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En primer lugar, es necesario hacer una afirmación que parece bastante segura:
la compraventa fue paulatinamente extendiendo su campo de aplicación, de modo que
ya no solo podían comprarse y venderse cosas particulares y determinadas -cosas
simples-; también fue posible adquirir por medio de este contrato un conjunto de cosas
como, por ejemplo, un rebaño o derechamente un conjunto patrimonial como una
herencia.
Para comprender mejor este tema debemos definir si los romanos conocían el
concepto universitas. Por lo que se refiere al término mismo, existen lugares de las
fuentes en que se habla de universitas, y otros en que, a pesar de no mencionarse
expresamente el vocablo universitas, se hace referencia a un conjunto o universalidad
de cosas.
a) Los romanos usan el vocablo universitas para referirse tan simplemente a un grupo
de cosas o de personas, cuando se les quiere considerar como conjunto o totalidad y no
en cuanto a su singularidad. En este sentido la voz universitas, que va siempre
acompañada de un genitivo, no tiene alcance jurídico sino únicamente descriptivo. Así,
por ejemplo, cuando se habla de universitas civium, o de universitas servorum: el
conjunto o totalidad de los ciudadanos, de los esclavos. Algunos ejemplos de las fuentes
en este sentido:
Debemos observar, sin embargo, que entre las cosas mencionadas a modo de
ejemplo, no aparece la herencia, u otros conjuntos de cosas heterogéneas, como es el
caso de los bona de un deudor concursado. Los ejemplos que ofrece Pomponio se
refieren a conjuntos de cosas homogéneas. Entonces habría que ver si para un jurista
romano, la herencia, o estos otros complejos, en los cuales no solo hay cosas
heterogéneas, sino también derechos pueden o no considerarse como cosas agregadas, o
si definitivamente debe quedar fuera de esta clasificación.
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El detalle sobre el concepto clásico de successor que solo se habría referido al heres, y no a estos otros
adquirentes, puede verse en SOZA, M. ÁNGELES, Procedimiento concursal. La posición jurídica del
‘bonorum emptor’, editorial Dykinson, Madrid, 2008, p.245ss.
vicensimo quinto scribit. idem et de armento et de
equitio ceterisque, quae gregatim habentur,
dicendum est. sed enim gregem sufficiet ipsum
nostrum esse, licet singula capita nostra non sint:
grex enim, non singula corpora vindicabuntur.
Pensamos que, aunque las cosas se vendan como conjunto, la transferencia debía
tener lugar del modo apropiado a cada cosa. Así, en caso de tratarse de un rebaño, o de
una biblioteca, pensamos que debía recurrirse a la numeratio: el contar las cabezas de
ganado o los volúmenes de la biblioteca.
Una mención especial requiere el análisis de otras cosas que, aún siendo simples
o compuestas en sí mismas, pueden ser consideradas en un negocio y enajenarse junto
con sus accesorios. Es el caso de la venta de la casa con su mobiliario (domus instructa)
o a la venta del establecimiento de comercio (taberna instructa). Los instrumenta (cosas
accesorias) de la casa o de la tienda, son en realidad separables, pero si las partes así lo
disponen en un negocio, pueden considerarse como dependientes de lo principal. De
este modo, si en el marco de un contrato de compraventa se vende una casa, puede
entenderse que con ella se vende todo su mobiliario; lo mismo respecto de una tienda, o
de un fundo. Pero como una cosa es la venta y otra la transferencia, habrá que ver de
qué modo han de entregarse estas cosas en el caso de ser enajenadas junto con sus
accesorios. Papiniano señala que la entrega de las llaves donde se encuentran las
mercancías se debe entender como traditio de las mercancías vendidas:
En otras palabras, Gayo dice que la herencia es una cosa incorporal. Pero aquí
entramos en un tema –el asunto de la naturaleza de la hereditas- que ha sido objeto de
innumerables debates doctrinales entre los romanistas del siglo XX.
Sin embargo, según aclara Guzmán Brito, también puede hablarse de hereditas
cuando no hay más que deudas (hereditas damnosa) o cuando no se compone más que
de iura, para lo cual aduce los siguientes textos:
En efecto, los corpora deben ser entregados por medio de traditio o de un modo
solemne, en caso de ser res mancipi:
Los iura y los debita, por su parte, deben ser tansferidos de acuerdo con la
naturaleza de los mismos: al no poder ser entregados, debe recurrirse a algún expediente
negocial o procesal que permita operar la transferencia. Los juristas utilizaron, a estos
efectos, la procuratio in rem suam, la novatio o la delegatio.
Por otra parte, es necesario analizar si verdaderamente los bienes del deudor
concursado se estiman como una universalidad. De acuerdo con una interpretación
armónica de las escasas fuentes clásicas que conservan los rastros del procedimiento
concursal de la época clásica, podemos decir que el mejor postor adquiere un conjunto
de cosas y derechos que están individualizadas en la lex venditionis (leyes generales de
la venta), y no propiamente una universalidad. De hecho hay algunos objetos del deudor
que no quedaban considerados en el embargo y posterior venta: los bienes del deudor
concursado afectos a garantías, los bienes respecto de los cuales el deudor concursado
era fiduciario, el derecho de usufructo (de carácter personalísimo), el legado de
alimentos, e incluso los bienes de los cuales no se tenía noticia en el momento de la
venta, o aquellos que no quedaron incluidos en las leges venditionis por un descuido de
los acreedores o del magister bonorum.
En definitiva, ¿qué compra el bonorum emptor? Por lo que se ve, compra una
cantidad de cosas y derechos del deudor concursado previamente individualizados. Lo
que no figura en las fuentes es la forma en que se realiza la transferencia de estas cosas.
Sin embargo, no nos parece relevante, ya que, en el momento en que se realiza la
subasta, no opera la transferencia del dominio: según figura en las fuentes, el bonorum
emptor se coloca en la posición de poseedor civil respecto de todas las cosas compradas,
y, para conseguir el dominio, tendrá que usucapirlas. Así lo dice expresamente Gayo, y
el título que le sirve para la usucapión, a nuestro juicio, es el pro emptore. Suponemos
que el magister, en representación de los acreedores que habían puesto en marcha el
procedimiento concursal, hace el traspaso posesorio de estos bienes, de lo contrario, el
bonorum emptor le puede perseguir con un interdicto adispiscendae possessionis, es
decir, un interdicto para entrar en posesión, llamado en las fuentes possessorium.