You are on page 1of 97
lS Uiboy THOMAS HOBBES LEVIATAN O LA MATERIA, FORMA ¥ PODER DE UNA REPUBLICA, ECLESIASTICA Y CIVIL, FONDO DE CULTURA ECONOMICA séaico CAPITULO xu De la convicién nwrurat. del Género Hum: Concierne a su Felicidad y su Mi 10, en Jo gue La Naturaleza ha hecho a los hombres facultades del cuerpo y del es mas grande, entre Los hombres, que en lo referente a la fuerza Porque Ja prudencia no es sino experiencia; cosa que todos los hombres alcanzan fen tiempos aquellas cosas a las cuales se Consagran por puede hacer inerefble de la propia sabidur piensan poseer et es decir, que waldad, no es sino un vano concepto jue Ia mayor parte de los hombres grado que el comiin de las gente hombres con excepeié mi la fama de que gozan o por smos. Tal es, en efect ad maturaleza de los hombres que 100 paRTE DEL HOMBRE car. 13 bien reconocen que otros son més sagaces, mis elocuentes 0 i llegan a creer que haya miichos tan mos, ya que cada tino ve su propio talento a la mano, y el de Jos demas hombres a distancia. Pero esto ts lo que mejor prueba que los hombres son en este punto mis bien iguales Que desiguales. No hay, en efecto y de or- dinario, un signo més claro de distribucién igual de una cosa, que el hecho de que cada hombre esté satisfecho con la por- cin que le corresponde, De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecucién de_ nt fines, Esta es la causa de que si dos hombres desean la cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuel enemigos, y en el camino que conduce al fin (que es, princi- palmente, su propia conservacién y a veces su delectacién tan Sélo) tratan de aniquilarse 0 sojuzgarse uno a otro. De aqut aque tun agresor no teme otra cosa que el poder singular de alguien planta, siembra, construye © posee tun lugar conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros, con sus fuerzas unidas, para desposeerle y privarle, no sélo del fruto de su trabajo, sino también de su vic de su libertad, Y el invasor, a st vez, se encuentra en el mismo otros. de desconfianza mutua, ninglin proce- existe para que un hombre se proteja ast mismo, como Ia anticipacién, es decit, el dominar por medio de la fuerza o por Iz astucia o todos los hombres que peda, durante el tiempo preciso, hasta que ningtin otro poder sea capaz de amenazarle. Esto no e¢ otra cost sino Jo que Tequiere su propia conservacién, y es generalmente permitido, Como algunos se complacen en contemplar st prosiguigndolos mis al ti seguridad requiere, ofros, que en serlan felices manteniéndose dentro di aumentan su fuerza por medio de Ja se le debe permitir también, ror De te Sicofnee, ween PARTE 1 DEL woMBRE car. 13 PARTE I DEL ESTADO cap. 30 Por consiguiente, todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, durante el cual cada hombre es enemigo de los demi, es natural también en el tiempo en que los hombres hombres no experimentan ph or el contrario, un gran desagrado) reui se, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos. En el Sei ingore so lle ety na at sede a geese ue fers Y smo modo que él se valora a sf mismo. Y en prese1 propia invenciéa pueden proporcionarles. En una situacién los los signos de desprecio o subestimac iste oportunidad para la industria, ya que su imacibn, procura nétu- ierra, ralmente, en la medida en que puede atreverse 2 ello (lo que Ler te ne, au om entre quienes no reconocen ningiin poder comin que los sujete, See eats ail imnincaaa Tail ¢s sufcente pars hacer que se dsstruyan uno a otro) ara Ling ie case gierea- vee eos tal car una mayor estimacién de sus contendientes, infligiéndoles itdede (achener bar Sur veka en ase ym algiin dafio, y de los demas por el ejempl = imiento de Ja faz de la tierra, ni cémputo del tiempo, a Baa ra oppose iPass bee bbc oeenrver continuo temor y peligro de muerte violenta; y ta vida del cipales de discordia, Primera, t ee tencia; segunda, la des- hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve. joria. [62 Scott ea tipi 1at lon hombres tate eee ‘A quien no pondere estas cosas puede parecer ograr un bencficioy la sega: Loecoaelbcncr arpa que la Naturaleza venga a disociar y haga a los ho para invadir y desteuirse mutuamente; y puede ocurrir que no ‘ ‘onfiando en esta inferencia basada en las pasiones, desee, acaso, verla confirmada por la experiencia. Haced, pues, que se con- cuando emprende una jornada, se procura armas y trata de ir bien acompafiado; cuando va a dormir cierra jas puertas; cuando se halla en. su propia casa, echa Ia Mave 1 sus arcas; y todo esto aun sabiendo que existen leyes y fun Cionatios piblicos armados para vengar todos los dafios que le hagan, ;Qué opinién tiene, asi, de sus conciudadanos, cuando abalga armado; de sus vecinos, cuando cierra sus puertas; de 0s y sirvientes, cuando INo significa esto a la humanidad con sus actos, como yo fo hago con palabras? Ahora bien, ninguno de nosotros acusa con ello lexa humana. Los deseos y otras pasiones del hombre fo son pecados, en si mismos; tampoco lo son los actos que de las pasiones proceden hasta que consta que una ley las prohibe: que los hombres no pueden conocer las leyes antes de que sean hechas, ni puede hacerse una ley hasta que los hombres se pongan de acuerdo con respecto a la persona que debe promulgarla. [63] Acaso puede pensarse que nunca ibn en que se diera una gu creo que nunca ocurrié generalmente 103 ¢ en dueiia de las personas, mujeres, nifis y ganados de otros hombres; Ia segunda, para defenderlos; la tercera, recurre a a fuerza por motivos insi tuna palabra, una sonrisa, una opinin distinta, como cualquier otro signo de sul s ya sea directamente en sus per- isto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder comin que los atemorce todos, se hallan en Iz condicién o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos. Porque Ta GUERRA no consiste solamente en batallar, en el acto de lu- char, ala nat ino que se da durante el lapso de tiempo en que la id de luchar se manifiesta de modo suficieate. Por ello in del tiempo debe ser tenida en cuenta respecto a la naturaleza de Ie guerra, como respecto a Ja naturaleza del ima. En efecto, asi como Ia naturaleza del mal tiempo no radica en uno o dos chubascos, sino en la propensién a lover durante varios dias, asi la naturaleza de la guerra no ya en la lucha actual, sino en Ja disposicién manifiesta a cella durante todo el tiempo en que no hay seguridad de fo contrario, Todo el tiempo restante es de paz. WwW 102 En umefone ire PARTE 1 DEL HOMARE cap. 13 ppero existen varios lugares donde viven ahora de ese modo. Los pueblos salvajes en varias comareas de América, si se exceptia el régimen de pequefias familias cuya concordia depende de la concupiscencia natural, carecen de gobierno en absoluto, y viven remte en ese estado bestial a que me he refetido, De +r modo que sea, puede percibirse cual sera el género cuando no exista un poder comin que temer, pues el régimen de vida de los hombres que antes vivian bajo un go- bierno pacifico, suele degenerar en una guerra civil, Ahora bien, aunque nunca existiS un tiempo en que los hombres particulares se hallaran en una situacién de guerra de uno contra otro, en todas las épocas, los reyes y personas re- vestidas con autoridad soberana, celosos de sa independencis, se hallan en estado de continua enemistad, en la situacién y postura de los gladiadores, con las armas asestadas y los ojos fijos uno en otto. Es decir, con sus fuertes guarniciones y ca. jones en guardia en las fronteras de sus reinos, con espfas entre sus vecinos, todo lo cual implica una actitud de guerra, Pero como a la vez deficnden también la industria de sus silbditos, no resulta de esto aquella miseria que acompatia a la libertad de los hombres particulares. En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuen- cia: que nada pucde ser injusto. Las nociones de derecho e ile. galidad, justicia ¢ injusticia estan fuera de lugar. Donde no hay poder comin, Ia ley no existe: donde no hay ley, no hay Justicia, En la guerra, Ja fuerza y el fraude son las dos virtu des cardinales. Jus i . Si lo fucran, podrfan darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan sus sen saciones y pasiones. Son, aquéllas, cvalidades que se refieren tl hombre en sociedad, no en estado solitario, Fs natural también que en dicha condicién no existan propiedad i distincién entre to y mio; sélo pertenece a cada uno lo que puede tomar, y s6lo en tanto que puede conservarlo, Todo ello Puede afirmarse de est miserable condiciéa en que el hombre ror obra de Ja simple naturaleza, si bien tiene una ta posibilidad de superar ese estado, en parte por sus mes, en parte por su razés 104 parte I DEL HOMBRE cap. 13 Las pasiones que inclinan a los hombres ala paz son el temor a Ja muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y Ja esperanza de obtenerles por medio del trabajo, La razén sugiere adecuadas normas de paz, a las cuales, pueden Llegar los hombres por mutuo consenso. Estas normas son las que, por otra parte, se Haman leyes de naturaleza: a ellas voy a referirme, mas particularmente, en los dos capitulos siguientes. [64] 105 vine CAPITULO XIV De la Primera y de la Segunda vEvES NATURALES, y de los cowrratos El perecuo nx waruratsza, lo que los escritores, cominmente jur naturale, es la libertad que cada hombre de usar su propio poder como quicra, para la conservacién de sit propia naturaleza, es decir, de su propia vida; y por consi- guiente, para hacer todo aquello que su propio juicio y razén considere como los medios mas aptos para lograr ese P weRTAD se entiende, de acuerdo con el si propio de ausencia de i externos, impedimentos que con frecuencia reducen parte del poder due tun hombre tiene de hacer Jo que quieres pero no pueden impe- dirle que use el poder que le resta, de acuerdo con lo que su y razén le dicten, Ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto o norma establecida por Ia raz6n, en virtud de la cual se pro- hacer lo que puede destruir su jos medios de conservarla; o bi mediante Io cual piensa que pueda quedar su preservada, Aunque quienes se ocupan de estas cus fundir jus y lex, derecho y ley, precise distinguir esos términos, enzcwo consiste en a I bertad de hacer 0 de 0 y obliga @ una de esas La condicién del hombre (tal como se ha manifestado en el capitulo precedente) es una condicidn de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno esti. gobernado por su propia no existiendo nada, de lo que pueda hacer uso, qve jrva de instrumento para proteger su vida contra 98 106 ARTEL DEL HOMBRE enemigos, De aqui se sigue que, en semejante con hombre tiene derecho a hacer cualquiera cosa, cuerpo de los demas. Y, por consiguiente, tse derecho natural de cada uno con respecto zo puede haber seguridad para nadie (por fuerte 0 sabio que sea) de existir durante todo el tiempo que_ordi hh Naturaleza permite vivir 2 los hombres. De aqui res un precepto o regla general de la razén, en virtud de Jac tala hombre debe esforzarse por le paz, mientras tiene la Tograrle; y cuando no puede obtenerla, debe huscar y utilizar todas tas ayudes y ventajas de la guerra. La primera fase de esta regla contiene la ley primera y funda- de naturaleza, a saber: buscar Ja pax y seguirla. La segunda, 12 suma del derecho de naturaleza, es deci se ordena a los hombres que segunda ley: gue tino accede y mientras se considere necesario para la pax y [65] dafensa ‘mismo, @ renunciar este derecho a todes lat cosas y a ‘on La misma libertad, frente a los demds hombres, (que les 00 concedida a los demds con respecto a él mismo. En efecto, mientras uno mantenga su derecho de hacer cuanto Jeagrace, los hombres se encuentran en situacién de guerra. Y si los dems no quieren renunciar a ese derecho como fe razn para que nadie se despoje de dicha atribuci lo mas bien que disponerse a la paz, ‘mismo como prese (a lo que no esté obligado ning tombre), Tal es la ley del Evangelio: Zo que pretendais que lor demis 01 hagan a vosotros, hacedlo vosotrot a ellos. Y esta ofra ley de In humanidad entera: Quod sibi fieri non vis, a clerta cosa es despojarse a Tibersad de impedir a otro el beneficio del pro derecho a Ia cosa en cuestién. En efecto, quien renunca o su derecho, no da a otro hombre un derecho que imo hombre no tuviera antes, No hay rada a que us hombre no tenga derecho por naturaleza: solamente se aparta del amino de otro para que éste pueda gozar de su propio 107 * cuando el cedente no se preocupa de Ja persona bent vawre 1 DEL HOMBRE derecho original sin obstéculo suyo, y sin impedimento aje As{ que el efecto causado a otro hombre por derecho de. alguien, es, en cierto modo, disminud impedimentos para’el uso de su propio derecho ori Se abandona un derecho bien sea por simple renunciacién o por transferencia a otra persona. Por simple renund por su renuncia, Por TRANSFERENCIA cuando desea que el be- nelicio recaiga en una o varias personas determinadas. Cuando tuna persona ha abandonade o transferido su derecho por cual- ‘quiera de estos dos modos, dicese que esti oPLicavo 0 Li0ADO pedir el beneficio resultante 2 aguel a quien se con- cede o abandona el derecho. Dede aquél, y es su deber, no hacer nulo por st voluntad este acto. Si el impedimento so- breviene, prodticese injUSTICIA 0 INJURIA, puesto que es sine jure, ya que el derecho se renunci6 o transfirié antetiormente, ‘Asi que Ia injuria o injusticia, en las controversias terrenales, es algo semejante a Jo que en las disputas de los escoldsticos se lamaba ebsurdo, Considérase, en efecto, absurdo al hecho de contradecir Jo que uno mante el mundo se denomina inj. iia in voluntariamente aquello que en un pi se hubiera hecho. EI procedimiento mediante el cual al ipio voluntariame renuncia o transfiere simplemente su derecho es una ded cién © expresién, mediante signo voluntario y suficiente, de ‘que hace est rents insferencia, 0 de que ha reauncado 1 transferido Ia cosa a quien Ia acepta. Estos signos son o bien meras palabras o simples acciones; 0 (como a menudo ocurre) Tas dos cosas, acciones y palabras, Unas y otras cosas son los 1azos por medio de los cuales los hombres se sujetan y obli- gan: lazos cuya fuerza no estrita en su propia naturaleza (porque nada se rompe tan facilmente como la palabra de un ser humano), sino en el temor de alguna mala consecuencis resultante de Ja ruptura, jen transfiere su derecho, 0 renuncia a él, sto derecho que reciprocamente Ie ha sido transferido, [66] 0 por algin otro bien que de ello espera. Tratase, en efecto, de un acto voluntario, y el tohjeto de los actos Yoluntarios de cualquier hombre ea alin 108 | parte DEL woMner cap. 14 ion para si mismo. Existen, asf, dertos derechos, que a nadie puede atribuirse haberlos abandonado o transferido por medi de palabras u otros signos. En primer término, por un hombre no puede renunciar al derecho de fe asalta por la fuerza para arrancarle la vida, ya que es in- comprensible que de ello pueda derivarse bien alguno pore ¢l intererado, Lo mismo puede decirse de Jas I dlavitud y el encarcelamiento, pues no hay benefi ite a esa tolerancia, ya que nadie sufriré con pacien- ‘set herido © aprisiondo por otro, aun sin contar con suando ve que otros proceden contra si se proponen 0 no dark ‘una persona humana, en su vida, y en conservar ésta en forma que no sea gravoss. Por consiguiente, hombre, mediante palabras u otros signos, parece rerse al fin que dichos signos manifiestan, no de tgue ast se lo proponia o que tal era su’ voluntad, sino que ignoraba cémo debian interpretarse tales palabras y acciones. ‘La mutua transferencia de derechos es lo que los hombres, Iman cowrRato. Existe una diferencia entre transferencia del derecho a Ja cosa, y transferencia 0 tradici6n, es decir, entrega de Iz cosa misma. En efecto, la cosa puede ser entregada 2 la vez que se transfiere el derecho, como cuando se compra y vende con di- zero contante y sonante, o se cambian bienes 0 tierras. Tam- bign puede ser entregada Ia cosa algtin tiempo después, Por otro lado, uno de los contratantes, a su vez, puede centregar la cosa convenida y dejar que el otro realice su prestarion después de transcurrido un tiempo determinado, durante el cual confia en él. Entonces, respecto del primero, cenrto we llama racro o conven, O bien ants parte ‘en tales casos, j6n en tiempo venidero se Hama ebservancia laciin de fe. Cuando Ia transferencia de derecho no es mutua, sino que 109 PARTE 1 DEL HOMBRE car. 1g uuna de las partes transfiere, con Ja esperanza de ganar con tila favamtad el servicio de ora, o de sus amigosy 0 con Ik esperanza ‘de ganar reputacidn de persona caritativa o mi nénima; o para liberar su Snimo de la pena de la compasién, ‘0 con [a esperanza ce una recompensa en el cielo, entonces ug, 0 se trata de un contfato, sino de poNAciéy, LIBERALIDAD © cxacta: todas estas palabras significan una y la misma cosa Los signos del contrato son o bien expresos 0 por inferen- cia. Son signos expresos las palabras enuinciadas con Ia inte- ligencia de lo que significan. Tales palabras son o bien de tiempo presente 0 pasado, como yo doy, yo otorgo, yo he da- do, yo he o1orgado, yo quiero gue esto sea tuyo; 0 de caricter futuro, como yo dard, yo oforgaré: estas palabras de carae- ter futuro entrafian una PROMESA, Los signos por inferencia son, 2 veces, [67] a veces conseeuencia del silencio, a veces con- de acciones, a veces consecuencia de abstenerse. de vuna accién, En términos generales, en cualquier contratotun signo por inferencia es todo aquello que de modo suficiente arguye Ja voluntad del contratante. Las ro y contienen tna mera promesa, son un signo insu .. de liberalidad y, por tanto, no son obligatorias. En efecto, se reficren al tiempo venidero, como: Mafana daré, son un signo de que no he dado ain, y, por consiguiente, de que mi derecho no ha sido transferido, sino que se mantiene hasta que lo transfiera por algtin otro acto. Pero si las palabras hacen ‘én al tiempo presente o pasado, como: Yo he dado o doy ‘para entregar mafiana, entonces mi derecho de maiiana se cede hoy, y esto ocurre por virtud de las palabras, aunque no existe otro argumento de mi voluntad. Y existe una gran diferencia entre Ia signifieacién de estas frases: Volo hoc susim esse crs y Cras dabos es decir, entre Yo guiero que esto sea tuyo m fans y Yo te lo daré mafana, Porque la frase Yo guiero, en Ja primera expresin, significa un acto de voluntad presente mientras que en la Gitima significa la promesa de un acto de voluntad, venidero, En consecuencia, las primeras palabras son de presente, pero transfieren un derecho futuro; las dimas son de fucuro, pero nada transtieren. Ahora bien, si, ademis cansecuencia de las 110 paRre 1 DEL HOMBRE cap 14 de has palabras, existen otros signos de la voluntad de trans- ferir un derecho, entonces, aungue Ix donacién sea libre, puede considerarse otorgada por palabras de futuro. Si una persona ofrece un premio para el primero que Hegue a una determi- nada meta, la donacién es libre, y aunque Jas palabras se re~ fieran al futuro, el derecho se transficre, porque si el inte~ resido no quisiera que sus palabras se entendiesen de ese ‘modo, no Iss hubiera entinciado asf, los contratos transfiérese el derecho no sélo cuando las palabras son de tiempo presente 0 pasado, sino cuando per tenecen al futuro, porque todo contrato es mutua traslacion o cambio de derecho. Por consiguiente, quien se Jimi meter, porqute ha recibido ya el beneficio de aquel a quien promete, debe considerarse que accede a transferir el derecho Sisu propésito hubiera sido que sus palabras se comprendiesen de modo diverso, el otro no hubiera efectuado previamente ‘90 prestacidn, Por esta causa en la compra y en la venta, y en otros actos contractuales, una promesa es equivalente a un pacto, y tal razén es obligatoria Decimos que quien cumple primero un contrato MERECE fo que ha de recibir en virtud del cumplimiento del contrato por st partenario, recibiendo ese cumplimiento como algo de- bido. Cuando se ‘ofrece a varios un premio, para entregarlo solamente al ganador, o se arrojan monedas en un grupo, pars aque de ellas sc aproveche quien las coja, entonces se trate de una liberalidad, y el hecho de ganar o de tomar tas re- las cosas, es merecerlas y tenerlas como COSA DEBIDA, POr- aque el derecho se transfiere al proponer el premio o al arrojar las monedas, aunque so quede determinado el beneficiario, sino cuando el certamen se realiza. Pero entre estas dos clases de mérito existe Ia diferencia de que en el contrato yo merezco fen Virtud de mi propia aptitud, y de la necesidad de los con- tratantes, mientras que en el caso de la liberalidad, mi mérito solamente deriva de la generosidad del donante. En el con- trato yo merezco de los contratantes que se despojen de su derecho [68] mientras que en el caso de 1a donacién yo rmerexco que el donante renuncie a su derecho, sino que, una vex desposeido de él, ese derecho sea mio, mis bien que de otros, Tal me parece ser el significado de la distincién esco- mm PARTE 1 DEL HOMBRS car, ‘este mundo de acuerdo con Jos preceptos y Ii por El, dicese que quienes asi proceden merecen nadie puede demandar un en si mismo posea, sino, solamente, por la libre gracia de Dios, seafirma que madi puede merecer el Paraiso cx condi. I creo que es pero como los que sobre ello di de Ia significa fanto les son 6 arlo, y merece el prem do se hace un pacto en que las partes no su cumplimiento en el momento presente, sino que confian 2 en otra, en Ia condicién de mera naturaleza (que es una cuacién de guerra de todos contra todos) cualquicrs sospecha razonable es motive de nulidad. Pero cuando existe un poder comin sobre ambos contratantes, con derecho y fuerza sufi- ciente para obligar al cumy el pacto no es nulo. En efecto, quien cumple primero no tiene seguridad de que el otro camplira después, ya que los Inzos de las palabras son de- masiado débiles para refrenar Ja ambicién humana, fa avari lh célera y otras pasiones de los hombres mor de un poder caerc tente en Ja condicién de mera naturaleza, en que todos hombres son iguales y jueces de la rectitud de sus propios temoves. Por ello quien cumple primero se confia a su amigo, contrariamente al derecho, que nunca debié abandonar, de de- sus medios Pero en un Estado civil donde existe un poder apto para constrefir a quienes, de otro modo, violarian su palabra, dicho temor ya no es razonable, y por tal razén quien en virtud to viene obligado a'cumplir primero, tiene el deber de gan a 112 PARTE I DEL HOMBRE car. 34 La causa del temor que invalida semejante pacto, debe ser, siempre, algo que emana del pacto establecido, como algiin hecho nuevo w otro signo de la voluntad de no cumplir: en ningiin otro caso puede considerarse nulo el pacto, En efecto, Jo que no puede impedie 2 un hombre prometer, no puede ad- rmitirse que sea un obsticulo para cum Quien transfiere un derecho transfiere los medios de dis- frutar de él, mientras est& bajo su dominio, Quien vende tierra, se comprende que cede 12 hierba y cuanto crece sobre aquélla, Quien vende un molino no puede desviar la corriente que Jo mueve. Quienes dan 2 un hombre el derecho de go- bernar, en plena soberania, se comprende que Je transfieren el derecho de recaudar impuestos para mantener un y de pagar magistrados para In administracion de just Es imposible hacer pactos con las bestias, porque como no comprenden nuestro lenguaje, no entienden ni aceptan ninguna [69] traslacién de derecho, ni pueden transferie un por quienes en su nombre gobiernan: de otro modo no sabriamos si nuestros pactos han sido o no aceptados. jenes hacen voto de alguna cosa contraria Tey de naturaleza, lo hacen en ¥ starse con Yotos semejantes, Y si alguna cosa es orde- nada por la ley de naturaleza, lo que obliga no es el voto, sino Ia ley. a materia v objeto de un pacto es, siempre, algo sometido el pacto es un acto de la voluntad, s decir, un acto —el siltimo acto— de deliberacién); asf se comprende que sea siempre algo venidero que se juzga posible de realizar por En consecuencia, prometer lo que se sabe que es imposible, no es pacto. Pero si se prueba ulteriormente como imposi ble algo que se considers como posible en un principio, el pacto €3 valido y obliga (si no a 1a cosa misma, por fo menos a'su valor); 0, si esto es imposible, a la obligacién manifi de cump! a mis, PARTE DRL HOMBRE cap. ry De dos mancras quedan los hombres liberados de sus pac- tos: por cumplimiento 0 por remisiéa de los mismos. El cumplimiento es el fin natural de la obligacién; la remisiin cs la restitucién de Ia libertad, puesto que consiste en una re- transferencia del derecho en que la obligacién consiste, Los pactos estipulados por temor, en la condicin de mera naturaleza, son obligatorios. Por ejemplo, si yo pacto el pago de un rescate por ver conservada mi vida por un enemigo, quedo obligado por ello. En efecto, se trata de un pacto en que uno recibe el beneficio de la vida; el otro contratante secibe dinero o prestaciones, a cambio de ello; por consiguiente, donde (como ocurre en Ta condicién de naturaleza pura y simple) no existe otra ley que probiba el cumplimiento, el pacto ¢s valido. Por esta causa los prisioneros de guerra que se comprometen al pago de su restate, estin obligados a aoo- narlo. ¥ si un principe débil hace una paz desventajosa con otro mis fuerte, por temor a él, se obliga a respetarla, a mengs (como antes ya hemos dicho) que surja algin nuevo motivo de temor para renovar la guerra. Incluso en los Estados, si yo me viese forzado 2 librarme de un ladrén prometiéndole dinero, estarfa obligado a pagarle, 2 menos que la Ley civil me exonerara de ello, Porque todo wuanto yo puedo hacer Jegalmente sin obligacién, puedo estipularlo también legal- mente por miedo; y lo que yo legalmente estipule, legalmente puedo quebrantarlo, Un pacto anterior anula otro ulterior. En efecto, cuando ‘uno ha transferido su derecho a una persona en el dia de hoy, no puede transferielo a otra, mafiana; por consiguiente, la tima promesa no se efectia conforme a derecho; es decir, es nula. Un pacto de no defenderme a mi mismo con fa fuerza contra Ia fuerza, es siempre nulo, pues, tal como he mani- festado anteriormente, aingtin hombre pilede transferir o des- pojarse de su derecho de protegerse a si mismo de la mucrte, Is Iesiones o el encarcelamiento, El anhelo de evitar esos males es la dinica finalidad de despojarse [70] de un derecho, y, por consiguiente, Ia promesa de no resistir 2 la fuerza no trans- fiere derecho alguno, ni es obligatoriz en ningiin pacto. En 4 4 masts t DEL HOMBRE ca. 4 efecto, aunque un hombre pueda pactar lo siguiente: S¥ no hago esto 0 aguello, matadme; no puede pactar esto otro: $i no hago esto 0 aguello, no resistiré cuando venguis a ma- terme. El hombre escoge por naturaleza el mal menor, que sel peligro de muerte que hay en la resistencia, con prefe- a otro peligro més grande, el de una mucrte presente y cicrta, si no resiste. Y la certidumbre de ello esti reconocida por todos, del mismo moda que se conduce a los es a ha prisién y a Ia ejecucién, entre hombres armados, a pesar de que tales criminales han’reconocido la ley que Jes condena. Por Ja misma raz6n es invilido un pacto para acusarse @ sf mismo, sin garantfa de perdi efecto, es condicién de naturaleza que cuando un hombre es juez no existe lugar para Ia acusadén, En el Estado civil, Ia acusacién va seguida del castigo, y, siendo fuerza, nadie esté obligado a tolerarlo sin resistencia, Otro tanto puede asegurarse respecto de la acusaciSn de aquellos por cuya condena queda un hombre en ‘como, por ejemplo, por Ja acusacién de un padre, esposa 0 bienhechor. Fan efecto, el test de semejante acusador, cuando no ha sido dado voluntariamente, se pre- fe que esti corrompido por naturaleza, y, como tal, no es cuando no se ha de prestar crédito de un hombre, éste no esti obligado a darlo. ‘Asi, las acustciones arrancadas por medio de tortura no se reputan como testimonios. La tortura slo puede usarse como medio de conjetura y esclarecimiento en un ulterior examen y busca de Ia verdad. Lo que en tal caso se confiesa tiende, 2 aliviar al torturado, no a informar a los torturadores: por consiguiente, no puede tener el crédito de un testimonio suficiente, En efecto, quien se entrega a si mismo como resul- lado de una acusacidn, verdadera o falsa, Jo hace para tener el derecho de conservar su propia vida Como la fuerza de las palabras, débiles como antes ad- verti— para mantener a los hombres en el cumplimiento de sus pactos, es muy pequefia, existen en ta naturaleza humana dos elementos auxiliares que cabe imaginar para robustece Unos temen las consecuencias de quebrantar su palabra, 0 ten [a gloria u orgullo de serles innecesario faltar a clla, Este 0 caso implica uns generosidad que raramente se encuen- rg Finlides PARTE I DEL HOMBRE car. 14 tra, en particular en quienes codician riquezas, mando o pla- llos son la te del género humano. otro, el poder de los hombres 2 quienes con ello se perjudica, De estos dos poderes, aunque el mis grade, el temor que inspira el ailtimo es, cominmente, temor del primero es, en cada ser humano, su pro“ implantada en la naturaleza del hombre antes que » por lo menos, sufre por causa de paz; est de la ambicién, ros poderosos deseos, sino el temor de que todos veneran como a un dios, que todos temen como vengador de su pert siguiente, todo cuanto puede hacerse [ que no estin sujetos al poder civil, es inducirse uno a otro a Jurar por el Dios que Este JURAMENTO es une forma ide expresiin, agregada a sina promesa por medio de la cusl Esta: Si hago esto 7 aquello, vilgame Dios. ¥ asi, por | ritos y ceremonias que cada uno usa en su propia religién, el temor de quebrantar Ja fe puede hacerse mas grande, se deduce que un juramento efectuado segiin otra » €s vano para quien jura, y no es juramento, Y no puede jurarse por cosa alguna si el que jura no piensa en Dios. Porque aunque, a veces, los hombres suelen jurar por suis reyes, movidos por temor 0 adulacién, con ello no dan a entender sino que les atribuyen honor divino, Por otro lado, jurar por Dios, innecesariamente, no es sino profanar su nom~ bores y jurar por otras cosas, como los hombres hacen habi- 16 panes DEL womoRe cae. 14 Imente en sus coloquios, no es jurar, sino practicar una costumbre, fomentada por el exceso de vehemencia en la conversacién. De aqui se infiere que el juramento nada afiade a la obli- Wade 0 En efecto, cuando un pacto es legal, obliga ante los # frenew de Dios, lo mismo sin juramento que con él: cuando es * ia legal, no obliga en abscluto, aunque esté confirmado por un juramento. 7 CAPITULO XV De Ouras Leyes de Noturaleza De esta ley de Naturaleza, seprin la cual estamos obligados a tranferit otros aquellos derechos que retenis, pertur ts maar n la paz de la humanidad, se deduce una tercera ley, a saber: arnounaa ue Tor hombres cumplan los pactos que han Greene ia ello, los pactos son varios, y no contienen sino palabras vacias, 9 sibsadende A derech Ue todos los hombres a todas la ‘cosas, seguimos hallndonos en situacién de guerra. En esta ley de naturaleza consiste Ja fuente y origen de la jyusticta. En efecto, donde no ha existido un pacto, no se hx iransferido ningin derecho, y todos los hombres tienen dere o a todas las cosas: por tanto, ninguna accién puede ser in~ ‘cuando se ha hecho un pacto, romperlo es injusto. La definicién de myusricta no es otra sino ésta: ef incumpli- mniento de un pacto. En consecuencia, lo que no es injusto es justo. ‘Ahora bien, como Jos pactos de mutua confianza, cuando existe el temor de un incumplimiento por una cualquiera de las partes (como hemos dicho en el capitulo anterior), son rnolos, aungue el origen de Ja justicia sea la estipulacién Ge pactos, no puede haber actualmente injusticia hasta que se elimine Ia causa de tal temor, cosa que no puede hacerse mientras Jos hombres se encuentran en la condicién natural de guerra. Por tanto, antes de que puedan tener tun adecuado Jugar las denominaciones de justo e injusto, debe existir un po- der coereitve que compela 2 los hombres igualmente, al cm jento de sus pactos, por el temor de algin castigo mis a es cet bendlcio ave esperan [72] Gel quebrantamiento de compromise, y de ora parte pars robuecer ee pro Pet Coes dal dereso universal que absndonsns tal poder no existe antes de erigirse el Estado. Eso mismo puede dedu- 18. ato jai, “4 PARTE 1 DEL HOMBRE cap. 15 deducirse, también, de la defi que de la justicia hacen los’ escolésticos cuando dicen que la justicia es Ie volun- tad constante de dar o cada uno lo suyo. Por tanto, donde hay suyo, es decir, donde no hay propiedad, no hay injusti- da; y donde no se ha erigido un poder cocrcitive, es decir, donde no existe un Estado, no hay propiedad. Todos los hom” tres tienen derecho a todas las cosas, y por tanto donde no hay Estado, nada es injusto. Asi, que la naturaleza de la justicia consiste en la observancia de pactos vilidos: ahora bien, la validez de tos pactos no comienza sino con a constitucién de un poder civil suficiente para compeler a los hombres a obser- varlos. Es entonces, también, cuando comienza la propiedad. Los necios tienen 1 fntima de que no existe csa cosa que se llama justicia, y, 2 veces, lo expresan también paladinamente, alegando con toda seriedad que estando enco- mendada la conservaciSn y el bienestar de todos los hombres, 2 su propio cuidado, no puede existir razén alguna en virtud de J cual un hombre cualquiera deje de hacer aquello que él imagina conducente a tal fin. En consecuencia, hacer 0 no hacer, observar 0 no observar los pactos, no implica proceder contra Ia razén, cuando conduce al beneficio propio. No se niga con ello que existan pactos, que a veces se quebranten ya veces se observen; y que tal quebranto de los mismos se denomine injusticia, y justicia a la observancia de ellos. Sola mente se discute si Ja injusticia, dejando aparte el temor de Dios (ya que los necios fntimamente creen que Dios no existe) no puede cohonestarse, a veces, con Ja razén que dicta a cada Juno su propio bien, y particularmente cuando conduce a un beneficio tal, que sitée al hombre en condicion de despreciar no solamente cl ultraje y los reproches, sino también el poder de otros hombres. El reino de Dios puede ganarse por la violencia: pero Zqué ocurrirfa si se pudiera lograr por Ia vio- Jencia injusta? jIria contra la razén obtenerlo ‘asi, cuando 5 imposible que de ello resulte algiin dao para sf propio? Y si no va contra Ia razén, no va contra la justicia: de otro modo Ia justicia no puede ‘ser aprobada como cost buena, A base de razonamientos como éstos, a perversidad triunfante hha logrado el nombre de virtud, y algunos que en todas les demas cosas desaprobaron Ia violacién de Ja fe, la han consi. 119 parte 1 DEL HOMBRS cae, derado tolerable cuando se trata de ganar tn reino. Los pac sido depuesto por st hijo Ji- fan, también, que el mismo Jépiter era el ven- usticia, Algo anilogo se encuentra en tn escrito ‘comentatios de Coke, sobre Litleson, cuando : Aunque el legitimo heredero de fa corona icién, Jn corona debe corresponderle, sin embargo; pero 1¢ que ser form Jada, De estos ejemplos, cualquiera podria inferir con razér fe si el heredero aparente de un reino da muerte al rey tual, aunque sea su padre, podré denominarse a este acto usticia, o darsele cualquier otro nombre, pero nunca podré decirse que va contra Ja razén, si se advierte que todas I acciones voluntarias del hombre tienden al beneficio del mi mo, ¥ que se consideran como més razonables aquellas acciones (que mas facilmente conducen a sus [73] fines, No obstante, bien clara es la falsedad de este especioso razonamiento. ‘No podrian existir, pues, promesas mutuas, cuando no existe seguridad de cumplimiento por ninguna de las dos partes, como ocurre en el caso de que no exista ua poder civil erigido sobre quienes prometen; semejantes promesas no pueden con- siderarse como pactos. Ahora bien, ciando una de las partes ha cumplido ya su promesa, 0 cuando existe un poder que Je i ‘cucstién se reduce, entonces, 2 contra el bene- jar de cumpl yo digo que no es contra razén, Para probar este aserto, tenemos que considerar: Primero, que si un hombre hace una cosa que, en cuanto puede preverse 0 calcul: esté convicto de acto. En segundo lugar, que en situaciin de guerra, cada hombre es un enemigo para los demis, por Ja falta de tun poder comin que los mantenga a todos 2 raya, nadie puede contar con que su propia fuerza o destreza le proteja suficien- temente contra la destruccién, sin recurrir a alianzas, de cuales cada uno espera Ja misma defensa que los demas. Por consiguiente, quien considere razonable engafiar a los que le 120 12 paRre ? DEL HOMBRE car. 15 ayudan, no puede razonablemente esperar otros medios de salvacign que los que pueda lograr con su propia fuerza. En fonsecuiencia, quien quebranta su pacto y declara, a la vez, que puede hacer tal cosa con razén, no puede ser tolerado fn ninguna sociedad que una a los hombres para la paz y Ii defensa, a no ser por el error de quienes lo adm y ha biendo si fo, puede continuarse ad se advierte el peligro del error. Estos errores no pueden ser computados razonablemente entre los medios de seguridad: el ‘es qu, si se deja fuera 0 es expulsado de Ia sociedad, jombre perece, y si vive en sociedad es por el error de error que él no puede prever, ni hacer leulos a base del mismo. Van, en consecuencia, c#0s errores la razén de su conservacién; y asi, todas aquellas per- sonas que no contribuyen 2 su destruccién, sélo perdonan por jgnorancia de lo que 2 ellos mismos les conviene. Por lo que cual gura y perpetua felicidad del ciel no hay sino ua camino imaginable para cn quebranter, sino en cumplir lo pactado. Es contrario a la razén aleanzar la soberanfa por la re~ belién: porque a pesar de que se alcanzara, es m conforme a la razén, no puede esperarse que sea porque al ganarla en esa forms lo propio. Por consiguiente, la ju la cbse-vancia del pacto, es una regla de razén en cual ee nos prohibe hacer cualquiera cosa susceptible de des- truir nuestra vida: es, por lo tanto, una ley de naturaleza. ‘Algunos van mis lejos todavia, y no quieren que Ja ley ique aquellas reglas que conducen & Ja con én de la vida humana sabre la tierra, sino para alcanzar idad eterna después de la muerte. Piensan que el que~ brantamiento del pacto puede conducir a ello, y en consecuen- cia son justos y razonables (son asi quienes piensan que es tun acto [74] meritorio matar o deponer, o rebelarse contra al poder soberano constituide sobre ellos, por su propio con- to). Ahora imiento natu- ral del estado del hombre después de la muerte, y mucho me- nos de la recompensa que entonces se daré a quienes quebran- mt pare 1 DEL HOMBRE car. 25 . mere T DEL HOMBRE cap. 15 ten Ia fe, sino solamente una creenc de las mismas (lo que se Hama injuria) hace que les sex otros hombres que estn en posesin de conocimientos sobre fsgnada [a calificacién de culpadles, naturales por medio directo 0 indirecto, quebrantar la fe no ‘A su vez, la injusticia de Ja conducta es la disposicién 0 fi puede denominarse un precepto de Ia razén o de In Naturaleza, aptitud para hacer injuriass es injusticia antes de ave se pro 7 sii” Otros, estando de acuerdo en que es una ley de naturaleza cada a Ie accibn, y sin esperar a que un individuo cualquiera 4 In observancia de Ja fe, hacen, sin embargo, excepcién de — Ahora bien, la ei ia ied on 2 (es decir, ciertas personas, por ejemplo, de los herejes y otros que no Ja injuria) supone una persona individual injuciadas en con raz6n, porque si cualquiers falta de un hombre fuera suficien mnuehos ¢asos, la injuria es recibida por un hombre y el datio te para liberarle del pacto que con él hemos hecho, la misma dade rechazo sobre otro, Tal es el cate que ocurre cuando el causa deberia, razonablemente, haberle impedido hacerlo, dueiio ordena a su criado que entregue dinero a un Gtraio. Siesta orden no se realiza, Ja injuria se hace al dueio a Los nombres de justo e injusto, cuando se atribayen a los ‘se habia obligado a obedecer, pero el daiio redunda hombres, significan una cosa, y otra distinta cuando se atribu- Gn perjuicio del extrafio, respecto al cual el criado no tenia yen a las acciones, Cuando se atribuyen a los hombres implican ny 4 quien, por consiguiente, no podia injuriar. Asi conformidad 0 disconformidad de conducta, con respecto a le ‘ ‘adios [7] los particulares pueden perdonarse unos razén. En cambio, cuando se atribuyen a las acciones, sig See ae Jeudas, pero ‘no los robos a otras violencias que can l1 conformidad o disconformidad con respecto a 1a razing pperjudiquen: en, efecto, Ia falta de pago de una deuda no ya de la conducta o género de vida, sino de los actos par- we una injuria para los jnteresados, pero el robo y Ia ticulares, En consecuencia, un hombre justo es aguel que se ison injurias hechas a la personalidad de un Estado, preocupa cuanto puede de que todas sus acciones sean justas; ‘Cualquiera cosa que se haga a un hombre, de acuerdo con ingens cou justo es el que no pone ese cuidado. Semejantes su propia voluntad, significada a quien realiza el acto, no es gm a designarse en nuestro Jenguaje como hombres wiajuria para aquél, En efecto, si quien ta hace no ha re~ rectos y hombres que no lo son, si bien ello significa 1a misma hnundado, por medio de un pacto anterior, su derecho origi cost que justo ¢ injusto. Un hombre justo no perderé este ‘a hacer Jo que le agrade, no hay quebrantamiento del titulo porque realice una o unas pocas acciones injustas que to yy en consecuencia, no se Je hace injuria. Y si, por lo procedan de pasiones repentinas, 0 de errores respecto a lat Contratio, ese pacto anterior existe, el hecho de que el ofendido tosas y las personas; tampoco un hombre injusto perder su haya expresado su voluntad respecto de Ja accién, libera de condicién de tal por las acciones que haga w omita por temor, cece pacto, y, por consiguiente, no constituye injuria ya que su voluntad no se sustenta en Ia justica, sino en Los escritores dividen Ja justicia de las acciones en con- el beneficio aparente de lo que hace. Lo que presta 2 las wtative y distributiva: la primera, 1, consiste en una acciones humanas el sabor de la justicia es una cierta nobleza porcién aritmética, la ultima en una proporcién geométri- o galanura (raras veces hallada) en virtud de la cual resulta eee tal caves sidan ia justia conmutativa en Ja igualdad despreciable atribuir el bienestar de la vida al fraude o al tke valor de las cosas contiatadas, y a di a en Ia dis- quebrantamiento de una promesa. Esta justicia de la conducta tribucién de iguales beneficios a hombres de igual mérito. Se- es lo que se significa cuando Ja justicia se Hama virtud, y lt frin cso seria injustica vender mas caro injusticia vicio. dir a un hombre més de lo que merece, El v ‘Ahora bien, la justicia de tas acciones hace que a los hom- cosas conteatadas se mide por la apetencia de los contratantes, ‘bres no se les denomine justos, sino snocentes; y la injusticia ¥s Por consiguiente, el justo valor ¢s ¢l que convienen en dar. 7 {3 v3 PARTE I DEL woMARE (aparte de Jo que es segiin el pact to-de una parte hace acreedor af xm Ia otra, y cae bajo Ja justicia conmutat no es debido por jus no ¢s exacta esta dis ele ser expuesta, Hablando con iva cs la justica de un contra- jento de un’pacto en materia de iento y Ia aceptacién de él; el prestar y el pedir prestado; el cambio y el trueque, y otros actos contractuales. Justicia distributiva es Ja just cl acto de definir lo q) de quienes | tincidn en el sentido en que propiedad, la justicia co tante, es decir, el cury ia de un arbitro, esto es, Mereciendo Ia confianza ue le es propi s uede denominarse. (aunque iva, y, con propiedad mayor, dad, In cual es una Jey de naturaleza, como mostraremees lugar adecuaclo. icia depende de un pacto depende la onatirup de una gracin antecedene es decir, de una liberalidad anterior. Esta es la cuarta de naturaleza, que puede expresarse en esta forma: Que quien reciba un beneficio de otro por mera gracia, so esfuerce en Tograr que quien lo hizo no tenga motivo razonable pars arrepentirse voluntariamente de ello, En efecto, nadie da sino de hacerse bien a 19, porque Ia donacién actos voluntarios es, para cualquier hombre, su propio bien. Si los hombres ad. que su propésite ha de quedar frustrado, no habré mnfianza ni, por consigui tinuara permaneciendo todavia en situaciin de guerra, Jo cual es contrario a la ley primera y fundamental de natu- raleza que ordena a los hombres buscar Is paz, El quebranta- miento de esta ley [76] se lama ingratitud, y tieme Ia misma relacién con la gracia que I se derivada del pacto. 124. 14 paRTe 1 DEL HOMBRE cap. 15 Una quinta ley de naturalera es la COMPLACENCIA, es decir, Le, rt que cada uno se esfuerce por acomodarse a los demés. Para Tre fomprender esta ley podemos considerar que existe en los hom= bres aptitud para Ja sociedad, una diversidad de Ja naturaleza que surge de su diversidad de afectos; algo similar a lo que advertimos en las piedras que se juntan para construir tin edi- fico. En efecto, del mismo modo que cvando wna piedra con sc aspereza e irregularidad de forma, quita a las otras m: espacio del que ella misma ocupa, y'por su dureza resul hacerla plana, la en ta construc- ada por los constructores como inaprovechable y perturbadora in-un hombre que, por su aspercza Iafural, pretendiera retener aquellas cosas que para sf mismo son superfluas y para otros necesarias, y que en la ceguera de sus pasiones no pudiera ser corregido, debe ser abandonado o expulsado de Ia sociedad como hostil a ella. Si advertimos que cada hombre, no sélo por derecho sino por necesidad na- tural, se considera apto para proponerse y obtener cuanto es necesario para su conservacién, quien se oponga a ellorpor sti- perfluos motives, es culpable de Ia lucha que sobrevenga, > hace algo que es contrario a Ja ley funda- je naturaleza que ordena buscar 1a paz. Quienes ob- esta ley pueden ser Iamados soctantes (los latinos Jos Uamaban. commod ntrario de sociable es rigido, inociable, intrasable, Una sexta ley de naturaleza es la siguiente: Que, dando te ear jen ser perdonades las ofensas garadar de quienes, arrepintiéndose, deseen ser perdonador. En efecto, el perdén no es otra cosa sino garantia de paz, la cul cuando se garantiza a quien persevera en su hos 10 es paz, sino miedo; no garantizada a aquel que da garan- tia del tiempo futuro, es signo de aversién a la paz y, por contraria a la ley de naturaleza. Una séptima ley es que on las venganaas (es decir, devoiucién de mal por mal) los hombres no consideren Ia * ud del msl pasado, sin rud de ella nos ¢s’prol designio sufa a los demés. Peden ir eastigos con ci ofensor o servis de iter ‘emiere cesta ley es consiguiente a la anterior as PARTE T DEL HOMBRE car. 35 a ella, que ordena el perdén 2 base de Ia segutidad del tiempo futuro, En eambio, Is vengarca sin respeto al ejemplo y al nfo 0 glorifi del con el nombre de crueldad. ‘Como todos los signos de odio o de disputa provocan a Ia lucha, hasta el punto de que muchos hombres prefieren mis bien aventurar sw vida que renunciar a fa venganza, en octavo lugar podemos establecer como ley de naturaleza el precepto de que ningiin hombre, por medio de actos, palabras, cont 0 desprecio a otro. El quebran- ‘a comtinmente confuse fa a cual cs el mejor hombre, no tiene 4, ya que en ella, to- oddos los hombres’ son sidera que los hombres son, por naturaleza, unos mas a , a saber, los mis sabios (entre los cuales se ismo por su filosofia); otros, para servir (re cual no va sola mente contra Ja raz fencia. Ea tfecto, pocos son tan insensatos que no estimen preferible go- bernar ellos mismos que ser gobernados por otros; nit los que juicio suyo son sabies y luchan, por la fuerz: i ide su propia sabidurfa, alcanzan siempre de los ¢asos, la raleza ha hecho iguales a los hombres, esta reconocida, y de! mismo modo debe ser admitida dad si la Naturaleza ha hecho 2 Ios hombres desigua! que los hombres que se consideran 2 sf mismos iguales no 126 45 PARTE T DEL HOMBRE cap. 15 entran_en condiciones de paz. sino cuando se les trata como tales. Y en consecuencia, como novena ley de naturaleza sitio sta: que cada uno reconozca a los demas como iguales suyos por naturaleza, El quebrantamiento de este precepto es el or- allo, De esta ley depende otra: gue al iniciarse condiciones de die exija reservarse algiin derecho que él mismo no s or cualguier otro, Del mismo modo es decir, no tener para hacer todo aquello que les plazca, es necesario smbién, por otra parte, para la vida del hombre, retener alguno de esos derechos, como el de gobernar sus cuerpos, el de disfrutar del aire, del agua, del movimi de las vias para trasladarse de w otras cosas sin las un hombre no puede vi menos no puede vi 1 establece la paz, exigen bieran reconocido a los demas, cont cual ordena el reconocimiento de Ia iguald: contra Ia ley de Naturaleza. abservan esta ley, los denomina Los griegos - lacién de’ esta ley: ese término implica un deseo de tener una porcidn superior a la que corresponde. Por otra parte, si a un hombre se Te enc enire otros dos, e3 wn precepto de Ia ley de naturaleza que proceda con el esto, slo Ie guerra pue- de deter de los hombres. Por tanto, quien es para que ¥, por consighiente (contra la ley fondamental de natura esto es causa de guerra. _ La observancia de esta ley que ordena una igual, a cada hombre, de lo que por raz denomina Eaurpan y, como antes he dicho, j su violacién, acepeién de personas, xgocoxoinyta, De ello se sigue otra ley: que aguellas cosas que no pueden ser divididas se disfruten on comin, si pueden serlo; 9 si la 127 La ndicing ‘vib PARTE 1 DEL HOMBRE cap. 15 cantided de Ia cose lo permite, sin limite; on otro cato, prom porcionalmente al mimero de quienes tienen derecho a ello. De otro modo la distribucién es desigual y contraria a Ia equi- ded. [78] Ahora bien, existen ciertas cosas que no pueden dirse ni, disfrutarse en comin. Entonces, la ley de naturaleza que prescribe equidad, requiere que el derecho absoluto, 0 bien Gsiendo el uso alterno) la primera poresién, sea determineds por Ia suerte, Esa distribucién igual es ley de naturaleza, y pueden imaginarse otros medios de equitativa distribu: isten dos clases de suerte: arbitral y natural. Es ar tral Ja que se estipula entre los competidores: la_natural es © bien primogenitura (lo que los griegos Haman Kingovoc, Jo cual significa dado por suerte) o primer establecimiento, En consecuencia, aquellas cosas que no pueden ser disfrutadas en comin ni divididas, deben adjudicarse al primer poseedor, y en algunos casos al primogémito como adquiridas por suerte, Es también una ley de naturaleza que a todos los hombres gue sirven de mediadores on la pax se les otorgue salvocondace fo, Porque la ley que ordena la paz como fin, ordena la inter- cestny como medio, y para J ntercsin, el medio es el salvo. conducto, Aunque los hombres propendan a observar estas leyes vo- luatariamente, siempre surgirdn cuestiones concernientes a una rio se hira; segunda, la ley. La primera de estas dos eucstiones se denomina cuestidn de hecho; Ia segunda, cuestin de derecho. En consecuencia, mientras Iss partes en disputa no se avengan mutuamente 2 Ja sentencia de otro, no podra haber paz entre ellas. Este otro, a cuya sentencia se someten, se Hama Annrrno. Y por ello es ley de naturaleza gue guienes estin en controversia, sometan su derecho al juicio de su érbitro, Considerando que se presume que cualquier hombre hari todas las cosas de acuerdo con su propio beneficio, nadie es Asbitro idéneo en su propia causa; y como la igualdad permi a cada parte igual beneficio, a falta de Arbitro adecuado, si uno es admitido como juez, también debe admitirse el otros y asi 128 PARTE 1 DEL HOMBRE car. 15 subsiste Ia controversia, es decir, Ja causa de guerra, contra Ia ley de naturaleza, Por Ja misma razén, en una causa cualquiera nadie puede ser admitido como frbitro si para él resulta aparentemente un mayor provecho, honor o placer, de la victoria de una parte que de la de otra; porque entonces recibe tna liberalidad (y tuna liberalidad inconfesable); y nadie puede ser obligado a confiar en él. Y ello es causa también de que se perpetie 12 controversia y Ia situacién de guerra, contrariamente a In ley de naturaleza, En una controversia de hecho, como el juez no puede acer mis a uno que a otro (si no hay otros argumentos) deberd conceder erédito aun terceroj 0 a un tercero y 2 un ‘arto; 0 mis. Porque, de lo contrario, 1a cuestién queda in- decsa'y abandonada a'la fuerza, contrariamente a Ja ley de saturaleza, Estas son las Ieyes de naturaleza que imponen Ix paz. com mo medio de conservacién de |: umanas, y que silo conciernen a la doctrina de la sociedad civil. Existen otras cosas que tienden a Ja destruccién de los hombres individual- mente, como Ja embriaguez. y otras manifestaciones de Ja in- temperancia, las cuales pueden ser inclufdas, por consiguiente, entre las cosis prohibidas por Ja ley de naturaleza; ahora bien, no es nece- {79] sario mencionarlas, ni son muy pertinentes en este lugar, ‘caso plieds parceer lo que mente sutil de las leyes de naturaleza, para que todos se percaten de ella; pero como la mayor parte de los hombres tstin demasiado ocupados en buscar el sustento, y el resto son demasiado negligentes para comprender, precist hacer inexcu- sable e inteligible a todos los hombres, incluso a Jos menos capaces, que son factores de una misma suma; lo cual puede expresarse diciendo: No hagas a otro lo que no querrias que te hicieran 2 ti, Esto significa que al aprender las leyes de naturaleza y cuando se confrontan las acciones de otros hom- tres con las de uno mismo, y parecen ser aquéllas de mucho pero, lo que procede et colocar las acciones ajenas en el otto ito de Ja balanza, y las propias en lugar de ellas, con ob- 19 We tee nage Rete mete tat Jardee 1 PARTE 1 DEL HOMBRE cap. 5 jeto de que nuestras pasiones y el egoismo no puedan afadir nada a la ponderaci nees, ninguna de estas leyes de naturaleza Gejari de parecer muy razonable, Las leyes de naturaleza ot van ligadas a un deseo de siempre obligan in foro ext smas leyes, no las observa, 2 su vez, no busca Ix paz sino la guerra, y, por consiguiente, la destruccién de su natu- raleza por Ia violencia, Todas aquellas leyes que er ser quebrantadas no sélo por un hecho contrario a la ley, sino también por un hecho de acuerdo con ella, si alguien lo’ ima- gina contrario. Porque aunque su accién, en este caso, esté de acuerdo con la ley, su propésito era contrario a ella; Jo cual conse ua infraccién cu: sin foro interno. s leyes de naturaleza, son inmutables y eternas, porque Ia injustice, fa ingratitud, fa arvoganca, el orgallo, la ii dad y la desigualdad 0 acepcidn de personas, y tante, munca pueden ser cosa legitima. Porque nunca podri cocurrir que Ja guerra conserve Ja paz da destruya, pueden Ia ley es fencia que de ellas se ocupa es la verdadera y auti Porque 1a Filosofia moral no es otra c sino la ciencia de lo que es bueno y malo en la conversac Ia sociedad humana. Bueno y malo son nombres que sig- uestros apetitos y aversiones, que son diferentes segtia temperamentos, usos y doctrinas de los hombres. smbres dificren no solamente en su juicio respecto 130 PARTE 1 DEL HOMBRE cap. 15 2 lo que, en las acciones de fo en desacuerdo con Ia razé iversos, difiere de lama bueno, 2 lo que [0] de donde surgen dis ‘ncluso el mismo hombre, en controversias y,_€ no, guerras. Por consiguiente, tin hombre se halla en la ondicign de mera naturalera (que ¢5 condicién de guerra), mientras el apetito personal es la medida de lo bueno y de to malo, Por ello, también, todos los hombres convienen en que Ia paz es buena, y que Jo son igualmente las vias o medios de sleanaarla, que (como he mostrado anteriormente) son la jus- la gratitud, la modestia, Ia eguidad, la misericordia, ett y el resto de las leyes de naturaleza, es morales; son malos, en cambio, sus contrari jencia de la virtud y del vicio es ‘Aunque Los es nudes y vie por qué son a, sociable y regalada, Is hacen 10 fuera 1 no fuese el mot yyera la liberalidad. ictados de Ja raz6n suelen ser denominados leyes fopiamente, porque no son sino onclusionés 0 teoremas relatives a lo que conduce a la con- servaciSn y defensa de los seres humanos, mientras que la ley, propiamente, es Ja palabra de quien por derecho tiene mando sobre los demés. Si, ademis, consideramos los mismos teoremas como expresados en 1a palabra de Dios, que por derecho manda sobre todas las cosas, entonces son propiamente Hamadas leyes. CAPITULO XVI De las personas, avrorrs ¥ Cosas Personificadas Una persona es aquel cuyar palabras 0 acciones son con sideradas 0 como suyas propias, 0 como representando las palabras o acciones de otro hombre, 0 de alguna otra cosa a la Cuando son consideradas como suyas propias, entonces se denomina perrona natural; cuando se consideran’como repre- sentacién de las palabras mo modo que ica el disfroz 0 api externa de ido en Ia escena, y a veces, mis particular- que disfraza el’ rostro, como la tres Perso- personas de representante, mandatario, teniente, vari ‘ado, procurador, actor, etc De las personas artificiales, algunas tienen sus palabras y ® acciones apropiadas por quienes las representan, ia persona es el actor, y quien es duefio de sus palabras y acciones, cs el autor. En este caso, el actor actla por autoridad, Porque Jo que con referencia a bienes y posesiones se Hama duefio y 132 ca) PARTE 1 DEL HOMBRE car. 16 dominio, el derecho de realizar una accidn se Hama auré En consecuencia, derecho a hacer DAD. comprende siempre por autorizacién un acto; y hecho por autorizacién, es lo © licencia de aquel a quien pertenece el derecho. De aqui se sigue que cuando el actor hace un pacto por obliga con él al autor, no menos que si lo hiciera 1poco, 2 sts posibles con- Por consiguiente, todo cuanto hemos dicho ante- riormente (Capitulo xiv) acerca de la naturaleza de los pactos centre hombre y hombre en su capacidad natural, es verdad, también, cuando se hace por sus actores, representantes 0 pro- ‘uradores con autorizacién suya, en cuanto obran dentro de los no mis lejos. Por tanto, quien hace un pacto con el actor o representante 10 conociendo la autorizacién que tiene, fo hace a riesgo suyo, obligado por un pacto del que no es autor, ite, por un pacto hecho en contra o al margen ¢ In autorizacin que did. ‘Cuando el actor hace a raleza, por mandato del auto obligado a obedecerle for un pacto anterior, no es él sino el autor quien infringe ha ley de naturaleza, porque aunque !a accién sea contra Ia ley de naturaleza, no es suya. Por el contrario, rehusarse a hacerla cs contra la ley de naturaleza que prohibe quebrantar el pacto. hace un pacto con el autor, por mediacién del ac- tor, ignorardo cual es Ia autorizacién de éste, y creyéndolo solamente for su palabra, ctuando esa autorizacién no sea ma- nifestada a 41, al requerirla, no queda obligado por mas tiem- 05 porque el pacto hecho con el autor no es valido sin esa farantia, Pero si quien pacta sabe de antemano que no era de esperar ninguna otra garantia que Ia palabra del actor, entonces el pacto es vilido, porque el actor, en este caso, se erige a sf mismo en autor. Por consiguiente, del que cuando la autorizacién es Y no al actor, asf cuando Ja al actor solamente, ya que no & 133, In Tey de natu- Pore ae al ate Tswana ran PARTE DEL HOMBRE cap. 16 Pocas cosas existen que no puedan ser representadas por ficcién. Cosas inanimadas, como una iglesia, un hospital, un puente pueden ser personificadas por un rector, un director, 6 un inspector. Pero Jas cosas inani tores, ni, por consiguiente, dar aut embargo, los actores pueden tener autorizacién para su mantenimiento, [82] siendo dads a ellos esa autorizacién por quienes son propietarios © gobernadores de dichas cosas. Por esa razin tales cosas no pueden ser personificadas mientras no exista un certo estado de gobernaciin civil, Del mismo modo los nifios, los imbéciles y Jos locos que tienen uso de razén, pueden ser personificados por guar- s 0 curadores; pero durante ese tiempo no pueden ser accién hecha por ellos, hasta que (cwando hayan uso de razén) puedan juzgar razonable dicho acto, Aun durante el estado de locura, quien tiene derecho al gobierno del interesado puede dar autorizacién al guardiin Pero, igualmente, esto no tiene lugar Egtado ¢ porque antes de instituirse éste no existe dominio de las per- Un fdelo 0 mera ficcién de la mente puede ser p ficado, como lo fueron los dioses de los paganos, los cuales, por condueto de Jos funcionarios instituidos por el Estado, eran personificados y tenian posesiones y otros bienes y derechos que Jos hombres dedicaban y consagraban a ellos, de tiempo en tiempy. Pero Jos idolos no pueden ser autores, porque un idolo no es nada. La autorizacién procede del Estado, y, por consiguiente, antes de que fuera introducida Ja gobernaciéa los dioses de los paganos verdadero uede ser personificado, como lo fue primero por Moisés, quien gobernd a los israelitas (Jos cu les eran no ya su pueblo, sino el pueblo de Dios) no en sv propio nombre con el Hoe dicit Moses, sino en nombre de Dios, con el Hoe dicit Dominus. En segundo lugar, por el hijo del hombre, su propio hijo, nuestro Divino Salvador Jesucristo, para sojuzgar & los judios e inducir todas las, se bajo el reinado de su Padres no actuando por sf misma, sino como enviado por su Padre. En tercer lugar, por el Espiritu Santo, 0 confortador, que hablaba o actuabt 134 Parte DEL HOMBRE car. 26 por los Apéstoles; Espiritu Santo que era un confortador que no procedia por sf mismo, sino que era enviado y procedta de los otros dos. Una multitud de hombres se convierte en una perso na cuando esti representada por un hombre 0 una persona, de tal modo que éta puede actuar con el consentimiento de cada uno de los que integran esta multitud en particular. Es, tn efecto, [a unidad del reprerentente, no la unidad de los representados Io que hace Ja persona una, y es el represen- ‘ante quien sustenta la persona, pero una sola persona; y Ja unidad no puede comprenderse de otro modo en Ja maltitud, Y como la unidad naturalmente no es uno sino muchor, no puede ser considerada como tno, sino como varios autores de cada cosa que su representante dice o hace en su nombre. Todos Jos hombres dan, a su representante comiin, autoriza- cidn de cada uno de ellos en particular, y el representante cs dueio de todas las acciones, en caso de que le den autori- zaciin ilimitada. De otro modu, evando Je limitan respecto al aleance y medida de Ja representacién, ainguno de ellos es duefio de mas sino de lo que Je da Ia autorizacién para actuar. los representados son varios hombres, [a voz del gran nimero debe ser considerada como la vox’ de todos ellos. En efecto, si un méimero menor se pronuncia, por ejemplo, por la afirmativa, y un ntimero mayor por la negativa, habrd negativas més que [83] suficientes para destruir las afirma- tivas, con lo eual el exceso de negativas, no siendo contradicho, constituye Ia tinica voz que tienen los’representados. Un representante de un niimero par, especialmente cuando el miimero no es grande y los votos contradictorios quedan em patados en muchos casos, resulta en_numerosas écasiones un sujeto mudo e incapaz de accién. Sin embargo, en algunos «casos, votos contradictorios empatados en niimero pueden de- cidir una cuestién; asi al condenar o absolver, Ia igualdad de votos, precisamente en cuanto no condenan, absuelven; pe- 10, por el contrario, no condenan en cuanto no absuelven. Porque wna vez efectuada la audiencia de una causa, no con enar es absolver; por ef contrario, decir aue no absolver es condenar, no es cietto. Otro tanto ocurre en una deliberacién de ejecutar actualmente o de diferir para més tarde, porque 135 Thetis Pls Te to ote meta. cuando los votos estén empatados, al no ordenarse Ia ejecuc cello equivale a una orden de di Cuando-el nimero impar, como tres o mis (hombres © ambleas) en que cada uno del resto, este niimero no es representativo, porque dada la diversidad de opiniones e intereses de los hombres, muchas veces, y en casos de maxima importanc persona muda e inepta, com para el gobierno de Ja mul guerra De los autores existen dos clases. La primera se Iara simplemente asi, y es Ja que antes he definido como dueiia ‘én de otro, simplemente. La segunda es la de quien , especialmente en tiempo de el otro no Io hace hasta un cierto |. Y estos autores condicionales se deno- Imente Fiapores, en latin, fidejussores y spon- para las deudas, preedes, y para la com- 136 20 SEGUNDA PARTE DEL ESTADO CAPITULO XVIT De las Causas, Genoracién y Definicién de un esra00 © designio de los hombres (que na- id y el dominio sobre los demés) vernos vivir formando Estados) Conservacn y, por afadidura, el logro de una vida mis nica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable con- ide guerra que, tal como hemos manifestado, es conse~ s de los hombres, cx. =i te poder visi tenga a raya y los ete, por temor al castigo, a la realizacién de sus pactos y la observancia de las leyes de naturaleza establecidas en los Capitulos xiv y xv. Las eyes de maturaleza (tales como las de j dad, modestio, piedad y, en uma, a de haz @ otros to que quieras que otros hagen para fi) son, por si mismas, cuando te el temor a un determinado poder que motive su contrarias « nvestras pasiones naturales, las cuales , al orgullo, a Ja venganza y a 8 que no descansan en a espada no son mas qu fuerza para proteger al hombre, en modo alguno, Por consiguiente, a pesar de | raturaleza (que cada uno observa cuando fe modo seguro) si no jente grande para nuestra seguridad, cada uno y podra hacerlo Tegalmente, sobre’ su propia fuerza y mafa, para protegerse 137 equi PARTE 11 DEL ESTADO carry contra Jos demas hombres. En todos los lugares en que los en pequefias familias, robarse y expoliarse unos # otros ha sido un comertio, y lejos de ser reputado contra la ley de naturaleza, cuanto mayor era el botin obt do, tanto mayor era el honor: vaban otras leyes que las leyes del honor, que consist abstenerse de Ja crueldad, dejando a Jos hombres sus vidas nstrumentos de labor. Y asi como entonces lo hacian las fami- as pequefias, asi ahora las ciudades y reinos, que 0 son sino familias mds’grandes, ensanchan sus dominios para su propia seguridad, y bajo el pretexto de peligro y temor de invasién, 1 de In asistencia que puede prestarse a los invasores, juste- mente se esfuerzan cuanto pueden para someter o debilitar a sus vecinos, mediante Ia fuerza ostensible 7 las artes secretas, a falta de otra garantfa; y en edades posteriores se recuerdan ‘con honor tales hechos, No ¢s la conjuncién de un pequefio ntimero de hombres Jo que daa los Estados esa seguridad, porque cuando se tratst de reducidos niimeros, las pequefias’adiciones [86] de una parte o de otra, hacen tan grande la ventaja de In fuerza que son suficientes para acarrear la nvasién, La multitud suf tra seguridad determinada por un certo ino por comparacién con el enemigo que tememos, re cuando Ja superioridad del enemigo no es de una naturaleza tan visible y manifiesta que le determine intentar el acontecimiento de la guerra, Y aunque haya una gran multitud, si sus acuerdos estin igidos segin sus particulares juicios y particulares ap no puede esperarse de ello defensa ni, proteccién contra un enemigo comin ni contra las mutuas ofensas, Porque pando las opiniones concernientes al mejor uso y a de su fuerza, los individuos componentes de esa multitud no se ayudan, sino que se obstaculizan mutuamente, y por est oposicién mutua reducen su fuerza a la nada; como conse- cuencia, ficilmente son sometidos por unos pocos que estin en perfecto acuerdo, sin contar con que de otra parte, cuando no existe un enemigo comin, se hacen guerra unos 2 otros, movidos por sus particulares intereses. Si pudiéramos imaginar 138 esto da 2\ DEL ESTADO cap. 87 PaRTE una gra 10s, concordes en tx observancia de Ia justicia y de otras leyes de naturaleza, pero sin un poder comin para mantenerlos a raya, podriamos suponer igual mente que todo el género humano hiciera lo mismo, y enton- istitfa ni seria preciso que existiera ningdn gobierno civil o Estado, en absoluto, porque Ja paz existiria sin suje- cién algun Tampoco ¢ st desea igobernados y dirigidos por un solo criterio, durante un tiempo Fimitado, como en una batalla o en una guerra, En efecto, aun: que obtengan una vietoria por sti undnime esfuerzo contra un cenemigo exterior, después, cuando ya no tienen un enemigo comiin, © quien ‘para unos aparece enemigo, otros to considéran como amigo, necesariamente se disgregan por la diferencia de sus intereses, y nuevamente decten en situacién de guerra, Ks cierto que determinadas criaturas vivas, como las abe~ jas y las hormigas, viven en forma sociable una con otra (por cuya razén Aristételes las enumera entre las yo tienen otea direecibn que sus particulares juicios y apetitos, poseen el uso de la palabra mediante la cual una puede ificar a otea lo que considera adecuado para el beneficio comtn: por ello, algunos desean inquirir por qué fa huma- nidad no puede hacer lo mismo. A Jo cual contesto: Primero, que Jos hombres estin en continua pugna de ho. nores y dignidad y Ias mencionadas criaturas no, y a ello se debe que entre los hombres surja, por esta racén, la em y el odio, y finalmente In guerra, mientras que entre aquellss ‘riaturas no ocurre €50. Segundo, que entre esas criaturas, el bien comin no di- fiere del individual, y aunque por naturaleza propenden & beneficio privado, procuran, 2 Ia vez, por el be En cambio, el hombre, cuyo goce co mismo con los demas hombres, no puede disfrutar otra cosa sino lo que es eminente. Tercero, que no t hombre, uso de raz falta en la administracién de su [87] negocio com 139 jendo estas criaturas, a diferes ante para [a seguridad que los hombres. x ver establecida durante su vida entera, que estén « e PARTE I DEL ESTADO car a7 bio, entre Jos hombres, hay muchos que se imaginan a st mis- mos mis sabios y capaces para gobernar la cosa péblica, que el resto; dichas personas se afanan por reformar e innovar, una de esta manera, otra de aquella, con lo cval acarrean per- turbacién y guerra ‘civil Cuarto, que aun cuando estas criaturas tienen vor, en cier- to modo, para darse a entender unas a otras sus sentimicntos, neeesitan este género de palabras por medio de las cuales los hombres pueden manifestar a otros lo que es Dios, en co racién con el demonio, y lo que es el demonio en comparac con Dios, y aumentat 0 disminuir Ja grandeza aparente de Dios y del demonio, sembrando el descontento entre los hom- bres, y turbando su tranquilidad caprichosamente, Quinto, que las criaturas irracionales no pueden distinguir entre injuria y dafo, y, por consiguiente, mientras estin 2 ‘gusto, no son ofendidas por sus semejantes. En cambio el hom- bre se encuentra més conturbado cuando mas complacido esté, porque es entonces cuando le agrada mostrar su sabidurfa y controlar las acciones de quien gobierna el Estado, Por tiltimo, Ja buena inteligencia de esas criaturas es na- tural; In de los homabres lo es solamente por pacto, es decir, de modo artificial. No es extrafio, por consiguiente, que (apar te del pacto) se requiers algo mas que haga su convenio cons- tante y obligatorio; ese algo es un poder comin que los man- tenga a raya y di ‘ones hacia el beneficio colectivo. El tinico camino para erigir semejante poder comtin, capaz de defenderlos contra la invasién de los extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurindoles de tal suerte que por su propia actividad y por los frutos de la tierra puedan nutrirse a si mismos y vivir satisfechos, es conferir todo sti poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres, todos Jos cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus volun- tades a una voluntad. Esto equivale a decir: elegir un hombre ‘© una asamblea de hombres que represente su. personalidad yy que cada uno considere como propio y se reconozca a sf Tho como autor de cualquiera cosa que haga © promueva q representa su persona, en aqucllas cosas que co paz ya la seguridad comunes; que, ademis, soi Tuntades cada uno a Ja voluntad de aquél, ¥ sus juicios a su 140 PARTE IT DEL ESTADO cap. 17 juicio. Esto es algo més que consentimiento 0 concordias es tina unidad real de todo ello en una y In misma persona, institufda por pacto de cada hombre con los demas, en forma tal como si ada uno dijera a todos: autoriza y sransfiero a cate hombre 0 asamblea de hombres mi derecho de gobernar- tne 4 mii mito, con la condicién de que vosotros sransferireit 1 él vuestro derecho, y autorizareis todos sus actos de la misma ‘manera, Hecho estoy Ja multitud asi unida en una persona se denomina Esrapo, en latin, crvrras. Esta es la generacién de aquel gran Leviariny, o més bien (hablando con mis re- verencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere por cada hombre particular cn el Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, [88] {que por el terror que inspira es capaz. de conformar las volun- tades de todos ellos para Ja paz, en su propio pats, y para la mutua ayuda contra sus enemigos, en el extranjero, Y en allo consiste In esencia del Estado, que podemos definir ast tuna persona de cuyos acto: una gran multitud, por pactos mutuos, realizedos entre si, ha sido instituida por cada no ‘como autor, af objeto de que pueda utilizar la fortaleza y me- dios de todos, como lo jusgue oportuno, para asegurar le paz 9 defenta comin, El titular de esta persona se denomina sone ano, ¥ se dice que tiene poder soberano; cada uno de los que Ie rodean es sGmbrto suyo. Se aleanza este poder soberano por dos conductos. Uno por Ia fuerzs natural, como cuando un hombre hace que sus hijos y los hijos de sus hijos le estén sometidos, siendo capaz de destruirlos si se niegan a ello; o que por actos de guerra somete sus enemigos a su voluntad, concediéndoles la vida a cambio de esa sumisién, Ocurre el otro procedimiento cuando los hombres se pone de acuerdo entre si, para someterse @ fin hombre o asamblea de hombres voluintariamente, en Ia confianza de ser protegidos por ellos contra todos Jos dems. En este tltimo caso puede hablarse de Estado politico, o Es- tado por institucién, y en el primero de Estado por adquisici En primer término voy a referirme al Estado por in Agr c rULO XVII De los penecntos de los Soberanos por Tnstitucién id de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a.un cierto hombre 0 asomblea de hombres se le otorgara, el derecho de representar a la persona de todos (Ces decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han volado en contra, debe autorizer todas las acciones y juicios de ese hombre 0 asamblea de hombres, lo, mi fueran suyos propios, si y ser protegidos ‘ jodos los dere- snes se confiere hos y facultedes el poder soberano cosa que quienes acaban de igados por el pacto, que no contradiga Ja presente. i Estado y queda jerar_como propias las a pueden Jegalmente hacer un pacto nuevo entre cer a cualquier otro, en una cosa cualquiera, i ién, quienes son stbditos de un monarca pueden sin su aquiescencia renunciar a la monarquia y re- nar a Ia confusién de wna multitud disgregada ni trans- ir su personalidad de quien Ia sustenta a otro hombre o 8 12 asamblea de hombres, porque [89] estan obligados, cada uno respecto de cada uno, a considerar como propio y ser tados como autores de todo aquello que pueda hacer y idere adecuado Ievar a cabo quien es, a fa sazén, st ‘ano. Asi que cuando disiente un hombre cualqui os acto hecho con ese hombre, ydos los hombres han dado 24 pence It DEL ESTADO cap. 18 Ja soberanfa a quien representa su persona, y, por consigniente, Jo deponen toman de él Io que es suyo propio y cometen usticia. Por otra parte si quien trata de deponer iru soberano resulta muerto 0 es castigado por él a causa de tal tentativa, puede considerarse como autor de su propio castigo, ‘autor de cuanto su soberano haga. Y como es inj para un hombre hacer algo por to cual pueda ser castigado por su propia autoridad, es también in- justo por esa razin, Y cuando algunos hombres, desobedientes fen real fo no ya con represente 2 inte de Dios que bajo él sasién de pacto <¢ En segundo lugar, como el derecho de representar 1a per~ sona de todos se otorga a quien todos constituyen en saberan solamente por pacto de uno 2 otro, y no del soberano en cade no de ellos, no puede existir quebrantamiento de pacto por del soberano, ¥ en consecuencia ninguno de sus sibditos, indindose en una infraccién, puede ser liberado de su su- acto al- porgue tera, como parte del pa lar con cada persona, Con cl Conjunto como parte del pacto, es imposible, porque hasta ona; y si efe singulares como hombres en cuanto adquiere Ia soberania, porque cualquier acto que pueda set presentado por uno de ellos como infraccién del pacto, es el acto de sf mismo y de todos Jos demés, ya que std hecho en Ja persona y por el derecho de cada uno de ellos en particular. Ademis, si uno o varios de ellos pretenden quebrantar el pacto hecho por el soberano en su inst y otros o alguno de sus sibdi 10 solament tende que no hubo semejante quebras 43 barre tt DEL ESTADO cap. 18 parte 11 DEL ESTADO car. 38 tonces, juez que pueda decidir Ia controversias en tal caso la : decisidn corresponde de nuevo a la espada, y todos los hombres ser dejado en Ia condicién de guerra en que antes se encon- recobran el derecho de protegerse a sf mismos por su propia traba, caso en el cual cualquiera puede eliminarlo sin injusticia, nio que les anima al cfectuar En cuarto lugar, como cada sibdito cs, en virtud de esa improcedente garantizar Ja so- institucién, autor de todos los actos y juicios del soberano ins- n de que jo, resulta que cualquiera cosa que cl soberano haga no Ja institucién. Es, berania por medio de un pacto precedente, La cada monarca recibe su. poder del pact, pucde constituir injuria para ninguno de sus sGbditos, ni debe janal, procede de la falta de comprensién de esta verdad ser acusado de injusticia por ninguno de ellos. En efecto, segéin la cual cdo los paetos otra cosa que palabras ‘quien hace una cosa por autorizacién de otro no comete in- , no tienen fuerza para obligar, contener, constrefir alguna contra aquel por cuya autorizacién actéa, Pero proteger a cualquier hombre, sino Ja que resulta de Ia fuerza in de un Estado, cada parti a; es decir, de In libertad de accién de aquel hombre 0 autor de todo cuanto hace el soberano, y, por consiguiente, mbres que cjercen la soberania, y cyas acciones ‘quien se queja de injuria por parte del soberano, protesta con- son firmemente mantenidas 10] todos ellos, y susten- tra algo de que él mismo cs autor, y de lo que en definitiva tadas por la fuerza de evantos uunidos. Pero no debe acusar a nadie sino a si misino; ni a st mismo tat se hace soberana a una asamblea de hombres, entonces Porque hacerse injuria 2 uno mismo cs imposible. Es que quienes tienen poder soberano pueden cometer bre imagina que semejante pac 0 pero no injusticia © injuria, en le auténticr acepcién de estas haya pasado Gn, En efecto, ningin hombre es cio 9 ejemplo, que el pueblo de Roma hizo un p Palabras. anos para sustentar la soberanfa a base de tales o cuales En quinto lugar, y como consccuencia de lo que acabamos 5. Mate gu here Condiciones, que al incumplirse permitieran 2 los romanos de afirmar, ningiin hombre que tenga poder soberano puede pede deponer legalmente al pueblo romano, Que los hombres no ser muerte 0 castigado de otro modo por sus sibditos. En rte de que ocurra lo mismo en una monarquia efecto, consideranda que cada stibdito es autor de los actos rrocede de Ja ambicién de algunos de su soberano, aquél castiga a otro por las acciones cometidas el gobierno de una asambles en por él mismo. was de participar, que el de una monar- Como el fin de esta instituciém es Ia paz y Ja defensa de quia, de cuyo disfrute desesperan. todos, y como quien tiene derecho al Pig Une también tercer lugar, si la mayoria ha proclamado wn soberano Jos medios, corresponde de derecho a cualquier hombre o asam- we vatos conzordes, quien disiente debe ahora consentir tex que tiene Je soberania, ser juez, a un mismo tiempo, de es decir, avenirse a reconocer todos Jos actos que los medios de paz y de defensa, y jucgar también acerca tee lee de los obsticulos e impedimentos que se oponen a los mismos, asi como hacer cualquiera cosa que considere necesario, ya sea por anticipado, para conservar la paz y la seguridad, evitando 1 cori en el propo palsy [91] la host jero, ya, citando Ia paz y la seguridad se han perdido, para Ia recuperacién de Ja misma. En consecuencia, i if Jugar, es inherente a la soberania el sees de que opis y dts son adversasy ues Sadao ed Rese ooo lcen a la pazy y por Consiguiente, en qué ecasiones, hasta (7, Itado, debe o bi terse a los decretos, ZY qué punto y respecto de qué puede confiarse en los hombres, Srre. 1M 145 exponerse a ser efecto, si voluntariamente ingresé en 1a congre stituian la asamblea, declaré con ello, de modo suficien- | te, su voluntad (y por tanto hizo un pacto ticito) de estar | a lo que ia mayoria de cllos ordenara, Por esta razédn si rehusa fen esa tesitura, o protesta contra algo de lo de- PARTE 11 DEL ESTADO cap. 18 evando hablan 2 las mades, y quign debe examinar las doctrinas de todos los libros antes de ser publicados. Porque los actos de los hombres proceden de sus opiniones, y en el buen gobierno de las opiniones consiste el buen gobierno de Jos actos humanos respecto a stt paz yc fen materia de doctrina nada debe tenerse en « verdad, nada se opone a Ia regulacién de la misma por vi de paz. Porque Ia doctrina que esté en contradict paz, no puede ser verdadera, como la paz y la concordi pueden ir contra Ia ley de naturaleza, Es cierto que en un Es. {ado, donde por la negligencia o Ia torpera de los gober y maestros circulan, con cardcter general, falsas doctrinas, las verdades contrarias pueden ser generalmente ofensivas. Ni la mis repentina y brusca introduccién de una nueva verdad que pueda imaginarse, puede nunca quebrantar la paz sino solo fn ocasiones suscitar la guerra. En efecto, quienes se hallan gobernados de modo tan remiso, que se atreven a alzarse armas para defender o introducir una opinién, se hallan aif fen guerra, y su condicién no es de paz, sino solamente de cesacién de hostilidades por temor mutuo; y viven como si se hallaran continuamente en los preludios de la batalla. Co- rresponde, por co fe, 2 quien tiene poder soberano, ser julez © instituir todos los jueces de opiniones y doctrinas como una cosa necesaria para la paz, al objeto de prevenir Ia discordia y Ja guerra civil. En séptimo lugar, es inherente a Ix soberania el pleno poder de prescribir las normas en virtud de Jas cuales cada hombre puede saber qué bienes pucde disfrutar y qué acciones puede Ilevar a cabo sin ser molestado por cualquiera de sus conciudadanos. Bsto es lo que los hombres Iaman propiedad. En efecto, antes de instituirse el poder soberano (como ya hemos expresado anteriormente) todos los hombres tienen de- recho a todas las cosas, lo cual es necesariamente causa de gue- ra; y, por consiguiente, siendo esta propiedad necesaria para Ja paz y dependiente del poder soberano es el acto de este poder para asegurar Ia paz. piblica, Esas normas de propiedad (o meum y tuum) y de lo bueno y lo malo, de lo legitime & ilegitimo en Jas acciones de los s decir, leyes de cada Estado particular, aunque el 146 PARTE 1 DEL ESTADO car. 18 ley civil esté, ahora, restringido a las antiguas leyes civiles de la ciudad de Roma; ya que siendo ésta Ia cabeza de una gran parte del mundo, sus leyes en aquella époce fueron, en dichas comareas, Ia ley’ En octavo lugar, es inherente a la soberania el derecho de judicatura, es decir, de oir y decidir todas las controversias fque puedan surgit respecto a la ley, bien sea civil o natural, ton respecto a los hechos. En efecto, sin decisién de las con- troversias no existe proteccién para un stibdito contra las i jurias de otros las leyes concernientes a lo meuny y tum son sy a cada hombre compete, por el apetito natural y de su propia conservacién, el derecho de protegerse ‘i mismo con su fuerza particular, que es condiciin [92] de Ja guerra, contearia al fin para el cual se ha instituido todo Estado. En noveno lugar, es inherente a Ia soberai hacer guerra y paz'con otras naciones y E: es decir, de jusbar cadndn ca para el bien publica, y qué cantidad de =" foerzas dehen ser reunidas, armadzs y pagadas para ese fin, y cninto dinero se ha de rectudar de los sibditos para sufragar fos gastos consiguientes. Porque el poder media tiene que ser defendido el puebl jalidad de un ejército radica en la fuerzas bajo un mando, mando que a su vez compete al soberano instituido, porque el mando de las militia sin otra institucién, hace soberano a quien lo detenta. Y, por_consi- fuiente, aunque alguien sea designado general di a fene el poder soberano es siempre gene En de todos los consejeros, ministros, magistrados y funcionari en la paz como en Ia guerra. Si, en efecto, el soberano etd encargado de realiaar el fin que es Ia paz y defensa co- fe comprende que ha de tener poder para usar tales en Ia forma que él considere son mas adecuados para od ener su propésit. lugar se asigna al nsar con riquezas u honores, y de castigar corporales 0 pecuniarias, 0 ia, a cual dito, de acuerdo con la ley que él previamente establecid; 0 47 barre it prL perane can 38 no existe Iey, de acuerdo con lo que ef soberano considera mas conducente para estimular Jos hombres a que sirvan al Estado, o para apartarlos de cualquier acto contrario al mismo, Por iiltimo, considerando qué valores acostumbran los jombres a asignarse a sf mismos, qué respeto,exigen de los de- mas, y cusin poco estiman a otros hombres (lo que entre ellos 5 constante motivo de emulacién, querellas, disensiones y, en definitiva, de guerras, hasta destruirse unos’a otros 9 mermar su fuerza frente a un enemigo comtin) es necesario que existan eyes de honor y un médulo oficial para la capacidad de los hombres que han servide o son aptos para servir bien al Es tado, y que exista fuerza en manos de alguien para poner en ejecucién esas leyes. Pero siempre se ha evidenciado que no solamente Ia militia entera, o fuerzas del Estado, sino también el allo de todas Ins contrversias es inherente In sobe Corresponde, por tanto, al soberano dar titulos de honor, sefialar qué preeminencia y dignidad debe corresponder = i. da hombre, y qué signos de respeto, en las reuniones pablicas o privadas, debe otorgarse eada uno a otro, Estos son Jos derechos que constituyen Ja esencia de la soberania, y son los signos por Jos cuales un hombre puede discernir en qué hombres asamblea de hombres esti situado y reside el poder soberano. Son estos derechos, ciertamente, incomunicables e inseparables. El poder de acuiiar moneda; de disponer del patrimonio y de las personas de los infantes herederos; de tener opcién de compra en los mereados, y todas las demis prerrogativas estatutarias, pueden ser trans- feridas por el soberano, y quedar, no obstante, retenido el poder de proteger 2 sus sibditos. Pero si el soberano trans- fiere la mititia, ser& en vano que retenga Ja capacidad de juz- [93] gar, porque no podra ejecutar sus leyes; o si se despren- de del poder de acufar moneda, la militia es initil; o si cede cl gobierno de las doctrinas, los hombres se rebelarin con- tra el temor de los espiritus. Asi, si consideramos cualesquiera de los mencionados derechos, veremos al presente que la con servacién del resto no produciré efecto en la conservacién de la paz y de la justicia, bien para el cual se instituyen todos los Estados. A esta in se alude cuando se dice que fo no puede subsistir, Porque si 148. antes no se produce esta di division en cjércitos contrapuestos. Si no hubiese existido pri- mero una opinién, admitida por Ja mayor parte de Inglaterra, de que estos poderes estaban divididos entre el rey, y los Lores y la Camara de los Comunes, el pueblo nunca hubiera estado dividido, ni hubiese sobrevenido esta guerra civil, primero en- tre Jos que discrepaban_ en politica, y después entre quienes disentian acerca de la libertad en materia de religién; y ello ha instruido a los hombres de tal modo, en derecho soberano, que pocos hay, en Inglaterra, que no ad- viertan Smo estos derechos son’ inseparables, y como tales serin reconocidos generaimente cuando muy ‘pronto retorne hp ontinuarn hasta que sus miser idadas; les ¢ inseparables, necesariamente aque sea Ia forma en que alguno de fo, si cl mismo poder soberano no los cs nula: porque aunque el soberano haya cedi si mantiene Ja soberania, todo queda restaurado e inseparable- mente unido a ell: divisible esta gran autoridad y yendo insepara- blemente aneja a Ja soberania, existe poca razén para Ja of de quienes dicen que aunque los reyes soberanos sean 0 sea de mayor poder que cuslquiera de sus sibditos, tiversis minores, es Gecie, de menor poder que todos ellos » Porque si con todas juntos no significan el cuerpo co- significan lo mismo, y Ja expresién es absurda, Pero si por todos juntos comprenden una persona (asumida por el sobe- rano), entonees el poder de todos juntos coincide con el poder soberano, y nievamente la expresién es absurda. Este absurdo Io ven con claridad suficiente cuando la soberania nde a una asamblea del pueblo; pero en un monarea , sin embargo, el poder de la soberania es el nismo, en cualquier Jugar en que esté colocado. Como el poder, también el honor del soberano debe ser mayor que el de cualquiera o el de todos sus sibdites: porque 49 Ye puden os femete PARTE 1 DEL ESTADO car. 18 en Ja soberania esti la fuente de todo honor. Las dignidades de lord, conde, duque y principe son creacionos suyas. Y como en presencia del duefo todos los sirvientes son iguales y sin honor alguno, asi son también los sibditos en presencia del soberano. Y aunque cuando no estan en st presencia, parecen unos mas y otros menos, delante de él no son sino como las, estrellas en presencia del sol. [94] Puede objetarse aqui que 1a condicién de los si muy miserable, puesto que estin sujetos a los caprichos y otras irregulares pasiones de aquel o aquellos cuyas manos tie- nen tan ilimitade poder. Por lo comiin quienes viven some- tides a un monarca piensan que es, éste, un defecto de Ja monarquia, y los que viven bajo un gobierno democr de otra asimblea soberana, atribuyen todos lo: 2 esa forma de gobierno. En realidad, el poder, en todas sus es bastante perfecto para protegerlos, es el mismo. se que la condicién del hombre nunca puede. verse libre de una w otra incomodidad, y que Jo mas grande gue cualquiera forma de gobierno puede suceder, posiblemente, al pueblo en general, apenas es sensible si se compara con las jorribles calamidades que acompafan a una guerra uta condicién de los hombres desenfrenados, sujecin a leyes y a un poder coercitivo que trabe sus ma spartindoles de la rapiia y de Ia venganza. Considérese que la mayor construccidn de los gobernantes soberanos no procede del deleite o del derecho que pueden esperar del daiio acién de sus siditos, en cuyo vigor consiste su propia gloria y fortaleza, sino en su obstinacion misma, que Contribuyendo involuatariamente a lz propia defensa hace ne- ra los gobernantes obtener de sus sibditos cuanto Jes es posible en tiempo de paz, para que puedan ten cualquier ocasion emergente o en necesidades repentinas, para resistir o adquirir ventaja con respecto a sus enemigos. Todos los hombres estin por naturaleza provistos de notables lentes de aumento (a saber, sus pasiones y st egoismo) vista a través de los cuales cualquiera pequefia contribucién aparece Como un gran agravios estan, en cambio, desprovistos de aque- Ios otros lentes prospectivos (a saber,’ la moral y la ciencia civil) para ver las miserias que penden sobre ellos y que no pueden ser evitadas sin tales aportaciones. 150 CAPITULO XIX De las Diversas Expecies de Gobierno por Institucién, y de la Sucesion en el Poder Soberano La diferencia de gobiernos consiste en la diferencia del soberano o de In persona representativa de todos y cada uno en lz maltitud, Ahora bien, como la soberania reside en un hombre o en Ja asamblea de mis de uno, y como en esta asam- blea puede ocurrir que todos tengan derecho a formar parte de ells, 0 no todos sino algunos hombres distinguidos de los demas, es manifiesto que pueden existir tres clases de gobierno. Porque el representante debe ser por necesidad o una persons © varias: en este altimo caso 0 es la asamblea de todos 0 Ia de solo una parte, Cuando el representante es un hombre, entonces el gobierno es una MONARaUiA; cando lo es una asumblea de todos cuantos quieren concurrir a ella, tenemos luna DENocRACIA 0 gobierno popular; cuando la asamblea os de una parte solamente, entonces se denomina snisroce, No puede existir otro género de gobierno, porque necesaria~ mente uno, 0 mas o todos deben tener el poder soberano (que como he mostrado ya, es indivisible). [95] Existen otras denominaciones de gobierno, en las historias y libros de politica: tales son, por ejemplo, la tirania y la dligarquie. Bero estos no son nombres de otras formas de go- bierno, sino de las mismas formas mal interpretadas. Fn efec~ to, quienes estin descontentos bajo la monarguéa Ja denominan tirana; a quienes les desagrada la aristocracia la Maman oli- targus; igualmente, quienes se encuentran agraviados bajo ina demsocracia la llaman enarguia, que significa falta de go- ierno, Pero yo me imagino que nadie cree que Ia falta de gobierno sea una nueva especie de gobierno; ni, por la misma razin, puede creerse que el gobierno es de una clase cuando agrada, y de otra cuando los siibditos estin disconformes con 40 son oprimidos por Jos gobernantes. 15 Lay formar Comput paRre DEL ESTADO car. 19 Es mas esto que cuando los hombres estin en absolute "libertad pueden, si gustan, dar autoridad a uno para repre~ sentarlos 2 todos, lo mismo que pueden otorgar, también, esa autoridad a una asamblea de hombres cualesquicra; secuencia, pueden someterse, si lo consideran oportuno, @ un monarca, de modo tan absoluto como a cualquier otto repre- sentante. Por esta-razbn, una vez que se ha erigido ua poder soberano, no puede existir otro representante del mismo pue- blo, sino solamente para ciertos fines particulares, delimitados por el soberano. Lo contrario serfa instituir dos’soberanos, y que cada hombre tuviera sui persona representada por dos 2c- tores que al oponerse entre sf, necesariamente dividirian un poder que es indi lo situarfa la multitud en condi fin para el cual se ha instit razén es absurdo que si una asamblea soberana invita al pueblo de sus dominios para que envie sus representantes, con faculta- des para dar a conocer sus opiniones o deseos, haya de considerar a tales diputados, mis bien que a la asamblea misma, como representantes abrolutos del pueblo; e igualmente absurdo re- sulta con referencia a una monarquia. No me ex tuna verdad tan Jo de majested, de cada nablemente considcrado por ellos como st rey, mun- Ga fiers, in embargo, eansderado como representante sajey it réplica alguna, como titulo mai 1 soberano, ‘dos por el pueblo para presentar sus peticiones ¥ » si lo permitia. Esto puede servir de adver- tencia para que quienes son los verdaderos le ese. carp gan en cuenta cémo ad representacién general en una ocasiin cu pensan responder a la confianza que se ha depositado en ellos. La diferencia entre estos tres géneros de gobierno no con en la diferencia de poder, niencia o aptitud para produc 152 paRTe th DEL ESTADO car. 19 fin para el cual fueron instituidos. Comparando la monarquia con las otras dos formas podemos observar: primero, que quien represente la. persona del pueblo, o es uno de los elementos de Ja asamblea representativa, sustenta, también, su propia representacién natural. Y aun cuando en [96] su persona politi- «a procure por el interés comin, no obstante procuraré mis, 0 no menos cuidadosamente, por el particular beneficio de si mismo, de sus familiares, parientes y amigos; en la mayor parte de los casos, si el interés piblico viene a entremezclarse con el privado, prefiere el privado, porque las pasiones de Jos hom- bres son, por Io comin, mas potentes que su razén. De ello se sigue que donde el interés pablico y el privado aparecen mis intimamente unidos, se halla més avanzado el interés piiblico. Ahora bien, en la monarquia, el interés privado coin- ‘ide con el piblico, La riqueza, el poder y el honor de un monarca descansan solamente sobre Ja riqueza, el poder y Ja reputacién de sus sGibditos. En efecto, ningtin rey puede ser rico, ni glorioso, ni hallarse asegurado cuando sus sibditos son pobres, o desobedientes, o demasiado debiles por necesidad o disentimiento, para mantener una guerra contra sus enemi gos. En cambio, en una democracia o en una aristocracia, Ja prosperidad piblica no se conlleva tanto con Ia fortuna par- ficular de quien es ua ser corrompido o ambicioso, como mu- thas veces ocurre con una opinién pérfida, un acto traicionero i guerra civil. segundo lugar, que un monarca recibe consejo de aquel, y donde le place, y, por consiguiente, puede escuchar jin de hombres versados en la materia sobre la cual ibera, cualquiera que sea su rango y calidad, y con Ja an y con el sigilo que quiera. Pero cuando una asam- bea soberana tiene necesidad de consejo, nadie es admitido a ls sino quien tiene un derecho desde el ps mayor parte de los cas0s los titulares del mismo son personas mis bien versadas en ta adquis nocimiento, y han de dar su opinién en largos disew pueden, por lo comin, excitar a los hombres a la accién, no gobernatlos en ella. Porque el entendimiento no se ilumina, antes bien se deslumbre por la Hama de las pasiones. Ni existe 153 Parte 1 DEL ESTADO cap. 19 Jugar y tiempo en que una asamblea pueda recibir consejo e secret, a causa de su misma multitud, edie En tercer lugar, que las resoluciones de un monarca no estin sujetas 2 otra inconstancia que la de la naturaleza hu- en las ssambleas, aparte de la inconstancia, pr suraleza, existe otra que deriva del nimero. En efecto, fa ausencia de unos pocos, que hubieran hecho con ovar firme la resolucién una vez tomada (lo cual. puede suceder por seguridad, negligencia © impediments privados) o la apariencia negligente de unos pocos de opinién contraria hace que no se realice hoy lo que ayer quedé acordado, cuarto lugar, que un monarca no puede estar en des- imo por razin de envidia o interés; en lea, y en grado tal que se produzea una guerra civi En quinto lugar, que en Ja monarquia existe el inconve- niente de que cualquier sibdito puede ser privado de cuanto posee, por el poder de un solo hombre, para enriquecer a dn. favorito 0 sduladors confieso que es, éste, un grave © inevita- inconveniente. Pero lo mismo puede ocurrir muy bien cuan- fo el poder soberano reside en una asamblea, porque su pod es el mismo, y sus miembros estin tai sujetos al mal coi y a ser seducidos por los oradres, como un monarca por nes lo adulan; y al convertirse lores de otros, van sirviendo mutuanwente su cod ién, ¥ mientras ic los favoritos de los monarcas son pocos, y no tienen que sino a los de su propio Tinaje, los favoritos de una asamblea [97] son muchos y as allegdos mucho mis nume- jos de cual iis, no hay fav wonarca que no pueda del mismo mode socorrer a sus os y dajiar a sus enemigos, mientras que los oradores, es lecir, los favoritos de las ssambleas soberanas, aunque piensan que ticnen gran poder para dafiar, tienen poco para defender. Yorgue part aca hac fale menos elocsenca (exo va en Ie naturaleza humana) que para excusar; y la condena més se parece a la justicia que la absolucién, a En sexto lugar, es weniente en la monarquia q el poder saberano’ pueda recaer sobre tn infante 0 alguien que no pueda discernir entre el bien y el mal; ello implica que 154 parte It DEL ESTADO car. 19 el uso de su poder debe ponerse en manos de otra hombre S de alguna asambles de hombres que tienen que gobernar por su derecho y en nombre suyo, como curadores y protec- Pires de su persona y autoridad. Pero decir que es un incon veniente poner el uso del poder sober s de un hombre o de una asumblea de hombres, equivale a decir que to- ‘no es més inconveniente que la confusion y Ja guerra Guil, Por consiguiente, todo el peligro que puede presumirse fa de surgir de la disputa de quienes pueden convertirse en competidores respecto de un cargo de tan gran honor y pro- Stcho, Pata demostrar que este inconveniente no procede de lt forma de gobierno que llamamos monarquia, imaginemos xe el monarea precedente ha establecido quign ejerceri ela de a infante sucesor, bien sea expresamente por tes fento, 0 ticitamente, para’ no oponerse = la costumbre a normal en este caso, Entonces ef inconveniente, si oc atribuirse no ya a la monarquia, sino a Ja amt Ge los sibaitos, que es la misma en todas las formas 10 en que el pueblo no esti bien is de la soberania, O bien el monarca te no ha tomado disposiciones para est tut Tonces In ley de naturaleza ha provisto la norma suficiente de que [a tutela debe corresponder a quien ale tiene mis interés en conservar la autoridad del infante, ya ‘quien menos beneficio puede derivar de su muerte o menos bo. En efecto, si consideramos que cada persona pers por naturaleza su propio beneficio y exaltac ante en manos de quienes pucden exaltarse a si mismos por la anulacién 0 dafio del niffo, no es tutel we cuando se ha provisto de modo suficiente contra tod Justa querella respecto al gobierno durante una de edad, si se produce alguna disputa que da lugar a Is pertur- ide le paz. publica, no debe atribuirse a la forma de mronarquia, sino a la ambicién de los sibditos y a Is ignora de su deber, Por otra parte, no existe un gran Estado Soberanfa reeida en una gran asamblea, que en las co velutivac a la pez y Ia guerra, y en la promulgaciin de las Teyes, no ae encuentre en Ia mista condicién que si el gobierno eetuviera en manos de un nifio. En efecto, del mismo modo 155 paRTe Wt DEL ESTADO fo de aquellos a quienes esti confiado, asi una asamblea carece de la libertad para disentir del consejo de la mayoria, sea bue- no o malo. ¥ del mismo modo que un nifo tiene necesidad de un tutor o protector, que defienda su persona y su autoridad, asi también (en los grandes Estados) Ja ssamblea soberana, ‘en todos los grandes peligros y [98] perturbaciones, tiene necesidad de enstodes Ibertati ; de dictadores 0 pro- es de su autoridad, que vienen a ser como monarcas tem- porales a quienes por un tiempo se les confiere el total ejerd de su poder; y,al término de ese tiempo, suelen dicho poder con mis frecuenc sus protectores, regentes u otros tutores cualesquiera, Aunque las formas de soberania no sean, como he it mas que tres, a saber: monarquia, donde Ja ejerce una persor democracia, donde reside en Ia asamblea general de los si ditos, o aristocracia, en que es detentada por una asamblea ibrada por personas determinadas, o distinguidas de otro modo de los demas, quien haya de’ considerar los Estados que en particular han existide y existen en el mundo, acaso no pueda redueirlas edmodamente a tres, y propenda a pensar yy otras formas resultantes de Ja mezcla de aquéllas. Por ss electivas, en Ins que Jos reyes tienen Uico sojuzga un pais enemigo, y lo gobierna con un presidente procurador u otro magistrado, puede parecer, acaso, a primera le sea un gobierno democritico o aristocraticos pera no es asi. Porque los reyes electives no son soberanos, sino ministros del soberanos ni les reyes con poder limitado son stros de quienes tienen el soberano poder. ie estén sujetas a una democracia 0 arie stado, democritica o aristocraticamente go bbernado, estén regidas. monrquicame término, por lo que « ierne al monarca elec racin de su existencia, i 30 pare tt DEL ESTADO can rg como ocurre en diversos lugares de la cristiandad, actualmen- te, 0 durante certos afios o meses, como el poder de fos dicta- dores entre los romanos, si tiene derecho a designar su suce- sor, no €s Ya electivo, sino hereditario. Pero si no tiene poder para elegir su sucesor, entonces existe otro hombre o asamblea Ja muerte del soberano, puede elegir uno nuevo, © cl Estado muere y se disuelve con él, y vuelve a la condicién de guerra. Si se sabe quién tiene el ‘poder de otorgar Ja so- berania después de su muerte, es evidente, también, que I soberanfa residia en él, antes: porque ninguno tiene derecho a dar lo que ro tiene derecho a poseer, y_a conservarlo para si mismo si lo considera adecuado. Pero si no ha pueda dar ta soberanfa, al morir aquel clegido, entonces, si tiene poder, esti obligado por fa ley de naturaleza a la provisién, estableciendo su sucesor, para evitar ‘que quienes han confiado en él para el gobierno recaigan en Ir miserable condicién de Ja guera civil. En consecuenc do fue elegido, era un soberano absolut. + En segundo lugar, este rey cuyo poder es limitad superior a aquel o aquellos que tienen el poder de ¥ quien no es saperior, no es supremo, es decir, no es soberano. Por consiguiente, la soberania residi blea que tenfa derecho a li- [99] mitarlo; y como consecuer ‘I gobierno no era monarquia, sino democracia o aristocracia, ‘omo en los viejos tiempos de Esparte cuando los reyes tenian el pri Ce mandar sus ejércitos, pero Ia soberania se tncontraba en los éforor. En tercer lugar, mientras que anteriormente el pueblo romano gobernaba el pafs de Judea, por ejemplo, por medio de un presidente, no era Judea por ello una democracia, por- que no estaba gobernada por una asamblea en I cual algtinos de ellos tuvieron derecho a intervenir; ni por una aristocra~ Git, porque no estaban gobernados por una asamblea a la cual algunos pudieran pertenecer por eleccién; sino que estaban gobernados por una persona, que si bien respecto al pueblo de Roma cra una asamblea del pueblo o democracia, por lo (ue hace relacisn al pueblo de Judea, que no tenia en modo alguna derecho a participar en el gobierno, era un monarca, En efecto, aurque alli donde el pueblo est gobernado por 157 PARTE I DEL ESTADO car. 19 tuna asamblea elegida por el pueblo mismo de su seno, el go- bierno se denomina democracia o aristocracia, cuando est gobersado por una asemblea que no es de propia eleccién, Constituye una monarquia, no de #7 hombre, sino de un pueblo sobre otro pueblo. Como la materia de todas estas formas de gobierno es mortal, ya que no sélo mucren los monarcas individuals, sino también las asambleas enteras, es necesario para la con- servac de Ja paz de los hombres, que del mismo modo que se arbitré un hombre a1 ial, debe tenerse también cn cuenta una artificial eternidad de existencia; sin ello, los Hombres que estan gobernados por una asamblea ressen, en cualquier época, en la condicién de guerra; y quienes estin gobernados por un hombre, tan pronto como muere sit go- Cees Be etemidad ariligal’es To que los hombres Ihe man derecho de sucesidn. No existe forma perfecta de gobierno cuando la dispgsi- 1 eeeceaBn ne corrnponde al soberano presente, Ea Cfecto, si radica en otro hombre particular o en una persona privada, recae en la persona de un s6bdito, y puede ser asumida por el soberano, a su gusto; por consiguiente, el derecho resi cn af mismo. Si no radict en tna. persona particular, sino que se encomienda a una nueva cleccién, entonces el Estado Neds disuelto, y el derecho corresponde a aquel que lo re contearizmente a la intencién de quienes instituyeron cl Estado para su seguridad perpetua, y no temporal. En una democracia, Ja asamblea entera no puede fallar, a menos qué falle Ja multitud que ha de ser gobernads, Por Consiguiente, en esta forma de gobierno no tiene lugar, en ‘ebsoluto, la cuestién referente al ‘derecho de succsién. una aristocracia, cuando muere alguno de la asamblea, Ja eleccién de otro en su lugar corresponde a Ja asamblea mis- ma, como soberano al cual pertenece 1a eleccién de todos los consejeros y funcionatios. Porque lo que hace el represen- tante como actor, Io hace uno de los stibditos camo autor. it aunque la asamblea soberana pueda dar poder a otros part ‘legit nuevos hombres para la provisién de su Corte Ia tlec- ign se hace siempre por su autoridad, y es ella misma la que 158 3) paRTE I DEL ESTADO car. 19 (cando el bienestar piblico Io requiera) puede revocarla 109] La mayor en Ia monarquia, La dificaltad primera vista no es mani fer, ni en muchos casos quién es Ia persona a la que nado. En ambas circunstancias se requiere wn racio preciso que el que cada persona tiene por cost En cuanto a la cuestidn de quién debe designar el sucesor de tun monarca que tiene autoridad soberana, es decir, quién debe determinar el derecho hereditario (porque los reyes y_ prin: cipes electivos no tienen su poder soberano en propiedad, ymente) tenemos que considerar que © posee la soberania tiene derecho a disponer de la si ‘ste derecho recae de nuevo en Ix multitud desi Porque la muerte de quien tiene el poder soberano de} multitud sin soberano, en absoluto; es decir, sin repress alguno sin el cual pueda estar unida, y ser’ capaz de realizar tuna mera accién, Son, por tanto, incapaces de elegir un nuevo monatea, teniendo cada hombre igual derecho a someterse a quien considere més capax de protegerlo; o si puede, a pro- tegerse 2 si mismo con su propia expada, To cual es un retorno ala confusin y ala condiciin de guerra de todos contra todos, ontrariamente al fin para el cual tuvo Ia monarquia su institucién, En consecuencia, es manil In institucién de Ja monarquia, Ia designacién de deya siempre al juicio y voluntad de quien actuslmente la detenta, En cuanto a Ja euestion, que a veces puede surgir, respe a quién ha designado el monarca cn posesién para ia sucesién y herencia de su poder, ello se determina por sus_palabi presas y testamento, @ por cualesquiera signos tacitos su Gentes. or palabras expresas o testamento, cuando se declara por dorante su vida, vivs voce, 0 por escrito, como los prime- ros emperadores de Roma declaraban fan de ser sus herederos, Porque la palabra heredero no implica simple~ mente los hijos © parientes mis préximos de un hornbre, sino cualquiera persona que, por el procedimiento que sea, declare 159 ficultad respecto al derecho de suc del hecho DEL ESTADO car. 19 n Su cargo como sucesor. Por consigul expresamente que un hombre dete sea de palabra 0 por es intamente después de la muerte ido con el derecho de ser monates, de su predecesor, es , cuando falta el testamento o palabras expre- sas, debeh tenerse en cuenta otros signos naturales de la vo- fe. Por tanto, donde hy a a sucesién, porque si la voluntad de q posesién de Ta soberania.h lo otra, Ia hubiera declarar sin dificultad mientras vivid. Y andlogamente, donde es costumbre que suceda el mas priximo de los parientes mascalinos, el derecho de sucesién recne en el mas préximo 105, por Iz misma razdn. Asi ocurr Ja costumbre fuera anteponer una hembra: porque un hombre puede rechazar cualquier costumbre con tuna simple palabra y aa lo hace, es una sefal evidente de su deseo de que dicha costumbre continie subsistiendo. bien, donde no existe costumbre ni ha precedido testamento debe [101] comprenderse: luntad del monarea es que el gobierno siga siendo monirquico, ya que ha aprobado este gobierno en sf mismo, Segundo, que tun hijo suyo, varén 0 hembra, sea preferido a los demas; fen efecto, se presume que los hombres son mis propensos por naturaieza a antepo propios hijos a los hijos de otros hombres; y de los propios, mas bien a un varén que & tuna hembra, porque los varones son, naturalmente, més ap- tos que las mujeres para los actos de valor y de peligro. Ter- cero, si falla st propio linaje directo, més bien a un hermano ques re 21 mis cercano en sangre que al mas remoto, porque siempre se presume que fs pro también, el més cercano en el en se reflexiona, que un hombre recibe siempre mis honor de la grandeza de su mis prdximo pariente jgualmente se prel Pero si bien es legitimo para un monarca disponer de la sucesién en términos verbales de contrato o testamento, los 160 paere 1 DEL ESTADO car. 19 hombres pueden objetar, a veces, un gran inconveniente: que pueda vende 0 donar su derecho a gobernar, 2 un extrafio; y como los extranjeros (es decir, los hombres que no acos- {umbran a vivir bajo el mismo gobierno nia hablar el mismo je) se subestiman comGnmente unos 2 otros, ello puede at a he opresién de sus sibditos, cosa que es, en efecto, ‘un gran inconveniente; inconveniente que no procede necesa~ riamente de In sujecién a un gobierno extranjero, sino de Ja ta de destreza de los gobernantes que ignoran las verda- dderas reglas de Ja politica. Esta es Ja causa de que los romatios, cauando habien sojuzgado varias naciones, para hacer st go- ierno tolerable, trataban de cllo se estimaba necesario, dando a veces a naciones enteras, ya veces a hombres preeminentes de cada nacién que con- quistaban, ne slo los privilegios, sino también el nombre de fomanos, Hlevando muchos de ellos al Senado y a puestos pro- tes incluso en Ja ciudad de Rome, Esto es lo que nuestro ntisimo rey, el rey Jacobo, perseguia, cuando se propuso In unién de los dos reinos de Inglaterra y Escocis. Si hubiera ido obtererlo, sin duda hubiese evitado las guerras we hacen en la actualidad desgraciados a ambos reinos. No es, ies, hacer al pueblo una injuri ‘un_monarca disponga de In sucesién, por st voluntad, si bien a veces ha resultado inconveniente por los particulares defectos de los principes. Es un buen argumento de la legitimidad de semejante acto el hecho de que cualquier inconveniente que pueda ocurrir si se entrege un reino a un extranjero, puede suceder también cuando tiene lugar un matrimonio con extranjeros, puesto que el derecho de sucesién puede recaer sobre ellos; sin embargo, csto se considera legitimo por todos. 160 parte 11 DEL ESTADO car. 20 lera necesario para Ia paz, y juez de las doctrinass es co legislador y juez supremo de las controversias, y de oportunidades y ocasiones de guerra y de pazs a él com- pete clegir magistrados, consejeros, jefes y todos los demis furcionarios y ministros, y determinar recompensas y castigos, honores y prelaciones. Las razones de ello son las mismas, tan sido alegadas, en el capitulo precedente, para los derechos y consecuencias de la soberania por CAPITULO XX Del Dominio exversat y del vesruico Un Extado por adquisicién es aquel on que el pod berano se adguiere por Ia fuerza, ¥ por Ja fuerza se cuando Jos hombres, singularmente © unidos por la p de votos, por temor a la muerte o a la servidumbre, aut todas las [102] acciones de equel hombre o asamblea qu cen su poder sus vidas y su libertad. te rneracién y por conquista. ion es el que los padres y_ se lama lo de que jo por haberlo procreado, ien sea expreso o declarado Este género de dominio o soberanfa difier. de la sobe- Por otros argumentos suficientes. Pero por lo que a la gene- rania por institucién solamente en que los hombres que esco- racién respects, Dios ha asignado al hombre una colaboradora gen sti soberano Jo hacen por temor ¥ no por temor y siempre existen dos que son parientes por igual: en conse & aquel a qui yen, Pero en este caso, se sujetanys cuencia, ef dominio sobre el hijo debe pertenecer igualmente ialmente. sujeto 2 ambos, Jo cual porque ningtin hombre puede obedecer a dos aquel a quien temen, En ambos casos lo hacen por miedo, alos dos, y el Jo cual ha de ser advertido por quienes consideran nulos aque- «s imposi Ios pactos que su origen en el temor a la muerte 0 duciios, Y aunque algunos han atribuido el solamen- Ja violencia: si esto fuera cierto nadie, en ningéin género de te al hombre, por ser el sexo mis excelente, se equivocan en ia ser reducido a la obediencia, Es cierto que tna ello, porque no siempre la diferencia de fuerza o prudencia en- las promesas. que tre el hombre y la mujer son tales que el derecho pueda ser proceden del miedo a Ja muerte o a la violencia no son pactos determinado sin guerra. En los Estados, esta controversia es ni obligan cuando la cosa prometida es contraria a las leyes. decidida por Ia Tey civil: en la mayor parte de los casos, aun- razén no es que se hizo por miedo, sino que pre, Ia sentencia recae en favor del padre, porque cuando mayor parte de los Estados han. [103] sido. amente y no se cumple no es Tos padres, no por lai madres de fa absuelve, sino Ia sentencia del se refiere, ahora, al estado de mera nat bras, lo que un hombre promete le- s, sino Ta ley de naturaleza, y la de los'sexos, entre si, ¥ respecto 2 sus hijos. rnaturaleza, o bien los padres f del dominio sobre los hijos sponen de ese dominio en absol pon «¢ lugar de acuerdo con el contrato. En la historia encon- ‘Ahora bien, los derechos y consecuencias de 1a sobers smos en los dos casos. Su poder no puede ser t1 ride, sin sa consentimiento, a otra, persona; no puede ena Fae tas tcds tot tstmda Init poe de Bs mos que las Amazonas contrataron con los hombres de los Sbditars no puede ser exstigado por paises vecinos, a los cuales recurrieron para tener descenden- 162 33 163 PARTE 11 DEL ESTADO jue los descendientes masculinos Cuando no existe contrato, el dominio cortesponde a la dre, porque en Ia condicién de mera naturaleza, donde no jaten leyes matrimoni s que Ja dominio sobre el imenta, el dominio corresponde a este debe vbedecer a quien Je ha protegi conservacién de Ia vida el fin por el cual un hom! romete cbedien- Ia madre esta sujeta al padre, del padre; y si el padre es sibdito de la madre (com: ejemplo, cuando una reina soberana contrac matrim: no de sus sibditos) el hijo queda sujeto a la madre, poresie también el padre ¢s stbdito de ells. Si'un hombre y una mujer, monarcas de dos nen un nifio y contratan respecto a quien tendi minio del mismo, el derecho de dor lugar de su residencia, porque el soberano de cads ne dominio sobre cuantos residen en él dominio sobre el hijo, lo tiene también sobre jo, y sobre los hijos ‘de éstos, porque quien sobre Ja persona de un hombre, Io tiene sobre in lo cual el dominio seria un mero tit jentemente en el caph 164 34 paRTe DEL ESTADO cap. 20 dominio adquirido por conquista 0 victoria en tuna gue- man pesrérice, de Atoxbng, ,y es el dominio del duefio sobre ‘adquirido por el vercedor cuando el peligro inmineste de muerte ‘expresas 0 por otres signos 3 que en cuanto st vida y la libertad de el vencedor tendré uso de el antojo. Y una vez. hecho ese pacto, el vencido es u pero antes no, porque con Ja palabra servire, sexvir, o de servare, proteger, cosa cuya disputa en- -g0 2 los gramiticos) no s¢ 5 > que se man- ne en prisién o encierro, hasta que el propiciario de quien lo tomé 6 comprd, de alguien que lo tenia, determine to que ha de hacer con él (ya qu ; coménmente Ha rmados esclavos, no tienen obligacién ninguna, sino que in; y matar o Mevars quien, habiendo ica senior 0 ds au criado. Este do pacta, bien sea por entes de Ja volur su cuerpo Jo permi + sido apresado, sc Je ‘reconoce que prometiendo no escapar ni hacer violencia a su duefio, merece la confianza de éste. No es, pues, la victoria Ia que da el derecho de dominio sobre el vencida, sino su propio pacto. Ni queda obligado por- ‘que ha sido conquistado, es decir, batido, apresado 0 puest fen fuga, sino porque comparece y se somete al vencedor. esti obligado el vencedor, por Ia rendicién de sus enemigos (Gin promesa de vida), a respetarles por haberse rendido a dis- i al vencedor por més tiempo sino en su disereciin se lo aconseje. hombres, como ahora se dice, piden exartel, Jo que los griegos Iamaban Zovola, dejar con vida, no hacen i facrse a Ja furia presente del vencedor, mediante Ia y Hegar a un convenio respecto de sus vi diante Ja promesa de rescate 0 servidumbre, Aquel a qui ha dado evartel no se le concede la vid cn sobre a ulterior deliberaci6n, pues no se ha rendido 3 vida, sino a discres lo se halla en segutidad, toria su servidumbre, cuando el vencedor le ha 165 PARTE DEL ESTADO car. 20 otorgado su libertad corporal. En efecto, los esclavos que siones © arrastrando cadenas, no lo hacen a evitar la crueldad de sus guardianes, del siervo es duefio, también, de cuanto éste tiene, y puede reclamarle el uso, de ello, es nes, de abajo, de sus siervos y de sus obediencia, esto es, de considerar y autorizar cualquiera cosa que el duefio pueda hacer. Y si el sefor, al rehusar el siervo, Je da muerte 0 lo encadena, o le castiga de otra suerte por su desobediencia, f¢ cl mitmo siervo autor de todo ello, y no puede acusar al iueio de En summa, los derechos y consecuencias de ambas cosas, el dominio paternal y fico, coinciden exactamente 3 del soberano por institucién, y por las mismas razones a las cuales nos hemos referido en el capitulo precedente, Si un monarca lo es de diversas naciones, y en una de ellas tiene Ia soberania por institucién del pueblo reunido, Ja otra por conquista, es decir, por Ja sumisién de cada viduo para evitar lh’ muerte 0 Ja prisién, exigir de ws estas naciones més que de la of idx hombre puede protegerse a si imamente, si puede, con su propia espada, lo cual ts condicon de guerra, De esto se infiere que una gran familia, cuando no forma bien una familia noes propiamente un Estado, a menos que no alcance ese poder por razén de su niimero, o por otras circunstancias que Je permitan no ser sojuzgada sin el azar de una guerra. Cuando un grupo de personss es manifiestamente 166 parrs i DEL ESTADO car, 20 ido débil para defenderse ismo, cada una usar’ ara salvar su propia ‘enemigo, como con- del mismo modo que una pequefia compaiifa por un ejército, puede deponer Jas armas y pedir cuartel, 0 escapar, mas bien que exponerse ser exterminada, ro esto como suficiente, respecto a Lo que por especulacién y deducci berancs, de Ja naturaleza, necesidad y designio de los hom- bres, al establecer los Estados, y al situarse bajo el mando de rmonarcas 0 asambleas, dotadas de poder bastante para st pro- teccin. que fa Escritura ensefia acerca de ‘no hagas que Dios nos hal absoluta obediencia a Moisés, Res- reyes, Dios mismo dijo, por boca de moriremos. Esto pecto al derecho Semuels "Este ser jentes. Tomaré wussiros servidores varones, 9 vues vientes doncellas, y Ia flor de eestra juventud, y la en sus negocios, Tomaré las primicias de wuestros 4 sereit sus siervos, Tritase de un poder a ‘en las iltimas palabras: vosotros sereis sus si wando el pueblo oyé qué poder iba a tener ‘on en ello, diciendo: *Seremos como todas las ds- ‘més naciones, y musstro rey juzgoré wusstras couses, ¢ id on nosotros, pars guiarnos en iuestras guerras. Con ello se con: firma el derecho que tienen los soberanos, respect a la militia ya la judicature entera; en ello esti contenido un poder tan absoluto como un hombre pueda posiblemente transferir a otro. 167 sas Ties 5 Mes a te todas la parte 11 DEL ESTADO AP. 20 Asa ver a siplca del rey Solomén a Dios era ste: "Das tu siervo inteligencia para jugar a tu pueblo, y pare discernir entre lo bucno y lo malo, Corresponde, por tanto, al soberano ser [106] juez, y prescribir las reglas para discernir el Bien y el mal: estas reglas son leyes, y, por consiguiente, en él radica el poder legislative. Sail puso precio a la vida de David; sin emlargo, cuando este Gltimo tuvo posibilidad de dar muerte a Satil, y sus siervos podian haberlo hecho, David lo prohibis endo: *Dios prohibe que realice semejante acto contra mi Sefior, el ungido de Dios, Respecto a 1a obediencia de los sier- ‘vos, decia San Pablo: *Los siervos obedecen a sus seiores en ia, y *Los hijos obedecen a sus podret en todo. Es In obedienda simple en auicnes estén suetos @ domin a ternal o despdtico. Por otra parte, "Lor escribas y fariteos estén sentados en el stial de Moisés, y por consiguiente, cuan- 10 03 ordenen abservar, observadlo y hacedlo. Esto implica, de nuevo, una simple obediencia. ¥ San Pablo dice: *Adver- Hid que quienes se hallon sujetos a los principes, y © otras personas con autoridad, deben obedecerles. También esta cbe- Gienca es sanils Por ilkimo, nuestro mismo Salvador re- conocfa que los hombres deben’pagar las tasas impuestas por los reyts euando dijo: Dad al Céser lo que e¢ ‘il Cer y pags él mismo ese tributo. Y que Ja palabra del rey es su- Ficiente para arrebatar cualquicra cosa a cualquier stbdito, si Jo necesita, y que el rey es el juez de esta necesidad. Porque el mismo Jestis, como rey de los judios, mand3 a sus disci. ppulos que ‘ogieran una borrica y su borriquillo, para que lo Hevara a Jerusalén, diciendo: *Td al pueblo que esté frente 4 vosotros, y encontrareis una borriquille ateda y su borrigui- Uo con ella: desatadlos y trabdmelos. ¥ si alguno os pregunta aud 0s proponcis, decidle que eb Sefior los necesita, y ensonces os dejaréa marchar, No preguntan si su necesidad es un titulo suficiente, ni si es juez de esta necesidad, sino que se allanan a la voluntad del Seiior. _A estos pasajes puede afiadirse también aquel otro del Génasie: *Debeit ser como Dios, que conace el bien y el mal, ¥ el versiculo 11: 2Quién te dijo que estabas desnudo? 4Has comido del rbot, del eual te ordené que no comieres? Por- 168 | 2, DEL ESTADO cap. 20 pate tt que habiendo sido prokibido el conocimiento 0 juicio de lo Fuena y de lo malo, por el nombre del fruto del érbol de In tencia, como tina prueba de la obediencia de Adén, el dero- rio, para inflammar la ambiciSn de 1a mujer a Ja que este fruto Siempre habia parecido bello, le dijo que probandolo cono- cerla, como Dios, el bien y el mal. Una vez que hubieron co- mide ambos, disfrutaron 1a aptitud de Dios para el enjuicia- mento de Jo bueno y de lo malo, pero no adquirieron una fueva aptitud para discernir rectamente entre ellos. Y aunque fe dice que habiendo comido, ellos advirtieron que estaban desnudo2, nadie puede interpretar ese. pasaje en el sentido de que antes estuvieran ciegos, y no viesen su propia piel: hh sgnificacién es clara, en el sentido de que sdlo entonces juzgaban que st desnudez. (en Ia eval Dios los habia creado) gra inconveniente; y al avergonzarse, tacitamente censuraban 4 mismo Dios. Seguidamente Dios dijo: Has comido, ete omo queriendo decir: Ta que me debes obediencia vas 2 atribuirte Ia capacidad de juzgar mis mandatos? Con ello se Significaba claramente (aunque de modo alegorico) que Jos mandatos de quien tiene derecho a mandar, no deben ser censurados ni discutidos por sus sibditos. ‘Asi parece bien claro a mi entendimiento, lo mismo por la razin que por la Escritura, que el poder soberano, ya radi que en un [107] hombre, como en la monarquia, 0 en una azamblea de hombres, como en los gobiernos populares y atis- tocriticos, es tan grande, como los hombres son capaces de hacerlo. Y aunque, respecto a tan ilimitedo poder, los hom- bres pueden imaginar muchas desfavorables consecuencias, las consecuencias de 1a falta de él, que es la guerra perpetur de cada hombre contra su vecino, son mucho peores. La condicién del hombre en esta vida nunca estark desprovista de inconve- rientes; ahora bien, en ningiin gobierno existe ningiin otro inconveniente de monta sino el que procede de Ja desobedien- ca de los siibditos, y del quebrantamiento de aquellos actos, sobre Jos cuales descansa In esencia del Estado. Y cuando al- ‘uien, pensando que el poder soberano es demasiado grande, trate de hacerlo menor, debe sujetarse él mismo al poder que pueda limitarlo, es decir, a un poder mayor. 169 PARTE It DEL ESTADO La objecién maxima es la de la pr bres prepuntan dénde y eudndo sem a su vez, cudndo y dénde ha existido un mucho tiempo, de la sedicién y de Ja guerra naciones donde los gobiernos han sido duraderos y no han sido destruidos sino por las guerras exteriores, los stbdites nunca disputan acerca del poder soberano. Pero de cualqui modo que sea, un arg practica de el fondo ni ponderan con acta razén las causas y Ja naturaleza de los Estados, y que rmente sufren las miserias derivadas de esa ignorancia, . Porque aunque en todos los lugares del mundo Jos hombres establezcan sobre la arena los cimientos de sus casas, no debe deducirse de ello que esto deba ser asf, La destreza en hacer y mantener los Estados descansa en contrarlas. 170 CAPITULO XXL De la usentan de los Sibditos ite hablando, la ausencia de 0); puede aplicarse tanto a las criaturas irraciona- stimadas como a las racionales. Cualquiera cosa que dao envuelta de tal modo que no pueda moverse de un certo espacio, determinado por la op mientras estin aprisionadas 0 constrefiidas con muros o cade- nas; y del agua, mientras est contenida por medio de diques © canales, pues de otro modo se extenderia por un espacio mayor, solemos decir que no esti en libertad para moverse del modo como lo haria si no tuviera tales. impedimentos. de la cosa misma, no solemos decir que carece ino de fuerza para moverse, como cuando una piedra esté'en reposo, o un hombre se halla sujeto al lecho por una enfermedad, [108] De acuerdo con esta genvina y comin significacién de la palabra, es un HOMBRE Linke quien on aguellas cosas de que cuando las palabras libre jertad se aplican a otras cosas, distintas de los cuerpos, lo son de modo abusivo, pues Jo que no se halla sujeto a movi- die por sjmplos el eaming et ire no se significa Iiberad del cami de quienes lo recorren pediment undo decimos que una donacién es libre, no se “Sri Ibertad de la cosa donada, sino del donante, que al donar 0 estaba ligado por ninguna Jey 0 pacto. Asi, cuando habla- rn 2. Det or tert PARTE Wt DEL ESTADO cap, at panantH: DEL ESTADO Gap. a2 Uudimos a Ja libertad de la voz o de la , sino a la del hombre, a q hablar de otro modo que lo ino libre albedrio no puede fa voluntad, deseo 0 inclinacién, sino libertad del hombre, la { al consiste en que no encuentra obstéculo para hacer lo que : tiene voluntad, deseo o inclinacién de IMevar a cabo. ‘Temor y libertad son cosas coherentes; por ejemplo, cuan- do un hombre arroja sus mercancias al mar por semor de que fl barco se hunda, Jo hace, sin embargo, voluntariamente, puede abstenerse de hacerlo si quiere. Es, por consiguiente, Ja accién de none ae in libre: asi también, un hombre aga a veces su deuda s6lo por zamor a la cdrcel, y sin em- otto exiremo, a sus propios ofdes. Estos vineulos, débiles por bargo, como nadie le impedia abstenerse de hacerlo, semejante Su propia naturaleza, pueden, sin embargo, set’ mantenidos, cs la de un hombre en libertad. Generalmente todos los el peligro aunque no por la dificaltad de rompertos. smbres realizan en los Estados, por femor a la Peed eesetcit iste iaeteaiad aeiee iablar cust cuyos agentes tenian libertad para dejar de ha- yen eae co ts yates fe de hablas-anOnE(O el Ge vos a8 Pade e ta libertad de los sibalitos. En efectoy si advertimos que no Ree ee triste en el mundo Estado alguno en el cial se hayan oxtabl mana depende, la libertad del hombre seria una contradiecién Jun impedimento 2 la omnipotencia y libertad de Dios. Con- Ederamos esto suficiente, ¢ nuestro actual propésito, respecto dees libertad natural que es Ia Gnica que propiamente puede amarse libertad, bres, para alcanzar Ja 7 xz y, con ella, Ia conservation de si mismos, han creado un Tombre artifical que podemos lam do, asi tenemos también que han hecho cadenas artificales, Hamadas eyes ci- tides, que ellos mismos, por pactos mutuos han [109] fijado fuertemente, en un extremo, a Jos labios de aquel hombre o asamblea a quien ellos han dado el poder soberano; y por el Libertad y necesidad son c ccurre con el agua, que no sélo tiene lierted, sino necesided do normas bastantes para Ia regulacin de todas las acciones y 4 de ir bajando por cl canal. Lo mismo sticede en las acciones palabras de los hombres, por ser cosa imposible, se sigue ne- que voluntariamente realizan los hombres, las cuales, como cesariamente que en todo género de acciones, conforme a le- proceden de su voluntad, proceden de la libertad, ¢ incluso yes preestablecidas, los hombres tienen Ja libertad de hacer Jo como cada acto de Ja voluntad humana y cada deseo ¢ incli- ' que su propia razén Jes sugiera para mayor provecho de sf micién proceden de algunz cata, y ésta de otra, cn uma rnismos. Si tomamos Ia libertad en su verdadero sentido, co- continua cadena (cuyo primer eslabén se halla en’ In mano ro libertad corporal, es decir: como libertad de cadenas y de Dios, la primera de todas exusas), proceden de la necerided. prisén, seria muy absurdo que los hombres clamaran, como Asi que a quien pueda advertir Ja conexién de aquellas causas p hacen, por Ja libertad de que tan evidentemente disfrutan. Je resultaré manifiesta la necesided de todas Jax acciones vo- Si consideramos, ademés, Ia libertad como exencién de las Juntarias del hombre. Por consiguiente, Dios, que ve y dispone Jeyes, no es menos absurdo que Jos hombres demanden como todas las cosas, ve también que Ia libertad del hombre, al hacer lo hacen, esta libertad, en virtud de a cual todos los demas To que quiere, va acompatiada por Ia ate ea Hombres pueden ser sefiores de sus vidas, Y por absurdo que Tea iest tna eatin Pago eden ea Me i ts, eto ex Jo que demandan, ignorando que Ts leyes no eee eae ee tienen poder para protegerles si no existe una espada en Jas hacen mas cosas que Divs no ordena ni es por consiguleae manos de un hombre o de varios park hacer que ers Leyes st Dios. ¥ si esto no asegurara la necesidad de Ia voluntad huma- sn ce a Coe eee eee a eee ha predeterminado el soberano: por ejemplo, le libertad de na y, por consiguiente, de todo lo que de Ja voluntad hu- 33 comprar y vender y de hacer, entre sf, contratos de otro gé- im "73 PARTE 1 DEL ESTADO ca ar nero, de escoger su propia residencia, su propio alimento, sv propio género de vida, ¢ instruir sus alfos ‘como crea con. 10 significa que con esta libertad hays itado el soberano poder de vida y muer- hhemos manifestado ya, que nada puede hacer un representante soberano a un siibdit quier pre- texto, que pueda propiamente ser Hamad injusticia o injuria, La causa de ello radica en que cada sibdito es autor de cada derecho uno de los actos del soberano, asi que nunca neces a una cosa, de otro modo que como él mismo es sit obligado 2 observar tas leyes de nat fe, y con frecuencia ocurre en ser condenado 2 muerte por del poder soberano, y sin embargo, éste no hagn ‘Tal ocurtié cuando Jefte fue 1a cau: cual 5, Jo mismo ocurre a Ja muerte un si wcente, Porque aunque la acci6n sex contra Ja ley de naturaleza, por ser contraria a 1a equidad, el asesinato de Uriah por David, ello no lo a David por Urish ito de Dios, y toda iniquidad esta pro- aturaleza. David mismo confirms de lente esta distincién cuando se arrepintié del hecho diciendo: Solamente contra 1i he pecado. Del mismo modo, crito en sin acusarlo, unas veces desterré a un A) 4 DEL ESTADO cap. 24 PARTE 11 ‘on de justicia, y otras a un ridiculo bufSn, comy Hipérbole, oe cies “Ye A. nadie puede decir que cl pueblo so- ferano de Azonas carecia de derecho a desterrarlos, 0 que a un ateniense le faltaba Ia libertad para burlarse o para ser justo. La libertad, de Ia cual se hace mencién tan frecuente honrasa en las hi aos grie los fam recbido toda. su educaco bres que no reconozcan ua scfor existe perpetua guerra de cada uno contea su vecino; y no hay herencia que transmitir propiedad de bienes 0 ad plena y absoluta en cada hombre en part que no dependen una (y no exda hombre Jo que estime (es de representa estime) més conduce viven en condicién de guerra perpetua, y en Jos cafiones ada hombre en particular ss propios representantes, sino en el de que sus representantes tuvieran la libertad de resistir 0 invadir a otro pueblo. En las torres de Ia ciudad de Luca esti inscrita, actualmente, on grandes caracteres, la palabra LIBERTAS; sin embargo, na- de puede inferir de ello ymbre particular tenga mas libertad o inmunidad, por sus servicios al Estado, en esa cit dad que en Constentinopla, Tanto si el Estado es monarquico como si es popular, la libertad es siempre la misma, Pero con frecuencia ocurre que los hombres fraudados por la especiosa denominacién de libert de ju 1a distinguir, consideran como herei innato suyo Io que es derecho pabl 175 pare it DEL ESTADO cap. at cuando el jsmo error resulta confirmado por Ia autoridad fences gozan fama por sus escritos sobre este tema, no luzcan sedicién y cambios de gobierno. En jentales del mundo solemos recibir muiestras nes, respecto a Ia i Estados, de Ariscteles, Cicerén y otros que viviendo en régimen de gobiernos populares, no derivabsn sus derechos de Jos principios de naturaleza, sino que los trans- cribfan en sus 4 t] en la prictica de sus propios Estados, que eran populares, del mismo modo que los ss del lenguaje, a base de la pricti Jos poemas de Ivomero y Virgilio. A los stenienses se les censeiiaba (para apartarlos del deseo de cambiar su gobierto) n hombres libres, y que cuantos vivian en régimen quic. eran esclavos; y asi Aristdteles dijo en su Politica (Lib. 6, Cap. 2): En la’ democracia debe suponerse Ta iver porque cominmente s¢ reconoce que ningiin Borabre es inguna otra forma de gobierno. Y como Aristiteles, in Cicerén y otros estritores hin fundado su doc- sobre las opiniones de los romanos, a quienes el odio te por quienes, ndo depuesto a su soberano, compartian entre si la sobe- de Roma, y mis tarde por los sucesores de éstos. Y en Ja lectura de estos autores griegos y latinos, los hombres (co- no una falsa apariencia de libertad) han adquirido desde su 1 habito de fomentar tumultos, y de ejercer un con- jose de los actos de sus soberanos; y ademés de controlar a estos controladores, con efusién de mucha san de tal modo que creo poder afirmar con razén que nada ha sido tan estimado en estos pafses occidentales como lo fue el aprendiaaje de la lengua griega y de Ia latina, Refiriéndonos ahora a las peculiaridades de Ja verdadera ad de un sibdito, cabe sefialar cuales son Ins cosas que, aun ordenadas por el soberano, puede, no obstante, el sibdito vamos a considerar qué mos un Estado, 0, lo ertad nos negamos a nosotros mismos, 176 que ¢s lo mismo, qué PARTE TT DEL ESTADO cap. 2t al hacer propias, sin excepcién, todas las acciones del hombre @ ssamblea 2 quien constituimos en soberano nuestro. En efec- fo, en ef acto de nuestra sumisién van implicadas dos cosas: nuestra obligacién y nuestea Libertad, lo cual puede inferirse mediante argumentos de cualquier lugar y tiempo} porque no triste obligacién impuesta a un hombre que no derive de un fcto de su voluntad propia, ya que todos los hombres, igual- mente, son, por naturaleza, libres. Y como tales argumentos pueden derivar 0 bien de palabras expresas como: Yo autori fdas sus acciones, o de la intenciGn de quien se somete a si mismo a ese poder (intencién que viene a expresarse en Ia finalidad en virtud de Ja cual se somete), la obligacién y libertad del sibdito ha de derivarse ya de aquellas palabras otras equivalentes, ya del fin de la institucién de la sobe~ rania, a saber: la paz de los sébditos entre si mismos, y su defensa contra un enemigo comin. nte, si advertimos en primer lugar que la xr institucidn se establece por pacto de todos con tedes, y Ia soberania por adquisicién por pactos del vencido con el vencedor, 0 del hijo con el padre, es manifiesto que cada sibdito tiene Libertad en todas aquellas cosas euyo de- recho no puede ser transferido mediante pacto. Ya he ex preado anteriormente, en el capitulo xry, que los pactos de no defender el propio cuerpo de un hombre, son nulos. Por consiguicnte, Si el soberano ordena 2 un hombre (aunque justamente condenado) que se mate, hiera 0 mutile @ sf mismo, o que no resista a quienes Je ataquen, © que se abstenga del uso de alimentos, del aire, de la medicina o de cualquic 12] cosa, sin Ia eval no puede vivir, ese hombre tiene para desabedecer. Si un hombre es interrogado por el soberano o st autori- dad, respecto aun crimen chligado metido por mismo, no seguridad de peréén) 2 confesarlo, porque, co- lo, nadie. puede ser cbligado a acusarse a si mismo por razén de u ‘Ademis, el consentimiento de un sibdito al poder sobe- rano esta contenido en estas palabras: Antorizo 0 tomo a mi 7 Bie gern, PARTE 11 DEL ESTADO car. ar cargo todas sus acciones. Ex ‘no hay, en modo alguno, res- triccién de su propia y a tad natural, porque al permitirle que me mate, no quedo obligado a matarme yo mismo cuando me Jo ordene. Una cosa es decir: Métame o mate @ mi compatiero, si quieres, y otra; Yo me mataré a mi mismo, 0 4 mi compaiioro. De ello resulta que Nadie esti obligado por sus palabras a darse muerte 0 vente, Ia obligacién que soberano, de ¢} no depende de sino de férminos en que su sumisién fue efectuada, que debe interpretarse por Ja finalidad Por ello cuando nuestra negativa 2 obedecer frus- idad para la cual se instituyé la soberanfa, no hay ibertad para rehusar; en los demas casos, sf. Por esta raz6n, un hombre a quien como soldado se le ordena luchar contra el enemigo, aunque su soberano tenga derecho bastante para castigar st negative con la muerte, puede no obstante, en ciertos casos, rehusa justicia; por ejemplo, cuando procura un soldado sustituto, en su lugar, ya que entonces no deserta del servicio del debe hacerse alguna concesién al temor natural, no mujeres (de las cuales no pus un deber peligroso), sino tambi de defender, era en vano. 178 a paRTE I DEL ESTADO cap. 21 Nadie tiene Jibertad para resistir a Ja fuerza del Estado, en defensa de otro hombre culpable 0 inocente, porque se- fhejante libertad arrebata al soberano los medios de proteger- tos ¥ es, por consiguiente, destructiva de la verdadera esencia del gobierno. Ahora bien, en de hombres hayan resistido cometido algtin crimen esperara la muerte, gn tet asstiree y defenderse uno 3 otro? {que no hacen sino defender sus vi tanto derecho como el inocente. Fs evidente que usticia en el primer quebrantamiento de su debers pero el hecho de que posteriormente hicieran armas, aunque fea para mantener st actitud inicial, no ¢s un nuevo acto in- justo. Y si cs solamente para defender sus personas no es jnjusto en modo alguno. Ahora bien, el ofrecimiento de per- én arrebata a aquellos a quienes se ofrece, la excusa de pro- pia defensa, y hace ilegal su perseverancia en asistir o defen der a Jos dems. En cuanto a las otras libertades dependen del silencio de Ia ley. En los casos en que el soberano no ha prescrito una norma, el sibdito tiene libertad de hacer 0 de omitir, de acuerdo con su propia discrecidn. Por esta causa, semejante Tihertad es en algunos sitios mayor, y en otros mis pequefia, ‘en algunos tiempos mis y en otros menos, segiin consideren mis conveniente quienes tienen la soberania. Por ejemplo, cxistis una época en que, en Inglaterra, cualquiera podia pe- netrar en sus tierras propias por la fuerza y desposeer a quien injustamente las ocupara. Posteriormente esa libertad de pe- netracién violenta fue suprimida por un estatuto que el rey promulgé con el Parlamento, Asi también, en algunos paises os hombres tienen Ia libertad de poseer varias mntras que en otros lugares semejante libertad no Si un sibdito ticne una controversia con su soberano acer- a de una deuda, o del derecho de poseer tierras o bienes, © acerca de cualquier servicio requerido de sus manos, 0 res- pecto a cualquiera pena corporal o pecuniaria fundada en una 179 PARTE 1 DEL ESTADO car. an PARTE UL DEL ESTADO cap. 21 a libertad para de- de la obediencia es Ja proteccién, y cuando un hombre nibdito, espada 0 en Ja de otro, por 1 ir esa defensa ante los jueces designados por su propésito de conservarla, Y En efecto, el soberano demanda en que Js soberanfa, en 12 intencién de quienes Ia hacen, sea in- una ley anterior y no en virtud de su poder, con esti sujeta, por su propia naturaleza, a una declara que no requiere mas si no lo que, segin di muerte violenta, a causa de una guerra con el extranjero, sino aparece como debido. La defen que por Ia iguorancia y pasiones de los hombres i, a Ia voluntad del soberano, y por tanto el sibsito desde el momento de su ibertad de exigir que su causa sca ofda y sentenciada de acuerdo con esa ley. Pero si demanda o toma cualquiera cosa bajo el pretexto de su propio poder, no existe, en ste caso, accién de ley, porque todo cuanto el soberano hace en rad de su poder, se hace por la autoridad de cada sib- Ys por consiguiente, quien realiza una accién contra el 2 su vez, contra si mismo. fee 2 ciel dicién, y, habiéndola ceptado, es stibdito de quien se la impuso, porque no tenia ningin otro medio de conservarse a rmizmo. El caso es mo si queda retenido, en esos inos, en un pais extranjero, Pero si un hombre es rete~ rido en prisién o en cadenas, no posce Ia libertad de eu cuerpo, ido a la sumisién, por el pacto; por iene derecho a escapar por cualquier 1 modo que Ia persis: fal soberano para proteger & a menos que directa 4 otro. Porque con esta consiguient concesién, si hubiera sido su voluntad, hubiese podido renvn- iar o transferir en términos Ianos, y no lo hizo, de donde resulta que no era esa su voluntad, sino que [a concesiin procedia de la ignorancia de In contradiccién existente entre ext libertad y el poder soberano. Por tanto, se sigue reteniendo Yen consecuencia Jos poderes necesarios para el ejercicio de Ia misma, tales como el poder de hacer Ja guerra y Ia paz, de enjuiciar las causas, de nombrar fun- cionarios y consejeros, de exigir dinero, y todos los demis 14) 6 con respecto al soberano se mis ni menos que lo que iene capacidad para proteger: En efecto, el derecho que los hombres tienen, por natu- si puede, redio que se le ofrezca. Si un monarea renuncia a Ia soberania, para para sus herederos, sus stibdi luta de Ja naturaleza. En ef n declaracién de heredero, porque, entonces, no nocido ef heredero, no es obligada ninguna sujecién. dure el poder mediante ef cual Si el soberano destierra a su siibdito, durante el des raleza, a protegerse a si mismos, cuando ningun puede pro- jero o es autorizado para realizar un viaje, sigue siendo stb- no puede ser renunciado por ningtin pacto, La dito, pero lo es acto de 2 oro queda jee a tla arte i DEL ESTADO car. ar que tenga us ccencia especi Si un monarca, sojuzgado en una guerra, se hace él mismo sibdito del vencedor, sus. stibditos quedan liberadas de su anterior obligacibn, y resultan entonces obligados al vencedor, Ahora bien, si se le hace prisionero © no conserva su liberted ‘corporal, no se comprende que haya renunciado al derecho de soberanfa, y, por consiguiente, sus sibdites vienen obligadot 4a mantener su obediencia a los magistrados anteriormente ins- titufdos, y que gobiernan no en nombre propio, sit del monarea. En efecto, si subsiste el derecho del soberano, la cucstién es s6lo la relativa a Ia administracién, es decir, a vilegio por concesién del soberano, 0 por li CAPITULO XxIL De los sistemas de Sujeciin, Politics y Priveda Después de haber estudiado Ia generacién, forma y poder tay demu de un Estado, puedo referirme, a continuaciSn, a los elementos «a d+ del mis primer lugar, a Jos sistemas, que asemejan las 7S, Jos magis- [115] trados y funcionarios, ya que’si no tiene medios para nombrarlos se supone que aprueba aquellos que 41 mismo designs anteriormente. u3 tes andlogas o misculos de un cuerpo natural. Entiendo por Mas un nGimero de hombres unidos por un interés o un negocio. De ellos algunos son regulares; otros, irregulares. Son regulares aquellos en que un hombre asamblea de hombres ido en representante del niimero total. Todos los demis son irregulares. De los regulares, algunos son absolutos © indepe ues no estén sujetos 2 ningtin otro sino a su represent lamente éstos son Estados, y a ellos me he referido ya en Ultimos capitulos. Otros son dependientes, es decir, subordinados a algGn poder soberano, al que cada uno de sus clementos estd sujeto, incluso quien los representa, De los sistemas subordinados unos son politicos y otros privados, Son politicos (de otra manera llamados euerpos polt- ticas y personas legales) aquellos que estin constituidos. por 4a autoridad del poder soberano del Estado. Son privedos aque- fdos por los sibditos, entre sf mismos, un extranjero. En efecto, ninguna au- toridad derivada del poder extranjero, dentro del dominio de otto, es piblica, sino privada. Entre los sistemas privados, unos son legales, otros ilega- Jes, Son legales aquellos que estin tolerados por el Estado: todos Jos demis son ilegales. Sistemas irregulares son los que implemente en la afluen- én de gente; estos sistemas son legales cuando no los por el Estado, ni hechos con malvados desig- smplo, Ia concurrencia de gente a los mercados 183 estén prohil ios (por

You might also like