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El hombre mismo tan ventajosamente dotado por la naturaleza con respecto a voz
no tiene tampoco naturalmente un lenguaje; y quizá en ciertas regiones han
pasado siglos antes de tener un mediano alfabeto.
Se cree generalmente porque se escuchan los gritos de los de los pájaros desde
lejos, y con poca atención, que producen siempre un mismo sonido, lo cual es un
error. Los cuervos, según ha observado Dupont, producen veinte y cinco sonidos
diferentes. Estos sonidos pueden muy bien servirles para comunicar sus ideas, y
ser veinte y cinco señales para avisarse mutuamente con relación a sus
necesidades.
El perro solo emplea en sus ladridos vocales, y alguna vez cuando se encoleriza,
la s y la z.
También el gato usa las mismas vocales que el perro, pero añade algunas
consonantes, entre las que se marcan con más evidencia la m y la r.
Sería imposible que los animales viviesen como viven en sociedad, si no tuviesen
medios para entenderse y comunicarse sus ideas. Las hormigas se dan los avisos
necesarios cuando se trata de robar las provisiones. Las golondrinas acuden todas
para edificar con prontitud el nido de alguna hembra que va a poner y se ha
desecho por casualidad, y acuden llamadas por la misma hembra que da gritos
lastimeros. Las abejas se ayudan recíprocamente para sacar de la colmena los
cadáveres de sus compañeras.
Los pájaros, como el hombre, tienen además del lenguaje hablado, el canto, que
no es en la esencia mas que una enérgica acentuación del discurso, producida,
según algunos naturalistas, por la superabundancia del amor. Los pájaros no
podrían sacar tan enorme fuerza de sus débiles músculos sino por un exceso de
vida, cuyos elementos dan a su amor una violencia extraordinaria. En casos
semejantes no basta amar, sino que es necesario añadir al pensamiento la
energía de las entonaciones y del rhytmo. Esto ha originado la poesía, y hecho
músico a los pájaros.
El ruiseñor, el rey de los cantores, tiene tres clases de canto que manifiestan los
diferentes estados de su pasión amorosa; y según esta, es su voz suplicante y
tierna, satisfecha y alegre, o tranquila y apacible.
Hay, sin embargo, aves que cantan sin dar ningún sentido a su canto, y solo por
repetir y reproducir sonidos armoniosos, como sucede a la mayor parte de
nuestras damas que cantan música italiana en los conciertos. Tales son el
papagayo que repite las palabras que oye, y el burlón de América que abusa de la
facilidad de su órgano para atraer los otros pájaros, cuyo canto imita, y después
silba y se burla con sus compañeros en su lenguaje natural.
Para entender “qué” piensan y sienten realmente los animales, debemos observar
los entornos en los que han evolucionado. Todos los animales están equipados
con un conjunto de herramientas mentales para resolver problemas ecológicos y
sociales. Algunas de estas herramientas son universales, compartidas por
insectos, peces, reptiles, aves y mamíferos, incluidos los seres humanos. El
conjunto de herramientas universales proporciona a los animales una capacidad
básica para reconocer objetos, contar y orientarse. Se produce una divergencia de
este conjunto de herramientas básicas cuando las especies se enfrentan a
problemas ecológicos o sociales excepcionales. Por ejemplo, los murciélagos se
orientan mediante una señal de sonar de alta frecuencia, pero nosotros no. A
diferencia de los humanos, los murciélagos se enfrentan al problema de volar en la
oscuridad. Como resultado, su cerebro ha evolucionado de una forma especial
para procesar sonidos de alta frecuencia. Los humanos reconocen a cientos de
personas por el rostro, pero los insectos sociales como las abejas no reconocen ni
siquiera a los miembros de su propia colmena por el rostro. Para los humanos, el
rostro es un objeto especial; por que tiene una configuración única de rasgos y por
que representa una ventana crucial para la identidad, las creencias y los
sentimientos de cada persona. En consecuencia, los humanos tienen un cerebro
que ha evolucionado de forma especial para procesar caras.
Se puede decir que casi todos los animales experimentan emociones. Las
emociones preparan a todos los organismos para la acción, para aproximarse a
las cosas buenas y evitar las malas. Pero en cuanto nos alejamos de las
emociones fundamentales como la rabia y el miedo, que seguramente comparten
todos los animales, encontramos otras emociones como la culpa, la vergüenza o
el bochorno, que dependen críticamente de un sentido de la propia conciencia y
de la conciencia de otros. Es posible que estas emociones sean sólo humanas, y
que nos proporcionen un sentido moral que ningún animal, probablemente, es
capaz de alcanzar.
Los animales, al igual que nosotros, se guían por el instinto. Los instintos guían la
experiencia del aprendizaje. Son responsables de que los organismos esperen
determinadas características del entorno e ignoren otras. Muchos de nuestros
instintos responden a la evolución, de forma que compartimos una visión
perceptiva y conceptual del mundo con muchos otros animales.
Los animales, como los humanos, tienen unas normas a las que atenerse y que a
veces pueden romper. Esas normas reflejan las condiciones bajo las que se llevan
a cabo los juegos de la reproducción y la supervivencia. Pero a diferencia de
nuestras normas, las suyas no se basan en el conocimiento de lo que esta “bien“ y
lo que está “mal”. Los animales obedecen a unas normas, pero no saben que las
normas están destinadas a preservar las convenciones, a prevenir acciones
dañinas y, al menos en algunos casos, a mantener la justicia. Los niños son como
animales, pero los humanos adultos no.
La comprensión de la visión que tienen los animales del mundo requiere, por
tanto, una habilidad para aislar los sistemas sensoriales adecuados y determinar
los tipos de problemas que las especies remontaron en el pasado para sobrevivir
en el presente. No debemos asumir que sabemos lo que sabemos, o cómo hemos
llegado a saberlo. Debemos usar el diseño actual del cerebro de un animal y su
conducta de ahora para deducir qué tipo de problemas tuvo que resolver su
mente. Es una receta que sigue funcionando desde que Charles Darwin la preparó
por primera vez, hace más de cien años. Si la seguimos fielmente aprenderemos
muchísimo de las mentes salvajes que habitan nuestro planeta.