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a2 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA cn los altares de Huitzilopochtli, acompafiados por los diarios sacrificios humanos, ahora, calculaba, se celebraban unas 600 misas cada dia, en unas 40 iglesias y capillas, ofecidas todas ellas en elogio y recuerdo de Jesucris- to. Qué mejor testimonio podia encontrarse de la duradera realizacién de la conquista espiritual? v Insistir en la equivalencia de ta categoria candnica de los Comentarios reales, y-de la Monarquéa indiana como textos primordiales en las respectivas tradi- ‘iones de Peni y de México no es negar la divergencia, jgualmente significa- tiva, de propésito y efecto que separa estas dos obras clésicas. No se trata del obvio contraste entre el temprano Renacimiento y la baja Edad Media. Antes bien, se trata de la notable diferencia del propdsito ideol6gico de estas ‘rénicas, y las reacciones que provocaron en generaciones ulteriores. El Inca Garcilaso de la Vega escribié como patriota que echaba los fundamentos histéricos de una nacién nueva. Su enfoque naturalista al espinoso proble= ‘ma de la religién de los indios resultaria eminentemente atractivo para la Itustracién, que colocé a los incas junto a los chinos como ejemplos de la posibilidad de practicar la moral natural sin haberse beneficiado de la revelacién cristiana. Por contraste, Torquemada escribié como el confesado. heredero de los conquistadores espirituales de México, tratando de defender Jos intereses de su orden. Tanto su hincapié en el dominio del Diablo en el Andhuac como su triunfalismo evangélico resultarian ofensivos para los. patriotas criollos. De hecho, al término del siglo xm, el cronista franciscano Agustin de Betancur publicé un relato abreviado de la historia mexicana en {que aciis6 a su predenesor de haber plagiado a Mendieta, ¥, yendo maa punto en el siglo xvm, el jesuita exiliado Francisco Javier Clavijero volvié ‘escribir la historia del antiguo México de Torquemada, en una fluida neoclisica; excluy toda mencién del Demonio en su relato de la relig azteca, y puso fin a su narracién con la toma de Tenochtitlan por los les. Asi, el efecto de todo ello fue liberar el pasado aborigen de toda xi6n real con la conquista espiritual: ni Babilonia ni Jerusalén figuraban ‘su enfoque postagustiniano a la historia natural. El hecho de que los tas mexicanos necesitaran casi 200 afios para dominar las premisas fil ‘as del Inca Garcilaso es, a la vez, testimonio de su grandeza y prueba ciente de la fuerza ideoldgica de la tradicién franciscana en la Nu Espafia. 36 Torquemada, Monarqua 1, 408-415, 418.421; Instrucioes que dejaron ls vireyes de p24. XIV. LOS PATRIOTAS CRIOLLOS 1 Eve diltimo decenio del siglo xv,la Corona espariola fue acosada por la Ili- via de peticiones de la Nueva Espafia, que solicitaban la concesién de “una cuarta vida” para todas las encomiendas existentes, es decir, que la herencia Se extendiera durante otra generaciOn. El Cabildo de la cidad de Mexico advirtié que muchos descendientes de los conquistadores vivian ahora en la pobreza, de modo que el pafs se encontraba virtualmente indefenso, espe- cialmente porque los colonos recién llegados estaban mas dispuestos a cenriquecerse en el comercio, la mineria y la ganaderia que en el oficio de las armas. Si no se daban algunos medios de subsistencia a los hombres de honor, bien podrian conspirar con los “mulatos, negros y otros perdlidos” en tuna insurreccién general." Lo notable de estas peticiones y memoriales del decenio de 1590 es el grado en que revelan cl surgimiento de una identidad criolla, de una conciencia colectiva que separé a los espafioles nacidos en el Nuevo Mundo de sus antepasados y primos europeos. Sin embargo, tal fue ‘una identidad que encontré expresion en la angustia, la nostalgia y ¢l resen- timiento. Desde el principio, los criollos parecen haberse considerado como herederos desposeidos, robados de su patrimonio por una Corona injusta y por la usurpacién de inmigrantes recientes, llegados de la Peninsula. En pate suresentimiento se derivaba de los conquistadores, de hombres como al Diaz del Castillo, quienes acusaron a la Corona de no haber sabido tecompensar adecuadamente sus heroicos servicios. En parte, se debié a la incapacidad de muchos criollos para aprovechar las oportunidades que les bfreciera la expansién de una economia de exportaciones basada en la mine- tia de la plata, el comercio transatléntico y la apertura de nuevas fronteras. Pero también expres6 las quejas de una dlite colonial a la que se le negaba fu derecho de cuna: el gobierno de su patria y el goce de los privilegios y los beneticios derivados del dominio politico. Los memoriales de este perio- do, dirigidos a la Corona, reteran anteriores quejas, y a la vez introducen fomas que habrian de obsesionar el espiritu criollo hasta la llegada de la Independencia, La continuidad entre las ambiciones y las quejas de los conquistadores y Jos criolios puede observarse, mejor que en ninguna parte, en un memorial de 1599 presentado por Gonzalo Gémez de Cervantes, quien abiertamente lia “una general y perpetua distribucién de indios a los hijos, nietos y 0 descendientes de conquistadores y primeros colonizadores”. Los ‘neomenderos debfan recibir titulos de nobleza, convirtiéndose en “sefiores "Silvio A. Zavala, La encominda indina, BP 3 Qa, ed, México, 1973), pp. 610-613. 323 au PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA spetuos con jurisdiccién civil y criminal”. Ademfs, debian venderse car- Pea publios ls eriollos, sobre una base permanene. Solo mediante esas Tada podan qua Pot ge scones orca aS fioles y mulatos. Mas positivamente, abis y Joa linajes” de la Nueva Espafia, y asegurarian la Prosperidad del pals, pues entonces estariafundada en “Ta virtud y nobleza de caballeros y fenilleshombres con vasallos’. Con sus fincas y sus ingresos protes dos Pos recess anaes Fe coir to lag rebcion a ‘asegurando as‘ala Nueva co al ya {jue “hombres fics y fincas hereditarias son la mejor defensa de los erence En suma, el proyecto de los conquistadores de establecrse como a ‘Ga feudal fue planteado, de nuevo y sin modificacién, més de una genera- ign después? of or lidad era decididamente distinta, pues la wal aad a deere ot Fo simple colonia; su gobierno y su riqueza se usaban para el répido enrique- ciimtento de inmigrantes y de intermediarios, en lugar de preocuparse Por fos intereses creados de los que alli nacfan. Cada virrey Hevaba consigo un vasto séquito de parientes y de clientes, alos que instalaba en los cargos piblicos, nombrando a sus favoritos como corregidores sin omar en cu Elya viejo clamor de los criollos por tales cargos. Sin duda, los funcionarios reales aprovechaban su influencia para obtener especulaives concesiones de tierras que les dejaban pingiies ganancias, y regresaban a Espafia Ys hrechas sus fortunas. Més pericioso ain era el dominio de los mercaderes enla vida econdmica, predominio ejrcido en detrimento de terratenientes y de mineros. En realidad, silos hombres decidian volver a Espatia en cua habian obtenido la riqueza, ello era en gran parte porque “no hay nada en «que emplear sus haciendas que sea permanente, fuera de la mercancia", Agricultura estaba en decadencia, pues “Ios que tienen haciendas en el campo las abandonan porque no pueden encontrar a nadie a quien pug, ran confiarlas’. Los mineros se veian oprimidos por los funcionarios del tesoro y la explotacién de los mercaderes, por lo que pocos de los rend rientos que an a la industria minera eran pa ls responsa de la produccin de la plata. El resultado era que los exparioles inmigrant solian entrar en el comercio, prefiriendo vender articulos en las calles poner pequefas tabernas que dedicarse a la agricultura o a la mineria, {érmino del siplo xv, afirmé Gomez de Cervantes, “est claro que dineros hallen en poder de mercaderes tratantes, que no en gente ciudadana y- noble... Los que ayer estaban en tiendas y tabernas y en otros oferciciog tiles, estén hoy puestos y constituidos en los mejores y més califcados Glos dela tera, y los eaballers y descendientes de aquellos que la conquis: taron y ganaron, pobres, abatidos, desfavorecidos y arrinconados. 2 Gonzalo Cervantes, a vida conic soil de Nuen Epa fala glo spol Altes Maria Coto nc 1960, pp. 782,132 ‘Pbid, pp. 91-94, 101, 117-118, 122-126, 132, 184-185, {LOS PATRIOTAS CRIOLLOS 25 realidad, los oidores mismos de la Audientia y otros magistrados que lle- garon de Espafia sin otros medios de vida que sus salarios oficiales, com- petian por conquistar la mano de las hijas de ricos comerciantes, mientras ‘que, en contraste, las hijas de los hidalgos criollos buscaban refugio en los conventos. La beneficiaria dltima de este sistema era la Iglesia, que aument6 continuamente en tiqueza y nuevas fundaciones. Gémez de Cervantes advirti6 con respecto a la escala de las posesiones de los agustinos y domini- cos, y ¢ maravill6 ante la rapidez con que los jesuitas habian procedido a adquirir cadenas enteras de haciendas. Ademés, todos los jévenes criollos de buena familia se educaban en colegios jestitas de la ciudad de México y de Puebla, con el resultado de que nadie deseaba seguir la profesién de Sus padres sino que antes bien querian todos dedicarse al estudio de las letras para prepararse lo mejor posible a ingresar en el sacerdocio y en las 6r- denes religiosas. En sus propuestas de una asignacién permanente de las encomiendas, ‘Gomez de Cervantes claramente no pensaba en un sencillo retorno al siste- ma posterior a la conquista, pues reconoci6 que en el curso del siglo habian desaparecido cerca de nueve décimas partes de la poblacién indigena. La dificultad consistia en encontrar los medios de proteger los restos que sobre- vivian contra las depredaciones de vagabtundos espafioles, al menos 1000 de ellos, que asolaban sus poblados. Al mismo tiempo, mulatos y negros do- minaban cl pequefio comercio y también deseaban explotar a los infortuna- dos aborigenes. Los indios también eran maltratados por los capataces de Jas haciendas a las que eran consignados por el repartimiento de labor. Pero ‘Gémez de Cervantes defendié la necesidad de las levas de trabajos forzados por motivo de que, sin esa compulsién, los naturales no trabajarian para los espafioles; y sin la mano de obra india, las haciendas no producirfan, y habria hambre en el reino. Sea como fuere y pese a los alegatos de los frailes, el maltrato no habria sido una de las principales causas de la despoblacién de los indios, resultado en gran parte de las periédicas enfermedades epidémicas.« Después de todo, Tlaxcala como aliada de los conquistadores habia quedado exenta del tributo y de las levas de trabajo y, sin embargo, ha- bia sufrido casi la misma pérdida de poblacién. En tanto que Gémez de Cervantes presentaba sus argumentos en una Pos 3 conc, Baltazar Dorantes de Carranza, en su Sumaria vlan de lis cosas de Nueva Espafa (1604), invocaba la poesfa y la ret6rica en favor de la causa criolla. El propésito de su memorial era offecer tna lista comple- ta de los conquistadores de México, junto con una descripcién de sus des- endientes. Los hechos eran draméticos. De los 1326 conquistadores origi- hales s6lo habfan surgido 196 familias, que en 1604 comprendian unos 934 Iniembros varones, que cubrfan cuatro generaciones. Obviamente, este uadro no inelufa a los hombres que se habian ido a otras provincias 0 habian retornado a Espafia para establecerse en la Peninsula. Lo que la lista ponfa en claro era que, aun cuando algunas familias habjan adquirido gran 4 Doi, pp 99-110, 124, 137.138. 326 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA riqueza, muchas subsistian en modestisimas circunstancias: su posici6n ain tera sostenida por los ingresos de sus encomiendas. Sin embargo, en contras- te con Gomez de Cervantes, Carranza reconocfa que "para el repartimiento yy perpetuidad de los indios esta cerrada la puerta y perdida la esperanza”. Lo tinico que podia esperarse era la extensi6n de las encomiendas por una ‘cuarta generacién antes de su confiscacién final por la Corona. La principal ‘esperanza de los criollos, declaraba, estaba en 10s cargos piblicos, especial- ‘mente en nombramientos de corregidores$ En realidad, un propésito de su cuadro de familia era permitira los virreyes distinguir entre los descendien- tes legitimos y los ilegitimos de los conquistadores: estos siltimos serian cexcluidos de tales cargos, especialmente porque muchos eran mestizos. ‘Como muchos otros eriolios de ese periodo, Carranza lament6 el répido cenriquecimiento de los inmigrantes llegados de Espafia, pues su monopolio ‘comercial es procuraba a la vez riquezas y honores. Observé con sora, que cl espafiol mas pobre a su llegada al Nuevo Mundo, se daba aires de noble y reclamaba preferencia sobre los criollos; y ct6 los versos de Mateo Rosas de ‘Oquendo, poeta peruano, en el sentido de que hombres que en un tiempo habian vendido baratijas y alfileres en las calles eran ahora tan ricos como Jos Ficar, los principes mercaderes alemanes, y recibian titulos de nobleza. La amarga sensacién de desplazamiento, para no decir de desheredamiento ue tal especticulo provocaba entre los descendientes de los conquistadores ihe expretado por carranza en una apasionada retéria cuando exclamé: "Oh Indias: madre de extrafos, abrigo de forajidos y delincuentes, patria comin a los innaturales, dulce beso y de paz a los recién venidos... madras- tra de vuestros hijos y destierro de vuestros naturales, azote de los pro- ios..." En realidad, fa incapacidad de los conquistadores para obtener de ‘Corona el gobierno prctico de los paises que habjan luchado por poseer, dlejpba a sus hijos y herederos expuestos a la competencia de los funcionae tos reales y de las nuevas oleadas de colonos. De este modo, las quejas de los criollos iban dirigidas a la Corona y en contra de los recientes inmi- grantes de Espaiia, sentimientos que recibieron lapidaria expresién del cro- nista peruano Antonio de la Calancha, quien afirmé que “los nacidos en ella [Peri] son ‘en st patria; los advenedizos son los herederos de sus ila egien eee run Esai peninsular? PeXo contento con expresar las quejas desu clase, Carranza también ofreié reflexiones sobre la historia de los indios de su pais y cit6 versos de una xya inconclusa sobre la conquista, escrita por el poeta criollo Francisco ce ertazas. Ademés,ct6 secclones de la Apolagética historia sumaria, de Las Casas, empleando sin duda el ejemplar depositado en el convento dominico de la ciudad de México. En este caso, lo notable es el orgullo con que Cax rranza describié la grandeza de México-Tenochtitlan, ciudad fundada en 5 ttazar Doranes de Carranza, Samar rac de lt cont det Maco Epa, Jo Maria de Agreday Sanchez (Mexico 1902, reimp. 197, pp. 17-2, 234,258. id. pp it Calan Crimi, 164 LOS PATRIOTAS CRIOLLOS a7 1318, y que, a la llegada de los espafioles, incluia mas de 50000 casas 0, calculaba Carranza, més de un millén de habitantes. Aftadia: “Hallamos todas estas tierras universalmente tan llenas de gente, que en todo el mundo parece que nunca se vio ni hallé tierra ni tanto poblado ni donde més el linaje humano se multiplique.” Tal era un aumento, afirmaba Carranza, que en gran parte se derivaba de la simple clemencia del clima, vision del ‘Nuevo Mundo que tomé de Las Casas. ‘Aunque fuera hijo de conquistador —su padre habia acompafiado a Niifiez Cabeza de Vaca en su peregrinacién por la América del Norte—, Carranza mostré un enfoque ambiguo a la conquista, y esta ambigiiedad habia de caracterizar muchas evaluaciones que los criollos harian del hecho. Desde luego, saludé a Cortés como un segundo César y cité un pasaje de ‘Terrazas en que el conquistador es aclamado a la manera franciscana, como otro Moisés. Pero también hizo eco a la queja de Bernal Diaz de que, aunque Cortés no tardé en enriquecerse, en cambio descuidé los intereses de sus hombres. Ademis, reprochaba a los conquistadores su crueldad para con los indios, especialmente las matanzas de Cholula y de Tenochtitlan y de la fies- ta de Huitzilopochtli, sefalando a Pedro de Alvarado como “cruel, aspero y codicioso”, Por contraste, clogiaba a Cuauhtémoc como “hombre valerosisi- mo”. Aungue aceptara la version de Gémara de que Santiago y la Virgen Maria habfan aparecido en batalla para ayudar a los espafioles, lament6 la pérdida de vidas indigenas, calculando que cerca ce 40000 naturales habfan perecido durante el sitio final de Tenochtitlan, Exclamaba: “predicar Evan- elio con la espada en la mano y derramando sangre, es cosa temerosa.” En realidad, ¢no podian explicarse en parte la decadencia del destino y las, familias de los conquistadores por castigo divino, por sus participaciones en tales hechos? Las tierras y los bienes arrebatados a los indios no habjan resultado de valor duradero, ya que “bienes asi adquiridos, todos se desha- cen como el humo y como la sal en el agua’? Lo que aqui encontramos es el testimonio de un distanciamiento emocional de los criollos ante la con- quista, rechazo_ .sado por una creciente simpatia hacia los indios. Asi, 1 legado de Las Casas llev6 a cronistas criotlos como Dévila Padilla y Dorantes de Carranza a cuestionar la justicia de la conquista y a afirmar quie la sociedad colonial vivia bajo la maldicién del Cielo. Si las solicitudes de una renovacién de las encomiendas provocaron toda una serie de reflexiones generales sobre el estado de la sociedad colonial, la reciente lucha por el dominio de las érdenes mendicantes, por entonces en su apogeo, produjo una serie de acusaciones y contraafirmaciones que gra- ‘yemente envenenaron las relaciones entre los espafioles de Europa y los de América. En su biografia de Mendieta, Torquemada ineluyé una carta en ge 8 8 viejo menior habia propuesto ol eslablecimiento de una herman lad dentro de la Provincia, todos cuyos miembros jurarian votar, en todas * Carranza, Sumaria relacén, pp. 8-10, 47-86, véase Ernesto de la Torre Villar, “Baltazar Dorantes ce Carranza y a Sumarsrelacién’, en Diaz-Thome, Estudios de histrigraia, paginas 2-202. Carranza, Sumariarelacon, pp. 1725, 42, 96-98, 13-118,

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