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“Aquí a la sombra de la muerte, es difícil

pronunciar la última palabra.


Sólo diré, pues,
Sin decir
Nada más,
Nada más.”
Dokyo Etan

La realidad sin forma, el yo sin máscara

Vivimos en un más allá absoluto; la realidad que percibimos y que nuestro yo nos

muestra desde la egoidad, no es más que un acto de separación, es decir, que en esta

manera de vivir y de conocer, lo que percibimos son siempre cosas fuera de nosotros, en

pocas palabras, somos el centro del universo; el “pienso luego existo” de Descartes es el

más claro ejemplo de esta visión, un ser consciente, lo es porque su existencia es lo único

irrefutable; en este modo de ser, la egoidad es pues la “garantía” del ser, del yo, de la

existencia.

Como lo único que tenemos seguro es nuestra existencia, lo que solemos hacer es buscar

finalidades en las cosas, siempre esperamos encontrar la respuesta acerca de la

funcionalidad de los “objetos” que nos rodean; sin embargo la experiencia del yo es

siempre la experiencia del encerramiento, esto en dos sentidos: en primer lugar, el yo,

vive su encerramiento en las representaciones; la manera en la que se ve el mundo desde

la egoidad es, creando representaciones de todo en cuanto nos rodea, convirtiendo así el

conocimiento del sujeto en conocimiento de representaciones dadas por el yo

egocéntrico. El segundo encerramiento, que también se encuentra en el sujeto y en las

representaciones, es el de los “objetos” que el individuo se representa, pues lo que pasa

es que las cosas que nos rodean, para ser conocidas, necesitan un yo que las piense,

que las categorice, que las represente, el resultado de este funcionamiento de


representación es el de encerrar a las cosas en el conocimiento del yo, del ego, lo cual

nunca nos dirá realmente como son éstas, pues para conocer el mundo verdaderamente

debemos darle a todo en cuanto nos rodea la libertad de ser ellas mismas la libertad que

el yo egocéntrico no les puede dar.

Nishitani Keiji, tomando en cuenta esta manera del ver el mundo, nos habla de la otra

manera de ser, nos dice, que este sistema de representaciones debe ser borrado de

nuestra concepción, para poder así conocer la verdad del mundo, pero, de qué manera

hacer esto, en primer lugar se debe dar una paso más lejos de la duda cartesiana, es

decir, dudar de todo sin excepción, hasta de uno mismo, a esto se le conoce como la gran

duda, y es a partir de este modo de ser, que duda de todo, como, en primer lugar, las

cosas más “comunes” y que damos por ciertas sin siquiera meditar acerca de ellas,

empiezan a ser extrañas; y en segundo lugar el hecho de dudar de uno mismo, nos hace

pensar en la finalidad que tenemos en el mundo, pues esta duda lo que se pregunta es,

con qué fin existo yo; siendo este paso, esta duda, la que le hace ver con claridad al

hombre el sinsentido de la vida humana, es decir, la nihilidad. Nishitani nos habla de este

nihilismo, como un abismo, el abismo del ser, que es la nada. Este abismo ha estado

siempre bajo nuestros pies, pero nuestra manera conceptual de ver el mundo, nos

impedía verlo con claridad.

El abismo de la nihilidad, este sin sentido que nos otorga la misma, pareciera ser un acto

trágico y perverso de la vida; sin embargo es algo más que simplemente esto: es la

semilla de la religión, pues como Nishitani nos dice:

“Advertimos la religión como necesidad o como algo


imprescindible para la vida sólo en los momentos en
los que todo pierde su necesidad y utilidad”1

1
Nishitani Keiji, La religión y la nada, Ed. Siruela, Madrid, pág. 39
La nihilidad no nos da la experiencia religiosa, pero si, como dice Nishitani, empezamos a

advertirla con ella. Así pues el abismo provocado por la nihilidad es, no sólo un sinsentido

que desespera, sino el comienzo hacia el camino religioso en el cual podremos conocer la

verdad de las cosas, pues la religión surge como la necesidad de encontrar el sentido

verdadero, que la manera conceptual de conocer el mundo no nos puede dar.

De esta manera lo que la nihilidad logra es destruir el yo utilitario, que se era antes de la

gran duda, es decir, destruye el ego. Y sin embargo permanecer en este campo de la

nihilidad no es suficiente, Nishitani nos explica el porqué de esto:

“Con todo, la nihilidad todavía es contemplada desde el

sesgo de la propia existencia como lo desfundamentado

(Grundlosigkeit) de la existencia que reside en el

fundamento de la propia existencia. Esto significa que se

considera situada fuera de la existencia del sí mismo y, por

tanto, también como algo más que la existencia, o distinto

de ella.”2

En el campo de la nihilidad el ser humano despierta a su propia muerte. Nishitani, no

entiende la muerte como un suceso biológico, la entiende más bien como una realización

existencial del yo que va unida a la aparición de la nihilidad.

Con esto nos queda claro que la nihilidad queda fuera de ámbito del sí mismo, lo que

Nishitani busca es la realidad en sí misma, sin fundamento en nada distinto a ella;

debemos aclarar que la superación del nihilismo constituye, según Nishitani, el tema más

importante que la filosofía y la religión presentan en nuestro tiempo. Según él, sólo desde

2
Ibíd. pág. 149-150
el campo de la vacuidad es posible lograr superar el nihilismo y es por esta razón que la

filosofía de Nishitani se trata de superar, o mejor dicho, de dar el paso que hace falta

cuando uno se encuentra en el abismo de la nihilidad, pues éste se supera desde las

últimas profundidades del mismo. De esta manera el proyecto de Nishitani es sumergirse

en el nihilismo más profundo y superarlo tras haber pasado por completo a través de él.

En el campo de la vacuidad es el siguiente paso al de la nihilidad, es un lanzarse al

abismo de la nada absoluta, la autosuperación del nihilismo, en este campo el yo es

idéntico a la nada del yo. De esta forma es derrumbada la dualidad sujeto-objeto

transformándose todo en una nada. En la vacuidad se da la identidad original de las

cosas, lo que Nishitani llama, la apertura absoluta, o el gran giro, pues debemos recordar

que todo el camino que va marcando Nishitani es como un círculo que empieza con las

representaciones, en el más allá, después pasa a la nihilidad el campo de la nada

sinsentido, para posteriormente finalizar su camino en el campo de la vacuidad, la cual no

se encuentra más que en el fondo último de la nihilidad, este campo de la vacuidad es

pues el más acá absoluto: el circulo se cierra desde el lugar donde se comenzó sin

embargo, eso no quiere decir que se regrese a lo mismo, sino que se desconfigura la

manera de conocer egocéntrica, para pasar a la intelección donde todo forma parte del sí

mismo original, y de esta manera conocer las cosas como éstas son en realidad.

Una simbolización de este “recorrido” del yo del que nos habla Nishitani sería más o

menos de esta manera:

Más allá
Representaci
Vacuidad ón
Sunyata 90°
Más acá
360°
absoluto
Verdadero yo
180° Nihilismo
Más acá
La Nada
Como podemos ver, todo el proceso del que nos habla Nishitani, es todo un giro, de la

representación a la nihilidad, de la nihilidad ala vacuidad, para regresar al punto en el que

se empezó, pero viendo las cosas de manera distinta, en la vacuidad que es ciclo final del

giro, se da algo que Nishitani nombre mismidad:

“Si consideramos las cosas en términos del yo como sujeto,

proyectado en el campo de la sensación y la razón (en el

campo de la conciencia como un todo), orientado hacia el

terruño el yo, entonces la pura mismidad del yo, o su pura

autoidentidad, aparece en el lugar el que el ser del yo tal

como es en sí es un ser en el campo del sunyata, en ser al

unísono con la vacuidad.”3

Lo que Nishitani nos dice con estas palabras es que el yo y el no yo convergen en el

sunyata para ser una y la misma cosa, la diferencia, o mejor dicho la contradicción de esta

afirmación es superada, y es de esta manera en como el verdadero yo puede surgir en su

autoidentidad, pues: “-<<ser un yo>> y <<no ser un yo>>- sólo aparece a la

misma vez que se constituye la autoidentidad concreta del yo en sí

mismo”4 el yo en sí mismo es pues la unión del no yo y del yo que se da en la vacuidad.

A lo que esto conduce es lo que la tradición zen llama el thatatá, que no es más que el

estado natural de las cosas, con la mismidad, las cosas aparecen tal y como son, sin

máscara y sin encerramientos, y sólo de esta manera es como podemos en primer lugar

3
Ibíd. pág. 215
4
Ibíd. Pág. 215
liberarnos, en segundo liberar a las cosas y en tercero, inteligir el mundo de la manera en

cómo éste es en realidad

Introducción

La manera en la que occidente se ha dado a la tarea de conocer el mundo, es siempre

por el modo egocéntrico, en esta manera de pensar se da siempre una diferenciación

entre objeto y sujeto, uno siempre está enfrente del otro, en esta concepción tanto objeto

como sujeto, son prisioneros; este ensayo lo que realiza es una visión completamente

fuera de la nuestra acerca de la manera en que oriente se percibe el mundo.

Basándonos en la obra de Nishitani: “la religión y la nada”, se hará un recorrido por lo que

es el “gran giro” del que este pensador japonés nos habla.

La intención concreta de este tratado, es pues mostrarnos la otra manera de inteligir el

mundo, la manera en la que es posible el paso después del nihilismo, y de cómo es

posible, darle libertad, tanto a las cosas como al sujeto


Conclusión

Durante todo el proceso que se vive en el gran giro, se ve el mundo de manera distinta,

en primer lugar con el encerramiento del ser en la representación, y en el distanciamiento

que existe entre objeto y sujeto, la razón se da a la tarea de crear siempre conceptos y

divisiones de la “realidad” que cree percibir desde su egoidad.

En la nihilidad se da el paso hacia el sinsentido, que encontramos al dudar de todo y

preguntarnos por nuestro fin en el mundo, el abismo de la nihilidad no es el paso que

necesitamos para la liberación, según Nishitani debemos dar un paso más allá de este,

hacia la vacuidad, sólo en este campo es donde las cosas alcanzan su liberación, pues en

la mismidad, se rompe la contradicción del yo, en este lugar no ser y ser es

absolutamente lo mismo, y sólo de esta manera es como se logra la libertad, tanto del

individuo como de las cosas del mundo.


Bibliografía

• Nishitani Keiji, La religión y la nada, Ed. Siruela, Madrid


• Ueda Shizuteru, Zen y filosofía, Ed. Herder, Barcelona, 2004
• Nishida Kitaró, Pensar desde la nada, Ed. Sígueme, Salamanca, 2006
Universidad Nacional Autónoma
de México

Facultad de Filosofía y Letras

Alumno: García Martínez Alan


Israel

Materia: Metafísica II

Profesor: Rebeca Maldonado


Rodriguera

Trabajo final: La realidad sin


forma, el yo sin máscara

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