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LUCIANO GALLINO DICCIONARIO DE SOCIO | = * | ; & ABCDEFGHIJKLMN NOPQRSTUVWXYZ siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 218, DELEGACION COYOACAN, 01310, MEGEO.DF siglo xxi editores argentina, s.a. TUCUMAN 1621, 7 N. C10S0RAG, AUENOS AIRES, ARGENTINA edicion al euidado de alejandro reza portada de maria Iuiss martinez passarge primera edicién en espaftol, 1995 tercera edicion en espaol, 2008 © siglo xxi editores, sa. de ev. isbn 968-23-1742-8 primera edicién en italiano, 1978 Ecgunda edicion en italiano, revisada y corregids, 1983 ‘© 1983, unione tipografico-editrice Lorinese, turin ishn $8-02-03850-3 titulo original: dizionario de sociologia derechos reservados conforme a fa ley impreso y hecho sn mexico/printed and made in mexico aburguesamiento del proletariado. v. OBREROS, C; PROLETARIZACION, C acclén social (al. soziales Handel action sociale; ing). social action; azione sociale) A. Secuencia intencional de actos con senti- do que un sujeto individual 0 colectivo (a menudo designado como “actor” o “agen: te”) Heva a cabo escogiendo entre varias al- ternativas posibles, con base en un proyecto concebido anteriormente pero que puede evolucionar en el transcurso de la misma a., con el fin de conseguir un objetivo. o bien de transformar un estado de cosas existente en otro estada mas agradable, en presencia de una determinada situacién (v:) —compuesta por otros sujetos capaces de a. y reaccién, normas y valores, medios y técnicas operati- vas utilizables para tal fin por parte de obje- tos fisicos—, la cual es tenida en cuenta conscientemente por el sujeto en la medida en que dispone de informaciones y conoci- mientos al respecto. El concepto de a. social ¢s histérica y analiticamente contrario al de comportamiento social (v.); uno y otro se en- contrardn en el concepto de interacelén (v:). B. Las razones, las causas, los motivos, el sentido de Ja a. humana, sus relacioncs con la voluntad y la responsabilidad, con las ne- cesidades y los deseos han sido estudiados en detalle por la filosofia desde los tiempos de Aristoteles (cf. Care y Landesman, 1968). Sin embargo, cs necesario llegar a la filoso- fia politica del siglo xvu para encontrar los primeros andlisis sistematicos dela relacién entre la a. humana, con sus diversas deter- minantes y caracteristicas, y la estructura de la sociedad, del gobierno, del estado, de 1 de una teoria de la a. social. Para Hobbes, la a. humana est4 guiada tinicamente por las pasiones, tiene como fin inmediato la con- quista del maximo poder, y para tal fin se sirve de los medios més eficientes a su al- cance, © sea la fuerza y el fraude. El inci- piente estado de guerra de todos contra to- dos que de ello deriva encuentra remedio solamente en un pacto social y cn la consti- tucién de un gobierno fuerte y soberano que monopolice el uso de la fuerza y castigue a los transgresores. Mas que en lu necesidad de una funcidn represiva por parte de un go- bierno, Locke puso el acento en el incentive de las ventajas que la asociacién, ¢l contrato social, proporcionan a cada uno, imputando asi al hombre no sélo —como Hobbes— la capacidad de lograr racionalmente sus fi- nes, sino también la de sacrificar los intere- ses inmediatos en favor de objetives mas ge~ nerales. El utilitarismo ha representado otra aportacién importante en el desarrollo de la teoria de la a., tratada por primera vez en clave especifica. Para Bentham (A table of the springs of action, 1817; Deontology or the science of morality, 2 vols., 1834, postumo), Jas dnicas fuerzas en condiciones de motivar Jaa. humana son la basqueda del placer y la huida de! sufrimiento; la anticipacién de las consccuencias agradables o dolorosas es el mecanismo que lleva a escoger una a. en lu- gar de otra. En la economf{a clésica un tema utilitarista similar se estaba claborando como centro de una teoria dirigida a explicar conjuntamente ya sca cl comportamicate del 2 ACCION SOCIAL, homo oeconomicus, productor y consumidor, ya scan los mecanismos a través de los cua- les su comportamiento “egoista" se trans- formaba en un beneficio colectivo. EI racionalismo politico del siglo xvu, el utilitarismo y la economia clasica tienen en comiin un componente positivista ¢ indivi- dualista, o sea la propensién a imputar al in- dividuo un conjunto de cualidades connatu- rales a ¢l c inmutables, independientes de las estructuras sociales. Dado este plantea- miento, el perfeccionamiento de la teoria de la a. podia venir solamente o de la introduc- cién de cualidades antes no consideradas como habia hecho Bentham con la “huida del sufrismicnto”—, o de un estudio mas pro- fundo de los resultados derivados de la com- binacién inconsciente de innumerables ac- ciones individuales, como habian intentado hacer Smith y Ricardo. En ambos casos, laa. humana resultaba estercotipada, incapaz. de transformarse, de cambiar con el tiempo; mas adn, se exclufa formalmente que esto pudiera ocurrir. Seran Saint-Simon, y en la misma linea Marx, aun prefiriendo en lugar del térming “a,” ¢l mas genérico y compren- sivo de prdctica o praxis, los que van a histo- rizar de modo definitive la teoria de la a. —convertida en estos autores en verdadera- mente social, o sea, movida por un proyecto dirigido a otros sujetos— colocando la mis- ma a. en el contexto del desarrullo historico de las sociedades, El significado que el agente atribuye a la a., sus preferencias por el uso de determinados medios, la eleccién del objetivo, son todos ellos elementos histéricamente condicionantes, que cambian de una épaca a otra, reflejandose en ellos la estructura de las principales relaciones econémicas y poli- ticas existentes en un determinado estadio de desarrollo de una sociedad dada. Para ex- plicar una a., es necesario por ello analizar no solamente sus diversos elementos —cl ac to, los medios, la situacion presente, el obje- tivo— sino también el contexto en el que el sujeto y sus motivos se han ido formanda. En Las reglas de! método sociolégico (1895) Durkheim analiza cl lado institucio- nal de la a. social, observando que todo suje- to se encuentra vineulado en su accién con actos, normas (v.), representaciones colecti- vas que preexisten y lo confrontan con su objetividad de hecho, “como si fueran co- sas” (v. hecho social). El poder normativo y constrictivo del ambiente social se manifies- ta ya sea en la ineficacia de las a. que no son adecuadas, ya sea en las sanciones que afec- tan a aquellas a. que violan las normas vie gentes. Pareto, que empezd come economis- ta, dedicd gran parte de su Tratado de socialogia general (1916) al andlisis de las a. “légicas” y“‘no légicas”: se da “el nombre de acciones lOgicas alas acciones que unen légi camente las acciones con el fin, no sélo res~ pecto del sujeto que lleva a cabo las accio- nes, sino también respecto de aquellos que tienen conocimientos mas amplios... Las otras acciones sc Hamaran no légicas, lo cual no quiere decir que sean ilégicas” (Tra- tado, par. 150). En resumen, son Idgicas aquellas acciones en las que el fin objetivo es idéntico al subjetivo; no logieas, aquellas en las que cl primero dificre del segundo. Entre las a. logicas, se han de incluir obvia- mente la mayoria de las a. estudiadas por la economia politica, pero también muchas “o- peraciones” militares, politicas, juridicas, cientificas, artisticas, La clase residual de las a. no Iégicas queda practicamente exter- minada, y la categorizacién intentada por Pareto en cuatro tipos, segtin tengan abjeti- va 0 subjetivamente un “fin logic”, es de poca utilidad para profundizar en el andlisis estructural y dindmico de laa. social (v. resi- duos y derivaciones). Un salto decisivo de ca- lidad en este sentido se produce con la obra de Max Weber. En Econamta y sociedad (1922) Weber presenta una tipologia de la a. social que representa un primer paso decisi- vo hacia 1a transformacién de peculiares formas historicas de a. social cn categorias analiticas utilizables para “comprender”* todo tipo de a., cualquiera que sea la ¢poca ola sociedad en Ia que se desarrolle. Weber habla de “determinantes” (o motives, en el lenguaje contemporanco) dela a. social y ba- sandosc en ellos distinguc cuatro tipos fun- damentales de a.: a] determinada de modo racional respeeto de wn fin: b] determinada de modo racional respecto de un valor, cuales- quicra que sean las consecuencias; d deter- minada por la afectividad, o sea por el pre- dominio del sentimiento inmediato; dj deter- minada por Ia tradicién, o sea por los habitos adquirides (Weber, 1922; ed. it. 19682, vol. 1, p. 2iss.). La operacién intciada ACCION SOCIAL 3 por Weber fa completa Talcott Parsons en La estructura de ta accidn social (1937) y en varias obras posteriores (Parsons, 1951; Par- sons y Shils, 1951). Enlas obras de Marshall, el economista neoclisico, de Durkheim, de Pareto y de Weber, Parsons descubre con- vergencias sustanciales en la direccion de una tcorfa unitaria de laa. social que supere las aporias propias del determiaismo positi- vista, del hedonismo de los utilitaristas y del voluntarismo de los idcalistas. La formula: cién actual del concepto de a. social se debe, mas que a cualquier otro autor, al trabajo de sintesis de estos clasicos —a los que mas tar- de se aiiade Ténnies— Wevado a cabo por Parsons. Sin embargo, su intento de tipifica- cién de todas las formas posibles de a. so- cial, especialmente en El sistema social (1951) y en otras obras de aquel mismo pe- riodo mediante una obsesiva integracién, desarrollo y permuta de las cuatro catego: rias weberianas —la racionalidad instru- mental, Ja racionalidad moral, la afcctivi- dad, la adhesién a la tradicion, mas las categorias toenniesianas de comuntdad (v.) y sociedad (v.)— ha sido considerado por la mayoria como un fracaso, por dos razones. La primera es que estos tipos se refieren exclusi- vamente a las a, sociales institucfonales, 0 sca. aquellas normativamente reguladas 0 acepta- das por la mayoria, que constituyen “sistemas de a.” estables, excluyéndose asi del andlisis sociolégico muchisimas a. de la misma impor- tancia social que las institucionales y sistémi- cas; la segunda, que dichos tipos son en gran medida inaplicables en la investigacion empi- rica, porque no tode “tipo” de a. social tiene sentido si no va acompaiiado del examen de la situacién en la que se desarrolla. Decir, por ejemplo, que una determinada a. esté marca- da por el predominio de la afectividad (la al- ternativa afectividad/neutralidad afectiva es uno de los “dilemas” de la a. claborados por Parsons con base en las tipologias weberiana y toenniesiana) no significa nada si no se es- pecifica que es o no es apropiada para una si- tuacién dada, provoca o no ciertas consecuen- cias, etc; pero esto solamente puede hacerse con un andlisis contingente de todos los ele mentos de la a. social (v. variables estruc- turales). El primer texto de sociotogia en cuyo titulo aparece el término a. social —Social actions (1936), de Florian Znaniecki, coautor del Can pesino polaco— habia precedido en un afio a Ia obra de Parsons. Znaniecki polemizaba por un lado contra la concepeién determinista —ciertamente ya superada en aque! ticmpo—, segin la cual el agente se presenta “empuja- do” por fuerzas individuales o ambientales que hacen insignificante su voluntad; por el otro, contra Ia concepcién teleolégica segin la cual el agente se imagina a priori un objetivo neto y definido, y por lo tanto cscoge los me dios mejores para alcanzarlo, de modo que pa- rece “'jalado” por él. A esta concepcién Zna- niecki contraponia una concepciéa “creativa"™ de laa. social, segiin la cual ésta se caracteriza por la formacién gradual de un propésita que se realiza a medida que se va formando. La afinacién ulterior del concepto de a, social se debe sobre todo a un critico literaria, Kenneth Burke, y a un filésofo, Alfred Schutz. En The grammar of motives (1945), Burke utiliza una serie de cinco términos dramaticas —agente, acto, escena, instrumento y proposito— simi- lar en sustancia a la serie de elementos en los que se descompone actualmente la a. social desde el punto de vista sucicligico (v. la defi- nicién en A), para mostrar cémo la mayor par- te de las cscuclas filoséficas y de las doctrinas politicas se distinguen segin el peso que dan a.unou otro término como determinante dela a. eocial (asi, por ejemplo, el peso atribuido por el marxismo alas “condiciones materiales de la existencia” para la formacién de la con- cia social muestra que éste considera de- terminante la “escena”, Ia situacién externa del actor), y de la relacién dialéctica que esta- blecen entre todas los términos del quinteto de clementas. Schutz, uno de los mas impor- tantes investigadores de Husserl, emigrado de Austria a Estados Unidos en el periodo nazi, ha profundizado especialmente, en clave feno- menolégica, las condiciones de la intersubjeti- vidad de los significados, sin la cual un agente no estd en condiciones de prever cdmo ser acogida su accién por los otros, ni de interpre- tar el sentido de las acciones de los otros (Schutz, 1962, 1964). La a, social representa uno de los concep- tos fundamentales de la sociologia, y, ademas de los autores citados en este perfil histérico por la influencia de su obra, practicamente to- dos los sociélogos contemporancos han con- tribuido a formarlo y de alguna manera lo han 4 ACCION SOCIAL utilizado, Queda por lo tanto fuera de lugar clasificar, como se hace, par ejemplo, en la historia de la sociologia de Don Martindale (1960), entre las “escuelas” o las “orientacio- nes” de la sociologia, la tcoria de la a. social, ya que esto nos Ilevaria a incluir o a excluir, a nuestro gusto, a la mayor parte de los socié- logos de este siglo. Sin embargo, ¢s cierto que el uso preferencial de esta teoria, en lugar de la teoria del comportamicnio, califica global- mente a la sociclogia no neopositivista. CC. El niimero, la complejidad y la variedad de as a. sociales hace poco provechosos los in- tentos para dar una clasificacin sistematica una tipologia de alguna manera exhaustiva, como demuestra de manera ejemplar el fraca- so de Parsons. Nos limitaremos por lo tanto a sefalar que ademas de la distincién entre a. sociales institucionales (reguladas por normas sociales ampliamente aceptadas c interioriza- das, ¢ integradas entre si de mancra que for- men sistemas de a), y no institucionales, es til la distincién entre a. sociales reproducti- ws, que manticnen un sistema social o cultue ral en las condiciones actuales, ¢ innovadoras © creativas, dirigidas a transformar més 9 menos radicalmente el mismo sistema; unas y otras pueden tener mas o menos carActer ins- titucional. En csta perspectiva, una de las for- mas principales de a, social es el trabajo (v.), Ia actividad o praxis productiva, en las forma- ciones econdmico-sociales (v) capitalistas y socialistas, ya que, aun desarrollandose —en tales formaciones— dentro de un marco insti- tucional, éste tiene un caracter continuamente innovador ¢ induce en las estructuras socio- culturales tensiones transformadoras (v. mode de produceién, D, E) En ausencia de tipificaciones eficaces, todo intento de interpretar una a. social en proceso de desarrollo, de explicar una a. pasada, o de prever una a. futura, debe partir de un and- lisis contingente (x. campo, teoria del). Este se dirige en sentido diacronico a lo largo de estas lineas: 4] Formacién del sujeto. Si se trata de uno ode més individuos, esto comporta el examen de sus necesidades (v) y de sus preferencias cognoscitivas, afectivas y valorativas (v. valo- res), incluidas las preferencias negativas (las que el sujcio percibe como costes), cdmo se han ido desarrollande en el transcurso del proceso de socializacion (v}), en relacién con una determinada cultura (v.); si cl sujeto es co- lectivo (un grupo, una clase social), se trata de establecer su composicién interna, el tipo de organizacién, el grado de integracién es- tructural e ideoldgica, el sistema de comunt- cacién (v.) —en una palabra, valorar su capaci- dad de actuar como sujeto unitario. b) Estado de la situacién (v) tal como apa- rece ante el observador: coagentes, antagonis- tas y “testimonios”, relaciones de fuerza del sujeto agente con todas ellos, coaliciones en acto 0 posibles entre las diversas partes, fac- tores sociales y culturales (leyes, normas [vJ, costumbres, valores, mecanismos de control social (v.]) que establecen vinculos de la a. so- cial, medios materiales y técnicas operativas disponibles, factores materiales que condicio- nan la a. (por ejemplo, la distancia fisica entre las partes, el tiempo necesario). ¢] Las informaciones y los conocimientos que el sujcto posce en los diversos aspectos dela situacién, ya que éste puede valerse so- lamente de aquellos clementos de cuya pre- sencia y disponibilidad esta informado, y de aquellas Icyes de conducta, de personas y co- sas, que él conoce (la disparidad entre situa- cién como se presenta al observador y como se presenta al sujeto puede ser muy grande —siendo la segunda Ja que determina la a. de aquéllos y se reconstruye por lo tanto desde su punto de vista). d] Dimensién (calidad, magnitud, duracién) del objetivo que el sujeto se ha prefijado. €) Articulaci6n del proyecto (plan, estrate- gia) que el sujet ha formulade al principio, con las modificaciones intreducidas en el transcurso de la accion. f) Secuencia de los actos ya cumplidos, para establecer de qué modo éstos cierran alternativas antes abiertas y abran otras nuevas. Estos diversas elementos son suscepti- bles de integrarse entre si, por medio de una tinica proposicién “legal”: cualquier sujeto acttia en presencia de las oportunidades que descubre en una determinada situacién para mejorar Ia relacion entre la suma de los va- lores que atribuye a los bienes (materiales e inmateriales, como el prestigio, la autori- dad, ef poder) que en aquel momento posee, y la suma de los costes (valores negatives: cargas de cualquier tipo, fatiga, privaciones, ACULTURACION s sentido de molestia © indignidad, etc.). La definicién de lo que es un “bien'” y lo que es un “costo” para un sujeto depende, como se ha dicho, de sus preferencias culturalmente adquiridas, csto es, de su formacion como sujeto. BIDLIOGRAFIA: P. Ansart, Marx y el anarguismo (Paris, 1969), Barcelona, Barralt, 1972; K. Bur- ke, A grammar of motives, Nueva York, 1945, 19622; N.C. Care y C, Landesman (comps), Rea- dings in the iheary of action, Bloomington, 1968; E. 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Raramente se usa con un significado distinto, como el de transmisién de contenidos culturales de una generacion a otra; en este caso, que es sindénimo de so ‘clalizactén (v.), es mas correcto hablar de in- culturacién (v. cultura). B. Seguin Herskovits (1948), uno de los pri- meros lugares en que aparece el término a. es un estudio del etnloge norteamericano IW. Powell sobre las lenguas indigenas, pu- blicado en 1880, en el cual significa el “pri tamo" de palabras y sonidos que una lengua toma de otra. Entre los cinélogos alemanes de los primeros decenios del siglo xx, el tér- mino aparecia para designar la “acomoda- cin” entre dos culturas (v, adaptacién). El interés por el concepto y la difusién del término crecieron en el periodo comprendi- do entre las dos guerras mundiales a causa de los problemas sociales y politicos que fueron surgiendo en los paises africanos y asiiticos objeto del colonialismo europeo. En tal contexto el término a. designaba mas ‘9 menos implicitamente la aceptacién y la reformulacién de rasgos de la cultura euro- pea por parte de los pueblos de las “colo- nias”, asi como de los indigenas de América, “colonizados” cn su patria. Esta asimetria de la relacion, entendida, en los primeros es- tudios sobre la a., como relacién entre una cultura “débil", si no “inferior, que necesa- riamente acoge rasgos de una cultura ““fuer- te” o “superior”, se reflejé en toda Ia histo- tia posterior del término, hasta las recientes eriticas planteadas por parte de numero- sos antropélogos ¢ historiadores (Dupront, 1966). Aun con tal herencia negativa, el 1érmino a. ha parecido hasta el momento dificilmen- te sustituible, ya que las alternativas pro- puestas —come “contacto entre culturas"" y “trasculturacién”— presentan inconvenien- tes todavia mayores. Ante las acusaciones de etnocentrismo formulados en su contra, va 6 ACULTURACION surgiendo sin embargo en los estudios an- tropolégicos, sociolégicos ¢ histéricos un significado mas equilibrado del término, como de proceso “de doble sentido” a través del cual Jas culturas en relacién sc modi can reciprocamente. Sin que por ello se ig- nore qué la cultura de un pueblo sometido militar, politica o econémicamente se modi. fica bastante mas que la del pueblo domi- nante, cl término a. puede ser usado hoy para designar no sélo la relacién entre las culturas curopeas y las africanas, asidticas, ocednicas, americanas, sino también las re- laciones entre las culturas internas de los cinco continentes. Esta generalizacién del significado de a. permite la recuperacién, para el andllisis antropolégico y sociolégico, de un gran mimero de estudios histéricos y literarios sobre las relaciones entre culturas curopeas; véase por ejemplo 1a moda de Ia cultura francesa en la Rusia prenapoleéni: ca, la difusion de la cultura juridica y admi- nistrativa francesa en ¢l transcurso del siglo xtx, la anglofilia francesa e italiana, la nor- teamericanizacién de Europa después de la segunda guerra mundial, etc., procesos to- dos ellos que se configuran precisamente como procesos de aculturacién. Los proce- sos de a. sc integran en el marco mas amplio de Ios procesos de cambio social y cultu- ral (v). ©. Un ampli lugar en la discusisn de los fe- némenos de a., especialmente en el periedo en que prevalecia el significado “asimé- trico” del término, tomé el problema del Ha- mado “punto cero”, entendido como el es- tado en que una determinada cultura se encontraba antes de tener comtactos con otras culturas, especialmente con la curo- pea. Tomado al pie de Ia letra, el problema del punto cero careceria de sentido, ya que cn los tiempos histéricos no existe virtual- mente ninguna cultura que no haya tenido contactos con otras y no se haya transforma- do de algin modo en el transcurso de los mismos. Esto exige, sin embargo, la necesi- dad de establecer de alguna manera una linea divisoria entre un periode de cambio cultural relativamente lento y homogéneo, y un periodo pasterior en el que el contacto con otras culturas acelera sustancialmente tal cambio, haciendo surgir distorsiones y conflictos en Ia cultura de referencia; el nombre de a. se deberia reservar sélo para este segundo periodo. Laa. no implica nunca a una cultura com: pleta, ni las rasgos de alguna manera impli cados en ¢l proceso se modifican simultanea- mente o del mismo modo. En todo estudio sobre la a. es necesario distinguir el ipoyla importancia estructural de los rasgos impli- cados, Para fines de clasificacion se puede hablar por lo tanto de a. técnica, artistica, lingitistica, juridica, religiosa, politica, Si bien la historia de las cul turas enseiia a des- confiar de las generalizaciones, existen mu- chas pruebas del hecho de que ciertos tipos de rasgos culturales son acogidos mas facil o rapidamente que otros; entre éstos la prio ridad corresponde ciertamente a la cultura técnica, Los instrumentos agricalas, los ve- hiculos, los utensilios para trabajar los meta- les, las t¢cnicas de cons truccion de los edifi- cios, etc., provenientes de una cultura ex- tranjera, se cuentan entre los elementos mas frecuente y rapidamente acogides por casi todas las culturas. En Ia determinacién del mimero, del tipo y de la relevancia estructu- ral, asi como de la rapidez de cambio de los rasgos implicados en un proceso de a., de- sempeiia una parte importante la relacién de fuerzas entre las sociedades en fase de in- teraccién cultural. Cuanto mas una predo- mina sobre la otra, como ha sucedido entre las naciones europeas y las sociedades afri- canas y asidticas reducidas a colonia en el transcurso de los siglos xvi y XIX, y como. sucede entre la parte vencedora y la perde- dora en una guerra, tanto mas intenso es el traspaso de rasgos culturales de la parte mas fuerte a la mas débil. Es necesario, sin embargo, distinguir entre los representan- tes de la sociedad mas fuerte que se instalan como estrato o clase dominante en la socie+ dad mas débil, y la sociedad originaria que ellos representan. La a. seré en todo caso mucho mas estrecha entre ellos y la socie- dad sometida dentro de Ia que se ubican, que entre ésta y la sociedad vencedora, a mi nudo muy lejana. En la sociedad “sometid: laa, entre dominadores y dominados puede proceder de manera tal que Ilegue a hacerse casi indistinguible, después de algunas gene- raciones, la cultura de los unos y de los otros. Los longabardos en Italia, los nar- ACULTURACION 7 mandos en Francia, Inglaterra y Sicilia, los 4rabes en Espaiia estan entre los casos his- téricos mas conocidos y estudindos en este sentido. Como se ha dicho, cualquier rasgo cultu- ral puede ser no solamente acogide o recha- zado en bloque, sino también modificado de diversos modos que favorecen su adapta- cidn a los rasgos de la cultura local. Muchas formas de sincretismo religioso —por ejem- plo, el vuda haitiano— reflejan precisamen- te la modificacién adaptativa de rasgos pro- cedentes de culturas extranjeras. D. Los dos factores m4s importantes de a. han sido la guerra, en todos los ticmpos, y, en el perfodo comprendido entre el siglo xvt y principios del xx, el colonialismo euro- peo. Las naciones derrotadas en general son inducidas por varies factores —-incluida Ia ayuda interesada de los vencedores para la reconstruccién del pais n forza- das, a acoger muchos aspectos de la cultura de la nacion vencedora. Muy tipica a este respecto ha sido la norteamericanizacion de Europa occidental y de Japén, después dela segunda guerra mundial, y la paralela rusifi- cacién de Europa oriental. Ademas del im- pacto directo subre la sociedad derrotada, la guerra ha sido y cs, aunque sélo sea como posibilidad, un potente factor de a. a través de la difusi6n, especialmente en los tiempos modernos, de las bases militares aun en las sociedades no directamente tocadas por ella. Muchas culturas y subeulturas del Pacifi- co, de Indonesia a Hawai, de las Marianas a las Filipinas, que estaban todavia relativamen- te préximas al “punto cero” en el periado entre las dos guerras, han sido sometidas a tumultuosos fenémenos de a. a causa de la difusién de las bases militares japonesas y norteamericanas. Otros factores dea. abjeto de examen por parte de socidloges y antrapélogos son el de- sarrallo econéinico (v.) de las sociedades pe- riféricas 0 dependientes; los movimientos migratorios internos e internacionales; el turismo de masas y los fenémenos de ¢s- peculacién local que lo acompaitan; las mo- dificaciones en la composicién demografica de una poblacién; los cambios de clima, al menos a largo plazo; la crisis de sistemas culturales y de Instituciones (¥.), como re- cientemente la escuela, bajo la presin de contradicciones y prestones internas y ex- ternas. E. Queda implicito en la definicién misma de a, que uno de sus efectos es el de acrecen- tar, en general, la heterogencidad de las cul- turas implicadas en el proceso. No quere- mos decir que tal heterogeneidad deba dar lugar en todos los casos a incoherencias sis- temiticas o a disonancias cognoscitivas, las cuales tienden de todos modas a reducirse a través de los mecanismos de adaptacin sin- crética ya mencionados. Pero ya que los siste- mas culturales no existen en el vacto, todos los fenomenos de a. tienen implicaciones ya sea en el nivel de los sistemas sociales (v.), ya sea en el nivel de la personalidad (v-). Si éstos son muy rapidos y difundidos, sera co- min encontrar sistemas y subsistemas so- ciales que se orienten basandose en defi ciones cognoscitivas, afectivas y valorativas parcial o totalmente diferentes de aquellas con base en las cuales se orientan otros sis- temas y subsistemas con los que los primeros estan en relaci6n de interaccién. Un individuo se encuentra asi pasando continuamente de una esfera cultural a otra; en tedo caso, no sélo lo que vale en una no vale en la otra, sino lo que es fuente de prestigio en una puede ser en la otra motivo de frustracién o de castigo. Este paso continuo de una cultura a la otra —por ejemplo de una cultura tecnolégica muy avanzada, durante él trabajo, a una cul- tura tribal en Ja familia durante el resto del tiempo, forma de “altermancia cultural’ muy coman en Africa se encuentra tam bien dentro de la personalidad del indivi duo, en Ia medida en que su socializacian primaria o secundaria, que corresponde ala interivrizacion de definiciones culturales, es también, a causa de los procesos de a. di- ferencial dentro de los que se desarrolla, he- terogénea, incongruente o disonante en sus diversos componentes (v. otro generalizado). El estudio de la psicologia de la a. fue inicia- do hace mis de cincuenta aiios por el antro- pologe aleman Richard Thurnwald (1932). BIBLIOGRAFLA: M. Alliot, “L’acculturation juridi- que”, enJ. Poirier (comp.). Ethnologie générale, Paris, 1968; RK. Beals, “Acculturation”, en A. L. Krocher (comp.), Anihropolagy today -An enc: 8 ACUMULACION clopaedic inventory, Chicago, 1953; A. Dupront, Lracculiurazione - Per un nuovo rapport tra ri- cerca storice e scienze umane (Paris, 1966), Tu- rin, 1966; G. Foladori, “El contacto cultural", en Revista Mexicana de Sociologia, xxxin (3), 1971; M. Herskovits, Acculturation: The study of culture contact, Nueva York, 1930, 19387; M. Herskovits, Man and his works, Nueva York, 1948; V. Lanternari, Antropologia e imperialis- mo, e altri sagyi, Turin, 1974, p. 1; M. Mead, Crescita di una comunita primitiva - Trasforma- zioni cultural’ a Manus, 1928-1953 (Nueva York, 1956), Milin, 1962; P. Mercier, “Le changement socialet culturel”, en J. Poirier (comp.), op. cit R. Thurnwald, "The psychology of accultura- tion”, en American Anthropologist, XxxIv, 1932. acumulacion (al. Akkumulation; fr. accumulation; ing]. accumulation; it. accumulazione) A. Proceso de crecimiento del capital (v) existente dentro de una empresa, un sector productivo 0 una sociedad, mediante la adi- cién de nuevas dosis de otro capital deriva- do del excedente neto de la pruduccién so- bre el consumo en un determinado perfodo (v. excedente). En el lenguaje de la economia positiva, laa. coincide con la inversion neta. La importancia socioldgica del concepto de a. deriva principalmente del hecho de que ésta implica siempre alguna forma de domi- nio, diversamente legitimado por una ideo logia (v.), de una clase o de un grupo dirigen- te sobre el resto de la poblacién en lo que concierne al monto del excedente que se des- tina a Ja a,, la tasa de ésta, los sectores eco- némicos o las secciones productivas en las que se debe concentrar a casta de otras, las clases 0 los estrates sociales que deben soportar el mayor peso, etcétera. La a. esta por esto estrechamente vincu- lada ya sea con el conflicto (v.) de clase, ya sea, mds en general, con la estructura del do- minio (¥.) cn una sociedad, La dindmica dela a. aparece ademds ligada a otros procesos sociales y culturales de importancia diver- sa para el conjunto de la sociedad misma y para sus diferentes componentes estructu- rales. B. La expresién ‘‘a, del capital” fue introdu- cida por los clasicos de la economia politica (Smith, 1776; Ricardo, 1817). Para estos au- tores la a. consiste en aftadir fondos de ori- gen diverso al fonda global ya usado en la produccién, o sea al capital fijo y circulamte —distincion establecida por Smith—, de ma- nera que el volumen global de éste crece y permite conseguir una mayor ganancia. Se- gan tal definicion, la fuente del excedente que se afiade al capital preexistente no tiene especial importancia; la existeacia misma del excedente se hace posible por el ahorro opor la parsimonia, o sea por el aplazamicn- to de un consumo; mientras que el capital se entiende genéricamente como el conjunto de bienes producidos y no consumidos hasta un. cierto momenta. La a, se configura asi como un proceso operante en todas las sociedades, en cualquier época; en la sociedad capitalista sucede simplemente que éste se acelera y se extiende. Una connotacién antropolégica re- surge oon clara evidencia en el pensamiento econdmico neoclésico. Marshall (1890; 19208) habla de a. de riqueza, no de capital, y estable- ce una linea continua entre la a. constituida en las sociedades antiguas por la construccién de edificios pablicos, especialmente de caréc- ter religioso, y 1a a, que toma forma a partir de nuevas inversiones por acciones en una sociedad moderna. En contraste con las anteriores definicio- nes, el marxismo entiende por a. principal- mente el proceso de crecimiento del capital en las sociedades capitalistas. Desde su pun- to de vista la a. no es otra cosa que el proceso de transformacion del plusvaler en capital. Deducida del plusvalor la cuota destinada a los consumos propios y eventualmente a otros usos improductivos, el capitalista se ve obligado a usar la parte restante para am- pliar el capital del que dispone, a sea el con- junto de los medios de produccién, y fortale- cerse en Ia lucha contra Ias empresas en competencia. Por este camino se establece una espiral en perpetuo movimiento hacia lo alto; el capital, el conjunto de los medios de produccién, genera plusvalor; una cuota del plusvalor amplia el capital, esto es, acre- cienta el volumen y el nivel técnico de los medios de producci6n; el capital asi amplia- do genera (no necesariamente en medida proporcional) una mayer cuota de plusva- ACUMULACION 9 lor, que sera asu vez convertida en nuevo ca- pital. Esta definicién de la a. cs sustancial- mente univoca en todes los autores que se remiten a Marx. Sin embargo, también en el ambito del marxismo, el significado del 1¢rmino cam- bia notablemente si s¢ toma como punto de referencia no el capitalismo en proceso, sino el capitalismo en sus origenes. En este caso se presenta el problema de la Iamada a. originaria o primitiva, La idea de que la acti- vidad de la empresa capitalista pueda ini- ciarse solamente después de que sc ha proce- dido a acumular un volumen adecuado de medios de produccién se encuentra de stibi- to con diversas objeciones. En primer lugar, “por qué cl surgimiento de la industria ca- pitalista tendria que exigir todo un periodo de acumulacién precedente?... No existe ningGn testimonio de capitalistas que prime- To hayan acumulado ruecas, telares, tornos, © existencias de materias primas en enor- mes almacenes, para el momento cn que, en tiempos de bonanza, no bubiera lo suficiente para hacer posible la produccién de fabri- ca” (Dob, 1946). Pero tampoco existen testi- monios que prucben que el flujo de dinero y de metales preciosos desde las colonias —sobre lo que ha insistide a menudo la his- toriografia marxista, viendo en ello un com- ponente esencial de la a. originaria(v. entre otros Baran, 1957)— haya sido cfectivamen- te invertido en empresas industriales en lu- gar de disiparse en amplia medida a través de gastos improductivos, ya sea por parte de los gobernantes de las colonias 0 por parte de los grupos que lo aprovechaban en Ia ma- dre patria. Se ha observado, ademas, que las zonas de Europa donde durante los siglos xv1y xvit afluyé m&s regular y voluminosa- mente el capital comercial —ias reptiblicas marinas italianas, Flandes, las ciudades anseaticas— no fueron los lugares donde se desarrollé ¢l moderno capitalismo indus- trial. Finalmente, en los inicios del capitalis- mo industrial el requerimiento de capital para dar vida a una empresa era probable- mente lo bastante bajo para permitir a mu- chas personas con ingresos limitados echar aandar sin ayuda externa, y por lo tanto sin necesidad técnica de una a. material prece- dente, una actividad empresarial propia (Bairoch, 1963). Para hacer frente a tales ob- jeciones, el concepto de a. originaria debe entenderse no come cl amontonamiente ma- terial dc los medios de produecién en manos de pequefios grupos de productores, sino como la creacién dc las condiciones sociales que permitiran efectuar y desarrollar tal amontonamiento. Este significado especial de a. originaria lo podemos descubrir ya en Marx, el cual 1a identifica en el proceso his- torico de separacién del productor respecto de los medios de produccién (Marx, 1867, |. }) Entre los contempordneos ha sido el his- toriador Maurice Dobb el que ha insistide en que “hablar de a. en sentido histérice signi- fica necesariamente hablar de propiedad de bienes, y de su transferencia, y no de la canti- dad de instrumentos tangibles de produccién existentes en un cierto momento”, Esta trans- ferencia debe sin embargo acompafiarse de una concentracién de titulos de propiedad bajo ef control de una minoria de personas; asi el término a., si se usa en perspectiva his- torica, designa la combinacién de ambos pro- cesos (v. Dobb, op. cit). C. En tltima instancia, la fuente real de laa. ¢s siempre el trabajo humano, ya que sola mente él es capaz de producir las dosis adi cionales de capital necesarias para acrecen- tar el existente. Esto presupone que el producto del trabajo no se gaste completa- mente para reproducir ya sea la fuerza de trabajo en un determinado nivel de clviliza- elén (v.), ya sean los medios de produccién consumidos o desgastados en el proceso produetivo, sino que se deje un sobrante o excedente o plusproducto de cierta enverga- dura, La presencia de los excedentes no ¢s, sin embargo, suficiente por si sola para cau- sar la a: es necesario ademés un sujeto eco- némico —un productar— en posicién tal que pueda habilitar dicho sobrante con un uso econémico, o bicn encuentre mas conve- niente adquirir un cierto excedente de otro productor que producirlo por si mismo. Esta condicién se verifica generalmente cuando el sector econémico, industrial 0 co- mercial del segundo productor esté menos desarrallado —en términos cualitatives o cuantitativos— que el sector correspondien- te al primer productor. Ademés de fundarse en la presencia de excedentes, la a. lo hace por lo tanto en dos condiciones necesarias: 10 ACUMULACION tre dos o m4s productores, o una desigual- dad paralela de las relaciones de fuerza en- tre los dos. Cuando se verifica una u otra condicién, 0 las dos, el exccdente puede cambiar de manos —siendo “valorizado"— y destinarse de esta manera a la acumula- ci Tanto en el campo capitalista como en el socialista la desigualdad del nivel de desa- rrollo se puede presentar, y se ha presenta- do histéricamente, ya sea entre unidades productivas, scctores econémicos o regiones de un mismo sistema econémico nacional, ya sea entre un sistema particular o super- sistema nacional y uno o més sistemas exter nos. En el campo capitalista, puesto que la transformacién del plusvalor en capital re- quiere que al menos una parte del exceden- te, cuya valor representa dicho plusvalor, sea vendido por dinero a alguien que no sea los trabajadores y los empresarios que lo han generado, la realizacion del plusvalor se efecttia sobre todo cuando un determinado: sujeto econdémice cree conveniente adquitir un determinado producto en lugar de produ- cirlo 4 mismo, situacién que se presenta precisamente cuando su grado de desarto- Ho, en lo que se refiere a dicho producto par- ticular, es inferior al del otro productor. En el campo socialista, un mecanismo similar se mantiene en movimiento mediante la pla- nificacién de los precios y de los intercam- bios entre diversas sectores, zonas 0 regio- nes. Sin embargo, si las relaciones de fuerza son favorables, el retiro del excedente 0 de su equivalente en plusvalor puede ocurrir ectamente, incluso contra la voluntad, por no decir Ia convenicncia, del sujeto me- nos fuerte. En el plano internacional esto ha sucedido, dentro del campo capitalista, y en perjuicio de las dveas precapitalistas, duran- te toda la época colonial; y, dentro del cam- po socialista, eu perjuicio de los pafses con- vertidos en satélites de la Unidn Soviética, al menos durante los primeros lustros después de 1945. Las implicaciones sociales y politicas de la.a.son claras si se tiene en cuenta que, con el fin de elevar el tipo de interés en medida suficiente para asegurar el funcionamiento regular de un sistema economic industrial- mente avanzade, 9, todavia mas, el paso de un sistema preindustrial a uno industrial, se requiere una contraccién relativa o absoluta de los consumos, o bien del nivel de vida. Esto lleva a subdividir los sujetos dela a. en dos grupos: por un lado, aquellos que deter- minan la naturaleza (privada o publica), la tasa de interés y los caminos de la a., los see- tores en que debe concentrarse, las regiones que debe favorecer, y que Hamaremos los sujetos actives de la a.; por el otro, aquellos que sufren como trabajadores o come fami- lias las consecuencias practicas de tales de- cisiones, y que Namaremos sujetos pasivos. En el campo capitalista, los sujetos aeti- vos son normalmente la clase dominante (v.), la clase politica (v.), las élites (v.) del poder econémico, los gobiernos en que se expresan tales sujetos; en el campo socialista han asu- mido una funcidn en muchos aspectos andlo- ga los 6rganos de gobierno en los que se fun- den poceres legislativos y poderes ejecu- tivos (por ejemplo el Presidium del Soviet Supremo en la ex URSS), la burocracia esta- tal —que puede definirse mas o menos como una nueva clase dominante— y el partido a la cabeza. En ambos campos los sujetos pa- sivas estin constituidos gencralmente por uno o mis estratos de trabajadores de uno u otro sector productivo, aun si en una pers- pectiva secular los campesinos (v.) son los que quizé parezcan haber soportado por completo el mayor peso de la acumulacién. Los poderes, la composicién, Ia identidad misma de los sujetos activos y pasivos de la a. cambian con el desarrollo de la sociedad (v, desarrollo social), con las vicisitudes del régimen politico, con las relaciones de fuer- za internacionales. Los caminos de la a. privada y publica se han modificado y complicado notablemente con el desarrollo econémico y social. El cami= no mas simple y directo de a, se da cuando una empresa privada determinada reinvier- te en mAquinas e instalaciones, ampliando el valor global, una parte del plusvalor que ella misma ha producido y realizado. Pero con la expansion y la difusiOn del ahorro, del crédi- to, de los seguros, de las inversiones estata- les y de los organismos que regulan esios procesos econémicos —de la banca a la bol- sa, de las sociedades financieras a las insti- tuciones centrales de emision—, cl plusvalor producido en una empresa o en un sector 0

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