los hombres de Galilea. Nuestro ser cristiano es un mirar a la tierra con otros ojos, siendo hombres
que caminan en esperanza y se mueven entre la memoria, de todo lo que nos dijo Jess, y la
promesa, de saber que al final del camino nos est esperando para compartir el gozo de presentarle
a l, la misin encomendada.

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