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I. DIOS
1. Dios es digno de ser adorado (Sal. 145:3; Apoc. 5:12, 13, 14). En esencia la adoración es la
centralización de Dios. “La adoración, en todo nivel, siempre significa Dios y la prioridad de
Dios”.(4) Dios es adorado por él mismo y no como un medio para algo. Cambiar esta
motivación puede convertirlo en un ídolo. Dios es adorado porque es Dios. Esto es lo que da
sentido a la adoración. Dios confronta al ser humano y lo desafía a adorarle (Mateo 4:10).
Este hecho es el más importantes de la vida de toda persona.
5. Dios confronta al ser humano por ser el Señor. La adoración debe conducir a un tiempo
de entrega, de confesión, de libertad. Como Dios que merece ser adorado, él es
demandante (Éxo. 20:1-7). Por eso mismo la adoración es un desafío y una oportunidad para
los cambios. Como el Dios que es digno de ser adorado, el enjuicia y hace demandas al ser
humano.
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6. Por lo dicho, la adoración es apertura en disponibilidad, entrega, sujeción, obediencia.
Adorar es estar disponible para aceptar la voluntad de Dios y actuar en obediencia a él.
Dios es Señor de la vida, por eso él es adorado en cada aspecto de la vida. Al adorar, la
persona reconoce que Dios merece ser obedecido y descubre que es bendecida al hacerlo (1
Sam. 15:22). El adorador acepta la autoridad que el Señor tiene para ordenar y acata su
mandato.
8. Cuando el ser humano responde, Dios permite nuevas situaciones de bondad y de amor. La
adoración conduce al descubrimiento de lo mejor para la vida, y a la sensación de seguridad
y de resguardo (Sal. 34:4-9). Para que esto suceda el ser humano debe presentarse y
responder a Dios con la totalidad de su ser. Dios no es un ideal, una filosofía, o un principio,
sino un ser personal y espiritual, que mantiene relaciones personales, que formula
proposiciones personales. Por eso es importante que la adoración resulte coherente,
inteligible, pertinente, es decir, que responda a las preguntas y a los conflictos y
experiencias de los que adoran, y que ilumine su propósito de vida. Por eso una adoración
verdadera es aquella que permite que Dios hable. Adorar no es hacer cosas; adorar es la
experiencia del hecho mismo del diálogo Dios-adorador (Dios-yo, Dios-nosotros).
9. Dios es también trascendente (Sal. 139). Por eso, el ser humano no adora a un igual sino
al Creador, al eterno e infinito Dios, a aquel que está más allá de cada uno, y que es
enteramente distinto del ser humano. Adorar es “la respuesta de la criatura al Eterno”.(6)
Aquí el ser humano aprende a sentirse finito, humano, abierto a quien es su verdadera
fuente. Pero no se siente a la intemperie o desprotegido. Se siente careciente pero con sed
del que le da la verdadera seguridad y confianza. Esta es una inquietud vital que la
adoración instrumenta. Esto produce un tipo de satisfacción tan peculiar que no puede ser
igualada ni descripta por ningún otro estado racionalmente concebido.
10. El encuentro con el Dios santo y justo no puede sino resultar en un desafío a ser santos
y justos (Isa. 6:1-8; Lev. 11:4; 1 Ped. 1:16). Precisamente la santidad de Dios desafía al
pecador, que en la adoración: se reconoce pecador, procura que Dios le perdone, pide a Dios
su rehabilitación, aprende a ser humilde, pide fortaleza para no reiterar más lo que ha
hecho (Sal. 51).
11. El adorador se maravilla frente a Dios (Sal. 77:14). Al adorar se produce un sentimiento
de elevación especial que combina la sorpresa, la admiración, la impotencia, y hasta la
necesidad de marcar una distancia con el que se adora. La adoración es el reconocimiento
del ser por excelencia. Lamentablemente, el secularismo y el pseudo-cientificismo que
pretenden explicar todo, han cortado la expresión genuina de la elevación mística.
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12. Dios también trabaja en forma inmanente (Rom. 1:19, 20). Hay algo que está en todo ser
humano, que es reflejo de la acción divina, algo en donde, por eso, el ser humano es sensible
al Señor. La adoración canaliza esa posibilidad. Esto es difícil para la adoración porque se
trata de saber qué hay de Dios incluso en el ateo, y de identificar la mano del Señor en los
procesos seculares, apelando a ellos. Si la adoración maneja un código secreto, pierde este
camino evangelizador.
14. La adoración combina revelación y misterio. El ser humano responde al Dios que se
revela, pero simultáneamente guarda distancia o temor frente al misterio. Dios se revela y
se oculta al mismo tiempo. De manera que misterio y significado aparecen juntas en la
adoración. Además, frente a Dios el adorador se sabe dependiente. Descubre que Dios está
sobre todas las criaturas. Como Abraham, se atreve a hablar a Dios, pero frente a él se
define como “polvo y ceniza” (Gén. 18:27). Otto explica este sentimiento diciendo que al
adorar se experimenta “un sentimiento de criatura en la presencia de la Deidad”.(7)
II. JESUCRISTO
1 La adoración se hace real en Cristo, y por medio de Cristo. La verdadera adoración pasa
por el ministerio redentor de Cristo. Es imposible tener comunión vital con Dios sin el acto
redentor (Juan 14:6). El sacrificio perfecto de Cristo es la garantía de que se le puede
adorar. Cristo es el medio adecuado por el cual adorar a Dios. Cristo revela al Padre (Heb.
1:2). El es el único por quien se puede tener un conocimiento adecuado del Padre (Juan 17).
2. Dios es adorado en una profunda identificación con Cristo quien a su vez se identifica
con el adorador (Fil. 2:5-8).
4. La vida de Jesús fue una vida de adoración. Su vida, solo la suya, es la perfecta
expresión de la adoración (Juan 17:4).
5. En la adoración Cristo se identifica con el ser humano, y el ser humano con Cristo en un
encuentro único. En ese encuentro el adorador combina ruego, clamor, pedido, invocación.
Lo hace con distintos niveles de intensidad, pero con el mismo interés de acercarse al
Señor. Algunas veces la adoración es pedido de socorro porque parte de una situación
humana en crisis, no necesariamente negativa, pero con algo que necesita ser satisfecho.
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Siempre la adoración es un canal liberador de la desesperanza y del miedo a la impotencia.
Otras veces el adorador combina queja, reclamo, interrogación.
En ese momento le abre todo el corazón al Señor para mostrarle todo lo que pasa, sin
vueltas, tal como lo siente. No es falta de respeto o irreverencia. Por el contrario es un
acto de sinceramiento porque reconoce en Cristo al único que escucha, entiende y resuelve.
7. La participación común en los beneficios salvíficos de Cristo hace que la comunidad sea
“una” (Juan 17:21). “Comunión cristiana significa comunión a través de Jesucristo y en
Jesucristo. No existe una comunión cristiana que sea más, ni que sea menos que ésta”.(8)
9. En la adoración Cristo aparece como el Gran Sumo Sacerdote (Heb. 4:14 ss.), y por eso
es el que lleva al Padre los corazones en crisis de las personas del pueblo. La adoración es el
mejor medio que el ser humano tiene para elevar sus oraciones a Dios. El Señor las contesta
generando esperanza y signos de renovación de vida. La adoración puede ser entendida
como sacrificio. En realidad Cristo es el cordero sacrificial (Juan 1:29 y Heb. 10:10). El
creyente debe presentarse como sacrificio viviente (Rom. 12:1, 2).
10. En la adoración la iglesia experimenta al Cristo resucitado. De esta manera, una vez
más, la adoración se convierte en una proclamación evangelizadora, declarando las buenas
nuevas a todos los que están en el momento de la adoración. Al adorar al resucitado, la
comunidad rompe con el concepto de fatalidad, y de la muerte como destrucción final (1
Cor. 15:55-57). Claro que su fiesta de celebración es un anticipo que apunta a un futuro; es
una fiesta escatológica. La celebración del resucitado es una fuerza en contra de todo
aquello que predique y fomente la muerte; también va en contra de la apatía frente a la
vida. Claro que al celebrar al resucitado, la iglesia también evoca al crucificado. Junto a él
siente el dolor por el pecado y toma conciencia del costo de su propia libertad, hecha
posible por la muerte de Cristo. Por eso el culto es también expresión de dolor, angustia,
límite, pecado. Al mismo tiempo pone al descubierto todo aquello que esclaviza y tiraniza al
ser humano.
12. Cuando adoran, tanto cada persona como la congregación, todos reconocen a Cristo
como el Señor. Por eso en la adoración Cristo establece las normas de vida, tanto
individuales como comunitarias. Al mismo tiempo ambas (persona y comunidad) se someten a
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su control. El verdadero compañerismo y el sentido más profundo de la hermandad se
producen en esa sujeción común al único que todos reconocen como Señor.
13. La adoración implica reconciliación. Esta reconciliación se produce en todas las esferas
de relación del ser humano: cada ser humano con Dios, cada ser humano con otros seres
humanos, cada ser humano con el medio ambiente, cada ser humano con él mismo. Cristo,
que trabaja como el reconciliador, libera al adorador de su egoísmo y le permite descubrir
al “otro” como tal y, por tanto, el diálogo queda abierto (Ef. 2:11-22).
14. La comunidad que adora reconoce a Cristo como cabeza de la iglesia. Al hacerlo se
interpreta a sí misma como cuerpo (Ef. 4:15, 16). Está bajo su soberanía y se siente
alimentada por el Señor. Descubre simultáneamente su unidad y la necesaria vinculación
entre sus partes.
1. El Espíritu hace que la adoración sea real. Por su medio el adorador intima con el Padre y
por su intercesión se sabe interpretado fielmente por Dios (Rom. 8:26).
5. El Espíritu Santo mejora la calidad de vida del adorador y fortalece sus posibilidades
racionales, emocionales y volitivas. Por eso la adoración es apertura hacia el poder y
participación plena de la gracia divina.
6. Al ser liberado por el Espíritu Santo de la esclavitud que produce la vida sin Dios, el ser
humano alcanza una verdadera comunión con Dios. Permite que la adoración sea dirigida a
Dios como un Padre tierno. Por eso, cuando adora, el ser humano goza de la libertad del
Espíritu (2 Cor. 3:17). Esta experiencia le permite al adorador descubrir que el Espíritu
Santo actúa “en”, “por” y “con él” o “con ella” y con todos aquellos que le adoran en espíritu
y verdad.
7. Depende del Espíritu que la adoración sea real. El espíritu está presente haciendo que
Dios more en el adorador (Rom. 8:9).
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8. El Espíritu convence de pecado (Juan 16:8), de manera que promueve la confesión y el
propósito de desarrollo espiritual. El Espíritu forma el ser interior.
10. Gracias al Espíritu Santo que actúa en la adoración, hay inspiración y vida para la
comunidad eclesial. El Espíritu Santo equipa y dinamiza a la iglesia. Es en la apertura al
Espíritu cuando la iglesia sabe que es guiada, sanada, restaurada, comisionada, dotada,
acompañada, y que está plena de vida. En realidad la iglesia no puede funcionar sin el
Espíritu, porque toda su capacitación nace en lo que recibe de él (1 Cor. 12--14).
11. En realidad la adoración es una relación entre el Triuno Dios y los adoradores.
“Adoración es la comunión del ser humano con Dios en Cristo, siendo afectada esta relación
consciente por el Espíritu Santo”.(9)
12. Al abrirse al Espíritu cada adorador reconoce que su fuente de autoridad “es el Espíritu
que habla en las Escrituras”, o “nuestra autoridad es la Escritura sellada para nosotros por
el Espíritu”.(10)
IV. LA IGLESIA
1. En la adoración las personas descubren que pertenecen al pueblo de Dios y que forman
parte vital de su Reino. En la adoración la Iglesia reconoce su condición de comisionada e
interpreta en plenitud el sentido de su misión. En la adoración aprende que es “peregrina
en” y al mismo tiempo “comprometida con” el mundo en el cual vive (1 Ped. 2:11).
4. Como comunidad en adoración, la iglesia trabaja por la integración de todo el cuerpo (Ef.
2:14). En la adoración se observa y experimenta el verdadero carácter corporal de la iglesia
y se vive el espíritu del “nosotros”. Dado que toda persona redimida es incluida en el
compañerismo de Cristo, la iglesia, al adorar, es un cuerpo sin discriminación. En la
adoración Dios muestra su interés por el ser humano. La comunidad recibe el amor de Dios
y es desafiada a amar como una verdadera comunidad eclesial.
5. Cuando la iglesia adora se sensibiliza con los dolores de los seres humanos y se convierte
en canal de comunicación del propósito de Dios. Al adorar, la iglesia es testigo y
participante de la esperanza, y de este modo fortalece su misión evangelizadora y
profética (Col. 1:23). Por esta razón la comunidad es desafiada a servir, a practicar la
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justicia y a comprometerse por los que sufren. En la adoración Dios prepara a su pueblo
para vivir la vida que a él le agrada (2 Cor. 7:2-16). A su vez, “la acción cristiana en el
mundo conduce a la adoración de Dios”.(12)
7. En la adoración todos los ministerios de la iglesia son integrados (Ef. 4:1-6). “Es en el
acto de adorar que [la iglesia] es originalmente fundada y conocida . . . Es desde este punto
que abraza y ordena toda la vida de la comunidad”.(13) Al mismo tiempo, los ministerios son
desafiados a renovar su compromiso. La adoración es un medio del cuidado pastoral: es útil
para nutrir, guiar, amar, apoyar, confortar, exhortar, vigorizar el espíritu y la vida toda. La
comunidad en adoración, al encontrarse con Dios ofrece el ambiente propicio para el
cuidado pastoral. El cuidado pastoral surge en realidad de una adoración auténtica. Es
difícil que un cuidado pastoral genuino se sostenga aparte de la adoración corporativa del
pueblo que se encuentra con Dios.
8. En la adoración Dios actúa como un pastor que cuida. En la adoración todos los
ministerios presentan sus frutos a Dios y se someten a su control para recibir la fuerza y
la orientación para sus nuevos desafíos. La adoración entendida como servicio implica la
actitud de fidelidad y obediencia a aquel que es considerado la autoridad suprema. La
adoración incluye tanto los actos específicos de la adoración como la sujeción a un estilo de
vida que es vivido como servicio a Dios. La adoración es vital porque es el centro de la vida
ministerial. Hay una alimentación mutua entre la adoración y el ejercicio de todos los
ministerios eclesiales: la adoración se nutre de las experiencias ministeriales y éstas se
perfeccionan cuando la iglesia se enriquece al adorar.
V. EL SER HUMANO
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misterio busca comprensión, y descubre la comprensión que Dios le da cuando lo adora; el
sentido de inseguridad busca refugio, y se satisface en la seguridad dada por Dios al que le
adora; el sentido de soledad busca compañía con Dios, y la encuentra en la adoración; el
sentido de pertenencia humana busca compañerismo mutuo con otros adoradores, y se
satisface en la adoración comunitaria; el sentido de culpabilidad busca perdón y absolución,
y lo recibe al adorar a Dios; el sentido de ansiedad busca paz, y la experimenta al adorar; el
sentido de pérdida de sentido busca propósito y cumplimiento, el que comienza a percibirse
en la adoración; el sentido de ruptura busca sanidad, que llega cuando adora a Dios; el
sentido de dolor busca confort que Dios le proporciona al recibir adoración”. (16)
2. El adorador debe adorar como un ser total. La adoración debe apelar a “todo el ser”.
“Adorar es someter toda nuestra naturaleza a Dios”.(17) Esto significa que un buen culto
de adoración tomará en consideración todas las posibilidades de gestos, acciones y
actitudes. La adoración tendrá en cuenta, además, una antropología sin reduccionismos,
capaz de mirar al ser humano como alguien que piensa, que siente, que se relaciona con
otros seres humanos, que responde a una vocación. La adoración involucra a toda la persona:
cuerpo, intelecto, volición, emoción, vocación, relaciones (1 Tes. 5:23).
3. La adoración como respuesta del ser humano a la iniciativa divina también incluye el
sacrificio. El sacrificio ofrecido no debe ser un símbolo de muerte sino un símbolo de
rendición y entrega a Dios de todo aquello que es una parte preciosa y esencial de todo su
ser (2 Sam. 24:24). Por eso, el sacrificio no sustituye a la vida sino que la representa como
un todo.
5. La adoración es más una relación que una función o tarea. Incluso puede ser tomada como
un estilo de vida más que un evento. La adoración trata de guardar un equilibrio entre lo que
sucede en el interior del adorador cuando adora y lo que experimenta en su vida diaria. La
adoración verdadera “se nutre de” y al mismo tiempo “conduce a” una vida ética de
compromiso. Siempre se asoció la adoración a la ética. No se puede adorar a Dios y ser
indiferentes a la voluntad divina de ser justo, santo, misericordioso, amoroso, servicial
(Miq. 6:6-8).
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a la persona con su futuro proyectándola a un futuro cierto gracias a la promesa de vida
eterna.
7. Al ser liberado por Dios de la vieja manera, comienza una vida cualitativamente distinta.
Esto le permite descubrir lo que es agradable a Dios y por tanto en su propio beneficio. La
adoración da vigor para resistir lo que es dañino. Abre el horizonte para poder mirar como
mira Dios y experimentar la cercanía de su corazón. Es la única forma de ser comunidad, y
de mirar al otro como amado por Dios, a quien por la misma gracia de Dios puede amar como
Cristo lo hace.
9. En la adoración el ser humano disfruta a Dios (Sal. 31:7; 67:4; 96:11). Al alcanzar la
fuente de la vida puede descubrir su verdadera razón de ser.
10. La adoración es una oferta divina. Dios se ofrece en una relación personal y el ser
humano responde. Barth sugiere que la adoración es “un permiso que fluye de la
misericordia de Dios hacia la criatura”. Existe, agrega, una “habilidad, obligación y
necesidad de adorar a Dios”, pero tales cosas (habilidad, obligación y necesidad), “dependen
del amor de Dios y su verdadero poder y verdad radican precisan en el permiso divino”.(19)
En la adoración Dios como ser personal se revela, buscando la respuesta personal. En la
adoración el ser humano recibe su vocación. En primer lugar es llamado por Dios a vivir su
sentido más completo y, en segundo lugar, es llamado por Dios a ejercitar actividades
específicas en su Reino. La adoración es una invitación “a ser en relación correcta con Dios”,
agradándole en todo. Por todo esto es un serio error reducir el concepto de adoración a la
actividad cúltica dominical. En realidad, Dios conduce al adorador a una relación estrecha
con él en primer lugar, antes que el ser humano pueda responder aceptablemente. La
adoración aceptable, en ambos testamentos, es cuestión de responder a la iniciativa divina
en la salvación, y revelación, y hacerlo de la manera que Dios requiera.
11. En adoración no solo se recibe de Dios sino que se le ofrece. No solo se ofrecen dones,
sino la vida misma, intelecto, sentimientos, actitudes, posesiones. Hay un movimiento
descendente, Dios comunicándose, y otro ascendente, el adorador, respondiendo.
12. La adoración es gozo, es celebración. La adoración es alegría (ver Sal. 145--150). Dios
produce la fiesta. El ser se enriquece, se nutre, se purifica y celebra su triunfo. Adorar al
Dios viviente es la más significativa y completadora actividad humana.
13. En la adoración verdadera se producen los mayores cambios que el ser humano
experimenta. Nadie es el mismo luego de adorar a Dios sinceramente. “Si la adoración no
nos cambia, no ha sido adoración”.(20) Por eso, pocos momentos son tan eficaces y
profundos para el ministerio pastoral como el que se logra en el “diálogo” entre Dios que se
revela a sí mismo y el ser humano que responde. En ese “encuentro” la acción pastoral tiene
su medio más eficaz. Por esta razón, la adoración de la comunidad y la de cada persona
interesan tanto al pastor involucrado en el crecimiento integral de aquellos a los que sirve.
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14. La adoración está expuesta a algunos riesgos.(21) Ejemplos:
Manipular a Dios Sacar a Dios del centro de la adoración. “Usar la adoración cristiana con
cualquier otro propósito que no sea la glorificación de Dios, es abusar de ella”.(22)
Considerarla como una sola vía ascendente. Dar más importancia al adorador que al adorado.
Reducirla a una actividad, por ejemplo la cúltica. Confundir medios con el fin. Adorar la
adoración y no al adorado. Litigiar por los medios humanos empleados en la adoración.
Restarle fuerza de compromiso a la respuesta humana o simplificar la demanda del desafío
divino.Reducir la respuesta en adoración a un solo aspecto de la persona humana.
Empobrecer las variantes y las formas de comunicación con Dios.
15. Por todo lo expuesto es sabio concluir doxológicamente: A Aquel que permite a los
humanos, seres limitados y necesitados, estar abiertos a su totalidad y trascendencia, al
Dios de amor que habla en la humillación humana, a él sea la gloria por siempre y siempre.
Amén.
1 Citado por Franklin Segler, Christian Worship. Its Theology and Practice (Nashville: Broadman Press, 1967), p. 8.
2 Karl Barth, citado por J.J. Von Allmen, Worship Its Theology and Practice (New York: Oxford University Press, 1965),
p. 13.
3 William Temple, Readings in St. John´s Gospel (London: Macmillan, 1963), p. 67. Citado por numerosos autores.
4 Evelyn Underhill, Worship (New York, Evanston, London: Harper & Row, 1936), p. 6.
5 Ralph Martin, La Teología de la Adoración (Deerfield, FL: Vida, 1993), p. 11.
6 Evelyn Underhill, Worship, p. 3.
7 Rudolf Otto, Lo Santo (Madrid: Selecta de Revista de Occidente, 1965), p. 21.
8 Dietrich Bonhoeffer, Vida en Comunidad (Buenos Aires: La Aurora, 1966), p. 11.
9 Franklin Segler, Christian Worship. Its Theology and Practice, p. 12.
10 Bernard Ramm, The Pattern of Religious Authority (Grand Rapids: Eermands, 1959), p. 10. Ver también, René Padilla,
“La Autoridad de la Biblia en la Teología Latinoamericana”, en Pedro Savage (Coordinador), El Debate Contemporáneo
Sobre la Biblia (Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1972), p. 123.
11 Karl Barth, Church Dogmatics, Vol. IV, 2 (Edinburgh: T&T Clark, 1958), p. 639.
12 Miroslav Volf, “Worship as Adoration and Action: Reflections on a Christian Way of Being-in-the World”, en Worship:
Adoration and Action, D.A. Carson, ed. (Grand Rapids, Carlisle: Baker Book House, The Paternoster press, 1993), p. 211.
13 Karl Barth. Church Dogmatics, Vol. IV, 2, p. 695.
14 Jurgen Moltman, La Iglesia Fuerza del Espíritu (Salamanca: Sígueme, 1978), p. 311.
15 Franklin Segler, Christian Worship. Its Theology and Practice, p. 10.
16 Ibíd., pp. 76-86.
17 William Temple, Readings in St. John´s Gospel, p. 67.
18 Dietrich Bonhoeffer, Vida en Comunidad, p. 116.
19 Karl Barth. Church Dogmatics, Vol. II, 1 (Edinburgh: T&T Clark, 1957), p. 671.
20 Richard Foster, Alabanza de la Disciplina (Minneapolis: Betania, 1986), p. 184.
21 Una obra interesante para analizar un buen número de riesgos es la de Marva J. Dawn. Reaching Out Without Dumbing
Down. A Theology of Worship for the Turn-of-the-Century Culture (Grand Rapids: William Eerdmans, 1995).
22 Gaddy, Welton. The Gift of Worship (Nashville: Broadman Press, 1992), 40.
http://www.casabautista.org/dialog/dialog/mackey1.htm
http://www.casabautista.org/dialog/dialog/congres1.htm
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