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conquista y de
usurpación
BENJAMIN CONSTANT
PARTE I
DEL ESPÍRITU DE CONQUISTA.
CAPÍTULO I
Virtudes compatibles con la guerra en
ciertos estados del desarrollo social
3
indispensable: que la guerra debe ser el resultado natural de la
situación y el espíritu nacional de un pueblo.
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de su actual situación? Si estas preguntas son contestadas en
forma negativa, se deduce que en nuestro tiempo, a fin de dirigir
las naciones a la guerra y la conquista, es necesario revertir la
situación en que se encuentran dichas naciones, algo que
difícilmente puede lograrse sin originarles muchos males,
corrompiendo su carácter y dotándolos de una multitud de vicios.
3
CAPÍTULO II
El carácter de las naciones modernas en
relación a la guerra
3
nuevos progresos. Los líderes de las naciones pagan tributo a esta
tendencia cuando evitan confesar abiertamente su ambición de
conquista y sus esperanzas de una gloria ganada sólo por la fuerza
de las armas. El hijo de Filipo1 no se atrevería ahora a proponer a
sus súbditos la invasión del universo; y el discurso de Pirro a
Cineas2 parecería hoy a una muestra de insolencia o de locura.
3
contra la fuerza de los demás, puede afrontar una variedad de
obstáculos y derrotas, que lo llevaran a recurrir al comercio, es
decir, a una forma más segura y limitada de conseguir beneficiarse
de los demás de acuerdo a sus intereses.
3
gobierno que en nuestros días deseara imitar a la república
romana, se diferenciaría en que, al querer actuar en oposición a su
propia gente, los convertiría en instrumentos de su política tan
infelices como lo serían sus víctimas. Un pueblo así gobernado se
convertiría en una república romana, sin su libertad, sin ese
impulso nacional que facilitaba cualquier sacrificio, sin la
esperanza de que cada persona pudiera disfrutar de una parte de
la tierra conquistada, sin que, en definitiva, todas estas
circunstancias que hicieron ese riesgoso y problemático estilo de
vida, atractivo para los romanos.
3
La condición de los pueblos modernos es lo que les impide ser
belicosos por naturaleza; y más específicamente, que también
están conectados con el progreso de toda la humanidad y, por
consiguiente, las diferencias entre las distintas eras, se aúnan a
dichas causas generales.
3
CAPÍTULO III
El espíritu de conquista en el estado actual
de Europa
En esa visión que quiero compartir, nada podría estar más lejos de
mis intenciones que hacer injusticia a esos héroes que, orgullosos
de pie entre su patria y el peligro, tienen, en todos los países,
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protegiendo la independencia de sus naciones; esos héroes que
han defendido tan gloriosamente nuestra bella Francia3. No tengo
miedo de no ser comprendido por ellos. Hay más de uno entre
ellos cuya alma, en concordancia con la mía, comparte todos mis
sentimientos y quienes, reconociendo, en estas líneas su íntima
opinión personal, distinguirán a su autor como su portavoz.
3
En la primera edición el autor señala: “defendido Francia”.
3
CAPÍTULO IV
De una carrera militar que opere por
interés propio
3
Pero, si una carrera puramente militar se desatara ahora, su
empuje no se basaría en ninguna convicción, sentimiento o
pensamiento, y puesto que todas las razones para la exaltación
que antes podían ennoblecer los combates en sí serían extrañas a
este ímpetu, sólo encontrarían impulso y motivación en la
personalidad más mezquina y sombría. Se adoptaría la ferocidad
del espíritu guerrero, pero manteniendo sus propios intereses
comerciales. Estos “nuevos” vándalos no mantendrían su
ignorancia del lujo, de la sencillez en las costumbres y del
desprecio por todas las acciones salvajes que caracterizó a sus
rudos predecesores. Con la brutalidad de la barbarie combinarían
los refinamientos del lujo; con el exceso de violencia, el engaño de
la avaricia.
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los vencidos, ni respeto por los débiles: los vencidos que, para su
desgracia, siendo propietarios de algo, aparecerían a ojos de los
conquistadores simplemente como un obstáculo entre ellos y su
botín. El interés particular habría exterminado en sus almas todas
las emociones naturales, excepto aquellas que se deriven de la
opulencia. Aún podrían conmoverse a la vista de una mujer, pero
no de un anciano o un niño. Todos sus conocimientos prácticos
estarían al servicio de la elaboración de sus planes de masacre y
despojo.
3
conciencia los sostendría. No estarían obligados por ninguna
convicción, salvo la de mantenerse unidos por mera necesidad
física, de la que incluso cada uno trataría de librarse a la mínima
oportunidad.
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lo defendieron hasta el último momento con sus manos
agonizantes? ¿Acaso los instrumentos inútiles, no deberían ser
dejados de lado?
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La primera edición cita en lugar de “la furia de la conquista”, “este sistema”.
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Esta oración, desde “Nuestros ejércitos” hasta “vencidos” no se encontraba en la
primera edición.
7
La primera edición en lugar de “terrible régimen” mencionaba “sistema de
conquista”.
3
3
CAPÍTULO V
Otra razón para el deterioro de la clase
militar dentro del sistema de conquista
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Es importante, para apreciar la analogía completa, el recordar que Constant era un
apostador compulsivo.
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enemigo. ¿Quién puede dejar de ver que el hábito de esta lotería
del placer y la muerte necesariamente debe llevar a la corrupción?
3
CAPÍTULO VI
La influencia de este espíritu militar en el
estado interior de las naciones
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puede mantenerse dentro de límites que hagan menos perceptible
su importancia. El ejército, separado del resto de la gente por su
espíritu, se fusiona con ella en la administración ordinaria de los
asuntos.
3
No es una exageración fantasiosa. ¿No hemos visto, durante los
últimos veinte años, la introducción en casi toda Europa de la
justicia militar, con la excusa de ser un proceso restringido a una
esfera; como si toda restricción de proceso no fuera en sí misma
un argumento ya repugnante? Puesto que, si dicho procedimiento
es superfluo, todos los tribunales deberían abolirlo, pero si es
necesario, todos los tribunales tendrían que respetarlo, y, sin duda,
mientras más grave la acusación, más importante tendría que ser
el examinarla con cuidado. ¿No hemos visto más de una vez
sentados entre los jueces, hombres cuyas vestiduras delatan un
compromiso castrense, lo que les impide convertirse en jueces
independientes?
3
No van a creer que los guerreros retornando de sus victorias,
cubiertos de laureles aún frescos, fueran obligados a la horrible
tarea de convertirse a sí mismos en verdugos, persecutores,
usurpadores de lo ajeno y ejecutores de sus conciudadanos, cuyos
nombres al igual que sus crímenes, desconocían. ¡No, clamarán
que este nunca fue el precio de nuestras victorias, de nuestros
pomposos triunfos! ¡No, no es así que los campeones de Francia
solían regresar a su propio país y exaltar a su tierra natal!
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Esta párrafo, desde “Ciertamente” hasta “originar” no se encontraba en la primera
edición.
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CAPÍTULO VII
Otro inconveniente del establecimiento del
espíritu militar
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Pero los gobiernos absolutos no tienen menos que temer de esta
fuerza siempre amenazante. Si es terrible contra los extranjeros y
contra su propio pueblo en nombre de su líder, podrá, en cualquier
momento, convertirse en una amenaza para su propio amo. De la
misma manera, esas bestias temibles y colosales que las naciones
bárbaras colocan al mando de sus ejércitos para dirigirlos contra
sus enemigos, podrían súbitamente retroceder, atacados por el
miedo o presas de furia, y desobedeciendo la voz de sus amos,
exterminarían o desarticularían los mismos batallones en los que
sus pueblos confiaban su salvación y sus triunfos.
3
CAPÍTULO VIII
El efecto de un gobierno conquistador
sobre la nación
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conquistar el mundo!". Este le respondería a una sola voz: "No
tenemos ningún deseo de conquistar el mundo".
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Compárese el planteamiento de la retórica pública de la agresión militar que hizo
Constant con el análisis realizó Marcel Proust del lenguaje usado por la prensa y la
diplomacia francesa durante la Primera Guerra Mundial. Véase “A la recherche du
temps perdu”, editado por P. Clarac y A. Ferré, París 1954, Tomo III, página 77.
3
única certeza es que sólo sirve para brindar posesión ilegítima a
los más fuertes basándose en la explotación de los más débiles.
11
La guerra cuesta siempre más de lo planeado, dice un escritor sabio, cuestan hasta
lo imposible. (Ver Econ, Betunes. V.8.)
3
exclamaría: "Ya veis, si querían la guerra, sino ¿por qué se
defienden?"12.
3
sociedades como en las relaciones entre personas, perderían todo
su valor. La humanidad sufriría una regresión a una etapa de
aniquilación que nos remitiría a tiempos desafortunados de nuestra
historia. La hipocresía sólo distinguirá entre una opción u otra: esta
hipocresía resultará además aún más corruptora por la
incredulidad que generaría. No es sólo cuando se confunde o
engaña a la gente que las mentiras de las autoridades son nocivas:
no lo son menos si es que producen escepticismo.
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CAPÍTULO IX
Los medios de coerción necesarios para
complementar la eficacia de la mentira
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en conspiración; afecto filial señalado como sedición. ¡Todas estas
dificultades no se promueven en aras de la legítima defensa, sino
para conquistar países lejanos, cuya posesión no añadirá nada a la
prosperidad nacional, a menos que decidamos llamar prosperidad
nacional a la notoria y nefasta vanidad de un puñado de hombres!
3
CAPÍTULO X
Más inconvenientes del sistema de la
guerra para la ilustración y la clase
instruida
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elegancia que solo nos distingue de los bárbaros, es hacer a la
nación en su conjunto un mal que nunca puede compensarse ya
sea por sus vanos éxitos, o por el terror que inspira, un terror que
no aporta ventaja alguna.
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que está siguiendo el camino equivocado y que está perdiendo su
verdadero objetivo13.
3
CAPÍTULO XI
El punto de vista desde el que una nación
conquistadora podría hoy considerar su
propio éxito
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Lejos de ello. Tal es el presente disgusto en la conquista, que todo
el mundo siente la imperiosa necesidad de declinar
responsabilidad por ello. Habría protesta universal, no menos
vigorosa porque se mantendrá en silencio. El gobierno vería la
masa de sus súbditos de pie a un lado, espectadores sombríos. En
todo el imperio, sólo habría un largo monólogo de poder a ser oído.
A lo mucho este monólogo se interrumpiría, de vez en cuando,
cuando los serviles interlocutores repitan a su amo los discursos
que les había dictado. Pero los sujetos pronto dejarían de escuchar
las pesadas arengas que nunca serían permitidos de interrumpir.
Apartarían la vista de una vana exhibición de la que soportarían
sólo el gasto y el peligro, mientras que su intención era todo lo
contrario de sus deseos.
3
En las eras belicosas, la gente admiraba el genio militar por
encima de todo. En nuestros tiempos de paz, ruegan por una cierta
moderación y algo de justicia.
14
Frase de La Fontaine.
3
CAPÍTULO XII
Efecto de estos éxitos sobre los pueblos
conquistados
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ejemplo de Cambises, a causa de su locura, no vale la pena
mencionar: pero podemos citar el caso de Darío que, habiendo
tratado de poner su propia estatua en frente de la de Sesostris en
un templo, y conociendo la oposición del sacerdote mayor, no se
atrevió a ejercer violencia sobre él. Los romanos dejaron a los
habitantes de la mayoría de las regiones sometidas, sus propias
autoridades municipales, e interfirieron con la religión de los galos
sólo para abolir los sacrificios humanos.
3
Desde afuera, su posición parece más tolerable que en el pasado.
Una vez que la tormenta ha pasado, todo parece volver al orden.
Las ciudades aún están de pie, los mercados se llenan de nuevo
con la gente, las tiendas reabren.
3
redescubrieron casi intacto, en la profundidad de sus provincias
lejanas, todo lo que constituye el encanto de la vida: los hábitos de
su infancia, las prácticas consagradas, ese grupo de recuerdos
que, a pesar de la sujeción política, conserva la sensación de una
patria en un país.
3
Es así como los vencidos, después de las calamidades que han
sufrido, tienen que someterse a un nuevo tipo de mal. Al principio
eran víctimas de una gloria quimérica. Ellos están al lado de las
víctimas de una uniformidad igualmente quimérica.
3
CAPÍTULO XIII
De la uniformidad
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la voluntad de la tiranía. Los intereses y los recuerdos que surgen
de las costumbres locales, contienen un germen de resistencia que
la autoridad se muestra reacia a tolerar y que está ansiosa de
erradicar. Se puede tratar con más éxito con los particulares;
rueda su pesado cuerpo sin esfuerzo sobre ellos como si fueran de
arena.
3
lo que estás alejando de ella, mientras impones tus propias
mejoras sobre ella por la fuerza, el resultado de tu
operación es simplemente hacer que se cometa un acto de
cobardía que degrada y desmoraliza a la misma”16.
3
Esta doctrina, soy consciente, no es probable que gane muchas
simpatías. Nos gusta hacer leyes, que nosotros creemos son
excelentes, nos sentimos orgullosos de sus méritos. El pasado se
ha hecho sin nuestra ayuda, nadie puede reclamar su gloria para
sí17.
3
Es evidente que los pueblos colocados en diferentes situaciones,
criados con costumbres diferentes, que viven en lugares
diferentes, no pueden ser sometido a perfectas formas idénticas,
usos, prácticas y leyes sin una restricción que les cuesta mucho
más de lo que vale la pena para ellos. La serie de ideas por la que
su moral se ha ido formando gradualmente desde su nacimiento,
difícilmente puede ser modificada por un acuerdo que es
puramente nominal, exterior e independiente de su voluntad.
3
autoridad los vigilan, se alarma y destruye el germen que está listo
para brotar.
18
No podemos entrar en la refutación de todos lo que se argumenta por simple
coherencia. Simplemente remitiremos al lector a dos autores, el Sr. de Montesquieu en
su “Espíritu de las Leyes, XXIX-18, y el Marqués de Mirabeau en “El Amigo de los
Hombres”. Esto demuestra muy bien que, incluso en los puntos sobre los que creemos
más útil establecer uniformidad, existen pocos estímulos acompañados de muchas
desventajas más.
3
Así, la conquista de nuestros días tiene un demérito adicional que
le faltaba en la antigüedad. Se persigue a los vencidos en los
aspectos más íntimos de su existencia. Les mutila con el fin de
reducirlos a proporciones uniformes. En el pasado, los
conquistadores esperaban a los diputados de las naciones
conquistadas aparezcan arrodillados delante de ellos. Hoy en día
es la moral del hombre que desean postrada.
3
residencia, por opinión de todo el imperio. Una circunstancia local
o momentánea se convierte en la ocasión de una ley general. Los
habitantes de las provincias más remotas son de pronto
sorprendidos por inesperadas innovaciones, inmerecidos rigores, y
reglamentos vejatorios que subvierten todas las bases de sus
cálculos y todas las garantías de sus intereses, debido a doscientas
leguas de distancia hombres que son completos extraños a ellos
creen que se han anticipado a algún peligro, han adivinado
algunas agitaciones o percibieron alguna ventaja.
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demandadas por la naturaleza y consagradas por la experiencia.
Las reglas se falsifican cuando se aplican a los casos que difieren
mucho unos de otros. El yugo se convierte en una carga cuando se
mantiene uniforme en circunstancias que son demasiado
diferentes en carácter.
3
CAPÍTULO XIV
El inevitable final de los éxitos de una
nación conquistadora
Habría ahí algo injusto en revertir tal furia contra todo un pueblo.
Un país entero no es culpable de los excesos que su líder hace
cometer. Es el líder que conduce a su país por mal camino, o
incluso más a menudo que lo domina sin siquiera hacerlo.
3
Cuando algún día el mundo haya recuperado su razón y su valor,
¿Dónde en la tierra, el amenazado agresor virará su mirada a
encontrar defensores? ¿A qué sentimientos en ellos buscará
apelar? ¿Qué defensa no será desacreditada por adelantado, si
sale de la misma boca que, durante su culpable prosperidad, había
prodigado tantos insultos, pronunciado tantas mentiras, dictado
tantos pedidos de destrucción? ¿Va a apelar a la justicia? Él la ha
violado. ¿A la humanidad? La ha pisoteado. ¿Al mantenimiento de
las promesas? Todas sus empresas han comenzado con perjurio.
¿A la santidad de las alianzas? Él ha tratado a sus aliados como
esclavos. ¿Qué gente pudo en buena fe haberse aliado con él y
voluntariamente asociado con este gigantesco sueño? Sin duda,
todos bajaron la cabeza por un tiempo debajo de su dominante
yugo; pero lo tomaron como una calamidad momentánea.
Esperaron a que cambie la marea, la certeza de que sus olas un
día desaparecer en las áridas arenas, y que serían capaces de
caminar sin mojarse los pies otra vez sobre la tierra arada por sus
estragos.
3
durante tanto tiempo, estas palabras han adquirido un poder casi
mágico. Los hombres, ya no son el juguete de la locura, se
convertirán en entusiastas de buen sentido. Un grito de liberación,
un grito de unidad, sonará desde un extremo de la tierra al otro. El
sentido de la decencia pública se extenderá a los más indecisos y
arrasará con la vacilación. Nadie se atreverá a permanecer neutral,
para que no se traicionen a sí mismos.
3
Pero mientras tanto, ¿Cómo el pueblo, a quien su amo ha llevado a
extremos tales, responderá? ¿Quién podía dejar de apenarse, si
era naturalmente dulce, inteligente, sociable, susceptibles a todo
sentimiento delicado y toda forma de valor heroico, y si una
fatalidad desatada sobre esta, había en esta moda alejado de los
caminos de la civilización y la moral? ¡Cuán profundamente
sentiría su propia miseria! Sus íntimas confidencias, sus
conversaciones, su literatura, todas aquellas expresiones que se
creía capaz de ocultar a la vigilancia, se convierten en un solo grito
de dolor.
3
tantos sufrimientos, y durante veinte generaciones barridos por un
viento letal y arrojadas en sus tumbas!
3
CAPÍTULO XV
Los resultados del sistema de la guerra en
la época actual
3
trata como paradojas y los desprecia como meros lugares
comunes.
3
dado una mirada rápida, energía sin límites, una consumidora
necesidad por emociones fuertes, una sed inagotable para
enfrentar y superar el peligro, para satisfacer y superar los
obstáculos. Pero ¿por qué tenemos que pagar por esto? ¿Existimos
sólo para que ellos puedan ejercitarse a costa nuestra? ¿Estamos
aquí sólo para construir, con nuestra carne mortal, su camino a la
fama? Tienes un genio para la lucha: ¿de qué nos sirve? Estás
aburrido por la inactividad de la paz. ¿Por qué tu aburrimiento nos
preocupa? El leopardo también, si fuera transportado a nuestras
populosas ciudades, podría quejarse de no encontrar los espesos
bosques, las llanuras inmensas donde se deleitaba en la buscando,
incautando y devorando a su presa, donde su vigor se mostraba en
la velocidad de la persecución. Al igual que el leopardo, tú
perteneces a otro clima, a otra tierra, a otra especie que la
nuestra. Aprende civilización, si deseas reinar en una época
civilizada. Aprende la paz, si deseas gobernar sobre los pueblos
pacíficos, o mira a otra parte por instrumentos como tú mismo,
que no se preocupan por lo demás, para quienes la sociedad no ha
creado ningún suave afecto, sin hábitos estables, ni artes
ingeniosas, sin calma ni pensamiento profundo, ninguno de esos
elegantes o nobles placeres que la memoria hace más preciosa, y
que la seguridad duplica. El hombre de otro mundo, deje de
despojar a éste.
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paciencia, compensando sus errores prolongados, y ejerciendo
para su rehabilitación un coraje previamente, solo empleado muy
deplorablemente. Una vez más, brillando con gloria, ocupará su
lugar entre los pueblos civilizados, y el sistema de conquista, que
permanece en un estado de cosas que ya no existen, ese elemento
desorganizador de todo lo que existe ahora, volverá a ser
desterrado de la tierra y marcado por esta última experiencia con
la reprobación eterna.